jueves, 24 de marzo de 2016

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO DE RESURRECCIÓN CICLO C - 27 MARZO 2016

EL NACIMIENTO DE NUESTRA FE



ORACION COLECTA

Señor Dios, que en este día nos has abierto las puertas de la vida por medio de tu hijo, vencedor de la muerte, concede a los que celebramos la solemnidad de la Resurrección de Jesucristo, ser renovados por tu Espíritu, para resucitar en el reino de la luz y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero.
 Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.».

SALMO RESPONSORIAL (117)

Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo

Den gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré para contar
las hazañas del Señor. R.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3,1-4

Ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspiren a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque han muerto, y su vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también ustedes aparecerán, juntamente con él, en gloria.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 20,1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro.
Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

COMENTARIO

Los cuatro evangelistas, empiezan de la misma forma su último capítulo, el de la resurrección: “El primer día de la semana”. En el amanecer de aquel primer día nace la fe pascual, nuestra fe. Al principio fue tan sólo una conmoción en la sombra (“Aún estaba oscuro”, indica Juan, el evangelista preciso y buscador de símbolos); luego una agitación de amor, Juan el “discípulo preferido de Jesús”, se preocupa de subrayar debidamente la presencia de otra preferida, María Magdalena: la fe y el amor están estrechamente ligados entre sí. Al llegar al final de los cuatro evangelios, si hay algo claro para nosotros es precisamente la certeza de que toda nuestra vida se basa en ese binomio fe-amor. María ve la losa quitada, corre a avisar a Pedro y a Juan y les dice algo tan terrible a propósito de Jesús que la idea de muerte se hace aún más pesada: “No sé dónde lo han puesto”. No piensa más que en un cadáver, en un objeto.
Pedro y Juan van corriendo y descubren los primeros signos de “otra cosa”: el sepulcro vacío, el sudario y las vendas cuidadosamente enrolladas.
Pedro sigue todavía perplejo (“asombrado”, dirá Lucas siempre mesurado). Más intuitivo que Pedro, Juan da el inmenso paso de la fe: “Vio y creyó”. El evangelista insiste en este fantástico “creyó” que en adelante va a separar dos mundos, el de antes y el de después de la resurrección: “Hasta entonces no habían entendido lo que dice la Escritura: que tenía que resucitar de la muerte”. Ver, comprender, creer son las palabras-clave del nacimiento de nuestra fe.
El evangelista dice de sí mismo: “Vio y creyó”. Y contará que María dijo: “¡He visto!”. Luego los discípulos “ven” y finalmente Tomás vio y creyó. Pero el resucitado proclama entonces la gran  bienaventuranza: “Dichosos los que creen sin haber visto”. Esa es la oportunidad que  se nos ofrece; un largo río de fe nos vincula a aquella mañana de la resurrección.
La fe no es una meditación sobre Dios, sino un don de Dios que nos abre a lo que los primeros creyentes vieron y comprendieron: el sepulcro vacío,   las   apariciones  de Jesús resucitado, el testimonio de la Escritura.
Un don de Dios, pero una batalla de hombre. Desde el principio, la fe tuvo que desprenderse de la sombra, de las vacilaciones y de la torpeza en comprender. “No sé”, dice María Magdalena: esa es la primera palabra de la mañana de la fe. “No habían comprendido”, suspirará Juan; y Jesús se quejará también de los peregrinos de Emaús: “¿No comprenden? ¡Qué lento son para creer!”.
La mayor parte de nosotros hemos recibido fácilmente la fe y nos hemos quedado en la facilidad pasiva. “Desde luego yo soy cristiano y hasta practicante”. Pero el aire que respiramos es mortal para nuestras creencias y nuestra práctica. Creer en la resurrección  exige un cultivo de la fe. Muchos padres se desalientan por el abandono de sus hijos y preguntan cómo pueden transmitirles mejor la fe. La primera  respuesta es una cuestión: ¿qué fuerza de fe, que inteligencia de la fe tenemos nosotros para transmitírsela a ellos?.
Una reflexión sobre este punto nos infundirá quizás el deseo de conocer mejor la Biblia y de seguir la puesta al día de la fe en las enseñanzas de la iglesia. Esa fe sigue siendo ciertamente la fe de la mañana de pascua, pero no cesa de enriquecerse con las formas de vivirla en culturas diferentes. No basta con cantar (“¡Cristo ha resucitado!”, es preciso advertir todas las consecuencias que esto lleva consigo en el mundo entero y en nuestra  propia vida.

PLEGARIA UNIVERSAL

El sepulcro vacío nos llena de alegría, nuestra Pascua inmolada ha sido semilla de eternidad. A ti Padre, que has resucitado a Cristo, te pedimos: Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

1.- Por el Papa Francisco,  los obispos, los sacerdotes y el pueblo fiel, para que esta luz que hoy nace del sepulcro vacío llene y guie sus corazones.  Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

2.- Por todas las naciones de la tierra, para que acojan la Palabra de Vida, que hoy celebramos resucitado de entre los muertos. Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

3.- Por los enfermos, los pobres, los necesitados, para que encuentren en la Iglesia una mano siempre dispuesta a ayudarles. Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

4.- Por todos los que en este tiempo de Pascua recibirán la primera Comunión, la Confirmación o el Bautismo, para que estos sacramentos les ayuden en su caminar a la luz de Cristo resucitado. Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

5.- Por todos nosotros que hemos contemplado en esta mañana la victoria de nuestro Dios sobre la muerte, para que vivamos siempre guiados por la luz de la Resurrección. Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

Padre del Cielo, haz que tu pueblo experimente el gozo de este día durante todo el caminar en eta tierra y así dirija sus pasos hacia ti. Te lo pedimos por tu Hijo, nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Rebosantes de gozo pascual, celebramos, Señor estos sacramentos en los que tan maravillosamente ha renacido y se alimenta tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Protege, Señor, a tu Iglesia con amor paternal, para que renovada por los sacramentos pascuales, llegue a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes: Hch. 2, 14.22-33; Sal 15; Mt. 28, 8-15.
Martes: Hch. 2, 36-41;  Sal 32; Jn. 20, 11-18.
Miércoles: Hch. 3, 1-10; Sal 104; Lc. 24, 13-55.
Jueves: Hch. 3, 11-26; Sal 8; Lc. 24, 35-48.
Viernes: Hch. 4, 1-12; Sal 117; Jn. 21, 1-14.
Sábado: Hch. 4, 13-21; Sal 117; Mc. 16, 9-15.
Domingo: Hech. 5, 12-16; Sal 117; Ap. 1,9-11ª.12-13.17-19; Jn. 20, 19-31.


 COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 20. 1-9

1.- "El había de resucitar de entre los muertos"
También en los relatos pascuales el evangelio de Juan presenta notables diferencias respecto a los evangelios sinópticos, si bien es probable que parta de tradiciones comunes, que, no obstante, han pasado por la criba de la teología propia del círculo juánico.
En las palabras de María Magdalena resuena probablemente la controversia con la sinagoga judía, que acusaban a los discípulos de haber robado el cuerpo de Jesús para así poder afirmar su resurrección. Los discípulos no se han llevado el cuerpo de Jesús. Más aún, al encontrar doblados y en su sitio la sábana y el sudario, queda claro que no ha habido robo.
La carrera de los dos discípulos puede hacer pensar en un cierto enfrentamiento, en un problema de competencia entre ambos. De hecho, se nota un cierto tira y afloja: "El otro discípulo" llega antes que Pedro al sepulcro, pero le cede la prioridad de entrar. Pedro entra y ve la situación, pero es el otro discípulo quien "ve y cree".
Seguramente que "el otro discípulo" es "aquel que Jesús amaba", que el evangelio de Juan presenta como modelo del verdadero creyente. De hecho, este discípulo, contrariamente a lo que hará Tomás, cree sin haber visto a Jesús. Sólo lo poco que ha visto en el sepulcro le permite entender lo que anunciaban las Escrituras: que Jesús no sería vencido por la muerte.
JOSEP Mª GRANÉ MISA DOMINICAL 1993, nº 6



Algo, sin embargo, me parece importante destacar a propósito del discípulo a quien Jesús quiere y que nunca tiene nombre propio.
Esta falta de nombre no parece obedecer a un recuerdo de modestia del autor para evitar referirse a sí mismo (interpretación anecdótica), sino a la intención del autor de englobar a todos y cada uno de los creyentes en Jesús, incluidos los que no han conocido a Jesús según la carne, como diría Pablo. Por eso este discípulo no puede tener un único nombre propio. Su nombre es el tuyo y el mío, que este día de Pascua creemos en Jesús resucitado y experimentamos en nosotros el amor de Jesús resucitado.
B.   BENITO
A.   DABAR 1988, 23
B.    


4.- Texto. María hace una constatación en el sepulcro y comunica su interpretación a dos discípulos (vs, 1-2). Los dos discípulos inspeccionan por separado el sepulcro, llegando a conclusiones distintas (vs, 3-8). Comentario editorial explicando el presupuesto desde el que se había llevado a cabo la inspección (v. 9).
Pre-texto. Isaías 26, 19-21: "¡Vivirán tus muertos, tus cadáveres se alzarán, despertarán jubilosos los que habitan en el polvo! Porque tu rocío es rocío de luz y la tierra de las sombras parirá. Anda, pueblo mío, entra en los aposentos y cierra la puerta por dentro: escóndete un breve instante mientras pasa la cólera. Porque el Señor va a salir de su morada para castigar la culpa de los habitantes de la tierra: la tierra descubrirá la sangre derramada y no ocultará más a sus muertos".
Sentido del texto. María va al sepulcro poseída por la falsa concepción de la muerte; cree que la muerte ha triunfado; busca a Jesús como un cadáver. Su reacción, al llegar, es de alarma y va a avisar a Simón Pedro (símbolo de la autoridad) y al discípulo a quien quería Jesús (símbolo de la comunidad). Las dos veces que hasta ahora han aparecido juntos ambos (cfr. Jn. 13, 23-25; 18, 15-18), el autor ha establecido una oposición entre ellos dando la ventaja al segundo. Es lo mismo que vuelve a hacer en este relato y que volverá a hacer en 21, 7. El discípulo amado llega antes (v. 4) y cree (v. 8); Pedro, en cambio, llega más tarde (v. 6) y de él no dice que creyera. Correr (CORRER/SIMBOLO) más de prisa es imagen plástica para significar tener experiencia del amor de Jesús.
Pedro no concibe aún la muerte como muestra de amor y fuente de vida. En el atrio del sumo sacerdote había fracasado en su seguimiento de Jesús (cfr. Jn. 18, 17. 25-27); el otro discípulo, en cambio, siguió a Jesús (cfr. Jn. 19, 26). De esta manera, puede ahora marcar el camino a la autoridad en la tarea, común a ambas, de discernir a Jesús y encontrarse con él; corriendo tras la comunidad es como podrá la autoridad alcanzar su meta. Ambas, autoridad (Pedro) y la comunidad (discípulo amado) habían partido de la misma no-inteligencia, de la misma obscuridad, del mismo sepulcro. Ni Pedro ni el otro discípulo habían entendido, cuando partieron, el texto de Is. 26, 19-21. Pero el otro discípulo, al ver, creyó, captó el sentido del texto: la muerte física no podía interrumpir la vida de Jesús, cuyo amor hasta el final ha manifestado la fuerza de Dios.
DABAR 1983 23



5. CZ/TRONO.
Contexto. Jesús ya ha transmitido el espíritu (cfr. Jn. 19, 30). De ahí que el que no nazca de arriba no puede ser del Reino (cfr. Jn. 3, 3). Arriba es la cruz. El espíritu es el amor capaz de dejarse matar por los demás. En el cuarto evangelio la cruz es trono y gloria: es la hora del triunfo de Jesús, pues pone de manifiesto quién es Jesús. La cruz expresa un estilo, un talante de vivir y de ser.
Sentido del texto. Este estilo, este talante, son una tarea ardua y difícil, pues pasa inevitablemente por la experiencia aniquiladora del que vive ese espíritu. En el relato de Juan, María Magdalena adquiere la función de recordar y hacer viva esta experiencia: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde lo han puesto". En el relato de Juan no hay ángeles ni mensajes pascuales. Para Juan, el mensaje pascual y el triunfo de Jesús están en la cruz. La resurrección de Jesús es su amor a prueba de la propia vida. Es este amor el que ha roto la muerte, porque, al amar al máximo, Jesús se ha encontrado con la potencia viva del Padre, que es sólo amor. Esto requiere un gran esfuerzo de credibilidad (fe), porque es un desafío a las reglas elementales de lo empírico.
De los dos personajes que corren al sepulcro en el relato, sólo uno rompe el reto de lo empírico. El discípulo amado "vio y creyó" (v. 9). Una vez más, Pedro no capta la situación. De él sólo se dice que vio, pero no que creyó. Pedro todavía no ha entendido que vivir es amar. Pedro todavía no posee el espíritu que Jesús transmite. No lo poseerá hasta más adelante (cap. 21) y entonces sólo gracias a este discípulo amado que le ayudará en la ardua y difícil tarea de creer (cfr. Jn. 21, 7). De ser cierto lo que fundadamente dicen algunos exégetas de que el discípulo amado simboliza en el cuarto evangelio a la comunidad cristiana, habrá que restituir hoy para la comunidad cristiana el protagonismo que el autor del cuarto evangelio quiso darle.
DABAR 1981, 23



6.- María ha visto que el sepulcro está abierto y corre adonde están los discípulos, pero sólo puede hacer una banal constatación: "Se han llevado del sepulcro al Señor". María piensa en ladrones de cadáveres. Es verdad que aún no ha despertado del todo y no es un modelo de creyente: a pesar de lo cual, para los tiempos venideros será la iniciadora, la que presintió las secretas promesas del cuerpo sin vida que ella tanto amó.
Pero aún le queda camino por recorrer. Primero necesita escuchar el testimonio oficial de la Iglesia, el que da Pedro y para el que el príncipe de los apóstoles reunió todas las pruebas: las vendas por el suelo, y en un lugar aparte, el sudario cuidadosamente doblado. Son unas pruebas silenciosas, pero ¿acaso no es el tiempo de recogimiento, en que cada objeto adquiere el valor de signo visible que remite a lo invisible? La ausencia del cuerpo no es, ciertamente, la prueba de la resurrección; es el indicio de que el poder glorificador del Espíritu no ha olvidado el cuerpo.
Juan es el último en llegar al final del camino. Ve las vendas, pero no las hace caso. En efecto, su mirada se ha vuelto ya hacia el interior; si revuelve algo, es en sus recuerdos y en su corazón. El vino de las bodas, el templo purificado, Lázaro...
Otros tantos presentimientos de lo posible, de un insospechado orden de las cosas. Un sepulcro abierto y unas vendas, una mujer y dos hombres para interpretar... Todo es ordinario y cotidiano, pero todo tiene valor de signo. "Vio y creyó"
DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 83 s.

martes, 15 de marzo de 2016

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO DE RAMOS CICLO C - 20 MARZO 2016

ESCUCHAR Y VIVIR LA PASIÓN


BENDICION DE LOS RAMOS

Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramos y a cuantos vamos a acompañar a Cristo aclamándolo con cantos, concédenos entrar en Jerusalén del Cielo, por medio de Él. El que vive y reina por los siglos de los siglos.

EVANGELIO DE LA ENTRADA DEL SEÑOR

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 28-40

En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: "Vayan a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo desatan?", contéstenle: "El Señor lo necesita". Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: "¿Por qué desatáis el borrico?" Ellos contestaron: "El Señor lo necesita." Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar.
Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alaba¡ a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo: "¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo  y  gloria en lo alto."

ORACION COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, tu quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y muriese en la cruz, para mostrar el género humano el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad, concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio, y que un día participemos en su gloriosa resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 50,4-17

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

SALMO RESPONSORIAL (21)

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí, hacen visajes,
menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.

Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alábenlo; linaje de Jacob,
glorifíquenlo; témenle, linaje de Israel. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2,6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

EVANGELIO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22,14–23,56

14 Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles;
15 y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer;
16 porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.»
17 Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros;
18 porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.»
19 Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»
20 De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.
21 «Pero la mano del que me entrega está aquí conmigo sobre la mesa.
22 Porque el Hijo del hombre se marcha según está determinado. Pero, ¡ay de aquel por quien es entregado!»
23 Entonces se pusieron a discutir entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer aquello.
24 Entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor.
25 El les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores;
26 pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve.
27 Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
28 «Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas;
29 yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí,
30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
31 «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo;
32 pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»
33 El dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte.»
34 Pero él dijo: «Te digo, Pedro: No cantará hoy el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces.»
35 Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?» Ellos dijeron: «Nada.»
36 Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada;
37 porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito: "Ha sido contado entre los malhechores." Porque lo mío toca a su fin.»
38 Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas.» El les dijo: «Basta.»
39 Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le siguieron.
40 Llegado al lugar les dijo: «Pedid que no caigáis en tentación.»
41 Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba
42 diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
43 Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba.
44 Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.
45 Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza;
46 y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.»
47 Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso.
48 Jesús le dijo: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!»
49 Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor, ¿herimos a espada?»
50 y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha.
51 Pero Jesús dijo: «¡Dejad! ¡Basta ya!» Y tocando la oreja le curó.
52 Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del Templo y ancianos que habían venido contra él: «¿Como contra un salteador habéis salido con espadas y palos?
53 Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.»
54 Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de lejos.
55 Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos.
56 Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo: «Este también estaba con él.»
57 Pero él lo negó: «¡Mujer, no le conozco!»
58 Poco después, otro, viéndole, dijo: «Tú también eres uno de ellos.» Pedro dijo: «Hombre, no lo soy!»
59 Pasada como una hora, otro aseguraba: «Cierto que éste también estaba con él, pues además es galileo.»
60 Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo,
61 y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: «Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.»
62 Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
63 Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban;
64 y cubriéndole con un velo le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?»
65 Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas.
66 En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas, le hiceron venir a su Sanedrín
67 y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo.» El respondió: «Si os lo digo, no me creeréis.
68 Si os pregunto, no me responderéis.
69 De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.»
70 Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» El les dijo: «Vosotros lo decís: Yo soy.»
71 Dijeron ellos: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca?»
1 Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato.
2 Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey.»
3 Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices.»
4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «Ningún delito encuentro en este hombre.»
5 Pero ellos insistían diciendo: «Solivianta al pueblo, enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí.»
6 Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo.
7 Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén.
8 Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar alguna señal que él hiciera.
9 Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada.
10 Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia.
11 Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato.
12 Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados.
13 Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo
14 y les dijo: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis.
15 Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte.
16 Así que le castigaré y le soltaré.»
18 Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: «¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!»
19 Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato.
20 Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús,
21 pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!»
22 Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré.»
23 Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes.
24 Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.
25 Soltó, pues, al que habían pedido, el que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
26 Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús.
27 Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él.
28 Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.
29 Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron!
30 Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos!
31 Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?»
32 Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él.
33 Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
34 Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.» Se repartieron sus vestidos, echando a suertes.
35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.»
36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre
37 y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»
38 Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos.»
39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!»
40 Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?
41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.»
42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.»
43 Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
44 Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
45 El velo del Santuario se rasgó por medio
46 y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» y, dicho esto, expiró.
47 Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre era justo.»
48 Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho.
49 Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea.
50 Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo,
51 que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.
52 Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús
53 y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.
54 Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado.
55 Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo,
56 Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.

COMENTARIO

El domingo de ramos, o domingo en la pasión del Señor, abre la semana santa. San Lucas tiene especial interés en situar el desarrollo de los acontecimientos de la Pasión bajo el signo de la misericordia y del amor. Orienta el relato de la pasión hacia el descubrimiento del amor del Padre hacia su Hijo y hacia los hombres.
La cruz es así, para el tercer evangelista, el sacramento de la misericordia divina. En estos días la iglesia, con mayor insistencia que nunca, reclama nuestra atención para que  nos fijemos sobre todo en la cruz de Cristo, para que hagamos memoria de su pasión y  muerte bajo el poder de Poncio Pilatos. No hace falta subrayar la importancia que la piedad  popular confiere a estas celebraciones.
Pero quizás fuera conveniente  preguntarnos si nosotros hacemos o no, desde la fe, una lectura correcta del evangelio, si  entendemos de verdad la "palabra de la cruz" o si, por el contrario, donde ésta nos dice  "amor" escuchamos solamente "dolor". Porque a fuerza de describir e imaginar los  sufrimientos de Cristo, de pasearlos en procesión por las calles y plazas, podemos llegar a  desfigurar el rostro de Cristo y a dar la imagen de un Dios que se complace en el sacrificio y  en la muerte del hombre, o en su propio sacrificio.
Como si Dios fuera el Dolor y no el Amor. En cuyo caso no habría para los que lloran otro  consuelo que el de sus lágrimas. Ahora bien, Cristo no amó el dolor sino que amó a los que sufren. No amó la pobreza, sino a los pobres. No amó la muerte, sino la vida. Y el Dios vivo, Dios  y Padre de Nuestro Seños Jesucristo, no es un Dios que mortifique a los hombres sino el Dios que  resucita a los muertos. La cruz es el símbolo del amor, no la glorificación o divinización del  dolor. Es el símbolo de un amor llevado hasta el extremo en un mundo lleno de odio. 
Pocas acusaciones tan graves podrían hacerse al cristianismo como la de ser una  religión del dolor y del sufrimiento, una religión masoquista. Pues los que aman el dolor por  el dolor, no lo desean sólo para sí mismos, sino también para los demás. Sufren y hacen  sufrir.
El relato de la pasión y muerte de Jesús no es un drama para llevar a la escena o a la  pantalla, no espectáculo para convocar al público en general, y no podemos adoptar ante él  una actitud de simples espectadores. Es la revelación del amor, del amor que Dios nos  tiene a cada uno y, por tanto, una interpelación.
Contemplar la pasión de Jesús a distancia, admirarla, incluso, adoptar ante ella una  actitud estética, es lo mismo que dejarle en la cruz y lavarse las manos como Pilatos.
Ni la  admiración, ni el asombro, ni el aplauso de su conducta o de su doctrina, ni el  sentimentalismo están aquí en su lugar: el único que está en su lugar es Jesús y los que le  siguen, por amor, hasta la muerte.
El evangelio de la pasión y muerte de Jesús no se anuncia para que aumente el número  de espectadores del drama de Jesús, sino para que nos hagamos sus discípulos y le  sigamos con la cruz a cuestas, para que respondamos al amor de Dios amando a los  hombres como a hijos de Dios. Seamos honestos para con Jesús. 

PLEGARIA UNIVERSAL

Cristo intercede por todos. Hombres, mujeres, niños, ancianos… Es el mediador entre el cielo y la tierra y reconcilia a todos con nosotros. Por eso nos acercamos a El cagados de necesidades. Y le decimos: Escúchanos, Señor.

1.- Por el Papa Francisco, los obispos y los sacerdotes, para que sepan llevar el evangelio de la cruz a todos los hombres, haciendo que así descubran que la redención nos viene de ti, Crucificado y Resucitado. Escúchanos, Señor.

2.- Por los pueblos que andan en discordias, para que la sangre que Tú derramaste los reconcilie haciendo de todos los hombres una sociedad fraterna. Escúchanos, Señor.

3.- Para que Tú, que eres nuestra paz, destruyas el muro de tantas separaciones entre esposos, de tantas enemistades entre las familias de tantas discordias entre las diversas religiones, y nos concedas a todos la paz que tanto ansiamos. Escúchanos, Señor.

4.- Para que los pobres, los desesperanzados y todos los que con sus sufrimientos participan de tu Cruz  y encuentren fuerza en tu Pasión salvadora. Escúchanos, Señor.

5.- Por nosotros aquí reunidos, para que nuestro arrepentimiento y nuestro acercamiento a ti durante esta Cuaresma lleguen a buen término, por tu misericordiosa bondad. Escúchanos, Señor.

Señor tu que te apiadaste de la humanidad hasta dar la vida por nosotros, acude en nuestra ayuda y concédenos lo que te pedimos. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Por la Pasión de tu Hijo se propició a tu pueblo, Señor y concédenos por esta celebración que actualiza el único sacrificio  de Jesucristo, la misericordia que no merecen nuestros pecados. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Fortalecidos con tan santos misterios, te dirigimos eta suplica, Señor: del mismo modo que la muerte de tu Hijo nos ha hecho esperar lo que nuestra fe nos promete, que su resurrección nos alcance la plena posesión de lo que anhelamos. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lune 21s: Is. 42, 1-7; Sal 26; Jn. 12, 1-11.
Martes 22: Is. 49, 1-6; Sal 70; Jn. 13, 21-33.36-38.
Miércoles 23: Is. 50, 4-9ª.; Sal   68;  Mt. 26, 14-25.
Jueves24:  Ex. 12, 1-8.11-14; Sal 115; Jn. 13, 1-15.
Viernes 25: Is. 52, 13-53,12; Sal 30; Hb. 4, 14-16; 5,7-9; Jn. 18, 1—19,42.
Sábado26: Rm.   6, 3-11;   Sal 117; - Lc. 24, 1-12.

Domingo27:  Hch 10, 34ª.37-43;  Col. 3, 1-4; Jn. 20, 1-9.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 22, 14-23, 56


San Lucas tiene especial interés en situar el desarrollo de los acontecimientos de la Pasión bajo el signo de la misericordia y del amor.

a) Lucas orienta el relato de la pasión hacia el descubrimiento del amor del Padre hacia su Hijo y hacia los hombres. La cruz es así, para el tercer evangelista, el sacramento de la misericordia divina.
Por eso Lucas no recoge generalmente los cargos que pesan sobre los judíos y sobre los discípulos: ¿para qué buscar responsabilidades cuando la sangre de Cristo lava toda falta? Lucas no recoge el hecho de que por tres veces Jesús encuentra a sus discípulos dormidos (Mt. 26, 40-47); no dice, como los demás evangelistas, que los discípulos huyeron en Getsemaní (Mt. 26, 56), y no menciona las imprecaciones de Pedro contra los servidores del sumo sacerdote (Mt. 26, 74). Incluso los enemigos de Jesús aparecen en la redacción de San Lucas con colores menos cargados que en otros lugares. No se dice que los judíos escupieron a Jesús (Lc. 22, 63; cf. Mt. 26, Lc. 67 y 27, 27-31), ni que le ataron para llevarle a Pilato (Lc. 23; cf. Mt. 27, 2).
Incluso en lo que se refiere a Judas, Lucas trata por desvirtuar al máximo la tradición (no dice nada del convenio aludido por Mt. 27, 3-10). Finalmente, al contrario que los demás evangelistas, no nos presenta a Jesús aislado en el Calvario; por eso no cita a Zac. 13, 7 (sobre la dispersión del rebaño) y menciona la presencia de los amigos y conocidos (Lc. 23, 49), contrariamente a Mt. 27, 55-56 y Mc. 15, 40-41.
b) Así, en virtud del perdón implícito en la cruz, Lucas lava a casi todo el mundo. El mismo Pilato aparece por tres veces inocente (Lc. 23, 4, 13-15, 20-22, todos ellos textos exclusivos de Lucas). Uno de los agresores de Jesús es incluso beneficiario de una curación después que un apóstol le había cortado una oreja (Lc. 22, 51). En el momento mismo de la traición, Jesús tiene todavía tiempo para mirar a Pedro e inducirle al arrepentimiento (Lc. 22, 61). Las palabras de desesperación que Mateo y Marcos ponen en boca de Jesús en la cruz (Mt. 27, 46) Lucas las sustituye por palabras de perdón para todos los judíos (Lc. 23, 34). Es igualmente el único que habla del perdón concedido al ladrón (Lc. 23, 39-43) y del arrepentimiento que se adueña del centurión mismo (Lc. 23, 47). Hasta la caricatura de reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc. 23, 6-12) es fruto del perdón de la cruz.
c) El secreto de ese perdón y de ese amor radica en la comunión particular de Jesús con su Padre. Lucas es el único que levanta en parte el velo de su intimidad. En las distintas oraciones que Lucas pone en labios de Jesús se puede captar un tono mucho más personal que en los demás sinópticos (Lc. 22, 42; cf. Mt. 14, 36; Lc. 23, 34; cf. Mt. 27, 46; Lc. 23, 46; cf. Mt. 27, 50). Lucas es también el único que descubre la solicitud de Dios que consuela y da ánimos a Cristo en medio de su angustia (Lc. 22, 43). Se da incluso una especie de intuición de la divinidad de Jesús. Por eso Lucas desvincula el título "Hijo de Dios" del contexto simplemente mesiánico en que lo sitúan Mt. 26, 63 y Mc. 14, 61, para hacer de El un título aparte (Lc. 22, 70) prácticamente divino. Por otro lado, la muerte de Cristo no deriva, para Lucas, de su diatriba contra el Templo, como para Mt. 26, 61-62, sino de la confesión oral (Lc. 22, 71) de su divinidad.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 235-234



2.- La Pasión según Lucas se caracteriza por la preocupación de explicar las aplicaciones morales que los fieles deben sacar del texto evangélico. Todo el texto de Lucas, pero muy especialmente el relato de la Pasión, es el evangelio del seguimiento de Jesús: hasta la cruz, y hasta la gloria. No se trata de que el evangelista presente únicamente a un hombre que sufre, con la intención de excitar nuestra compasión (en sentido de la devoción medieval a la Pasión); Jesús es algo más que un héroe humano que se nos presenta como ejemplo, como lo pueden ser para nosotros los santos; es, fundamentalmente, un combate escatológico, el de la Pasión (nótese la palabra de esperanza dirigida al buen ladrón, sobre el paraíso, propia de Lc). El combate había empezado en el desierto, donde Jesús había sido tentado (4, 13) y Satanás se había retirado por un tiempo, esperando su momento; ahora Satanás entra en el corazón de Judas (22,3) y se dispone a tentar a Simón (22,31): ésta es la hora y el poder de las tinieblas (22, 53).
San Ambrosio, en su comentario al tercer evangelio, comenta la Pasión como una marcha triunfal de un general romano vencedor, al cual el Senado hubiese concedido los honores del "triunfo", y que subiera desde el foro, por la vía sacra, hasta el Capitolio, al templo de la diosa Victoria, acompañado de las legiones que han luchado a sus órdenes y llevando el botín y los cautivos. En eso san Ambrosio captó muy bien el sentido dinámico y triunfal de la Pasión según Lc. Dinámico, porque la crucifixión y la Ascensión son culminación del camino hacia la ciudad de Jerusalén iniciado con aquel "largo viaje" que es el gran rasgo original de la estructuración dramática del tercer evangelio; triunfal, porque el discípulo que se decida a acompañar a Jesús en su camino debe saber que llegará hasta la cruz, y que sólo a través de ella, precedido por Jesús llegará a la gloria del Paraíso. No hay más triunfalismo que el de la cruz, en el cual, únicamente, podrá gloriarse el discípulo. En contraste con la gloria de Jesús, el menosprecio de Herodes, a quien no se digna siquiera dirigir la palabra (a diferencia de Pilato), y que es un episodio propio de Lucas.
Herodes -dice Lucas- tenía gran curiosidad por ver a Jesús (23,8-12) y esperaba presencia algún milagro. El cristiano, que lee, escucha o presencia en la liturgia o en celebraciones dramáticas la Pasión, no debe seguir el modelo del rey Herodes: superficialidad, superstición, orgullo. Lucas nos hace sentir, como Pedro, culpables todos de la Pasión, pero llenos de la esperanza del perdón, sin caer en la tentación de la violencia (especialmente rechazada en Lc) y prontos a reconocerlo resucitado.
HILARI RAGUER
MISA DOMINICAL 1977, 7



3.- Ahora nos detendremos únicamente en el evangelio. Su extensión no nos permite un comentario proporcionado; habrá que contentarse con señalar algunas de las numerosas particularidades que presenta el relato de Lucas. Al seguir paso a paso este relato, en paralelismo con los otros, advertimos los puntos siguientes.
En el momento mismo en que "va a sufrir", Jesús vive en plena esperanza; no comerá ya la Pascua, ni beberá más el vino de la fiesta; pero él sabe que la Pascua terrestre tendrá su cumplimiento en los cielos y que él será su comensal; sabe que el Reino de Dios vendrá ciertamente, y entonces volverá a encontrar a sus discípulos en la fiesta. Más adelante, en los versículos 28 y 30, Jesús vuelve a hacer profesión de su esperanza, con fórmulas que le otorgan un papel muy importante y muy activo en el establecimiento del reino, mientras que en las expresiones que acabamos de leer, Jesús era solamente el beneficiario de la venida del Reino. Ahora dice "mi reino", y afirma que dispone de él en persona, tal como, explica, "el Padre ha dispuesto" en su favor.
El gesto eucarístico será un "memorial" de Jesús; con él los discípulos, acordándose de él, guardarán igualmente el recuerdo de sus palabras, de sus actos, del misterio del que él habrá sido el signo.
El cuerpo es "dado por vosotros"... "la sangre derramada por vosotros", en tanto que Mc y Mt hablan de las "multitudes". Lucas ve primeramente el don de Jesús hecho en beneficio de sus discípulos y amigos. Queda muy subrayada la atmósfera familiar de la última cena; el "discurso después de la Cena" que Lucas propone, más breve que el de Juan, recoge también ese tema, invitando a los discípulos a comportarse unos con otros como siervos, y recordando la fidelidad que estos discípulos han demostrado a Jesús durante "sus pruebas", fidelidad que les valdrá participar en su triunfo.
Porque hasta ahora, es Jesús el que ha sido "probado"; a partir de ahora les toca a sus discípulos ser "tentados", "cribados por Satanás". En vista de este combate, están obligados a armarse; pero Jesús, con su oración, los sostiene. Al menos ha obtenido para Pedro el que permanezca firme, para que sea un apoyo inquebrantable para los demás. Antes, sin embargo, conocerá Pedro la traición, consecuencia quizá de la presunción que aparece en su declaración: porque existe una diferencia entre el "Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca", y el "yo estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte".
El episodio de Getsemaní es menos la tentación de Jesús que la de sus discípulos. Son ellos los que deben "orar para no entrar en tentación". Jesús ora, y su oración es el modelo de la oración cristiana (ver la semejanza con el Padrenuestro"; y el combate que libra es el modelo de la lucha que debe entablar el cristiano: combate penetrado de oración y sostenido con la ayuda de Dios (el ángel que recuerda la marcha dolorosa de Elías sostenido por un ángel, 1 Re 19, 4-8).
El arresto de Jesús se desarrolla muy rápidamente. Y en medio de este movimiento rápido, el único que se hace notar por los lectores es Jesús: por la frase con que acoge a Judas... y por la dulzura de que da pruebas con Malco. Resuena, en fin su voz, que atribuye el escenario en el que es la víctima, al temible poder de las tinieblas (tema ya notado en vv. 3 y 31).
Al contar la traición de Pedro, Lucas omite las imprecaciones con que el Apóstol subraya su negación; nota sobre todo la mirada que Jesús dirige a Pedro. Esta mirada, verosímilmente contraria a las exigencias inútiles de la topografía, dice cómo Jesús, en medio mismo de su drama, sabe ser amigo.
La comparecencia de Jesús ante el Sanedrín es referida brevemente. Hay una frase que reviste una particular significación. "Desde ahora, afirma Jesús, el Hijo del hombre está sentado...". Las decisivas palabras: "desde ahora", van unidas a una cita que proclama el reino del Hijo del hombre, sin mencionar su venida sobre las nubes. Lucas llama, pues, la atención sobre el presente, nuestro presente, que es ya el tiempo en que reina el Hijo del hombre. No olvida el futuro, marcado por la última venida, pero omitiendo esta dimensión de su fe, atestiguada en otras partes, subraya la actualidad de una salvación que compromete nuestra comprensión de la vida, de nuestra vida presente, diaria.
Es notable, por otra parte, que Lucas no espere a la mañana de Pascua para gritar al mundo ese "desde ahora"; lo hace cuando Jesús es entregado por Judas, traicionado por Pedro, ridiculizado por los criados, acusado por los jefes. El autor relaciona humillación y triunfo de una forma que no deja de sorprendernos.
Acusado ante Pilato de pretensiones políticas y de intrigas antiromanas, Jesús es, finalmente, inocente; el juez romano no "encuentra ningún motivo de condena" en él: sorprendente afirmación del carácter apolítico de la acción desarrollada por Jesús. Lucas, el único en referir la comparecencia ante Herodes, la aprovecha para hacer ver el sentido especial de la realeza de Jesús. "Tratado con desprecio", convertido en objeto de un juego indigno, Jesús, sin embargo, se halla revestido con una "vestidura magnífica", que dice al creyente su verdadera dignidad.
Al dar cuenta de la segunda audiencia de Pilato, Lucas insiste, por una parte, en el juicio dado por el romano -Jesús es inocente- y, por otra, en la unanimidad que reúne a "sumos sacerdotes, jefes y pueblo" en la condena de Jesús, conseguida con su insistencia, varias veces renovada... De esta manera, los paganos salvan, en parte al menos, su responsabilidad, mientras que los judíos comprometen gravemente la suya.
La subida al Calvario permite una oposición muy esclarecedora para los cristianos de todos los tiempos. Entre Simón de Cirene, que va "detrás de Jesús" "llevando la cruz", o las mujeres que sólo saben llorar el destino de Jesús, ¿cuál es el discípulo más fiel? Simón de Cirene, sin duda; las mujeres que lloran por Jesús se equivocan. Si hay que llorar es por el destino de los responsables de la muerte de Jesús. Lo que Jesús espera de sus verdaderos amigos es no que se conmuevan por su suerte, sino que vayan con él llevando la cruz y que, una vez llegada la muerte, sepan dirigirle la oración de ese otro personaje modelo. El buen ladrón: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas...". Pero, ¿por qué es necesario que los modelos de los cristianos hayan sido tomados no entre los discípulos formados por la enseñanza de Jesús, sino entre unos ladrones o entre quienes parecían encontrar a Jesús por primera vez o de casualidad? ¿Será que es entre ellos donde se encuentra la verdadera fidelidad? De la crucifixión que pinta Lucas, hay que fijarse sobre todo en las dos palabras de Jesús: la petición de perdón que dirige a su Padre, junto con el motivo que se da -"No saben lo que hacen: ¡sorprendente afirmación de la irresponsabilidad de los hombres sobrepasados por su propia historia!-, y la frase confiada con la que Jesús marca su muerte. Nada recuerda aquí el trágico grito que refieren Marcos y Mateo. Jesús, según Lucas, expira en medio de un sorprendente movimiento de abandono filial.
"Desde ahora, afirmaba Jesús, el Hijo del hombre estará sentado...". De hecho, es a partir del ahora de su crucifixión, más aún, de su muerte, cuando "las hijas de Jerusalén", símbolos de la ciudad incrédula, se interesan por él, cuando uno de los ladrones crucificados con él le saluda con un acto de fe, cuando un centurión "glorifica a Dios" por la muerte de este justo, cuando la gente se arrepiente de esto, y sus amigos vuelven a aparecer. Entre ellos, José de Arimatea, hasta entonces desconocido, se enfrenta a Pilato y coloca a Jesús en una tumba digna de él, mientras las mujeres empiezan los preparativos cuya inutilidad se encargará de dejar claro el futuro ya próximo.
Del cuadro pintado por Lucas surge una silueta de Jesús absolutamente sublime. Sublime, por la dulzura de una amistad que Jesús manifiesta hasta el final a quien quiere acogerle...
Sublime, por la confianza obstinada que pone en su Padre. Esa misma confianza aparece en el curso de la comida eucarística, y colorea su muerte con un matiz único. Esta sublimidad es el reflejo, infinitamente discreto pero accesible al creyente, de un reino celeste ya empezado.
Esta actitud de Jesús, única, signo de un misterio divino, atrae a los discípulos, y les compromete a recorrer de la misma forma el camino de su propia vida. Porque, a lo largo del relato, los cristianos están detrás de la figura de tal o cual héroe: Pedro, las mujeres de Jerusalén, el ladrón, el centurión, José de Arimatea, etc. De suerte que, al meditar en la Pasión de Jesús, reflexionan en su propia existencia. Una reflexión que hay que renovar constantemente.
LOUIS MONLOUBOU
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág 300



El amor en acción
La grandeza del espíritu de Jesús ha sido descrita pocas veces en el Nuevo Testamento con tanta claridad y solemnidad como en las palabras pronunciadas desde la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Es la cúspide del amor. No comprenderemos plenamente el profundo sentido de la plegaria de Jesús hasta después de haber visto que el texto comienza por la palabra «entonces». En el versículo precedente leemos: «Cuando llegaron al lugar denominado Calvario, le crucificaron allí, y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda». Entonces Jesús dice: «Padre, perdónalos». Entonces, cuando se precipitaba en los abismos de una agonía espantosa. Entonces, cuando el hombre se había rebajado hasta lo más ínfimo. Entonces, cuando las manos perversas de la criatura habían intentado crucificar al único Hijo del Creador. Entonces Jesús dice «Padre, perdónalos». Este entonces hubiera podido ser muy distinto. Hubiera podido decir «Padre, y destrúyelos». O incluso «Padre abre las esclusas de la justicia e inúndalos con la avalancha del merecido castigo».
Pero su respuesta no fue ésta. Aún sometido a una agonía indecible, soportando un dolor atroz, menospreciado y rehusado, no obstante grita: "Padre perdónalos".
Fijémonos en las dos lecciones fundamentales que pueden ser extraídas de este texto: En primer lugar, es una expresión maravillosa de la habilidad de Jesús para unir palabra y acción. Una de las grandes tragedias de la vida es que todos los hombres raramente establecen un puente entre la práctica y la teoría, entre el hacer y el decir. Sin embargo en la vida de Jesús descubrimos que existe este puente. En la historia no ha existido un ejemplo más sublime de identidad entre la palabra y la acción. Durante su predicación por los soleados pueblos de Galilea, Jesús habla con entusiasmo del perdón. Esta extraña doctrina despierta el espíritu curioso de Pedro: «¿Cuántas veces he de perdonar a mi hermano si peca contra mí? ¿Hasta siete veces?». Pedro quería ser fiel a la ley y a la estadística. Pero Jesús respondió que el perdón no tenía límites. «No digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». En otras palabras: el perdón no es cuestión de cantidad, sino de calidad. Un hombre no puede perdonar cuatrocientas noventa veces sin que el perdón se integre en la misma estructura de su ser. El perdón no es un acto ocasional; es una actitud permanente...
La plegaria de Jesús en la cruz nos da una segunda lección. Es una manifestación de la conciencia que tiene Jesús de la ceguera intelectual y espiritual del hombre. «No saben lo que hacen» = Su mal era la ceguera; su necesidad de luz. Debemos reconocer que Jesús no fue clavado en la cruz solamente por el pecado, sino también por la ceguera. Los hombres que gritaron: «Crucifícale» eran menos malos que ciegos. La plebe escarnecedora que rodeaba el camino del Calvario estaba compuesta por hombres más ciegos que malvados. No sabían lo que hacían. ¡Qué tragedia!
LUTHER KING



La pasión según san Lucas tiene muchos aspectos característicos. Desde un punto de vista externo, por ejemplo, el interrogatorio de Pilato está dividido en dos partes y entre las dos se incluye la comparecencia de Jesús ante Herodes (vv 6-12), escena que sólo narra el tercer evangelista. Lucas tiende a disminuir la responsabilidad de Pilato: declara tres veces inocente a Jesús (21s) propone castigarlo y soltarlo (22). Jesús no calla ante él, sino únicamente ante Herodes. Se manifiesta así una clara voluntad de rebajar la responsabilidad de los romanos en el proceso de Jesús.
Dejando aparte estas particularidades, que desempeñan un papel importante en el momento de establecer un orden cronológico en los acontecimientos, la narración de Lucas se caracteriza por la manera de subrayar aspectos que podríamos llamar pastorales y que apuntan a una aplicación práctica en la vida de los cristianos. Esta parece ser la intención de tres episodios de la historia de la pasión: la lamentación de las mujeres, el diálogo con el buen ladrón y la reacción del pueblo ante la muerte de Jesús.
El llanto de las mujeres (27-31) evoca la lamentación de Zac 12,10: «derramaré sobre la casa de David un espíritu de compunción y de pedir perdón. Al mirarme traspasado por ellos mismos, harán duelo como por un hijo único, llorarán como se llora a un primogénito». En la respuesta de Jesús (28-30) hay una alusión al juicio de Israel (cf. Lc 13,34-35; 19,41-44; 21, 23-24). Indirectamente exhorta Lucas a sus lectores a aceptar el mensaje de Jesús, camino de salvación.
La salvación que aporta Jesús es ilustrada también con la conversión del buen ladrón (39-43), ejemplo de pecador convertido: en el momento de su muerte entrará ya en el paraíso.
La propia muerte de Jesús es precedida en Lc de un gran grito de confianza (v 46, cf. Sal 31,6). La reacción de la gente ante esta muerte (47-49) contiene el reconocimiento por parte del centurión de que Jesús era un hombre justo (confesión primitiva de la fe). Los demás, por su parte, se sienten interpelados por esta muerte: «se volvieron golpeándose el pecho» (48). La apertura y conversión de la gente son también un ejemplo para la comunidad cristiana.
D. ROURE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 901 s.



La sepultura de Jesús cierra la historia de la pasión y es a la vez un presupuesto necesario para las narraciones del sepulcro vacío. Era costumbre de los romanos entregar el cuerpo de los ejecutados, para enterrarlos, a los familiares o amigos que los pidiesen. Desaparecidos los discípulos, un judío piadoso toma la iniciativa en esta acción humanitaria. José de Arimatea, miembro del sanedrín (en desacuerdo con la decisión de condenar a Jesús), tenía que sentir una gran simpatía por la corriente mesiánica de Jesús, una gran piedad por el crucificado, para no retroceder ante la impureza que conllevaba tocar un cadáver, en vigilias de la gran fiesta judía. Como el anciano Simeón de los evangelios de la infancia, "un hombre justo y piadoso que esperaba la consolación de Israel" (2,25), José es caracterizado por su bondad y justicia y por su esperanza en el reino de Dios (v 50). Sus cualidades morales se manifiestan en la acción que lleva a término. Sin ser discípulo, ni galileo como la mayoría de ellos, José debió de conocer a Jesús en la última etapa de su ministerio en Jerusalén.
Lucas insiste en que el sepulcro, excavado en la roca, aún no había sido usado. Quizá José de Arimatea no creía en que Jesús fuera el Mesías, pero esto no era obstáculo para que trate su cuerpo con el máximo respeto. Sin duda, José se había abierto a la predicación de Jesús sobre el reino de Dios.
Unas mujeres, que seguían a Jesús desde la Galilea, ven dónde y cómo es sepultado Jesús. Son las mismas mujeres que, pasado el sábado, muy de mañana, irán al sepulcro y recibirán el primer anuncio de la resurrección. Entre ellas están María Magdalena y Juana (24,10), que son citadas entre los seguidores de Jesús en Galilea (8,2-3). De esta manera Lucas relaciona la narración de la pasión y de la pascua con el ministerio galileo de Jesús.
Son las enseñanzas dadas allí las que facilitarán la llave para interpretar la muerte de Jesús en Jerusalén y para abrirse al mensaje de pascua. En estos momentos de silencio y de prueba, los discípulos -hombres y mujeres- descubrirán el alcance y las exigencias de la fe a la que les había llamado Jesús cuando estaban en la Galilea. La muerte no tenía la última palabra. El crucificado, puesto en el sepulcro, les llamaba en aquel momento de espera, como nos llama hoy a nosotros, a creer en su mensaje de vida.
D. ROURE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 904 s.