HEMOS SIDO LLAMADOS TODOS
1° LECTURA: Jon. 3, 1-5. 10:
Los ninivitas se convirtieron de su mala vida
SALMO: Sal 24: Señor,
enséñame tus caminos.
2°
LECTURA: Cor.
7, 29-31: La representación de este mundo se termina.
EVANGELIO:
Mc.
1. 14-20: Conviértanse y crean en el evangelio.
Vio
a Simón y a su hermano Andrés y les dijo: Síganme y los haré pescadores de
hombres. Inmediatamente le siguieron. Imposible leer esto sin imaginarlo. Las
orillas de lago, la mirada de Jesús, su llamada, y aquel inmediatamente tantas
veces repetido en Marcos y que hace de su evangelio una invitación urgente,
casi ansiosa: Jesús te llama. Me dan tantas ganas de rezar para que muchos
hombres y mujeres respondan a esta llamada tan misteriosa: Ven, tú, vas a ser
sacerdote; ven, tú, serás religioso o religiosa. Esta es desde luego una buena
lectura del texto; está hecho para suscitar vocaciones especiales. Hoy se nos
invita a reflexionar sobre nuestras palabras y nuestros actos respecto a las
“vocaciones”. Pero sería una pena no ver también en ello la llamada de Jesús a
todos los cristianos. Primera señal de esta ampliación de perspectiva: el lugar
que Marcos concede a la llamada de los discípulos. La
pone al comienzo mismo de su evangelio para demostrar que el acto inicial
de Jesús fue reunir a unos hombres a su alrededor y lanzar de este modo el gran
movimiento que se convertiría en la
Iglesia , el nuevo pueblo de Dios. Esa misma llamada continúa
y nos llega hoy a nosotros. Segunda Señal: la forma esquemática de este relato
de vocación. Jesús mira, llama e
inmediatamente le siguen. Es válido para cualquier caso. Cuando nos cuentan en
detalle la vocación de Francisco de Asís. De Teresa de Jesús, de Francisco
Javier o simplemente la de un sacerdote, la admiramos desde lejos: no es para
nosotros. Pero aquí sí que es para nosotros. Estamos ante
el esquema típico de la
llamada de Cristo y de la repuesta que
debe darle cualquier cristiano. Quizás no hayamos comprobado todavía
debidamente que ser cristiano no es solamente rezar el credo, ir a misa y vivir
una moral; es seguir a Cristo.
¿Vuelve
usted a hablar de “vocación”?. Se trata de personas que lo dejan todo, el
negocio, la casa, la familia. Yo no puedo hacerlo. “Seguir a Jesús” Tiene
también otro sentido. Lo vemos cuando Jesús se dirige a toda la gente para
pedirle que tenga fe en él. Seguirle es eso; sobre todo, eso.
Incluso
antes de saber lo que nos va a pedir, hay que creer Jesús, si no, no
aceptaremos nunca sus exigencias. El tiene derecho a hablar, tiene derecho a
decirnos por qué hay que escucharle y por qué hay que seguirle, porque eso es
tener éxito en la vida; porque él es el Hijo de Dios. Sólo él podía a la vez
simplificar nuestra vida y hacerla terriblemente exigente dándonos tan sólo un
mandamiento. Cuando me dice: “¡Sígueme!”, sé lo que esto significa: “¡Ama como
yo he amado!”. Entonces, si quiero vivir realmente esto, tengo la obligación de
“dejarlo todo”: ¿Mi situación y a los míos?. No, sino los pensamientos
ordinarios, las formas ordinarias de obrar, las que no corresponden al
evangelio. Nada, absolutamente nada, tiene que impedirme escucharle, amarle más
que todo. Y hacerlo conocer a mí alrededor, “pescar” hombres para él. ¡Comienza
aquí la aventura!. Lo mismo que para Simón, Andrés, Santiago y Juan. Aventura
intensa y luminosa: “Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no andará en
tinieblas, tendrá la luz de la vida” (Juan 8, 12).
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez