jueves, 27 de abril de 2017

LECTURAS Y COMENTARIO III DOMINGO DE PASCUA CICLO A - 30 ABRIL 2017

SOMOS PEREGRINOS DE EMAUS.


ORACION COLECTA

Que tu pueblo, Señor, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el Espíritu, y que la alegría de haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar gloriosamente. Por Nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-33

El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra:
Escúchenme, israelitas: Les hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, se lo entregaron, y ustedes, por mano de paganos, lo mataron  en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice: Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia. Ahora exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido y lo ha derramado. Esto es lo que ustedes están viendo y oyendo.

SALMO RESPONSORIAL (15)

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.». El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. R.

Bendeciré al Señor que me aconseja; hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena: porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas y mi carne descansa serena. Porque no me entregaras a la muerte, ni dejaras a tu fiel conocer la corrupción. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 17-21

Queridos hermanos: Si llaman Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomen en serio su proceder en esta vida. Ya saben con qué los rescataron de ese proceder inútil recibido de sus padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien. Por Cristo ustedes creen en Dios, que lo resucitó y le dio gloria,  y así han puesto en Dios su fe y su esperanza.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: ¿Qué conversación es esa que traen mientras van de camino?. Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?.  Él les preguntó: ¿Qué?.
Ellos le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo: ¡Qué necios y torpes son para creer lo que anunciaron los profetas!. ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?.
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.  Pero él desapareció.
Ellos comentaron: No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?.
Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir  el pan.

COMENTARIO

¿No han comprendido? ¡Qué torpes son y lentos para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía el Mesías que padecer todo eso para entrar en su gloria? Hasta en el día de pascua, dejémonos reprender por el resucitado. Quizás al decir eso, tenía la sonrisa de las reprensiones amables y muy pronto acabaron también por sonreír los discípulos: ¡A veces es bueno recibir reprimendas de Jesús, vivo ¡Viviente! Cambiemos con él esa misma sonrisa un tanto pícara. Somos peregrinos de Emaús. Avanzamos por el camino de la vida con muchas esperanzas, al principio muy puras, luego cada vez más mezcladas, unas veces cristianas y otras paganas, unas veces claras y otras llenas de ignorancia: “¡Habíamos esperando tanto!”. Dice, y decimos con ellos nosotros. Vinieron las decepciones, cristianas y también paganas. Y llegaron hasta el fondo de su desconfianza: ¡Jesús se había acabado para ellos! De pronto, el encuentro. Tan increíble que al principio no ven nada: “Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos. También nosotros hemos tenido ese encuentro  pero hemos seguido tan cerrados como ellos a lo increíble: ¡Dios ante nosotros, Dios con nosotros!. Aun sabiendo nuestra fe no se despertó lo bastante, nuestro corazón es demasiado lento, seguimos avanzando por la vida como si él no estuviera allí. Pero a veces el corazón arde. “¿No estábamos como sobresaltados mientras nos hablaba explicándonos las Escrituras?”.
¡Las Escritura!. No esperemos avanzar en la fe sin las Escrituras. Toda la biblia, el gran tesoro de la revelación cuya clave nos entrega hoy Jesús: “El Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria”. Muy duro de comprender, muy duro de aceptar, sin embargo Jesús nos tratará cortésmente de tontos o idiotas mientras no interioricemos de veras este secreto de los secretos. La gran trayectoria desde la cruz a la gloria es la historia de Cristo, es la historia del mundo, es la historia de cada una de nuestras vidas. El que comprende este camino de sufrimiento, lo ha comprendido todo.
Los discípulos recibieron el gran secreto; su corazón arde (“Quédate con nosotros”), pero aún no le reconocen. Se necesita la fracción del pan y esta vez comprenden. Aunque “desaparece a su vista”, en adelante seguirá allí, se podrá avanzar con él de la cruz a la gloria.
Inmediatamente tienen un buen reflejo: ir a anunciar la maravilla: “El Señor vive”. Y todos  responden: Es verdad”. Ser cristiano será vivir de esta certeza y comunicarla. Así es como nació nuestra fe con sus tres grandes momentos; la palabra, la eucaristía y el testimonio. Lucas bordó esta página para hacer de ella el esquema de la existencia cristiana vivida como una misa y por tanto  como una aceptación de la cruz. Una aceptación paradójicamente dichosa: se camina hacia la gloria de Dios y se camina con Jesús: “Quédate con nosotros” es una palabra de amor para decir: “Quiero seguir contigo”.-

PLEGARIA UNIVERSAL

El reino de los cielos, es una obra gratuita del Señor, pero también un compromiso solidario nuestro. Oreos para que todos los hombres participen responsablemente en la causa de la salvación. R.- Venga a nosotros tu reino Señor.

1.- Por que la comunidad cristiana custodie la fe pascual de sus padres y de testimonio de la renovación en el Espíritu con obras de justicia y de paz. Roguemos al Señor.

2.-  Para que todas las familias compartan los dones de verdad  y gracia que han recibido y en uso de los bienes materiales den razón de la esperanza que resplandece en Cristo resucitado. Roguemos al Señor.

3.- Para que todos los cristianos que reconocen a Cristo en la Palabra y en la fracción del pan sepan verlo por los caminos del mundo,  y lo socorran cuando está herido y necesitado y los acojan es pobre y forastero. Roguemos al Señor.

4.- Para que todos los renacidos en el bautismo rechacen toda forma de violencia y de mentira, y se adhieran a la realeza de Cristo Señor en sus pensamientos y en sus obras. Roguemos al Señor.

5.- Para que al terminar la celebración litúrgica de la misa, toda nuestra vida anuncie al mundo la reconciliación  la paz.  Roguemos al Señor.

Dios Padre nuestro, que en Cristo resucitado has comenzado la nueva creación, haz que los hijos de la Iglesia, con la gracia del Espíritu Santo, anuncien la perenne novedad del Evangelio. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo, pues en  la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar también del gozo eterno. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Mira, Señor, con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la resurrección gloriosa. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 01: Hch. 6, 8-15; Sal 118;: Jn. 6, 22-29.
Martes 02: Hch. 7, 51—8, 1ª; Sal 30; Jn. 6, 30-35.
Miércoles 03: Gal. 6, 14-18; Sal 117; Jn. 12, 31-36.
Jueves 04: 1Cor. 15, 1-8; Sal 18; Jn. 14, 6-14.
Viernes 05: Hch. 9, 1-20; Sal 116; Jn. 6, 2-59.
Sábado 06: Hch. 9, 31-42; Sal 115; Jn. 6, 6-69.
Domingo 07: Hch. 2, 14ª.36-41; Sal 22; Pe 2, 20b-25.


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 24, 13-35
Par: /Mc/16/12-13

1.- El evangelio de Emaús es demasiado conocido para que sea necesario describir toda su riqueza; su tono, tan humano, hace resonar un eco tan profundo en nuestros corazones, en el corazón de todos sus oyentes, que cualquier comentario corre el peligro de alterar su excepcional transparencia. Arriesguemos, no obstante, algunas sugerencias.
Leído a continuación de las frases paulinas de las segundas lecturas, el episodio de los peregrinos de Emaús aparece como la celebración de la renovación que la resurrección de Jesús opera en aquellos que aceptan tal mensaje. Al final de su larga marcha, los dos discípulos están renovados por completo. Su comprensión de la vida ya es "otra". Hasta entonces, veían en la muerte el fracaso último de la humanidad. A sus ojos, cualquiera, por gran profeta que hubiera parecido, "por poderoso en obras y en palabras" que hubiese podido ser "delante de Dios y todo el pueblo", cualquiera que es "condenado a muerte y crucificado", corona su vida con un fracaso radical que destruye todo su significado. Ahora bien, esa teoría sobre la existencia, teoría que la experiencia corriente corrobora, es la que es falsa desde ahora.
Debido, en primer término, al Antiguo Testamento, que anunció por la voz de "Moisés y de los Profetas" que un hombre, el Mesías, tras haber soportado tales sufrimientos y experimentado el fracaso que significaban, "entraría", no obstante, "en la gloria" y obtendría el éxito verdadero.
Y ese anuncio de un vuelco tan categórico de las cosas, objeto por largo tiempo de una promesa, se ha hecho, a partir de ese día, realidad. El compañero de camino de los dos discípulos es "Jesús, el Nazareno", el mismo sobre el que se lamentaban los dos viajeros, a quien "concernía" la enseñanza de Moisés y de los Profetas, el que vive el destino inédito que aquellos héroes del pasado habían definido de antemano. Tras haber "soportado los sufrimientos predichos", "entra ahora en su gloria".
Se trata, pues, de una comprensión de la vida totalmente renovada, que Jesús, con su recuerdo del Antiguo Testamento, con su palabra, con su propia presencia, ofrece a los discípulos. Una teoría de las cosas que empalma con sus íntimas aspiraciones: se lo dicen uno a otro, reconociendo que la palabra de Jesús avivaba en ellos un deseo que el tema de la muerte había como sumido en el olvido.
Señalemos dos aspectos de esta renovación total que modifica la persona de los discípulos. En primer lugar, que esta novedad es necesariamente objeto de un compartir, de una comunicación, de un testimonio. No es posible guardar para sí tan "buena noticia". Una vez que se les muestra la verdad, los discípulos se van precipitadamente a Jerusalén para compartir su experiencia y proclamar su descubrimiento... El autor, además, señala un rasgo sugestivo: Jesús termina su comunicación con la fracción del pan.
En este gesto, en que san Lucas ve el acto eucarístico, el evangelista percibe como el espejo en el que aparecen en claro los rasgos de Jesucristo esbozados ya por "Moisés y los Profetas": ¿no es en ese momento cuando ambos compañeros reconocen a Jesús? La Eucaristía no celebra a un muerto, sino que proclama que el que estaba muerto vive, y corresponde a esta nueva representación de las cosas que sitúa la gloria más allá de los sufrimientos. Participar en la Eucaristía es adherirse a una comprensión de la vida que encuentra su realización en Jesucristo vivo, resucitado.
Decididamente, para los cristianos que celebran la Pascua, nada puede en absoluto ser como antes.
Louis Monloubou, Leer y Predicar el Evangelio de Lucas, Edit. Sal Terrae Santander 1982.Pág 315



2.- La narración parte de Jerusalén y termina en Jerusalén. Un mismo itinerario inversamente recorrido: de Jerusalén a Emaús (vv.13-32) y de Emaús a Jerusalén (vv. 33-35). Pero, para Lucas, Jerusalén es algo más que una ciudad. Es el lugar donde están los once y los demás. Jerusalén es el grupo creyente. Los dos de Emaús han abandonado el grupo y retornan a él.
Cuando retornan se encuentran con un grupo que ya cree en Jesús resucitado (v. 34). No son, pues, los dos de Emaús los que hacen que el grupo sea creyente. Este dato es importante a la hora de determinar el sentido del relato: éste no va en línea apologética (demostrar la resurrección de Jesús), sino en línea catequética (mostrar las vías de acceso a Jesús resucitado, cómo encontrarse con Jesús resucitado). Los destinatarios del relato no son los que rechazan la resurrección de Jesús, sino los cristianos que no han tenido el tipo de acceso que tuvieron los testigos presenciales. En los dos de Emaús estamos tipificados todos los cristianos que no hemos tenido el tipo de acceso a Jesús que tuvieron los testigos presenciales.
¿Cuáles son nuestras vías de acceso a Jesús? En primer lugar, la lectura profundizada del A.T. (vv. 25-27). En segundo lugar, y como culminación de la anterior, la celebración de la Eucaristía.
Es en esta celebración donde finalmente se abren nuestros ojos para reconocer a Jesús (v. 31). El encuentro interpersonal, dicen los psicólogos, sólo se da en la medida en que nos situamos en una realidad que nos trasciende a todos, al mismo tiempo que nos constituye. Esta realidad es la celebración eucarística en su doble vertiente de Palabra y de Comida.
Dabar 1981/29



3.- Para la liturgia, la semana de Pascua constituye una perfecta unidad con el mismo día de la resurrección (el prefacio nos hace decir todos los días de la semana: "en este día". No es fácil, ni incluso posible, establecer un determinado orden entre las diversas apariciones relatadas por los evangelistas.
"Si bien es verdad que ellos están de acuerdo al referir la aparición inicial del ángel (Mt 28. 5-7; Mc 16. 5-7; Lc 24. 4-7; Jn 10. 12-13), los cuatro evangelistas divergen en lo que respecta a la apariciones del mismo Jesús".
"La comparación con la detallada y tan antigua enumeración de 1 Co 15. 5-7, demuestra, por lo demás, que cada evangelista no quiso relatar todas las apariciones de Jesús resucitado".
En todo caso, resulta difícil señalar con precisión la fecha de algunas apariciones. Sin embargo, es cierto que el primer día de la resurrección fue un día repleto. Citemos las apariciones que entre todos refieren y sitúan en esta jornada histórica: a María Magdalena en el huerto (Jn 20. 11-18); a Pedro (alusión en Lc 24.34, consignada también en 1 Co 15. 5); siempre dentro de esta jornada, al caer de la tarde tiene lugar la conversación con los discípulos de Emaús y después la aparición a los once. El estupendo relato del reencuentro de Emaús nos recuerda a su modo la importancia capital, esencial, única, de la resurrección para nuestra fe. Hay cristianos que dan la impresión en ocasiones de conceder una importancia demasiado exclusiva a la muerte redentora del Salvador. Los discípulos de Emaús constituyen un ejemplo estupendo de los creyentes que detienen su creencia en la muerte... Les falta lo principal, lo que da sentido a todo lo demás, incluso a esa muerte que, sin la resurrección, es un fracaso: "Nosotros esperábamos", en imperfecto.
Este pasaje tiene para nosotros un especial interés. Es la primera vigilia bíblica del N.T., ¡y bajo la dirección de qué celebrante! "Comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a él se refería en todas las Escrituras".
Ahí tenemos el hilo conductor y el plan ideal de una velada bíblica sobre un tema determinado: recorrer el A.T. bajo un punto de vista concreto y desembocar en Cristo que es la realización del mismo.
Esta "velada bíblica" de Emaús no es la única que en esta tarde dirige el celebrante extraordinario que es el Señor. En efecto, el evangelio de Lc, en el relato que hace de la aparición a los once de la misma tarde del día de la resurrección, nos dice: "Jesús les dijo: era preciso que se cumpliera todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos de mí. Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras" (Lc 24. 44-45).
Es característico señalar la unión existente entre estas meditaciones bíblicas y la comida. Cuando tiene lugar la aparición a los once, Jesús come con ellos para disipar toda duda sobre la realidad de su presencia (Lc 24. 43). Ya hemos leído que la conversación de Emaús desemboca en una comida. Incluso muy bien puede suceder que se trate de la primera eucaristía que fuese, a diferencia de la Cena, el Memorial de una realidad cumplida; en este caso tendríamos ahí el modelo de todas nuestras misas: Palabra y después Pan (Lc, al emplear aquí este término técnico -Fracción del Pan- que repetirá en Hch 2. 42, piensa, sin duda, en la Eucaristía.-Biblia de Jerusalén. Nota relativa a Lc 24. 35).
L. Heuschen, La Biblia cada semana, Edic. Marova, Madrid 1965.Pág 165



4. 
Buscar todo "lo bueno" que un hombre puede compartir con otro hombre, cualquiera que éste sea, es hacer un camino que, según la fe cristiana, desemboca en la fraternidad universal. Jesús caminaba junto a dos hombres que sólo iban a Emaús. Estos andaban un camino muy corto; aquél, resucitado, acababa de comenzar con su vida y con su entrega a la muerte un camino mucho más largo y ambicioso, el camino del hombre, de todo hombre hacia el Reino de Dios. Unos y otros, al partir y al compartir, se juntaron en una misma marcha hacia un mismo destino.

Eucaristía 1990/21


Este evangelio es -precisamente porque refleja nuestro propio camino de fe- un retrato de la Eucaristía que celebramos cada domingo. Cuando nos juntamos para la celebración hemos estado haciendo camino, durante la semana, con ilusiones y decepciones, con momentos de búsqueda y de duda, con experiencias dolorosas y otras de alegría. Es el camino de Emaús. Y aquí, en la asamblea, los compartimos con Jesús, en la Escritura. Los "sucesos" de nuestra vida los ponemos ante los "sucesos" vividos por Jesús. La Palabra viva del Señor "enciende nuestros corazones" y da una nueva luz a todo aquello vivido. Después, en el gesto de compartir la mesa, renovamos aquel gesto del Señor, la fracción del pan, y todos sus actos de amor a hombres y mujeres concretos.
Jesús se nos hace presente y se nos hace alimento. Finalmente nos levantamos y volvemos al lugar de donde hemos venido, nos disponemos a rehacer el camino, a vivirlo con nueva ilusión, a anunciar a los demás la alegría de haber visto al Señor.
J. Romaguera, Misa Dominical 1990/09



La fe en JC tiene además una historia personal que acontece en cada individuo. Al comienzo de esa historia se encuentra casi siempre la admiración. Y es que nos admiramos cuando topamos con algo que, anteriormente, no nos habíamos encontrado, que sobrepasa nuestra capacidad de imaginación y de lo que en adelante ya no nos podemos deshacer; ésta es, precisamente, la experiencia del evangelio cuando en él se describe que "ardía el corazón".
Eucaristía 1987/22



7.- Texto: Este domingo no está tomado de Juan, sino de Lucas. Muy en consonancia con los gustos de este autor, el texto es un relato de viaje o de camino. Pero el sentido del camino que hacen los dos discípulos es exactamente el contrario del que habían hecho antes siguiendo a Jesús. Contrario en geografía, porque se marchan de Jerusalén; contrario sobre todo en motivación, porque el camino que ahora hacen es el de la desesperanza. "Nosotros teníamos la esperanza de que él fuera el libertador de Israel". El término "libertador" y la expresión "libertador de Israel" son característicos de Lucas. Remiten a la expresión "liberación de Israel", usada en los comienzos de la obra para expresar las esperanzas del pueblo, representadas por Simeón (Lc 2, 25) y por Ana (Lc 2, 38). Esta liberación debía ser función del Mesías. Ya desde esos comienzos ha dejado Lucas muy claro su punto de vista: Jesús es el Mesías y, consiguientemente, el libertador de Israel.
Los dos discípulos, en cambio, han dejado de compartir este punto de vista. La condena a muerte de Jesús por la autoridad competente les cierra toda posibilidad de ver en Jesús al libertador de Israel. La cruz no encajaba en sus esquemas de Mesías y por ello mismo era un escándalo y un obstáculo insalvable. De ahí su camino de desesperanza. CZ/ESCANDALO: El desconocido caminante que se ha unido a los dos discípulos les echa en cara su desconocimiento del Antiguo Testamento. La frase "lo que anunciaron los profetas" es una expresión que designa al Antiguo Testamento en su totalidad. La cruz del Mesías no es un escándalo; es una misteriosa necesidad recogida en todo el Antiguo Testamento.
La hospitalidad de los dos discípulos hace posible el reconocimiento definitivo del desconocido en la mesa al partir el pan, en clara preferencia al gesto de la cena del Señor de Lc.22, 19. Los dos discípulos pueden así rehacer el camino a Jerusalén y formar parte del grupo cristiano, el cual lo es por vivir la certeza de la resurrección de Jesús. Comentario: Es bastante perceptible que la finalidad de Lucas es didáctica: hacer ver que al libertador o Mesías se le encuentra en la lectura de la Palabra de Dios y en la celebración de la Eucaristía. El relato no responde al qué, sino al dónde. No pretende hacer ver que Jesús ha resucitado, sino dónde encontrar a Jesús resucitado.
Biblia y Eucaristía. Lectura y celebración. Ambas le son necesarias al cristiano si ha de ser portador de esperanza.
A.   Benito, Dabar 1990/26
B.    


La narración parte de Jerusalén (v. 13) y termina en Jerusalén (v. 33). Un mismo itinerario inversamente recorrido: de Jerusalén a Emaús, salida de (vs. 13-32), de Emaús a Jerusalén, vuelta a (vs. 33-35). Pero para Lucas Jerusalén es algo más que una ciudad; es el lugar donde están "los once y los demás" (vs. 9 y 33). Jerusalén es algo más que una referencia geográfica; es una referencia a un grupo de personas. A este nivel hay que hablar de abandono del grupo y retorno al grupo.
La situación del grupo es distinta al comienzo y al final del relato. Al comienzo es una situación de incredulidad (cfr. 24, 11: "Ellos lo tomaron por un delirio y se negaron a creerlas").
Al final es una situación de fe (cfr. 24, 34: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón"). Nótese que esta situación existe ya cuando los dos de Emaús se reencuentran con el grupo; no son ellos los que la crean. Este dato literario es muy importante para detectar el sentido del texto.
Fijémonos detenidamente en el v. 34. Es una exclamación entusiasta. Pero en esta exclamación puede distinguirse un doble momento: "El Señor ha resucitado", "se ha aparecido a Simón". Es decir, el v. 34 reproduce en pequeño lo que el lector ha podido ver desarrollado en los vs. 13-32. La creencia en Jesús resucitado descansa en unos testigos presenciales en nada predispuestos a tal creencia. La fe en la resurrección tiene una base pericial suficiente para generar una certeza histórica. La estructuración global del relato y la particular del v. 34 están al servicio de esta certeza. Lucas viene a decir lo siguiente: la fe en la resurrección de Jesús está fundamentada en criterios de autenticidad histórica. Por consiguiente, añadimos nosotros, la opción creyente es más fidedigna que la no creyente. Pero esta última afirmación es sólo un añadido nuestro. El análisis literario revela que la finalidad de Lucas al componer el relato no va por la línea apologética (demostrar la resurrección de Jesús). La finalidad de Lucas es catequética: mostrar las vías de acceso a Jesús resucitado, cómo encontrarse con Jesús resucitado. Los destinatarios del relato no son los que rechazan la resurrección de Jesús, sino los cristianos que no han tenido el tipo de acceso que tuvieron los testigos presenciales.
El paradigma de estos cristianos son los dos de Emaús. Ellos experimentan el desencanto y la duda. El símbolo de esta experiencia es el camino de Emaús (cfr. vs. 13-14. 21-24). Es un camino de retirada, de falta de visibilidad (v. 16). ¿Por qué asustarnos si hacemos esta misma experiencia? Teniendo a la vista esta experiencia y en respuesta a la misma compone Lucas el relato. Una primera vía de acceso a Jesús resucitado es la lectura profundizada del Antiguo Testamento (vs.25-27). ¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras? (v. 32). Una segunda vía, culminación de la anterior, es la fracción del pan (v. 30), término técnico para designar la Eucaristía (cfr. Hech. 2, 42; 20, 7). Es aquí donde finalmente "se les abrieron los ojos y lo reconocieron" (v. 31). En la Palabra y la Cena (las dos partes de la Misa) es donde nos encontraremos también nosotros con Jesús resucitado. Este encuentro del mismo tipo (tipo de encuentro, no tipo de acceso; no hay, pues, contradicción con lo escrito anteriormente) al vivido por los primeros testigos. Ellos garantizan un encuentro por el tipo de acceso que tuvieron a él, pero no son los únicos en poder vivir el encuentro con el resucitado; también nosotros podemos vivirlo si escuchamos la Palabra e insistimos en hospedar al que viene tan desapercibidamente que puede confundírsele con unas raciones de pan y vino.
Dabar 1978/25



9.- Jesús alcanza a estos dos discípulos que marchan hacia Emaús que dista de Jerusalén unos treinta kilómetros. Ellos han oído hablar a las mujeres sobre la tumba vacía, pero, al parecer, no hacen mucho caso de esta noticia. Jesús les invita a conversar con él mediante su pregunta y ellos se desahogan contándole los sucesos que han tenido lugar en Jerusalén. Su situación de ánimo es significativa y debe considerarse que era común entre todos los discípulos de Jesús. Vieron en el Maestro a un gran profeta, acreditado por sus palabras y obras ante todo el pueblo; pero al fin sucedió lo incomprensible: sus enemigos, los que ostentaban el poder temporal y espiritual de Israel, lo han crucificado.
Estos discípulos no culpan de la muerte de Jesús al pueblo, sino sólo a las autoridades. En el Profeta de Nazaret creyeron haber encontrado al Mesías prometido que libraría a Israel de todas las opresiones, y ahora resulta que, antes de iniciar su obra, ha sucumbido ante sus enemigos sin que Dios haya intervenido ni antes ni después de su muerte. Por eso no comprenden nada y marchan derrotados y sin esperanza, que ya han pasado tres días y el "asunto" del Nazareno parece haber sido liquidado para siempre.
Si hubieran contado con la resurrección, estos discípulos hubieran recibido con gozo la noticia de las mujeres y no hubieran dejado que su escepticismo les quitara la esperanza. Jesús no les reprocha su falta de fe, sino su falta de entendimiento para comprender las Escrituras. Ellos sólo habían tenido ojos y oídos para la gloria del Mesías, pero no comprendieron una sola palabra de lo que habían anunciado los profetas sobre el "Siervo de Yavé". No comprendieron que el camino hacia la gloria pasaba por la cruz. No comprendieron que Jesús "tenía" que padecer según el plan de Dios y según lo que él mismo les había dicho repetidamente (9, 22; 13, 33; 17, 25; 22, 37; 24, 44) Y no comprendieron nada de esto porque estaban llenos de prejuicios sobre un mesianismo a ras de tierra y de los problemas meramente temporales de Israel. Jesús les muestra cuán equivocados andaban y les interpreta el sentido de los textos mesiánicos del A.T. Pero no les recuerda lo que él mismo ya había anunciado porque todavía no quiere darse a conocer.
Jesús quiere hacerse invitar por los dos discípulos, según el modo de hablar de los judíos, "el día va de caída" a partir de mediodía. No hace falta pensar que fuera excesivamente tarde.
Para honrar a su huésped le invitan a que presida la mesa. Y según era costumbre entre los judíos, Jesús pronunció la acción de gracias, bendiciendo a Dios por el pan, lo partió y les dio para que comieran. En este momento le reconocieron. Jesús resucitado se les manifestó y ellos se convirtieron en sus testigos. Naturalmente, corrieron a comunicar la noticia.
Eucaristía 1981/22



10.- El camino a Emaús es el camino de la fe a partir de la vida y acción ("¿eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?"), el camino del reconocimiento, el camino de experimentar como se van abriendo los ojos (te son abiertos y no sabes cómo), escuchando la Palabra de Dios y participando de la fracción del pan, alrededor del Resucitado (un ausente presente).
Lucas, a partir de un "material común", elabora una preciosa catequesis cristológica sobre la fracción del pan y sobre cómo se lee la Escritura desde el acontecimiento pascual. La clave interpretativa gira alrededor del hecho de reconocer a Jesús resucitado, que, al mismo tiempo, implica la misión de anunciarlo vivo. Esta catequesis tiene como marco "el primer día de la semana" (Día del Señor) y como objetivo posibilitar que los ojos "te sean abiertos" después de participar en la escuela de la Palabra y en la fracción del pan, aspectos de la presencia del Resucitado (en un contexto de ausencia: "pero él desapareció").
Es necesaria la iniciativa de Jesús: "se acercó y se puso a caminar con ellos"; pero, sus ojos eran incapaces de reconocerlo.
Al final del camino (que, a pie, notemos, es largo, y que parte del lugar clave: Jerusalén), "a ellos se les abrieron los ojos" (gratuitamente, no por iniciativa suya) "y lo reconocieron " (cumbre del texto).
Una vez lo han reconocido, vuelven a Jerusalén, donde con los Once hacen la profesión de fe (cf. 1C 15,4-5). Lucas hace coincidir la reunión de todos los discípulos en Jerusalén porque es desde allí, una vez recibido el Espíritu Santo, que el anuncio pascual se extenderá a todos los rincones de la tierra (cf.continuación en el Libro de los Hechos). La escena del camino de Emaús no tiene paralelos en los evangelios, excepto un eco en el final canónico de Mc 16,9-20(vv. 12-13).
Jaume Fontbona, Misa Dominical 1990/09



11.- Como otros relatos y secciones de la obra lucana, este relato tiene una estructura concéntrica bien definida, al servicio del interés teológico. El encuentro del eunuco con Felipe que hallamos en el libro de los Hechos de los Ap6stoles sigue una estructura idéntica al relato de los dos discípulos de Emaús.
Desde la salida de Jerusalén hasta la vuelta, diversas correspondencias convergen en el centro: "¡El está vivo!" El intento de Lucas es mostrar la presencia viva del crucificado-resucitado entre sus discípulos.
La tristeza inicial contrasta con la alegría del final que hay que comunicar inmediatamente.
Los dos discípulos hablan de Jesús de Nazaret, de sus obras y palabras poderosas, de su crucifixión. Jesús les dará el sentido de su vida a la luz de las Escrituras. Ellas hablan de Jesús. Jesús habla de ellas.
La fe en Jesús resucitado no nace del sepulcro vacío, sino del encuentro con él. Lucas centra este encuentro en las Escrituras (que preparan el corazón) y en la Eucaristía (lo reconocen al partir el pan).
Ni que decir tiene que, además del mensaje central de este relato, hay una infinidad de elementos vitales que Lucas sabe describir o insinuar con una gran belleza y eficacia, y que nos pueden ayudar a comprender el itinerario de la fe.
J. M. Grané, Misa Dominical 1993/06



El relato de la aparición a los discípulos de Emaús nos presenta la experiencia de dos discípulos el día de Pascua. Son dos seguidores de Jesús -uno de ellos se llamaba Cleofás (v 18) y no pertenecía al grupo de los once.
El episodio transmite, con un arte difícil de igualar, una experiencia humana única, en la que advertimos tanto el abatimiento y la desolación por lo que había acontecido a Jesús de Nazaret como el renacimiento de la esperanza gracias a una manifestación del resucitado. El encuentro (13-16) y el diálogo (17-27) permiten ver los límites de la fe que aquellos discípulos tenían puesta en Jesús. Veían en él a «un hombre y profeta poderoso» (19) que hubiera podido redimir a Israel como un nuevo Moisés -también llamado profeta poderoso en Hch 7,22-35-, pero no habían descubierto todavía que Jesús redimiría a Israel precisamente a través de su muerte y resurrección. Habían oído los rumores de las apariciones de los ángeles a las mujeres, afirmando que «Jesús estaba vivo» (23; cf. v 5 y Hch 1,3- 25,19), pero no las habían creído. Haciendo camino (25-27), Jesús les interpreta las profecías del AT, que anunciaban el sufrimiento del Mesías (cf. Lc 18,31- Hch 26,23). Así les ayuda a aceptar que la pasión de Jesús era su camino hacia la gloria (26; cf. Lc 9,22; 22,69).
La escena en la que culmina la narración es -como en todas las apariciones del resucitado- la del reconocimiento: «se les abrieron los ojos y lo reconocieron» (31) Eso ocurría cuando Jesús, al ser convidado a casa de uno de ellos, tomó la iniciativa de bendecir, partir y darles el pan. Jesús quiere que le reconozcan al principio de la cena, mientras él, bendiciendo el pan, cumple la función de cabeza de familia. Al descubrirlo los dos, se les hace invisible, porque su presencia gloriosa no es ya la misma que la de su vida terrena.
El final de la narración nos presenta a los discípulos corriendo a comunicar la noticia a los once y a sus compañeros (33). Los encuentran comentando lo que le había pasado a Simón: «Verdaderamente el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón» (34). La narración incorpora así otra aparición del resucitado, en este caso a uno de los once, aparición referida también en la primera carta a los corintios (15,5).
D. Roure, La Biblia día a día, Comentario Exegético a las lecturas, De la Liturgia de las Horas, Ediciones Cristiandad.Madrid-1981.Pág. 886 S.



viernes, 21 de abril de 2017

LECTURAS Y COMENTARIO II DOMINGO DE PASCUA CICLO A - 23 ABRIL 2017

QUE POR LA FE TENGA VIDA


ORACION COLECTA

Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado del espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 42-47

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

SALMO RESPONSORIAL (117)

Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R.

Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. Escuchen: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. R.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 3-9

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que les está reservada en el cielo.
La fuerza de Dios los custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.
Alégrense de ello, aunque de momento tengan que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe de más precio que el oro que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego
llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo nuestro Señor.
No han visto a Jesucristo, y lo aman; no lo ven, y creen en él; y los alegran con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de su fe: su propia salvación.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:  Paz a ustedes.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo.
Y dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonan los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los doce, llamado El Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor.
Pero él les contesto: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: Paz a ustedes.
Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su Nombre.

COMENTARIO

Se compone de un relato en dos tiempos y de un epílogo o comentario final del autor a todo el Evangelio. El relato arranca al atardecer del mismo día en el que, de madrugada, Pedro y el discípulo amado habían comprobado que el sepulcro de Jesús estaba vacío. El lugar es un espacio cerrado a causa de un miedo al exterior humano. Jesús se hace presente en ese espacio y su presencia comunica paz e infunde alegría a los encerrados. Y con la paz y la alegría, el aliento de un envío a imagen y semejanza del envío de Jesús por el Padre.
La segunda parte del texto nos lleva a una problemática distinta, aunque ya insinuada el domingo pasado en Jn. 20, 1-9. "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que creen sin haber visto".
Tomás ha puesto condiciones para poder creer que Jesús está vivo. De nuevo se hace Jesús presente comunicando paz, e inmediatamente se dirige al hombre que había puesto condiciones. Jesús no le reprocha su actitud, pero declara superior la exhibida por el discípulo amado en Jn. 20, 8: sin haberle visto a él, ha creído, sin embargo, que él estaba vivo.
Por un lado Juan pone de manifiesto que la convivencia física con Jesús no es criterio suficiente para entender a Jesús en profundidad. Por otro, adelanta que esta inteligencia de Jesús puede darse en los que no han convivido físicamente con El. Juan no niega ni minusvalora el papel de los testigos oculares o, más en concreto, de los Doce. Sencillamente, rompe una lanza en favor de los que no han convivido con Jesús. Se trata de una problemática fundamental vivida intensamente en las primeras comunidades cristianas. Exponentes de la misma son el libro de los Hechos y las Cartas de Pablo. El texto de este domingo nos proporciona la gran alegría de saber que hoy podemos entender a Jesús incluso mejor que los que convivieron con El. Estamos realmente en el tiempo pascual
Los dos últimos versículos no se refieren sólo al relato de hoy, sino que tienen en cuenta la totalidad de la obra. Los interlocutores son el autor y sus lectores. El autor se dirige directa y explícitamente a los lectores, nosotros por ejemplo. Nos habla de su labor de selección y del móvil que le ha llevado a escribir.

PLEGARIA UNIVERSAL

Dirijamos nuestra oración a Dios nuestro Padre, para que la comunidad cristiana, confirmada en la fe, de razón de su esperanza ante todos los hombres. R.- Padre, santifica en la verdad a tu Iglesia.
1.- Por todo el pueblo cristiano, convocado en el día del Señor, resucitado de la semana; para que manifieste la presencia del Cristo resucitado con la alegría de vivir en un mismo lugar y con el mismo corazón. Roguemos al Señor.

2.-  Por nuestra comunidad; para que crezca junto a los recién bautizados, como una verdadera familia de Dios, asidua a la   escucha de la Palabra, perseverante en la oración, testigo  en la caridad fraterna. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los que viven la experiencia del dolor: para que no se dejen vencer por el desánimo, sino que, por la fuerza de la fe y la solidaridad de los hermanos, sientan que el Señor está cerca de cada uno de ellos. Roguemos al Señor.

4.- Por el cristiano que duda, por el incrédulo que quisiera crecer, y por todos los que buscan con amor la verdad: para que, iluminados por la gracia pascual, reconozcan que no hay otro hombre fuera de Cristo que pueda salvarnos. Roguemos al Señor.

5.- Por todos los aquí presentes: para que nos dejemos evangelizar con un corazón dócil y seamos resonancia viva de la Palabra que nos salva. Roguemos al Señor.

Oh Dios, Padre nuestro, principio y fuente de todo don; que el Espíritu de tu Hijo resucitado nos introduzca en la plenitud de la verdad pascual y nos inspire los gestos y palabras para testimoniarlas en la realidad humana de nuestro tiempo. Por Cristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor las ofrendas que (junto con los recién bautizados) te presentamos y haz que, renovados por la fe y el bautismo, consigamos la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Concédenos, Dios Todopoderoso, que la fuerza del sacramento pascual, que hemos recibido, persevere siempre en nosotros. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 24: Hch. 4, 23-31; Sal 2; Jn. 3, 1-8.
Martes 25: Pe. 5, 5b-14; Sal 88; Mc. 16, 15-20.
Miércoles 26: Hch. 5, 17-26; Sal 33; Jn. 3, 16-21.
Jueves 27: Is. 6, 1-8; Sal 116; Cor. 4, 1-5; Mt. 28, 16-20.
Viernes 28: Hch. 5, 34-42; Sal 26; Jn. 6, 1-15.
Sábado 29: Hch. 6, 1-7; Sal 32; Jn. 6, 16-21.
Domingo 30:  Hch. 2, 14.22-33; Sal 15; 1Pe 1, 17-21; Lc. 24, 13-35..


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 20, 19-31

2.
Comentario. Lo que un eminente exégeta escribía hace treinta años sobre el relato de la Pasión en el cuarto evangelio puede también aplicarse al relato de la Pascua: "No se trata de una construcción hecha con miras a ilustrar unas ideas, sino una interpretación teológica de una historia verdadera". Esta historia parte de una situación de miedo a las autoridades judías. La situación no es nueva en la obra. Es ya la cuarta vez que el autor la menciona (las otras tres en Jn. 7, 13; 9, 22; 19, 38). Por Jn. 7. 11-13 se ve claro que el miedo no es al pueblo judío, sino a sus autoridades. Este miedo encierra, incapacita, esteriliza. "En esto entra Jesús". Al autor no le interesa el cómo ni el modo. Lo importante es el hecho. Jesús está ahí, es la misma persona que había convivido antes con los que ahora están incapacitados por el miedo. "Paz a vosotros". Por dos veces resuena la frase. En vez del miedo, la paz. Esta debe ocupar el espacio interior del que antes se adueñaba el miedo. El corazón de los discípulos se distiende y la alegría termina por aflorar a sus rostros. "Paz a vosotros". El cambio ya se ha producido. No tiene ningún sentido seguir encerrados. "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Padre, Jesús, cristianos (el término discípulos tiene en Juan este sentido amplio). Los cristianos son a Jesús lo que Jesús es al Padre. Jesús está ahí para desvelarles su identidad. Son sus enviados, como El lo es, a su vez, del Padre. Por eso deben tener su mismo talante. "Recibid espíritu santo". La presencia del artículo determinado "el" en la traducción litúrgica puede desorientar un poco. El autor no está escribiendo en términos trinitarios, sino en términos de tipo o calidad de existencia. Es difícil condensar en unas línea lo que Juan entiende por espíritu y que ha ido desentrañando a lo largo de su obra. Algo, sin embargo, nos puede orientar el hecho de que Juan maneja el lenguaje por oposición-negación. Jesús, por ejemplo, ha sido presentado de esta manera en Jn. 1, 17. El cuarto evangelio se abre con la gran oposición gracia-verdad por un lado y ley por otro. De ahí a la oposición espíritu-letra media sólo un paso, el formulado explícitamente bajo espíritu-carne en Jn. 3,6. Letra (autoridades judías) frente a espíritu (Jesús). Anquilosamiento frente a movilidad; rigidez frente a fluidez. "El espíritu sopla donde quiere, oyes el ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Eso pasa a todo el que ha nacido del espíritu" (Jn/03/08). Estos son los cristianos en su calidad de enviados de Jesús. Dan curso a una forma de existencia opuesta al atenazamiento y al miedo, característicos de la forma de existencia bajo la ley.
La segunda parte del texto nos lleva a una problemática distinta, aunque ya insinuada el domingo pasado en Jn. 20, 1-9. "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que creen sin haber visto".
Por un lado Juan pone de manifiesto que la convivencia física con Jesús no es criterio suficiente para entender a Jesús en profundidad. Por otro, adelanta que esta inteligencia de Jesús puede darse en los que no han convivido físicamente con El. Juan no niega ni minusvalora el papel de los testigos oculares o, más concreto, de los Doce. Sencillamente, rompe una lanza en favor de los que no han convivido con Jesús. Se trata de una problemática fundamental vivida intensamente en las primeras comunidades cristianas. Exponentes de la misma son el libro de los Hechos y las Cartas de Pablo. El texto de este domingo nos proporciona la gran alegría de saber que hoy podemos entender a Jesús incluso mejor que los que convivieron con El. Estamos realmente en el tiempo pascual.
A. Benito, Dabar 1985, 23

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3. COR/PERSONA
No faltan comentaristas que establecen una relación entre "credere" y "cor-dare", entendiendo el corazón como la realidad que totaliza a la persona

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4. DO/ORIGEN.
La liturgia invita a subrayar el sentido del domingo, manteniendo este evangelio -que constituye un precioso tejido teológico- en cada uno de los tres ciclos. El día del Señor es el día en que celebramos la fe pascual y la irrupción de la eternidad de la Trinidad en nuestra historia, lo celebramos alrededor de Jesús resucitado como centro de la vida de la comunidad de los discípulos.
J. Fontbona, Misa Dominical 1990, 9
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Se podría considerar el evangelio de este día como el "lugar teológico del domingo cristiano". La narración de dos apariciones del Resucitado en dos domingos consecutivos nos hace casi asistir al nacimiento del domingo cristiano: la comunidad de creyentes se acostumbra a reunirse en domingo en memoria y en la espera del Resucitado. Nos permite presentar el sentido originario del domingo: como memoria y presencia del Resucitado en medio de los suyos; como el día de la Resurrección, Pascua semanal.
I. Oñatibia, Misa Dominical 1990, 9

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5.
Son varios los temas que componen este Evangelio: las apariciones del Señor ritman de ocho en ocho días la vida de las comunidades primitivas; Cristo-Señor hace uso de su poder de Resucitado transmitiendo sus poderes a los apóstoles; finalmente, los discípulos se ven llevados a descubrir, lo mismo que Tomás, el desprendimiento de la fe. a) Las apariciones. Juan comienza por resumir los datos que han llegado a su conocimiento seguramente a través de las mismas fuentes que a San Lucas (24, 36-49): Cristo no es ya un hombre como los demás, puesto que pasa a través de los muros; pero no es un espíritu, puesto que se le puede ver y tocar sus manos y su costado (v. 20). Su resurrección ha supuesto para El un nuevo modo de existencia corporal. Juan no insiste tanto como Lucas en torno a la demostración: reemplaza la alusión a los pies por la alusión al costado y no señala que Cristo tuvo que comer con los apóstoles para que le reconocieran. Pero, mientras que en San Lucas el Señor está completamente vuelto hacia el pasado con el fin de probar que su resurrección estaba prevista, Juan le presenta más bien orientado hacia el futuro y preocupado por "enviar" a sus apóstoles al mundo.
Este envío de los apóstoles al mundo es prolongación del envío que el Padre ha hecho de su Hijo (Jn 17, 18). Los apóstoles están ya habilitados para terminar la obra que Cristo ha iniciado durante su vida terrestre (Jn 17, 11). La reunión de los discípulos en torno al Señor se hará en adelante en torno a los mismos apóstoles.
Un tema importante de las apariciones es la preocupación de Cristo por organizar los distintos elementos que prolongarán sobre la tierra su actividad de Resucitado: la jerarquía, los sacramentos, el banquete, la asamblea (adviértase la doble mención de la "reunión" de los apóstoles" vv. 19 y 26, ya con su ritmo dominical: v. 26).
b) El don del Espíritu (PAS/PENT). ¿Cómo puede Juan descubrir la venida del Espíritu sobre los apóstoles el domingo de Pascua, mientras que Lucas la anuncia para Pentecontés? (Lc 24, 49). Realmente, Juan se hace eco de una antigua idea de los medios judíos, en especial de los que se movían en torno a Juan Bautista. En esos medios se esperaba a un "Hombre" que "purgaría a los hombres de su espíritu de impiedad" y les purificaría por medio de su "Espíritu Santo" de toda acción impura, procediendo así a una nueva creación (Sal 50/51, 12-14; Ez 36, 25-27). Al "insuflar" su Espíritu, Cristo reproduce el gesto creador de Gén 2, 7 (cf, 1 Cor 15, 42, 50, en donde Cristo debe su título de segundo Adán al "Espíritu" que recibe de la resurrección; Rom 1, 4).
Mediante su resurrección, Cristo se ha convertido, pues, en el hombre nuevo, animado por el soplo que presidirá los últimos tiempos y purificará la humanidad. Al conferir a sus apóstoles el poder de remitir los pecados, el Señor no instituye tan solo un sacramento de penitencia; comparte su triunfo sobre el mal y el pecado.
Se comprende por qué San Juan ha querido asociar la transmisión del poder de perdonar con el relato de la primera aparición del Resucitado. La espiritualización que se ha producido en el Señor a través de la resurrección se prolonga en la humanidad por medio de los sacramentos purificadores de la Iglesia.
c) De la visión a la fe (J/PRESENCIA). La forma de vida del Resucitado es de tal especie que no se le reconoce: María Magdalena le toma primero por el jardinero (Jn 20, 11-18). Cuando le "reconoce" (v.16) ve cómo se le prohíbe las muestras de respeto con que trataba al Cristo pre-pascual (v. 17). Aun cuando este tema figura también en San Lucas (Lc 24, 16, 31), adquiere en San Juan el evangelista del "conocimiento" (Jn 21, 4), un relieve particular.
Esta pedagogía del Señor resucitado nos permite comprender la lección dada a Tomás. La nueva forma de vida del Señor no permite ya que se le conozca según la carne, es decir, a base tan solo de los medios humanos. Ya no se le reconocerá como hombre terrestre, sino en los sacramentos y la vida de la Iglesia, que son la emanación de su vida de resucitado. La "fe" que se le pide a Tomás permite "ver" la presencia del resucitado en esos elementos de la Iglesia, por oposición a toda experiencia física o histórica. La fe está ligada al "misterio", en el sentido antiguo de la palabra.
d) No hay que perder de vista que esta aparición asocia el don del Espíritu y la fe a la revelación del costado de Jesús (v.20). Ahora bien: Juan ya había dicho, en el momento en que fue herido el costado de Cristo en la cruz (Jn 19, 34-37), que la fe captaría a quienes vieran su costado herido. He aquí lo que sucede: la contemplación de la muerte de Cristo provoca la fe en la acción del Espíritu. Si Cristo muestra su costado no lo hace por simples razones apologéticas: revela a los contemplativos la fuente de la nueva economía.
En este sentido, el género de visión (v. 25) que los apóstoles han tenido de Cristo resucitado no ha sido ese tipo de visión material (vv. 26-31) exigida por Tomás. Si no hay diferencia entre estas dos experiencias, no se ve por qué Cristo habría de reprocharle lo que no reprocha a los demás y por qué habría que exigir al primero una fe que no les ha exigido a los segundos. En realidad, los diez apóstoles han tenido una experiencia real del Señor resucitado, pero probablemente fue más mística que la experiencia a que aspiraba Tomás. Para evitar a los hombres a "creer sin ver", ¿no deben, los apóstoles, los primeros, aprender a pasar las pruebas materiales? La resurrección no es, desde luego, una cuestión de apologética ni un acontecimiento maravilloso: ella no es signo más que en la medida en que la fe la ilumina, y es, al mismo tiempo, interior a la fe.
Maertens-Frisque, Nueva Guia de la Asamblea Cristiana IV, Marova Madrid 1969.Pág. 36

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6. CR/ELECCION
En los textos bíblicos, las denominaciones de elegido, ungido y enviado son equivalentes. Cuando los primeros cristianos se llaman a sí mismos elegidos, no están presumiendo por ningún privilegio, sino recordándose que han sido enviados a cumplir una misión, en favor de los demás, que prolonga en cierto sentido la del mismo Cristo: "Como el Padre me ha enviado, así os envío yo".
Para la realización de esta tarea reciben también la fuerza del Espíritu. El episodio de Tomás quiere animar la fe de todos aquellos que no vieron directamente al Señor y para los que se han escrito todos los signos que Juan narra en su evangelio. "Dichosos los que crean sin haber visto". De cualquier modo, la simple contemplación de lo exterior de los acontecimientos nos da su sentido profundo. Sólo la fe permite ver y entender la trascendencia de lo que se está presentando.
En el resucitado reconocen los apóstoles al Jesús que anduvo con ellos por los caminos de Palestina. Distinto, pero él mismo. El Jesús de la historia es el Cristo de la fe, Jesús es el Cristo.
La más breve confesión cristiana quedará en esta palabra: Jesucristo.
Eucaristía 1990, 20

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7.
Texto. La mañana del domingo del descubrimiento del sepulcro vacío tiene su culminación en el cuarto Evangelio en la tarde de ese mismo domingo. Si por la mañana el sepulcro vacío dominaba el relato, por la tarde lo domina la presencia de Jesús en medio de sus discípulos. Esta presencia explica aquel vacío, pero, sobre todo, restablece una continuidad de relación Jesús-discípulos. De aquí arranca la intencionalidad del texto. Al servicio del final de la relación está el miedo de los discípulos; al servicio de la reanudación de la relación están el saludo, enfáticamente repetido, y la identificación del propio Jesús como la misma persona que antes habían conocido los discípulos. La reanudación de la relación se sella con la alegría de los discípulos, quienes, a partir de ahora, hablan de Jesús como el Señor, enraizándolo por completo con Dios. La aceptación de la identificación de Jesús por los discípulos se plasma en la fórmula de confesión de fe "ver al Señor".
Pero la reanudación de la relación es sólo un primer paso. El siguiente es el envío de los discípulos por Jesús, en continuidad con el envío de Jesús por el Padre. Los discípulos deben hacer presente a Jesús y prolongar su obra, como Jesús ha hecho presente al Padre y prolongado su obra. Este envío no debe entenderse limitado a los doce. En el cuarto Evangelio la denominación discípulos es sinónima de creyentes. La comunidad creyente en su totalidad es la enviada.
El tercer paso es la donación del Espíritu, que capacita para el envío. El símbolo de exhalar el aliento significa la transmisión de vida. Aquí se trataría, por consiguiente, de una participación en la vida de Jesús resucitado, que posee personalmente el Espíritu de Dios y que lo transmite a la comunidad creyente.
El último paso es la potestad de perdonar los pecados. La potestad se da en el seno de la comunidad creyente, más allá y por encima de las concreciones históricas que esa potestad ha asumido con posterioridad.
A partir del v. 24 el relato avanza con la conocida historia de Tomás, al que el autor presenta como "uno de los doce", una expresión que en el cuarto Evangelio se reserva para Tomás y para Judas el traidor. Los discípulos hacen ante Tomás confesión de su fe: "hemos visto al Señor". Tomás les responde que él hará suya esta misma confesión, siempre y cuando tenga razones tangibles para hacerlo. Jesús en persona le aporta esas razones y Tomás hace suya la confesión de fe. Jesús la acepta, pero reprocha a Tomás el modo de llegar a ella, declarando, en cambio, bienaventurados a los que crean sin necesidad de basarse en la comprobación tangible.
A través de esta bienaventuranza el texto se abre al futuro, a las personas no contemporáneas de Jesús, a los lectores del cuarto Evangelio. Así se pone explícitamente de manifiesto en los dos versículos finales, en los que el autor da cuenta de la doble finalidad de su escrito.
Con la mayor parte de los exégetas, la frase "para que creáis" no va dirigida a no creyentes, a quienes se intenta ganar, sino a creyentes, a quienes se intenta afianzar en la fe que ya tienen.
Esta finalidad cristológica se completa con otra soteriológica: "para que tengáis vida". El cuarto Evangelio es esencialmente un mensaje de salvación, poniendo explícitamente de manifiesto que no hay cristología separada de la soteriología.
Comentario. Más allá y por encima de las legítimas concreciones históricas que, sobre todo en lo relativo a la potestad de perdonar los pecados, ha ido asumiendo el texto de hoy, en él se plasman los componentes fundamentales del ser cristiano, a los que una y otra vez hay que remitir cuando de dar razón de lo que como Iglesia somos se trata.
Es bien sabido que el cuarto Evangelio no renuncia a los Doce, pero debe también saberse que en el cuarto Evangelio se formulan serios reparos a los Doce, cuando de entender a Jesús se trata.
En el cuarto Evangelio no son precisamente los Doce -Tomás es un ejemplo- quienes más se distinguen por la prontitud y facilidad en captar a Jesús. Y, sin embargo, la captación de Jesús constituye el rasgo básico y fundamental del ser cristiano. Captar a Jesús es llegar a descubrir en él al Hijo de Dios.
Nosotros estamos en condiciones de hacerlo con más facilidad incluso que los Doce. Este es probablemente el mensaje que quiere transmitirnos el autor de la historia de Tomás.
Del reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios surge la alegría, componente esencial del ser cristiano, no siempre suficientemente resaltado. Actitud existencial sin los miedos y temores radicalmente humanos; estado de ánimo distendido y grato; fuerza vital desbordante. Todo lo anterior pertenece al ámbito de lo individual y privado.
Con el componente esencial del envío el ser cristiano se hace social y público. El envío no es proselitismo, sino presencia. El cristiano es otro Cristo; a través suyo toma cuerpo una forma de ser, de organizarse y de vivir. Una forma distinta, porque está animada por el Espíritu de Dios y porque en ella existe el perdón de los pecados.
A. Benito, Dabar 1992, 26

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8.
Texto.-Son fácilmente discernibles tres partes. La primera la forman los vs. 19-23. Se desarrolla en un lugar cerrado. Dentro se encuentran los discípulos, en quienes ha hecho presa el miedo a los judíos. Llega Jesús y, tras saludarles, se identifica. El autor comenta lacónicamente: Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. El saludo repetido abre después las palabras de Jesús, constituyendo a los discípulos en enviados suyos. Un suave soplo de aire de Jesús es el símbolo de ese envío, que el propio Jesús explica. La segunda parte está formada por los vs. 24-29, con Tomás como protagonista. No cree lo que los demás le cuentan sobre Jesús. Más aún, pone condiciones para su aceptación. A los ocho días se repite el hecho en las mismas circunstancias de lugar y miedo.
Tras el saludo a todos, Jesús se dirige directamente a Tomás, a quien invita a dar crédito a la realidad de su persona. Tomás así lo hace, pero Jesús le puntualiza que el camino que ha seguido para creer en él no es ni el único ni el más dichoso.
La tercera parte del texto son los vs. 30-31. Se trata de una conclusión del autor a toda su obra, indicando las dos motivaciones que ha tenido para escribirla.
Comentario. -Cuando el cuarto Evangelio habla de judíos no emplea el término en sentido nacional de pueblo judío, y cuando habla de discípulos no está hablando de los doce. Judíos y discípulos representan una actitud y una mentalidad religiosas que se ponen de manifiesto en el modo de entender el sentido y el papel de Jesús. No parece tratarse de una cuestión tan simple como la que presuponemos cuando denostamos a los judíos. El autor relaciona fe en Jesús con signos realizados por él. Véase la tercera parte del texto de hoy. Esta relación de fe y signo la encontramos desde Jn. 2, 11, es decir, desde el comienzo de la obra. Ahora bien, la elección del término "signo" nos está indicando que creer en Jesús no lo entiende el autor en un plano de superficie o de solas evidencias empíricas. De ahí la crítica a Tomás por querer aferrarse en exclusividad a este plano: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. Estas palabras no pretenden quitar importancia a los testigos oculares.
SIGNO/QUÉ-ES: Tratan sencillamente de situar la fe, la nuestra, en su verdadera dimensión. Y esta dimensión no es la de la evidencia empírica, sino la de la significación o representación. El Diccionario de la Real Academia Española define la palabra signo de la siguiente manera: "cosa que por su naturaleza o convencionalmente evoca en el entendimiento la idea de otra". Para el autor del cuarto Evangelio, creer en Jesús es descubrir lo que sus hechos y palabras evocan y quieren decir. Esto es, sitúa la fe en el plano de lo hondo a buscar y descubrir, porque a primera vista no aparece ni se ve. Es entonces cuando se es discípulo, es decir, creyente. ¡Y la vida empieza a brotar con fuerza! En realidad, así es como el autor del cuarto Evangelio ha presentado la fe en Jesús resucitado por parte de los discípulos.
Lo veíamos el domingo pasado. A ella han llegado a partir de la profundización en un signo, el sepulcro vacío. Por consiguiente, la primera parte del texto de hoy no quiere ser una demostración de que Jesús vive. En el planteamiento de Juan no entra la fe como apologética. Lo que Juan quiere poner de manifiesto en esa primera parte es el papel de los discípulos en cuanto creyentes.
Son los enviados de Jesús, como él lo ha sido del Padre. Lo son, por supuesto, desde la íntima paz y alegría nacidas de la efectiva y real presencia de Jesús. Pero no es esa presencia lo que se quiere hacer resaltar, sino el envío de los discípulos.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Los creyentes son una comunidad con un aire nuevo, el aire de Jesús, simbolizado en su suave soplo sobre ellos. Los creyentes son la comunidad del perdón de los pecados. ¡Lástima del aire viejo y enrarecido que a veces se ha infiltrado en estas palabras!
A. Benito, Dabar 1986, 23

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9.
Cuando se escribe este evangelio, el domingo, el día del Señor, es ya el día de la reunión de los cristianos. Estamos en el mismo día de la resurrección y es el mismo día de la efusión del Espíritu. Juan muestra que el misterio pascual es una unidad. Miedo y cerrazón. Unas actitudes de los discípulos que Jesús resucitado supera. A pesar del miedo y la cerrazón, él se les pone en medio. (Vale la pena tenerlo siempre presente: como una advertencia y como un motivo de esperanza). El evangelio subraya que la presencia de Jesús es real, pero distinta de la de antes, y que este Jesús es el crucificado: la resurrección no quita nada de la absurdidad y el sufrimiento de la muerte; en todo caso, nos hace ir más allá, nos la hace mirar con otra esperanza.
Jesús puede dar aquella paz que proviene de dar la vida. Jesús resucitado, dador de la paz, lleva la alegría. Quizá podríamos decir: al principio de la comunidad hay ya alegría... Jesús, enviado del Padre, envía a los discípulos. La misión de los discípulos es la misma de Jesús: ser testimonios del Padre, del Dios que ama tanto al mundo que le da la propia vida. Y el evangelista no habla de unos cuantos discípulos privilegiados, sino de todos. Empieza una nueva creación. Así como Dios había alentado sobre aquella figura de barro para darle la vida, Jesús da el Espíritu a los discípulos para que tengan su misma vida, una vida que se caracteriza por la reconciliación, por la capacidad de ser corderos de Dios que quitan el pecado del mundo a base de dar la propia vida por amor y con plena libertad. Tomás pide otros signos que no son el testimonio de la comunidad creyente que habla en nombre del Señor. De hecho, le bastará con el "reproche" que le dirige Jesús, y creerá como los demás, por su palabra. Y no sólo eso: hará la confesión máxima de la fe. ¡Exclama que Jesús es Dios! La bienaventuranza final se dirige a todos aquellos que creerán por la palabra y el testimonio.

J. M. Grané, Misa Dominical 1992, 6
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10.
Sentido del texto. 1. Versículos 19-23. Como el antiguo Israel, los discípulos, que habían comenzado su éxodo siguiendo a Jesús, se encuentran desamparados en medio de un ambiente hostil. No tienen experiencia de Jesús vivo. Pero están en la noche en que el Señor va a sacarlos de la opresión. Jesús viene a liberar a los suyos. Su primer saludo de paz recuerda a los discípulos su presencia anterior en medio de ellos y su victoria, eliminando el miedo y la incertidumbre. Se les da a conocer como el que les demuestra su amor hasta la muerte, con las señales que indican su poderío (manos) y la permanencia de su amor (costado). El nuevo saludo en v. 21 sirve para transmitir seguridad y valentía en la misión que comienza para ellos y que, como la de Jesús, va a consistir en la actividad liberadora del hombre, hasta la entrega total. La comunidad cristiana es la alternativa que Jesús ofrece para dar testimonio ante el mundo de la realidad del amor del Padre. El resultado de la misión de la comunidad viene formulado en términos positivo y negativo en el v. 23. Ante el testimonio de amor que la comunidad tiene que dar, sucederá lo mismo que sucedió con Jesús: habrá quienes lo acepten y den su adhesión y quienes se endurezcan en su actitud hostil al hombre. Como Jesús, pues, la comunidad es mediación de salvación o de condena, no porque ella enjuicie a nadie, sino porque la actitud que se adopte ante ella refrendará lo que cada uno es y decide de por sí.
2. Versículos 24-29. La fe en Jesús vivo y resucitado consiste en reconocer su presencia en la comunidad de los creyentes, que es el lugar natural donde él se manifiesta y de donde irradia su amor. Tomás representa la figura de aquél que no hace caso del testimonio de la comunidad ni percibe los signos de la nueva vida que en ella se manifiestan. En lugar de integrarse y participar de la misma experiencia, pretende obtener una demostración particular. No quiere aceptar que Jesús vive realmente y que la señal tangible de ello es la comunidad transformada en la que ahora se encuentra. La comunidad transformada es ahora lo importante: ella es el medio que las generaciones posteriores tendrán para saber que Jesús vive realmente.
Dabar 1983, 23,

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11. PERDON/A.
Así como en la primera creación del hombre, Dios le infundió la vida, así también el aliento de Jesús comunica la vida a la nueva creación espiritual. Cristo, que murió para quitar el pecado del mundo, ya resucitado, deja a los suyos el poder de perdonar. Así se realiza la esperanza del pueblo de la Biblia. Dios lo había educado de modo que sintiera la presencia universal del pueblo. En el templo se ofrecían animales en forma ininterrumpida para aplacar a Dios. Pero ese río de sangre no lograba destruir el pecado, y los mismos sacerdotes debían ofrecer sacrificios por sus propios pecados antes de rogar a Dios por los demás. Las ceremonias y los ritos no limpiaban el corazón ni daban el Espíritu Santo.
Pero ahora, en la persona de Jesús resucitado, ha llegado un mundo nuevo. Aunque la humanidad siga pecando, ya el primero de sus hijos, el "hermano mayor de todos ellos", ha ingresado en la vida santa de Dios.
Los que se afanan por la vida espiritual, sufren sobre todo por la presencia universal del pecado. Su tristeza profunda está en no hallarse aún totalmente liberados de él. De ahí que el perdón de los pecados sea para ellos la riqueza más grande de la iglesia. La capacidad de perdonar es la fuerza que permite solucionar las grandes tensiones de la humanidad. Si bien penetra difícilmente en los corazones, ella no deja de ser un gran secreto... Quien no sabe perdonar, no sabe amar. En la reconciliación se muestra al prójimo el amor más auténtico.
Eucaristía 1992, 21

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12.
Cristo es percibido como presente entre sus discípulos reunidos en la tarde del primer día de la semana (tal vez convenga ver aquí una alusión a las reuniones cristianas que se celebraban en domingo). Este dato, confirmado por 1 Cor 15, 4 (uno de los más antiguos relatos sobre la resurrección), no parece que se refiera solamente a la costumbre literaria de hacer resucitar a los dioses a los tres días. Sino que, dado el número, la confluencia de testigos y la simplicidad de los relatos, podemos admitir que así fue. Posteriormente los creyentes tomaron este día como el más significativo para celebrar al misterio cristiano. Obligación de amor, que no de ley.
La misión de los discípulos se deriva del suceso de Pascua (cf. Mt 28, 16-20; Mc 16, 15-20; Lc 24,44-49); pero Juan lo encuadra en el conjunto de la misión de Jesús (17, 17-19). Además no subraya el carácter universal de la misión; tal vez porque esta meta ya ha sido conseguida a la hora en que se escribe el evangelio de Juan (cf. 4, 35-38). Los apóstoles y todos los discípulos son portadores de la misión de Jesús. La Iglesia, si cree de verdad en la resurrección, tiene que acercarse a los extremos de la miseria humana; allí está su campo de misión, su labor de hacer ver que el mensaje pascual es coherente y válido.
A pesar de que en las diferentes Iglesias hay controversia sobre el punto de quién ejerce el don del perdón, lo que sí es cierto es que la fuerza perdonadora del resucitado reside en los creyentes, en los discípulos de Jesús (cf. Mt 16, 19). Después de la resurrección es posible creer en el perdón porque el poder de las tinieblas ya no volverá a reinar en el mundo. Creer en esto y trabajar en consecuencia es ser cristiano.
En adelante, la fe reposa no sobre el "ver", sino sobre el testimonio de los que han visto. Por esta fe es por la que los cristianos llegamos a Cristo (17, 20). Y recreamos en nuestras vidas el mismo hecho salvador de la cruz y la misma alegría de la resurrección. Así entramos en comunión con los Apóstoles, que "vivieron", y participamos de su experiencia pascual.
Eucaristía 1977, 20

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13.
Podríamos llamar «oficiales», apariciones colectivas, a las de Jesús resucitado a todos los discípulos juntos. De entre ellas, aquellas cuyo día nos es señalado claramente, tienen lugar en domingo. La tarde del mismo día de Pascua los discípulos de Emaús, después de la aparición con que ellos han sido agraciados, se reúnen con los otros discípulos en Jerusalén (Lc. XXIV, 33), Jesús se aparece a todo el grupo en ausencia de Tomás. Una semana más tarde se aparece de nuevo y confunde el escepticismo de Tomás que no creyó lo que le refirieron sus compañeros. El evangelio de este domingo nos relata punto por punto estas dos primeras apariciones generales, separadas por una semana. La elección de este pasaje para el domingo posterior a la Pascua está inspirada en la concreta indicación que figura en medio del texto y que es como el quicio del evangelio de este domingo: «ocho días más tarde» (v. 26).
DO/ANIVERSARIO: Este domingo después de Pascua es, verdaderamente, el primero de todos los domingos. En efecto, la Resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico, único en el transcurso de los siglos. La reunión de los discípulos, justamente una semana después, y la visita de Jesús que viene a solemnizar esta reunión como si le confiriese un carácter oficial, hacen que el misterio de la Resurrección deje de tener, si así se puede decir, carácter de acontecimiento para adquirir el de institución. Se trata de algo que no basta recordar como un hecho histórico, sino que es preciso celebrarlo, es decir, empaparse de su realidad y de su riqueza espiritual. La primera celebración de la Pascua tuvo lugar el primer domingo siguiente a la misma. De este modo, el domingo ha venido a ser el «hebdoversario» de la Resurrección, su celebración hebdomadaria.
Los discípulos del Señor, judíos de origen, tenían la costumbre de dedicar al Señor un día por semana; pero ya estaba el sábado. Les era necesario conservar el ritmo religioso hebdomadario, pero también les era necesario indicar que convenía cambiar de día para que el día del Señor fuese el día de la Resurrección del Señor. Jesús, con su aparición del primer domingo después de Pascua, contribuyó a este desplazamiento del día consagrado y de descanso. Con ocasión de la Pascua todos los cristianos han cumplido su "deber pascual". Los inconstantes, los negligentes y los indiferentes también han hecho el cumplimiento pascual. Es necesario ayudarles a permanecer fieles, a no retornar a su negligencia... hasta la próxima Pascua. Muchos pastores toman voluntariamente la negligencia como tema para su predicación del domingo in albis. La celebración hebdomadaria inaugurada por el Señor, el pasaje del acontecimiento único convertido en institución habitual, todos estos pensamientos enmarcados en la liturgia del día, ¿no constituyen un buen punto de partida para una tal predicación dirigida a los que han hecho el cumplimiento pascual? San Gregorio Nacianceno escribió en el siglo IV a propósito del domingo octava de la Pascua: «Después de ocho días, que la octava sea para ti una gran fiesta... El domingo aquel (la Pascua) era el de la salud, éste es el del aniversario de la salud; aquél era la frontera entre el sepulcro y la resurrección; éste es sencillamente el de la segunda creación, a fin de que, igual que la primera creación comenz6 en domingo, así también la segunda creación comience en el mismo día, que es, al mismo tiempo, el primero en relación con los que le siguen y el octavo con relación a los que le preceden, más sublime que el día sublime y más admirable que el día admirable: él se refiere, en efecto, a la vida de arriba».
L. Heuschen, La biblia cada semana, Edic. Marova/Madrid 1965.Pág 175 S.

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14.
Nos encontramos ante el segundo grupo de episodios narrados por el cuarto Evangelio en el contexto de la resurrección de Jesús. En este conjunto hay claramente tres perícopas diversas: la aparición de Jesús a los discípulos, sin Tomás (vv 19-23); la aparición de Jesús estando presente Tomás (24-29), y, finalmente, la conclusión del Evangelio (30-31). Notemos que, con estos dos versículos (30-31) aparece la conclusión original de la obra, ampliada más tarde con la inclusión del capítulo 21. De esta forma, el enlace entre la escena de Tomás y la conclusión resulta todavía más directo e importante. La estructuración de las apariciones está hecha en paralelo con los dos primeros episodios de este capítulo 20: por una parte, los discípulos y la fe; por otra, la aparición a Tomás forma un claro paralelo con la aparición de Jesús a María de Magdala, y el énfasis en este segundo caso se centra en la dificultad de reconocer a Jesús y en la correspondencia de Jesús a la fe de los creyentes.
FE/VISION: Entre las muchas cosas que aparecen en estas escenas podríamos recoger una: el tema de la fe y la visión. Por una parte parece que Jesús niega que la visión haya de ser considerada por los cristianos como necesaria para la fe. Pero, en cambio, la fe -según este Evangelio- comporta una visión («si tienes fe, verás el poder de Dios», dice Jesús a Marta: /Jn/11/40). Hay, en este Evangelio, una clara dialéctica entre visión y fe. Debemos destacar el carácter simbólico de la escena del ciego de nacimiento para comprender la profundidad de lo que se nos quiere decir: «Yo he venido a este mundo para abrir un proceso; así, los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos» (/Jn/09/39). El que se imagina que ve, el que ya tiene un conocimiento claro y definido de lo que ha de pasar («a nosotros nos consta...»: 9,24.29.31), en realidad ni ve ni sabe nada, es ciego. En cambio, el que todo lo ignora, el que no ve, éste llegará a contemplar el poder de Dios en Jesús. La visión no lleva necesariamente a la fe; en cambio, la fe sí que lleva a la visión.
Para aquellos que parecen conocerlo todo, para quienes no necesitan la luz, pues piensan que ya la tienen, Jesús no actuará abriéndoles los ojos. En cambio, el que se siente en la necesidad de la luz y de la claridad, que no se fía de sí mismo, tal vez la fe en Jesús le puede llevar a contemplar la gloria de Dios.
Oriol Tuñi, La Biblia dia a dia, Comentario Exegético a las lecturas, de la Liturgia de las Horas, Ediciones Cristiandad Madrid-1981.Pág. 889 S.

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15. ACI DIGITAL
22. Recibid: Este verbo en presente ¿sería una excepción a los reiterados anuncios de que el Espíritu sólo descendería cuando Jesús se fuese? (16, 7 y nota). Pirot expresa que "Jesús sopla sobre ellos para significar el don que está a punto de hacerles". El caso es igual al de Lucas 24, 49, donde el Señor usa también el presente "yo envío" para indicar un futuro próximo, o sea el día de Pentecostés. Por lo demás esta facultad de perdonar o retener los pecados (cf. Concilio Tridentino 14, 3; Denz. 913) se contiene ya en las palabras de Mateo 18, 15 - 20, pronunciadas por Jesús antes de su muerte. Cf. Mat. 16, 19.
La institución del Sacramento de la Penitencia expresada tan claramente en estos versículos, obliga a los fieles a manifestar o confesar sus pecados en particular; de otro modo no sería posible el "perdonar" o "retener" los pecados. Cf. Mat. 18, 18; Conc. Trid. Ses. 1; cap. V. 6, can. 2 - 9.

25. La defección de Tomás recuerda las negaciones de Pedro después de sus presuntuosas promesas. Véase 11, 16, donde Dídimo (Tomás) hace alarde de invitar a sus compañeros a morir por ese Maestro a quien ahora niega el único homenaje que Él le pedía, el de la fe en su resurrección, tan claramente preanunciada por el mismo Señor y atestiguada ahora por los apóstoles.

29. El único reproche que Jesús dirige a los suyos, no obstante la ingratitud con que lo habían abandonado todos en su Pasión (Mat. 26, 56), es el de esa incredulidad altamente dolorosa para quien tantas pruebas les tenía dadas de su fidelidad y de su santidad divina, incapaz de todo engaño. Aspiremos a la bienaventuranza que aquí proclama Él en favor de los pocos que se hacen como niños, crédulos a las palabras de Dios más que a las de los hombres. Esta bienaventuranza del que cree a Dios sin exigirle pruebas, es sin duda la mayor de todas, porque es la de María Inmaculada: "Bienaventurada la que creyó". (Luc. 1, 45). Y bien se explica que sea la mayor de las bienaventuranzas, porque no hay mayor prueba de estimación hacia una persona, que el darle crédito por su sola palabra. Y tratándose de Dios, es éste el mayor honor que en nuestra impotencia podemos tributarle. Todas las bendiciones prometidas a Abrahán le vinieron de haber creído (Rom. 4, 18), y el "pecado" por antonomasia que el Espíritu Santo imputa al mundo, es el de no haberle creído a Jesús (Juan 16, 9). Esto nos explica también por qué la Virgen María vivía de fe, mediante las Palabras de Dios que continuamente meditaba en su corazón (Luc. 2, 19 y 51; 11, 28). Véase la culminación de su fe al pie de la Cruz (19, 25 ss. y notas). Es muy de notar que Jesús no se fiaba de los que creían solamente a los milagros (véase 2, 23 s.), porque la fe verdadera es, como dijimos, la que da crédito a Su palabra. A veces ansiamos quizá ver milagros, y los consideramos como un privilegio de santidad. Jesús nos muestra aquí que es mucho más dichoso y grande el creer sin haber visto.

31. Escritos para que creáis: San Lucas confirma esta importancia que tiene la Sagrada Escritura como base, fuente y confirmación de la fe. En el prólogo de su Evangelio dice al lector, que lo ha escrito "a fin de que conozcas la certeza de lo que se te ha enseñado". Véase en Hech. 17, 11 cómo los fieles de Berea confirmaban su fe con las Escrituras Sagradas.