SANTA ROSA BENDITA, DEL PERÚ RADIANTE ESTRELLA
COMENTARIO
Santa Rosa de Lima nació el 30 de abril de 1586 en la vecindad del
hospital del Espíritu Santo de la ciudad de Lima, entonces capital del
virreinato del Perú. Su nombre original fue Isabel Flores de Oliva. Era una de
los trece hijos habidos en el matrimonio de Gaspar Flores, natural de San Juan
de Puerto Rico, con la limeña María de Oliva. Recibió bautismo en la parroquia
de San Sebastián de Lima. En compañía de sus numerosos hermanos, la niña Rosa
se trasladó al pueblo serrano de Quives, en la cuenca del Chillón, cuando su
padre asumió el empleo de administrador de un obraje donde se refinaba mineral
de plata. En 1597 recibe en ese pueblo, el sacramento de la confirmación de
manos del arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, quien
efectuaba una visita pastoral en la jurisdicción.
Se vive en Lima un ambiente de efervescencia religiosa y una población
que ponía gran énfasis en las virtudes y calidad de vida cristianas. Alrededor
de sesenta personas fallecieron en "olor de santidad" en la capital
peruana entre finales del siglo XVI y mediados del XVIII. A Santa Rosa le
atraía con singular fuerza el modelo de la dominica Catalina de Siena y esto la
decidió a cambiar el sayal franciscano por el hábito blanco de terciaria de la
Orden de Predicadores, aparentemente desde 1606.
Estaba bien dotada para las labores de costura, con las cuales ayudaba
a sostener el presupuesto familiar y se rodeó de mujeres virtuosas, junto con
amigos de la casa paterna y allegados al hogar del contador Gonzalo de la Maza.
Sus consejeros espirituales ejercieron profunda influencia sobre Rosa y
resultaron cómplices de sus visiones y tormentos. Hacia 1615, y con la ayuda de
su hermano favorito, Hernando Flores de Herrera, labró una pequeña celda o
ermita en el jardín de la casa de sus padres. Allí, en un espacio de poco más
de dos metros cuadrados (que todavía hoy es posible apreciar) en donde se
recogía a orar y a hacer penitencia. Y en marzo de 1617, celebró en la iglesia
de Santo Domingo de Lima su místico desposorio con Cristo, siendo fray Alonso
Velásquez (uno de sus confesores) quien puso en sus dedos el anillo en señal de
unión perpetua.
Se trasladó a residir en los últimos cuatro o cinco años de su vida a
la casa de su bienhechor y confidente Gonzalo de la Maza. En torno a su lecho
de agonía pidió que entonase una canción con acompañamiento de vihuela. Así
entregó la virgen limeña su alma a Dios, afectada por una aguda hemiplejia, el
24 de agosto de 1617, en las primeras horas de la madrugada. El mismo día de su
muerte, por la tarde, se efectuó el traslado del cadáver de Santa Rosa al
convento grande de los dominicos, llamado de Nuestra Señora del Rosario. Al día
siguiente, 25 de agosto, hubo una misa de cuerpo presente y luego se procedió
sigilosamente a enterrar los restos de la santa en una sala del convento, sin
toque de campanas ni ceremonia alguna, para evitar la aglomeración de fieles y
curiosos.
El proceso de beatificación y canonización de Rosa empezó casi de
inmediato, promovida por el arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero
(1617-1618). Clemente X la canonizó en 1671. Desde un punto de vista histórico,
Santa Rosa de Lima sobresale por ser la primera santa de América. Actualmente
es patrona de Lima, América, Filipinas e Indias Orientales y de la Policía
Nacional del Perú, del colegio de enfermeras y de muchas instituciones
educativas, sociales y de caridad.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA
Esta es una Virgen sabia y
prudente, que salió a recibir a Cristo con la lámpara encendida.
ORACION COLECTA
Oh,
Dios, tu hiciste que Santa Rosa de Lima,
encendida en tu amor, se apartara del mundo y se consagrara solo a ti en la
austeridad de la penitencia, concédenos por tu intercesión, que, siguiendo en
la tierra los caminos que conducen a la vida, gocemos en el cielo del torrente de tus delicias. Por
Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del eclesiástico 3,
17-24.
Hijo mío, en tus asuntos procede con
humildad, y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las
grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la
misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes. No superas tus
fuerzas; atiende a lo que te han encomendado, y no te preocupes por lo profundo
y escondido; no te preocupes por lo que te excede, aunque te enseñen cosas que
te desbordan; ¡Son tan numerosas las opiniones de los hombres!, y sus locas
fantasías los extravían.
SALMO
RESPONSORIAL (15)
El Señor es el lote de mi heredad.
Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: “Tú eres mi bien”. El Señor
es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte eta en tu mano. R.
Bendeciré
al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo
siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilare. R.
Me
enseñaras el sendero de la vida, me saciaras de gozo en tu presencia, de
alegría perpetua a tu derecha. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Filipenses 3, 8-14.
Hermanos: Todo lo estimo
pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y
todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una
justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la
justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.
Para conocerlo a él, y
la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su
misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
No es que haya
conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo
obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí. Hermanos, yo no pienso haber
conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y
lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el
premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO St 1, 18.
Aleluya. El Padre, por propia iniciativa, con la
palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus
criaturas. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio según san Mateo 13, 31-35.
En
aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: El Reino de los
Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es
la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se
hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en
sus ramas.
Les
dijo otra parábola: El Reino de los Cielos se parece a la levadura; una mujer
la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente. Jesús
expuso todo esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no les exponía nada.
Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas;
anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.".
PLEGARIA UNIVERSAL
Hermanos, el Señor nos invita a cargar con nuestra cruz y a
seguirlo: expresémosle nuestras necesidades e imploremos su ayuda con viva fe.
Digamos: R. Te pedimos, Señor.
1.-
Por el Papa Francisco, sucesor de Pedro: para que, guiado por el Espíritu
Santo, pueda llevar con valentía el peso de la cruz propia de su misión
pastoral en toda la iglesia. Oremos.
2.-
Por los que ejercen cargos de autoridad en el gobierno de los pueblos, para que
desempeñen con rectitud y honestidad su responsabilidad social. Oremos.
3.-
Por los padres de familia y educadores: para que cumplan su delicada misión con
criterios y comportamientos inspirados en el evangelio. Oremos.
4.-
Por nuestra comunidad parroquial para que, guiados por el Espíritu del Señor, carguemos nuestra
cruz diaria con esperanza y fortaleza. Oremos.
5.-
Por los más pobres y necesitados en nuestra parroquia: para que a través de
nuestra cercanía fraterna sientan alivio y puedan encontrar oportunidades de
superación. Oremos.
6.-
Por todos nosotros: para que la Palabra que hemos escuchado nos ayude a
discernir la voluntad de Dios y ajustar a ella nuestra vida. Oremos.
Te lo pedimos a ti, que vives y reinas por
los siglos de los siglos.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, al proclamarte admirable en tu Virgen Santa Rosa de Lima, y
humildemente rogamos a tu Divina Majestad que, así como te complaces en los
méritos de esta Virgen, aceptes igualmente el culto que tu pueblo te tributa.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Ct. Mt 25, 6
Que
llega el esposo, salgan a recibir a Cristo
el Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Señor fortalecidos con esta
Eucaristía, te pedimos que, a ejemplo de
Santa Rosa de Lima, llevemos en nosotros, las señales de la muerte de Cristo, y
nuestra vida sea un continuo esfuerzo para unirnos cada vez más a ti. Por
Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE
DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 31: 1Cor
2, 1-5; Sal 118; Lc 4, 16-30.
Martes 01:
Icor 2, 10-16; Sal 145, Lc 4, 31-37.
Miércoles 02:
1Cor 3, 1-9; Sal 33; Lc 4, 38-44.
Jueves 03: 1Cor 3, 18-23; Sal 24; Lc 5, 1-11.
Viernes 04:
1Cor 4, 1-5; Sal 37; Lc 5, 33-39.
Sábado 05:
1Cor 4, 6-15; Sal 145; Lc 6, 1-5.
Domingo 06: Ez
33, 7-9; Sal 95; Rm 13, 8-10; Mt 18, 15-20.
SANTA ROSA DE LIMA,
VIRGEN
"ROSA DE SANTA MARÍA"
Patrona de América, Perú y las
Filipinas.
El día en que su madre le
reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le
contestó: "Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a
Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos
servimos a Jesús". -Catecismo de la Iglesia Católica, 2449
Biografía
Rosa de Lima, la primera santa
americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú en
1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva.
Aunque la niña fue bautizada con
el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre
que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó
a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de
sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de
flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas
de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella
vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las
gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con
pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.
Una dama le hizo un día ciertos
cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de
sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia
de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades
aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y
contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería
inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el
orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno.
Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia
y la abnegación de la voluntad propia.
Aunque era capaz de oponerse a
sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más
escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones.
Rosa tuvo que sufrir enormemente
por parte de quienes no la comprendían.
El padre de Rosa fracasó en la
explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas
difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la
noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba
contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no
hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo
voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.
Al cabo de esos años, ingresó en
la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A
partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido
en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era
lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era
tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro
se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno
se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del
Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del
Amor.
Extraordinarias pruebas y
gracias.
Dios concedió a su sierva gracias
extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años la
persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en
la más profunda desolación espiritual.
El demonio la molestaba con
violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes
consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes
y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente
sobrenaturales.
Rosa pasó los tres últimos años
de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa
le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a
su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos,
pero auméntame en la misma medida tu amor".
Dios la llamó a Sí el 24 de
agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo, el senado y otros
dignatarios de la ciudad se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro.
El Papa Clemente X la canonizó en
1671.
Aunque no todos pueden imitar
algunas de sus prácticas ascéticas, ciertamente nos reta a todos a entregarnos
con mas pasión al amado, Jesucristo. Es esa pasión de amor la que nos debe
mover a vivir nuestra santidad abrazando nuestra vocación con todo el corazón,
ya sea en el mundo, en el desierto o en el claustro.
DE
LOS ESCRITOS DE SANTA ROSA DE LIMA.
El salvador levantó la voz y
dijo, con incomparable majestad:
"¡Conozcan todos que la
gracia sigue a la tribulación.
Sepan que sin el peso de las
aflicciones no se llega al
colmo de la gracia. Comprendan
que, conforme al acre-
centamiento de los trabajos, se
aumenta juntamente la
medida de los carismas. Que nadie
se engañe: esta es
la única verdadera escala del
paraíso, y fuera de la cruz
no hay camino por donde se pueda
subir al cielo!"
Oídas estas palabras, me
sobrevino un impetu pode-
roso de ponerme en medio de la
plaza para gritar con
grandes clamores, diciendo a
todas las personas, de cualquier edad,
sexo, estado y condición que
fuesen:
"Oíd pueblos, oíd, todo
género de gentes: de parte de
Cristo y con palabras tomadas de
su misma boca, yo os
aviso: Que no se adquiere gracia
sin padecer aflicciones;
hay necesidad de trabajos y más
trabajos, para conse-
guir la participación íntima de
la divina naturaleza, la
gloria de los hijos de Dios y la
perfecta hermosura del
alma."
Este mismo estímulo me impulsaba
impetuosamente
a predicar la hermosura de la
divina gracia, me angus-
tiaba y me hacía sudar y anhelar.
Me parecía que ya no
podía el alma detenerse en la
cárcel del cuerpo, sino que se había de romper la prisión y, libre y sola, con
más agilidad se había de ir por el mundo, dando voces:
"¡Oh, si conociesen los
mortales qué gran cosa es la
gracia, qué hermosa, qué noble,
qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos
y delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos en buscar
penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de molestias,
enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro último
de la constancia en el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los
trabajos que le caen en suerte, si conocieran las balanzas donde se pesan para
repartirlos entre los hombres."
SANTA
ROSA DE LIMA
(+ 1617)
El honrado y humilde hogar limeño de Gaspar Flores y María de Oliva, en el cual
nació, el 20 de abril de 1586, la niña a quien en el bautismo llamaron Isabel,
pero que desde la infancia había de recibir el sobrenombre de Rosa, nos parece,
en el gran día del nacimiento de la Santa, un trasunto de Belén y de la humilde
gruta en que vino a este mundo el Hijo de Dios. Belén, porque allí nació la
primera flor de santidad que perfumó al Nuevo Mundo; Belén, por la pobreza de
sus moradores, que pertenecían a la modesta clase media; Belén, por el ambiente
bucólico que se respiraba y aún se respira en el huerto que circunda la
histórica morada, el humilde aposento hoy convertido en oratorio, en donde vino
al mundo Santa Rosa de Lima.
Además, si en mirada
de conjunto se abarca el agitadísimo mundo de aquellos tiempos, si se contempla
la tragedia del Occidente cristiano, que, con la defección de las naciones
protestantes y con la crisis y guerras de religión de las católicas, queda
dividido en dos bandos que luchan encarnizadamente por la hegemonía; si en el
terreno intelectual, moral, disciplinario, se sigue con atención el duelo a
muerte de la Reforma y Contrarreforma, y se admira la oportunidad con que la
Providencia divina saca, por decirlo así, de la nada toda un mundo nuevo,
toda una familia de futuras naciones, y pone casi todo su peso del lado de la
fe tradicional, inclinando así en favor de ésta la balanza de los destinos: en
este cuadro de grandiosidad mundial y de trascendencia histórica incalculable,
la pequeña Lima del siglo xvi, perdida en las lejanías del Perú colonial, evoca
espontáneamente el recuerdo de Belén, y la estrella que en su cielo se levanta
nos aparece como el signo del gran Rey y del advenimiento de tiempos mejores,
en que acabará por imponerse la fe católica contra la herejía. "A la
Ciudad de los Reyes, como se suele llamar a Lima -dice la bula de canonización,
de Clemente X-, no le podía faltar su estrella propia que guiara hacia Cristo,
Señor y Rey de Reyes" : "Civitati enim regum, qualis dicitur Lima,
suum debebabur sydus, quod ad Christum Dominum regem regum dux esset" (a.1671).
Es una delicia para
el historiador católico y para todo cristiano sincero contemplar el despliegue
de fuerza que la Iglesia emplea en el mundo recién descubierto para ensanchar
las fronteras del Reino de Cristo, para consolidar su posesión con el
establecimiento de la jerarquía y para ganar. mediante nuevas conquistas en
América, la batalla que libraba contra el protestantismo en Europa.
Su misión consiste en
ganar el mundo para Cristo mediante un testimonio multiforme. "Seréis mis
testigos hasta los confines del mundo" (Act. 1,8). Este multiforme
testimonio no faltaba, sino sobreabundaba en América.
Testimonio de la
palabra, por boca de los incontables misioneros que se repartían por doquier,
con éxito creciente, los campos de la evangelización.
En tiempos de Santa Rosa
más de dos mil habían atravesado el Atlántico y habían recorrido el nuevo
continente en todas direcciones, realizando el inaudito portento de
convertirlo, en menos de un siglo, de pagano en cristiano.
Testimonio de la
sangre, vertida con abundancia por tantos mártires de que nos hablan las
crónicas de aquellos tiempos, para que con este milagroso riego germinara y
fructificara la semilla de la evangelización.
Testimonio de la luz,
que brilló en la sabiduría de sus concilios, en la institución de sus universidades,
en las obras inmortales de cronistas, historiadores y escritores. en las
admirables Leyes de Indias, en la organización, multiplicación y disposición
inteligente de las nuevas sedes episcopales.
Clarísima aurora
llena de promesas que las misionólogos comparan con la que iluminó al mundo
romano en la predicación de los apóstoles.
Testimonio de la
santidad, que alumbró a todo el continente a través de la vida ejemplar de
tantos prelados y misioneros, enviados a estas tierras por la Madre Patria para
admiración y edificación de las nuevas cristiandades. Son muchos los nombres
que registra la historia, y cada país honra de modo especial a quienes
directamente lo santificaron con su presencia y acción; pero no cabe duda que
entre todos descuellan, para gloria de la patria de Santa Rosa, Santo Toribio
Alfonso de Mogrovejo, "la mayor lumbrera del episcopado en América",
"totius episcopatus americani luminare maius", al decir del Concilio
Plenario de la América Latina, y San Francisco Solano, el taumaturgo y figura
misionera de mayor relieve en los tiempos coloniales.
Pero al finalizar el
siglo xvi algo faltaba a este múltiple y glorioso testimonio y era que, al lado
de los santos oriundos de España y que se habían santificado en América,
surgieran santos nacidos en este continente y del todo identificados con él. Y
Dios en su infinita bondad otorgó al Nuevo Mundo ese precioso don. Muchos
santos y santas ocultos debe haber habido en este privilegiado continente desde
los días de su descubrimiento y primera evangelización, puesto que una de las
notas de la verdadera Iglesia es el florecimiento de la santidad bajo todos los
cielos y todas las latitudes; pero sólo tres han alcanzado hasta ahora el honor
de la canonización: el contemporáneo de Santa Rosa, San Felipe de Jesús,
originario de la Nueva España y protomártir del Japón, donde murió crucificado
y atravesado con triple lanza (+ 1597); Santa Mariana de Jesús Paredes,
llamada "la azucena de Quito" por su
pureza angelical unida a una heroica penitencia, y Santa Rosa de Lima, cuyo
perfume podemos decir que ha embalsamado al mundo entero, al insertarse su
fiesta en el calendario universal. El primero es una florecilla rubicunda de la
Orden seráfica; la segunda es un retoño de la Compañía de Jesús, de cuya recia
espiritualidad se nutrió, y la tercera es una gloria de la Orden dominicana, de
la cual fue terciaria y cuyo espíritu poseyó con plenitud.
Santo Rosa vino al
mundo cuando ya tocaba a su ocaso el gran siglo de España, el siglo xvi. Su
vida, breve, interior, escondida, carece del movimiento y dramatismo que llama
la atención en las vidas de los grandes apóstoles, de los grandes misioneros,
de los personajes epónimos que llevan el sobrenombre de "magnos" y
que hacen época en la historia de la Iglesia y del mundo.
Así resume el
Breviario Romano—"pro festo simplificato"—su vida admirable,
apegándose con fidelidad a la verdad histórica, según consta en los procesos:
"La primera flor de santidad de la América meridional, Santa Rosa, virgen,
nacida en Lima, de padres cristianos, ya desde la cuna empezó a resplandecer
con los indicios de su futura santidad, porque su rostro infantil, tomando la
apariencia de una rosa, dio ocasión a que se le diera este nombre. Para no
verse obligada por sus padres a contraer matrimonio, cortó ocultamente su
bellísima cabellera. Su austeridad de vida fue singular. Tomado el hábito de la
Tercera Oden de Santo Domingo, se propuso seguir en su arduo camino a Santa
Catalina de Sena. Terriblemente atormentada, durante quince años, por la aridez
y desolación espiritual, sobrellevó con fortaleza aquellas agonías más amargas
que la misma muerte. Gozó con admirable familiaridad de frecuentes apariciones
de su Angel Custodio, de Santa Catalina de Sena y de la Virgen Madre de Dios, y
mereció escuchar de los labios de Cristo estas palabras: "Rosa de mi
corazón, sé mi esposa". Famosa por sus milagros antes y después de su
muerte, el papa Clemente X la colocó en el catálogo de las santas
vírgenes". Hasta aquí el Breviario Romano.
Pero esta vida humilde
y oculta entraña un mensaje de gran trascendencia que bien podemos calificar de
providencial y actualísimo. Providencial para su tiempo, y de perenne
actualidad, porque contiene la quintaesencia del Evangelio y va directamente
contra el espíritu que anima al renacimiento pagano, que es una de las
características de los tiempos modernos.
Ateniéndonos a lo
principal y considerando la necesidad des los tiempos, señalaremos cuatro
renglones en este mensaje realmente completo y ecuménico: Amor, oración, pureza
y sacrificio.
El mundo de aquel
entonces, mundo del Renacimiento y de la Reforma, que exaltaba exageradamente
los valores naturales y paganos y subestimaba todo lo sobrenatural, necesitaba,
además del anatema fulminado contra sus errores y de la palabra de los heraldos
de la verdad, el lenguaje contundente de los hechos, la doctrina de Cristo
vivida en toda su integridad, y eso tuvo en los numerosos santos suscitados por
Dios en el siglo xvi y lo vio admirablemente confirmado en aquel retoño del Nuevo
Mundo que fue Santa Rosa, alma que desde la más tierna edad supo valorar las
realidades sobrenaturales, alma totalmente abrasada en divina caridad, que a
los cinco años se consagraba íntegramente al Esposo inmaculado, que para Él
sólo vivía y que mereció al fin de su carrera escuchar de labios de Cristo esta
declaración de amor, incomprensible para el mundo: "Rosa de mi corazón, sé
tú mi esposa". Ese amor con el cual nuestra Santa se esforzaba en
corresponder a Cristo, y Cristo Crucificado, es clave que nos explica el sesgo
heroico de su vida: su fuga del mundo sin dejar de vivir en medio de él; su
vida eremítica en minúscula celda construida con sus manos; su rompimiento con
toda vanidad; el tanto furor con que armaba su brazo y flagelaba su carne
inocente en anhelo insaciable de asemejarse más y más a su Amado divino; su
fina sensibilidad para descubrir la presencia y vestigio de Dios en todas las
cosas.
Aún se conserva y se
visita con mucha edificación, al lado de su casa, un cuarto que la caridad de
la Santa convirtió en pequeño hospital, al cual ella conducía a enfermas
encontradas en extrema miseria y que tenían la dicha de recibir de las manos de
nuestra Santa una atención cuya delicadeza y heroísmo rayan en lo increíble.
Cosa parecida acontecía tratándose de las necesidades de orden moral, a cuyo
remedio acudía solícita nuestra Santa en cuanto de ella dependía, preocupándose
por la evangelización y atención espiritual de los indios, de los negros, de
los infieles, y, al no poder ocuparse de esto por sí misma, recomendándolo a
quienes podían y contribuyendo con limosnas que ella misma colectaba al
sostenimiento de algún seminarista pobre, como verdadera precursora de la Obra
de Vocaciones.
Esta divina caridad,
de flama tan seráfica al elevarse hacia Dios y de sentido tan humano al
extenderse hacia el prójimo, encendió en el alma de Rosa la luz de la
contemplación, y ciertamente en grado eminente. Así lo persuaden sus hechos,
sus escritos y el testimonio unánime de quienes la conocieron y trataron, tal
como aparece en los Procesos y en el amplio estudio de los Bolandistas. Aquel
amor a la soledad; aquella asiduidad con que frecuentaba y pasaba largas horas
en su celdita de anacoreta, que aún subsiste; aquella fervorosa vida
eucarística, tan rara en su tiempo; aquella filial devoción a la Madre de
Dios; aquel espíritu de penitencia y amor apasionado a la cruz, son indicios
ciertos de la intimidad con Dios y de la elevación habitual en que vivía su
alma. El padre Villalobos asegura en su declaración que "había alcanzado
una presencia de Dios tan habitual, que nunca, estando despierta, lo perdía de
vista". El doctor Castillo, íntimo y autorizado confidente y examinador de
la Santa, asegura que desde los cinco años empezó a practicar la oración mental
y que a partir de los doce hasta su muerte su oración fue la que los autores
místicos llaman unitiva. Y, en general, como asevera L. Hansen, O. P., el
testimonio de sus directores, los padres de la Orden de Santo Domingo y de los
varios padres de la Compañía de Jesús que largamente la conocieron y trataron,
es unánime al reconocer los dones extraordinarios de oración con que el Señor
la regaló, elevándola hasta los más altos grados de la vida mística.
Es también la divina
caridad en que se abrasaba aquella alma santa la que explica los dos rasgos que
la oración litúrgica de su fiesta señala como característicos de su
espiritualidad: la pureza y el sacrificio: "Virginitatis et patientiae
decore Indis florescere voluisti". Porque el amor, o encuentra parecidos a
los que se aman, o los hace tales. Enamorada de Jesús Crucificado, Santa Rosa
se aplicó con invencible constancia a reproducir en sí misma la imagen del
Divino Modelo de quien proféticamente se dice en el Cantar de los Cantares
5,10: "Dilectus meus candidus et rubicundus": mi amado es cándido y
rubicundo. Es blanco, dicen los sagrados intérpretes, por su pureza y santidad
sin límites, y es rojo por su sacrificio de redención.
La contemplación de
esa pureza y santidad hizo nacer en Santa Rosa el anhelo de la imitación y la
movió a realizarlo en forma extraordinaria. Conserva hasta la muerte su
inocencia bautismal; hace a los cinco años voto de virginidad; rechaza sin
vacilaciones toda proposición de matrimonio, aun cuando sea su propia madre
quien porfiadamente la haga; afea con varias industrias su natural hermosura;
corta sin miramientos su blonda cabellera; se niega a aceptar el nombre de
Rosa, por parecerle llamativo y peligroso, hasta que la Santísima Virgen
completa y santifica ese hombre, llamándola Rosa de Santa María; únese a Cristo
con el vínculo del matrimonio espiritual, vínculo inefable que transporta a la
tierra el misterio de los desposorios inmaculados de la Patria eterna, y sigue
hasta el fin de su vida las huellas luminosas de aquella Virgen que la toma por
suya y le comunica un reflejo de su pureza singular.
Pero, para que la
semejanza con Jesús Crucificado sea perfecta, Rosa tendrá que ser para Él
"lirio entre espinas", y a este fin afligirá su carne inocente con
toda suerte de maceraciones: ayunos, vigilias, cilicios, disciplinas,
austeridades que llenan de asombro y que más son para admirarse que para
imitarse.
Configurada así con
la Divina Víctima durante su vida, sólo faltaba el rasgo supremo de la muerte
para que la semejanza fuera perfecta, y la muerte vino con sus terribles
angustias y dolores a convertirla en un acabado retrato del "Varón de
dolores", si bien esta colmada medida de dolor no pudo impedir, 'ni
siquiera a la hora de la agonía, aquel gozo íntimo que la había acompañado durante
la vida, escondido en la parte superior de su alma y que se exteriorizó en
alguna forma, momentos antes de morir, en el jubiloso canto de amor que, al son
de la vihuela, entonó por indicación suya una de sus más fieles discípulas,
Luisa de Santa María, que la acompañaba en aquel angustioso trance.
Así consumaba su
sacrificio y preludiaba el cántico nuevo de la bienaventuranza la admirable
virgen Santa Rosa, exhalando el último suspiró en la fecha que ella misma había
anunciado, 24 de agosto de 1617, fiesta de un santo a quien ella honró durante
su vida con una devoción especial y sin duda con luz profética, el apóstol San
Bartolomé.
La oportunidad del
mensaje de la gran Santa limeña con relación a las necesidades de su .tiempo,
el interés permanente de sus grandes lecciones sobre puntos esenciales de la
espiritualidad cristiana, las dotes naturales y sobrenaturales con que Dios la
adornó a fin de que pudiera transmitir al mundo un mensaje de tanta
trascendencia, explican la aceptación general y entusiasta del mismo, su rápida
difusión a través de las muchas obras escritas sobre la Santa, la extensión de
su culto a todo el continente ya desde los tiempos coloniales, y asegura una
creciente gloria, una supervivencia real en el porvenir a la que justamente ha
sido declarada por la Santa Sede Patrona de América e incluida en el catálogo
de los santos, cuya fiesta anualmente celebra la Iglesia universal. Traducimos
a continuación la expresiva y devota oración litúrgica con que se la invoca en
el mundo entero: "Oh Dios Todopoderoso, fuente de todo bien, que has
querido que Santa Rosa floreciera en las Indias con el encanto de su virginidad
y paciencia, y para ello la preveniste con el rocío de tu gracia: concédenos a
nosotros tus siervos, que corriendo en pos de sus perfumes suavísimos,
merezcamos ser el buen olor de Jesucristo. Que contigo vive y reina en la
unidad del Espíritu Santo Dios por todos los siglos. Así sea".
FÉLIX M. ALVAREZ, M.
Sp. S.
HISTORIA DE SANTA ROSA DE LIMA
Isabel Flores de Oliva o
también conocida como Santa Rosa de Lima nació en Lima el 30 de abril de 1586. Sus padres
fueron el arcabucero Gaspar Flores y María de Oliva. Bautizada como Isabel, su madre empezó a llamarla
Rosa desde que un día, al acercarse a su cuna, le vio el rostro encendido como una rosa. La mayor parte de su infancia
y adolescencia los pasó en el pueblo de Quive, una reducción indígena ubicada
en la sierra de Lima, entre la confluencia de los ríos Chillón y Arahuay. Hasta
allí se trasladó la familia Flores de Oliva, porque Gaspar había conseguido
trabajo como encargado de una mina.
De niña, la futura Santa Rosa de Lima
sufrió una enfermedad que le imposibilitaba la movilidad de las piernas. Su
madre quiso aliviarle con una receta local, cubriéndole las piernas con pieles de buitre, medida que finalmente agravaría los
males de la pequeña, sufriéndolos en silencio. Recibió en 1598 el sacramento de
la confirmación, junto con otros dos niños, de manos del arzobispo Toribio de Mogrovejo, también futuro
santo.
Una vez crecida la niña, sus padres
quisieron que tomara interés en los negocios de la familia y su madre un día la
llevó al ingenio minero para que viera el procesamiento del metal. Santa Rosa
de Lima no mostró ningún interés y, por el contrario, advirtió a su madre que
el oro era la moneda que ofrece el mundo para perdernos.
Al ocurrir un derrumbe en la mina, los Flores de Oliva tuvieron que retornar a
Lima. Rosa ya estaba decidida a seguir la vida religiosa y tomó como modelo la vida de Santa Catalina de Siena.
En 1605 quiso ingresar al monasterio de
Santa Clara, pero debido a su pobreza no pudo reunir la dote necesaria.
Entonces hizo voto de vivir consagrada al Señor vistiendo el hábito de
terciaria dominica y edificó con sus propias manos, en el huerto de su casa,
una cabaña en la que pasaba el día orando o mortificándose. Abandonó los
alimentos de la vida diaria, sobreviviendo a pan y agua que combinaba con
hierbas y jugos. Llevaba cilicios en torno de los miembros y se flagelaba a
menudo; cuentan sus hagiógrafos que en una ocasión trató de infligirse cinco
mil golpes en un lapso de ocho días, a imitación de la pasión de Cristo.
Llevaba una corona de espinas tan apretada que la sangre le chorreaba por las
mejillas.
Con abnegación
recibía enfermos en su casa y los atendía.
Santa Rosa de Lima sufrió también la
tentación del demonio quien ella llamó el sarnoso; pero
gozó de la presencia de Dios y de las apariciones de la Virgen María, el Ángel
de la Guarda y Santa Catalina de Siena. Atrajo la devoción de un círculo de
damas piadosas quienes trataron de seguir su ejemplo. Los tres últimos años de su vida los pasó en casa del contador
Gonzalo de la Maza, un alto funcionario virreinal, cuya esposa
admiraba a la virtuosa limeña. Durante su larga y dolorosa enfermedad tuvo
apariciones milagrosas y premoniciones, como la destrucción del Callao producto
de un maremoto, hecho que vino a cumplirse en 1746. Falleció el 24 de agosto de 1617, a los 31 años de edad;
para entonces era tan venerada en la ciudad que a sus exequias asistieron el
virrey, el arzobispo y representantes de todas las órdenes religiosas. Dos años
después sus restos fueron trasladados a un sepulcro especial.
El Papa Clemente X la
canonizó el 12 de abril de 1671, fijándose su festividad el 30 de
agosto. Fue la primera santa del Nuevo Mundo.
En la campaña encaminada a su pronta santificación se conjugaron los intereses
de la elite criolla y de las autoridades municipales de Lima, así como de la
corte de Madrid y de la iglesia de Roma. A todas estas instancias convenía
hacer de la Rosa milagrosa, como ha escrito Ramón Mujica Pinilla (1995), un símbolo del incipiente patriotismo y el emblema de un nuevo Siglo de Oro hispanoamericano.