viernes, 26 de abril de 2019

LECTURAS Y COMENTARIO II DOMINGO DE PASCUA CICLO C - 28 ABRIL 2019


QUE POR LA FE TENGA VIDA


ORACION COLECTA

Dios de misericordia infinita, que reanimas, con el retorno anual de las fiestas de Pascua, la fe del pueblo a ti consagrado, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que todos comprendan mejor que bautismo nos ha purificado, que Espíritu nos ha hecho renacer y que sangre nos ha redimido. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5, 12-16

Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor.
La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno.
Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 117)

Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.  R.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

R. Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, los bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura del libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19

Yo, Juan, tu hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios, y haber dado testimonio de Jesús.
Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: «Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.».
Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del pecho.
Al verlo, caí a sus pies como muerto.
Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: «No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo.
Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde.».

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a ustedes.».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.».
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a ustedes.».
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.».
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído?. Dichosos los que crean sin haber visto.».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creen que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

COMENTARIO

Las páginas del evangelio de Juan repiten incansablemente: “Ese hombre es Dios”. Al final pone el remache: Se escribió este libro, para que crean que Jesús es el Hijo de Dios”. Creer esto es ser un cristiano. Hay millones de hombre que creen en Dios, pero sólo los cristianos añaden a esta fe una afirmación que los judíos y los musulmanes rechazan enérgicamente: Dios es Padre, Hijo y Espíritu. Y el Hijo se encarnó en Jesús de Nazareth. Los que trataron con Jesús durante tres años tenían sus dudas; fue necesaria la resurrección para que en nombre de todos Tomás lanzase este grito de amor y de adoración: “¡Señor mío y Dios mío!”. “Por su fe tengan vida”. ¿Qué otra vida?. ¡Por qué los que no creen en la divinidad de Jesucristo también están ciertamente vivos! San Juan nos ha hablado todo el tiempo de vida eterna. Esta palabra es un tanto engañosa: se piensa en una vida sin fin. Esto es verdad, pero insuficiente para ver de qué vida se trata. Hay que pensar más bien en uno de los nombres de Dios: el eterno. La vida que se nos ofrece es la vida del eterno, la vida misma de Dios. Nuestra fe llega hasta eso.
Pero ¿cómo esa otra vida, que Juan llama vida eterna, se manifiesta concretamente en nuestra vida de cada día? Los verdaderos creyentes, cuando juzgan a las personas, los hechos, los acontecimientos, lo hacen bajo una luz distinta. Se dice de ellos: “¡Qué fe!”. Su esperanza nadie la puede derribar y tienen paz y alegría y no le abaten las preocupaciones. Su preocupación por los demás, su prontitud para el servicio, para el compromiso, su manera de amar sin contentarse con palabras, lo llamaríamos la vida “teologal”, o sea una vida dada por Dios que nos liga constantemente a él bajo la forma de experiencia de fe, de esperanza y de caridad. Cuando creo, cuando espero, cuando amo, vivo la vida “eterna” tal como se la puede vivir aquí abajo.  Es la vida “cristiana” si se le da a esta palabra, un tanto devaluada toda su fuerza: la vida “crística”. La que nos hace reír: “Mi vida es Cristo”. Al abrir nuestra vida ordinaria a Jesucristo, la fe hace entrar en ella los pensamientos de Jesucristo, sus juicios, su fortaleza, su forma de amar, todo lo que san Juan expresar con su famoso “como”. Vivir como Cristo. Un Francisco de Asís por ejemplo vivió “como Cristo” en la medida que puede hacerlo un hombre.  Y esto es verdad en todos los santos, pero de manera muy diversa dada la riqueza de imitación de Cristo. Sin alcanzar esas cumbres, muchos cristianos llevan una vida “teologal” una vida de imitación de Jesucristo. El evangelio es evidentemente la mejor escuela, con tal que se desarrolle un reflejo esencial: todo lo que se aprende en él de Jesús tiene que movernos a vivir algo como él: “el evangelio dice Juan, se escribió para que por la fe de ustedes tengan vida”. Es inútil creer si esto no nos sacude. Tiene que cambiarnos, escuchar y vivir el evangelio, pues Mateo, Marcos, Lucas y Juan escribieron su evangelio: no es un libro, es él.

PLEGARIA UNIVERSAL

Como Santo Tomas con nuestra fe aun vacilante nos postramos ante el Señor Glorificado, principio y fin de nuestra historia humana, y pidámosle el don de su Espíritu para vivir como resucitados. Digamos: R. Señor y Dios nuestro Escúchanos.

1.- Por el Papa y la Iglesia universal nacida del costado de Cristo: para que guiados por el Espíritu Santo, den testimonio y anuncien con alegría la vida Nueva de la Resurrección. Oremos. R.

2.- Por los gobernantes de nuestro país y del mundo: para que ejerzan su poder en la búsqueda del bien común y promuevan con esmero la justicia y la concordia entre los pueblos. Oremos. R.

3.- Por todas las familias para que, fortalecidas en la fe, contemplando a Jesús Resucitado que muestra la marca de sus heridas, descubran el valor transformador del amor entregado sin reserva. Oremos. R.

4.- Por los niños y adolescentes que recibirán en este tiempo los sacramentos del bautismo, primera comunión y la confirmación para que aprendan a vivir con alegría la Vida Nueva de los hijos de Dios. Oremos. R.

5.- Por nuestros grupos y comunidades, para que, siguiendo el ejemplo de la comunidad cristiana primitiva, vivamos nuestra fe con alegría y construyamos relaciones de verdadera fraternidad. Oremos. R.

 Tú, que eres el viviente y el Resucitado el que vive para siempre, mira a tu pueblo que confía en ti y que hoy te suplica; acoge sus deseos y dale tu Espíritu para que te proclame con gozo Dios y Señor. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, las ofrendas de tu pueblo (y de los recién bautizados); para que renovados por la confesión de tu nombre y por el bautismo consigamos la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Concédenos, Dios todopoderoso, que el sacramento pascual recibido permanezca siempre en nuestros corazones. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 29: Is 6, 1-8; Sal 116; 1Cor. 4, 1-5; Mt. 28, 16-20.
Martes 30: Hch. 4, 32-37; Sal 92; Jn. 3, 7b-15.
Miércoles 01:   Gn. 1, 26—2, 3 o bien Col 3, 14-15.17. 23-24; Sal 89; Mt. 13, 54-58 o bien Hch. 5, 17-26; Sal 33; Jn. 3, 16-21.
Jueves 02:   Hch. 5, 27-33; Sal 33; Jn. 3, 31-36.
Viernes 03:   Num 21, 4b-9 o bien Flp 2, 6-11; Sal 77; Jn. 3, 13-17.
Sábado 04: 1Cor. 15, 1-8; Sal 18; Jn. 14, 6-14.
Domingo 05: Hch 5 27-32. 40-41; Sal 29; Ap 5, 11-14; Jn. 21, 1-19.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 20, 19-31

 1.- Texto. Se compone de un relato en dos tiempos y de un epílogo o comentario final del autor a todo el Evangelio. El relato arranca al atardecer del mismo día en el que, de madrugada, Pedro y el discípulo amado habían comprobado que el sepulcro de Jesús estaba vacío. El lugar es un espacio cerrado a causa de un miedo al exterior humano. Jesús se hace presente en ese espacio y su presencia comunica paz e infunde alegría a los encerrados. Y con la paz y la alegría, el aliento de un envío a imagen y semejanza del envío de Jesús por el Padre.
El segundo tiempo del relato se sitúa a la semana siguiente. Esta vez el problema no es externo (miedo a los de fuera), sino interno: Tomás ha puesto condiciones para poder creer que Jesús está vivo. De nuevo se hace Jesús presente comunicando paz, e inmediatamente se dirige al hombre que había puesto condiciones.
Jesús no le reprocha su actitud, pero declara superior la exhibida por el discípulo amado en Jn. 20, 8: sin haberle visto a él, ha creído, sin embargo, que él estaba vivo. La traducción litúrgica habla en perspectiva de futuro: ¡Dichosos los que crean sin haber visto! La lectura es correcta, pero a condición de enraizarla en el presente del grupo, cuyo símbolo es el discípulo amado, personaje no necesariamente individual, y que por eso mismo jamás tiene nombre propio exclusivo. ¡Dichosos los que tienen fe sin haber visto! Los dos últimos versículos no se refieren sólo al relato de hoy, sino que tienen en cuenta la totalidad de la obra. Los interlocutores son el autor y sus lectores. El autor se dirige directa y explícitamente a los lectores, nosotros por ejemplo. Les -nos- habla de su labor de selección y del móvil que le ha llevado a escribir.
Comentario. El primer tiempo del relato sugiere por evocación las primeras línea del Génesis: "La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas" (/Gn/01/02). En ambos casos el aliento crea una situación buena nueva, poniendo fin a otra anterior de tiniebla o de espacio cerrado. Probablemente haya que buscar en esta evocación la clave de lectura de nuestro texto. ¿No querrá hablarnos el autor de un nuevo comienzo, de una nueva creación? Las primera creación llevaba aneja una bendición: "Creced y multiplicaos". Bendecir a alguien es dotarle de una fuerza saludable. También aquí los discípulos (en el cuarto Evangelio sinónimo de creyentes) aparecen dotados con esa fuerza: "Recibid espíritu santo: a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados: a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".
BENDICION-BIBLICA: Estas palabras no tienen sentido forense. Hay que interpretarlas en la línea de la bendición bíblica. La bendición produce el engrandecimiento ante los demás de la persona bendecida, a la vez que Dios hace depender su conducta respecto de los hombres de la postura que éstos adopten frente a las personas que él ha bendecido. El creyente en Jesús es recipiente y también cauce de bendición; es fuerza saludable para los demás.
Tal vez esta grandeza explica el interés del autor del cuarto Evangelio por el tema de la fe en Jesús y de las personas creyentes. El ha escrito, nos dice, "para que creáis que Jesús es el Hijo de Dios. ¡Dichosos los que tienen fe sin haber visto!" El autor sabe que esto no es una cuestión de evidencia tajante. Tal vez por eso no habla él de milagros, sino de signos. El signo hay que saber captarlo. Creer en Jesús es un proceso que se lleva a cabo por descortezamiento o eliminación de capas. Pero por esto mismo no es un proceso fácil, pues comporta siempre renovación de los hábitos mentales y de comportamiento del que se dice creyente.
A. Benito, Dabar 1988, 24

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2.- Comentario. Lo que un eminente exégeta escribía hace treinta años sobre el relato de la Pasión en el cuarto evangelio puede también aplicarse al relato de la Pascua: "No se trata de una construcción hecha con miras a ilustrar unas ideas, sino una interpretación teológica de una historia verdadera". Esta historia parte de una situación de miedo a las autoridades judías. La situación no es nueva en la obra. Es ya la cuarta vez que el autor la menciona (las otras tres en Jn. 7, 13; 9, 22; 19, 38). Por Jn. 7. 11-13 se ve claro que el miedo no es al pueblo judío, sino a sus autoridades. Este miedo encierra, incapacita, esteriliza. "En esto entra Jesús". Al autor no le interesa el cómo ni el modo. Lo importante es el hecho. Jesús está ahí, es la misma persona que había convivido antes con los que ahora están incapacitados por el miedo. "Paz a vosotros". Por dos veces resuena la frase. En vez del miedo, la paz. Esta debe ocupar el espacio interior del que antes se adueñaba el miedo. El corazón de los discípulos se distiende y la alegría termina por aflorar a sus rostros. "Paz a vosotros". El cambio ya se ha producido. No tiene ningún sentido seguir encerrados. "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Padre, Jesús, cristianos (el término discípulos tiene en Juan este sentido amplio). Los cristianos son a Jesús lo que Jesús es al Padre. Jesús está ahí para desvelarles su identidad. Son sus enviados, como El lo es, a su vez, del Padre. Por eso deben tener su mismo talante. "Recibid espíritu santo". La presencia del artículo determinado "el" en la traducción litúrgica puede desorientar un poco. El autor no está escribiendo en términos trinitarios, sino en términos de tipo o calidad de existencia. Es difícil condensar en unas línea lo que Juan entiende por espíritu y que ha ido desentrañando a lo largo de su obra. Algo, sin embargo, nos puede orientar el hecho de que Juan maneja el lenguaje por oposición-negación. Jesús, por ejemplo, ha sido presentado de esta manera en Jn. 1, 17. El cuarto evangelio se abre con la gran oposición gracia-verdad por un lado y ley por otro. De ahí a la oposición espíritu-letra media sólo un paso, el formulado explícitamente bajo espíritu-carne en Jn. 3,6. Letra (autoridades judías) frente a espíritu (Jesús). Anquilosamiento frente a movilidad; rigidez frente a fluidez. "El espíritu sopla donde quiere, oyes el ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Eso pasa a todo el que ha nacido del espíritu" (Jn/03/08). Estos son los cristianos en su calidad de enviados de Jesús. Dan curso a una forma de existencia opuesta al atenazamiento y al miedo, característicos de la forma de existencia bajo la ley.
La segunda parte del texto nos lleva a una problemática distinta, aunque ya insinuada el domingo pasado en Jn. 20, 1-9. "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que creen sin haber visto".
Por un lado Juan pone de manifiesto que la convivencia física con Jesús no es criterio suficiente para entender a Jesús en profundidad. Por otro, adelanta que esta inteligencia de Jesús puede darse en los que no han convivido físicamente con El. Juan no niega ni minusvalora el papel de los testigos oculares o, más concretos, de los Doce. Sencillamente, rompe una lanza en favor de los que no han convivido con Jesús. Se trata de una problemática fundamental vivida intensamente en las primeras comunidades cristianas. Exponentes de la misma son el libro de los Hechos y las Cartas de Pablo. El texto de este domingo nos proporciona la gran alegría de saber que hoy podemos entender a Jesús incluso mejor que los que convivieron con El. Estamos realmente en el tiempo pascual.
A. Benito, Dabar 1985, 23

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3. COR/PERSONA
No faltan comentaristas que establecen una relación entre "credere" y "cor-dare", entendiendo el corazón como la realidad que totaliza a la persona

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4. DO/ORIGEN.
La liturgia invita a subrayar el sentido del domingo, manteniendo este evangelio -que constituye un precioso tejido teológico- en cada uno de los tres ciclos. El día del Señor es el día en que celebramos la fe pascual y la irrupción de la eternidad de la Trinidad en nuestra historia, lo celebramos alrededor de Jesús resucitado como centro de la vida de la comunidad de los discípulos.
J. Fontbona, Misa Dominical 1990, 9

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Se podría considerar el evangelio de este día como el "lugar teológico del domingo cristiano". La narración de dos apariciones del Resucitado en dos domingos consecutivos nos hace casi asistir al nacimiento del domingo cristiano: la comunidad de creyentes se acostumbra a reunirse en domingo en memoria y en la espera del Resucitado. Nos permite presentar el sentido originario del domingo: como memoria y presencia del Resucitado en medio de los suyos; como el día de la Resurrección, Pascua semanal.
I. Oñatibia, Misa Dominical 1990, 9

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5. Son varios los temas que componen este Evangelio: las apariciones del Señor ritman de ocho en ocho días la vida de las comunidades primitivas; Cristo-Señor hace uso de su poder de Resucitado transmitiendo sus poderes a los apóstoles; finalmente, los discípulos se ven llevados a descubrir, lo mismo que Tomás, el desprendimiento de la fe. a) Las apariciones. Juan comienza por resumir los datos que han llegado a su conocimiento seguramente a través de las mismas fuentes que a San Lucas (24, 36-49): Cristo no es ya un hombre como los demás, puesto que pasa a través de los muros; pero no es un espíritu, puesto que se le puede ver y tocar sus manos y su costado (v. 20). Su resurrección ha supuesto para El un nuevo modo de existencia corporal. Juan no insiste tanto como Lucas en torno a la demostración: reemplaza la alusión a los pies por la alusión al costado y no señala que Cristo tuvo que comer con los apóstoles para que le reconocieran. Pero, mientras que en San Lucas el Señor está completamente vuelto hacia el pasado con el fin de probar que su resurrección estaba prevista, Juan le presenta más bien orientado hacia el futuro y preocupado por "enviar" a sus apóstoles al mundo.
Este envío de los apóstoles al mundo es prolongación del envío que el Padre ha hecho de su Hijo (Jn 17, 18). Los apóstoles están ya habilitados para terminar la obra que Cristo ha iniciado durante su vida terrestre (Jn 17, 11). La reunión de los discípulos en torno al Señor se hará en adelante en torno a los mismos apóstoles.
Un tema importante de las apariciones es la preocupación de Cristo por organizar los distintos elementos que prolongarán sobre la tierra su actividad de Resucitado: la jerarquía, los sacramentos, el banquete, la asamblea (adviértase la doble mención de la "reunión" de los apóstoles" vv. 19 y 26, ya con su ritmo dominical: v. 26).
b) El don del Espíritu (PAS/PENT). ¿Cómo puede Juan descubrir la venida del Espíritu sobre los apóstoles el domingo de Pascua, mientras que Lucas la anuncia para Pentecontés? (Lc 24, 49). Realmente, Juan se hace eco de una antigua idea de los medios judíos, en especial de los que se movían en torno a Juan Bautista. En esos medios se esperaba a un "Hombre" que "purgaría a los hombres de su espíritu de impiedad" y les purificaría por medio de su "Espíritu Santo" de toda acción impura, procediendo así a una nueva creación (Sal 50/51, 12-14; Ez 36, 25-27). Al "insuflar" su Espíritu, Cristo reproduce el gesto creador de Gén 2, 7 (cf, 1 Cor 15, 42, 50, en donde Cristo debe su título de segundo Adán al "Espíritu" que recibe de la resurrección; Rom 1, 4).
Mediante su resurrección, Cristo se ha convertido, pues, en el hombre nuevo, animado por el soplo que presidirá los últimos tiempos y purificará la humanidad. Al conferir a sus apóstoles el poder de remitir los pecados, el Señor no instituye tan solo un sacramento de penitencia; comparte su triunfo sobre el mal y el pecado.
Se comprende por qué San Juan ha querido asociar la transmisión del poder de perdonar con el relato de la primera aparición del Resucitado. La espiritualización que se ha producido en el Señor a través de la resurrección se prolonga en la humanidad por medio de los sacramentos purificadores de la Iglesia.
c) De la visión a la fe (J/PRESENCIA). La forma de vida del Resucitado es de tal especie que no se le reconoce: María Magdalena le toma primero por el jardinero (Jn 20, 11-18). Cuando le "reconoce" (v.16) ve cómo se le prohíbe las muestras de respeto con que trataba al Cristo pre-pascual (v. 17). Aun cuando este tema figura también en San Lucas (Lc 24, 16, 31), adquiere en San Juan el evangelista del "conocimiento" (Jn 21, 4), un relieve particular.
Esta pedagogía del Señor resucitado nos permite comprender la lección dada a Tomás. La nueva forma de vida del Señor no permite ya que se le conozca según la carne, es decir, a base tan solo de los medios humanos. Ya no se le reconocerá como hombre terrestre, sino en los sacramentos y la vida de la Iglesia, que son la emanación de su vida de resucitado. La "fe" que se le pide a Tomás permite "ver" la presencia del resucitado en esos elementos de la Iglesia, por oposición a toda experiencia física o histórica. La fe está ligada al "misterio", en el sentido antiguo de la palabra.
d) No hay que perder de vista que esta aparición asocia el don del Espíritu y la fe a la revelación del costado de Jesús (v.20). Ahora bien: Juan ya había dicho, en el momento en que fue herido el costado de Cristo en la cruz (Jn 19, 34-37), que la fe captaría a quienes vieran su costado herido. He aquí lo que sucede: la contemplación de la muerte de Cristo provoca la fe en la acción del Espíritu. Si Cristo muestra su costado no lo hace por simples razones apologéticas: revela a los contemplativos la fuente de la nueva economía.
En este sentido, el género de visión (v. 25) que los apóstoles han tenido de Cristo resucitado no ha sido ese tipo de visión material (vv. 26-31) exigida por Tomás. Si no hay diferencia entre estas dos experiencias, no se ve por qué Cristo habría de reprocharle lo que no reprocha a los demás y por qué habría que exigir al primero una fe que no les ha exigido a los segundos. En realidad, los diez apóstoles han tenido una experiencia real del Señor resucitado, pero probablemente fue más mística que la experiencia a que aspiraba Tomás. Para evitar a los hombres a "creer sin ver", ¿no deben, los apóstoles, los primeros, aprender a pasar las pruebas materiales? La resurrección no es, desde luego, una cuestión de apologética ni un acontecimiento maravilloso: ella no es signo más que en la medida en que la fe la ilumina, y es, al mismo tiempo, interior a la fe.
Maertens - Frisque, Nueva Guia De La Asamblea Cristiana IV, Marova Madrid 1969.Pág. 36

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6. CR/ELECCION
En los textos bíblicos, las denominaciones de elegido, ungido y enviado son equivalentes. Cuando los primeros cristianos se llaman a sí mismos elegidos, no están presumiendo por ningún privilegio, sino recordándose que han sido enviados a cumplir una misión, en favor de los demás, que prolonga en cierto sentido la del mismo Cristo: "Como el Padre me ha enviado, así os envío yo".
Para la realización de esta tarea reciben también la fuerza del Espíritu. El episodio de Tomás quiere animar la fe de todos aquellos que no vieron directamente al Señor y para los que se han escrito todos los signos que Juan narra en su evangelio. "Dichosos los que crean sin haber visto". De cualquier modo, la simple contemplación de lo exterior de los acontecimientos nos da su sentido profundo. Sólo la fe permite ver y entender la trascendencia de lo que se está presentando.
En el resucitado reconocen los apóstoles al Jesús que anduvo con ellos por los caminos de Palestina. Distinto, pero él mismo. El Jesús de la historia es el Cristo de la fe, Jesús es el Cristo.
La más breve confesión cristiana quedará en esta palabra: Jesucristo.
Eucaristía 1990, 20

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7.- Texto. La mañana del domingo del descubrimiento del sepulcro vacío tiene su culminación en el cuarto Evangelio en la tarde de ese mismo domingo. Si por la mañana el sepulcro vacío dominaba el relato, por la tarde lo domina la presencia de Jesús en medio de sus discípulos. Esta presencia explica aquel vacío, pero, sobre todo, restablece una continuidad de relación Jesús-discípulos. De aquí arranca la intencionalidad del texto. Al servicio del final de la relación está el miedo de los discípulos; al servicio de la reanudación de la relación están el saludo, enfáticamente repetido, y la identificación del propio Jesús como la misma persona que antes habían conocido los discípulos. La reanudación de la relación se sella con la alegría de los discípulos, quienes, a partir de ahora, hablan de Jesús como el Señor, enraizándolo por completo con Dios. La aceptación de la identificación de Jesús por los discípulos se plasma en la fórmula de confesión de fe "ver al Señor".
Pero la reanudación de la relación es sólo un primer paso. El siguiente es el envío de los discípulos por Jesús, en continuidad con el envío de Jesús por el Padre. Los discípulos deben hacer presente a Jesús y prolongar su obra, como Jesús ha hecho presente al Padre y prolongado su obra. Este envío no debe entenderse limitado a los doce. En el cuarto Evangelio la denominación discípulos es sinónima de creyentes. La comunidad creyente en su totalidad es la enviada.
El tercer paso es la donación del Espíritu, que capacita para el envío. El símbolo de exhalar el aliento significa la transmisión de vida. Aquí se trataría, por consiguiente, de una participación en la vida de Jesús resucitado, que posee personalmente el Espíritu de Dios y que lo transmite a la comunidad creyente.
El último paso es la potestad de perdonar los pecados. La potestad se da en el seno de la comunidad creyente, más allá y por encima de las concreciones históricas que esa potestad ha asumido con posterioridad.
A partir del v. 24 el relato avanza con la conocida historia de Tomás, al que el autor presenta como "uno de los doce", una expresión que en el cuarto Evangelio se reserva para Tomás y para Judas el traidor. Los discípulos hacen ante Tomás confesión de su fe: "hemos visto al Señor". Tomás les responde que él hará suya esta misma confesión, siempre y cuando tenga razones tangibles para hacerlo. Jesús en persona le aporta esas razones y Tomás hace suya la confesión de fe. Jesús la acepta, pero reprocha a Tomás el modo de llegar a ella, declarando, en cambio, bienaventurados a los que crean sin necesidad de basarse en la comprobación tangible.
A través de esta bienaventuranza el texto se abre al futuro, a las personas no contemporáneas de Jesús, a los lectores del cuarto Evangelio. Así se pone explícitamente de manifiesto en los dos versículos finales, en los que el autor da cuenta de la doble finalidad de su escrito.
Con la mayor parte de los exégetas, la frase "para que creáis" no va dirigida a no creyentes, a quienes se intenta ganar, sino a creyentes, a quienes se intenta afianzar en la fe que ya tienen.
Esta finalidad cristológica se completa con otra soteriológica: "para que tengáis vida". El cuarto Evangelio es esencialmente un mensaje de salvación, poniendo explícitamente de manifiesto que no hay cristología separada de la soteriología.
Comentario. Más allá y por encima de las legítimas concreciones históricas que, sobre todo en lo relativo a la potestad de perdonar los pecados, ha ido asumiendo el texto de hoy, en él se plasman los componentes fundamentales del ser cristiano, a los que una y otra vez hay que remitir cuando de dar razón de lo que como Iglesia somos se trata.
Es bien sabido que el cuarto Evangelio no renuncia a los Doce, pero debe también saberse que en el cuarto Evangelio se formulan serios reparos a los Doce, cuando de entender a Jesús se trata.
En el cuarto Evangelio no son precisamente los Doce -Tomás es un ejemplo- quienes más se distinguen por la prontitud y facilidad en captar a Jesús. Y, sin embargo, la captación de Jesús constituye el rasgo básico y fundamental del ser cristiano. Captar a Jesús es llegar a descubrir en él al Hijo de Dios.
Nosotros estamos en condiciones de hacerlo con más facilidad incluso que los Doce. Este es probablemente el mensaje que quiere transmitirnos el autor de la historia de Tomás.
Del reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios surge la alegría, componente esencial del ser cristiano, no siempre suficientemente resaltado. Actitud existencial sin los miedos y temores radicalmente humanos; estado de ánimo distendido y grato; fuerza vital desbordante. Todo lo anterior pertenece al ámbito de lo individual y privado.
Con el componente esencial del envío el ser cristiano se hace social y público. El envío no es proselitismo, sino presencia. El cristiano es otro Cristo; a través suyo toma cuerpo una forma de ser, de organizarse y de vivir. Una forma distinta, porque está animada por el Espíritu de Dios y porque en ella existe el perdón de los pecados.
A. Benito, Dabar 1992, 26

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8.- Texto.-Son fácilmente discernibles tres partes. La primera la forman los vs. 19-23. Se desarrolla en un lugar cerrado. Dentro se encuentran los discípulos, en quienes ha hecho presa el miedo a los judíos. Llega Jesús y, tras saludarles, se identifica. El autor comenta lacónicamente: Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. El saludo repetido abre después las palabras de Jesús, constituyendo a los discípulos en enviados suyos. Un suave soplo de aire de Jesús es el símbolo de ese envío, que el propio Jesús explica. La segunda parte está formada por los vs. 24-29, con Tomás como protagonista. No cree lo que los demás le cuentan sobre Jesús. Más aún, pone condiciones para su aceptación. A los ocho días se repite el hecho en las mismas circunstancias de lugar y miedo.
Tras el saludo a todos, Jesús se dirige directamente a Tomás, a quien invita a dar crédito a la realidad de su persona. Tomás así lo hace, pero Jesús le puntualiza que el camino que ha seguido para creer en él no es ni el único ni el más dichoso.
La tercera parte del texto son los vs. 30-31. Se trata de una conclusión del autor a toda su obra, indicando las dos motivaciones que ha tenido para escribirla.
Comentario. -Cuando el cuarto Evangelio habla de judíos no emplea el término en sentido nacional de pueblo judío, y cuando habla de discípulos no está hablando de los doce. Judíos y discípulos representan una actitud y una mentalidad religiosas que se ponen de manifiesto en el modo de entender el sentido y el papel de Jesús. No parece tratarse de una cuestión tan simple como la que presuponemos cuando denostamos a los judíos. El autor relaciona fe en Jesús con signos realizados por él. Véase la tercera parte del texto de hoy. Esta relación de fe y signo la encontramos desde Jn. 2, 11, es decir, desde el comienzo de la obra. Ahora bien, la elección del término "signo" nos está indicando que creer en Jesús no lo entiende el autor en un plano de superficie o de solas evidencias empíricas. De ahí la crítica a Tomás por querer aferrarse en exclusividad a este plano: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. Estas palabras no pretenden quitar importancia a los testigos oculares.
SIGNO/QUÉ-ES: Tratan sencillamente de situar la fe, la nuestra, en su verdadera dimensión. Y esta dimensión no es la de la evidencia empírica, sino la de la significación o representación. El Diccionario de la Real Academia Española define la palabra signo de la siguiente manera: "cosa que por su naturaleza o convencionalmente evoca en el entendimiento la idea de otra". Para el autor del cuarto Evangelio, creer en Jesús es descubrir lo que sus hechos y palabras evocan y quieren decir. Esto es, sitúa la fe en el plano de lo hondo a buscar y descubrir, porque a primera vista no aparece ni se ve. Es entonces cuando se es discípulo, es decir, creyente. ¡Y la vida empieza a brotar con fuerza! En realidad, así es como el autor del cuarto Evangelio ha presentado la fe en Jesús resucitado por parte de los discípulos.
Lo veíamos el domingo pasado. A ella han llegado a partir de la profundización en un signo, el sepulcro vacío. Por consiguiente, la primera parte del texto de hoy no quiere ser una demostración de que Jesús vive. En el planteamiento de Juan no entra la fe como apologética. Lo que Juan quiere poner de manifiesto en esa primera parte es el papel de los discípulos en cuanto creyentes.
Son los enviados de Jesús, como él lo ha sido del Padre. Lo son, por supuesto, desde la íntima paz y alegría nacidas de la efectiva y real presencia de Jesús. Pero no es esa presencia lo que se quiere hacer resaltar, sino el envío de los discípulos.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Los creyentes son una comunidad con un aire nuevo, el aire de Jesús, simbolizado en su suave soplo sobre ellos. Los creyentes son la comunidad del perdón de los pecados. ¡Lástima del aire viejo y enrarecido que a veces se ha infiltrado en estas palabras!
A. Benito, Dabar 1986, 23

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9.- Cuando se escribe este evangelio, el domingo, el día del Señor, es ya el día de la reunión de los cristianos. Estamos en el mismo día de la resurrección y es el mismo día de la efusión del Espíritu. Juan muestra que el misterio pascual es una unidad. Miedo y cerrazón. Unas actitudes de los discípulos que Jesús resucitado supera. A pesar del miedo y la cerrazón, él se les pone en medio. (Vale la pena tenerlo siempre presente: como una advertencia y como un motivo de esperanza). El evangelio subraya que la presencia de Jesús es real, pero distinta de la de antes, y que este Jesús es el crucificado: la resurrección no quita nada de la absurdidad y el sufrimiento de la muerte; en todo caso, nos hace ir más allá, nos la hace mirar con otra esperanza.
Jesús puede dar aquella paz que proviene de dar la vida. Jesús resucitado, dador de la paz, lleva la alegría. Quizá podríamos decir: al principio de la comunidad hay ya alegría... Jesús, enviado del Padre, envía a los discípulos. La misión de los discípulos es la misma de Jesús: ser testimonios del Padre, del Dios que ama tanto al mundo que le da la propia vida. Y el evangelista no habla de unos cuantos discípulos privilegiados, sino de todos. Empieza una nueva creación. Así como Dios había alentado sobre aquella figura de barro para darle la vida, Jesús da el Espíritu a los discípulos para que tengan su misma vida, una vida que se caracteriza por la reconciliación, por la capacidad de ser corderos de Dios que quitan el pecado del mundo a base de dar la propia vida por amor y con plena libertad. Tomás pide otros signos que no son el testimonio de la comunidad creyente que habla en nombre del Señor. De hecho, le bastará con el "reproche" que le dirige Jesús, y creerá como los demás, por su palabra. Y no sólo eso: hará la confesión máxima de la fe. ¡Exclama que Jesús es Dios! La bienaventuranza final se dirige a todos aquellos que creerán por la palabra y el testimonio.
J. M. Grané, Misa Dominical 1992, 6

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10.- Sentido del texto. 1. Versículos 19-23. Como el antiguo Israel, los discípulos, que habían comenzado su éxodo siguiendo a Jesús, se encuentran desamparados en medio de un ambiente hostil. No tienen experiencia de Jesús vivo. Pero están en la noche en que el Señor va a sacarlos de la opresión. Jesús viene a liberar a los suyos. Su primer saludo de paz recuerda a los discípulos su presencia anterior en medio de ellos y su victoria, eliminando el miedo y la incertidumbre. Se les da a conocer como el que les demuestra su amor hasta la muerte, con las señales que indican su poderío (manos) y la permanencia de su amor (costado). El nuevo saludo en v. 21 sirve para transmitir seguridad y valentía en la misión que comienza para ellos y que, como la de Jesús, va a consistir en la actividad liberadora del hombre, hasta la entrega total. La comunidad cristiana es la alternativa que Jesús ofrece para dar testimonio ante el mundo de la realidad del amor del Padre. El resultado de la misión de la comunidad viene formulado en términos positivo y negativo en el v. 23. Ante el testimonio de amor que la comunidad tiene que dar, sucederá lo mismo que sucedió con Jesús: habrá quienes lo acepten y den su adhesión y quienes se endurezcan en su actitud hostil al hombre. Como Jesús, pues, la comunidad es mediación de salvación o de condena, no porque ella enjuicie a nadie, sino porque la actitud que se adopte ante ella refrendará lo que cada uno es y decide de por sí.
2. Versículos 24-29. La fe en Jesús vivo y resucitado consiste en reconocer su presencia en la comunidad de los creyentes, que es el lugar natural donde él se manifiesta y de donde irradia su amor. Tomás representa la figura de aquél que no hace caso del testimonio de la comunidad ni percibe los signos de la nueva vida que en ella se manifiestan. En lugar de integrarse y participar de la misma experiencia, pretende obtener una demostración particular. No quiere aceptar que Jesús vive realmente y que la señal tangible de ello es la comunidad transformada en la que ahora se encuentra. La comunidad transformada es ahora lo importante: ella es el medio que las generaciones posteriores tendrán para saber que Jesús vive realmente.
Dabar 1983, 23

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11. PERDON/A.
Así como en la primera creación del hombre, Dios le infundió la vida, así también el aliento de Jesús comunica la vida a la nueva creación espiritual. Cristo, que murió para quitar el pecado del mundo, ya resucitado, deja a los suyos el poder de perdonar. Así se realiza la esperanza del pueblo de la Biblia. Dios lo había educado de modo que sintiera la presencia universal del pueblo. En el templo se ofrecían animales en forma ininterrumpida para aplacar a Dios. Pero ese río de sangre no lograba destruir el pecado, y los mismos sacerdotes debían ofrecer sacrificios por sus propios pecados antes de rogar a Dios por los demás. Las ceremonias y los ritos no limpiaban el corazón ni daban el Espíritu Santo.
Pero ahora, en la persona de Jesús resucitado, ha llegado un mundo nuevo. Aunque la humanidad siga pecando, ya el primero de sus hijos, el "hermano mayor de todos ellos", ha ingresado en la vida santa de Dios.
Los que se afanan por la vida espiritual, sufren sobre todo por la presencia universal del pecado. Su tristeza profunda está en no hallarse aún totalmente liberados de él. De ahí que el perdón de los pecados sea para ellos la riqueza más grande de la iglesia. La capacidad de perdonar es la fuerza que permite solucionar las grandes tensiones de la humanidad. Si bien penetra difícilmente en los corazones, ella no deja de ser un gran secreto... Quien no sabe perdonar, no sabe amar. En la reconciliación se muestra al prójimo el amor más auténtico.
Eucaristía 1992, 21

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12.- Cristo es percibido como presente entre sus discípulos reunidos en la tarde del primer día de la semana (tal vez convenga ver aquí una alusión a las reuniones cristianas que se celebraban en domingo). Este dato, confirmado por 1 Cor 15, 4 (uno de los más antiguos relatos sobre la resurrección), no parece que se refiera solamente a la costumbre literaria de hacer resucitar a los dioses a los tres días. Sino que, dado el número, la confluencia de testigos y la simplicidad de los relatos, podemos admitir que así fue. Posteriormente los creyentes tomaron este día como el más significativo para celebrar al misterio cristiano. Obligación de amor, que no de ley.
La misión de los discípulos se deriva del suceso de Pascua (cf. Mt 28, 16-20; Mc 16, 15-20; Lc 24,44-49); pero Juan lo encuadra en el conjunto de la misión de Jesús (17, 17-19). Además no subraya el carácter universal de la misión; tal vez porque esta meta ya ha sido conseguida a la hora en que se escribe el evangelio de Juan (cf. 4, 35-38). Los apóstoles y todos los discípulos son portadores de la misión de Jesús. La Iglesia, si cree de verdad en la resurrección, tiene que acercarse a los extremos de la miseria humana; allí está su campo de misión, su labor de hacer ver que el mensaje pascual es coherente y válido.
A pesar de que en las diferentes Iglesias hay controversia sobre el punto de quién ejerce el don del perdón, lo que sí es cierto es que la fuerza perdonadora del resucitado reside en los creyentes, en los discípulos de Jesús (cf. Mt 16, 19). Después de la resurrección es posible creer en el perdón porque el poder de las tinieblas ya no volverá a reinar en el mundo. Creer en esto y trabajar en consecuencia es ser cristiano.

En adelante, la fe reposa no sobre el "ver", sino sobre el testimonio de los que han visto. Por esta fe es por la que los cristianos llegamos a Cristo (17, 20). Y recreamos en nuestras vidas el mismo hecho salvador de la cruz y la misma alegría de la resurrección. Así entramos en comunión con los Apóstoles, que "vivieron", y participamos de su experiencia pascual.
Eucaristía 1977, 20

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13.- Podríamos llamar «oficiales», apariciones colectivas, a las de Jesús resucitado a todos los discípulos juntos. De entre ellas, aquellas cuyo día nos es señalado claramente, tienen lugar en domingo. La tarde del mismo día de Pascua los discípulos de Emaús, después de la aparición con que ellos han sido agraciados, se reúnen con los otros discípulos en Jerusalén (Lc. XXIV, 33), Jesús se aparece a todo el grupo en ausencia de Tomás. Una semana más tarde se aparece de nuevo y confunde el escepticismo de Tomás que no creyó lo que le refirieron sus compañeros. El evangelio de este domingo nos relata punto por punto estas dos primeras apariciones generales, separadas por una semana. La elección de este pasaje para el domingo posterior a la Pascua está inspirada en la concreta indicación que figura en medio del texto y que es como el quicio del evangelio de este domingo: «ocho días más tarde» (v. 26).
DO/ANIVERSARIO: Este domingo después de Pascua es, verdaderamente, el primero de todos los domingos. En efecto, la Resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico, único en el transcurso de los siglos. La reunión de los discípulos, justamente una semana después, y la visita de Jesús que viene a solemnizar esta reunión como si le confiriese un carácter oficial, hacen que el misterio de la Resurrección deje de tener, si así se puede decir, carácter de acontecimiento para adquirir el de institución. Se trata de algo que no basta recordar como un hecho histórico, sino que es preciso celebrarlo, es decir, empaparse de su realidad y de su riqueza espiritual. La primera celebración de la Pascua tuvo lugar el primer domingo siguiente a la misma. De este modo, el domingo ha venido a ser el «hebdoversario» de la Resurrección, su celebración hebdomadaria.
Los discípulos del Señor, judíos de origen, tenían la costumbre de dedicar al Señor un día por semana; pero ya estaba el sábado. Les era necesario conservar el ritmo religioso hebdomadario, pero también les era necesario indicar que convenía cambiar de día para que el día del Señor fuese el día de la Resurrección del Señor. Jesús, con su aparición del primer domingo después de Pascua, contribuyó a este desplazamiento del día consagrado y de descanso. Con ocasión de la Pascua todos los cristianos han cumplido su "deber pascual". Los inconstantes, los negligentes y los indiferentes también han hecho el cumplimiento pascual. Es necesario ayudarles a permanecer fieles, a no retornar a su negligencia... hasta la próxima Pascua. Muchos pastores toman voluntariamente la negligencia como tema para su predicación del domingo in albis. La celebración hebdomadaria inaugurada por el Señor, el pasaje del acontecimiento único convertido en institución habitual, todos estos pensamientos enmarcados en la liturgia del día, ¿no constituyen un buen punto de partida para una tal predicación dirigida a los que han hecho el cumplimiento pascual? San Gregorio Nacianceno escribió en el siglo IV a propósito del domingo octava de la Pascua: «Después de ocho días, que la octava sea para ti una gran fiesta... El domingo aquel (la Pascua) era el de la salud, éste es el del aniversario de la salud; aquél era la frontera entre el sepulcro y la resurrección; éste es sencillamente el de la segunda creación, a fin de que, igual que la primera creación comenz6 en domingo, así también la segunda creación comience en el mismo día, que es, al mismo tiempo, el primero en relación con los que le siguen y el octavo con relación a los que le preceden, más sublime que el día sublime y más admirable que el día admirable: él se refiere, en efecto, a la vida de arriba».
L. Heuschen, La Biblia Cada Semana, Edic. Marova/Madrid 1965.Pág 175 S.

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14.- Nos encontramos ante el segundo grupo de episodios narrados por el cuarto Evangelio en el contexto de la resurrección de Jesús. En este conjunto hay claramente tres perícopas diversas: la aparición de Jesús a los discípulos, sin Tomás (vv 19-23); la aparición de Jesús estando presente Tomás (24-29), y, finalmente, la conclusión del Evangelio (30-31). Notemos que, con estos dos versículos (30-31) aparece la conclusión original de la obra, ampliada más tarde con la inclusión del capítulo 21. De esta forma, el enlace entre la escena de Tomás y la conclusión resulta todavía más directo e importante. La estructuración de las apariciones está hecha en paralelo con los dos primeros episodios de este capítulo 20: por una parte, los discípulos y la fe; por otra, la aparición a Tomás forma un claro paralelo con la aparición de Jesús a María de Magdala, y el énfasis en este segundo caso se centra en la dificultad de reconocer a Jesús y en la correspondencia de Jesús a la fe de los creyentes.
FE/VISION: Entre las muchas cosas que aparecen en estas escenas podríamos recoger una: el tema de la fe y la visión. Por una parte parece que Jesús niega que la visión haya de ser considerada por los cristianos como necesaria para la fe. Pero, en cambio, la fe -según este Evangelio- comporta una visión («si tienes fe, verás el poder de Dios», dice Jesús a Marta: /Jn/11/40). Hay, en este Evangelio, una clara dialéctica entre visión y fe. Debemos destacar el carácter simbólico de la escena del ciego de nacimiento para comprender la profundidad de lo que se nos quiere decir: «Yo he venido a este mundo para abrir un proceso; así, los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos» (/Jn/09/39). El que se imagina que ve, el que ya tiene un conocimiento claro y definido de lo que ha de pasar («a nosotros nos consta...»: 9,24.29.31), en realidad ni ve ni sabe nada, es ciego. En cambio, el que todo lo ignora, el que no ve, éste llegará a contemplar el poder de Dios en Jesús. La visión no lleva necesariamente a la fe; en cambio, la fe sí que lleva a la visión.
Para aquellos que parecen conocerlo todo, para quienes no necesitan la luz, pues piensan que ya la tienen, Jesús no actuará abriéndoles los ojos. En cambio, el que se siente en la necesidad de la luz y de la claridad, que no se fía de sí mismo, tal vez la fe en Jesús le puede llevar a contemplar la gloria de Dios.
Oriol Tuñi, La Biblia día a día, Comentario Exegético a las lecturas, de la Liturgia de las Horas, Ediciones Cristiandad, Madrid-1981.Pág. 889 S.




sábado, 20 de abril de 2019

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO DE RESURRECCION CICLO C - 21 ABRIL 2019


EL NACIMIENTO DE NUESTRA FE


ORACION COLECTA

Oh Dios, que en este día, venida la muerte, nos has abierta las puertas de la eternidad por medio de tu Unigénito, concede a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor, renovados por tu Espíritu, resucitemos a la luz de la vida. Por Nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Conocen lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.».

SALMO RESPONSORIAL (Sal 117)

Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. R.

La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. R.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

Hermanos: Ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspiren a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque han muerto, y su vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también ustedes aparecen, juntamente con él, en gloria.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
 
COMENTARIO

Los cuatro evangelistas, que a menudo se muestran tan diferentes, entre sí, empiezan de la misma forma su último capítulo, el de la resurrección: “El primer día de la semana”. En el amanecer de aquel primer día nace la fe pascual, nuestra fe. Al principio fue tan sólo una conmoción en la sombra (“Aún estaba oscuro”, indica Juan, el evangelista preciso y buscador de símbolos); luego una agitación de amor, Juan el “discípulo preferido de Jesús”, se preocupa de subrayar debidamente la presencia de otra preferida, María de Magdala: la fe y el amor están estrechamente ligados entre sí. Al llegar al final de los cuatro evangelios, si hay algo claro para nosotros es precisamente la certeza de que toda nuestra vida se basa en ese binomio fe-amor. María ve la losa quitada, corre a avisar a Pedro y a Juan y les dice algo tan terrible a propósito de Jesús que la idea de muerte se hace aún más pesada: “No sé dónde lo han puesto”. No piensa más que en un cadáver, en un objeto. Tan cerca de lo que va a ser nuestra fe, todavía nos encontramos ante un abismo infranqueable. Pero Pedro y Juan van corriendo y descubren los primeros signos de “otra cosa”: el sepulcro vacío, el sudario y las vendas cuidadosamente enrolladas. Pedro sigue todavía perplejo (“asombrado”, dirá Lucas siempre mesurado).
Más intuitivo que Pedro, Juan da el inmenso paso de la fe: “Vio y creyó”. El evangelista insiste en este fantástico “creyó” que en adelante va a separar dos mundos, el de antes y el de después de la resurrección: “Hasta entonces no habían entendido lo que dice la Escritura: que tenía que resucitar de la muerte”. Ver, comprender, creer son las palabras-clave del nacimiento de nuestra fe. el evangelista dice de sí mismo: “Vio y creyó”. Y contará que María dijo: “¡He visto!”. Luego los discípulos “ven” y finalmente Tomás vio y creyó. Pero el resucitado proclama entonces la gran bienaventuranza: “Dichosos los que creen sin haber visto”. Esa es la oportunidad que se nos ofrece; un largo río de fe nos vincula a aquella mañana de la resurrección. La fe no es una meditación sobre Dios, sino un don de Dios que nos abre a lo que los primeros creyentes vieron y comprendieron: el sepulcro vacío, las apariciones de Jesús resucitado, el testimonio de la Escritura. Un don de Dios, pero una batalla de hombre. Desde el principio, la fe tuvo que desprenderse de la sombra, de las vacilaciones y de la torpeza en comprender. “No sé”, dice María de Magdala: esa es la primera palabra de la mañana de la fe. “No habían comprendido”, suspirará Juan; y Jesús se quejará también de los peregrinos de Emaús: “¿No comprenden? ¡Qué lento son para creer!”.
La mayor parte de nosotros hemos recibido fácilmente la fe y nos hemos quedado en la facilidad pasiva. “Desde luego yo soy cristiano y hasta practicante”. Pero el aire que respiramos es mortal para nuestras creencias y nuestra práctica. Creer en la resurrección exige un cultivo de la fe. Muchos padres se desalientan por el abandono de sus hijos y preguntan cómo pueden transmitirles mejor la fe. La primera  respuesta es una cuestión: ¿qué fuerza de fe, que inteligencia de la fe tenemos nosotros para transmitírsela a ellos?. Una reflexión sobre este punto nos infundirá quizás el deseo de conocer mejor la Biblia y de seguir la puesta al día de la fe en las enseñanzas de la iglesia. Esa fe sigue siendo ciertamente la fe de la mañana de pascua, pero no cesa de enriquecerse con las formas de vivirla en culturas diferentes. No basta con cantar (“¡Cristo ha resucitado!”, es preciso advertir todas las consecuencias que esto lleva consigo en el mundo entero y en nuestra propia vida.

PLEGARIA UNIVERSAL

En este día de resurrección y vida, pedimos a Jesús que nos ayude a renacer a la gracia y nos de la fuerza de su Espíritu. Digamos. R. Señor Resucitado, escúchanos.

1.- Por todos los hombres y mujeres del mundo: para que la vida de Cristo se les manifieste y los transforme por la fuerza de su amor. Oremos al Señor Resucitado. R.

2.- Por los que sufren unidos a la pasión de Cristo; para que sientan la fortaleza y alegría que viene de su resurrección.  Oremos al Señor Resucitado. R.

3.- Por los que con buena fe trabajan por la paz y luchan por la justicia: para que la gracia salvadora que surge del sepulcro vacío y del mensaje del ángel los ayude a no desfallecer.  Oremos al Señor Resucitado. R.

4.- Por los que recibieron el bautismo y se han incorporado a la Iglesia: para que la vida en Cristo los transforme y los haga signos de su amor. Oremos al Señor Resucitado. R.

5.- Por los difuntos: para que puedan contemplar cara a cara al Dios de la vida, y desde El, intercedan por sus familias y amigos. Oremos al Señor Resucitado. R.

6.- Por todos los cristianos que celebramos con gozo la Pascua del Señor para que renazcamos a la vida del Resucitado.  Oremos al Señor Resucitado. R.

Señor Resucitado, tu que eres el Sumo Sacerdote que vive para interceder por nosotros, escucha nuestras oraciones, intercede ante el Padre por tu Iglesia y danos tu Espíritu para que anunciemos al mundo el triunfo de tu resurrección sobre el pecado y la muerte. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Rebosantes de gozo pascual, ofrecemos, Señor este sacrificio en el que tan maravillosamente renace y se alimenta tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Protege oh Dios, a tu Iglesia con misericordia perpetua, para que, renovada por los sacramentos pascuales, llegue a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 22:  Hch 2, 14.22-33; Sal 15; Mt. 28, 8-15
Martes 23:  Hch 2, 36-41; Sal 32; Jn. 20, 11-18.
Miércoles  24:  Hch. 3, 1-10; Sal 104; Lc. 24, 13-35.
Jueves 25:   Hch. 3, 11-26; Sal 8; Lc. 24, 35-48.
Viernes 26:  Hch. 4, 1-12; Sal 117; Jn. 21, 1-14.
Sábado 27:  Hch. 4, 13-21; Sal 117; Mc. 16, 9-15.
Domingo 28:  Hch. 5, 12-16; Sal 117; Ap. 1, 9-11ª.12-13.17-19; Jn. 20, 19-31.


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 20. 1-9

1.- "El había de resucitar de entre los muertos"
También en los relatos pascuales el evangelio de Juan presenta notables diferencias respecto a los evangelios sinópticos, si bien es probable que parta de tradiciones comunes, que, no obstante, han pasado por la criba de la teología propia del círculo juánico.
En las palabras de María Magdalena resuena probablemente la controversia con la sinagoga judía, que acusaban a los discípulos de haber robado el cuerpo de Jesús para así poder afirmar su resurrección. Los discípulos no se han llevado el cuerpo de Jesús. Más aún, al encontrar doblados y en su sitio la sábana y el sudario, queda claro que no ha habido robo.
La carrera de los dos discípulos puede hacer pensar en un cierto enfrentamiento, en un problema de competencia entre ambos. De hecho, se nota un cierto tira y afloja: "El otro discípulo" llega antes que Pedro al sepulcro, pero le cede la prioridad de entrar. Pedro entra y ve la situación, pero es el otro discípulo quien "ve y cree".
Seguramente que "el otro discípulo" es "aquel que Jesús amaba", que el evangelio de Juan presenta como modelo del verdadero creyente. De hecho, este discípulo, contrariamente a lo que hará Tomás, cree sin haber visto a Jesús. Sólo lo poco que ha visto en el sepulcro le permite entender lo que anunciaban las Escrituras: que Jesús no sería vencido por la muerte.
Josep Mª Grané Misa Dominical 1993, nº 6




Ninguno de los discípulos se esperaba la resurrección de Jesús. Puede notarse el simbolismo de la escena del sepulcro vacío: Jesús se ha "desatado" de los lazos del reino de la muerte; en cambio, Lázaro tiene que ser "desatado" para poder caminar (para seguir a Jesús). Esto es lo que "ve", desde la fe, el Discípulo amado, y con él, la comunidad. Es el hoy del resucitado.
Jaume Fontbona, Misa Dominical 1990, 8




Algo, sin embargo, me parece importante destacar a propósito del discípulo a quien Jesús quiere y que nunca tiene nombre propio.
Esta falta de nombre no parece obedecer a un recuerdo de modestia del autor para evitar referirse a sí mismo (interpretación anecdótica), sino a la intención del autor de englobar a todos y cada uno de los creyentes en Jesús, incluidos los que no han conocido a Jesús según la carne, como diría Pablo. Por eso este discípulo no puede tener un único nombre propio. Su nombre es el tuyo y el mío, que este día de Pascua creemos en Jesús resucitado y experimentamos en nosotros el amor de Jesús resucitado.
A. Benito, Dabar 1988, 23




4.- Texto. María hace una constatación en el sepulcro y comunica su interpretación a dos discípulos (vs, 1-2). Los dos discípulos inspeccionan por separado el sepulcro, llegando a conclusiones distintas (vs, 3-8). Comentario editorial explicando el presupuesto desde el que se había llevado a cabo la inspección (v. 9).
Pre-texto. Isaías 26, 19-21: "¡Vivirán tus muertos, tus cadáveres se alzarán, despertarán jubilosos los que habitan en el polvo! Porque tu rocío es rocío de luz y la tierra de las sombras parirá. Anda, pueblo mío, entra en los aposentos y cierra la puerta por dentro: escóndete un breve instante mientras pasa la cólera. Porque el Señor va a salir de su morada para castigar la culpa de los habitantes de la tierra: la tierra descubrirá la sangre derramada y no ocultará más a sus muertos".
Sentido del texto. María va al sepulcro poseída por la falsa concepción de la muerte; cree que la muerte ha triunfado; busca a Jesús como un cadáver. Su reacción, al llegar, es de alarma y va a avisar a Simón Pedro (símbolo de la autoridad) y al discípulo a quien quería Jesús (símbolo de la comunidad). Las dos veces que hasta ahora han aparecido juntos ambos (cfr. Jn. 13, 23-25; 18, 15-18), el autor ha establecido una oposición entre ellos dando la ventaja al segundo. Es lo mismo que vuelve a hacer en este relato y que volverá a hacer en 21, 7. El discípulo amado llega antes (v. 4) y cree (v. 8); Pedro, en cambio, llega más tarde (v. 6) y de él no dice que creyera. Correr (CORRER/SIMBOLO) más de prisa es imagen plástica para significar tener experiencia del amor de Jesús.
Pedro no concibe aún la muerte como muestra de amor y fuente de vida. En el atrio del sumo sacerdote había fracasado en su seguimiento de Jesús (cfr. Jn. 18, 17. 25-27); el otro discípulo, en cambio, siguió a Jesús (cfr. Jn. 19, 26). De esta manera, puede ahora marcar el camino a la autoridad en la tarea, común a ambas, de discernir a Jesús y encontrarse con él; corriendo tras la comunidad es como podrá la autoridad alcanzar su meta. Ambas, autoridad (Pedro) y la comunidad (discípulo amado) habían partido de la misma no-inteligencia, de la misma obscuridad, del mismo sepulcro. Ni Pedro ni el otro discípulo habían entendido, cuando partieron, el texto de Is. 26, 19-21. Pero el otro discípulo, al ver, creyó, captó el sentido del texto: la muerte física no podía interrumpir la vida de Jesús, cuyo amor hasta el final ha manifestado la fuerza de Dios.
Dabar 1983 23




5. CZ/TRONO.
Contexto. Jesús ya ha transmitido el espíritu (cfr. Jn. 19, 30). De ahí que el que no nazca de arriba no puede ser del Reino (cfr. Jn. 3, 3). Arriba es la cruz. El espíritu es el amor capaz de dejarse matar por los demás. En el cuarto evangelio la cruz es trono y gloria: es la hora del triunfo de Jesús, pues pone de manifiesto quién es Jesús. La cruz expresa un estilo, un talante de vivir y de ser.
Sentido del texto. Este estilo, este talante, son una tarea ardua y difícil, pues pasa inevitablemente por la experiencia aniquiladora del que vive ese espíritu. En el relato de Juan, María Magdalena adquiere la función de recordar y hacer viva esta experiencia: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde lo han puesto". En el relato de Juan no hay ángeles ni mensajes pascuales. Para Juan, el mensaje pascual y el triunfo de Jesús están en la cruz. La resurrección de Jesús es su amor a prueba de la propia vida. Es este amor el que ha roto la muerte, porque, al amar al máximo, Jesús se ha encontrado con la potencia viva del Padre, que es sólo amor. Esto requiere un gran esfuerzo de credibilidad (fe), porque es un desafío a las reglas elementales de lo empírico.
De los dos personajes que corren al sepulcro en el relato, sólo uno rompe el reto de lo empírico. El discípulo amado "vio y creyó" (v. 9). Una vez más, Pedro no capta la situación. De él sólo se dice que vio, pero no que creyó. Pedro todavía no ha entendido que vivir es amar. Pedro todavía no posee el espíritu que Jesús transmite. No lo poseerá hasta más adelante (cap. 21) y entonces sólo gracias a este discípulo amado que le ayudará en la ardua y difícil tarea de creer (cfr. Jn. 21, 7). De ser cierto lo que fundadamente dicen algunos exégetas de que el discípulo amado simboliza en el cuarto evangelio a la comunidad cristiana, habrá que restituir hoy para la comunidad cristiana el protagonismo que el autor del cuarto evangelio quiso darle.
Dabar 1981, 23




6.- María ha visto que el sepulcro está abierto y corre adonde están los discípulos, pero sólo puede hacer una banal constatación: "Se han llevado del sepulcro al Señor". María piensa en ladrones de cadáveres. Es verdad que aún no ha despertado del todo y no es un modelo de creyente: a pesar de lo cual, para los tiempos venideros será la iniciadora, la que presintió las secretas promesas del cuerpo sin vida que ella tanto amó.
Pero aún le queda camino por recorrer. Primero necesita escuchar el testimonio oficial de la Iglesia, el que da Pedro y para el que el príncipe de los apóstoles reunió todas las pruebas: las vendas por el suelo, y en un lugar aparte, el sudario cuidadosamente doblado. Son unas pruebas silenciosas, pero ¿acaso no es el tiempo de recogimiento, en que cada objeto adquiere el valor de signo visible que remite a lo invisible? La ausencia del cuerpo no es, ciertamente, la prueba de la resurrección; es el indicio de que el poder glorificador del Espíritu no ha olvidado el cuerpo.
Juan es el último en llegar al final del camino. Ve las vendas, pero no las hace caso. En efecto, su mirada se ha vuelto ya hacia el interior; si revuelve algo, es en sus recuerdos y en su corazón. El vino de las bodas, el templo purificado, Lázaro...
Otros tantos presentimientos de lo posible, de un insospechado orden de las cosas. Un sepulcro abierto y unas vendas, una mujer y dos hombres para interpretar... Todo es ordinario y cotidiano, pero todo tiene valor de signo. "Vio y creyó"
Dios cada día, Siguiendo el leccionario ferial, Adviento-Navidad y Santoral, Sal Terrae/Santander 1989.Pág. 83 S.