domingo, 15 de enero de 2012

3. EL PAÍS DE LA BIBLIA.

 3. EL PAÍS DE LA BIBLIA.

Antes de ponernos a hablar sobre la Biblia, vamos a estudiar  un  poco de  su geografía, los  países que  le circundaron, y algunos datos de la arqueología que nos van a ayudar a entender un poco más el mundo bíblico.

            3.1. Las grandes civilizaciones.


En el sur, en el valle del Nilo, a partir del año 3000 a.C. EGIPTO se convierte en un pueblo importante, gobernado por dinastía de reyes o faraones que residen unas veces en el norte (Menfis) y otras en el sur (Tebas). La historia de Egipto suele dividirse por dinastías. El éxodo tuvo lugar probablemente bajo la 19º dinastía (hacia 1250).        






En el norte, en las mesetas del Asia Menor, prosperan los HITITITAS. Fueron  muy  poderosos  durante  1500  años, pero desaparecen prácticamente en la historia bíblica.




Al este se extiende Mesopotamia (en griego "mesos  potamos: entre los ríos”). También  se  llama a esta región el Creciente fértil. Allí coexistieron o sucedieron maravillosas civilizaciones, desapareciendo para resurgir unos siglos más tarde. Concretamente encontramos en el sur a SUMER, AKKAD y a BABILONIA; al norte está  ASIRIA. Es el territorio de Irak actual. Más al este, en el Irán actual, aparecieron los MEDOS y luego los PERSAS.


Del oeste de la Europa actual, llegaron otros pueblos a invadir el Medio Oriente: los GRIEGOS, tres siglos a.C. y luego los ROMANOS, el siglo I a.C.

Cuando los grandes pueblos  imitan entre sí, tienden a luchar  y para ello deben trasladarse de un lugar a otro. Y dentro de este  traslado  que hacen  pasan  por  un  corredor  estrecho situado entre el Mediterráneo y el desierto de Arabia.

Lo malo es  que en ese corredor vive un pueblo que a nosotros nos interesa: Israel. Comprendemos entonces porque su vida depende continuamente del poder de las otras naciones.Es un Estado-cojinete entre las grandes potencias y sirve como atalaya a unas y a otras respectivamente. Y sufrirán la gran tentación de aliarse unas veces con unas y otras con otras.

            3.2. Geografía.


La palabra Canaán designa en la Biblia y en los grandes textos extrabíblicos un país o una población. Palestina es una pequeña franja de tierra que se extiende de norte a sur, desde Dan hasta Berseba y cuyos extremos distan solamente unos 250 Km.

Es una tierra privilegiada, situada en la confluencia de África, Asia y Europa. Entre oriente y occidente era el paso obligado que unía las dos culturas más  sobresalientes de la antigüedad, Mesopotamia y Egipto.

El país de Canaán alude en general a la Palestina de hoy. Es un país que está dividido en varias regiones. Y algunos la dividen en cuatro unidades geográficas:

-          La costa mediterránea , rectilínea, sin puertos naturales, con poca facilidad de salida al mar. Tal vez por esto se explique por qué le Mediterráneo no ha jugado un papel tan importante a los largo de su historia.
-          El yugo montañoso central. La región central está constituida por algunos mesetas que rodean Nazaret y el Tabor (Galilea). Más al norte, las alturas del Golán y sobre ellas el Hermón con sus nieves perpetuas. En Samaria, los montes Ebal y Garizín y al oeste el
monte Carmelo, que llega casi hasta el mediterráneo.

-          El valle del Jordán. Es la depresión más profunda de la tierra. Abarca desde el nacimiento de éste río, que tiene su fuente al pie del monte Hermón, a 200 metros sobre el nivel del mar. En el lago Hule está todavía a  68 metros, pero en el lago Tiberíades, unos quince kilómetros más abajo, está ya a 212 metros bajo el nivel del mar, hasta  desembocar en el Mar Muerto, a 392 metros por debajo del Mediterráneo.

-          La meseta Transjordánica. Después de la depresión del Jordán, el nivel se eleva hasta casi los 800 metros, formando la meseta Transjordánica, cortada por cuatro ríos: el Yarmuk y el Yabok, que llevan sus aguas al Jordán, y el Arnón y el Asa, que desembocan en el mar Muerto[1].

La topografía que hemos visto ha dado lugar a una diversidad de climas y cultivos. De ellos ofrece una descripción un poco idealizada la misma Biblia : "Yahvé tu Dios, va a introducir en una buena tierra, tierra de torrentes, de fuentes, de aguas profundas, que brotan en los valles y en los montes, tierra de trigo, de cebada, de viñas, de hidra donde    comerás tu pan con abundancia y no carecerán de nada; tierra cuya piedras son hierro ya de cuyas montañas sale el bronce. Comerás y te hartaras; bendice, pues a Yahvé por la buena  tierra que te ha dado"(Dt. 8,7-10).

Muchas personas que conocen Palestina y oír esta descripción que presenta la Biblia, pueden creer que es fruto de la imaginación de un oriental. Pero, para un pueblo que ha sido errante durante cuarenta años, por un desierto comiendo el maná que venía del cielo; una mediana abundancia de bienes  que venía del cielo les debió parecer una gran riqueza. "La tierra que mana leche y miel" será para ellos la tierra de Palestina. Una tierra semejante no puede ser mala para un nómada del desierto. Es una tierra que exigirá esfuerzo, una tierra que dependerá frecuentemente de la mano de Dios (Dt. 11,10-12).

Palestina es un puerto: lo fue para los israelitas que venían de Egipto, lo fue para el estado actual de Israel; lo fue para tanto pueblo nómada y para los imperios orientales que quisieron poner en ellas sus tiendas y sus cuarteles. Fue muy apetecida por las grandes potencias que llegaron a dominar Medio Oriente. Por eso, la historia de Israel está muy entremezclada con la historia de los pueblos vecinos. Por todos lo visto, podemos decir que Palestina es una tierra de paso, porque es un puente que une los grandes pueblos antiguos y comunica con sus grandes vías de comunicación. Todos los grandes imperios ansiaron poseerlo como paso estratégico, tanto en la paz como en la guerra.

Por su misma situación geográfica, dependía de la mano de Dios; por ello el pueblo debía tener un sentido muy grande de la providencia de Dios. De la mano de Dios dependía las lluvias que fecundaban toda Palestina y dividían el año en dos estaciones: la seca o verano (Mayo-Octubre) y la lluvia o invierno (Noviembre-Abril). Pasada esta última a veces venía acompañada de la nieve invernal, aparecían las flores abundantes y comenzaban a cantar los risueñores lanzando al aire su voz desde la fronda de los riachuelos. La esposa del Cantar de los Cantares (2,11-13) debió componer sus versos en   una época de estas: "Ya se ha pasado el invierno y no han cesado las lluvias. Ya han brotado en la tierra las flores, ya ha llegado el tiempo de la poda y se deja oír en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. Ya ha echado la higuera sus brotes    y esparcen su aroma las viñas en flor..."

Fue en este país donde en el siglo XII a.C. se instalaron unas tribus que por el año 1000 se convirtieron en el reino de David-Salomón[2]. En este pueblo, quiso Dios colocar al heredero de sus promesas. Debía ser el portador de la revelación para los gentiles, luz para las naciones.[3]

            3.3. Historia de Israel.

Hablar sobre la historia de Israel nos lleva a extendernos demasiado; por eso, digamos brevemente, que fueron varias las etapas por la que atravesó el pueblo de Israel y para esto es suficiente en esta introducción dar el esquema de la historia Israelita. Tengamos también en cuenta que las fechas que se dan no son exactas, sino que son aproximaciones.

                        3.3.1. Período patriarcal (1850-1700)

Difícilmente se pueden precisar los orígenes del pueblo de Israel. Los relatos bíblicos que narran su historia fueron redactados desde la óptica de una Israel unificado y constituido ya como pueblo en Palestina, y desde la perspectiva religiosa de un yavismo plenamente desarrollado.
Las tradiciones particulares de diversos clanes fueron combinadas y llegaron a ser las tradiciones de todo Israel; se las aumentó o retocó para explicar situaciones más recientes; se las modificó al ser recitadas en los santuarios o con vistas a su empleo en el culto. Es muy difícil determinar que recuerdos auténticos se ocultan detrás de esas tradiciones retocadas.

Según la Biblia la historia de Israel comienza con ABRAHAM, ISAAC, JACOB; pero la razón por la que estos patriarcas retuvieron la atención de la posteridad no fue por los incidentes de su existencia como pastores de rebaño, sino por hechos de orden religioso. Los autores del libro del Génesis, que narran la emigración de sus antepasados, descubren en su historia un acontecimiento singular: Dios se reveló Abraham y le hizo grandes promesas; ser padres de un gran pueblo y poseer la tierra de Canaán; y Abraham respondió al Señor “Abandonando su tierra”.

De los diversos relatos sobre los patriarcas se pueden retener como auténtico el hecho esencial de la relación establecida entre Dios y Abraham formulada en términos de Alianza. La tradición bíblica no dejará de meditar sobre este acontecimiento. La Alianza divina prometida a la descendencia de Abraham es la piedra fundamental de todo el edificio de la revelación bíblica, es la decisión divina que crea la historia del pueblo de Dios.

Abraham y los suyos pertenecieron a una de las tribus semitas seminómadas que se infiltraron en el Fértil Creciente hacia el segundo milenio, tal vez entre los años 1850-1700; atravesaron el país sirio; pasaron el río Jordán; llegaron a Siquem, y más tarde, gracias a uno de sus descendientes que llegó a ser “visir” del faraón de Egipto, se instalaron en las tierras verdes del delta del Nilo.

Pero a los hijos de los patriarcas les harán falta algunos siglos y luego los acontecimientos del Éxodo y del Sinaí, para que lleguen a ser el  “ pueblo que Dios se escogió para si”.
                       
                        3.3.2. El pueblo de la Alianza (1250-1220)

Después de un largo período de permanencia en Egipto, difícil de precisar, los hebreos fueron sometidos a trabajos forzados por un “faraón que se había conocido a José” (Ex.1,8); tal vez se trata de Ramsés II que reinó en Egipto en el siglo XII a.C.

Hacia el 1250 un hombre de temple poco común, MOISÉS, siguiendo una inspiración de Dios, se puso al frente de los hebreos con la intención de conducirlos al desierto para “ofrecer sacrificios a Yavé” (Ex.3,18); pero al ver que se le negaba la salida apoyo su reclamación con una serie de “prodigios”, señales de poder de Dios, que atemorizaron al faraón y le hicieron ceder. El paso del Mar Rojo abrió a los israelitas el camino de su libertad.
           
Los relatos que narran esta salida con rumbo al Sinaí se encuentran en la primera parte del libro del Éxodo. Este libro reúne  y yuxtapone escritos de varias épocas . En su conjunto es un relato épico, más rico de evocación religiosa que de detalles históricos.  Los escritores bíblicos, al recoger esta tradición, le dieron una forma amplia, dramática y  estilizada, impresionante e instructiva, adecuada para hacer que se comprendiera, al mismo tiempo que un punto esencial de la historia de Israel, su importancia para el pensamiento y la vida del pueblo de Dios.

Israel se dio cuenta perfecta de que habían sido salvados por Dios, y esa convicción se fue ahondado hasta convertirse en el artículo fundamental de su fe. El éxodo será siempre el prototipo y la promesa de todas las gracias de salvación.

En el Sinaí se produjo un acontecimiento excepcional que marcó el destino de Israel. Moisés y el pueblo reunido tuvieron la “revelación de Dios”. Yavé les manifestó su presencia y el pueblo escuchó su voz interpretada por Moisés. No solo fueron conscientes de ser los primeros beneficiarios de la revelación de Yavé, entrando además en una relación muy especial con su Señor; Dios pactó una alianza con Israel. La tradición hebraica verá en este acontecimiento religioso el inicio de su existencia como pueblo escogido.

Moisés se dedicó entonces a organizar al pueblo; le enseñó a servir al Señor a quien debían su liberación y les dio una legislación cultual y civil. Esta actividad legislativa  Moisés debió ejercerla principalmente en el oasis de Cadés donde los israelitas se establecieron algunos años. La tradición ha asignado a este período la duración convencional de 40 años el tiempo de una generación.

Los años del desierto causaron en Israel una impresión muy profunda de su unión con el Señor, más tarde los profetas evocarán idílicamente los “amores” entre Yavé y su pueblo  , “cuando Israel era niño”, en los tiempos de su juventud”. Pero esto no impidió que el tiempo del desierto fuera deplorable en muchos aspectos. El libro de los Números refiere algunos motines trágicos de aquella masa errante y frecuentemente alborotada.

Cuando llegó el momento, las tribus de Israel intentaron el ingreso en la tierra de Canaán, bordeando el reino de Edom y a través del país de Moab, llegaron hasta las proximidades del río Jordán, pero Moisés murió frente a la “tierra prometida” antes de atravesar el río.

                        3.3.3. Conquista de Canaán y Período de los Jueces (1220 - 1030)


Antes de morir, Moisés escogió como sucesor a JOSUÉ a quien le confió la tarea de introducir en la “Tierra prometida”.
Poco sabemos de la parte que efectivamente tomó Josué en esta empresa; no siempre lo encontramos en la batalla, ni mucho menos en el puesto de mando. Ciertamente desempeñó un papel importante en la organización de las tribus que venían de Egipto y de las que se instalaron en Transjordania.
El libro de Josué presenta la invasión israelita como una conquista rápida que muy pronto se vio coronada de éxito, pero la documentación del libro de los Jueces resalta lo incompleto de la obra emprendida y las dificultades que afrontaron  los israelitas. La ocupación fue lenta y penosa. Los cananeos tenían una civilización de estilo feudal que en su conjunto constituía una verdadera fuerza y las tribus de Israel no siempre luchaban unidas; en la mayoría de los casos operaban como organizaciones independientes. Sin embargo algunos clanes lograron infiltrarse de manera pacífica.

Las victorias de los israelitas fueron siempre consideradas como manifestaciones de la protección del Señor que daba a su pueblo el hermoso país prometido a sus antepasados.

En el curso de los siglos XII y XI la federación de las tribus fue tomando consistencia; durante este período sufrieron una profunda transformación; de la vida seminómada del desierto pasaron a las condiciones de  un pueblo sedentario. Fueron tiempos difíciles.  Los habitantes del país continuaban defendiéndose y conservaban en su poder las regiones fértiles.

El principal peligro lo constituían los filisteos, habitantes de la costa palestinense, que intentaban apoderarse de la zona montañosa conquistada por Israel.

Durante siglo y medio que duró este período, las tribus se limitaron a formar alianzas defensivas y temporales bajo la dirección de jefes carismáticos, llamados “jueces”, héroes improvisados que surgían de alguna tribu para remediar la situación desastrosa, y que hacían “justicia” a sus hermanos. Pero ninguno de ellos logró conducir a todo Israel a la batalla.

Las cosas no podían seguir así. Las miserias de la anarquía, las guerrillas de los cananeos y principalmente la presencia de los filisteos hacían ver la necesidad de un régimen político unificador  y estable. Surgió entonces un movimiento para instituir la monarquía “como en las  otras naciones.

3.3.4. Establecimiento de la monarquía en Israel hasta el fin del Reino de                   Salomón (1030-931)


El ultimo de los “jueces”, SAMUEL, apareció en un momento crítico de la historia de Israel; presionado por el pueblo ungió a SAÚL como “nagid” “jefe”, quien pronto llegó a ser rey por aclaración popular. El objetivo de su reinado era unificar a las tribus y conseguir la liberación de Israel del poder filisteo; objetivo que no pudo conseguir. Saúl pereció, con su hijo Jonatán, en el combate de Gelboé. A su muerte la situación del país era alarmante. Las victorias de los filisteos cada día eran mayores y de importantes consecuencias. La unidad nacional era urgente.


Después de la muerte de Saúl, DAVID fue reconocido como rey por todas las tribus; hizo retroceder a los filisteos hacia la costa; emprendió una serie de guerras contra los arameos; impulso su dominio a todos los estados vecinos hasta el norte de Siria. Su  conquista dieron a su reino el aspecto de un imperio. Instaló la capital en Jerusalén y trasladó allí el arca de la alianza, centro del culto común de todas las tribus.

En el apogeo de su reinado, David recibió del profeta Natán una promesa de Dios que tendría importantes consecuencias para el futuro: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme eternamente “ (2Sam. 7,16). Desde este momento la esperanza del pueblo se apoyará en la descendencia davídica. Había despertado el  “mesianismo”. (Con esta palabra se designa la esperanza de Israel en el establecimiento definitivo del reino de Dios por medio de Mesías).

A David sucedió su hijo SALOMÓN, rey magnífico y gran diplomático. Organizó los dominios de su padre; estableció relaciones con Egipto, Arabia y Fenicia. Introdujo el comercio internacional que enriqueció rápidamente al país, adquiriendo con esto un lugar envidiable entre las demás naciones . Su obra cumbre fue la construcción del templo de Jerusalén, en el que Israel vio la presencia permanencia del Señor en medio de su pueblo, el centro  de la unidad de las tribus y la prueba del establecimiento definitivo en su tierra. Israel gozó  de tal seguridad y abundancia material como nunca antes la había soñado y nunca volvería a conocer después. Y esto, a su vez, permitió  un sorprendente florecimiento cultural; se empleó ampliamente la escritura; la música alcanzó cimas muy altas y el género literario sapiencial comenzó a desarrollarse.

Pero desgraciadamente no todo era de oro. En los últimos años de la vida de Salomón el país fue minado por varias rebeliones internas. A su muerte el reino se dividirá para no unirse más.
           
                        3.3.5. Los reinos de Israel y de Judá (931-687)


A la muerte de Salomón subió al trono su hijo ROBOAM, quien no fue capaz de gobernar un reino que había sido unido de manera tan superficial. Las tribus del norte  se rebelaron contra el despotismo del rey y se constituyeron en un estado independiente con el nombre del REINO DE ISRAEL. Su capital fue SAMARIA, y su primer rey JEROBOAM.

La tribu de Judá y una parte de la benjamín fueron fieles al descendientes de David en el REINO DE JUDÁ, que tuvo su capital en Jerusalén. Este reino fue ocupado siempre por la dinastía divídica.

De esta manera las tribus quedaron divididas en dos reinos hermanos, que adoraban al mismo Dios y poseían las mismas tradiciones, pero que luchaban entre sí repetidas veces.

El país del norte conoció periodos brillantes, especialmente bajo OMRI (886-875), fundador de Samaria y bajo JEROBOAM II (783-743). En tiempo de este último se escribió tal vez la “historia Elohísta”. El reino, minado por una inestabilidad crónica, no tuvo los medios necesarios para oponerse a sus enemigos. En el 732 Sargón, rey de Asiria, tomó Damasco y con esto se derrumbó el escudo de Israel. En el 721 fue tomada Samaria y gran parte del pueblo fue deportado.

El país del sur, pobre y rodeado de vecinos hostiles, no pudo desempeñar un papel importante, sin embargo, bajo los reyes JOSAFAT (870-848) y OZIAS (781-740), logró tener un puesto en medio de las naciones.

Durante los siglos IX y VIII aparecieron los primeros profetas. En Israel; ELÍAS y ELISEO (875-800), AMOS  y OSEAS (750-725), En Judá: ISAÍAS y MIQUEAS (735-700).

ELÍAS, hombre de espíritu austero, considerado como el padre del profetismo, fue el defensor de la auténtica religión en Israel. Su predicación le ocasionó persecuciones.

AMÓS, pastor de la región de Belén, fue escogido por Dios para recordar al pueblo del norte las exigencias de la justicia de Dios. La elección que Dios había hecho de Israel no era una garantía absoluta sino una responsabilidad.

OSEAS, pastor del sur, profeta de alma delicada, descubrió a  través de un acontecimiento personal, la ternura de Dios. Dios ama  a su pueblo como un esposo a su mujer. Su esposa se le fue, el la amo mucho, de aquí se da  cuenta si el sufre por su esposa. Sufre por su pueblo.

ISAÍAS, hombre político de gran visión recordó al país de el nacimiento del verdadero hijo de David, el “Emnanuel”, por quien Yavé establecía su reino.

MIQUEAS, campesino que sufrió en carne propia la guerra y la injusticia, subió a Jerusalén a anunciar la indignación de Dios.

                        3.3.6. El reino de Judá hasta la caída de Jerusalén(687-586)

Gracias a la negativa de Ajaz de unirse a la coalición antiasiria, Judá escapó al desastre que envolvió a Israel, pero Ajaz, viendo su trono en peligro, recurrió a Teglatfalasar, rey asirio, pidiendo ayuda.

Isaías se enfrentó al rey previniéndole de las terribles consecuencias del paso que iba a dar. Sin embargo, Ajaz no escuchó los consejos del profeta y firmó la renuncia a su libertad, convirtió a Judá en un Estado Vasallo del Imperio Asirio.

Ezequiel (716) hijo de Ajaz, siguió una política diferente a la de su padre, al principio con sumo cuidado previendo la reacción asiria, pero después la intensificó cuando el movimiento de independencia ganó actualidad. Al mismo tiempo emprendió una amplía reforma religiosa: el pueblo había comprendido que sólo el poder de Yavé podría salvarlo.

Pensando que había llegado el momento oportuno, Ezequías rehusó pagar el tributo a Asiria y dio para defender su independencia. Pero no lo logró. Abandonado por sus tropas envió una embajada a Senaquerib, rey asiria, quien le exigió un aumento drástico del tributo.  La lucha por la independencia había fracasado.

En el año 640 subió al trono el joven rey JOSÍAS . Este realizó un esfuerzo misionero muy grande para llevar al pueblo a su Dios. En este tiempo el movimiento profético encontró un nuevo florecimiento : SOFONÍAS llevó adelante la tradición de Isaías anunciando el terrible día de Yavé; JEREMÍAS, que comenzó su ministerio en el 627, se mantuvo dentro de  una antigua tradición que remontaba hasta la misma alianza mosaica. El descubrimiento del Deuteronomio en el Templo dio un fuerte impulso a la reforma religiosa.

En el año 612 Babilonia despertó de un largo sueño. Nabucodonosor tomó Nínive, capital de Asiria, y arrojó de Jarán al gobierno asirio refugio allí. El faraón de Egipto, Necao,  pretendió salir al encuentro de Nabucodonosor, prestando ayuda a los asirios que aún resistían  en Karkemish. Josías, que no deseaba una victoria egipcio-asiria, intentó detener a Necao en Meguiddó, pero murió de gran lamentación. Con su desaparición terminó la reforma religiosa que aún no había acabado de penetrar en los corazones.

En el 605 la victoria de Karkemish abrió a Nabucodonosor el camino de Palestina; Judá quedó consternada ante este giro de los acontecimientos. Yehoyaquim, sucesor de Josías, al principio se hizo vasallo de Babilonia, pero después se rebeló. Fue un error fatal. Nabucodonosor tomó la ciudad de Jerusalén en el 598 y deportó a gran parte del pueblo.

Sedecías, fue colocado al mando de los que se quedaron en el país pero su reinado no fue otra cosa que agitación continua y sedición. En pocos años un fiero nacionalismo llevó a Judá a la abierta e irrevocable rebelión.

Nabucodonosor actuó de nuevo. Envió sus tropas a Judá que destruyeron las murallas de Jerusalén y quemaron el templo y sus edificios. La población fue deportada. El estado de Judá había desaparecido para siempre. Año 586 a.C.

                        3.3.7. Durante el destierro de Babilonia (586-538)

El año 586 debería haber sido el final trágico del pueblo elegido; sin tierra, sin rey y sin templo. Sin embargo, con gran admiración del historiador, en vez de desaparecer encontró nueva vida.

El exilio fue uno de los momentos más fructíferos de la historia del Israel. Los desterrados, privados de la liturgia del templo, organizaron un culto de salmos y lecturas, meditaron sobre su historia; recogieron y redactaron sus tradiciones los oráculos de los profetas y los usos litúrgicos. Muchos libros bíblicos fueron el fruto de esa reflexión.

En Babilonia, Israel descubrió la ciencia y la dimensión del mundo; conoció los mitos y cosmogonías por las que otros pueblos explicaban el origen del mundo y la situaciones de los hombres. Al contacto de las  “naciones” sus horizontes se ampliaron y se preguntó una vez más sobre la salvación de los paganos. En este tiempo nació la corriente espiritual llamada “sacerdotal”.

En esa transformación profunda el profeta EZEQUIEL desempeño un papel muy importante; lo mismo el SEGUNDO-ISAIAS quien empapado en los escritos anteriores, escribió el “Libro de la Consolación” (Is.40-55); anunció el fin el destierro y  restauración de Sión; proclamó el poder de Yavé sobre el mundo entero, su plan de salvación universal y el valor redentor del sufrimiento. ¡Momento culmen del pensamiento religioso de Israel!.

De acuerdo con las líneas fundamentales del Deuteronomio, un grupo de teólogos, los “deuteronomistas”, compilaron y completaron diversos documentos de la historia de Israel: desde la entrada en Palestina hasta el final de la monarquía, y le dieron un nuevo enfoque religioso. El conjunto de su obra ha recibido tradicionalmente el nombre de “profetas anteriores” (Jos, Jue, Sam, Re).

Hacía el año 550 las victorias sucesivas de Ciro del Grande sobre todos los pueblos de Oriente, suscitaron  entre los desterrados una nueva esperanza.

                        3.3.8. Restauración Judía y época persa (538-33)

                                   a). Del 538 al 515.

Ciro entró en Babilonia en el Otoño del 539 y dio libertad a todos los cautivos. El destierro había terminado y comenzaba a brillar en el horizonte la restauración de Israel. En el 538 la primera caravana de Judíos partió hacia Jerusalén, llevando en su corazón un ardiente ideal de patriotismo. Sin embargo la reinstalación no fue fácil. Los recién llegados encontraron sus tierras ocupadas y muchos estaban dispuestos a aprovecharse de los demás (Is.58).

Bajo el impulso de los profetas AGEO y ZACARÍAS se levantó el nuevo templo de Zorobabel. La solemne fiesta de la Dedicación en el 515 hizo reinar en Jerusalén una atmósfera exultante de entusiasmo religioso, cantado en los poemas del “TERCER ISAÍAS” (Is.60-62).

                                   b) Del año 485 al 424

En el 485 los judíos emprendieron la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, pero sus intentos fueron frustrados por Jerjes, rey de los persas (Esd. 4,6). En el año 465 los Judíos fueron acusados y Astajerjes mandó interrumpir de nuevo la construcción (Esd.4,7. 12-16.21-22).

Una delegación de Jerusalén se dirigió a Susa, capital de Persia, Para informar a NEHEMIAS, copero de Artajerjes, sobre las deplorables condiciones en que se hallaba Judá. El rey otorgó a Nehemías el permiso de ir a Jerusalén a levantar las murallas de la ciudad, destruidas desde hacía más de un siglo. Trabajo arduo y penoso pero que se vio coronado con la dedicación de las murallas.

A la obra de Nehemías siguió la reforma religiosa de ESDRAS, “escriba versado en la Ley de Dios”, quien venido de Persia, promulgó con valor oficial la legislación del Pentateuco, unificada por él y sancionada por Artajerjes II hacia el 428.

                                   c) Del 400 al 333

A partir de la reforma de Esdras hasta la conquista griega de Alejandro Magno, la historia permanece silenciosa. Sin embargo el Espíritu de Dios no cesó de comunicarse al mundo secreta y abundantemente con nuevas luces sobre los destinos del hombre y sobre su plan universal de salvación.

La calma política y la madurez obtenida por el sufrimiento permitieron a Israel reflexionar sobre el sentido de la vida y de la muerte. En el curso de este período recibieron su redacción final la mayor parte de los libros del A.T.

                        3.3.9. Época helenística hasta la dominación romana (333 - 63)                                                    

 En el año 333 se produjo un nuevo cambio radical en la historia de mundo. Alejandro Magno, originario de Macedonia, conquistó las vastas regiones del Medio Oriente hasta la India, introduciendo por todas partes la cultura y la lengua “común “ (koine) que reemplazó pronto al arameo. El judaísmo entró en contacto con la cultura y el pensamientos helénico.

A la muerte de Alejandro (323) Palestina quedó en manos de los monarcas egipcios de cultura griega, llamados “TOLOMEOS” (o  Lágidas), los cuales respetaron la constitución teocrática de los judíos.

En el siglo III se comenzó a hacer la traducción griega de la Biblia, llamada de los LXX, que fue más tarde la Biblia de los cristianos.

Los griegos de Siria, llamados “SELEÚCIDAS” se apoderaron en el 198 del territorio palestinense. Antioco IV Epífanes quiso realizar la unidad cultural y religiosa de su imperio; suprimió ásperamente la ley del Estado Judío y su constitución religiosa (168); castigó a los que seguían las observancias judías; dictó pena de muerte para quienes practicaban la circuncisión; prohibió el culto del Templo de Jerusalén y erigió un altar a Júpiter Olímpico.

A este atropello se opuso con audacia el movimiento de los hermanos Macabeos. Impulsados por el amor a las tradiciones de sus antepasados desataron con éxito una insurrección. Simón Macabeo (141) fue reconocido como Sumo Sacerdote y obtuvo la independencia para Judea.

Durante más de un siglo los príncipes asmoneos, descendientes de Simón, se arrogaron el Sumo Sacerdocio y el poder supremo de la nación. Esta situación duró hasta el año 63 en que Pompeyo, aprovechándose de los conflictos de los hermanos asmoneos Hircano II y Aristóbulo II, tomó la ciudad de Jerusalén y transformó a Judea en una provincia romana[4].

            3.4. Historia del Nuevo Testamento.

Después de un largo silencio, finalmente “La Palabra de Dios descendió sobre Juan, Hijo de Zacarías, en el desierto” (Lc. 3,2), Juan Bautista es el último profeta del A.T. enviado por Dios “para  preparar el camino de Dios” (Lc. 3,3-6), para “dar testimonio de la Palabra de Dios que se ha hecho carne” en Jesús de Nazaret (Jn. 1, 6-8.15.19-34). Estamos en los años 28-30 aproximadamente de la era cristiana.

                        3.4.1. Jesús de Nazaret.
           
El nuevo Rabí de Nazaret, una vez  recibido el bautismo de manos de Juan, da comienzo a su misterio de Mesías Salvador. Actúa y habla. Sus palabras y los milagros que realiza impresionan a la multitud y a los jefes de los judíos. Obraba y hablaba con una autoridad  (cf. Mc. 1, 22.27;2,12) jamás conocida en un profeta. Perdona a los pecadores, a todos sin distinción; y plantea a la gente las cuestiones más graves acerca de las relaciones con Dios y con los hermanos. Abre el corazón de sus discípulos, llamados por El para que le sigan, a la novedad de su persona y compromete sus vidas en la construcción del Reino de Dios.

Había comenzado diciendo : “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertías y creed en el Evangelio” (Mc. 1,15). El Reino de Dios es dos cosas al mismo tiempo: Presencia de Dios como acción salvífica en la historia presente (= soberanía de Dios) y también estado final-escatológico que pondrá fin al viejo mundo, dominado por el pecado y por la muerte, y que inaugurará el mundo nuevo de la resurrección universal, incluso cósmica ( = Reino de Dios).  La soberanía de Dios es para el presente, convoca y compromete en el presente; se acoge mediante la fe, ella libera del mal y libera para el bien. El Reino de Dios  (Juicio final, Parusía del Señor, nueva creación) es para el futuro, es “adventus”. No puede decirse, con todo, que exista una total discontinuidad; aquello que en el mundo futuro será plenamente visible y transparente, está ya actuando aquí abajo, aunque de una manera oculta.

Jesús de Nazaret no se limita a contarnos “las parábolas del Reino”. Toda su persona y su vida constituyen por sí mismas una  desconcertante parábola del Reino : “El Reino de Dios está ya en medio de vosotros” (Lc. 17,21). Toda su vida está marcada de forma repentina  y coherente por el efecto de “choque”, como se ve en Mc. 2,1-3. Son cinco historias preocupantes, que obligan a los testigos presentes a tomar posición : el perdón de los pecados al paralítico, la comida con los pecadores y los publicanos, la defensa de los discípulos que no ayunan y que cogen espigas durante el descanso sabatino, una curación en día de Sábado. La conclusión de estos cinco pasajes anticipa lo que va a ser el fin : “Y los fariseos salieron de repente con los herodianos y celebraron consejo contra El para hacerle morir” (Mc. 3,6). Sobre  todo de El, el Profeta, ciertamente que el mundo no era digno (cf. Hb. 11,38). La fe cristiana es también adhesión no fácil a la manera imprevisible, escandalosa ( para los hombres) de inaugurar el Reino por parte de Jesús.

Jesús debía morir, rechazado y crucificado por los dirigentes del Pueblo, como El mismo lo había anunciado (cf. Mc. 8,31-33; 9,30-32) ; pero había dicho además que “después de tres días resucitaría de entre los muertos”. Su resurrección confirmó definitivamente a los ojos de su discípulos la verdad de la palabra de Jesús y de toda su misión, como enviado de Dios y Mesías de Israel, y como el Señor vivo. Los discípulos,  reconfortados con las apariciones de Jesús Resucitado e iluminados  por el Espíritu Santo en Pentecostés, proclaman ahora con abierta franqueza su fe; Jesús no es solamente el Cristo, es decir, el Mesías, sino que es el Señor y Salvador único, el Hijo de Dios hecho hombre. Muchos entre los judíos creyeron en Jesucristo y la Iglesia se desarrolló rápidamente; pero la mayor parte rechazaron a Jesús y a la Iglesia naciente. El apóstol S. Pablo, también él israelita a los centros más importantes del mundo greco-romano, dio al rechazo de Israel el nombre de “misterios” (Rom. 11,25): aún esto constituye un misterioso plan divino de salvación universal.

                        3.4.2. La predicación de los apóstoles. Los escritos de Pablo.

Al comienzo de la predicación de los apóstoles fue solamente oral. Las Sagradas Escrituras eran al comienzo, tanto para los apóstoles como para los cristianos, como para Jesús, las mismas de Israel, es decir, el A.T. El órgano transmisor del mensaje cristiano es la Iglesia, jerárquicamente estructurada en torno a los doce apóstoles y a Pedro, su cabeza, junto con su tradición viva: ejemplo de vida, culto e instituciones.

Sin embargo, los primeros escritos cristianos no tardaron en aparecer, como testimonios e instrumentos de esa vida tradición. Los primeros textos son del apóstol S. Pablo, quien dirige diversas cartas a la comunidades por él fundadas y con las cuales trata de establecer una comunión. Entre los años 50 y 60 : 1 y 2 a los Tesalonicenses, 1 y 2 a los Corintios, a los Filipenses (otros las ponen entre las “cartas de la cautividad”), Gálatas y Romanos. Del año 61 al 63, mientras S. Pablo está prisionero en Roma, Escribe  “las cartas de la cautividad” : Colosenses, Efesios, Filemón. La última serie de cartas tiene como destinatarios a personas particulares, es decir, pastores de almas: de ahí el título de “cartas pastorales” que se da a 1 y 2 Timoteo, a Tito. Nos encontramos en el año 63 al 67, en el caso de que estas cartas sean de S. Pablo. Pero la crítica descubre en ellas una lenguaje distinto y un cambio en el estilo respecto a las cartas precedentes del apóstol, así como una diversa situación histórica y eclesial, que se adapta mejor al último  decenio del siglo Y : según pudo haber utilizado algunos apuntes de S. Pablo.

Todo este conjunto de la cartas de San Pablo constituye un maravilloso testimonio de cómo el Evangelio transforma a las personas y a las comunidades. El lector queda cogido por él : las esperanzas de la comunidad naciente, sus éxitos, los conflictos internos y el enfrentamiento constante con las religiones y las culturas externas son en el fondo las mismas de la Iglesia de siempre, incluso la nuestra.

La carta a los Hebreos, obra de un discípulos de S. Pablo escrita poco antes de la destrucción de Jerusalén el año 70, desarrolla una grandiosa tesis sobre la universal mediación sacerdotal de Cristo y anima a los cristianos, tentados de apostasía.

                        3.4.3. Los Evangelios Sinópticos.

La redacción definitiva  de los tres primeros Evangelios, Marcos, Mateo y Lucas marca otros período literario, que va del 65 al 80 d.C., aproximadamente. La Iglesia se difunde ampliamente en el mundo en el mundo y se aleja cada vez más de los días de Jesús de Nazaret y de Pentecostés; la memoria oral y vital por sí sola se diluye en el tiempo y corre el riesgo de desvirtuar la figura, el mensaje y el misterio de Jesucristo; se hace necesario un punto de referencia escrito, esencial. Nacen así los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, llamados Evangelios Sinópticos  porque, dispuestos en columnas paralelas, los podemos leer de un golpe de vista y descubrir sus semejanzas y divergencias. La fundamental conformidad del contenido de estos tres Evangelios se explica gracias a una común tradición oral, homogénea y bien estructurada que ha precedido a la puesta por  escrito de los Evangelios, al empleo de fuentes comunes escritas y a la dependencia de Mateo y Lucas de Marcos. La divergencias, por su parte, son debidas, bien a la diferencias de personalidad y problemáticas de las comunidades destinatarias de los Evangelios (cf. DV  19).

El Evangelio de Marcos está escrito para cristianos provenientes del paganismo. Con un lenguaje narrativo popular y un estilo vivo y pintoresco que pone al lector en contacto inmediato con los hechos, objeto primordial de su narración, el evangelista se propone revelar progresivamente el misterio de “Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc. 1,1), culminando en la pasión que lo revela como tal al centurión pagano (Mc. 15,39). Se ha hablado de Marcos como del Evangelio del catecúmeno : una guía para ir gradualmente introduciéndole en el “misterio del Reino de Dios” (Mc 4,11), por un camino nada fácil de fe y de seguimiento, a imitación de los Doce.

El Evangelio de Mateo está escrito para judeocristianos y presenta a Jesús como el Mesías anunciado por las Escrituras hebreas : Jesús es el Enmanuel, es decir, el Dios-con-nosotros, afirmación que abre (Mt 1,23) y cierra (Mt 28,20: Yo estoy-con-ustedes) este Evangelio. Convencido de que el verdadero judío es, paradójicamente, el que se hace cristiano y entra en la Ekklesia, Mateo  es el único evangelista que pone en boca de Jesús la palabra Iglesia (Mt 16,18 y 18,17). Al referir las palabras de Jesús, reagrupadas  en cinco grandes discursos, está pensando continuamente en la vida de la comunidad: un Evangelio que podríamos llamar el Evangelio del catequista, una larga catequista que guía a los cristianos hacia la formación de una comunidad y traza por ellos un código de vida comunitaria.

El Evangelio de Lucas alcanza su singularidad en el hecho de ser el primer cuadro del díptico Lucano : El Evangelio, que es el tiempo de Jesús y la historia de  Jesús, y de los Hechos de los Apóstoles, que es el tiempo de la Iglesia. Cuando Lucas escribe, se ha madurado ya el sentido de una Iglesia dilatada en el largo tiempo de la historia de la salvación y comprometida en la obra de evangelización y conversión. Su Evangelio invita a la Iglesia a contrastarse con la solidez (la asphaleia de Lc. 1.4) de los orígenes, o si se quiere con la auténtica tradición de Jesús, la única que garantiza una auténtica contemporaneidad de la Iglesia en cualquier momento de la historia. El Jesús de Lucas es ante todo el Señor y el Salvador de todos los hombres un Cristo misericordioso en continua búsqueda de los pecadores, de los pobres, de los marginados; pero cuya misericordia no atenúa las radicales exigencias del Evangelio, destacadas particularmente por Lucas, y que el creyente debe traducir a la vida de todos los días (Lc. 9,23). Después del Evangelio del catecúmeno y del catequista, tendríamos en Lucas el Evangelio del cristiano que da testimonio en el mundo.

Los Hechos de los Apóstoles son una continuación del Evangelio. La Buena Nueva de Jesús Salvador de todos los hombres se hace ahora la Buena Nueva de Salvación anunciada y testimoniada por la Iglesia apostólica ante todos los pueblos entonces conocidos. Los Hechos son una obra abierta, un libro cuya conclusión no es un punto final : el apóstol de guardia..., y sujeto con una cadena (Hch. 28,16.20), pero “anuncia el Reino de Dios y enseña las cosas relativas al Señor Jesucristo, con toda libertad y sin impedimento alguno” (Hch 28,31). La antinomia de Pablo, prisionero pero evangelizador, es la perenne antinomia salvadora de la Iglesia.

                        3.4.4. Las epístolas católicas.

Otros escritos apostólicos (carta de Santiago, de Judas, 1 y 2 de S. Pedro, 1, 2 y 3 de  S. Juan) se agruparon, después del siglo IV, bajo la denominación de Epístolas Católicas, es decir, universales, ya que no estaban destinadas a comunidades particulares, sino a los cristianos en general. Son mensajes, en forma de carta, escritos por apóstoles o por hombres de su círculo que todas las generaciones de creyentes deben acoger y vivir : la fe debe ser verificada por medio de obras (Santiago); los falsos doctores está ya juzgados (Judas); debemos estar prontos a responder a cualquier que nos pida razón de la esperanza que está en nosotros (1 Pedro); vivir a la espera del día del Señor (2 Pedro), vivir en el amor y amar en la verdad (1, 2 y 3 de Juan). En cuanto a la 2 de Pedro, la crítica está de acuerdo en atribuirla a un discípulo del apóstol, que escribe a finales del siglo I o comienzos del II.

                        3.4.5. Los escritos de Juan.

La obra considerada joanea cierra la colección de los escritos del N.T. Además de las cartas ya mencionadas, la tradición cristiana desde sus albores ha atribuido al apóstol Juan el cuarto Evangelio (El Evangelio de San Juan), un escrito lentamente madurado a lo largo de sucesivas redacciones las cuales, sin embargo, conservan viva e intacta la impronta del testigo ocular, el apóstol Juan, su primer autor. La fuerte personalidad suya y de su tradición, paralela pero independiente respecto a la que confluyó en los Sinópticos; el nuevo contexto cultural y eclesial es el que se desarrolla la tradición de Juan; una reflexión más madura sobre la persona de Cristo sólo posible a finales del Siglo I: todo esto explica suficientemente la diversidad del Evangelio de S. Juan, que Clemente de Alejandría llamó el Evangelio espiritual. Podría decirse que es el Evangelio del Creyente contemplativo, que ha llegado a una esperanza cristiana madura.

En la aventura tan profundamente humana de Jesús de Nazaret (la sarx-carne del Verbo), que culmina en la pasión y muerte que constituyen su hora, se hace visible y tangible la Gloria de Dios, o si se quiere, la Presencia de la verdad y de la vida que son de Dios y descienden de Dios a través del Verbo encarnado y se ofrecen a la acogida de la fe. Juan se dirige expresamente al lector desconocido, llamándolo a entrar en el juego dramático de la opción en pro o en contra de Jesús ; “Jesús realizó también delante de sus discípulos otros muchos signos, que no están escritos en este libro. Y estos han sido escritos a fin de que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y a fin de que creyendo tengáis la vida en su nombre” (Jn 20,30 s). Al leer el Cuarto Evangelio se tiene la impresión de estar asistiendo a un prolongado proceso, resultado de la revelación progresiva en las acciones y palabras de Jesús, que pone al espectador en estado de alerta y de lucha y que concluye con un juicio (Krisis), es decir, con una separación : la incredulidad culpable de “los judíos” por una parte, y la fe de los “discípulos” por otra. Pero el proceso continúa; los contemporáneos de Jesús representan todos los hombres de todos los tiempos, en cuyo corazón sigue desarrollándose este mismo drama hasta su definitivo desenlace. La Palabra de Jesús no deja a nadie como antes, sino que le obliga a mostrar sin compromiso su verdadero rostro, lo juzga al instante (cf. Jn. 3,19; 12,31). La fe o la incredulidad culpable anticipa el juicio final.

Finalmente, el Apocalipsis. El autor de la obra lleva el nombre de Juan (Ap 1,1. 9; 22,8), pero la firma puede ser fruto del recurso a la pseudonimia, típica del género literario apocalíptico : quien lo escribe pretende acogerse idealmente a una célebre figura, con la que siente especial afinidad. Y de hecho, si algunos temas del Apocalipsis guardan afinidad con el cuarto Evangelio, su lenguaje (dejando aparte el estilo) se distancia de él totalmente. Todo hace pensar en algún discípulo del Apóstol Juan, intérprete apocalíptico en su tiempo del excelso maestro.

El Apocalipsis es un libro profético (Ap 1,3; 22,7) singular, escrito en un lenguaje simbólico-misterioso que intenta despertar la conciencia de la Iglesia en los tiempos de la persecución de Dominiciano, pero al mismo tiempo escapar al control de los perseguidores y de la censura. En el ambiente privilegiado de la asamblea litúrgica, uno lee y los demás escuchan, como se dice en Ap  1,3- La Iglesia es urgentemente llamada a la conversión y a la purificación (cf. Ap 2-3); así purificada, estará en disposición de “comprender desde el punto de vista de Dios las cosas que deben suceder” (cf. Ap. 4,1), entender cuál es su hora dentro de la historia de la salvación (Ap. 4,20). El “libro sellado”, que el Cordero inmolado pero victorioso abre y leer  para la Iglesia, traza las líneas de su compromiso en la historia : La Iglesia peregrina en el mundo, testigos y mártir en su perpetuo itinerario pascual, camina hacia la Nueva Jerusalén, la Nueva Ciudad  De Dios y de los Hombres (Ap. 21, 22).

                        Conclusión.

Hemos puesto de manifiesto con esta breve historia que el devenir de la Biblia corre parejo al devenir de la historia del antiguo y del nuevo Israel. Uno como estudiante y lector piadoso permanente de Sagrada tendrá un modo de profundizar en la historia bíblica, en la formación literaria de los grandes complejos y de cada uno de los libros de la Biblia y sobre todo en el mensaje religioso de una historia “profética” que desafía hoy a la Iglesia y al mundo.[5].

            3.5. Arqueología

Muchos científicos salen de sus libros y quieren investigar el pasado viajando y recorriendo  las  ciudades que  aún   permanecen  en pie,  e incluso desterrando  los escombros antiguos y así vuelven a nuestros ojos lo que fue el pasado con  su realidad y su cultura,  y su lengua,  su  escritura,   su   forma   de   narrar,  de   escribir   y  vivir.  De  esto   se   ocupa   la arqueología.

La persona que trabaja en la arqueología bíblica, puede tener dos grandes tentaciones: desvalorizar la Biblia en la que  han caído grandes  racionalistas que pretender quitarle a la    Biblia lo sobrenatural (Friedrich Delizch, el cual quería demostrar que toda la Biblia depende del ambiente cultural babilónico...). La segunda tentación, es querer encontrar en la arqueología  una continua confirmación de la verdad bíblica, como lo hace el protestante Keller en su libro "Y la Biblia tenía razón". La Biblia no necesita ser confirmada por la arqueología, se basta por sí misma, por ser Palabra de Dios.

La arqueología es un instrumento, entiéndase bien, un instrumento del que se sirve hoy el escriturista para comprender mejor la Biblia. A través de todos estos descubrimientos antiguos se comprender mejor el ambiente, la cultura, religión, vida social, modo de escribir y narra los antiguos, entre los cuales estaban los escritores sagrados, que son hijos de su época y de su ambientes.

Los antiguos Padres y los teólogos de la Edad Media, para explicar una frase bíblica misteriosa, la comparaban con una griega o latina; hoy se la compara con una frase contemporánea: ugarítica, acádica, sumeria, egipcia, etc... Todo esto nos lo ha dado la arqueología.    

            Ernest Wright: escribe a propósito de la arqueología :

“El especialista bíblico no pregunta si la arqueología "prueba" la Biblia. Sabe muy bien que la respuesta es afirmativa, en cuanto que los descubrimientos bíblicos han iluminado de múltiples maneras las lenguas, vida y costumbres  de los pueblos, su historia... Con todo, el especialista sabe   muy bien que el fin principal de la arqueología no es probar, sino descubrir; completan el fondeo y proveen el marco de la    historia. Es una lástima que este afán de probar la Biblia haya viciado tanto libro asequible al lector medio. Se ha abusado de los datos, las conclusiones deducidas resultan muchas veces  descaminadas, equivocadas, verdades a medias. Nuestro fin  último, no es la "prueba" sino la "verdad"[6]

Preguntas para el diálogo.

1. ¿ Por qué Israel depende continuamente del poder de las otras  naciones?.
2. La tierra constituye un eje central en la historia del Antiguo Testamento, ¿sabrías decir por qué?
3. ¿Por qué Israel tiene una situación geográfica privilegiada ?
4. Resume sus cuatro unidades geográficas.
5. ¿ Qué mención te merece: "La tierra que mana leche y miel", cuándo era una tierra                  medianamente fértil...?
6. Señala las épocas históricas en la que se puede dividir la historia de Israel.
7. Los patriarcas son los antepasados de Israel: señala algunas de sus características.
    Estos antepasados marcan una diferencia esencial con los antepasados de los otros pueblos de la antigüedad. ¿Sabrías decir cuál es?
8. ¿Qué representa Moisés para el pueblo de Israel?. ¿En que textos del Éxodo se encuentra la revelación del nombre de Dios y la Alianza en el Sinaí?
9. Lee Gen 12,1-8 y Gen 22,1-8. ¿Se puede deducir de estos textos la fe extraordinaria de Abrahám? ¿Por qué?. ¿Encuentras diferencias entre una fe meramente intelectual y una fe coherente con la vida ?
10. Señala algunas de las luces y sombras de la época de oro de Israel?
11. Señala las causas que originaron la división del reino de Israel.
12. Lee 2Re 17,24-30 y explica el origen de los samaritanos.
13. Vulgarmente se dice que el profeta es el que predice el futuro. Para ti ¿quién es un profeta?.
14. El Exilio fue una época dramática para Israel. Haz una síntesis.
15. El destierro inaugura una nueva forma de vivir la religión Judía. ¿En que consistió éste cambio?
16. Haz una síntesis del exilio fijándote en los siguientes puntos :
            - El edicto de Ciro;
            - el retorno a Jerusalén y problemas con que se encuentran;
            - el Helenismo. Antioco IV Epífanes.
17. ¿Qué representan los sabios para Israel?.
18. Enseñanzas de Jesús de Nazaret.
19. La predicación apostólica.
20. Cartas Paulinas.
21. Los evangelios sinópticos : ¿Qué son y que se proponen ?
22. ¿A quiénes se les llama “Cartas Católicas”?
23. ¿Qué decir de la obra Joánica ?
24. ¿Cuál es la función de la arqueología dentro del mundo  bíblico?
25  ¿Qué opinas de la siguiente afirmación: "Cosas en las cuáles es imposible que Dios                  mienta"...?
R.P. Roland Vicente Castro Juárez

[1] Tomado de Milagros, NADAL, Curso de Iniciación al Antiguo..., o.c., 19-20.
[2] CHARPENTIER, Etiene, Para leer el Antiguo Testamento, Estella (Navarra), Verbo Divino 1985, 5ta. edición pag 16.
[3] ORTEGA ORCAJO, Rafael, Qué es la Biblia, Puerto Rico, La Milagrosa 1963, pags.45-50
[4] CARRILLO ALDAY, Salvador M.sp.S pags 26-61; CASTRO TELLO, Carlos, Panorama del Antiguo Testamento, Lima, Sesator  1981, 14-32
[5]  Tomado de MANUCCI, Valerio, La Biblia como Palabra de Dios. Introducción general a la Sagrada Escritura, DDB, Bilbao 1995 (3ra. Edición), 74-79.
[6]Citado en ORTEGA ORCAJO, Rafael, o.p. pag 63