3. EL PAÍS DE LA BIBLIA.
Antes
de ponernos a hablar sobre la Biblia, vamos a estudiar un
poco de su geografía, los países que
le circundaron, y algunos datos de la arqueología que nos van a ayudar a
entender un poco más el mundo bíblico.
3.1. Las grandes civilizaciones.
En el
sur, en el valle del Nilo, a partir del año 3000 a.C. EGIPTO se convierte en un pueblo importante, gobernado por dinastía
de reyes o faraones que residen unas veces en el norte (Menfis) y otras en el
sur (Tebas). La historia de Egipto suele dividirse por dinastías. El éxodo tuvo
lugar probablemente bajo la 19º dinastía (hacia 1250).
En el
norte, en las mesetas del Asia Menor, prosperan los HITITITAS. Fueron muy poderosos
durante 1500 años, pero desaparecen prácticamente en la
historia bíblica.
Al este
se extiende Mesopotamia (en griego "mesos potamos: entre los ríos”). También se
llama a esta región el Creciente fértil. Allí coexistieron o sucedieron
maravillosas civilizaciones, desapareciendo para resurgir unos siglos más
tarde. Concretamente encontramos en el sur a SUMER, AKKAD y a BABILONIA;
al norte está ASIRIA. Es el territorio de Irak actual. Más al este, en el Irán
actual, aparecieron los MEDOS y
luego los PERSAS.
Del
oeste de la Europa actual, llegaron otros pueblos a invadir el Medio Oriente:
los GRIEGOS, tres siglos a.C. y
luego los ROMANOS, el siglo I a.C.
Cuando
los grandes pueblos imitan entre sí,
tienden a luchar y para ello deben
trasladarse de un lugar a otro. Y dentro de este traslado
que hacen pasan por
un corredor estrecho situado entre el Mediterráneo y el
desierto de Arabia.
Lo malo
es que en ese corredor vive un pueblo
que a nosotros nos interesa: Israel. Comprendemos entonces porque su vida
depende continuamente del poder de las otras naciones.Es un Estado-cojinete
entre las grandes potencias y sirve como atalaya a unas y a otras
respectivamente. Y sufrirán la gran tentación de aliarse unas veces con unas y
otras con otras.
3.2. Geografía.
La
palabra Canaán designa en la Biblia y en los grandes textos extrabíblicos un
país o una población. Palestina es una pequeña franja de tierra que se extiende
de norte a sur, desde Dan hasta Berseba y cuyos extremos distan solamente unos
250 Km.
Es una
tierra privilegiada, situada en la confluencia de África, Asia y Europa. Entre
oriente y occidente era el paso obligado que unía las dos culturas más sobresalientes de la antigüedad, Mesopotamia
y Egipto.
El país
de Canaán alude en general a la Palestina de hoy. Es un país que está dividido
en varias regiones. Y algunos la dividen en cuatro unidades geográficas:
-
La costa mediterránea
, rectilínea, sin puertos naturales, con poca facilidad de salida al mar. Tal
vez por esto se explique por qué le Mediterráneo no ha jugado un papel tan
importante a los largo de su historia.
-
El yugo montañoso central.
La región central está constituida por algunos mesetas que rodean Nazaret y el
Tabor (Galilea). Más al norte, las alturas del Golán y sobre ellas el Hermón
con sus nieves perpetuas. En Samaria, los montes Ebal y Garizín y al oeste el
monte Carmelo, que llega casi hasta el
mediterráneo.
-
El valle del Jordán.
Es la depresión más profunda de la tierra. Abarca desde el nacimiento de éste
río, que tiene su fuente al pie del monte Hermón, a 200 metros sobre el nivel
del mar. En el lago Hule está todavía a
68 metros, pero en el lago Tiberíades, unos quince kilómetros más abajo,
está ya a 212 metros bajo el nivel del mar, hasta desembocar en el Mar Muerto, a 392 metros por
debajo del Mediterráneo.
-
La meseta Transjordánica.
Después de la depresión del Jordán, el nivel se eleva hasta casi los 800
metros, formando la meseta Transjordánica, cortada por cuatro ríos: el Yarmuk y
el Yabok, que llevan sus aguas al Jordán, y el Arnón y el Asa, que desembocan
en el mar Muerto[1].
La topografía
que hemos visto ha dado lugar a una diversidad de climas y cultivos. De ellos
ofrece una descripción un poco idealizada la misma Biblia : "Yahvé tu Dios, va a introducir en una
buena tierra, tierra de torrentes, de fuentes, de aguas profundas, que brotan
en los valles y en los montes, tierra de trigo, de cebada, de viñas, de hidra
donde comerás tu pan con abundancia y
no carecerán de nada; tierra cuya piedras son hierro ya de cuyas montañas sale
el bronce. Comerás y te hartaras; bendice, pues a Yahvé por la buena tierra que te ha dado"(Dt. 8,7-10).
Muchas
personas que conocen Palestina y oír esta descripción que presenta la Biblia,
pueden creer que es fruto de la imaginación de un oriental. Pero, para un
pueblo que ha sido errante durante cuarenta años, por un desierto comiendo el
maná que venía del cielo; una mediana abundancia de bienes que venía del cielo les debió parecer una
gran riqueza. "La tierra que mana
leche y miel" será para ellos la tierra de Palestina. Una tierra
semejante no puede ser mala para un nómada del desierto. Es una tierra que
exigirá esfuerzo, una tierra que dependerá frecuentemente de la mano de Dios
(Dt. 11,10-12).
Palestina
es un puerto: lo fue para los israelitas que venían de Egipto, lo fue para el
estado actual de Israel; lo fue para tanto pueblo nómada y para los imperios
orientales que quisieron poner en ellas sus tiendas y sus cuarteles. Fue muy
apetecida por las grandes potencias que llegaron a dominar Medio Oriente. Por
eso, la historia de Israel está muy entremezclada con la historia de los
pueblos vecinos. Por todos lo visto, podemos decir que Palestina es una tierra
de paso, porque es un puente que une los grandes pueblos antiguos y comunica
con sus grandes vías de comunicación. Todos los grandes imperios ansiaron
poseerlo como paso estratégico, tanto en la paz como en la guerra.
Por su
misma situación geográfica, dependía de la mano de Dios; por ello el pueblo
debía tener un sentido muy grande de la providencia de Dios. De la mano de Dios
dependía las lluvias que fecundaban toda Palestina y dividían el año en dos
estaciones: la seca o verano (Mayo-Octubre) y la lluvia o invierno
(Noviembre-Abril). Pasada esta última a veces venía acompañada de la nieve
invernal, aparecían las flores abundantes y comenzaban a cantar los risueñores
lanzando al aire su voz desde la fronda de los riachuelos. La esposa del Cantar
de los Cantares (2,11-13) debió componer sus versos en una época de estas: "Ya se ha pasado el invierno y no han cesado las lluvias. Ya han
brotado en la tierra las flores, ya ha llegado el tiempo de la poda y se deja
oír en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. Ya ha echado la higuera sus
brotes y esparcen su aroma las viñas
en flor..."
3.3. Historia de Israel.
Hablar
sobre la historia de Israel nos lleva a extendernos demasiado; por eso, digamos
brevemente, que fueron varias las etapas por la que atravesó el pueblo de
Israel y para esto es suficiente en esta introducción dar el esquema de la
historia Israelita. Tengamos también en cuenta que las fechas que se dan no son
exactas, sino que son aproximaciones.
3.3.1. Período patriarcal (1850-1700)
Difícilmente
se pueden precisar los orígenes del pueblo de Israel. Los relatos bíblicos que
narran su historia fueron redactados desde la óptica de una Israel unificado y
constituido ya como pueblo en Palestina, y desde la perspectiva religiosa de un
yavismo plenamente desarrollado.
Las
tradiciones particulares de diversos clanes fueron combinadas y llegaron a ser
las tradiciones de todo Israel; se las aumentó o retocó para explicar
situaciones más recientes; se las modificó al ser recitadas en los santuarios o
con vistas a su empleo en el culto. Es muy difícil determinar que recuerdos
auténticos se ocultan detrás de esas tradiciones retocadas.
Según
la Biblia la historia de Israel comienza con ABRAHAM, ISAAC, JACOB; pero la razón por la que estos patriarcas
retuvieron la atención de la posteridad no fue por los incidentes de su
existencia como pastores de rebaño, sino por hechos de orden religioso. Los
autores del libro del Génesis, que narran la emigración de sus antepasados,
descubren en su historia un acontecimiento singular: Dios se reveló Abraham y
le hizo grandes promesas; ser padres de un gran pueblo y poseer la tierra de
Canaán; y Abraham respondió al Señor
“Abandonando su tierra”.
De los
diversos relatos sobre los patriarcas se pueden retener como auténtico el hecho
esencial de la relación establecida entre Dios y Abraham formulada en términos
de Alianza. La tradición bíblica no dejará de meditar sobre este
acontecimiento. La Alianza divina prometida a la descendencia de Abraham es la
piedra fundamental de todo el edificio de la revelación bíblica, es la decisión
divina que crea la historia del pueblo de Dios.
Abraham
y los suyos pertenecieron a una de las tribus semitas seminómadas que se
infiltraron en el Fértil Creciente hacia el segundo milenio, tal vez entre los
años 1850-1700; atravesaron el país sirio; pasaron el río Jordán; llegaron a
Siquem, y más tarde, gracias a uno de sus descendientes que llegó a ser “visir” del faraón de Egipto, se
instalaron en las tierras verdes del delta del Nilo.
Pero a
los hijos de los patriarcas les harán falta algunos siglos y luego los
acontecimientos del Éxodo y del Sinaí, para que lleguen a ser el “
pueblo que Dios se escogió para si”.
3.3.2. El pueblo de la Alianza (1250-1220)
Después
de un largo período de permanencia en Egipto, difícil de precisar, los hebreos
fueron sometidos a trabajos forzados por un “faraón
que se había conocido a José” (Ex.1,8); tal vez se trata de Ramsés II que
reinó en Egipto en el siglo XII a.C.
Hacia
el 1250 un hombre de temple poco común, MOISÉS,
siguiendo una inspiración de Dios, se puso al frente de los hebreos con la
intención de conducirlos al desierto para “ofrecer
sacrificios a Yavé” (Ex.3,18); pero al ver que se le negaba la salida apoyo
su reclamación con una serie de “prodigios”,
señales de poder de Dios, que atemorizaron al faraón y le hicieron ceder. El
paso del Mar Rojo abrió a los israelitas el camino de su libertad.
Los
relatos que narran esta salida con rumbo al Sinaí se encuentran en la primera
parte del libro del Éxodo. Este libro reúne
y yuxtapone escritos de varias épocas . En su conjunto es un relato
épico, más rico de evocación religiosa que de detalles históricos. Los escritores bíblicos, al recoger esta
tradición, le dieron una forma amplia, dramática y estilizada, impresionante e instructiva,
adecuada para hacer que se comprendiera, al mismo tiempo que un punto esencial
de la historia de Israel, su importancia para el pensamiento y la vida del
pueblo de Dios.
Israel
se dio cuenta perfecta de que habían sido salvados por Dios, y esa convicción
se fue ahondado hasta convertirse en el artículo fundamental de su fe. El éxodo
será siempre el prototipo y la promesa de todas las gracias de salvación.
En el
Sinaí se produjo un acontecimiento excepcional que marcó el destino de Israel.
Moisés y el pueblo reunido tuvieron la “revelación
de Dios”. Yavé les manifestó su presencia y el pueblo escuchó su voz
interpretada por Moisés. No solo fueron conscientes de ser los primeros
beneficiarios de la revelación de Yavé, entrando además en una relación muy
especial con su Señor; Dios pactó una alianza con Israel. La tradición hebraica
verá en este acontecimiento religioso el inicio de su existencia como pueblo
escogido.
Moisés
se dedicó entonces a organizar al pueblo; le enseñó a servir al Señor a quien
debían su liberación y les dio una legislación cultual y civil. Esta actividad
legislativa Moisés debió ejercerla
principalmente en el oasis de Cadés donde los israelitas se establecieron
algunos años. La tradición ha asignado a este período la duración convencional
de 40 años el tiempo de una generación.
Los
años del desierto causaron en Israel una impresión muy profunda de su unión con
el Señor, más tarde los profetas evocarán idílicamente los “amores” entre Yavé y su pueblo
, “cuando Israel era niño”, en
los tiempos de su juventud”. Pero esto no impidió que el tiempo del desierto
fuera deplorable en muchos aspectos. El libro de los Números refiere algunos
motines trágicos de aquella masa errante y frecuentemente alborotada.
Cuando
llegó el momento, las tribus de Israel intentaron el ingreso en la tierra de
Canaán, bordeando el reino de Edom y a través del país de Moab, llegaron hasta
las proximidades del río Jordán, pero Moisés murió frente a la “tierra prometida” antes de atravesar el
río.
3.3.3. Conquista de Canaán y Período de
los Jueces (1220 - 1030)
Antes
de morir, Moisés escogió como sucesor a JOSUÉ
a quien le confió la tarea de introducir en la “Tierra prometida”.
Poco
sabemos de la parte que efectivamente tomó Josué en esta empresa; no siempre lo
encontramos en la batalla, ni mucho menos en el puesto de mando. Ciertamente
desempeñó un papel importante en la organización de las tribus que venían de
Egipto y de las que se instalaron en Transjordania.
El
libro de Josué presenta la invasión israelita como una conquista rápida que muy
pronto se vio coronada de éxito, pero la documentación del libro de los Jueces
resalta lo incompleto de la obra emprendida y las dificultades que
afrontaron los israelitas. La ocupación
fue lenta y penosa. Los cananeos tenían una civilización de estilo feudal que
en su conjunto constituía una verdadera fuerza y las tribus de Israel no
siempre luchaban unidas; en la mayoría de los casos operaban como
organizaciones independientes. Sin embargo algunos clanes lograron infiltrarse
de manera pacífica.
Las
victorias de los israelitas fueron siempre consideradas como manifestaciones de
la protección del Señor que daba a su pueblo el hermoso país prometido a sus
antepasados.
En el
curso de los siglos XII y XI la federación de las tribus fue tomando
consistencia; durante este período sufrieron una profunda transformación; de la
vida seminómada del desierto pasaron a las condiciones de un pueblo sedentario. Fueron tiempos
difíciles. Los habitantes del país
continuaban defendiéndose y conservaban en su poder las regiones fértiles.
El
principal peligro lo constituían los filisteos, habitantes de la costa
palestinense, que intentaban apoderarse de la zona montañosa conquistada por
Israel.
Durante
siglo y medio que duró este período, las tribus se limitaron a formar alianzas
defensivas y temporales bajo la dirección de jefes carismáticos, llamados “jueces”, héroes improvisados que
surgían de alguna tribu para remediar la situación desastrosa, y que hacían
“justicia” a sus hermanos. Pero ninguno de ellos logró conducir a todo Israel a
la batalla.
Las
cosas no podían seguir así. Las miserias de la anarquía, las guerrillas de los
cananeos y principalmente la presencia de los filisteos hacían ver la necesidad
de un régimen político unificador y
estable. Surgió entonces un movimiento para instituir la monarquía “como en
las otras naciones.
3.3.4. Establecimiento
de la monarquía en Israel hasta el fin del Reino de Salomón (1030-931)
El
ultimo de los “jueces”, SAMUEL, apareció en un momento crítico
de la historia de Israel; presionado por el pueblo ungió a SAÚL como “nagid” “jefe”,
quien pronto llegó a ser rey por aclaración popular. El objetivo de su reinado
era unificar a las tribus y conseguir la liberación de Israel del poder
filisteo; objetivo que no pudo conseguir. Saúl pereció, con su hijo Jonatán, en
el combate de Gelboé. A su muerte la situación del país era alarmante. Las
victorias de los filisteos cada día eran mayores y de importantes
consecuencias. La unidad nacional era urgente.
Después
de la muerte de Saúl, DAVID fue
reconocido como rey por todas las tribus; hizo retroceder a los filisteos hacia
la costa; emprendió una serie de guerras contra los arameos; impulso su dominio
a todos los estados vecinos hasta el norte de Siria. Su conquista dieron a su reino el aspecto de un
imperio. Instaló la capital en Jerusalén y trasladó allí el arca de la alianza,
centro del culto común de todas las tribus.
En el
apogeo de su reinado, David recibió del profeta Natán una promesa de Dios que
tendría importantes consecuencias para el futuro: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará
firme eternamente “ (2Sam. 7,16). Desde este momento la esperanza del
pueblo se apoyará en la descendencia davídica. Había despertado el “mesianismo”. (Con esta palabra se designa la
esperanza de Israel en el establecimiento definitivo del reino de Dios por
medio de Mesías).
A David
sucedió su hijo SALOMÓN, rey
magnífico y gran diplomático. Organizó los dominios de su padre; estableció
relaciones con Egipto, Arabia y Fenicia. Introdujo el comercio internacional
que enriqueció rápidamente al país, adquiriendo con esto un lugar envidiable
entre las demás naciones . Su obra cumbre fue la construcción del templo de
Jerusalén, en el que Israel vio la presencia permanencia del Señor en medio de
su pueblo, el centro de la unidad de las
tribus y la prueba del establecimiento definitivo en su tierra. Israel
gozó de tal seguridad y abundancia
material como nunca antes la había soñado y nunca volvería a conocer después. Y
esto, a su vez, permitió un sorprendente
florecimiento cultural; se empleó ampliamente la escritura; la música alcanzó
cimas muy altas y el género literario sapiencial comenzó a desarrollarse.
Pero
desgraciadamente no todo era de oro. En los últimos años de la vida de Salomón
el país fue minado por varias rebeliones internas. A su muerte el reino se
dividirá para no unirse más.
3.3.5. Los reinos de Israel y de Judá
(931-687)
A la
muerte de Salomón subió al trono su hijo
ROBOAM, quien no fue capaz de gobernar un reino que había sido unido de
manera tan superficial. Las tribus del
norte se rebelaron contra el
despotismo del rey y se constituyeron en un estado independiente con el nombre
del REINO DE ISRAEL. Su capital fue SAMARIA, y su primer rey JEROBOAM.
La tribu de Judá y una parte de
la benjamín fueron fieles al descendientes de David en el REINO DE JUDÁ, que tuvo su capital en
Jerusalén. Este reino fue ocupado siempre por la dinastía divídica.
De esta
manera las tribus quedaron divididas en dos reinos hermanos, que adoraban al
mismo Dios y poseían las mismas tradiciones, pero que luchaban entre sí
repetidas veces.
El país del norte
conoció periodos brillantes, especialmente bajo OMRI (886-875), fundador de Samaria y bajo JEROBOAM II (783-743). En tiempo de este último se escribió tal vez
la “historia Elohísta”. El reino, minado por una inestabilidad crónica, no tuvo
los medios necesarios para oponerse a sus enemigos. En el 732 Sargón, rey de
Asiria, tomó Damasco y con esto se derrumbó el escudo de Israel. En el 721 fue
tomada Samaria y gran parte del pueblo fue deportado.
El país del sur,
pobre y rodeado de vecinos hostiles, no pudo desempeñar un papel importante,
sin embargo, bajo los reyes JOSAFAT
(870-848) y OZIAS (781-740), logró
tener un puesto en medio de las naciones.
Durante
los siglos IX y VIII aparecieron los primeros profetas. En Israel; ELÍAS y ELISEO (875-800), AMOS y OSEAS (750-725), En Judá: ISAÍAS y MIQUEAS (735-700).
ELÍAS,
hombre de espíritu austero, considerado como el padre del profetismo, fue el
defensor de la auténtica religión en Israel. Su predicación le ocasionó
persecuciones.
AMÓS, pastor
de la región de Belén, fue escogido por Dios para recordar al pueblo del norte
las exigencias de la justicia de Dios. La elección que Dios había hecho de
Israel no era una garantía absoluta sino una responsabilidad.
OSEAS,
pastor del sur, profeta de alma delicada, descubrió a través de un acontecimiento personal, la
ternura de Dios. Dios ama a su pueblo
como un esposo a su mujer. Su esposa se le fue, el la amo mucho, de aquí se
da cuenta si el sufre por su esposa.
Sufre por su pueblo.
ISAÍAS,
hombre político de gran visión recordó al país de el nacimiento del verdadero
hijo de David, el “Emnanuel”, por quien Yavé establecía su reino.
MIQUEAS,
campesino que sufrió en carne propia la guerra y la injusticia, subió a
Jerusalén a anunciar la indignación de Dios.
3.3.6. El reino de Judá hasta la caída de
Jerusalén(687-586)
Gracias
a la negativa de Ajaz de unirse a la
coalición antiasiria, Judá escapó al desastre que envolvió a Israel, pero Ajaz,
viendo su trono en peligro, recurrió a Teglatfalasar, rey asirio, pidiendo
ayuda.
Isaías
se enfrentó al rey previniéndole de las terribles consecuencias del paso que
iba a dar. Sin embargo, Ajaz no escuchó los consejos del profeta y firmó la
renuncia a su libertad, convirtió a Judá en un Estado Vasallo del Imperio
Asirio.
Ezequiel
(716) hijo de Ajaz, siguió una política diferente a la de su padre, al
principio con sumo cuidado previendo la reacción asiria, pero después la
intensificó cuando el movimiento de independencia ganó actualidad. Al mismo
tiempo emprendió una amplía reforma religiosa: el pueblo había comprendido que
sólo el poder de Yavé podría salvarlo.
Pensando
que había llegado el momento oportuno, Ezequías rehusó pagar el tributo a
Asiria y dio para defender su independencia. Pero no lo logró. Abandonado por
sus tropas envió una embajada a Senaquerib, rey asiria, quien le exigió un
aumento drástico del tributo. La lucha
por la independencia había fracasado.
En el
año 640 subió al trono el joven rey JOSÍAS
. Este realizó un esfuerzo misionero muy grande para llevar al pueblo a su
Dios. En este tiempo el movimiento profético encontró un nuevo florecimiento : SOFONÍAS llevó adelante la tradición de
Isaías anunciando el terrible día de Yavé; JEREMÍAS,
que comenzó su ministerio en el 627, se mantuvo dentro de una antigua tradición que remontaba hasta la
misma alianza mosaica. El descubrimiento del Deuteronomio en el Templo dio un
fuerte impulso a la reforma religiosa.
En el
año 612 Babilonia despertó de un largo sueño. Nabucodonosor tomó Nínive,
capital de Asiria, y arrojó de Jarán al gobierno asirio refugio allí. El faraón
de Egipto, Necao, pretendió salir al
encuentro de Nabucodonosor, prestando ayuda a los asirios que aún
resistían en Karkemish. Josías, que no
deseaba una victoria egipcio-asiria, intentó detener a Necao en Meguiddó, pero
murió de gran lamentación. Con su desaparición terminó la reforma religiosa que
aún no había acabado de penetrar en los corazones.
En el
605 la victoria de Karkemish abrió a Nabucodonosor el camino de Palestina; Judá
quedó consternada ante este giro de los acontecimientos. Yehoyaquim, sucesor de
Josías, al principio se hizo vasallo de Babilonia, pero después se rebeló. Fue
un error fatal. Nabucodonosor tomó la ciudad de Jerusalén en el 598 y deportó a
gran parte del pueblo.
Sedecías,
fue colocado al mando de los que se quedaron en el país pero su reinado no fue
otra cosa que agitación continua y sedición. En pocos años un fiero
nacionalismo llevó a Judá a la abierta e irrevocable rebelión.
Nabucodonosor
actuó de nuevo. Envió sus tropas a Judá que destruyeron las murallas de
Jerusalén y quemaron el templo y sus edificios. La población fue deportada. El
estado de Judá había desaparecido para siempre. Año 586 a.C.
3.3.7. Durante el destierro de Babilonia
(586-538)
El año
586 debería haber sido el final trágico del pueblo elegido; sin tierra, sin rey
y sin templo. Sin embargo, con gran admiración del historiador, en vez de
desaparecer encontró nueva vida.
El
exilio fue uno de los momentos más fructíferos de la historia del Israel. Los
desterrados, privados de la liturgia del templo, organizaron un culto de salmos
y lecturas, meditaron sobre su historia; recogieron y redactaron sus
tradiciones los oráculos de los profetas y los usos litúrgicos. Muchos libros
bíblicos fueron el fruto de esa reflexión.
En
Babilonia, Israel descubrió la ciencia y la dimensión del mundo; conoció los mitos
y cosmogonías por las que otros pueblos explicaban el origen del mundo y la
situaciones de los hombres. Al contacto de las
“naciones” sus horizontes se
ampliaron y se preguntó una vez más sobre la salvación de los paganos. En este
tiempo nació la corriente espiritual llamada “sacerdotal”.
En esa
transformación profunda el profeta
EZEQUIEL desempeño un papel muy importante; lo mismo el SEGUNDO-ISAIAS quien empapado en los
escritos anteriores, escribió el “Libro
de la Consolación” (Is.40-55); anunció el fin el destierro y restauración de Sión; proclamó el poder de
Yavé sobre el mundo entero, su plan de salvación universal y el valor redentor
del sufrimiento. ¡Momento culmen del pensamiento religioso de Israel!.
De
acuerdo con las líneas fundamentales del Deuteronomio, un grupo de teólogos,
los “deuteronomistas”, compilaron y completaron diversos documentos de la
historia de Israel: desde la entrada en Palestina hasta el final de la
monarquía, y le dieron un nuevo enfoque religioso. El conjunto de su obra ha
recibido tradicionalmente el nombre de “profetas anteriores” (Jos, Jue, Sam,
Re).
Hacía
el año 550 las victorias sucesivas de Ciro del Grande sobre todos los pueblos
de Oriente, suscitaron entre los
desterrados una nueva esperanza.
3.3.8. Restauración Judía y época persa
(538-33)
a). Del 538 al 515.
Ciro
entró en Babilonia en el Otoño del 539 y dio libertad a todos los cautivos. El
destierro había terminado y comenzaba a brillar en el horizonte la restauración
de Israel. En el 538 la primera caravana de Judíos partió hacia Jerusalén,
llevando en su corazón un ardiente ideal de patriotismo. Sin embargo la
reinstalación no fue fácil. Los recién llegados encontraron sus tierras
ocupadas y muchos estaban dispuestos a aprovecharse de los demás (Is.58).
Bajo el
impulso de los profetas AGEO y ZACARÍAS
se levantó el nuevo templo de Zorobabel. La solemne fiesta de la Dedicación en
el 515 hizo reinar en Jerusalén una atmósfera exultante de entusiasmo
religioso, cantado en los poemas del “TERCER
ISAÍAS” (Is.60-62).
b) Del año 485 al 424
En el
485 los judíos emprendieron la reconstrucción de las murallas de Jerusalén,
pero sus intentos fueron frustrados por Jerjes, rey de los persas (Esd. 4,6).
En el año 465 los Judíos fueron acusados y Astajerjes mandó interrumpir de
nuevo la construcción (Esd.4,7. 12-16.21-22).
Una
delegación de Jerusalén se dirigió a Susa, capital de Persia, Para informar a NEHEMIAS, copero de Artajerjes, sobre
las deplorables condiciones en que se hallaba Judá. El rey otorgó a Nehemías el
permiso de ir a Jerusalén a levantar las murallas de la ciudad, destruidas
desde hacía más de un siglo. Trabajo arduo y penoso pero que se vio coronado
con la dedicación de las murallas.
A la
obra de Nehemías siguió la reforma religiosa de ESDRAS, “escriba versado en
la Ley de Dios”, quien venido de Persia, promulgó con valor oficial la
legislación del Pentateuco, unificada por él y sancionada por Artajerjes II
hacia el 428.
c) Del 400 al 333
A
partir de la reforma de Esdras hasta la conquista griega de Alejandro Magno, la historia permanece
silenciosa. Sin embargo el Espíritu de Dios no cesó de comunicarse al mundo
secreta y abundantemente con nuevas luces sobre los destinos del hombre y sobre
su plan universal de salvación.
La calma
política y la madurez obtenida por el sufrimiento permitieron a Israel
reflexionar sobre el sentido de la vida y de la muerte. En el curso de este
período recibieron su redacción final la mayor parte de los libros del A.T.
3.3.9. Época helenística hasta la
dominación romana (333 - 63)
En el año 333 se produjo un nuevo cambio
radical en la historia de mundo. Alejandro
Magno, originario de Macedonia, conquistó las vastas regiones del Medio
Oriente hasta la India, introduciendo por todas partes la cultura y la lengua
“común “ (koine) que reemplazó pronto al arameo. El judaísmo entró en contacto
con la cultura y el pensamientos helénico.
A la
muerte de Alejandro (323) Palestina quedó en manos de los monarcas egipcios de
cultura griega, llamados “TOLOMEOS”
(o Lágidas), los cuales respetaron la
constitución teocrática de los judíos.
En el
siglo III se comenzó a hacer la traducción griega de la Biblia, llamada de los
LXX, que fue más tarde la Biblia de los cristianos.
Los
griegos de Siria, llamados “SELEÚCIDAS”
se apoderaron en el 198 del territorio palestinense. Antioco IV Epífanes quiso realizar la unidad cultural y religiosa
de su imperio; suprimió ásperamente la ley del Estado Judío y su constitución
religiosa (168); castigó a los que seguían las observancias judías; dictó pena
de muerte para quienes practicaban la circuncisión; prohibió el culto del
Templo de Jerusalén y erigió un altar a Júpiter Olímpico.
A este
atropello se opuso con audacia el movimiento de los hermanos Macabeos.
Impulsados por el amor a las tradiciones de sus antepasados desataron con éxito
una insurrección. Simón Macabeo (141)
fue reconocido como Sumo Sacerdote y obtuvo la independencia para Judea.
Durante
más de un siglo los príncipes asmoneos,
descendientes de Simón, se arrogaron el Sumo Sacerdocio y el poder supremo de
la nación. Esta situación duró hasta el año 63 en que Pompeyo, aprovechándose de los conflictos de los hermanos asmoneos
Hircano II y Aristóbulo II, tomó la ciudad de Jerusalén y transformó a Judea en
una provincia romana[4].
3.4. Historia del Nuevo Testamento.
Después
de un largo silencio, finalmente “La
Palabra de Dios descendió sobre Juan, Hijo de Zacarías, en el desierto”
(Lc. 3,2), Juan Bautista es el último profeta del A.T. enviado por Dios “para
preparar el camino de Dios” (Lc. 3,3-6), para “dar testimonio de la Palabra de Dios que se ha hecho carne”
en Jesús de Nazaret (Jn. 1, 6-8.15.19-34). Estamos en los años 28-30
aproximadamente de la era cristiana.
3.4.1. Jesús de Nazaret.
El
nuevo Rabí de Nazaret, una vez recibido
el bautismo de manos de Juan, da comienzo a su misterio de Mesías Salvador.
Actúa y habla. Sus palabras y los milagros que realiza impresionan a la
multitud y a los jefes de los judíos. Obraba y hablaba con una autoridad (cf. Mc. 1, 22.27;2,12) jamás conocida en un
profeta. Perdona a los pecadores, a todos sin distinción; y plantea a la gente
las cuestiones más graves acerca de las relaciones con Dios y con los hermanos.
Abre el corazón de sus discípulos, llamados por El para que le sigan, a la
novedad de su persona y compromete sus vidas en la construcción del Reino de
Dios.
Había
comenzado diciendo : “El tiempo se ha
cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertías y creed en el Evangelio”
(Mc. 1,15). El Reino de Dios es dos cosas al mismo tiempo: Presencia de Dios
como acción salvífica en la historia presente (= soberanía de Dios) y también estado final-escatológico que pondrá
fin al viejo mundo, dominado por el pecado y por la muerte, y que inaugurará el
mundo nuevo de la resurrección universal, incluso cósmica ( = Reino de Dios). La soberanía de Dios es para el presente,
convoca y compromete en el presente; se acoge mediante la fe, ella libera del
mal y libera para el bien. El Reino de Dios
(Juicio final, Parusía del Señor, nueva creación) es para el futuro, es “adventus”. No puede decirse, con todo,
que exista una total discontinuidad; aquello que en el mundo futuro será
plenamente visible y transparente, está ya actuando aquí abajo, aunque de una
manera oculta.
Jesús
de Nazaret no se limita a contarnos “las
parábolas del Reino”. Toda su persona y su vida constituyen por sí mismas
una desconcertante parábola del Reino : “El Reino de Dios está ya en medio de
vosotros” (Lc. 17,21). Toda su vida está marcada de forma repentina y coherente por el efecto de “choque”, como se ve en Mc. 2,1-3. Son
cinco historias preocupantes, que obligan a los testigos presentes a tomar
posición : el perdón de los pecados al paralítico, la comida con los pecadores
y los publicanos, la defensa de los discípulos que no ayunan y que cogen
espigas durante el descanso sabatino, una curación en día de Sábado. La
conclusión de estos cinco pasajes anticipa lo que va a ser el fin : “Y los fariseos salieron de repente con los
herodianos y celebraron consejo contra El para hacerle morir” (Mc. 3,6).
Sobre todo de El, el Profeta, ciertamente que el mundo no era
digno (cf. Hb. 11,38). La fe cristiana es también adhesión no fácil a la manera
imprevisible, escandalosa ( para los hombres) de inaugurar el Reino por parte
de Jesús.
Jesús
debía morir, rechazado y crucificado por los dirigentes del Pueblo, como El
mismo lo había anunciado (cf. Mc. 8,31-33; 9,30-32) ; pero había dicho además
que “después de tres días resucitaría de
entre los muertos”. Su resurrección confirmó definitivamente a los ojos de
su discípulos la verdad de la palabra de Jesús y de toda su misión, como
enviado de Dios y Mesías de Israel, y como el Señor vivo. Los discípulos, reconfortados con las apariciones de Jesús
Resucitado e iluminados por el Espíritu
Santo en Pentecostés, proclaman ahora con abierta franqueza su fe; Jesús no es
solamente el Cristo, es decir, el Mesías, sino que es el Señor y Salvador
único, el Hijo de Dios hecho hombre. Muchos entre los judíos creyeron en
Jesucristo y la Iglesia se desarrolló rápidamente; pero la mayor parte
rechazaron a Jesús y a la Iglesia naciente. El apóstol S. Pablo, también él
israelita a los centros más importantes del mundo greco-romano, dio al rechazo
de Israel el nombre de “misterios”
(Rom. 11,25): aún esto constituye un misterioso plan divino de salvación
universal.
3.4.2. La predicación de los apóstoles.
Los escritos de Pablo.
Al
comienzo de la predicación de los apóstoles fue solamente oral. Las Sagradas
Escrituras eran al comienzo, tanto para los apóstoles como para los cristianos,
como para Jesús, las mismas de Israel, es decir, el A.T. El órgano transmisor
del mensaje cristiano es la Iglesia, jerárquicamente estructurada en torno a
los doce apóstoles y a Pedro, su cabeza, junto con su tradición viva: ejemplo
de vida, culto e instituciones.
Sin
embargo, los primeros escritos cristianos no tardaron en aparecer, como
testimonios e instrumentos de esa vida tradición. Los primeros textos son del
apóstol S. Pablo, quien dirige diversas cartas a la comunidades por él fundadas
y con las cuales trata de establecer una comunión. Entre los años 50 y 60 : 1 y 2 a los Tesalonicenses, 1 y 2 a los
Corintios, a los Filipenses
(otros las ponen entre las “cartas de la
cautividad”), Gálatas y Romanos.
Del año 61 al 63, mientras S. Pablo está prisionero en Roma, Escribe “las cartas de la cautividad” : Colosenses, Efesios, Filemón. La última
serie de cartas tiene como destinatarios a personas particulares, es decir,
pastores de almas: de ahí el título de “cartas pastorales” que se da a 1 y 2 Timoteo, a Tito. Nos encontramos
en el año 63 al 67, en el caso de que estas cartas sean de S. Pablo. Pero la
crítica descubre en ellas una lenguaje distinto y un cambio en el estilo
respecto a las cartas precedentes del apóstol, así como una diversa situación
histórica y eclesial, que se adapta mejor al último decenio del siglo Y : según pudo haber
utilizado algunos apuntes de S. Pablo.
Todo
este conjunto de la cartas de San Pablo constituye un maravilloso testimonio de
cómo el Evangelio transforma a las personas y a las comunidades. El lector
queda cogido por él : las esperanzas de la comunidad naciente, sus éxitos, los
conflictos internos y el enfrentamiento constante con las religiones y las
culturas externas son en el fondo las mismas de la Iglesia de siempre, incluso
la nuestra.
La carta a los Hebreos,
obra de un discípulos de S. Pablo escrita poco antes de la destrucción de
Jerusalén el año 70, desarrolla una grandiosa tesis sobre la universal
mediación sacerdotal de Cristo y anima a los cristianos, tentados de apostasía.
3.4.3. Los Evangelios Sinópticos.
La
redacción definitiva de los tres
primeros Evangelios, Marcos, Mateo y
Lucas marca otros período literario, que va del 65 al 80 d.C.,
aproximadamente. La Iglesia se difunde ampliamente en el mundo en el mundo y se
aleja cada vez más de los días de Jesús de Nazaret y de Pentecostés; la memoria
oral y vital por sí sola se diluye en el tiempo y corre el riesgo de desvirtuar
la figura, el mensaje y el misterio de Jesucristo; se hace necesario un punto
de referencia escrito, esencial. Nacen así los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, llamados Evangelios Sinópticos porque, dispuestos en columnas paralelas, los
podemos leer de un golpe de vista y descubrir sus semejanzas y divergencias. La
fundamental conformidad del contenido de estos tres Evangelios se explica
gracias a una común tradición oral, homogénea y bien estructurada que ha
precedido a la puesta por escrito de los
Evangelios, al empleo de fuentes comunes escritas y a la dependencia de Mateo y Lucas de Marcos. La
divergencias, por su parte, son debidas, bien a la diferencias de personalidad
y problemáticas de las comunidades destinatarias de los Evangelios (cf. DV 19).
El Evangelio de Marcos
está escrito para cristianos provenientes del paganismo. Con un lenguaje
narrativo popular y un estilo vivo y pintoresco que pone al lector en contacto
inmediato con los hechos, objeto primordial de su narración, el evangelista se
propone revelar progresivamente el misterio de “Jesucristo, Hijo de Dios”
(Mc. 1,1), culminando en la pasión que lo revela como tal al centurión pagano
(Mc. 15,39). Se ha hablado de Marcos como del Evangelio del catecúmeno : una guía para ir gradualmente
introduciéndole en el “misterio del Reino de Dios” (Mc 4,11), por un camino
nada fácil de fe y de seguimiento, a imitación de los Doce.
El Evangelio de Mateo
está escrito para judeocristianos y presenta a Jesús como el Mesías anunciado
por las Escrituras hebreas : Jesús es el Enmanuel, es decir, el Dios-con-nosotros, afirmación que abre
(Mt 1,23) y cierra (Mt 28,20: Yo
estoy-con-ustedes) este Evangelio. Convencido de que el verdadero judío es,
paradójicamente, el que se hace cristiano y entra en la Ekklesia, Mateo es el único
evangelista que pone en boca de Jesús la palabra Iglesia (Mt 16,18 y 18,17). Al
referir las palabras de Jesús, reagrupadas
en cinco grandes discursos, está pensando continuamente en la vida de la
comunidad: un Evangelio que podríamos llamar el Evangelio del catequista, una
larga catequista que guía a los cristianos hacia la formación de una comunidad
y traza por ellos un código de vida comunitaria.
El Evangelio de Lucas
alcanza su singularidad en el hecho de ser el primer cuadro del díptico Lucano
: El Evangelio, que es el tiempo de
Jesús y la historia de Jesús, y de los Hechos de los Apóstoles, que es el
tiempo de la Iglesia. Cuando Lucas escribe, se ha madurado ya el sentido de una
Iglesia dilatada en el largo tiempo de la historia de la salvación y
comprometida en la obra de evangelización y conversión. Su Evangelio invita a
la Iglesia a contrastarse con la solidez
(la asphaleia de Lc. 1.4) de los orígenes, o si se quiere con la auténtica
tradición de Jesús, la única que garantiza una auténtica contemporaneidad de la
Iglesia en cualquier momento de la historia. El Jesús de Lucas es ante todo el
Señor y el Salvador de todos los hombres un Cristo misericordioso en continua
búsqueda de los pecadores, de los pobres, de los marginados; pero cuya
misericordia no atenúa las radicales exigencias del Evangelio, destacadas
particularmente por Lucas, y que el creyente debe traducir a la vida de todos
los días (Lc. 9,23). Después del Evangelio del catecúmeno y del catequista,
tendríamos en Lucas el Evangelio del
cristiano que da testimonio en el mundo.
Los Hechos de los Apóstoles
son una continuación del Evangelio. La Buena Nueva de Jesús Salvador de todos
los hombres se hace ahora la Buena Nueva de Salvación anunciada y testimoniada
por la Iglesia apostólica ante todos los pueblos entonces conocidos. Los Hechos
son una obra abierta, un libro cuya conclusión no es un punto final : el
apóstol de guardia..., y sujeto con una cadena (Hch. 28,16.20), pero “anuncia el Reino de Dios y enseña las
cosas relativas al Señor Jesucristo, con toda libertad y sin impedimento
alguno” (Hch 28,31). La antinomia de Pablo, prisionero pero evangelizador,
es la perenne antinomia salvadora de la Iglesia.
3.4.4. Las epístolas católicas.
Otros
escritos apostólicos (carta de Santiago,
de Judas, 1 y 2 de S. Pedro, 1, 2 y 3 de
S. Juan) se agruparon, después del siglo IV, bajo la denominación de
Epístolas Católicas, es decir, universales, ya que no estaban destinadas a
comunidades particulares, sino a los cristianos en general. Son mensajes, en
forma de carta, escritos por apóstoles o por hombres de su círculo que todas
las generaciones de creyentes deben acoger y vivir : la fe debe ser verificada
por medio de obras (Santiago); los
falsos doctores está ya juzgados (Judas);
debemos estar prontos a responder a cualquier que nos pida razón de la
esperanza que está en nosotros (1 Pedro);
vivir a la espera del día del Señor (2
Pedro), vivir en el amor y amar en la verdad (1, 2 y 3 de Juan). En cuanto a la 2 de Pedro, la crítica está de acuerdo en atribuirla a un discípulo
del apóstol, que escribe a finales del siglo I o comienzos del II.
3.4.5. Los escritos de Juan.
La obra
considerada joanea cierra la colección de los escritos del N.T. Además de las
cartas ya mencionadas, la tradición cristiana desde sus albores ha atribuido al
apóstol Juan el cuarto Evangelio (El
Evangelio de San Juan), un escrito lentamente madurado a lo largo de
sucesivas redacciones las cuales, sin embargo, conservan viva e intacta la
impronta del testigo ocular, el apóstol Juan, su primer autor. La fuerte
personalidad suya y de su tradición, paralela pero independiente respecto a la
que confluyó en los Sinópticos; el nuevo contexto cultural y eclesial es el que
se desarrolla la tradición de Juan; una reflexión más madura sobre la persona
de Cristo sólo posible a finales del Siglo I: todo esto explica suficientemente
la diversidad del Evangelio de S. Juan, que Clemente de Alejandría llamó el Evangelio espiritual. Podría decirse que
es el Evangelio del Creyente contemplativo,
que ha llegado a una esperanza cristiana madura.
En la
aventura tan profundamente humana de Jesús de Nazaret (la sarx-carne del
Verbo), que culmina en la pasión y muerte que constituyen su hora, se hace visible
y tangible la Gloria de Dios, o si se quiere, la Presencia de la verdad y de la
vida que son de Dios y descienden de Dios a través del Verbo encarnado y se
ofrecen a la acogida de la fe. Juan se dirige expresamente al lector
desconocido, llamándolo a entrar en el juego dramático de la opción en pro o en
contra de Jesús ; “Jesús realizó también
delante de sus discípulos otros muchos signos, que no están escritos en este
libro. Y estos han sido escritos a fin de que creáis que Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios y a fin de que creyendo tengáis la vida en su nombre” (Jn
20,30 s). Al leer el Cuarto Evangelio se tiene la impresión de estar asistiendo
a un prolongado proceso, resultado de la revelación progresiva en las acciones
y palabras de Jesús, que pone al espectador en estado de alerta y de lucha y
que concluye con un juicio (Krisis), es decir, con una separación : la
incredulidad culpable de “los judíos”
por una parte, y la fe de los “discípulos”
por otra. Pero el proceso continúa; los contemporáneos de Jesús representan
todos los hombres de todos los tiempos, en cuyo corazón sigue desarrollándose
este mismo drama hasta su definitivo desenlace. La Palabra de Jesús no deja a
nadie como antes, sino que le obliga a mostrar sin compromiso su verdadero rostro,
lo juzga al instante (cf. Jn. 3,19; 12,31). La fe o la incredulidad culpable
anticipa el juicio final.
Finalmente,
el Apocalipsis. El autor de la obra
lleva el nombre de Juan (Ap 1,1. 9; 22,8), pero la firma puede ser fruto del
recurso a la pseudonimia, típica del género literario apocalíptico : quien lo
escribe pretende acogerse idealmente a una célebre figura, con la que siente
especial afinidad. Y de hecho, si algunos temas del Apocalipsis guardan
afinidad con el cuarto Evangelio, su lenguaje (dejando aparte el estilo) se
distancia de él totalmente. Todo hace pensar en algún discípulo del Apóstol
Juan, intérprete apocalíptico en su tiempo del excelso maestro.
El
Apocalipsis es un libro profético (Ap 1,3; 22,7) singular, escrito en un
lenguaje simbólico-misterioso que intenta despertar la conciencia de la Iglesia
en los tiempos de la persecución de Dominiciano, pero al mismo tiempo escapar
al control de los perseguidores y de la censura. En el ambiente privilegiado de
la asamblea litúrgica, uno lee y los demás escuchan, como se dice en Ap 1,3- La Iglesia es urgentemente llamada a la
conversión y a la purificación (cf. Ap 2-3); así purificada, estará en
disposición de “comprender desde el punto
de vista de Dios las cosas que deben suceder” (cf. Ap. 4,1), entender cuál
es su hora dentro de la historia de la salvación (Ap. 4,20). El “libro sellado”, que el Cordero inmolado
pero victorioso abre y leer para la
Iglesia, traza las líneas de su compromiso en la historia : La Iglesia
peregrina en el mundo, testigos y mártir en su perpetuo itinerario pascual,
camina hacia la Nueva Jerusalén, la Nueva Ciudad De Dios y de los Hombres (Ap. 21, 22).
Conclusión.
Hemos
puesto de manifiesto con esta breve historia que el devenir de la Biblia corre
parejo al devenir de la historia del antiguo y del nuevo Israel. Uno como
estudiante y lector piadoso permanente de Sagrada tendrá un modo de profundizar
en la historia bíblica, en la formación literaria de los grandes complejos y de
cada uno de los libros de la Biblia y sobre todo en el mensaje religioso de una
historia “profética” que desafía hoy a la Iglesia y al mundo.[5].
3.5. Arqueología
Muchos
científicos salen de sus libros y quieren investigar el pasado viajando y
recorriendo las ciudades que
aún permanecen en pie,
e incluso desterrando los
escombros antiguos y así vuelven a nuestros ojos lo que fue el pasado con su realidad y su cultura, y su lengua,
su escritura, su
forma de narrar,
de escribir y
vivir. De esto
se ocupa la arqueología.
La
persona que trabaja en la arqueología bíblica, puede tener dos grandes
tentaciones: desvalorizar la Biblia en la que han caído grandes racionalistas que pretender quitarle a
la Biblia lo sobrenatural (Friedrich
Delizch, el cual quería demostrar que toda la Biblia depende del ambiente
cultural babilónico...). La segunda tentación, es querer encontrar en la
arqueología una continua confirmación de la
verdad bíblica, como lo hace
el protestante Keller en su libro "Y
la Biblia tenía razón". La Biblia no necesita ser confirmada por la
arqueología, se basta por sí misma, por ser Palabra de Dios.
La
arqueología es un instrumento, entiéndase bien, un instrumento del que se sirve
hoy el escriturista para comprender mejor la Biblia. A través de todos estos
descubrimientos antiguos se comprender mejor el ambiente, la cultura, religión,
vida social, modo de escribir y narra los antiguos, entre los cuales estaban
los escritores sagrados, que son hijos de su época y de su ambientes.
Los
antiguos Padres y los teólogos de la Edad Media, para explicar una frase
bíblica misteriosa, la comparaban con una griega o latina; hoy se la compara
con una frase contemporánea: ugarítica, acádica, sumeria, egipcia, etc... Todo
esto nos lo ha dado la arqueología.
Ernest Wright: escribe a propósito
de la arqueología :
“El especialista bíblico no
pregunta si la arqueología "prueba" la Biblia. Sabe muy bien que la
respuesta es afirmativa, en cuanto que los descubrimientos bíblicos han
iluminado de múltiples maneras las lenguas, vida y costumbres de los pueblos, su historia... Con todo, el
especialista sabe muy bien que el fin
principal de la arqueología no es probar, sino descubrir; completan el fondeo y
proveen el marco de la historia. Es
una lástima que este afán de probar la Biblia haya viciado tanto libro
asequible al lector medio. Se ha abusado de los datos, las conclusiones
deducidas resultan muchas veces
descaminadas, equivocadas, verdades a medias. Nuestro fin último, no es la "prueba" sino la
"verdad"[6]
Preguntas para el diálogo.
1. ¿
Por qué Israel depende continuamente del poder de las otras naciones?.
2. La
tierra constituye un eje central en la historia del Antiguo Testamento,
¿sabrías decir por qué?
3. ¿Por
qué Israel tiene una situación geográfica privilegiada ?
4.
Resume sus cuatro unidades geográficas.
5. ¿
Qué mención te merece: "La tierra que mana leche y miel", cuándo era
una tierra medianamente
fértil...?
6.
Señala las épocas históricas en la que se puede dividir la historia de Israel.
7. Los
patriarcas son los antepasados de Israel: señala algunas de sus
características.
Estos antepasados marcan una diferencia
esencial con los antepasados de los otros pueblos de la antigüedad. ¿Sabrías
decir cuál es?
8. ¿Qué
representa Moisés para el pueblo de Israel?. ¿En que textos del Éxodo se
encuentra la revelación del nombre de Dios y la Alianza en el Sinaí?
9. Lee
Gen 12,1-8 y Gen 22,1-8. ¿Se puede deducir de estos textos la fe extraordinaria
de Abrahám? ¿Por qué?. ¿Encuentras diferencias entre una fe meramente
intelectual y una fe coherente con la vida ?
10.
Señala algunas de las luces y sombras de la época de oro de Israel?
11.
Señala las causas que originaron la división del reino de Israel.
12. Lee
2Re 17,24-30 y explica el origen de los samaritanos.
13.
Vulgarmente se dice que el profeta es el que predice el futuro. Para ti ¿quién
es un profeta?.
14. El
Exilio fue una época dramática para Israel. Haz una síntesis.
15. El
destierro inaugura una nueva forma de vivir la religión Judía. ¿En que
consistió éste cambio?
16. Haz
una síntesis del exilio fijándote en los siguientes puntos :
- El edicto de Ciro;
- el retorno a Jerusalén y problemas
con que se encuentran;
- el Helenismo. Antioco IV Epífanes.
17.
¿Qué representan los sabios para Israel?.
18.
Enseñanzas de Jesús de Nazaret.
19. La
predicación apostólica.
20.
Cartas Paulinas.
21. Los
evangelios sinópticos : ¿Qué son y que se proponen ?
22. ¿A
quiénes se les llama “Cartas Católicas”?
23.
¿Qué decir de la obra Joánica ?
24. ¿Cuál
es la función de la arqueología dentro del mundo bíblico?
25 ¿Qué opinas de la siguiente afirmación:
"Cosas en las cuáles es imposible que Dios mienta"...?
R.P. Roland Vicente Castro Juárez
[1] Tomado de Milagros,
NADAL, Curso de Iniciación al Antiguo...,
o.c., 19-20.
[2] CHARPENTIER, Etiene, Para leer el Antiguo Testamento, Estella (Navarra), Verbo Divino
1985, 5ta. edición pag 16.
[3] ORTEGA ORCAJO, Rafael, Qué es la Biblia, Puerto Rico, La
Milagrosa 1963, pags.45-50
[4] CARRILLO ALDAY, Salvador M.sp.S pags
26-61; CASTRO TELLO, Carlos, Panorama
del Antiguo Testamento, Lima, Sesator
1981, 14-32
[5] Tomado de MANUCCI, Valerio, La Biblia como Palabra de Dios.
Introducción general a la Sagrada Escritura, DDB, Bilbao 1995 (3ra.
Edición), 74-79.
[6]Citado en ORTEGA ORCAJO, Rafael, o.p. pag
63