lunes, 31 de julio de 2017

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO XVIII TIEMPO ORDINARIO CICLO A - 6 AGOSTO 2017

LA MONTAÑA DE LA GLORIA


ORACION COLECTA

Oh Dios, que en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los profetas, y prefiguraste maravillosamente nuestra perfecta adopción como hijos tuyos, concédenos te rogamos que escuchando siempre la palabra de tu Hijo, el Predilecto, seamos un día coherederos de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura de la profecía de Daniel 7, 9-10. 13-14

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.
Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él.
Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

SALMO RESPONSORIAL (96)

El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.

El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono. R.

Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 1, 16-19

Queridos hermanos: Cuando les dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza.
Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto.» Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada.
Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacen muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en sus corazones.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.».
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo.»
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no teman.». Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No cuenten a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

COMENTARIO

Según el relato evangélico, la Transfiguración ocurrió en un monte alto y apartado llamado Tabor (Israel) que en hebreo significa “el abrazo de Dios”.  Jesús siente como se levanta contra él la hostilidad de los jefes religiosos y la decepción de las gentes  que esperaban un mesías-rey. En adelante se consagrará a la formación de sus apóstoles que también se sienten desalentados. Le dijeron “¡Tú eres el mesías”!. Y el contesto: “Si, pero voy a sufrir”. Se preguntan por este hombre extraño que parece tan poderoso y que habla de sufrir. Dios mismo va a hablarles a estos discípulos al borde de la duda: “Este hombre transfigurado es mi Hijo”.
San Jerónimo comentaba este episodio de la vida de Jesús con mucho fervor y añadía incluso palabras en la boca de Dios Padre para explicar la predilección de Jesús. “Este es mi Hijo, no Moisés ni Elías. Éstos son mis siervos; aquel, mi Hijo. Éste es mi Hijo: de mi misma naturaleza, de mi misma sustancia, que en Mí permanece y es todo lo que Yo soy. También aquellos otros me son ciertamente amados, pero Éste es mi amadísimo. Por eso escúchenlo”, decía el Santo. “Él es el Señor, estos otros, los consiervos. Moisés y Elías hablan de Cristo. Son consiervos suyos. No honren a los siervos del mismo modo que al Señor: prestad oídos sólo al Hijo de Dios”, añadía. La transfiguración es una gracia de revelación. Por todos los  medios, el estilo sagrado, la visión, la voz, los símbolos, el evangelista quiere hacernos entrever la gloria de Jesús; él es, como dice San Pablo, “de condición divina” (Flp 2, 6). La nube es el signo de Dios, así como los vestidos blancos y el rostro de sol. La montaña, con Moisés y Elías, recuerda la revelación del Sinaí. El que va a sufrir es ciertamente un hombre como nosotros, su vida es nuestra vida, pero transfigurada por un misterio de inhabilitación: el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre. Desvelada por unos momentos, la gloria de Jesús nos dice que viene de lejos, que es un salvador absolutamente único, que reaparecerá en esa gloria y hará de nosotros unos transfigurados. A veces necesitamos subir con Pedro, Santiago y Juan hacia la montaña de la gloria. El misterio de JESÚS, Dios y hombre, estará siempre fuera de nuestro alcance, pero la palabra luminosa: “Este es mi Hijo muy amado” nos pone en contemplación ante lo esencial: somos amados. “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único”. Y he aquí lo que hace el amor: el único ha venido  no solo a morar en nuestra tierra, sino también en nuestra vida. ¡Qué esplendor da esto a la condición humana!. Desde luego, las imágenes de fealdad, de vacío, de sufrimiento y de desesperación desaparecen pronto cuando decimos: “¡He llegado la transfiguración vista por Marcos y por Lucas: escupirán sobre la gloria, el transfigurado está a punto de ser el desfigurado. El Padre proclama solemnemente que ese hombre  es su hijo, para que sepamos bien que, a pesar de todo lo que pueda pasar a él y a nosotros, él es el sol del mundo desde ahora y será el sol del mundo venidero. La transfiguración nos aparta durante un breve momento de fulgor de los aspectos duros o sin brillo que estamos a punto de vivir: “En su gloria, mira tú gloria”.

PLEGARIA UNIVERSAL

Imploremos a Dios que quiso revelarnos su Gloria en el monte de la transfiguración y pidámosle que la manifieste a todos los hombres. R.- Concédenos, Señor, ir a tu encuentro.

1.- Por todos los cristianos, para que vivamos siempre llenos de la luz y la alegría de la fe. Concédenos, Señor, ir a tu encuentro.

2.- Por las Iglesias de Oriente, que celebran con gran solemnidad esta fiesta, para que sean semillas de esperanza en sus países. Concédenos, Señor, ir a tu encuentro.

3. Por aquellos que no conocen a Jesucristo, para que el Espíritu Santo renueve su corazón y les de su gracia. Concédenos, Señor, ir a tu encuentro.

4.- Por los que viven en la oscuridad de la tristeza y la desesperanza, para que encuentren una mano solidaria que les ayude a salir adelante. Concédenos, Señor, ir a tu encuentro.

5.- Por nosotros y nuestra comunidad, para que la Eucaristía sea para nosotros un intenso encuentro con el Señor que es la luz para nuestras vidas. Concédenos, Señor, ir a tu encuentro.

Concédenos, Señor ir  tu encuentro en la  montaña,  dejar nuestras sendas trilladas, escuchar a Jesús, tu palabra, y caminar con el hacia ti en la llanura cotidiana de la vida; porque siguiéndolo, la renuncia es libertad de espíritu y la muerte es vida que anticipa la resurrección.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Santifica, Señor, nuestras ofrendas por la gloriosa transfiguración de tu Unigénito, y con los resplandores de su luz, límpianos de las manchas de nuestros pecados. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Los celestes alimentos que hemos recibido, Señor, nos trasformen en imagen de tu Hijo, cuya gloria nos has manifestado en el misterio de su transfiguración. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 07: Nm. 11, 4b-15; Sal 80; Mt. 14, 13-21.
Martes 08: Nm. 12, 1-13; Sal 50; Mt. 14, 22-36.
Miércoles 09: Nm. 13, 1-2.25—14, 1.26-30.34-35.; Mt. 15, 21-28.
Jueves 10: 2Cor. 9, 6-10; Sal 111; Jn. 12, 24-26.
Viernes 11:  Dt. 4 32-40; Sal 76; Mt. 16, 24-28.
Sábado 12: Dt. 6, 4-13; Sal 17; Mt. 17, 14-20.
Domingo 13: 1R. 19, 9ª.11-13ª;  Sal 84; Rm. 9, 1-5;  Mt. 14, 22-33.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 17, 1-9    Lc 9, 28b-36

1.- Dos observaciones literarias pueden ayudarnos a comprender el significado de la transfiguración en la vida de Jesús y en la trama del evangelio de Marcos. Este episodio (9, 2-13) está colocado intencionadamente entre la primera y la segunda predicción de la pasión. Y los diversos detalles de la narración (el vocabulario, las imágenes, las referencias al Antiguo Testamento) demuestran que pertenece al género epifánico-apocalíptico: intenta ser una revelación dirigida a los discípulos, revelación que tiene como objeto el significado profundo y escondido de la persona de Jesús y de su "camino".
Algunos elementos, como la nube y la voz celestial, la presencia de Moisés y de Elías, evocan la presencia en el Sinaí. Con esto se quiere afirmar que Jesús es el "nuevo Moisés", que en él llegan a su cumplimiento las esperanzas, la alianza y la ley.
Otros elementos, como la transfiguración de su rostro, las vestiduras blancas, evocan al Hijo del Hombre del profeta Daniel, glorioso y vencedor, y parecen ser un anticipo de la resurrección: intentan revelarnos el significado escondido de la vida de Jesús, su destino personal.
Jesús, el que camina hacia la cruz, es realmente el Señor. En este camino hacia la cruz es donde hay que insistir ante todo. Precisamente en este Jesús que marcha hacia la cruz es donde encontramos el cumplimiento de todas las esperanzas. Y es precisamente este camino mesiánico el que encierra un significado pascual. Y todo esto con una indicación: el género epifánico-apocalíptico al que pertenece nuestro relato no se limita a revelar el futuro, a señalar la conclusión inesperada de lo que ahora está sucediendo; pretende más bien manifestar el significado profundo que la realidad tiene ya ahora, un significado escondido que no descubre la mayoría y que las apariencias parecen desmentir. De esta forma la transfiguración se convierte en la revelación no sólo de lo que será Jesús después de la cruz, sino lo que él es a lo largo del viaje hacia Jerusalén. Es ésta una clave que nos permite captar la verdadera naturaleza de Jesús detrás de lo que podríamos llamar su realidad fenoménica.
Pero la transfiguración no tiene sólo un significado cristológico. En la intención de Marcos asume un papel importante también en la experiencia de fe del discípulo. Los discípulos han comprendido que Jesús es el Mesías y están ya convencidos de que su camino conduce a la cruz; pero no llegan a comprender que la cruz esconde la gloria. A este propósito tienen necesidad de una experiencia, aunque sea fugaz y provisional: tienen necesidad de que se descorra un poco el velo. Y éste es el significado de la transfiguración en la vida de fe del discípulo: es una verificación. Dios les concede a los discípulos, por un instante, contemplar la gloria del Hijo, anticipar la pascua.
El velo que se descorre no revela únicamente la realidad de Jesús, sino también la realidad del discípulo que camina con él hacia la cruz y también hacia la resurrección, y está con él en posesión -por encima de la realidad fenoménica engañosa- de la presencia victoriosa de Dios. En otras palabras, podemos comparar a la transfiguración con lo que solemos llamar las "comprobaciones", esos momentos luminosos que encontramos a veces en el viaje de la fe, momentos gozosos dentro de la fatiga cristiana. No son momentos que se encuentran automáticamente y de cualquier manera; hay que saber descubrirlos. Y sobre todo no hay que olvidar que su presencia es fugaz y provisional. EL discípulo tiene que saber contentarse con ellos; esas experiencias tendrán que ser escasas y breves. A Pedro le habría gustado eternizar aquella visión clara e imprevista, aquella experiencia gloriosa. Se trata de un deseo que manifiesta una incomprensión de aquel suceso, que no es el comienzo de lo definitivo, que no es la meta, sino sólo una anticipación profética de la misma. El camino del discípulo sigue siendo todavía el camino de la cruz. Dios le ofrece una comprobación, una prenda, y es preciso aceptar esa prenda, sin exigencias de ningún género.
Finalmente, hay un aspecto sobre el que hay que reflexionar y que en cierto sentido parece constituir el punto central del texto: la orden de "escucharlo". Escuchar es lo que caracteriza al discípulo. Su ambición no es la de ser original, sino la de ser servidor de la verdad, en posición de escucha.
En conformidad con toda la tradición bíblica, la palabra de Dios que hay que escuchar no tiene sólo un aspecto cognoscitivo, vehículo de ideas y de conocimientos (en el sentido de que nos revela el plan de Dios: quién es él, qué somos nosotros, cuál es el sentido de la historia en que estamos insertos), sino además un aspecto imperativo (lo que tenemos que hacer, la regla que hay que seguir, el punto de vista que hemos de asumir en nuestras relaciones con los demás y con la historia); finalmente, la palabra de Dios es una fuerza, un promesa fiel que alcanza su objetivo, a pesar de todos los obstáculos. Comprendemos entonces cómo esta invitación a escuchar es invitación a la obediencia, a la conversión y a la esperanza.
Exige no solamente inteligencia para comprender, sino también coraje para decidirse. En efecto, la palabra que escuchamos es una palabra que nos compromete y que nos arranca de nosotros mismos.
Bruno Maggioni, El Relato De Marcos, Edic. Paulinas/Madrid 1981, Pág. 128ss.




2.- Ya leímos este evangelio en el segundo domingo de Cuaresma. Los capítulos 8 y 9 de Mc constituyen una bisagra: Jesús pasa de Galilea a Jerusalén, de la aceptación al rechazo de su persona, de la proclamación del Reino al anuncio de su pasión.
Entre la primera y la segunda predicación de la pasión, Marcos coloca la escena de la Transfiguración. Un texto difícil, es cierto, pero teológicamente hablando muy denso. Sus diferentes elementos como son el vocabulario, las imágenes empleadas y las referencias al Antiguo Testamento nos indican que el texto participa de las características de una epifanía apocalíptica.
La nube, la voz celestial, la presencia de Moisés y Elías nos evocan la manifestación de Dios sobre la montaña del Sinaí (cf. Ex 19,16ss y 1R 19,9ss). El rostro resplandeciente y la túnica blanca nos recuerdan la visión del Hijo del hombre que hemos leído en la primera lectura. En Cristo se nos revela el rostro divino de Dios, del mismo Dios que salva a Israel de Egipto por medio de Moisés (Ex 19), Elías de la muerte (1R 19) y el pueblo de los Santos de la persecución helenística (cf. Dn 7).
Pero el relato se abre también a la actitud de los discípulos en su camino tras Jesús. "Éste es mi Hijo amado; escuchadlo" propone al discípulo la actitud receptiva de la escucha. Escucha que no sólo incluye la palabra, sino también la aceptación de la persona del nuevo Siervo de Yahvé (cf. Is 42,1, citado por Mc).
Cristo, el auténtico Hijo del hombre, invita al creyente a descubrir la presencia divina en su predicación y en su obra. Jesús puede también transfigurar nuestra vida, puede ayudarnos a descubrir la presencia de Dios en nuestra historia, y a ser sus testigos ante un mundo secularizado.
Jordi Latorre, Misa Dominical 2000, 10, 16



3.- Como cada año, el evangelio de este domingo nos describe la transfiguración del Señor, y, como cada año, esta descripción está orientada a preparar nuestros espíritus para una comprensión más profunda del misterio pascual. El relato de Mc es más breve que el de los otros dos sinópticos, pero contiene como elemento propio (aparte del detalle del blanco de los vestidos que ningún batanero -¿por qué no traducir "ningún detergente puede imitar"?- la insistencia en el hecho de que los apóstoles no entendieron del todo qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos. Se podría basar la homilía en esta realidad: nosotros tampoco -pese a la fe en la resurrección de Xto y en la nuestra- no llegamos tampoco a entender todo el sentido del misterio pascual.
La realidad que se expresa a través de la descripción poética y llena de imágenes del episodio de la transfiguración, es una experiencia profunda de fe tenida por los amigos más íntimos de Jesús. En un momento de comunicación profunda, tuvieron la impresión de percibir a Jesús en su verdadera identidad. Fue un instante de éxtasis, que les hizo entrever la realidad gloriosa de Jesús, pero que aún no les mostró toda la profundidad de su misterio. Para llegar a entenderlo, de algún modo, fue necesario el contacto real con la vida, fue necesario que, a través de los sufrimientos y muerte de Jesús -y a través de sus propios sufrimientos y, más adelante, de su propia muerte-, comprendieran que hay que pasar por la muerte para llegar a la vida (cf. el prefacio propio de este domingo), médula de la realidad del misterio pascual. Tampoco nosotros entenderemos qué significa "resucitar" si nos quedamos sólo en el terreno de la fe contemplativa -y es muy posible que, en el nivel teórico, se nos presenten grandes dificultades para aceptar este misterio-. En cambio, si descendemos de la montaña de las ideas a la tierra firme de las realidades diarias, experimentaremos en carne viva lo que significa morir a nosotros mismos y vivir hacia Dios y hacia los hermanos; entenderemos qué es la resurrección.
J. Llopis, Misa Dominical 1973, 2



La tentación de "hacer tres tiendas" está siempre presente. Es curioso que el hombre se preocupe siempre por construirle una casa a Dios, cuando el mismo Dios ha bajado a la tierra para vivir en las casas de los hombres. Dios no tiene tanta necesidad de metros cuadrados para iglesias como de acogida en el corazón humano. Dios no quiere vivir en un "hotel para dioses" relegado como nuestros ancianos, en una especie de parkings. Dios quiere vivir en familia con los hombres, andar entre sus pucheros. Por ambientados que estén nuestros templos, siempre le resultarán fríos a un Dios que busca el cobijo de los hombres.
EMMANUEL. El Dios-con-nosotros no puede quedar en una especie de producto situado en un mercado al que se acude cuando se necesitan servicios religiosos. Dios no es un objeto de consumo. Él es la vida misma del hombre, pero nosotros nos empeñamos en confinarlo en su casa en lugar de tenerlo como compañero continuo en el camino de la vida.
El Dios de Jesús no se mantiene en alturas celestiales, sino que nos señala en dirección al mundo y quiere que como él nos encarnemos -valga la expresión- en nuestra propia carne. Además de nuestra condición de hombres, hay algo que refuerza nuestro interés por el mundo: nuestra fe. "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez los gozos y las esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo" (G.S. núm. 1).
Eucaristía 1985, 10



5.- El segundo Evangelio sitúa la transfiguración dentro de un contexto en el que, con más claridad que en los otros sinópticos, se afirman los presentimientos de Cristo relativos a su muerte y a su gloria. Jesús acaba precisamente de anunciar su Pascua próxima (Mc. 8, 31-32), pero Pedro se ha opuesto audazmente: no puede admitir que el reino de la gloria y del poder anunciado por los profetas pase por el sufrimiento y la muerte (Mc. 8, 32-33). Jesús se sirve entonces del ritual de la entronización del Mesías doliente en la fiesta de los Tabernáculos para convencer a los suyos que solo será mediante el sufrimiento como conseguirá su mesianidad.
* * * *
a) El primer versículo recuerda hábilmente ese contexto: a pesar de una traducción un tanto confusa, parece que Jesús quiere decir, en un tono un tanto triste: "Esperan de tal forma un reino de poder que ni uno de entre ellos querría pagar con su vida la venida de ese reino". Por eso, a los ojos de Marcos, el episodio de la transfiguración se presenta ante todo como revelación, por parte de Cristo, de la totalidad de su misterio pascual al grupo elegido de sus apóstoles (los mismos que estarán junto a El en Getsemaní: Mc. 14, 33). De ahí que Marcos dé prioridad a Elías sobre Moisés (v. 4), porque si Elías es Juan Bautista, está claro que anuncia el sufrimiento del Mesías a través de sus propios sufrimientos (cf. la explicación de Jesús en Mc. 9, 12-13). Parece, pues, estar claro que lo que constituye el centro del Evangelio de Marcos es la perspectiva del Mesías paciente.
b) La transfiguración consiste esencialmente en la toma de conciencia, por parte de los tres apóstoles, de que Jesús es verdaderamente el Mesías que entroniza la fiesta de los Tabernáculos. La mención "seis días" (v.2) alude a la duración clásica de esta fiesta, la montaña y la nube son elementos tradicionales propios también de esta fiesta, así como especialmente la construcción de tiendas que sugiere Pedro (v.5). En este sentido el relato de la transfiguración es absolutamente paralelo al de la entrada de Jesús en Jerusalén (Mt. 21). Jesús es ciertamente el Mesías al que todos los años la fiesta de los Tabernáculos espera y entroniza revistiéndolo de blancura y de luz (v. 3) e invistiéndolo de la misma palabra de Dios (v. 7). Pero el libro judío de los Jubileos, casi contemporáneo de los Evangelios, anunciaba ya que el Mesías esperado durante la fiesta de los Tabernáculos sería un Mesías sufriente. Ahora bien: Cristo acaba precisamente de anunciar a los suyos su próxima pasión (Mc. 8, 31-38); sin duda aprovechó la ocasión de un ritual de investidura de la fiesta de los Tabernáculos para convencer a los apóstoles de que este camino era normal, ya que correspondía a la misma liturgia.
* * * *
La transfiguración es, pues, una exhortación de urgencia hecha de manera especial a Pedro para que se avenga a escuchar a Jesús (v.7) cuando habla de sus sufrimientos y de su muerte, sin dejar de reconocerle por eso como Mesías definitivo, a la manera del Siervo ideal (Is. 42, 1).
La fe exigida a los espectadores de la transfiguración impulsa hoy a la Iglesia a no huir de las necesarias encarnaciones y del desprendimiento que implican para no buscar más que un Reino de poder que prescindiera de la muerte; pero la impulsa también a no querer una encarnación sin las correspondientes transfiguraciones. La Iglesia no es llamada a estar presente en la estructuras del mundo más que para transformarlas; y no es llamada a transformarlas si no es aceptando morir a todo confort y a toda autoseguridad; conoce también las alternancias de gloria y de humillación y sabe que su victoria no será una clamorosa realidad hasta tanto, rota por la muerte, no surja en un mundo al que habrá ayudado a transfigurarse.
Maertens-Frisque, Nueva Guia De La Asamblea Cristiana III, Marova Madrid 1969. Págs. 72-74




6.- -"Jesús.. subió con ell22222os solos a una montaña alta, y se transfiguró": En una montaña, lugar de revelación y de manifestación de Dios, Jesús se revela a tres discípulos, y los hace portadores especiales de esta revelación. La descripción de la transfiguración se hace a través de una frase popular al referirse al color blanco. "Se les aparecieron Elías y Moisés...": Elías que fue arrebatado al cielo y Moisés que en el Sinaí quedó transfigurado por su contacto con Dios. El profeta y el legislador por excelencia, y los dos que habían entrado en la experiencia de Dios en el Sinaí. El hecho de que aparezca primero Elías, puede ser un indicativo de Marcos que con Jesús ya estamos en el tiempo final.
-"Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien se está aquí!": Los discípulos lo viven como una anticipación de la vida celestial. En este sentido las tiendas que quieren hacer ser refieren a las estancias de los bienaventurados. Quieren que la visión siga. Pero el juicio del evangelista es negativo ante esta actitud: "Estaban asustados, y no sabía lo que decía" "Estar asustados" más que admiración por la transfiguración, significa miedo, indecisión y, sobre todo, falta de comprensión del acontecimiento. Quieren retener la visión para huir de la cruz.
-"Este es mi Hijo amado; escuchadlo": la nube y la voz divina explican la transfiguración y dan una respuesta a los discípulos.
La nube es signo de la presencia de Dios. Tal como aparecía en el éxodo sobre el tabernáculo, ahora aparece sobre Jesús. Los discípulos son los destinatarios de esta revelación sobre Jesús.
Lo deben escuchar, para después ser sus testigos. Pero Marcos indica que la revelación sobre el Hijo y también el testimonio sobre él, están estrechamente relacionados con el silencio de la cruz: ven a Jesús "solo con ellos" y se les manda silencio, pues no pueden captar ni testimoniar el misterio de Jesús sin la pasión y la muerte.
J. Naspleda, Misa Dominical 1988, 5



7.- La narración de la transfiguración según san Marcos es sensiblemente igual que la de los otros dos sinópticos, si bien añade el detalle pintoresco de que "sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo".
La transfiguración de Cristo es una manifestación o epifanía de la presencia de Dios entre los hombres, parecido a las que tuvieron lugar a lo largo de la historia del pueblo de Israel. Así como Dios se había aparecido en el Sinaí, sobre el tabernáculo de la Alianza y sobre el templo de Salomón, así también se apareció sobre Jesús, en quien tenemos la revelación definitiva de Dios. Revelación que llegará a su plenitud en la resurrección de Cristo, de la que la transfiguración era un anticipo.
Es importante destacar que esta manifestación de Dios se realiza a través de una humanidad, en todo igual a la nuestra. La transfiguración luminosa del cuerpo de Cristo nos hace ver que es toda la humanidad la que ha sido elevada a la categoría de instrumento y vehículo de la divinización del mundo. La luz divina, manifestada en la humanidad de Cristo gracias al misterio de la transfiguración (y, sobre todo, al de la resurrección y glorificación), estalla también en todos los hombres que se unen a Cristo por la fe y el amor, y rezuma misteriosamente en todos los demás y también en todas las realidades materiales que estos hombres divinizados utilizan.
El mundo entero es el que queda transfigurado. Transfiguración que se da de una manera velada -pero patente a los ojos de la fe- especialmente en todas aquellas realidades que se convierten en símbolos sacramentales. Es bueno ver bajo esta luz las realidades materiales del pan y el vino que constituyen el signo básico de la Eucaristía.
J. Llopis, Misa Dominical 1994, 3


 

8.-6.8.16. Un rostro de luz. La Transfiguración según Mateo

05.08.16 | 11:10.

El relato de la Transfiguración, que los sinópticos ofrecen en versiones paralelas (Mc 9, Mt 17 y Lc 9), constituye el texto básico de la mística cristiana:
‒ Es un texto histórico, que recoge el sentido más hondo de su vida y misión , expresada como rostro de luz de amor, luz invisible que irradia vida: Que sana, que llama, que eleva y que ama.
‒ Es un texto pascual: Los evangelios no se han atrevido a presentar abiertamente el rostro de Jesús resucitado, sólo lo han hecho aquí, de un modo simbólico, proyectando su resplandor hacia el tiempo de su vida.
‒ Es un texto de esperanza de cielo: es decir, de futuro. Todos nosotros estamos llamados a la luz suprema de la montaña de Dios, con Moisés y Elías, de la mano de Jesús, que nos eleva como quiso hace a los tres primeros testigos oficiales varones de la pascua: Pedro, Santiago, Juan.
‒ Es un texto de compromiso: Ésta es la fiesta del rostro que irradia luz de Dios, del rostro del pobre y excluido, del enfermo, del encarcelado, rostro de Dios…luz de Luz, vida de Vida… Todo el evangelio de Dios se condensa en la visión del Rostro del Hermano: Cada rostro humano es figura y concreción de Dios, un don y compromiso de amor, una palabra hecha Vida, hecha Luz, hecha Presencia.
Como he dicho, hay tres relatos paralelos de la transfiguración. Este año (ciclo C) toca en la liturgia el de Mateo. Por eso quiero comentarlo en particular, con cierto detalle, pues sólo los detalles nos abren su misterio.
Éste es el texto supremo de la mística cristiana, mística del monte de Dios, en comunión con la historia de la salvación (Moisés y Elías), en apertura al rostro del pobre, de enfermo, como sigue diciendo la continuación del evangelio (curación del niño lunático…).
De esa forma, la mística del Monte de Dios se convierte en Presencia sanadora en el valle de los hombres, donde discuten letrados y discípulos, mientras sufre y muere el lunático (aquel a quien enloquecen las locuras de los hombres que no miran al rostro, que no quieren de verdad...).
Pero hoy trato sólo de la Transfiguración según Mateo, la fiesta de San Salvador, como se decía en otro tiempo.
Los cuatro iconos que presenten expresan rasgos distintos de este fiesta, con el Cristo en el óvalo sagrado, espacio de luz... un Cristo a quien vemos (hemos de ver, adorar y acompañar) en cada uno de los hombres y mujeres, creados a su imagen y semejanza, es decir, a su forma. Buen día.

Mateo 17
17, 1 Y después de seis días, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y les hizo subir en privado a un monte alto. 2 Y fue transfigurado delante de ellos. Su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz.
3Y he aquí que les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. 4 Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús: --Señor, es bueno que nosotros estemos aquí. Si quieres, levantaré aquí tres tabernáculos: uno para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 5 Mientras él aún hablaba, de pronto una nube brillante les introdujo en la sombra, y salió una voz de la nube diciendo: "Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. Escucharle.
6 Al oír esto, los discípulos se postraron sobre sus rostros y temieron en gran manera. 7 Entonces Jesús se acercó, los tocó y dijo: Levantaos y no temáis. 8 Y cuando ellos alzaron los ojos, no vieron a nadie sino al mismo Jesús solo .

Introducción

Pasados seis días, es decir, una semana, tras el anuncio de la pasión (Mt 16, 21-28) y llevó Jesús a sus tres discípulos preferidos a una montaña (que parece tener un sentido pascual, como la de 28, 16, aunque no se dice que sea “la” montaña de Galilea, sino una montaña en general, sin artículo) y se transfigura ante ellos, como ser luminoso (¡sol!), de vestiduras blancas, como viviente del cielo, con Moisés y Elías a su lado. El texto nos lleva así de las dos montañas anteriores, bien determinadas, una de la enseñanza (5, 1) y otra de la curación/alimentación (15, 29), a esta montaña general de la luz de Dios, que es la transformación pascual.

Toda la escena tiene un sentido positivo, de ratificación de un misterio, y ha de entenderse en forma de culminación del pasado (Moisés y Elías dan testimonio de Jesús) y de anticipación (es como si se adelantara la pascua). Mateo sitúa el texto en el camino hacia Jerusalén (16, 21) de manera que sólo en ese contexto se entiende, pero Pedro (¡que debía ser la Roca de la Iglesia, el mismo que ha querido rechazar el camino de entrega de Jesús!) quiere permanecer allí (¡gozar del triunfo de Dios y del cumplimiento de las Escrituras sin entregar la vida por los demás!), construyendo según eso tres tabernáculos, que expresan la culminación del tiempo, con Moisés y Elías dando testimonio de Jesús.

De esa manera, estos privilegiados (Pedro, Santiago y Juan) pueden participar ya de la gloria de Jesús (con Moisés y Elías), pero quieren hacerlo sin compartir su entrega. Pedro mantiene así su propuesta anterior, a pesar de que Jesús le ha dicho que se aparte, llamándola Satán y Escándalo (16, 23). A partir de aquí ha de entenderse la escena, que Mateo ha tomado básicamente de Marcos, aunque ha introducido algunas novedades que destacaremos.

Elementos
‒ Como el sol, como la luz. Cristo icono de Dios (17, 2). El texto de Mc 9, 2-3 era más sobrio, sólo decía que se transfiguró y que sus vestiduras quedaron blancas (como ningún batanero podría haberlas blanqueado…). Mateo, en cambio, elaborando una tradición que parece evocada ya en Lc 9, 29, precisa los rasgos de las transfiguración de un modo muy preciso: Brilló su rostro como el sol (ô ho hêlios). Esta imagen poderosa proviene de la tradición de las religiones “solares”, que presentan al Gran Dios o a su enviado como el Gran Astro del día. Pues bien, Mateo evoca aquí con toda precisión al Cristo-Sol, como rostro que mira y que irradia, expandiendo su luz.
Por eso, el texto sigue diciendo que sus vestiduras era blancas como la luz (leuka hôs ho phôs), pues luz que irradia del Sol-Cristo y que todo lo alumbra y lo transforma. Ya no estamos ante el signo de la Estrella que viene a la cuna de Jesús nacido (2, 1-4), sino ante el mismo Sol crecido, que desde su montaña alumbra todo lo que existe. Ésta es evidentemente la montaña de la transfiguración y la visión que definirá desde ahora toda la experiencia religiosa y la “mística” cristiana. Pero debemos recordar que se trata de una transfiguración que sólo se despliega y expresa en el camino de entrega de la vida, a favor de los demás, en el camino de Jerusalén .
‒ Moisés y Elías (17, 3). De manera muy significativa, este Cristo Icono de Dios, sol divino cuyos vestidos son luz, no está sólo como el Dios de Is 6, 1, cuyo manto llenaba con sus vuelos todo el templo, sino acompañado por Moisés y Elías; éste es un Dios que se “encarna” en el camino de los profetas, que no está en Jerusalén, sino que va a morir allí, dando su vida… Esta diferencia entre el Dios del templo (Is 6) y el Cristo de la montaña (Mt 17) marca la conexión y diferencia entre Israel y el cristianismo.
La conexión viene dada por la presencia de Moisés y Elías; de una forma lógica, Mateo corrige el orden en que ellos aparecían en Marcos, poniendo a Moisés (Ley), antes que a Elías (profecía; Mt 17, 3; cf. Mc 9, 4), para mantener en principio el esquema “canónico” de Israel, con la Ley antes de los profetas; de todas maneras, en la discusión que sigue, que el referente fundamental para entender el camino de Jesús será Elías, vinculado a Juan Bautista, no Moisés. Están los dos con Jesús, que se distingue de ellos, con gran diferencia, pues sólo él irradia luz como sol, sólo a él se dirige la palabra de Dios que dice “este es mi Hijo”. Jesús constituye así el centro y meta del camino “epifánico” de Israel, subiendo a Jerusalén para dar la vida de Dios a los hombres .

Gran parte de la teología e iconografía, especialmente en la Iglesia Oriental, constituye una reflexión y comentario de esta experiencia del Tabor, como he puesto de relieve en No harás ídolos: Imágenes de la Fe 1000, PPC, Madrid 2016, Cf. A. M. Ramsey, The Glory of God and the Transfiguration of Christ, Longmans, London 1949; A. Andreopoulos, Metamorphosis: The Transfiguration in Byzantine Theology and Iconography, St Vladimir's Seminary Press, New York. 2005; D. Lee, Transfiguration, Bloomsbury Academic, London 2004. P. Eudokimov, El Arte del Ícono. La Teología de la Belleza, Claretianas, Madrid 1991; L. Oupensky, Teología del icono, Sígueme, Salamanca 2013; P. A. Sáenz, El icono, esplendor de los sagrado, Gladius, Buenos Aires 1991; Ch. Schönborn, El Icono de Cristo. Una Introducción Teológica, Encuentro, Madrid 1999.

− Kyrios, Hijo de Dios (17, 4-5). Pedro llama a Jesús “Kyrie” (Señor), en vez de Rabbi (Maestro), a diferencia de Mc 9, 5, destacando así su grandeza y soberanía, como Señor Pascual, signo divino, por encima (a diferencia) de Moisés y Elías. Esta denominación y título ha de entenderse en sentido estricto; y a ella se debe añadir la voz de la nube (fwnh. evk th/j nefe,lhj) del Dios de Israel diciendo: ¡Este es mi Hijo… escuchadle!
La nube es signo de la presencia y providencia de Dios que guía al pueblo de Israel (Ex 13, 21-22), como ha recordado Pablo al afirmar que todos los israelitas se hallaban bajo la nube de Dios (cf. 1 Cor 10, 1-2). Pues bien, la Voz de la Nube es la voz de Dios, que da testimonio de Jesús, llamándole su Hijo Querido, a quien los hombres deben escuchar, ratificando así la palabra del bautismo (comparar Mt 17, 5 con 3, 17). Quizá se puede evocar en este contexto la oscuridad (sko,toj) que se extiende sobre toda la tierra a la muerte de Jesús que grita a Dios con voz grande (27, 46), que se puede relacionar con la voz de la nube que Dios Padre le ha dirigido aquí a Jesús, diciendo “este es mi Hijo querido” . Jesús no es Sol por sí mismo, es el Sol de Dios Padre, en el camino de luz gloriosa de la Cruz que ciega y mata en el sentido más hondo del término.
‒ Terror divino, experiencia de resurrección (17, 6-7). En esa línea se sitúa estos versos en los que Mateo pone de relieve el poder sobrecogedor de la experiencia de Dios que habla a Jesús en la montaña y deja a los tres discípulos (Pedro, Santiago y Andrés) paralizados, llenos de terror, de manera que el mismo Jesús tiene que tocarles y despertarles, diciendo (egerthete, levantaos, resucitad), para que así vuelvan a la vida. Al oír la voz de Dios, los discípulos han caído sobre su rostro, llenos de temor), pues han estado inmersos en una teofanía: Han descubierto a Dios en Jesús, han ido más allá de los límites del mundo, tienen que morir (y en el fondo han muerto), como bien sabe la tradición israelita (cf. Is 6, 5).
De esa forma, Jesús viene a ellos desde más allá de la muerte, desde el lado de Dios, y les despierta, es decir, les eleva, diciéndoles resucitad. Esta experiencia de Jesús es un toque de resurrección, y así se dice que “tocándoles… les levantó de nuevo, para que siguieran viviendo en este mundo, pero bien fundados en el más allá, desde la presencia del Dios de Jesús que resucita, es decir, nos hace vivir resucitados., reconociendo así la presencia de Dios (la realidad divina de Jesús).
‒ Y abriendo los ojos sólo vieron a Jesús (17, 8). Ésta ha sido una experiencia de muerte, y los tres discípulos de Jesús han desbordado los límites de este mundo, han entrado en eso que suele llamarse el “túnel luminoso”, contemplando lo que hay más allá de la muerte: La gran Luz de Dios en Jesús, la palabra que dice “éste es m mi hijo, escuchadle”. Lógicamente tendrían que haber muerto sin retorno a este mundo, pero ésta ha sido una muerte para retornar, y por eso Jesús les toca y les despierta (cf. 9, 25: tomó de la mano a la niña y resucitó…). Pues bien, Jesús toca aquí a los tres y les resucita, para vivan desde el otro lado, como testigos de la resurrección que es la verdad de una muerte como la de Jesús en Jerusalén (cf. 16, 21).

Conclusión
Ésta es la experiencia que define a los cristianos, que son aquellos que han descubierto la presencia y acción de Dios en la muerte de Jesús, que han experimentado a Jesús como el viviente, aquel a quien deben seguir, como ha dicho Dios (escuchadle: 17, 5). Por eso, lógicamente, abriendo de nuevo los ojos, tras la luz cegadora de la montaña sagrada, con la Palabra de Dios, sólo ven a Jesús hombre, al mesías concreto de la historia, que les lleva hacia Jerusalén .
A diferencia de Mc 9, 5-6, que afirma que “no sabía lo que decía”, cuando proponía elevar tres tiendas (para Jesús, Elías y Moisés), Mateo ha tratado a Pedro con más respeto, de manera que no dice y haremos tres tiendas, sino “si tú quieres yo haré”, poniéndose así, con su propia autoridad (cf. 16, 16-19), al servicio de Jesús y de su obra, para descubrir que no debe hacer las tiendas, edificando así una iglesia arraigada ya en el mundo de la fiesta final de los Tabernáculos, sobre la montaña de la gloria, sino seguir a Jesús, en un camino de entrega de la vida y de resurrección. De esa manera. Mateo ha evocado de algún modo la dignidad y conocimiento mesiánico de Pedro, que no entiende a Jesús, pero no le rechaza, sino que se pone a su servicio, de manera que no tiene que añadir “pues no sabía lo que decía” (a diferencia de Mc 9, 7). Sobre el sentido de Jesús como Señor (Kyrios, invocación de Pedro), sobre la palabra de Dios que de llama Hijo, y sobre el mensaje de conjunto de la Transfiguración he tratado en las entradas correspondientes del Gran diccionario de la Biblia, Verbo Divino, Estella 2015.
Mateo acentúa así el valor de gloria y muerte (renacimiento) de la transfiguración sobre una montaña, cuyo nombre no indica (la tradición habla del Tabor, en Galilea), poniendo de relieve la confesión mesiánica de Dios, que reconoce ante los discípulos que Jesús es su Hijo Amado, aquel a quien deben escuchar (17,5: avkou,ete auvtou/), y la experiencia de resurrección de los discípulos, a quienes Jesús ha debido tocar y resucitar. Igual que en Marcos, esta escena viene tras la “confesión” de Pedro, con el anuncio de la pasión y la llamada al seguimiento, y conserva la referencia temporal de los seis días (17,1) que evocan la gran semana que transcurre entre el anuncio de la pasión y la gloria de la transfiguración (resurrección).
Esta escena tendría que haber detenido el camino de la “historia” de los discípulos de Jesús, que han caído de bruces, llenos de miedo, ante la confesión divina, en experiencia pascual de muerte. Pero Mateo, lo mismo que Marcos y Lucas, ha querido situarla en el camino que lleva a Jerusalén, como anticipo pascual, en un contexto contemplativo (como ha puesto de relieve la tradición de la Iglesia ortodoxa), pero también activo, de compromiso mesiánico, como ha puesto más de relieve la tradición de la iglesia occidental .

Así lo ha puesto de relieve Juan Pablo II en su exhortación postsinodal Vita Consacrata (1996), fundada en gran parte sobre este icono de la Transfiguración. Visión de conjunto en R. Silva, Hechos de Jesús. Bautismo, tentación, transfiguración, Follas Novas, Santiago 2000; E. Divry, La lumière du Christ transfiguré chez les saints: nouvelles approches dogmatiques sur la lumière thaborique I-II, Univ. Fribourg 200; Id., La Transfiguration selon l’Orient et l’Occident. Grégoire Palamas - Thomas d’Aquin: vers un dénouement œcuménique, Croire et savoir 54, Paris 2009.


viernes, 28 de julio de 2017

LECTURA Y COMENTARIO DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO CICLO A - 30 JULIO 2017

¿VENDERLO TODO?.



ORACION COLECTA

¡Oh Dios!, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo; multiplica sobre nosotros el signo de tu misericordia, para que, bajo tu guía providente, de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del primer Libro de los Reyes 3, 5. 7-12

En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: Pídeme lo que quieras.
Respondió Salomón: Señor Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello y Dios le dijo: Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.

SALMO RESPONSORIAL (118)

Cuánto amo tu voluntad, Señor.

Mi porción es el Señor, he resuelto guardar tus palabras. Más estimo yo los preceptos de tu boca, que miles de monedas de oro y plata. R.

Que tu voluntad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo; cuando me alcance tu compasión, viviré, y mis delicias serán tu voluntad. R.

Yo amo tus mandatos, más que el oro purísimo; por eso aprecio tus decretos, y detesto el camino de la mentira. R.

Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma; la explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8, 28-30

Hermanos: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 13, 44-52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.
[El Reino de los Cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entienden bien todo esto?. Ellos le contestaron: Sí. Él les dijo: Ya ven, un letrado que entiende del Reino de los Cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.]

COMENTARIO

Jesús como vendedor de Dios. Ofrece una oportunidad para hoy y es única: una perla y un tesoro. Y nos cuenta la historia del hombre que encontró un tesoro y la historia del que compró la más hermosa de las perlas”. Es una gran ocasión?. Descubrir que Jesús es la perla  y el tesoro. Una lectura, un encuentro, un retiro, una alegría o un dolor muy intenso, y de pronto comprendemos; la vida es Jesús. Bajo esta luz, todo se simplifica, todo toma un sentido, en adelante sabemos por qué y cómo vamos a vivir.
Tenemos que aprovechar esta ocasión. Estas dos bellas parábolas son las que nos juzgan. Quieres la perla, quieres el tesoro, pero sigues adelante sin decidirte a venderlo todo para comprarlos. Porque esta ocasión es maravillosa, pero cuesta caro. El campesino vendrá “todo lo que posee” el negociante vendrá “todo lo que posee”. Si no hubiera que pasar por esta venta, todos aceptaríamos enseguida a Jesús. ¿Qué venta?. No puedo responder por ustedes. Yo sé muy bien lo que a mí me cuesta vender, y creo que, si miran un poco su vida en este momento, verán también que es lo que les impide comprar la perla y el tesoro.
Estas dos mini-parábolas son en el fondo la llamada más dura a la renuncia. “Venderlo todo”,  si quiero comprar la vida. En términos claros esto significa: renunciar a lo que me impide elegir a Jesús. Por tanto, tengo que vender mis seguridades, mis egoísmos, mis     suficiencias,   mis   perezas , mis orgullos. Cada vez que aparecen estas parábolas sentimos un impulso. ¡Para ganar a Jesús, vamos a renunciar a esto y a aquello! ¡Ya está hecho!. Pero, desgraciadamente, no está hecho. Y procuramos salvar las apariencias pensando; no voy a ponerme a jugar a san Francisco. La renuncia para adquirir la perla puede llegar a las formas extremas que tuvo en San Francisco, pero el evangelio es para todos. Jesús no predica solamente a unos cuantos profetas espectaculares de la renuncia, ni predica tampoco un sueño. Su “venderlo todo”, es difícil, pero debe ser posible para cualquier hombre en cualquier situación. Simplemente, hay que decir que no se sigue a Jesús con toneladas de confort o con montañas de reticencias ante una de sus exigencias precisas, por ejemplo la del perdón. “Venderlo todo” puede significar un despojo muy duro del amor propio o una generosidad en el terreno económico algo loca, o la opción heroica de la confianza ante una terrible enfermedad. Y también desde luego, el sí a una vocación.
En estas dos parábolas, en las que cada una de las palabras está pensada, hay un inciso que nos dice hasta qué punto escoger a Jesús es una formidable ocasión que hay que aprovechar aunque nos cueste mucho: “En su alegría”. Loco de alegría el hombre que encontró el tesoro va a venderlo todo. La oportunidad más grande de nuestra vida es cuando el “venderlo todo” está devorado por el fuego de la alegría.

PLEGARIA UNIVERSAL

Con toda la fuerza del Espíritu, oremos, hermanos, y pidamos a Dios nuestro Padre, que escuche en su bondad nuestra oración.

1.- Por la Santa Iglesia, esposa de Cristo y madre nuestra: para que Dios le conceda la paz, la libertad y la unidad, aumente  número de sus hijos y la firmeza de su fe hasta el día glorioso de retorno de Jesucristo. Roguemos al Señor.

2.- Por el Papa y por todos los obispos, que proclaman al mundo la palabra de Dios: para que gobiernen la Iglesia con sabiduría y prudencia. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los que participan en el gobierno de las naciones: para que el Espíritu Santo los asista con su luz y justicia. Roguemos al Señor.

4.- Por toda la humanidad; para que Dios Padre todopoderoso purifique al mundo de todo error, aleje el  hambre, de salud a los enfermos, libertad a los oprimidos y la paz a los que viven sin ella. Roguemos al Señor.

5.- Por cuantos estamos aquí reunidos en el Señor: para que Dios nos de la paz del corazón, el perdón de los pecados y la firme voluntad de obedecer siempre sus mandamientos. Roguemos al Señor.

Escucha, Dios de misericordia, las oraciones que te hemos presentado con humildad y confianza  y haz que deseemos siempre cuanto te agrada. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, las ofrendas que podemos presentar gracias a tu generosidad, ara que estos santos misterios, donde tu Espíritu actúa eficazmente, santifiquen los días de nuestra vida y nos conduzca a las alegrías eternas. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Hemos recibido, Señor este sacramento, memorial perpetuo de la pasión de tu Hijo; concédenos que este don de su amor inefable nos aproveche para la salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 31: Ex 32, 15-24.30-34; Sal 105; Mt. 13, 31-35.
Martes 01: Ex. 33, 7-11; 34 5b-9.28; Sal 102; Mt. 13, 36-43.
Miércoles 02: Ex. 34, 29-35; Sal 98; Mt. 13, 44-46.
Jueves 03: Ex. 40, 16-21.34-38; Sal 83; Mt. 13, 47-53.
Viernes 04: Lv. 23, 1.4-11.15-16.27.34b-37; Sal 80; Mt. 13, 54-58.
Sábado 05: Lv. 25, 1.8-17; Sal 66; Mt. 14, 1-12.
Domingo 06: Dn. 7, 9-10.13-14; Sal 96; 2P 1, 16-19; Mt. 17, 1-9.


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 13. 44-52

1. PARA/TESORO: D/TESORO DEL HOMBRE
-El reinado de Dios: Jesús comenzó su vida pública en Galilea anunciando el reinado de Dios, proclamando su venida, y ése es, sin duda, el contenido de su evangelio. Pero ¿en qué consiste ese reinado y a qué podemos compararlo? Jesús, para enseñar a las gentes el misterio del reinado de Dios, hacía constantemente uso de hermosas parábolas, que tomaba de la vida cotidiana: el reinado de Dios -les decía- se parece a un labrador que halla un tesoro en el campo y luego va y lo esconde de nuevo...; se parece también a un mercader que encuentra una perla fina en el mercado y, después de vender todo lo que tiene..., etc, o a unos pescadores que echan la red barredera y cogen pescados grandes y pequeños y luego, sentándose en la orilla..., etc. Jesús, el Maestro, se acercaba a cada cual hablando su lenguaje: al labrador le recordaba sus labores, al mercader sus negocios, a los pescadores sus faenas, y cuando se dirigía a las amas de casa les hablaba de cómo se hace un remiendo, o de cómo se barre una habitación para encontrar una moneda extraviada... Sin embargo, el mensaje era el mismo para todos. Con su evangelio, con su buena noticia, descendía al terreno que les era en cada caso más conocido, pero les llamaba a todos indistintamente a lo más deseado y a lo que, en el fondo, a todos interesaba en absoluto.
Si nos fijamos en las parábolas de Jesús, observaremos también que en ellas el reinado de Dios se compara siempre a un suceso, y nunca a una cosa. No es propiamente como un tesoro, ni como una perla, ni como una red barredera..., sino que en él sucede algo semejante a lo que le pasa al labrador con el tesoro, al mercader con la perla y a los pescadores con la red que echan al mar. De modo que no sabríamos nada del reinado de Dios, si no supiéramos lo que sucede con todas estas cosas, porque el punto de comparación está en el suceso. Por eso, en las parábolas predomina el relato sobre la descripción. Y de ahí podemos sacar ya la primera enseñanza: lo primero que nos quiere decir Jesús en todas las parábolas, independientemente del argumento, es que nadie puede entrar en el reinado que anuncia como si tomara en propiedad una cosa, adquiriera un estado o una posición, sino más bien como alguien que se enrola decididamente en una dinámica y comienza a vivir una vida nueva. Entrar en el reinado de Dios es tomar parte en la historia de salvación. Los discípulos de Jesús, los que creen en el evangelio peregrinan entre el consuelo y la esperanza, viven entre el "ya" y el "todavía no". 
* Se parece a un tesoro...: La nueva vida comienza por la gracia de Dios. El tesoro escondido no lo produce el campo con el esfuerzo del labrador y la perla fina vale más que todo lo que está dispuesto a dar el que la encuentra. Precisamente por eso se trata de una vida nueva, insospechada, más allá de todos nuestros méritos y trabajos, que no podemos producir, que sólo podemos encontrar y recibir. Y por eso es también lo más gratificante, porque es verdaderamente gratuito. De ahí la gran alegría del que la encuentra. Lo inapreciable, lo que no tiene precio, lo que no se puede comprar ni producir, es lo que realmente vale y todo es nada en su comparación.
* Dios es el tesoro del hombre: Desde el punto de vista del hombre que busca, el tesoro viene a ser como una utopía: no sabe dónde está, ni tan siquiera si lo hay en alguna parte. Sólo conoce que lo necesita, sólo siente la inquietud de su corazón: "Donde está tu tesoro allí está tu corazón". Pero ¿dónde tiene el corazón? Por eso busca incesantemente, por eso anda desorientado y errático, por eso busca el sentido de su vida. Pero en estas circunstancias el hombre puede agarrarse al dinero, al poder, a la fama, a la droga, etc. Pero el verdadero tesoro del hombre no es cualquier cosa, sino el mismo Dios. Escondido en nuestro mundo, cubierto por la carne crucificada de Jesús de Nazaret, perdido entre los pobres, identificado con ellos, está el tesoro del hombre. Es ahí donde Dios se ofrece a los que le buscan. Dios mismo se ha hecho el encontradizo en el hombre y para el hombre, aquí en medio de nosotros, Jc es el "lugar de Dios" y el hombre -el otro, el pobre, el hermano- es el "lugar" de encuentro con JC. El tesoro del hombre, lo que da sentido a su vida, ya no es para los creyentes lo que no existe en ninguna parte, ya no es una utopía.
* Llenos de inmensa alegría: El que encuentra a Dios en JC y en aquellos con los que se ha identificado JC, se siente libre de todo a lo que estaba sometido y experimenta una gran alegría. Se siente agraciado por el Amor y libre para el amor. Libre para dar la vida, libre para dar todo lo que es menos que la vida. Y en ese encuentro todo tiene ya sentido, porque ahora sabe dónde tiene el corazón.
Eucaristía 1981/36




2. /Jr/20/07FE/A: LA FE ES UN ENAMORAMIENTO.UNA SEDUCCIÓN.
-Un tesoro escondido en un campo.-¡Aquellos hombres lo hacen tan espontáneamente esto de venderlo todo! No como un sacrificio costoso, sino con una decisión alegre, porque ante el descubrimiento que acaban de hacer nada tiene valor. No se trata pues, de una gimnasia ascética de renuncias y sacrificios para poderse ganar el Reino. Se trata de ser ganados por el Reino, de quedar enamorados del Reino. La fe es un enamoramiento de Dios, una seducción: "me has seducido, Señor y me he dejado seducir" (Jr 20. 7). ¿Por qué el tesoro del Reino no tiene en nosotros esta fuerza de atracción?, ¿por qué no actúa como el norte de una aguja imantada? ¿Por qué nuestro discurso es aburrido y en absoluto interesante, y Dios aparece como una mercadería sin comprador? Mirad, en cambio, el eco de los teólogos de la liberación. ¡Y anuncian al mismo Dios y predican el mismo Reino!
J. Totosaus, Misa Dominical 1987/15




3. /Mt/13/52
El texto termina con una referencia a los letrados que se han convertido al Evangelio, y que constituían un sector al que se debió prestar especial atención en la Iglesia primitiva, puesto que aportaban un caudal de conocimientos y de reflexión sobre la Escritura que sin duda resultaría estimulante para aquella primera comunidad.
Esos letrados eran capaces de "sacar del arca", junto con "lo nuevo" de Jesús, "lo antiguo" del A.T. que resultase valioso y útil para el camino de la comunidad. De ahí se puede deducir también una enseñanza general: de toda realidad, sea del tipo que sea, se pueden sacar cosas valiosas. Se trata simplemente de saber discernir según los criterios del Reino.
J. Lligadas, Misa Dominical 1990/15




Jesús nos habla en la conclusión de un letrado o maestro de la ley que se hace discípulo del Reino de Dios. Alguien que sabe juntar lo bueno y valioso de lo antiguo con lo bueno y valioso de lo nuevo. Es toda una sabiduría. Y pone Jesús como una nueva parábola. Es como el padre de familia o amo de casa que sabe sacar oportunamente de su arcón la cosas nuevas y viejas.
No cabe duda que es toda una sabiduría saber conservar de lo antiguo todo aquello que merece ser conservado y, al mismo tiempo, estar abiertos a recibir toda novedad buena. Es una actitud que Jesús quiere para sus discípulos.
En una sociedad como la actual en que abundan tanto los iconoclastas del pasado, también entre los cristianos, viene bien esta sentencia del Señor.
Hay que ser conservadores de todo cuanto merezca la pena ser conservado y esto tanto en la cultura como en la fe y en la naturaleza. Sin avergonzarnos nunca de ello y sabiendo que únicamente desde ahí es como se sabe apreciar y saborear lo nuevo. Quien no tiene los pies bien firmes en el suelo de la tradición y de la historia humana siempre estará en el aire y pronto al traspiés. Sólo con los pies bien firmes en el presente se puede otear con serenidad el futuro.
Esto no es apuntarse a la rutina, a la pasividad y a lo arcaico, cosas totalmente incompatibles con la novedad y radicalidad del Evangelio de Jesús.
Marcos M. De Vadillo, Dabar 1990/39




Un buen letrado es Jesús que saca de la historia de su pueblo algo tan antiguo como la salvación y el Reino de Dios, que le da un sentido tan radicalmente nuevo y distinto que no es reconocido por sus contemporáneos: la apertura del Reino a todos los hombres, cualquiera que sea su origen, raza o cumplimiento, porque el Dios de Abrahán no es sólo de Abrahán sino de todos los hombres y a todos extiende su promesa de elección y salvación.
J. Alegre Aragües, Dabar 1987/39




3-4.
Contexto. Continuamos dentro de la sección reflexiva iniciada hace dos domingos. El evangelio de hoy tiene como interlocutores de Jesús a los discípulos, no a la gente. (Es totalmente erróneo el encabezamiento del texto litúrgico. Procúrese corregirlo, leyendo "discípulos" en vez de "gente".) Recordamos que para Mateo discípulos son los que escuchan el programa del monte y lo ponen en práctica.
Texto. Tres parábolas (vs. 44-50). Interpelación a los discípulos (v. 51a). Respuesta de éstos (v. 51b). Jesús formula en forma de parábola corta la consecuencia que se deriva de esa respuesta (v. 52). De las tres parábolas, las dos primeras tienen un mismo trasfondo: una persona que encuentra una cosa valiosa y vende cuanto tiene para hacerse con ella. La tercera parábola (vs. 47-50) tiene el mismo trasfondo que la parábola de la cizaña y su aplicación escatológica (cfr. versículos 24-30, 40-42): de la misma manera que los humanos separamos los productos buenos y malos, habrá también una separación de justos y malos.
Pre-texto. Las tres parábolas recogen modos de proceder y escenas de la época de Jesús. En el caso del tesoro encontrado, el modo de proceder (esconderlo) está condicionado por la legislación hebrea de entonces; en efecto, de haberlo declarado inmediatamente, hubiera ido a parar al propietario del terreno.
Los vs. 49-50 recogen imágenes apocalípticas populares; su lenguaje es puramente imaginativo. Letrado o escriba: teólogo-jurista, transmisor oficial en Israel de las leyes y tradiciones.
Sentido del texto. 1. El evangelio de hoy sólo tendrá sentido para los discípulos, es decir, para aquéllos que habiendo escuchado el sermón de la montaña lo ponen en práctica. Dicho con otras palabras: sólo tendrá sentido para quienes hayan tomado opción con el Reino de los cielos.
2. Parábolas del tesoro y de la perla (vs. 44-46). Quieren reflejar la "actitud ejemplar" a tomar ante el Reino. Haber descubierto el Reino es haber descubierto el valor supremo dentro de una escala de valores.
3. Parábola de la red (vs. 47-50). Nuevo aviso a los discípulos en la línea del domingo anterior. El discípulo no es quién para determinar quiénes son buenos y malos. Esto es competencia de Dios y sólo El puede hacerlo patente y lo hará.
4. Versículo 51-52. La superación del intelectual judío por la nueva imagen del discípulo de Jesús: hombre abierto, que vive una vida encarnada en la realidad de hoy sin romper la continuidad con la realidad de ayer.
Dabar 1978/43




5.- Texto. No es ni mucho menos seguro que las tres parábolas de hoy vayan dirigidas a la gente, como la traducción litúrgica ha supuesto. Mateo las presente más bien dentro del aparte de Jesús con los discípulos, aparte que comenzaba el domingo pasado con la aclaración de la parábola de la buena semilla y de la cizaña. La pregunta final parece también confirmar esta distribución del texto. ¿Habéis entendido todo esto? es pregunta característica del maestro a sus discípulos. Desde hace dos domingos sabemos que Mateo presenta a los discípulos como las personas que entienden a Jesús. Es cierto que las dos primeras son parábolas puras, sin aclaración o explicación posteriores. Este dato abogaría por la gente como destinatario del texto. Pero no es menos cierto que la tercera parábola lleva incorporada una explicación, dato que aboga por los discípulos como destinatario.
Como el domingo pasado, también hoy las tres parábolas se refieren al Reino de los cielos. Recuérdese lo dicho entonces sobre esta expresión y sobre la fórmula introductoria. Las dos primeras forman un par. Ambas presentan el mismo punto de vista: hacerse con lo que tiene valor.
La tercera parábola abarca propiamente los vs. 47-48. En ella se habla de pesca y de selección de lo pescado. Se trata de dos momentos o tiempos sucesivos. Los vs. 49-50 son la aclaración o explicación de la parábola. Obsérvese que esta aclaración se fija solamente en el segundo de los tiempos de la parábola, el correspondiente a la selección de lo pescado, y que está formulada en el mismo lenguaje figurado de la aclaración de la parábola de la buena semilla y de la cizaña.
Como ya sucedía con esta aclaración, el punto que se resalta es el siguiente: la selección de las personas no es competencia del discípulo, sino de Dios. La parábola no tiene, pues, sentido conminatorio, sino disuasivo; no busca amenazar con un castigo, sino mover al discípulo a mudar de opinión.
La enseñanza de Jesús a los discípulos finaliza con una observación sobre la tarea y función del discípulo en cuanto persona experta en la interpretación de la Biblia. El término letrado designa, en efecto, a tales personas. Letrado no es el que entiende del Reino de los cielos, sino el experto en interpretación bíblica. El comienzo del v. 52 podría traducirse de la siguiente manera: Todo letrado que sea discípulo del Reino de los cielos se parece a un padre de familia... La tarea viene descrita con la imagen familiar antigua del arcón del que se sacan cosas nuevas y cosas antiguas. Muy probablemente se esconde en ella una crítica a los sabios y entendidos judíos de los que habla Mateo en 11, 25. Tratándose de ambientes judíos se adivina fácilmente que lo antiguo es la tradición. Pero ¿y lo nuevo? Difícilmente puede tratarse de la actualización de esa tradición, por cuanto los letrados judíos eran expertos en ella. Lo nuevo tiene que ir en la línea de la captación de las perspectivas abiertas por Jesús con su persona y su actuación.
Comentario. Una escala de valores, la que sea, la tenemos todos. Desde ella nos entendemos a nosotros mismos y desde ella actuamos. Las dos primeras parábolas de hoy dicen al discípulo cuál debe ser su escala en la condición y calidad de discípulo.
Por consiguiente, todo lo que no sea entenderse y actuar desde ella equivaldrá a ser todo lo buena persona que se quiera, pero no discípulo de Jesús.
Vosotros, antes de nada, buscad el Reino de Dios (Mt. 6, 33). He aquí formulado el valor primordial para todo el que quiera apuntarse a discípulo de Jesús.
A estas alturas del Evangelio de Mateo no creo que haya nadie que entienda este valor como un escape hacia arriba o una huida hacia afuera. El Reino de Dios no es centrifugo, sino centrípeto. El centro de este Reino es la tierra y la historia humana, pero vistas y entendidas en colaboración y compañía de Dios. Ya sé que la palabra Dios puede ser percibida y vivenciada de muchas maneras, no siempre ni todas justas. Las mediaciones humanas de Dios han hecho demasiadas veces mucho mal a Dios. En este punto conviene ser claros: no hay más mediación válida de Dios que la ofrecida por Jesús, tal y como está consignada en los cuatro Evangelios. Tarea del discípulo y del intérprete bíblico será dar con esa mediación y, sobre todo, vivir desde ella. Hoy ya no valen palabras ni construcciones mentales si no van avaladas por su correlativo práctico. Repito lo del comienzo: escalas de valores las tenemos todos. Lo que al discípulo de Jesús se le pide es que su escala arranque del Reino de Dios.
Así orientado el discípulo, la tercera parábola le recuerda que no es competencia suya distribuir patentes de Reino de Dios. La función de esta parábola no es el amenazar con el infierno, sino el mover al discípulo a mudar de opinión y de juicio sobre las personas. Dejemos a Dios que sea El quien determine la calidad de cada uno y no nos arroguemos nosotros esa facultad. El hacerlo así sería un caso claro de apropiación indebida.
A. Benito, Dabar 1990/39




6.- Sentido del texto. El proverbio-dicho con que terminaba el texto del domingo pasado ("el que tenga oídos, que oiga") servía para avisar al nuevo Pueblo de Dios de que también él puede convertirse en viejo. No hay Pueblo de Dios por descontado. En este ambiente de aviso crítico se mueve el texto de hoy. La función crítica que tenían las parábolas en cuanto dirigidas al viejo Pueblo se sigue manteniendo en cuanto dirigidas al nuevo.
"¿Entendéis bien todo esto?" ¿Qué es lo que el nuevo Pueblo tiene que entender? Primeras dos parábolas (vs. 44-46). Tiene que entender que la utopía (ese Reino de los cielos cuyas líneas maestras han quedado perfiladas en los caps. 5-7) es un tesoro cuyo descubrimiento relativiza todos los otros valores de la vida. Los relativiza en el sentido de que los resitúa en un marco de perspectiva que da a la vida lozanía, libertad y alegría. Tercera parábola (vs. 47-50). El nuevo Pueblo de Dios tiene también que entender que en él puede repetirse el mismo fenómeno que ya se ha puesto de manifiesto en la parábola de la cizaña y en su explicación (cfr. domingo pasado). Tiene que entender que también él puede convertirse en un pueblo religioso que obstaculice la utopia del Reino.
Una vez más hay que insistir que la división en buenos y malos no es de naturaleza ética, sino religiosa. Dicho más claro: los peces malos pueden ser personas éticamente buenísimas, tan buenas como eran los fariseos, perfectos e intachables cumplidores de los dictámenes y sugerencias de la ley de conciencia. El nuevo Pueblo tiene que entender que personas buenas, pero de talante religioso fundamentalista, son cizaña y malos peces. Recordemos lo del domingo pasado: religión y religioso no son conceptos ni experiencias unívocas. Un día aparecerá claro esto (vs. 49-50).
"¿Entendéis bien todo esto?" La consecuencia la saca Jesús: aprended, pues, de la historia y renovaos continuamente; que no os suceda como al viejo Pueblo religioso.
Dabar 1981/39




7.- Dice Jesús que el letrado que entiende del reinado de Dios se parece al padre de familia que saca de su arcón "cosas nuevas y antiguas". En un tiempo como el nuestro en que tantas veces nos aferramos a lo antiguo por antiguo o buscamos lo nuevo por nuevo, es buena la lección de Jesús que señala el camino de lo profundo o fundamental, en el cual debemos y podemos coincidir todos.
Sin tirar por la borda fácilmente lo bueno de siempre y abiertos y creativos para todo lo nuevo que merezca la pena. Es el camino para construir el reino de Dios.
Dabar 1981/39




8.- Mira, había una vez un comerciante, que era un hombre muy práctico, no daba un paso si no tenía asegurada la ganancia, no cedía ni un centavo de lo suyo, y más bien trataba de engañar al prójimo; un hombre deshonesto que sólo miraba al dinero.
Un día encontró, probablemente en el mercado de las pulgas, una perla preciosa; se dio cuenta inmediatamente que valía mucho. E hizo lo que tú no has sido capaz de hacer: corrió a casa, vendió todo, y rápido como un rayo volvió a comprar aquella perla, antes de que otro se la llevara. Este hombre no era ni devoto, no fervoroso, ni honesto, pero te llevó la delantera, te venció.
El tesoro en el campo.
Después Jesús podría contarle también la otra parábola, la de Mt. 13, 44-46: "El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo". Sabemos que los antiguos usaban a menudo este sistema: cuando había invasiones, había peligro, hacían un hueco en la tierra y allí escondían lo que tenían de precioso. Pero a veces sucedía que la persona moría sin poder revelar el escondite. Hace pocos años, en Qumran, se encontró un tesoro de esos: tres jarras llenas de monedas, enterradas una cerca de la otra; se ve que nadie supo dónde estaban.
Un hombre, pues, escarba y encuentra un tesoro. Ese también es un hombre poco honesto, un especulador; por tanto, cubre todo y lo deja como si nadie hubiera tocado nada y luego "muy contento" -dice el Evangelio- corre a casa y vende todo".
Probablemente la esposa y los hijos le dicen: ¿qué haces? ¿Te has vuelto loco? No escucha a nadie, no tiene miedo, vende todo y va a comprar el campo. Seguramente la gente se burla de él: ¡por qué habrá comprado ese campo, no vale nada, es árido, no tiene agua, se ha dejado engañar!... Pero él sigue adelante, desafía el ridículo, porque sabe que allí está el tesoro.
Entonces Jesús probablemente le dirá a este joven rico: mira, tú no te puedes mover si alguien no te hace comprender que tu tesoro está en otra parte, que el bien que deseas es una Persona buena, que busca una relación de verdad contigo. De las palabras que te he dicho, te quedaste solamente con las primeras y dijiste: no, es imposible, es una locura, qué dirán mis familiares, la gente... no puedo. En cambio, hubieras debido fijarte en la última palabra: sígueme.
Es decir, era una invitación personal la que te dirigía el Bueno, una invitación a una relación de amistad "nueva", en la que te encontrarías a ti mismo en verdad, esa amistad que ninguno de tus familiares y amigos que están contigo por el dinero, te pueden dar. Tú no lo has comprendido. Así no podías. Por eso te dejé en tu tristeza, hasta cuando no madurara en ti la necesidad de mí.
Aquí creo que podemos comenzar nuestra oración: Señor, ¿por qué no te sé reconocer, por qué no me lanzo? Porque tú consideras estas cosas como deberes, como cosas que hay que hacer, como bienes que hay que hacer producir. Porque no piensas que soy Yo quien te ofrezco mi amistad; la relación conmigo es la que está en juego. Yo soy el origen de tu fuerza, de tu capacidad de lanzamiento. Mientras la busques en ti o a tu alrededor, no LA encontrarás nunca.
Si yo le hubiera ordenado a ese mercader que comprara con todo su dinero una perla que no le parecía de mucho valor, jamás la habría comprado: la obediencia no serviría para nada. Si le hubiera dicho a aquel hombre: compra ese campo, sin que él hubiera estado seguro que había allí un tesoro, ¿lo habría comprado?.
Entonces, mira la fuente de donde recibe luz la verdad de tu vida: no es el dar a los pobres o el hacer esto o aquello, sino, en el fondo de todo, está la relación de verdad y de amistad conmigo. Solamente aquí puedes verificar esa verdad de ti mismo que hasta ahora te pesa.
Oremos así y comprenderemos que no se trata de hacer grandes cosas, sino de encontrar al Señor; si él empieza a hablarnos, a ponernos en el corazón alguna cosa, entonces todo cambia, todo es distinto: entonces se trastornan las relaciones, ya que no me importará nada lo que diga la gente, porque he fijado mi mirada en el tesoro que es él, Jesús.
Quiero contarles un hecho que me impresionó mucho, una historieta antigua que leí durante unos ejercicios en lengua copta, que se habla en el Antiguo Egipto, que se estudia en el Bíblico para profundizar mejor el conocimiento del Nuevo Testamento. En esa lengua se han conservado bellísimas sentencias de los primeros Padres del desierto, que sabían narrar con pocas palabras situaciones humanas muy profundas.
PERSEVERANCIA/SECRETO: En este episodio se dice que un tal fue donde uno de estos grandes Padres del desierto y le dijo: Padre mío, tú que tienes tanta experiencia, explícame ¿por qué vienen al desierto tantos jóvenes monjes y después muchos se devuelven; por qué perseveran tan pocos? Entonces el anciano monje dijo: "Mira, sucede como cuando un perro corre detrás de las liebres, ladrando. Muchos otros perros, oyéndolo ladrar y viéndolo correr, lo siguen. Pero solamente uno ve la liebre; pronto sucede que los que corren sólo porque el primero corre, se cansan y se detienen. Solamente el que tiene ante sus ojos la liebre, sigue adelante hasta alcanzarla". Así, dice el anciano monje, solamente quien ha puesto los ojos verdaderamente en el Señor crucificado, sabe en realidad a quién sigue y sabe que vale la pena seguirlo.
Este es otro modo de contestar al joven rico: si tú fijas los ojos en el punto exacto, es decir, si te dejas mirar por el Señor, no sólo como Maestro, que te enseña a comportarte mejor, sino como amigo que te invita a seguirlo, si comprendes qué ofrecimiento es el que te está haciendo y la nueva relación que te propone cualquier elección paradójica de vida; entonces llegarás a ser lo que Jesús, en su bondad, te llama a ser: una persona que es Hijo del Padre y que por tanto entra en la libertad del Hijo.
Por eso, pidamos también nosotros esta gracia, pidamos poder comprender este Evangelio que es buena noticia y no debe entristecernos, sino llenarnos de alegría, como el mercader que encontró la perla.
Carlo M. Martini, El Evangelio Eclesial De S.Mateo, Edic. Paulinas/Bogota 1986.Pág. 74 S.




9.- ¿Qué quería decir Jesús con las dos parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa? Más o menos esto. Ha sonado la hora decisiva de la historia. ¡Ha aparecido en la tierra el Reino de Dios! Concretamente, se trata de él, de su venida a la tierra. El tesoro escondido, la perla preciosa, no es otra cosa sino Jesús. Es como si Jesús con esas parábolas quisiera decir: la salvación ha llegado a vosotros gratuitamente, por iniciativa de Dios, tomad la decisión, aferradla, no la dejéis escapar. Este es tiempo de decisión.