ESCUCHAR Y VIVIR LA PASIÓN
BENDICION DE LOS RAMOS
Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramos
y a cuantos vamos a acompañar a Cristo aclamándolo con cantos, concédenos
entrar en Jerusalén del Cielo, por medio de Él. El que vive y reina por los
siglos de los siglos.
EVANGELIO DE LA ENTRADA DEL SEÑOR
Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 28-40
En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia
Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los
Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: "Vayan a la aldea de enfrente;
al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía.
Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo
desatan?", contéstenle: "El Señor lo necesita". Ellos fueron y
lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños
les preguntaron: "¿Por qué desatáis el borrico?" Ellos contestaron:
"El Señor lo necesita." Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus
mantos y le ayudaron a montar.
Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los
mantos. Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de
los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alaba¡ a Dios a gritos, por todos
los milagros que habían visto, diciendo: "¡Bendito el que viene como rey,
en nombre del Señor! Paz en el cielo
y gloria en lo alto."
ORACION COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, tu
quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y muriese en la cruz, para
mostrar el género humano el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad,
concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio, y que un
día participemos en su gloriosa resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 50,4-17
Mi Señor me ha dado una lengua de
iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me
espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el
oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me
apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante
ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por
eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
SALMO
RESPONSORIAL (21)
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al
verme, se burlan de mí, hacen visajes,
menean
la cabeza:
«Acudió
al Señor, que lo ponga a salvo;
que
lo libre, si tanto lo quiere.» R.
Me
acorrala una jauría de mastines,
me
cerca una banda de malhechores;
me
taladran las manos y los pies,
puedo
contar mis huesos. R.
Se
reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica.
Pero
tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza
mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré
tu fama a mis hermanos,
en
medio de la asamblea te alabaré.
Fieles
del Señor, alábenlo; linaje de Jacob,
glorifíquenlo;
témenle, linaje de Israel. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Filipenses 2,6-11
Cristo, a pesar de su
condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se
despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a
la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le
concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua
proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22,14–23,56
14
Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles;
15
y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de
padecer;
16
porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el
Reino de Dios.»
17
Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y repartidlo entre
vosotros;
18
porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid
hasta que llegue el Reino de Dios.»
19
Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es
mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»
20
De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva
Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.
21
«Pero la mano del que me entrega está aquí conmigo sobre la mesa.
22
Porque el Hijo del hombre se marcha según está determinado. Pero, ¡ay de aquel
por quien es entregado!»
23
Entonces se pusieron a discutir entre sí quién de ellos sería el que iba a
hacer aquello.
24
Entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el
mayor.
25
El les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y
los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores;
26
pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y
el que gobierna como el que sirve.
27
Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que
está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
28
«Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas;
29
yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso
para mí,
30
para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para
juzgar a las doce tribus de Israel.
31
«¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo;
32
pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas
vuelto, confirma a tus hermanos.»
33
El dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte.»
34
Pero él dijo: «Te digo, Pedro: No cantará hoy el gallo antes que hayas negado
tres veces que me conoces.»
35
Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó
algo?» Ellos dijeron: «Nada.»
36
Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el
que no tenga que venda su manto y compre una espada;
37
porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito:
"Ha sido contado entre los malhechores." Porque lo mío toca a su
fin.»
38
Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas.» El les dijo: «Basta.»
39
Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le
siguieron.
40
Llegado al lugar les dijo: «Pedid que no caigáis en tentación.»
41
Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba
42
diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya.»
43
Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba.
44
Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas
espesas de sangre que caían en tierra.
45
Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos
por la tristeza;
46
y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis
en tentación.»
47
Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de
los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso.
48
Jesús le dijo: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!»
49
Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor, ¿herimos a
espada?»
50
y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha.
51
Pero Jesús dijo: «¡Dejad! ¡Basta ya!» Y tocando la oreja le curó.
52
Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del Templo y ancianos
que habían venido contra él: «¿Como contra un salteador habéis salido con
espadas y palos?
53
Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos
encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.»
54
Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del Sumo
Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de lejos.
55
Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor;
Pedro se sentó entre ellos.
56
Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo:
«Este también estaba con él.»
57
Pero él lo negó: «¡Mujer, no le conozco!»
58
Poco después, otro, viéndole, dijo: «Tú también eres uno de ellos.» Pedro dijo:
«Hombre, no lo soy!»
59
Pasada como una hora, otro aseguraba: «Cierto que éste también estaba con él,
pues además es galileo.»
60
Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel momento, estando aún
hablando, cantó un gallo,
61
y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor,
cuando le dijo: «Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.»
62
Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
63
Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban;
64
y cubriéndole con un velo le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha
pegado?»
65
Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas.
66
En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, sumos
sacerdotes y escribas, le hiceron venir a su Sanedrín
67
y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo.» El respondió: «Si os lo digo, no
me creeréis.
68
Si os pregunto, no me responderéis.
69
De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder
de Dios.»
70
Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» El les dijo: «Vosotros lo
decís: Yo soy.»
71
Dijeron ellos: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo
hemos oído de su propia boca?»
1
Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato.
2
Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro
pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey.»
3
Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú
lo dices.»
4
Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «Ningún delito encuentro en
este hombre.»
5
Pero ellos insistían diciendo: «Solivianta al pueblo, enseñando por toda Judea,
desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí.»
6
Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo.
7
Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que
por aquellos días estaba también en Jerusalén.
8
Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba
verle, por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar alguna señal que él
hiciera.
9
Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada.
10
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia.
11
Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso
un espléndido vestido y le remitió a Pilato.
12
Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados.
13
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo
14
y les dijo: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero
yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno
de los delitos de que le acusáis.
15
Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca
la muerte.
16
Así que le castigaré y le soltaré.»
18
Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: «¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!»
19
Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato.
20
Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús,
21
pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!»
22
Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él
ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré.»
23
Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus
gritos eran cada vez más fuertes.
24
Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.
25
Soltó, pues, al que habían pedido, el que estaba en la cárcel por motín y
asesinato, y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
26
Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del
campo, y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús.
27
Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban
por él.
28
Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí;
llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.
29
Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que
no engendraron y los pechos que no criaron!
30
Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las
colinas: ¡Cubridnos!
31
Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?»
32
Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él.
33
Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
34
Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.» Se repartieron
sus vestidos, echando a suertes.
35
Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros
salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.»
36
También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre
37
y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»
38
Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos.»
39
Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues
¡sálvate a ti y a nosotros!»
40
Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la
misma condena?
41
Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en
cambio, éste nada malo ha hecho.»
42
Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.»
43
Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
44
Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad
sobre toda la tierra hasta la hora nona.
45
El velo del Santuario se rasgó por medio
46
y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu»
y, dicho esto, expiró.
47
Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este
hombre era justo.»
48
Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que
pasaba, se volvieron golpeándose el pecho.
49
Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que
le habían seguido desde Galilea.
50
Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo,
51
que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea,
ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.
52
Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús
53
y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro
excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.
54
Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado.
55
Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el
sepulcro y cómo era colocado su cuerpo,
56
Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el
precepto.
COMENTARIO
El domingo de ramos, o domingo en la pasión
del Señor, abre la semana santa. San Lucas tiene especial
interés en situar el desarrollo de los acontecimientos de la Pasión bajo el
signo de la misericordia y del amor. Orienta el relato de la pasión hacia el
descubrimiento del amor del Padre hacia su Hijo y hacia los hombres.
La
cruz es así, para el tercer evangelista, el sacramento de la misericordia
divina. En estos días la
iglesia, con mayor insistencia que nunca, reclama nuestra atención para
que nos fijemos sobre todo en la cruz de Cristo, para que hagamos memoria
de su pasión y muerte bajo el poder de Poncio Pilatos. No hace falta
subrayar la importancia que la piedad popular confiere a estas
celebraciones.
Pero quizás fuera conveniente
preguntarnos si nosotros hacemos o no, desde la fe, una lectura correcta del
evangelio, si entendemos de verdad la "palabra de la cruz" o
si, por el contrario, donde ésta nos dice "amor" escuchamos
solamente "dolor". Porque a fuerza de describir e imaginar los
sufrimientos de Cristo, de pasearlos en procesión por las calles y plazas,
podemos llegar a desfigurar el rostro de Cristo y a dar la imagen de un
Dios que se complace en el sacrificio y en la muerte del hombre, o en su
propio sacrificio.
Como si Dios fuera el Dolor y no el
Amor. En cuyo caso no habría para los que lloran otro consuelo que el de
sus lágrimas. Ahora bien, Cristo no amó el dolor sino que amó a los que sufren.
No amó la pobreza, sino a los pobres. No amó la muerte, sino la vida. Y el Dios
vivo, Dios y Padre de Nuestro Seños Jesucristo, no es un Dios que
mortifique a los hombres sino el Dios que resucita a los muertos. La cruz
es el símbolo del amor, no la glorificación o divinización del dolor. Es
el símbolo de un amor llevado hasta el extremo en un mundo lleno de odio.
Pocas acusaciones tan graves
podrían hacerse al cristianismo como la de ser una religión del dolor y
del sufrimiento, una religión masoquista. Pues los que aman el dolor por
el dolor, no lo desean sólo para sí mismos, sino también para los demás. Sufren
y hacen sufrir.
El relato de la pasión y muerte de
Jesús no es un drama para llevar a la escena o a la pantalla, no
espectáculo para convocar al público en general, y no podemos adoptar ante
él una actitud de simples espectadores. Es la revelación del amor, del
amor que Dios nos tiene a cada uno y, por tanto, una interpelación.
Contemplar la pasión de Jesús a
distancia, admirarla, incluso, adoptar ante ella una actitud estética, es
lo mismo que dejarle en la cruz y lavarse las manos como Pilatos.
Ni la admiración, ni el
asombro, ni el aplauso de su conducta o de su doctrina, ni el
sentimentalismo están aquí en su lugar: el único que está en su lugar es Jesús
y los que le siguen, por amor, hasta la muerte.
El evangelio de la pasión y muerte
de Jesús no se anuncia para que aumente el número de espectadores del
drama de Jesús, sino para que nos hagamos sus discípulos y le sigamos con
la cruz a cuestas, para que respondamos al amor de Dios amando a los hombres
como a hijos de Dios. Seamos honestos para con Jesús.
PLEGARIA UNIVERSAL
Cristo intercede por todos. Hombres, mujeres, niños, ancianos… Es
el mediador entre el cielo y la tierra y reconcilia a todos con nosotros. Por
eso nos acercamos a El cagados de necesidades. Y le decimos: Escúchanos, Señor.
1.-
Por el Papa Francisco, los obispos y los sacerdotes, para que sepan llevar el
evangelio de la cruz a todos los hombres, haciendo que así descubran que la
redención nos viene de ti, Crucificado y Resucitado. Escúchanos, Señor.
2.-
Por los pueblos que andan en discordias, para que la sangre que Tú derramaste
los reconcilie haciendo de todos los hombres una sociedad fraterna. Escúchanos, Señor.
3.-
Para que Tú, que eres nuestra paz, destruyas el muro de tantas separaciones
entre esposos, de tantas enemistades entre las familias de tantas discordias
entre las diversas religiones, y nos concedas a todos la paz que tanto
ansiamos. Escúchanos, Señor.
4.-
Para que los pobres, los desesperanzados y todos los que con sus sufrimientos
participan de tu Cruz y encuentren
fuerza en tu Pasión salvadora. Escúchanos, Señor.
5.-
Por nosotros aquí reunidos, para que nuestro arrepentimiento y nuestro
acercamiento a ti durante esta Cuaresma lleguen a buen término, por tu
misericordiosa bondad. Escúchanos, Señor.
Señor tu que te apiadaste de la humanidad hasta dar la vida por
nosotros, acude en nuestra ayuda y concédenos lo que te pedimos. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Por la Pasión de tu Hijo se propició a tu pueblo, Señor y
concédenos por esta celebración que actualiza el único sacrificio de Jesucristo, la misericordia que no merecen
nuestros pecados. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Fortalecidos
con tan santos misterios, te dirigimos eta suplica, Señor: del mismo modo que
la muerte de tu Hijo nos ha hecho esperar lo que nuestra fe nos promete, que su
resurrección nos alcance la plena posesión de lo que anhelamos. Por Jesucristo
nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lune 21s: Is. 42, 1-7; Sal 26; Jn. 12, 1-11.
Martes 22: Is. 49, 1-6; Sal 70; Jn. 13, 21-33.36-38.
Miércoles 23: Is. 50, 4-9ª.; Sal 68;
Mt. 26, 14-25.
Jueves24: Ex.
12, 1-8.11-14; Sal 115; Jn. 13, 1-15.
Viernes 25: Is. 52, 13-53,12; Sal 30; Hb. 4, 14-16;
5,7-9; Jn. 18, 1—19,42.
Sábado26: Rm.
6, 3-11; Sal 117; - Lc. 24,
1-12.
Domingo27: Hch
10, 34ª.37-43; Col. 3, 1-4; Jn. 20, 1-9.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 22, 14-23, 56
San Lucas tiene especial interés en situar el desarrollo de los
acontecimientos de la Pasión bajo el signo de la misericordia y del amor.
a) Lucas orienta el relato de la pasión hacia el descubrimiento del amor
del Padre hacia su Hijo y hacia los hombres. La cruz es así, para el tercer
evangelista, el sacramento de la misericordia divina.
Por eso Lucas no recoge generalmente los cargos que pesan sobre los
judíos y sobre los discípulos: ¿para qué buscar responsabilidades cuando la
sangre de Cristo lava toda falta? Lucas no recoge el hecho de que por tres
veces Jesús encuentra a sus discípulos dormidos (Mt. 26, 40-47); no dice, como
los demás evangelistas, que los discípulos huyeron en Getsemaní (Mt. 26, 56), y
no menciona las imprecaciones de Pedro contra los servidores del sumo sacerdote
(Mt. 26, 74). Incluso los enemigos de Jesús aparecen en la redacción de San
Lucas con colores menos cargados que en otros lugares. No se dice que los
judíos escupieron a Jesús (Lc. 22, 63; cf. Mt. 26, Lc. 67 y 27, 27-31), ni que
le ataron para llevarle a Pilato (Lc. 23; cf. Mt. 27, 2).
Incluso en lo que se refiere a Judas, Lucas trata por desvirtuar al
máximo la tradición (no dice nada del convenio aludido por Mt. 27, 3-10).
Finalmente, al contrario que los demás evangelistas, no nos presenta a Jesús
aislado en el Calvario; por eso no cita a Zac. 13, 7 (sobre la dispersión del
rebaño) y menciona la presencia de los amigos y conocidos (Lc. 23, 49),
contrariamente a Mt. 27, 55-56 y Mc. 15, 40-41.
b) Así, en virtud del perdón implícito en la cruz, Lucas lava a casi
todo el mundo. El mismo Pilato aparece por tres veces inocente (Lc. 23, 4,
13-15, 20-22, todos ellos textos exclusivos de Lucas). Uno de los agresores de
Jesús es incluso beneficiario de una curación después que un apóstol le había
cortado una oreja (Lc. 22, 51). En el momento mismo de la traición, Jesús tiene
todavía tiempo para mirar a Pedro e inducirle al arrepentimiento (Lc. 22, 61).
Las palabras de desesperación que Mateo y Marcos ponen en boca de Jesús en la
cruz (Mt. 27, 46) Lucas las sustituye por palabras de perdón para todos los
judíos (Lc. 23, 34). Es igualmente el único que habla del perdón concedido al
ladrón (Lc. 23, 39-43) y del arrepentimiento que se adueña del centurión mismo
(Lc. 23, 47). Hasta la caricatura de reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc.
23, 6-12) es fruto del perdón de la cruz.
c) El secreto de ese perdón y de ese amor radica en la comunión
particular de Jesús con su Padre. Lucas es el único que levanta en parte el
velo de su intimidad. En las distintas oraciones que Lucas pone en labios de
Jesús se puede captar un tono mucho más personal que en los demás sinópticos
(Lc. 22, 42; cf. Mt. 14, 36; Lc. 23, 34; cf. Mt. 27, 46; Lc. 23, 46; cf. Mt.
27, 50). Lucas es también el único que descubre la solicitud de Dios que
consuela y da ánimos a Cristo en medio de su angustia (Lc. 22, 43). Se da
incluso una especie de intuición de la divinidad de Jesús. Por eso Lucas
desvincula el título "Hijo de Dios" del contexto simplemente
mesiánico en que lo sitúan Mt. 26, 63 y Mc. 14, 61, para hacer de El un título
aparte (Lc. 22, 70) prácticamente divino. Por otro lado, la muerte de Cristo no
deriva, para Lucas, de su diatriba contra el Templo, como para Mt. 26, 61-62,
sino de la confesión oral (Lc. 22, 71) de su divinidad.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 235-234
2.- La Pasión según Lucas se caracteriza por la preocupación de explicar
las aplicaciones morales que los fieles deben sacar del texto evangélico. Todo
el texto de Lucas, pero muy especialmente el relato de la Pasión, es el
evangelio del seguimiento de Jesús: hasta la cruz, y hasta la gloria. No se
trata de que el evangelista presente únicamente a un hombre que sufre, con la
intención de excitar nuestra compasión (en sentido de la devoción medieval a la
Pasión); Jesús es algo más que un héroe humano que se nos presenta como
ejemplo, como lo pueden ser para nosotros los santos; es, fundamentalmente, un
combate escatológico, el de la Pasión (nótese la palabra de esperanza dirigida
al buen ladrón, sobre el paraíso, propia de Lc). El combate había empezado en
el desierto, donde Jesús había sido tentado (4, 13) y Satanás se había retirado
por un tiempo, esperando su momento; ahora Satanás entra en el corazón de Judas
(22,3) y se dispone a tentar a Simón (22,31): ésta es la hora y el poder de las
tinieblas (22, 53).
San Ambrosio, en su comentario al tercer evangelio, comenta la Pasión
como una marcha triunfal de un general romano vencedor, al cual el Senado
hubiese concedido los honores del "triunfo", y que subiera desde el
foro, por la vía sacra, hasta el Capitolio, al templo de la diosa Victoria,
acompañado de las legiones que han luchado a sus órdenes y llevando el botín y
los cautivos. En eso san Ambrosio captó muy bien el sentido dinámico y triunfal
de la Pasión según Lc. Dinámico, porque la crucifixión y la Ascensión son
culminación del camino hacia la ciudad de Jerusalén iniciado con aquel
"largo viaje" que es el gran rasgo original de la estructuración
dramática del tercer evangelio; triunfal, porque el discípulo que se decida a
acompañar a Jesús en su camino debe saber que llegará hasta la cruz, y que sólo
a través de ella, precedido por Jesús llegará a la gloria del Paraíso. No hay
más triunfalismo que el de la cruz, en el cual, únicamente, podrá gloriarse el
discípulo. En contraste con la gloria de Jesús, el menosprecio de Herodes, a
quien no se digna siquiera dirigir la palabra (a diferencia de Pilato), y que
es un episodio propio de Lucas.
Herodes -dice Lucas- tenía gran curiosidad por ver a Jesús (23,8-12) y
esperaba presencia algún milagro. El cristiano, que lee, escucha o presencia en
la liturgia o en celebraciones dramáticas la Pasión, no debe seguir el modelo
del rey Herodes: superficialidad, superstición, orgullo. Lucas nos hace sentir,
como Pedro, culpables todos de la Pasión, pero llenos de la esperanza del
perdón, sin caer en la tentación de la violencia (especialmente rechazada en
Lc) y prontos a reconocerlo resucitado.
HILARI RAGUER
MISA DOMINICAL 1977, 7
3.- Ahora nos detendremos únicamente en el evangelio. Su extensión no
nos permite un comentario proporcionado; habrá que contentarse con señalar
algunas de las numerosas particularidades que presenta el relato de Lucas. Al
seguir paso a paso este relato, en paralelismo con los otros, advertimos los
puntos siguientes.
En el momento mismo en que "va a sufrir", Jesús vive en plena
esperanza; no comerá ya la Pascua, ni beberá más el vino de la fiesta; pero él
sabe que la Pascua terrestre tendrá su cumplimiento en los cielos y que él será
su comensal; sabe que el Reino de Dios vendrá ciertamente, y entonces volverá a
encontrar a sus discípulos en la fiesta. Más adelante, en los versículos 28 y
30, Jesús vuelve a hacer profesión de su esperanza, con fórmulas que le otorgan
un papel muy importante y muy activo en el establecimiento del reino, mientras
que en las expresiones que acabamos de leer, Jesús era solamente el
beneficiario de la venida del Reino. Ahora dice "mi reino", y afirma
que dispone de él en persona, tal como, explica, "el Padre ha
dispuesto" en su favor.
El gesto eucarístico será un "memorial" de Jesús; con él los
discípulos, acordándose de él, guardarán igualmente el recuerdo de sus
palabras, de sus actos, del misterio del que él habrá sido el signo.
El cuerpo es "dado por vosotros"... "la sangre derramada
por vosotros", en tanto que Mc y Mt hablan de las "multitudes".
Lucas ve primeramente el don de Jesús hecho en beneficio de sus discípulos y
amigos. Queda muy subrayada la atmósfera familiar de la última cena; el
"discurso después de la Cena" que Lucas propone, más breve que el de
Juan, recoge también ese tema, invitando a los discípulos a comportarse unos
con otros como siervos, y recordando la fidelidad que estos discípulos han
demostrado a Jesús durante "sus pruebas", fidelidad que les valdrá
participar en su triunfo.
Porque hasta ahora, es Jesús el que ha sido "probado"; a
partir de ahora les toca a sus discípulos ser "tentados",
"cribados por Satanás". En vista de este combate, están obligados a
armarse; pero Jesús, con su oración, los sostiene. Al menos ha obtenido para
Pedro el que permanezca firme, para que sea un apoyo inquebrantable para los
demás. Antes, sin embargo, conocerá Pedro la traición, consecuencia quizá de la
presunción que aparece en su declaración: porque existe una diferencia entre el
"Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca", y el "yo
estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte".
El episodio de Getsemaní es menos la tentación de Jesús que la de sus
discípulos. Son ellos los que deben "orar para no entrar en
tentación". Jesús ora, y su oración es el modelo de la oración cristiana
(ver la semejanza con el Padrenuestro"; y el combate que libra es el
modelo de la lucha que debe entablar el cristiano: combate penetrado de oración
y sostenido con la ayuda de Dios (el ángel que recuerda la marcha dolorosa de
Elías sostenido por un ángel, 1 Re 19, 4-8).
El arresto de Jesús se desarrolla muy rápidamente. Y en medio de este
movimiento rápido, el único que se hace notar por los lectores es Jesús: por la
frase con que acoge a Judas... y por la dulzura de que da pruebas con Malco.
Resuena, en fin su voz, que atribuye el escenario en el que es la víctima, al
temible poder de las tinieblas (tema ya notado en vv. 3 y 31).
Al contar la traición de Pedro, Lucas omite las imprecaciones con que el
Apóstol subraya su negación; nota sobre todo la mirada que Jesús dirige a
Pedro. Esta mirada, verosímilmente contraria a las exigencias inútiles de la
topografía, dice cómo Jesús, en medio mismo de su drama, sabe ser amigo.
La comparecencia de Jesús ante el Sanedrín es referida brevemente. Hay
una frase que reviste una particular significación. "Desde ahora, afirma
Jesús, el Hijo del hombre está sentado...". Las decisivas palabras:
"desde ahora", van unidas a una cita que proclama el reino del Hijo
del hombre, sin mencionar su venida sobre las nubes. Lucas llama, pues, la
atención sobre el presente, nuestro presente, que es ya el tiempo en que reina
el Hijo del hombre. No olvida el futuro, marcado por la última venida, pero
omitiendo esta dimensión de su fe, atestiguada en otras partes, subraya la
actualidad de una salvación que compromete nuestra comprensión de la vida, de
nuestra vida presente, diaria.
Es notable, por otra parte, que Lucas no espere a la mañana de Pascua
para gritar al mundo ese "desde ahora"; lo hace cuando Jesús es
entregado por Judas, traicionado por Pedro, ridiculizado por los criados,
acusado por los jefes. El autor relaciona humillación y triunfo de una forma
que no deja de sorprendernos.
Acusado ante Pilato de pretensiones políticas y de intrigas antiromanas,
Jesús es, finalmente, inocente; el juez romano no "encuentra ningún motivo
de condena" en él: sorprendente afirmación del carácter apolítico de la
acción desarrollada por Jesús. Lucas, el único en referir la comparecencia ante
Herodes, la aprovecha para hacer ver el sentido especial de la realeza de
Jesús. "Tratado con desprecio", convertido en objeto de un juego
indigno, Jesús, sin embargo, se halla revestido con una "vestidura
magnífica", que dice al creyente su verdadera dignidad.
Al dar cuenta de la segunda audiencia de Pilato, Lucas insiste, por una
parte, en el juicio dado por el romano -Jesús es inocente- y, por otra, en la
unanimidad que reúne a "sumos sacerdotes, jefes y pueblo" en la
condena de Jesús, conseguida con su insistencia, varias veces renovada... De
esta manera, los paganos salvan, en parte al menos, su responsabilidad,
mientras que los judíos comprometen gravemente la suya.
La subida al Calvario permite una oposición muy esclarecedora para los
cristianos de todos los tiempos. Entre Simón de Cirene, que va "detrás de
Jesús" "llevando la cruz", o las mujeres que sólo saben llorar
el destino de Jesús, ¿cuál es el discípulo más fiel? Simón de Cirene, sin duda;
las mujeres que lloran por Jesús se equivocan. Si hay que llorar es por el
destino de los responsables de la muerte de Jesús. Lo que Jesús espera de sus
verdaderos amigos es no que se conmuevan por su suerte, sino que vayan con él
llevando la cruz y que, una vez llegada la muerte, sepan dirigirle la oración
de ese otro personaje modelo. El buen ladrón: "Jesús, acuérdate de mí
cuando vengas...". Pero, ¿por qué es necesario que los modelos de los
cristianos hayan sido tomados no entre los discípulos formados por la enseñanza
de Jesús, sino entre unos ladrones o entre quienes parecían encontrar a Jesús
por primera vez o de casualidad? ¿Será que es entre ellos donde se encuentra la
verdadera fidelidad? De la crucifixión que pinta Lucas, hay que fijarse sobre
todo en las dos palabras de Jesús: la petición de perdón que dirige a su Padre,
junto con el motivo que se da -"No saben lo que hacen: ¡sorprendente
afirmación de la irresponsabilidad de los hombres sobrepasados por su propia
historia!-, y la frase confiada con la que Jesús marca su muerte. Nada recuerda
aquí el trágico grito que refieren Marcos y Mateo. Jesús, según Lucas, expira
en medio de un sorprendente movimiento de abandono filial.
"Desde ahora, afirmaba Jesús, el Hijo del hombre estará sentado...".
De hecho, es a partir del ahora de su crucifixión, más aún, de su muerte,
cuando "las hijas de Jerusalén", símbolos de la ciudad incrédula, se
interesan por él, cuando uno de los ladrones crucificados con él le saluda con
un acto de fe, cuando un centurión "glorifica a Dios" por la muerte
de este justo, cuando la gente se arrepiente de esto, y sus amigos vuelven a
aparecer. Entre ellos, José de Arimatea, hasta entonces desconocido, se
enfrenta a Pilato y coloca a Jesús en una tumba digna de él, mientras las
mujeres empiezan los preparativos cuya inutilidad se encargará de dejar claro
el futuro ya próximo.
Del cuadro pintado por Lucas surge una silueta de Jesús absolutamente
sublime. Sublime, por la dulzura de una amistad que Jesús manifiesta hasta el final
a quien quiere acogerle...
Sublime, por la confianza obstinada que pone en su Padre. Esa misma
confianza aparece en el curso de la comida eucarística, y colorea su muerte con
un matiz único. Esta sublimidad es el reflejo, infinitamente discreto pero accesible
al creyente, de un reino celeste ya empezado.
Esta actitud de Jesús, única, signo de un misterio divino, atrae a los
discípulos, y les compromete a recorrer de la misma forma el camino de su
propia vida. Porque, a lo largo del relato, los cristianos están detrás de la
figura de tal o cual héroe: Pedro, las mujeres de Jerusalén, el ladrón, el
centurión, José de Arimatea, etc. De suerte que, al meditar en la Pasión de
Jesús, reflexionan en su propia existencia. Una reflexión que hay que renovar
constantemente.
LOUIS MONLOUBOU
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág 300
El amor en acción
La grandeza del espíritu de Jesús ha sido descrita pocas veces en el
Nuevo Testamento con tanta claridad y solemnidad como en las palabras pronunciadas
desde la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Es la cúspide
del amor. No comprenderemos plenamente el profundo sentido de la plegaria de
Jesús hasta después de haber visto que el texto comienza por la palabra
«entonces». En el versículo precedente leemos: «Cuando llegaron al lugar
denominado Calvario, le crucificaron allí, y a los dos malhechores, uno a la
derecha y otro a la izquierda». Entonces Jesús dice: «Padre, perdónalos».
Entonces, cuando se precipitaba en los abismos de una agonía espantosa.
Entonces, cuando el hombre se había rebajado hasta lo más ínfimo. Entonces,
cuando las manos perversas de la criatura habían intentado crucificar al único
Hijo del Creador. Entonces Jesús dice «Padre, perdónalos». Este entonces hubiera
podido ser muy distinto. Hubiera podido decir «Padre, y destrúyelos». O incluso
«Padre abre las esclusas de la justicia e inúndalos con la avalancha del
merecido castigo».
Pero su respuesta no fue ésta. Aún sometido a una agonía indecible,
soportando un dolor atroz, menospreciado y rehusado, no obstante grita:
"Padre perdónalos".
Fijémonos en las dos lecciones fundamentales que pueden ser extraídas de
este texto: En primer lugar, es una expresión maravillosa de la habilidad de
Jesús para unir palabra y acción. Una de las grandes tragedias de la vida es
que todos los hombres raramente establecen un puente entre la práctica y la
teoría, entre el hacer y el decir. Sin embargo en la vida de Jesús descubrimos
que existe este puente. En la historia no ha existido un ejemplo más sublime de
identidad entre la palabra y la acción. Durante su predicación por los soleados
pueblos de Galilea, Jesús habla con entusiasmo del perdón. Esta extraña
doctrina despierta el espíritu curioso de Pedro: «¿Cuántas veces he de perdonar
a mi hermano si peca contra mí? ¿Hasta siete veces?». Pedro quería ser fiel a
la ley y a la estadística. Pero Jesús respondió que el perdón no tenía límites.
«No digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». En otras palabras:
el perdón no es cuestión de cantidad, sino de calidad. Un hombre no puede
perdonar cuatrocientas noventa veces sin que el perdón se integre en la misma
estructura de su ser. El perdón no es un acto ocasional; es una actitud
permanente...
La plegaria de Jesús en la cruz nos da una segunda lección. Es una
manifestación de la conciencia que tiene Jesús de la ceguera intelectual y
espiritual del hombre. «No saben lo que hacen» = Su mal era la ceguera; su
necesidad de luz. Debemos reconocer que Jesús no fue clavado en la cruz solamente
por el pecado, sino también por la ceguera. Los hombres que gritaron:
«Crucifícale» eran menos malos que ciegos. La plebe escarnecedora que rodeaba
el camino del Calvario estaba compuesta por hombres más ciegos que malvados. No
sabían lo que hacían. ¡Qué tragedia!
LUTHER KING
La pasión según san Lucas tiene muchos aspectos característicos. Desde
un punto de vista externo, por ejemplo, el interrogatorio de Pilato está
dividido en dos partes y entre las dos se incluye la comparecencia de Jesús
ante Herodes (vv 6-12), escena que sólo narra el tercer evangelista. Lucas
tiende a disminuir la responsabilidad de Pilato: declara tres veces inocente a
Jesús (21s) propone castigarlo y soltarlo (22). Jesús no calla ante él, sino
únicamente ante Herodes. Se manifiesta así una clara voluntad de rebajar la
responsabilidad de los romanos en el proceso de Jesús.
Dejando aparte estas particularidades, que desempeñan un papel
importante en el momento de establecer un orden cronológico en los acontecimientos,
la narración de Lucas se caracteriza por la manera de subrayar aspectos que
podríamos llamar pastorales y que apuntan a una aplicación práctica en la vida
de los cristianos. Esta parece ser la intención de tres episodios de la
historia de la pasión: la lamentación de las mujeres, el diálogo con el buen
ladrón y la reacción del pueblo ante la muerte de Jesús.
El llanto de las mujeres (27-31) evoca la lamentación de Zac 12,10:
«derramaré sobre la casa de David un espíritu de compunción y de pedir perdón.
Al mirarme traspasado por ellos mismos, harán duelo como por un hijo único,
llorarán como se llora a un primogénito». En la respuesta de Jesús (28-30) hay
una alusión al juicio de Israel (cf. Lc 13,34-35; 19,41-44; 21, 23-24).
Indirectamente exhorta Lucas a sus lectores a aceptar el mensaje de Jesús,
camino de salvación.
La salvación que aporta Jesús es ilustrada también con la conversión del
buen ladrón (39-43), ejemplo de pecador convertido: en el momento de su muerte
entrará ya en el paraíso.
La propia muerte de Jesús es precedida en Lc de un gran grito de
confianza (v 46, cf. Sal 31,6). La reacción de la gente ante esta muerte
(47-49) contiene el reconocimiento por parte del centurión de que Jesús era un
hombre justo (confesión primitiva de la fe). Los demás, por su parte, se
sienten interpelados por esta muerte: «se volvieron golpeándose el pecho» (48).
La apertura y conversión de la gente son también un ejemplo para la comunidad
cristiana.
D. ROURE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 901 s.
La sepultura de Jesús cierra la historia de la pasión y es a la vez un
presupuesto necesario para las narraciones del sepulcro vacío. Era costumbre de
los romanos entregar el cuerpo de los ejecutados, para enterrarlos, a los
familiares o amigos que los pidiesen. Desaparecidos los discípulos, un judío
piadoso toma la iniciativa en esta acción humanitaria. José de Arimatea,
miembro del sanedrín (en desacuerdo con la decisión de condenar a Jesús), tenía
que sentir una gran simpatía por la corriente mesiánica de Jesús, una gran
piedad por el crucificado, para no retroceder ante la impureza que conllevaba
tocar un cadáver, en vigilias de la gran fiesta judía. Como el anciano Simeón
de los evangelios de la infancia, "un hombre justo y piadoso que esperaba
la consolación de Israel" (2,25), José es caracterizado por su bondad y
justicia y por su esperanza en el reino de Dios (v 50). Sus cualidades morales
se manifiestan en la acción que lleva a término. Sin ser discípulo, ni galileo
como la mayoría de ellos, José debió de conocer a Jesús en la última etapa de
su ministerio en Jerusalén.
Lucas insiste en que el sepulcro, excavado en la roca, aún no había sido
usado. Quizá José de Arimatea no creía en que Jesús fuera el Mesías, pero esto
no era obstáculo para que trate su cuerpo con el máximo respeto. Sin duda, José
se había abierto a la predicación de Jesús sobre el reino de Dios.
Unas mujeres, que seguían a Jesús desde la Galilea, ven dónde y cómo es
sepultado Jesús. Son las mismas mujeres que, pasado el sábado, muy de mañana,
irán al sepulcro y recibirán el primer anuncio de la resurrección. Entre ellas
están María Magdalena y Juana (24,10), que son citadas entre los seguidores de
Jesús en Galilea (8,2-3). De esta manera Lucas relaciona la narración de la
pasión y de la pascua con el ministerio galileo de Jesús.
Son las enseñanzas dadas allí las que facilitarán la llave para
interpretar la muerte de Jesús en Jerusalén y para abrirse al mensaje de
pascua. En estos momentos de silencio y de prueba, los discípulos -hombres y
mujeres- descubrirán el alcance y las exigencias de la fe a la que les había
llamado Jesús cuando estaban en la Galilea. La muerte no tenía la última palabra.
El crucificado, puesto en el sepulcro, les llamaba en aquel momento de espera,
como nos llama hoy a nosotros, a creer en su mensaje de vida.
D. ROURE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 904 s.