LA MONTAÑA DE LA GLORIA
COMENTARIO
Según
el relato evangélico, la Transfiguración ocurrió en un monte alto y apartado
llamado Tabor (Israel) que en hebreo significa “el abrazo de Dios”.
Jesús siente como se levanta contra él la
hostilidad de los jefes religiosos y la decepción de las gentes que esperaban
un mesías-rey. En adelante se consagrará a la formación de sus apóstoles que
también se sienten desalentados. Le dijeron “¡Tú eres el mesías”!. Y el
contesto: “Si, pero voy a sufrir”. Se preguntan por este hombre extraño que
parece tan poderoso y que habla de sufrir. Dios mismo va a hablarles a estos
discípulos al borde de la duda: “Este hombre transfigurado es mi Hijo”.
San
Jerónimo comentaba este episodio de la vida de Jesús con mucho fervor y añadía
incluso palabras en la boca de Dios Padre para explicar la predilección de
Jesús. “Este es mi Hijo, no Moisés ni Elías. Éstos son mis siervos; aquel, mi
Hijo. Éste es mi Hijo: de mi misma naturaleza, de mi misma sustancia, que en Mí
permanece y es todo lo que Yo soy. También aquellos otros me son ciertamente
amados, pero Éste es mi amadísimo. Por eso escúchenlo”, decía el Santo. “Él es
el Señor, estos otros, los consiervos. Moisés y Elías hablan de Cristo. Son
consiervos suyos. No honren a los siervos del mismo modo que al Señor: presten
oídos sólo al Hijo de Dios”, añadía.
La transfiguración es una gracia de
revelación. Por todos los medios, el estilo sagrado, la visión, la voz, los
símbolos, el evangelista quiere hacernos entrever la gloria de Jesús; él es,
como dice San Pablo, “de condición divina” (Flp 2, 6). La nube es el signo de
Dios, así como los vestidos blancos y el rostro de sol. La montaña, con Moisés
y Elías, recuerda la revelación del Sinaí. El que va a sufrir es ciertamente un
hombre como nosotros, su vida es nuestra vida, pero transfigurada por un
misterio de inhabilitación: el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre. Desvelada
por unos momentos, la gloria de Jesús nos dice que viene de lejos, que es un
salvador absolutamente único, que reaparecerá en esa gloria y hará de nosotros
unos transfigurados.
A veces necesitamos subir con Pedro,
Santiago y Juan hacia la montaña de la gloria. El misterio de JESÚS, Dios y
hombre, estará siempre fuera de nuestro alcance, pero la palabra luminosa:
“Este es mi Hijo muy amado” nos pone en contemplación ante lo esencial: somos
amados. “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único” (Jn 3, 16). Y he
aquí lo que hace el amor: el único ha venido no solo a morar en nuestra tierra,
sino también en nuestra vida. ¡Qué esplendor da esto a la condición humana!
Desde luego, las imágenes de fealdad, de vacío, de sufrimiento y de
desesperación desaparecen pronto cuando decimos: “¡He llegado la
transfiguración vista por Marcos y por Lucas: escupirán sobre la gloria, el
transfigurado está a punto de ser el desfigurado!.
El Padre proclama solemnemente que ese
hombre es su hijo, para que sepamos bien que, a pesar de todo lo que pueda
pasar a él y a nosotros, él es el sol del mundo desde ahora y será el sol del
mundo venidero. La transfiguración nos aparta durante un breve momento de
fulgor de los aspectos duros o sin brillo que estamos a punto de vivir: “En su
gloria, mira tú gloria”.
R.P. Roland Vicente Castro Juárez.
ANTIFONA DE ENTRADA Mt 17, 5
Se manifestó el
Espíritu Santo en una nube luminosa y se oyó la voz del Padre que dijo: “Este
es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escúchenlo”.
ORACION
COLECTA
Oh Dios, que en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito
confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los que lo precedieron
y prefiguraste maravillosamente, la perfecta adopción de los hijos, concede a
tus siervos que, escuchando la voz de tu Hijo amado, merezcamos ser sus
coherederos. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Daniel 7, 9-10.13-14
Durante la visión, vi que colocaban unos
tronos, y un anciano se sentó: su vestido era blanco como nieve, su cabellera
como lana limpísima: su trono, llama de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un rio
impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones
estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras
miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de
hombre, que se acercó al aciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y
dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetaran. Su domino es
eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
SALMO
RESPONSORIAL (Sal 96)
El Señor reina,
altísimo sobre la tierra.
El Señor reina, la tierra
goza, se alegran las islas innumerables. Tinieblas y nube lo rodean, justicia y
derecho sostienen su trono. R.
Los montes se derriten
como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y
todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Porque tú eres, altísimo
sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo 1, 16-19
Queridos hermanos: cuando les dimos
a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos
fundábamos en fabulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de
su grandeza. El recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria
le trajo aquella voz: “Este es mi Hijo amado, mi predilecto”. Esta voz, traída
del cielo, la oímos nosotros, estando con Él en la montaña sagrada. Esto nos
confirma la palabra de los profetas, y hacen muy bien en prestarle atención,
como a una lámpara que brilla en su lugar oscuro, hasta que despunte el día, y
el lucero nazca en sus corazones.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO Mt 17, 5c
Aleluya. Este es mi
Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo
evangelio según San Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomo consigo a Pedro, a
Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se
transfiguro delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus
vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés
y Elías conversando con El. Pedro, entonces tomo la palabra y dio a Jesús:
“Señor ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, hare tres tiendas: una para
ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Todavía estaba hablando cuando una nube
luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: “Este es mi
Hijo, el amado, en quien me complazco. Escúchenlo”. Al oírlo, los discípulos
cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
“Levántense, no teman”. Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús,
solo. Cuando bajaron del monte, Jesús les mando: “No cuenten a nadie la visión
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
PLEGARIA
UNIVERSAL
Imploremos a Dios,
que quiso revelarnos su gloria en el monte de la transfiguración, y pidámosle
que la manifieste a todos los hombres. Digamos con fe: R.- Muéstranos tu
gloria y sálvanos.
1.- Para que la Iglesia muestre al mundo, con
su compromiso, predicación y actitudes, el rostro glorioso de Jesucristo y haga
que su luz y su verdad guíen a todos al encuentro con Dios. Oremos al Señor. R.
2.- Para que, mirando a Jesús en quien el
Padre se complace, aprendamos a hacer su voluntad y a amarnos los unos a los
otros. Oremos al Señor. R.
3.- Para que Dios conceda a nuestros
gobernantes trabajar con honestidad por la instauración de la paz, la justicia
y el bien común. Oremos al Señor. R.
4.- Para que los que sufren, están tristes,
desesperados o cansados, descubran a través del amor de sus hermanos el amor de
Dios, que quiere ayudarlos y manifestarle su gloria. Oremos al Señor. R.
5.- Para que nuestro mundo, dividido por el
odio, la guerra y el egoísmo, encuentre la unidad, el amor y la solidaridad en
Jesucristo y en su Evangelio. Oremos
al Señor. R.
6.- Para que los que estamos reunidos en esta
Eucaristía, al contemplar a Jesucristo glorioso, nos llenemos de su claridad y
la llevemos a nuestros he4rmanos. Oremos
al Señor. R.
Señor Jesucristo,
que hiciste resplandecer tu rostro sobre nosotros, haz que te reconozcamos como
nuestro Dios y Señor, y que no temamos nunca levantar nuestros ojos al cielo
para recibir de él, la luz de la verdad, y vivirla hasta las últimas
consecuencias. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Te rogamos, Señor, que
santifiques la ofrenda que te presentaos en la gloriosa transfiguración de tu
Unigénito y que, con los resplandores de su luz, nos limpies de las manchas de
los pecados. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION 1Jn 3, 2
Cuando Cristo se
manifesté, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Que el alimento celestial que hemos recibido, Señor, nos transforme en
imagen de tu Hijo, cuya claridad has querido manifestarnos en su gloriosa
transfiguración. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 07: Nm 11, 4b-15; Sal 80; Mt 14, 13-21
Martes 08: Nm 12, 1-13; Sal 50; Mt 14, 22-36 (o bien:
Mt 15, 1-2.10-14).
Miércoles 09: Nm 13, 1-2. 25; 14, 1.26-30.34-35; Sal 105;
Mt 15, 21-28.
Jueves 10: 2Co 9, 6-10; Sal 112; Jn 12, 24-26.
Viernes 11: Dt 4. 32-40; Sal 76; Mt 16, 24-28.
Sábado 12: Dt 6, 4-13; Sal 17; Mt 17, 14-20.
Domingo 13: 1R 19, 9a.11-13a; Sal 84; Rm 9, 1-5; Mt 14,
22-33.
COMENTARIOS AL
EVANGELIO
Mc 9, 2-10
Paralelos: Mt 17, 1-9 Lc 9, 28b-36
Hay más comentarios en
el Domingo II de Cuaresma de cada uno de los tres ciclos
1.- Dos observaciones
literarias pueden ayudarnos a comprender el significado de la transfiguración
en la vida de Jesús y en la trama del evangelio de Marcos. Este episodio (9,
2-13) está colocado intencionadamente entre la primera y la segunda predicción
de la pasión. Y los diversos detalles de la narración (el vocabulario, las
imágenes, las referencias al Antiguo Testamento) demuestran que pertenece al
género epifánico-apocalíptico: intenta ser una revelación dirigida a los
discípulos, revelación que tiene como objeto el significado profundo y
escondido de la persona de Jesús y de su "camino".
Algunos elementos, como la nube
y la voz celestial, la presencia de Moisés y de Elías, evocan la presencia en
el Sinaí. Con esto se quiere afirmar que Jesús es el "nuevo Moisés",
que en él llegan a su cumplimiento las esperanzas, la alianza y la ley.
Otros elementos, como la
transfiguración de su rostro, las vestiduras blancas, evocan al Hijo del Hombre
del profeta Daniel, glorioso y vencedor, y parecen ser un anticipo de la
resurrección: intentan revelarnos el significado escondido de la vida de Jesús,
su destino personal.
Jesús, el que camina hacia la
cruz, es realmente el Señor. En este camino hacia la cruz es donde hay que
insistir ante todo. Precisamente en este Jesús que marcha hacia la cruz es
donde encontramos el cumplimiento de todas las esperanzas. Y es precisamente
este camino mesiánico el que encierra un significado pascual. Y todo esto con
una indicación: el género epifánico-apocalíptico al que pertenece nuestro
relato no se limita a revelar el futuro, a señalar la conclusión inesperada de
lo que ahora está sucediendo; pretende más bien manifestar el significado
profundo que la realidad tiene ya ahora, un significado escondido que no
descubre la mayoría y que las apariencias parecen desmentir. De esta forma la
transfiguración se convierte en la revelación no sólo de lo que será Jesús
después de la cruz, sino lo que él es a lo largo del viaje hacia Jerusalén. Es
ésta una clave que nos permite captar la verdadera naturaleza de Jesús detrás
de lo que podríamos llamar su realidad fenoménica.
Pero la transfiguración no
tiene sólo un significado cristológico. En la intención de Marcos asume un
papel importante también en la experiencia de fe del discípulo. Los discípulos
han comprendido que Jesús es el Mesías y están ya convencidos de que su camino
conduce a la cruz; pero no llegan a comprender que la cruz esconde la gloria. A
este propósito tienen necesidad de una experiencia, aunque sea fugaz y
provisional: tienen necesidad de que se descorra un poco el velo. Y éste es el
significado de la transfiguración en la vida de fe del discípulo: es una
verificación. Dios les concede a los discípulos, por un instante, contemplar la
gloria del Hijo, anticipar la pascua.
El velo que se descorre no
revela únicamente la realidad de Jesús, sino también la realidad del discípulo
que camina con él hacia la cruz y también hacia la resurrección, y está con él
en posesión -por encima de la realidad fenoménica engañosa- de la presencia
victoriosa de Dios. En otras palabras, podemos comparar a la transfiguración
con lo que solemos llamar las "comprobaciones", esos momentos
luminosos que encontramos a veces en el viaje de la fe, momentos gozosos dentro
de la fatiga cristiana. No son momentos que se encuentran automáticamente y de
cualquier manera; hay que saber descubrirlos. Y sobre todo no hay que olvidar
que su presencia es fugaz y provisional. EL discípulo tiene que saber
contentarse con ellos; esas experiencias tendrán que ser escasas y breves. A
Pedro le habría gustado eternizar aquella visión clara e imprevista, aquella
experiencia gloriosa. Se trata de un deseo que manifiesta una incomprensión de
aquel suceso, que no es el comienzo de lo definitivo, que no es la meta, sino
sólo una anticipación profética de la misma. El camino del discípulo sigue siendo
todavía el camino de la cruz. Dios le ofrece una comprobación, una prenda, y es
preciso aceptar esa prenda, sin exigencias de ningún género.
Finalmente, hay un aspecto
sobre el que hay que reflexionar y que en cierto sentido parece constituir el
punto central del texto: la orden de "escucharlo". Escuchar es lo que
caracteriza al discípulo. Su ambición no es la de ser original, sino la de ser
servidor de la verdad, en posición de escucha.
En conformidad con toda la
tradición bíblica, la palabra de Dios que hay que escuchar no tiene sólo un
aspecto cognoscitivo, vehículo de ideas y de conocimientos (en el sentido de
que nos revela el plan de Dios: quién es él, qué somos nosotros, cuál es el
sentido de la historia en que estamos insertos), sino además un aspecto
imperativo (lo que tenemos que hacer, la regla que hay que seguir, el punto de
vista que hemos de asumir en nuestras relaciones con los demás y con la
historia); finalmente, la palabra de Dios es una fuerza, un promesa fiel que
alcanza su objetivo, a pesar de todos los obstáculos. Comprendemos entonces
cómo esta invitación a escuchar es invitación a la obediencia, a la conversión
y a la esperanza.
Exige no solamente inteligencia
para comprender, sino también coraje para decidirse. En efecto, la palabra que
escuchamos es una palabra que nos compromete y que nos arranca de nosotros
mismos.
BRUNO MAGGIONI - EL RELATO DE
MARCOS - EDIC. PAULINAS/MADRID 1981, Pág. 128ss.
2.- Ya leímos este evangelio en
el segundo domingo de Cuaresma. Los capítulos 8 y 9 de Mc constituyen una
bisagra: Jesús pasa de Galilea a Jerusalén, de la aceptación al rechazo de su
persona, de la proclamación del Reino al anuncio de su pasión.
Entre la primera y la segunda
predicación de la pasión, Marcos coloca la escena de la Transfiguración. Un
texto difícil, es cierto, pero teológicamente hablando muy denso. Sus
diferentes elementos como son el vocabulario, las imágenes empleadas y las
referencias al Antiguo Testamento nos indican que el texto participa de las
características de una epifanía apocalíptica.
La nube, la voz celestial, la
presencia de Moisés y Elías nos evocan la manifestación de Dios sobre la
montaña del Sinaí (cf. Ex 19,16ss y 1R 19,9ss). El rostro resplandeciente y la
túnica blanca nos recuerdan la visión del Hijo del hombre que hemos leído en la
primera lectura. En Cristo se nos revela el rostro divino de Dios, del mismo
Dios que salva a Israel de Egipto por medio de Moisés (Ex 19), Elías de la
muerte (1R 19) y el pueblo de los Santos de la persecución helenística (cf. Dn
7).
Pero el relato se abre también
a la actitud de los discípulos en su camino tras Jesús. "Éste es mi Hijo
amado; escuchadlo" propone al discípulo la actitud receptiva de la
escucha. Escucha que no sólo incluye la palabra, sino también la aceptación de la
persona del nuevo Siervo de Yahvé (cf. Is 42,1, citado por Mc).
Cristo, el auténtico Hijo del
hombre, invita al creyente a descubrir la presencia divina en su predicación y
en su obra. Jesús puede también transfigurar nuestra vida, puede ayudarnos a
descubrir la presencia de Dios en nuestra historia, y a ser sus testigos ante
un mundo secularizado.
JORDI LATORRE - MISA DOMINICAL 2000, 10, 16
3.- Como cada año, el evangelio
de este domingo nos describe la transfiguración del Señor, y, como cada año, esta
descripción está orientada a preparar nuestros espíritus para una comprensión
más profunda del misterio pascual. El relato de Mc es más breve que el de los
otros dos sinópticos, pero contiene como elemento propio (aparte del detalle
del blanco de los vestidos que ningún batanero -¿por qué no traducir
"ningún detergente puede imitar"?- la insistencia en el hecho de que
los apóstoles no entendieron del todo qué querría decir aquello de resucitar de
entre los muertos. Se podría basar la homilía en esta realidad: nosotros
tampoco -pese a la fe en la resurrección de Cristo y en la nuestra- no llegamos
tampoco a entender todo el sentido del misterio pascual.
La realidad que se expresa a
través de la descripción poética y llena de imágenes del episodio de la transfiguración,
es una experiencia profunda de fe tenida por los amigos más íntimos de Jesús.
En un momento de comunicación profunda, tuvieron la impresión de percibir a
Jesús en su verdadera identidad. Fue un instante de éxtasis, que les hizo
entrever la realidad gloriosa de Jesús, pero que aún no les mostró toda la
profundidad de su misterio. Para llegar a entenderlo, de algún modo, fue
necesario el contacto real con la vida, fue necesario que, a través de los
sufrimientos y muerte de Jesús -y a través de sus propios sufrimientos y, más
adelante, de su propia muerte-, comprendieran que hay que pasar por la muerte
para llegar a la vida (cf. el prefacio propio de este domingo), médula de la
realidad del misterio pascual. Tampoco nosotros entenderemos qué significa
"resucitar" si nos quedamos sólo en el terreno de la fe contemplativa
-y es muy posible que, en el nivel teórico, se nos presenten grandes
dificultades para aceptar este misterio-. En cambio, si descendemos de la
montaña de las ideas a la tierra firme de las realidades diarias,
experimentaremos en carne viva lo que significa morir a nosotros mismos y vivir
hacia Dios y hacia los hermanos; entenderemos qué es la resurrección.
J. LLOPIS - MISA DOMINICAL 1973, 2
4. 2S/07/01-05
La tentación de "hacer tres
tiendas" está siempre presente. Es curioso que el hombre se preocupe
siempre por construirle una casa a Dios, cuando el mismo Dios ha bajado a la
tierra para vivir en las casas de los hombres. Dios no tiene tanta necesidad de
metros cuadrados para iglesias como de acogida en el corazón humano. Dios no
quiere vivir en un "hotel para dioses" relegado como nuestros
ancianos, en una especie de parkings. Dios quiere vivir en familia con los
hombres, andar entre sus pucheros. Por ambientados que estén nuestros templos,
siempre le resultarán fríos a un Dios que busca el cobijo de los hombres.
EMMANUEL. El
Dios-con-nosotros no puede quedar en una especie de producto situado en un
mercado al que se acude cuando se necesitan servicios religiosos. Dios no es un
objeto de consumo. Él es la vida misma del hombre, pero nosotros nos empeñamos
en confinarlo en su casa en lugar de tenerlo como compañero continuo en el
camino de la vida.
El Dios de Jesús no se mantiene
en alturas celestiales, sino que nos señala en dirección al mundo y quiere que
como él nos encarnemos -valga la expresión- en nuestra propia carne. Además de
nuestra condición de hombres, hay algo que refuerza nuestro interés por el
mundo: nuestra fe. "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias
de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren,
son a la vez los gozos y las esperanzas, tristezas y angustias de los
discípulos de Cristo" (G.S. núm. 1).
EUCARISTÍA 1985, 10
5.- El segundo Evangelio sitúa
la transfiguración dentro de un contexto en el que, con más claridad que en los
otros sinópticos, se afirman los presentimientos de Cristo relativos a su
muerte y a su gloria. Jesús acaba precisamente de anunciar su Pascua próxima
(Mc. 8, 31-32), pero Pedro se ha opuesto audazmente: no puede admitir que el
reino de la gloria y del poder anunciado por los profetas pase por el
sufrimiento y la muerte (Mc. 8, 32-33). Jesús se sirve entonces del ritual de
la entronización del Mesías doliente en la fiesta de los Tabernáculos para
convencer a los suyos que solo será mediante el sufrimiento como conseguirá su
mesianidad.
* * * *
a) El primer versículo recuerda
hábilmente ese contexto: a pesar de una traducción un tanto confusa, parece que
Jesús quiere decir, en un tono un tanto triste: "Esperan de tal forma un
reino de poder que ni uno de entre ellos querría pagar con su vida la venida de
ese reino". Por eso, a los ojos de Marcos, el episodio de la
transfiguración se presenta ante todo como revelación, por parte de Cristo, de
la totalidad de su misterio pascual al grupo elegido de sus apóstoles (los
mismos que estarán junto a Él en Getsemaní: Mc. 14, 33). De ahí que Marcos dé
prioridad a Elías sobre Moisés (v. 4), porque si Elías es Juan Bautista, está
claro que anuncia el sufrimiento del Mesías a través de sus propios
sufrimientos (cf. la explicación de Jesús en Mc. 9, 12-13). Parece, pues, estar
claro que lo que constituye el centro del Evangelio de Marcos es la perspectiva
del Mesías paciente.
b) La transfiguración consiste
esencialmente en la toma de conciencia, por parte de los tres apóstoles, de que
Jesús es verdaderamente el Mesías que entroniza la fiesta de los Tabernáculos.
La mención "seis días" (v.2) alude a la duración clásica de esta
fiesta, la montaña y la nube son elementos tradicionales propios también de
esta fiesta, así como especialmente la construcción de tiendas que sugiere
Pedro (v.5). En este sentido el relato de la transfiguración es absolutamente
paralelo al de la entrada de Jesús en Jerusalén (Mt. 21). Jesús es ciertamente
el Mesías al que todos los años la fiesta de los Tabernáculos espera y
entroniza revistiéndolo de blancura y de luz (v. 3) e invistiéndolo de la misma
palabra de Dios (v. 7). Pero el libro judío de los Jubileos, casi contemporáneo
de los Evangelios, anunciaba ya que el Mesías esperado durante la fiesta de los
Tabernáculos sería un Mesías sufriente. Ahora bien: Cristo acaba precisamente
de anunciar a los suyos su próxima pasión (Mc. 8, 31-38); sin duda aprovechó la
ocasión de un ritual de investidura de la fiesta de los Tabernáculos para
convencer a los apóstoles de que este camino era normal, ya que correspondía a
la misma liturgia.
* * * *
La transfiguración es, pues,
una exhortación de urgencia hecha de manera especial a Pedro para que se avenga
a escuchar a Jesús (v.7) cuando habla de sus sufrimientos y de su muerte, sin
dejar de reconocerle por eso como Mesías definitivo, a la manera del Siervo
ideal (Is. 42, 1).
La fe exigida a los
espectadores de la transfiguración impulsa hoy a la Iglesia a no huir de las
necesarias encarnaciones y del desprendimiento que implican para no buscar más
que un Reino de poder que prescindiera de la muerte; pero la impulsa también a
no querer una encarnación sin las correspondientes transfiguraciones. La Iglesia
no es llamada a estar presente en las estructuras del mundo más que para
transformarlas; y no es llamada a transformarlas si no es aceptando morir a
todo confort y a toda auto seguridad; conoce también las alternancias de gloria
y de humillación y sabe que su victoria no será una clamorosa realidad hasta
tanto, rota por la muerte, no surja en un mundo al que habrá ayudado a
transfigurarse.
MAERTENS-FRISQUE - NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA
CRISTIANA III - MAROVA MADRID 1969. Págs. 72-74
6.- -"Jesús... subió con
ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró": En una montaña, lugar
de revelación y de manifestación de Dios, Jesús se revela a tres discípulos, y
los hace portadores especiales de esta revelación. La descripción de la
transfiguración se hace a través de una frase popular al referirse al color
blanco. "Se les aparecieron Elías y Moisés...": Elías que fue
arrebatado al cielo y Moisés que en el Sinaí quedó transfigurado por su
contacto con Dios. El profeta y el legislador por excelencia, y los dos que
habían entrado en la experiencia de Dios en el Sinaí. El hecho de que aparezca
primero Elías, puede ser un indicativo de Marcos que con Jesús ya estamos en el
tiempo final.
-"Entonces Pedro tomó la
palabra y le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien se está aquí!": Los
discípulos lo viven como una anticipación de la vida celestial. En este sentido
las tiendas que quieren hacer ser refieren a las estancias de los
bienaventurados. Quieren que la visión siga. Pero el juicio del evangelista es
negativo ante esta actitud: "Estaban asustados, y no sabía lo que
decía" "Estar asustados" más que admiración por la
transfiguración, significa miedo, indecisión y, sobre todo, falta de
comprensión del acontecimiento. Quieren retener la visión para huir de la cruz.
-"Este es mi Hijo amado;
escuchadlo": la nube y la voz divina explican la transfiguración y dan una
respuesta a los discípulos.
La nube es signo de la
presencia de Dios. Tal como aparecía en el éxodo sobre el tabernáculo, ahora
aparece sobre Jesús. Los discípulos son los destinatarios de esta revelación
sobre Jesús.
Lo deben escuchar, para después
ser sus testigos. Pero Marcos indica que la revelación sobre el Hijo y también
el testimonio sobre él, están estrechamente relacionados con el silencio de la
cruz: ven a Jesús "solo con ellos" y se les manda silencio, pues no
pueden captar ni testimoniar el misterio de Jesús sin la pasión y la muerte.
J. NASPLEDA - MISA DOMINICAL 1988, 5
7.- La narración de la
transfiguración según san Marcos es sensiblemente igual que la de los otros dos
sinópticos, si bien añade el detalle pintoresco de que "sus vestidos se
volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del
mundo".
La transfiguración de Cristo es
una manifestación o epifanía de la presencia de Dios entre los hombres,
parecido a las que tuvieron lugar a lo largo de la historia del pueblo de
Israel. Así como Dios se había aparecido en el Sinaí, sobre el tabernáculo de
la Alianza y sobre el templo de Salomón, así también se apareció sobre Jesús,
en quien tenemos la revelación definitiva de Dios. Revelación que llegará a su
plenitud en la resurrección de Cristo, de la que la transfiguración era un
anticipo.
Es importante destacar que esta
manifestación de Dios se realiza a través de una humanidad, en todo igual a la
nuestra. La transfiguración luminosa del cuerpo de Cristo nos hace ver que es
toda la humanidad la que ha sido elevada a la categoría de instrumento y
vehículo de la divinización del mundo. La luz divina, manifestada en la humanidad
de Cristo gracias al misterio de la transfiguración (y, sobre todo, al de la
resurrección y glorificación), estalla también en todos los hombres que se unen
a Cristo por la fe y el amor, y rezuma misteriosamente en todos los demás y
también en todas las realidades materiales que estos hombres divinizados
utilizan.
El mundo entero es el que queda
transfigurado. Transfiguración que se da de una manera velada -pero patente a
los ojos de la fe- especialmente en todas aquellas realidades que se convierten
en símbolos sacramentales. Es bueno ver bajo esta luz las realidades materiales
del pan y el vino que constituyen el signo básico de la Eucaristía.
J. LLOPIS - MISA DOMINICAL 1994, 3
8.-6.8.16. Un rostro de luz. La Transfiguración según Mateo
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2016/08/05/6-8-16-un-rostro-de-luz-la-transfiguración
05.08.16 | 11:10.
El relato de la
Transfiguración, que los sinópticos ofrecen en versiones paralelas (Mc 9, Mt 17
y Lc 9), constituye el texto básico de la mística
cristiana:
‒ Es
un texto histórico, que recoge el sentido más hondo de su
vida y misión, expresada como rostro de luz de amor, luz invisible que irradia
vida: Que sana, que llama, que eleva y que ama.
‒ Es
un texto pascual: Los evangelios no se han atrevido a
presentar abiertamente el rostro de Jesús resucitado, sólo lo han hecho aquí,
de un modo simbólico, proyectando su resplandor hacia el tiempo de su vida.
‒ Es
un texto de esperanza de cielo: es decir, de futuro. Todos
nosotros estamos llamados a la luz suprema de la montaña de Dios, con Moisés y
Elías, de la mano de Jesús, que nos eleva como quiso hace a los tres primeros
testigos oficiales varones de la pascua: Pedro, Santiago, Juan.
‒ Es
un texto de compromiso: Ésta es la fiesta del rostro que
irradia luz de Dios, del rostro del pobre y excluido, del enfermo, del
encarcelado, rostro de Dios…luz de Luz, vida de Vida… Todo el evangelio de Dios
se condensa en la visión del Rostro del Hermano: Cada rostro humano es figura y
concreción de Dios, un don y compromiso de amor, una palabra hecha Vida, hecha
Luz, hecha Presencia.
Como he dicho, hay tres relatos
paralelos de la transfiguración. Este año (ciclo C) toca en la
liturgia el de Mateo. Por eso quiero comentarlo en
particular, con cierto detalle, pues sólo los detalles nos abren su misterio.
Éste es el texto supremo de la
mística cristiana, mística del monte de Dios, en comunión
con la historia de la salvación (Moisés y Elías), en
apertura al rostro del pobre, de enfermo, como sigue diciendo la continuación
del evangelio (curación del niño lunático…).
De esa forma, la mística del
Monte de Dios se convierte en Presencia sanadora en el valle de los hombres,
donde discuten letrados y discípulos, mientras sufre y muere el lunático (aquel
a quien enloquecen las locuras de los hombres que no miran al rostro, que no
quieren de verdad...).
Pero hoy trato sólo de la Transfiguración según Mateo, la fiesta
de San Salvador, como se decía en otro tiempo.
Los cuatro iconos que presenten
expresan rasgos distintos de este fiesta, con el Cristo en el óvalo sagrado,
espacio de luz... un Cristo a quien vemos (hemos de ver, adorar y acompañar) en
cada uno de los hombres y mujeres, creados a su imagen y semejanza, es decir, a
su forma.
Buen día.
Mateo 17
17, 1 Y después de seis días,
tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y les hizo subir en
privado a un monte alto. 2 y fue transfigurado delante de ellos. Su
rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se
hicieron blancas como la luz.
3Y he aquí que les aparecieron
Moisés y Elías, hablando con él. 4 Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús:
--Señor, es bueno que nosotros estemos aquí. Si quieres, levantaré aquí tres
tabernáculos: uno para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 5 Mientras él
aún hablaba, de pronto una nube brillante les introdujo en la sombra, y salió
una voz de la nube diciendo: "Éste es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia. Escucharle.
6 Al oír esto, los discípulos
se postraron sobre sus rostros y temieron en gran manera. 7 Entonces Jesús se
acercó, los tocó y dijo: Levantaos y no temáis. 8 Y cuando ellos alzaron los
ojos, no vieron a nadie sino al mismo Jesús solo.
Introducción
Pasados
seis días, es decir, una semana, tras el anuncio de la
pasión (Mt 16, 21-28) y llevó Jesús a sus tres discípulos preferidos a una
montaña (que parece tener un sentido pascual, como la de 28, 16, aunque no se
dice que sea “la” montaña de Galilea, sino una montaña en general, sin
artículo) y se transfigura ante ellos, como ser luminoso (¡sol!), de vestiduras
blancas, como viviente del cielo, con Moisés y Elías a su lado. El texto nos
lleva así de las dos montañas anteriores, bien determinadas, una de la
enseñanza (5, 1) y otra de la curación/alimentación (15, 29), a esta montaña
general de la luz de Dios, que es la transformación pascual.
Toda la escena tiene un sentido positivo, de ratificación de un
misterio, y ha de entenderse en forma de culminación del pasado (Moisés y Elías
dan testimonio de Jesús) y de anticipación (es como si se adelantara la
pascua). Mateo sitúa el texto en el camino hacia Jerusalén
(16, 21) de manera que sólo en ese contexto se entiende, pero Pedro (¡que debía
ser la Roca de la Iglesia, el mismo que ha querido rechazar el camino de
entrega de Jesús!) quiere permanecer allí (¡gozar del triunfo de Dios y del
cumplimiento de las Escrituras sin entregar la vida por los demás!),
construyendo según eso tres tabernáculos, que expresan la culminación del
tiempo, con Moisés y Elías dando testimonio de Jesús.
De esa manera, estos privilegiados (Pedro, Santiago y Juan) pueden
participar ya de la gloria de Jesús (con Moisés y
Elías), pero quieren hacerlo sin compartir su entrega. Pedro mantiene así su
propuesta anterior, a pesar de que Jesús le ha dicho que se aparte, llamándola
Satán y Escándalo (16, 23). A partir de aquí ha de entenderse la escena, que
Mateo ha tomado básicamente de Marcos, aunque ha introducido algunas novedades
que destacaremos.
Elementos
‒ Como el sol, como la luz. Cristo icono
de Dios (17, 2). El texto de Mc 9, 2-3 era más sobrio, sólo decía que se
transfiguró y que sus vestiduras quedaron blancas (como ningún batanero podría
haberlas blanqueado…). Mateo, en cambio, elaborando una tradición que parece
evocada ya en Lc 9, 29, precisa los rasgos de la transfiguración de un modo muy
preciso: Brilló su rostro como el sol (ô ho hêlios). Esta
imagen poderosa proviene de la tradición de las religiones “solares”,
que presentan al Gran Dios o a su enviado como el Gran Astro del día. Pues
bien, Mateo evoca aquí con toda precisión al Cristo-Sol, como rostro que mira y
que irradia, expandiendo su luz.
Por eso, el texto sigue
diciendo que su vestidura era blanca como la luz (leuka hôs ho phôs), pues luz
que irradia del Sol-Cristo y que todo lo alumbra y lo transforma. Ya no estamos
ante el signo de la Estrella que viene a la cuna de Jesús nacido (2, 1-4), sino
ante el mismo Sol crecido, que desde su montaña alumbra todo lo que existe.
Ésta es evidentemente la montaña de la transfiguración y la visión que definirá
desde ahora toda la experiencia religiosa y la “mística” cristiana. Pero
debemos recordar que se trata de una transfiguración que sólo se despliega y
expresa en el camino de entrega de la vida, a favor de los demás, en el camino
de Jerusalén.
‒ Moisés y Elías (17, 3). De manera muy
significativa, este Cristo Icono de Dios, sol divino cuyos vestidos son luz, no
está sólo como el Dios de Is 6, 1, cuyo manto llenaba con sus vuelos todo el
templo, sino acompañado por Moisés y Elías; éste es un Dios que se “encarna” en
el camino de los profetas, que no está en Jerusalén, sino que va a morir allí,
dando su vida… Esta diferencia entre el Dios del templo (Is 6) y el Cristo de
la montaña (Mt 17) marca la conexión y diferencia entre Israel y el
cristianismo.
La conexión viene dada por la
presencia de Moisés y Elías; de una forma lógica, Mateo corrige el orden en que
ellos aparecían en Marcos, poniendo a Moisés (Ley), antes que a Elías
(profecía; Mt 17, 3; cf. Mc 9, 4), para mantener en principio el esquema
“canónico” de Israel, con la Ley antes de los profetas; de todas maneras, en la
discusión que sigue, que el referente fundamental para entender el camino de
Jesús será Elías, vinculado a Juan Bautista, no Moisés. Están los dos con
Jesús, que se distingue de ellos, con gran diferencia, pues sólo él irradia luz
como sol, sólo a él se dirige la palabra de Dios que dice “este es mi Hijo”.
Jesús constituye así el centro y meta del camino “epifánico” de Israel,
subiendo a Jerusalén para dar la vida de Dios a los hombres.
Gran parte de la teología e iconografía, especialmente en la
Iglesia Oriental, constituye una reflexión y comentario de esta experiencia del
Tabor, como he puesto de relieve en No
harás ídolos: Imágenes de la Fe 1000, PPC, Madrid 2016, Cf.
A. M. Ramsey, The Glory of God and the Transfiguration of Christ, Longmans,
London 1949;
A. Andreopoulos, Metamorphosis: The Transfiguration in Byzantine Theology and
Iconography, St Vladimir's Seminary Press, New York. 2005;
D. Lee, Transfiguration, Bloomsbury Academic, London 2004.
P. Eudokimov, El Arte del Ícono. La Teología de la Belleza, Claretianas, Madrid
1991; L. Oupensky, Teología del icono, Sígueme, Salamanca 2013;
P. A. Sáenz, El icono, esplendor de los sagrado, Gladius, Buenos Aires 1991;
Ch. Schönborn, El Icono de Cristo. Una Introducción Teológica, Encuentro,
Madrid 1999.
− Kyrios, Hijo de Dios (17,
4-5). Pedro llama a Jesús “Kyrie” (Señor), en vez de Rabbi (Maestro), a
diferencia de Mc 9, 5, destacando así su grandeza y soberanía, como Señor
Pascual, signo divino, por encima (a diferencia) de Moisés y Elías. Esta
denominación y título ha de entenderse en sentido estricto; y a ella se debe
añadir la voz de la nube (fwnh. evk th/j nefe,lhj) del Dios de Israel diciendo:
¡Este es mi Hijo… escuchadle!
La nube es signo de la
presencia y providencia de Dios que guía al pueblo de Israel (Ex 13, 21-22),
como ha recordado Pablo al afirmar que todos los israelitas se hallaban bajo la
nube de Dios (cf. 1 Cor 10, 1-2). Pues bien, la Voz de la Nube es la voz de
Dios, que da testimonio de Jesús, llamándole su Hijo Querido, a quien los
hombres deben escuchar, ratificando así la palabra del bautismo (comparar Mt
17, 5 con 3, 17). Quizá se puede evocar en este contexto la oscuridad (sko,toj)
que se extiende sobre toda la tierra a la muerte de Jesús que grita a Dios con voz
grande (27, 46), que se puede relacionar con la voz de la nube que Dios Padre
le ha dirigido aquí a Jesús, diciendo “este es mi Hijo querido” . Jesús no es
Sol por sí mismo, es el Sol de Dios Padre, en el camino de luz gloriosa de la
Cruz que ciega y mata en el sentido más hondo del término.
‒ Terror
divino, experiencia de resurrección (17, 6-7). En esa
línea se sitúa estos versos en los que Mateo pone de relieve el poder
sobrecogedor de la experiencia de Dios que habla a Jesús en la montaña y deja a
los tres discípulos (Pedro, Santiago y Andrés) paralizados, llenos de terror,
de manera que el mismo Jesús tiene que tocarles y despertarles, diciendo
(egerthete, levantaos, resucitad), para que así vuelvan a la vida. Al oír la
voz de Dios, los discípulos han caído sobre su rostro, llenos de temor), pues
han estado inmersos en una teofanía: Han descubierto a Dios en Jesús, han ido
más allá de los límites del mundo, tienen que morir (y en el fondo han muerto),
como bien sabe la tradición israelita (cf. Is 6, 5).
De esa forma, Jesús viene a ellos desde más allá de la muerte,
desde el lado de Dios, y les despierta, es decir, les eleva, diciéndoles
resucitad. Esta experiencia de Jesús es un toque de
resurrección, y así se dice que “tocándoles… les levantó de nuevo, para que
siguieran viviendo en este mundo, pero bien fundados en el más allá, desde la
presencia del Dios de Jesús que resucita, es decir, nos hace vivir
resucitados., reconociendo así la presencia de Dios (la realidad divina de
Jesús).
‒ Y abriendo los ojos sólo vieron a Jesús (17, 8). Ésta
ha sido una experiencia de muerte, y los tres discípulos de Jesús han
desbordado los límites de este mundo, han entrado en eso que suele llamarse el
“túnel luminoso”, contemplando lo que hay más allá de la muerte: La gran Luz de
Dios en Jesús, la palabra que dice “éste es m mi hijo, escuchadle”. Lógicamente
tendrían que haber muerto sin retorno a este mundo, pero ésta ha sido una
muerte para retornar, y por eso Jesús les toca y les despierta (cf. 9, 25: tomó
de la mano a la niña y resucitó…). Pues bien, Jesús toca aquí a los tres y les
resucita, para vivan desde el otro lado, como testigos de la resurrección que
es la verdad de una muerte como la de Jesús en Jerusalén (cf. 16, 21).
Conclusión
Ésta es la experiencia que
define a los cristianos, que son aquellos que han descubierto la presencia y
acción de Dios en la muerte de Jesús, que han experimentado a Jesús como el
viviente, aquel a quien deben seguir, como ha dicho Dios (escuchadle: 17, 5).
Por eso, lógicamente, abriendo de nuevo los ojos, tras la luz cegadora de la
montaña sagrada, con la Palabra de Dios, sólo ven a Jesús hombre, al mesías
concreto de la historia, que les lleva hacia Jerusalén.
A diferencia de Mc 9, 5-6, que
afirma que “no sabía lo que decía”, cuando proponía elevar tres tiendas (para
Jesús, Elías y Moisés), Mateo ha tratado a Pedro con más respeto, de manera que
no dice y haremos tres tiendas, sino “si tú quieres yo
haré”, poniéndose así, con su propia autoridad (cf. 16, 16-19), al servicio de
Jesús y de su obra, para descubrir que no debe hacer las tiendas, edificando
así una iglesia arraigada ya en el mundo de la fiesta final de los
Tabernáculos, sobre la montaña de la gloria, sino seguir a Jesús, en un camino
de entrega de la vida y de resurrección. De esa manera. Mateo ha evocado de
algún modo la dignidad y conocimiento mesiánico de Pedro, que no entiende a
Jesús, pero no le rechaza, sino que se pone a su servicio, de manera que no
tiene que añadir “pues no sabía lo que decía” (a diferencia de Mc 9, 7). Sobre
el sentido de Jesús como Señor (Kyrios, invocación de Pedro), sobre la palabra
de Dios que de llama Hijo, y sobre el mensaje de conjunto de la Transfiguración
he tratado en las entradas correspondientes del Gran diccionario de la Biblia,
Verbo Divino, Estella 2015.
Mateo acentúa así el valor de gloria y muerte (renacimiento) de la
transfiguración sobre una montaña, cuyo
nombre no indica (la tradición habla del Tabor, en Galilea), poniendo de
relieve la confesión mesiánica de Dios, que reconoce ante los discípulos que
Jesús es su Hijo Amado, aquel a quien deben escuchar (17,5: avkou,ete auvtou/),
y la experiencia de resurrección de los discípulos, a quienes Jesús ha debido
tocar y resucitar. Igual que en Marcos, esta escena viene tras la “confesión”
de Pedro, con el anuncio de la pasión y la llamada al seguimiento, y conserva
la referencia temporal de los seis días (17,1) que evocan la gran semana que
transcurre entre el anuncio de la pasión y la gloria de la transfiguración (resurrección).
Esta escena tendría que haber detenido el camino de la “historia”
de los discípulos de Jesús, que han caído de bruces, llenos de miedo, ante la
confesión divina, en experiencia pascual de muerte. Pero Mateo, lo mismo que
Marcos y Lucas, ha querido situarla en el camino que lleva a Jerusalén, como
anticipo pascual, en un contexto contemplativo (como ha puesto de relieve la
tradición de la Iglesia ortodoxa), pero también activo, de compromiso
mesiánico, como ha puesto más de relieve la tradición de la iglesia occidental.
Así lo ha puesto de relieve Juan Pablo II en
su exhortación postsinodal Vita Consacrata (1996), fundada en gran parte sobre
este icono de la Transfiguración. Visión de conjunto en R. Silva, Hechos de
Jesús. Bautismo, tentación, transfiguración, Follas Novas, Santiago 2000; E.
Divry, La lumière du Christ transfiguré chez les saints: nouvelles approches
dogmatiques sur la lumière thaborique I-II, Univ. Fribourg 200; Id., La
Transfiguration selon l’Orient et l’Occident. Grégoire Palamas - Thomas
d’Aquin: vers un dénouement œcuménique, Croire et savoir 54, Paris 2009.
PROPUESTA DE CANTOS DOMINGO XVIII CICLO A
TEMA: LA TRANSFIGURACION DEL SEÑOR
01.- REUNIDOS EN EL NOMBRE DEL SEÑOR
(Francisco Palazón)
REUNIDOS EN EL
NOMBRE DEL SEÑOR,
QUE NOS HA
CONGREGADO ANTE SU ALTAR,
CELEBREMOS EL
MISTERIO DE LA FE,
BAJO EL SIGNO
DEL AMOR Y LA UNIDAD. (2)
Tú, Señor, das
sentido a nuestra vida,
tu presencia nos
ayuda a caminar,
tu Palabra es
fuente de agua viva,
que nosotros,
sedientos,
a tu mesa venimos
a buscar.
Purifica con tu
gracia nuestras manos,
ilumina nuestra
mente con tu luz,
que la fe se
fortalezca en tu Palabra,
y tu Cuerpo,
tomado en alimento,
nos traiga la
salud.
02.- CAMINARE EN PRESENCIA DEL SEÑOR
(J.A. Espinoza)
CAMINARÉ, EN
PRESENCIA DEL SEÑOR. (2)
Amo al Señor,
porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina
su oído hacia mí
el día que lo
invoco.
Me envolvían
redes de muerte,
caí en tristeza
y en angustia,
invoqué el
nombre del Señor:
«Señor, ¡salva
mi vida!».
El Señor es
benigno y justo,
nuestro Dios es
compasivo,
el Señor guarda
a los sencillos,
estando yo sin
fuerzas me salvó.
Alma mía,
recobra tu calma,
que el Señor fue
bueno contigo,
arrancó mi alma
de la muerte,
mis ojos de las
lágrimas,
mis pies de la
caída.
03.- VAYAMOS JUBILOSOS (E. Goicoechea
A. y A.M. Danoz)
VAYAMOS
JUBILOSOS,
AL ALTAR DE
DIOS.
1. Al sagrado
altar nos guíen,
su verdad y su
justicia;
a ofrecer el
sacrificio,
que le da gloria
infinita.
2. Al Dios santo
celebremos,
que nos llena de
alegría;
y subamos hasta
el monte,
donde Dios se
sacrifica.
3. Ofrezcamos
todos juntos,
esta Víctima
divina;
que se inmola
por nosotros,
para darnos luz
y vida.
4. Gloria sea al
Padre eterno,
gloria a Cristo
nuestro guía;
y al Espíritu
divino,
alabanzas
infinitas
04.- TE OFRECEMOS PADRE ETERNO (Néstor
Jaén)
Te ofrecemos
Padre eterno de la tierra nuestro don,
para que nos lo
conviertas en tu Hijo el Salvador (bis)
VINO Y PAN DAMOS
HOY, SE TRANSFORMARÁN EN DIOS (BIS)
Toda el alma de
este pueblo la ponemos con amor,
junto al cáliz y
las hostias en señal de adoración (bis)
Presentamos
nuestras culpas ante el ara del perdón,
las ofrendas
hechas Cristo nos darán la salvación (bis).
Te ofrecemos
nuestras luchas por la nueva humanidad,
pon tu amor en
medio de ellas y el pueblo verá la paz.
05.- LA TRANSFIGURACION DEL SEÑOR
(Pbro. Edgar Larrea)
Oraba en el
monte cuando se transfiguró,
Su ropa fulguró
con blanca luz
Elías y Moisés,
aparecieron para hablar
De su partida de
este mundo en Jerusalén
Y Pedro quiso
hacer
Tres chozas, para
descansar
Cuando una nube
los cubrió
y en ella Dios
habló.
ESTE ES MI HIJO,
MI AMADO, ESCÚCHENLO.
ESTE ES MI HIJO,
MI AMADO, ESCÚCHENLO.
HAGAN SUYO SU
CAMINO, EL CAMINO DE SU AMOR
SÍGANLO EN
OBEDIENCIA, POR SU CRUZ, HASTA SU LUZ.
Jesús muestra su
gloria a Pedro, Santiago y Juan.
Revela su
misterio de hombre Dios.
No todo acabará
en el fracaso de la cruz
Por medio de la
muerte se abrirá un reino de luz
No es tiempo de
acampar al mundo hay que transfigurar
Nos vamos
transformando en imagen de Jesús.
06.- BUSCO TU ROSTRO (Noviciado
Consolación)
Caminando por la
vida
Busco tu rostro
Seño-or, Busco tu rostro
Muéstrame tu
vida
Muéstrame tu
espíritu
Tengo sed de ti,
Tengo sed de ti.
Con tu gracia y
con mi nada
Hoy me acerco
hasta ti, busco tu rostro
Muéstrame tu
vida
Muéstrame tu
espíritu
Tengo sed de ti,
Tengo se de ti.
Con la fuerza de
tu espíritu
Y el impulso de
tu amor, busco tu rostro
Muéstrame tu
vida
Muéstrame tu
espíritu
Tengo sed de ti,
Tengo se de ti
Cuando vivo en
la noche
Cuando vivo en
la noche
Cuando no veo la
luz, busco tu rostro
Muéstrame tu
vida
Muéstrame tu
espíritu
Tengo sed de ti,
Tengo se de ti.
07.- MARAVILLOSO DIOS
1.- Maravilloso
Dios, maravilloso Dios,
que te haces
presente, cuando te llamo yo,
antes de que yo
te hable, tú Señor lo sabes todo,
maravilloso Dios
por siempre te amaré. (2V.)
¿A DÓNDE IRÉ
SEÑOR SI TÚ NO ESTÁS?,
¿A DONDE IRE
SEÑOR SI TU ME FALTAS?,
¿A DONDE IRE
SEÑOR SI TU NO ESTAS?,
¿A DONDE IRE
SEÑOR SI TU NO ESTAS?.
2.- Maravilloso
Dios, maravilloso Dios,
tú conoces mi
vida, conoces mi corazón,
antes de que yo
te pida, tú Señor lo sabes todo,
Maravilloso Dios
por siempre te amaré. (2V.)
3.- Maravilloso
Dios Maravillosos Dios,
tú conduces mis
pasos hacia mi salvación,
antes de que yo
te hable tú Señor lo sabes
todo,
Maravilloso Dios por siempre te amaré. (2V.)
08.- DIOS ES FIEL (Alberto Taule)
Dios es fiel,
guarda siempre su Alianza.
Libra al pueblo
de toda esclavitud.
Su Palabra
resuena en los profetas
reclamando el
bien y la virtud.
Pueblo en marcha
por el desierto ardiente:
horizontes de
paz y libertad.
Asamblea de Dios
eterna fiesta;
tierra nueva
perenne heredad.
Si al mirar
hacia atrás somos tentados
de volver a
Egipto seductor
el Espíritu
empuja con su fuerza
a avanzar por la
vía del amor.
El maná es un
don que el cielo envía
pero el pan hoy
se cuece con sudor.
Leche y miel nos
dará la tierra nueva
si el trabajo es
fecundo y redentor.
Y Jesús nos dará
en el Calvario
su lección:
'Hágase tu voluntad'.
Y su sangre
vertida por nosotros
será el precio
de nuestra libertad.
09.- NOS CONVIDAS A TU MESA
NOS CONVIDAS,
SEÑOR, A TU MESA
Y ERES NUESTRO
MANJAR.
BAJO EL SIGNO
DEL PAN Y DEL VINO,
HOY TU CUERPO Y
SANGRE NOS DAS.
1. Qué alegría
hospedarse en nuestra tienda,
recibirte en
abrazo y comunión,
y dejar que tu
fuego nos encienda
en hoguera de
amor el corazón.
2. Comulgar es
amar a los hermanos,
compartir entre
todos nuestro pan;
comulgar es
vivir el evangelio
y por Cristo
dejarse transformar.
3. Como ciervos
sedientos,
a la fuente agua
viva venimos a beber.
Del costado de
Cristo manan
ríos de agua y
sangre
que sacian
nuestra sed.
4. Con el vino y
el pan de Eucaristía
nos preparas,
Señor, un gran festín.
El banquete de
Pascua es profecía
del banquete que
nunca tendrá fin.
10.- SANTA MARIA DEL AMEN (J.A.
Espinoza)
MADRE DE TODOS
LOS HOMBRES,
ENSÉÑANOS A
DECIR
AMÉN.
Cuando la noche
se acerca
y se oscurece la
fe.
Cuando el dolor
nos oprime
y la ilusión ya
no brilla.
Cuando aparece
la luz
y nos sentimos
felices.
Cuando nos
llegue la muerte
y Tú nos lleves
al cielo.
11.- TU ERES EL DIOS QUE NOS SALVA
(Juan Antonio Espinoza)
Tú eres el Dios
que nos salva,
la luz que nos
ilumina,
la mano que nos
sostiene
y el techo que
nos cobija.
TE DAMOS GRACIAS
SEÑOR,
TE DAMOS GRACIAS
SEÑOR. (BIS)
Te damos gracias
Señor
porque has
depuesto la ira
y has detenido
ante el pueblo
la mano que los
castiga.
Y sacaremos con
gozo
del manantial de
la vida,
las aguas que
dan al hombre
la fuerza que
resucita.
Entonces
proclamaremos
cantadle con
alegría,
el nombre de
Dios es agradable
su caridad
infinita.
Que alabe al
Señor la tierra.
Cantadle sus
maravillas
que grande en
medio del pueblo
el Dios que nos
justifica.