NO HE VENIDO A TRAER PAZ, SINO DIVISIÓN.
COMENTARIO
¡Cómo queremos la paz! ¡A toda costa! Pero si la concebimos como
unanimidad, como amabilidad de corazón, como vida tranquila, como ambiente
apacible (en la familia, en la comunidad, en el trabajo, en la aldea o en el
barrio, y hasta en nuestro país y en el mundo entero), Jesús va a decirnos que
no encontramos esos artículos en él: “No les doy la paz como la da el mundo”.
“Fuego he venido a encender en la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido!
Pero tengo que ser sumergido en las aguas y no veo la hora de que eso se
cumpla. ¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? Les digo que no,
división y nada más. Si estas palabras nos chocan y hasta nos sublevan, se
impone un examen de las mismas: nuestro miedo a la división: ¿es sano, noble, o
solamente un deseo bastante mediocre de tranquilidad?
Evidentemente, eso no va. Por la sencilla razón de que querer amar como
Jesús (no olvidemos a menudo de precisar) nos lleva a dividir, exactamente como
él. Y al estar nosotros mismos divididos, como a menudo sabemos que nos ocurre.
Es el día en que escogemos amar de verdad cuando surgen los conflictos más
duros. Por haber sido fraternales, en nuestro despacho, con un colega, tenemos
que soportar la injusticia del jefe. Por amar a los enemigos la familia, hemos
tenido que enfadarnos con nuestra familia. Por ayudar a unos vecinos pobres,
chocamos con nuestra mujer o nuestra suegra: “¡Estás sacrificando a tus
hijos!”.
Ahí es donde era menester que nos alcanzasen estas palabras: en el
fondo de nuestro corazón. Jesús será siempre división porque nuestros corazones
son malos. Cuando queremos amar y luchar por amor, no lo hacemos más que a
partir de nuestras torpezas, de nuestros arrebatos, o de nuestros miedos.
Frente a nosotros, los mejores cristianos, nos aman también como pueden, con su
ser de pecadores. Tal como somos nosotros, corremos continuamente el riesgo de
fabricar paces adulteradas. La paz del dominador que obliga a callar a todo el
mundo y establecer forzosamente la calma. La de los obsesionados por la caridad
fraterna que evitan el más pequeño conflicto dejando que se pudrieran las
situaciones. La del que combate puramente por las justicias que cataloga a las
personas y va avanzando tranquilo por entre sus buenos y sus malos. En esas
paces tan falsas Jesús introduce la espada de la división. Pero ¿Cuál es su
paz? Una paz critica, que quema, que ama, que se mete hasta el interior mismo
de los conflictos y se queda allí. No busca los tranquilos lagos, sino que
quiere hacer fecunda las tempestades. Para un hijo del evangelio no hay paz –a
no ser en el cementerio-, sino un trabajo tenaz e inteligente de paz, posible
en todas partes: en nuestro corazón traspasado, en nuestro grupo, en la
Iglesia. Es ciertamente entre nosotros, imperfectos y pecadores, donde hay que
hacer y que rehacer una y mil veces nuestras paces precarias. Unas veces las
demolerán nuestros orgullos y otras la espada evangélica, en la que habrá que
confiar animosamente sin soñar en un final definitivo del combate. Es imposible
convertirse en artífice de paz a no ser tejiéndola continuamente con los hijos
de la guerra.
R.P. Roland Vicente Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA Sal 83, 10-11
Fíjate, oh Dios, escudo nuestro; mira el rostro
de tu ungido, porque vale más un día en tus atrios que mil en mi casa.
ORACION COLECTA
Oh, Dios, que
has preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde la ternura de tu
amor en neutros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas,
consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Jeremías 38, 4-6. 8-10
En aquellos días, los príncipes dijeron al
rey: «Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan
en la ciudad y a todo el pueblo, con semejantes discursos. Ese hombre no busca
el bien del pueblo, sino su desgracia.».
Respondió el rey Sedecías: «Ahí
lo tienen, en su poder: el rey no puede nada contra ustedes».
Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en
el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo
con sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el
lodo.
Ebedmelek salió del palacio y habló al rey:
«Mi rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías,
arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre, porque no queda pan en la
ciudad.».
Entonces el rey ordeno a Ebedmelek, el
cusita: «Toma tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías del aljibe,
antes de
que muera.».
SALMO
RESPONSORIAL (39)
Señor, date prisa en socorrerme.
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. R.
Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies
sobre roca, y
aseguró mis pasos. R.
Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al
verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor. R.
Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se cuida de mí; tú eres mi
auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 12, 1-4
Hermanos:
Una nube ingente de testigos nos
rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y
corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que
inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato,
soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha
del trono de Dios.
Recordad al que soportó la oposición
de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no han llegado a la sangre
en su pelea contra el pecado.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO Jn 10, 27
Aleluya. Mis ovejas
escuchan mi voz- dice el Señor-, y yo las conozco y ellas me siguen. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender
fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!. Tengo que pasar por un bautismo,
¡y qué angustia hasta que se cumpla!.
¿Piensen que he venido a traer al mundo paz?. No, sino división. En
adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra
tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la
madre contra la hija y la hija contra la
madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.».
PLEGARIA UNIVERSAL
Presentemos a Dios nuestras
oraciones y ya que él siempre nos escucha, digámosle:
R.- Padre, escúchanos:
1.- Por el Papa, los obispos,
sacerdotes y ministros del evangelio: para que proclamen con su vida la opción
por Jesucristo. Oremos. R.
2.- Por los cristianos: para que vivamos con valentía el profetismo evangélico
en medio del conflicto y del sufrimiento. Oremos. R.
3.- Por los pueblos que viven en la opresión y en la guerra: para que
surjan profetas, que les ayuden a conseguir la paz. Oremos. R.
4.- Por los que están cansados, tristes o deprimidos y por los que no
tienen fe: para que experimenten el consuelo y la ternura de Dios a través de
sus hermanos. Oremos. R.
5.- Por los ancianos y los enfermos: para que no desfallezca en ellos la
esperanza y encuentren fuerza en la oración. Oremos. R.
6.- Por nosotros: para que el Señor nos fortalezca y nos ayude a ser
fieles y coherentes en la vivencia del evangelio. Oremos. R.
Socorre a tu pueblo que te
suplica y dale la fuerza de tu amor para no desfallecer. Por Jesucristo nuestro
Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor,
nuestras ofrendas en las que vas a realizar un admirable intercambio, para que,
al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Jn 6,
51.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor;
el que coma de este pan vivirá para siempre.
ORACION
DESPUES DE LA COMUNION
Después de haber participado de Cristo por esto sacramentos,
imploramos humildemente tu misericordia, Señor, para que, configurados en la
tierra a su imagen, merezcamos participar de su gloria en el cielo. El, que
vive y reina por los siglos de los siglos.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 15:
Ap 11, 19ª; 12, 1.3-6ª.10ab; Sal 44; I
Co 15:20-27a; Lc 1, 39-56
Martes 16: Ez 28, 1-10; Dt 32,
26-28.30.35-36ab; Mt 19, 23-30.
Miércoles 17: Ez 34, 1-11; Sal 22; Mt 20,
1-16.
Jueves 18: Ez 36, 23-28; Sal 50; Mt 22, 1-14.
Viernes 19: Ez 37, 1-14; Sal 106; Mt 22,
34-40.
Sábado 20: Ez 43, 1-7ª; Sal 84; Mt 23, 1-12.
Domingo 21: Is 66, 18-21; Sal 116; Hb 12, 4-7.11-13; Lc 13, 22-30.
COMENTARIOS AL
EVANGELIO
Lc 12, 49-53
Paralelo: Mt 10,
34-36
Ver JUEVES DE LA 29ª SEMANA
1.- Texto. Recordemos las últimas palabras del domingo pasado: "Al
que mucho se le confió, más se le exigirá". Era una llamada y una
advertencia a la responsabilidad de los cristianos a vivir abiertos al futuro.
E inmediatamente escuchamos hoy: "He venido a prender fuego en el
mundo". La frase suena como un exabrupto y, sin embargo, pertenece a la
misma conversación de los dos domingos anteriores entre Jesús y sus discípulos.
El hecho tiene su importancia de cara a determinar el fuego del que habla
Jesús.
Luego continúa: "¡Y ojalá estuviera ya ardiendo!". Es una de
las varias propuestas de traducción de una frase con una fuerte carga
emocional. Otra traducción: "¿Qué más quiero, si ya ha prendido?".
Los Padres griegos son partidarios de esta segunda. Sigue una nueva frase
emocional. La traducción litúrgica ha pasado por alto el matiz adversativo que
tiene en el original. "Sin embargo, tengo que pasar por un bautismo"
(v.50). Un preludio de Getsemaní.
La imagen se refiere, en efecto, al final trágico de Jesús. El sentido
de la frase dentro de la conversación dependerá de la traducción que escojamos
para el versículo anterior. En todo caso, se trata de una especie de paréntesis
dado que los versículos siguientes se mueven en la línea del versículo inicial:
"¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división". La
conversación se cierra con un ejemplo explicativo de esta división. "En
adelante, una familia de cinco estará dividida". El ejemplo está tomado de
Miqueas, profeta que vivió en el siglo VIII a. C. "En adelante (desde
ahora)" es una precisión temporal característica de Lucas (véase Lc.
1,48;5,10). Realza la novedad del presente respecto al pasado y señala un
camino de cara al futuro.
Comentario: Comentando el primer versículo, escribe el P. Lagrange que
hay que otorgar a la frase su claroscuro profético. Atinada observación. El
fuego en cuestión no es el Espíritu Santo, como muchos Padres han pensado. Nos
hallamos ante un típico texto profético, con un lenguaje imaginativo y denso,
imprevisto e imprevisible. Con su enorme carga de emoción y de pasión, que
haremos bien en dejarla correr indómita y en no tratar de amansarla y
reducirla. Fuego, división. Es la eclosión incontenida de un ser ilusionado,
motivado. Este texto nos permite penetrar en el alma de Jesús, en su pasión
antes de la pasión. ¿Será que la vida de Jesús fue un Getsemaní continuado?
Pero es indudable que este texto forma parte del contexto literario que
Lucas ha organizado y que hemos ido descubriendo los domingos anteriores. Lo
ridículo y peligroso de la codicia. La necesidad de una escala de valores en la
que lo prioritario es el Padre y no el comer y el vestir. Buscad su reino y
todo lo demás se os dará por añadidura. Dejad la riqueza. Relativizad todo. No
os encerréis. Tened perspectiva. Este es el fuego que Jesús trae para abrasar y
aniquilar mentalidades y prácticas ancestrales. ¡Fuego! "¿Qué más quiero
si ya está ardiendo?" me parece la traducción más apropiada porque
responde mejor al contexto literario y a la concepción del tiempo que tiene
Lucas. "Hipócritas", leemos un poco más adelante, "sabéis
reconocer el aspecto del cielo y de la tierra, y ¿cómo no reconocéis la ocasión
presente?" (Lc. 12,56). El tiempo de Jesús es para Lucas una novedad
respecto al pasado y un camino abierto para el futuro. De ahí su "desde
ahora". El fuego ya está ardiendo, la división es ya una realidad. Estamos
muy lejos de fantasías e imaginaciones irreales. El realismo más crudo está
presente en las palabras de Jesús. Tan crudo, que le salpica y le hace mucho
daño. "Tengo que pasar por un bautismo". Es un grito de dolor.
"¡Qué angustia hasta que se cumpla!". Pero dado el matiz adversativo
con que Lucas ha construido la frase, en este grito se esconden también un
temor y una preocupación: ¿Supondrá la muerte de Jesús el sofocamiento y la
desesperación de este fuego? ¡Dios no lo quiera!
A. BENITO - DABAR 1986, 43
2.- Es frecuente ver en esta perícopa un intento para explicar el
tiempo -la presencia- de Jesús como el tiempo de la decisión. Su venida y su
historia se presentan como una situación de conflicto para él y para los que
optan por él.
No es fácil precisar el concepto de "fuego". Jesús ha deseado
algo que no ha llegado todavía. El cumplimiento de este deseo, en otros textos,
significa la venida del Espíritu Santo (Lucas 3,16). Se podría pensar en el
Espíritu Santo, pero aquí esta palabra-metáfora está asociada al concepto de
juicio, un juicio que abrasará la tierra.
Se puede establecer un paralelo entre el fuego y el bautismo como un
paso desde el dolor y la tribulación a la magnificencia de Dios. Se incluye
entonces el sentido de purificación. Desde el versículo 50, parece que hay que
entender el fuego como purificación de los corazones. La revelación de Dios nos
trae el juicio y la purificación.
El Mesías será entendido y esperado como portador de salvación, pero el
salvador hay que verlo en estrecha relación con la paz.
Paz anunciada en su nacimiento (Lc 2,14) y en la expresión: vete en paz
(Lc 8,48). Es la paz mesiánica que no coincide con la paz romana o pacificación
en sentido político.
La actuación de Jesús no puede ser la pacificación exterior. Su venida
conlleva para los hombres decidirse frente a él y su mensaje. La posibilidad de
libertad de elección trae la escisión y la división. La figura de Jesús es el
centro. La actitud de cada cual es la que divide. Se ejemplifica esta división
desde la comunidad familiar. La actitud frente a Jesús crea nuevos lazos y relaciones
que relativizan los lazos de la sangre. Era una experiencia vivida en muchas
familias. Dentro de la misma familia unos se convertían y seguían a Cristo y
otros se oponían y perseguían a los seguidores.
P. FRANQUESA - MISA DOMINICAL 1986, 16
. FE/RUPTURA
En estos versículos, los dos primeros propios de Lc, hay distintas
sentencias de Jesús agrupadas aquí en función de la idea central de que la
venida de Jesús inaugura un tiempo crítico, que fuerza a los hombres a optar a
favor o en contra de él. El cuarto evangelio lo señala dramáticamente, puesto
que después de cada discurso o de cada milagro de Jesús se producen reacciones
contradictorias entre los oyentes o espectadores: unos se encaminan hacia la
fe, otros se irritan y no sólo rechazan, sino que odian a Jesús, con una
aversión creciente, que los llevará hasta el homicidio. En este punto, como en
tantos otros, Lc aparece muy de acuerdo con Jn.
Los vv. 49-50 son originariamente independientes. El "fuego"
(v.49) que Jesús asegura va a prender en la tierra no debe entenderse como un
recurso a la violencia para la implantación del Reino de Dios, sino como una
alusión al Espíritu Santo o bien a la purificación de los corazones, según un
simbolismo muy utilizado en el lenguaje bíblico. El "bautismo" (v.50)
que Jesús tiene que recibir no es, evidentemente, ningún rito o sacramento.
Debe entenderse la palabra en su sentido originario de "inmersión":
Jesús debe sumergirse en unas aguas profundas, y ya sabemos que esas aguas son
imagen de grandes sufrimientos. Es, pues, un anuncio de la Pasión. Tanto el
"fuego" como el "bautismo" son objeto de un deseo vehemente
de Jesús. Anhela purificar el corazón de todos los hombres con su Espíritu, y
camina valerosamente hacia su pasión, que es su camino obligado. Estos dos
versículos expresan por tanto, originariamente, la voluntad decidida de Jesús
de realizar el plan que el Padre le ha propuesto.
Pero colocados aquí por Lc deben entenderse principalmente en función
de los vv. 51-53 que siguen, en los que Jesús aparece como "signo de
contradicción". Hay una referencia a Mi 7,6, que como una muestra de la
corrupción general hablaba de las divisiones familiares. Naturalmente, Jesús no
se propone obtener este lamentable resultado, pero de hecho el seguimiento fiel
de Jesús originará tensiones e incluso rupturas. Cuando los apóstoles
predicaban el evangelio entre los paganos del mundo greco-romano, la conversión
al cristianismo implicaba un cambio de vida tan radical que podía dificultar
seriamente la convivencia con los parientes aún paganos. En algunos países de
misiones, en los que la vida social y familiar esté impregnada de actos
religioso o supersticiosos, podemos ver aún en nuestros días situaciones de
desgarro o ruptura familiar semejantes a los que se debían dar a menudo en los
inicios de la Iglesia. En una sociedad secularizada, o en un cristianismo
debilitado, el conflicto se presentará más raramente.
HILARI RAGUER - MISA DOMINICAL 1977, 15