OTRO
PAN PARA OTRO HAMBRE
COMENTARIO
Jesús acaba de realizar el milagro de la
multiplicación de los panes y comienza un largo discurso sobre el pan de vida.
A partir del hambre de la gente que acude a escuchar a Jesús, y a partir del
pan que ha multiplicado, vamos a progresar hacia otra hambre y otro pan.
Jesús pregunta: ¿Para qué alimento trabajan?
Dejémonos interrogar profundamente; nuestras hambres revelan lo que somos.
Queremos comer, desde luego, pero queremos mucho más; conocer contemplar cosas hermosas,
amar, tener un trabajo interesante., esas son nuestras hambres y los alimentos
por los que trabajamos. Jesús se esfuerza en orientar a su auditorio hacia las
hambres profundas, hacia el hambre de vivir intensamente y de vivir
eternamente: “No se preocupen
únicamente de las hambres pasajeras, sientan en lo más íntimo de su ser el
hambre de una vida que no pasa”. Le cuesta trabajo sacarles de sus ilusiones en
unas provisiones fáciles y maravillosas. Se niega a la propuesta: “Nos has dado
pan, Moisés nos dio maná. Son iguales, ¡Has tú un signo mayor!”. ¿Quién sabe si
nosotros, en secreto, no estaremos esperando signos mayores?. Demuestra, Señor,
que existes que eres omnipotente, que la oración es escuchada, que los
sacramentos producen su efecto. ¡Demuéstralo! ¡Haz signos! Quizás sea esa
nuestra hambre. Hambre de ventajas de la religión, hambre de lo maravilloso.
Escuchemos entonces con gusto a Jesús.
El signo es el pan que les he dado, lo mismo que era
también signo el maná. Signos de un alimento superior para un hambre mayor; hay
un pan de vida que da la vida más intensa que podrían desear, la vida en este
mundo y la vida eterna.
¡Danos de ese pan! Soy yo. El pan es el símbolo de
la vida. Jesús nuestro pan es Jesús nuestra vida. Dios quiere que tengamos un
hambre terrible de lo que él soñó para nosotros y para ese hambre nos da a
Jesús. Este es el proyecto de Dios en el que hemos de entrar. Pero ¿cómo?.
Entramos en el proyecto de Dios cuando creemos en
aquel que él ha enviado. Cuando tenemos no ya unas pequeñas hambres, sino un
inmenso deseo y cuando creemos que Jesús es el pan de este hambre.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA Sal 69, 2.6
Dios mío, ven en
mi auxilio, Señor, date prisa en socorrerme. Que tú eres mi auxilio y mi
liberación. Señor, no tardes.
ORACION COLECTA
Atiende, Señor a
tus siervos y derrama tu bondad empedecerá sobre los que te suplican, para que
renueves lo que creaste y conserves lo renovado en estos que te alaban como
autor y como guía. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del
libro del Éxodo 16, 2-4. 12-15
En aquellos días,
la comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto,
diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos
sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos han
sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad.».
El Señor dijo a
Moisés: «Yo haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración
de cada día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. He oído las
murmuraciones de los israelitas. Diles: "Hacia el crepúsculo comerán
carne, por la mañana se saciaran de pan; para que sepan que yo soy el Señor, su
Dios."».
Por la tarde, una
banda de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana, había una capa de
rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en
la superficie del desierto un polvo fino, parecido a la escarcha. Al verlo, los
israelitas se dijeron: «¿Qué es esto?».
Pues no sabían lo
que era. Moisés les dijo: «Es el pan que el Señor os da de comer.».
SALMO RESPONSORIAL (77)
El Señor les dio un trigo del cielo
Lo que oímos y
aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, lo contaremos a la futura
generación: las alabanzas del Señor, su poder. R.
Dio orden a las
altas nubes, abrió las compuertas del cielo: hizo llover sobre ellos maná, les
dio un trigo celeste. R.
Y el hombre comió
pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la hartura. Los hizo entrar por las
santas fronteras, hasta el monte que su diestra había adquirido. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 17. 20-24
Hermanos: Esto es
lo que digo y aseguro en el Señor: que no anden ya como los gentiles, que andan
en la vaciedad de sus criterios.
Ustedes, en
cambio, no es así como han aprendido a Cristo, si es que es él a quien han oído
y en él fueron adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús; es decir, a
abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseo
seductores, a renovarse en la mente y en el espíritu y a vestirse de la nueva
condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO Mt 4, 4b
Aleluya. No solo
de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del
santo evangelio según san Juan 6, 24-35
En aquel tiempo,
cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron
y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del
lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les
contestó: «Les lo aseguro, me buscan, no porque han visto signos, sino porque
comiste pan hasta saciarse.
Trabajen, no por
el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna,
el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.».
Ellos le
preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios
quiere?». Respondió Jesús: «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el
que él ha enviado.».
Le replicaron: «¿Y
qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les
dio a comer pan del cielo.”».
Jesús les replicó:
«Les aseguro que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que es mi
Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que
baja del cielo y da vida al mundo.».
Entonces le
dijeron: «Señor, danos siempre de este pan.». Jesús les contestó: «Yo soy el
pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca
pasará sed.».
PLEGARIA UNIVERSAL
Dejemos que
el Espíritu renueve nuestra mentalidad, y vestidos de su gracia, oremos con
confianza al Padre, diciendo: R.- Mira a tu Hijo y escúchanos.
1.- Para que a
nadie falte el pan de la Palabra de Dios y el alimento de su cuerpo y sangre.
Oremos con fe. R.
2.- Para que el Pueblo de Dios se vea siempre
acompañado por pastores que encarnen la misericordia y la bondad de Dios.
Oremos con fe. R.
3.- Para que todos
los esfuerzos por garantizar un orden de justicia, paz y convivencia lleguen a
buen fin. Oremos con fe. R.
4.- Para que los
misioneros, los teólogos, los catequistas y todos que anuncian la Palabra de Dios lo hagan con
criterios evangélicos y no hagan exclusión de personas. Oremos con fe. R.
5.- Para que los
que son esclavos del vicio del pecado se dejen transformar por la gracia y
Cristo viva en sus corazones. Oremos con fe. R.
6.- Para que
Jesús, el Pan de la Vida, sea el alimento de nuestra fe y la fuerza que nos
impulse a ser solidarios, generosos y desinteresados en medio de las dificultades
que estamos viviendo. Oremos con fe. R.
Mira a tu
Hijo, que dio su vida por amor, y escucha las oraciones que en su nombre, te
hemos dirigido. El, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.
ANTIFONA DE COMUNION Sb 16, 20
Señor, nos diste el pan del cielo, lleno de toda
delicia y grato a cualquier gusto.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos,
Señor que en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este
sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Nuestro Señor
Jesucristo.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
A quienes has
renovado con el don del cielo, acompáñalos siempre con tu auxilio, Señor y ya
que no cesas de reconfórtalos, haz que sean dignos de la redención eterna. Por
Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes
02: Nm 11, 4b-15; Sal 80; Mt 14,
13-21.
Martes
03: Nm 12, 1-13; Sal 50; Mt 14,
22-36.
Miércoles 04: Nm 13, 1-2.25; 14, 1.26-30.34-35; Sal 105; Mt 15, 21-28.
Jueves
05: Nm 20, 1-13; Sal 94; Mt 16,
13-23.
Viernes
06. Dn 7, 9-10.13-14; Sal 96; 2P
1, 16-19; Mt 17, 1-9.
Sábado
07: Dt 6, 4-13; Sal 17; Mt 17, 14-20.
Domingo
08: 1R 19, 4-8; Sal 33; Ef 4,
30—5, 2; Jn 6, 41-51.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn
6, 24-35
1.-
Cristo acaba de realizar la multiplicación de los panes (Jn 6, 1-15). Con este
motivo consigue un éxito entre la muchedumbre bastante considerable (vv. 22-25)
El discurso sobre el pan de vida parte de estos dos hechos. Las gentes han
comido un alimento perecedero, pero, hay otro alimento que sirve para la vida eterna
(vv. 26-27); la muchedumbre ha buscado a un realizador de milagros, pero la
personalidad de Jesús es de otro orden (vv. 26-27) y las obras realizadas hasta
ese momento por el pueblo no son las que van a poder merecerle la salvación: lo
único que cuenta es el seguir a Cristo (vv. 28-29).
Los
oyentes se decepcionan evidentemente ante esta argumentación y quieren rebatir
las pretensiones de Cristo: su milagro es insignificante, los antiguos vieron
cosas mejores (versículos 30-31). Así, pues, si Cristo quiere revelar el
misterio de su persona, que dé una señal más inteligible. Jesús responde
afirmando que El es el pan de vida (vv. 32-35).
a) Estos
versículos plantean, de manera enigmática, pero excitante, el problema de la
persona de Jesús y de la capacidad de la fe para descubrir el misterio que se
encierra detrás de los signos que lo manifiestan. Invitan expresamente al
oyente a ponerse en estado de búsqueda auténtica para poder descubrir el
alcance del discurso que sigue.
b) Choca
bastante ver a Cristo presentando este proceso de búsqueda que es, en resumen,
la fe (v. 29) con términos como "trabajo" (v. 27) y "obras a
realizar" (v. 28). Efectivamente, el trabajo que hay que hacer no es
perderse en la multitud de comportamientos que implica la ley, sino comprender
que la vida de Cristo es la obra del Padre por excelencia (cf. Jn 5, 17). Que
los hombres renuncien a discutir inútilmente sobre las muchas obras que ellos
tienen que realizar para salvarse y que reconozcan la necesidad de una sola
obra: la que el Padre cumple en su hijo y que está marcada con su sello (v. 27)
y se manifiesta especialmente en el signo del pan.
c) Los
signos y obras realizados por Cristo no son solo medios para legitimar su
reivindicación o justificar su misión. El problema no está en dar pruebas de
tipo intelectual, sino signos que comprometan ya desde ese momento y continúen
la obra de salvación que Cristo trae. Con esto no es que El quiera competir con
el maná. No se trata de demostrar que El es superior a Moisés, sino de hacer comprender
que tanto el maná del desierto como los panes multiplicados por Jesús son ambos
expresión del amor que el Padre ofrece al mundo. Jesús, al ir más allá de la
significación material del maná (v. 32), estaba completamente en la línea del
Antiguo Testamento que buscó con frecuencia ver la Palabra de Dios detrás de
este alimento (Dt 8, 2-3; Sab 16, 26). Jesús deja entender, con esto, que El
también, al multiplicar los panes, trasciende la vida material y física por su
mensaje y el misterio de su persona simultáneamente (versículo 35). Pero los
interlocutores de Cristo no trascienden el plano material (v. 34). En esta
situación, a Cristo no le queda otra cosa que hacer que declarar abiertamente
que el pan multiplicado va unido a su misión espiritual y a su propia persona
hasta el punto de confundirse con ella (v. 45).
d) Cuando
Cristo revela su propia persona, emplea una fórmula nueva: pan de vida, que era
algo desconocido en el Antiguo Testamento. Juan ha, sin duda, forjado esta
fórmula, así como creó las expresiones "luz de vida" (Jn 8, 12),
palabra de vida (1 Jn 1, 1), agua de vida (Ap 21, 6; 22, 1). Probablemente
pensó en el árbol de la vida del Paraíso, símbolo de la inmortalidad de la cual
el hombre quedó privado por el pecado, que el maná del desierto no fue capaz de
restituir, pero que Jesús concede como respuesta a la fe (cf. Jn 6, 50, 54).
Existe, pues, en el concepto de pan de vida un matiz paradisíaco y
escatológico: Jesús es la verdadera vida inmortal a la que el hombre tiende
desde el primer momento y que, finalmente, le es accesible por la fe.
Juan
relaciona el misterio eucarístico con la encarnación (v. 35): el verdadero pan
es el Hijo de Dios que ha venido del cielo. El hambre se sacia recurriendo a
El. Todo el que cree en Cristo y en su doctrina se está ya alimentando de El.
Pero la dimensión pascual de este pan no puede ser descartada. Es fácil que la
proximidad de la Pascua (Jn 6, 4) haya sugerido a Cristo el tema del maná, así
como las homilías pronunciadas en las sinagogas con motivo de la proximidad de
tal festividad (cf. Jn 6, 59).
La
palabra "dar", que se repite tres veces en el pasaje de este día,
anuncia ya el don del Calvario y expresa que no existirá pan verdadero más que
cuando se haya cumplido totalmente la obra salvífica de Cristo. El pan de vida
no puede ser comido solo con la fe; es necesario un pan concreto, que exigirá
ser comido realmente y así nos integrará dentro del misterio de la cruz.
MAERTENS-FRISQUE
- MAROVA MADRID 1969.Pág. 232
2.-
Texto. Con la marcha de Jesús al final del domingo pasado, el autor dejaba en
suspenso el reconocimiento de la realeza de Jesús hasta la hora de la cruz. El
texto de hoy restablece la comunicación de la gente con Jesús. La primera
pregunta (¿cuándo has venido?) suena casi formal, una forma de iniciar la
conversación. Inmediatamente Jesús centra el tema en los vs. 26-27 invitando a
la gente a descubrir lo que quería evocar la acción milagrosa realizada el
domingo pasado.
La
formulación del descubrimiento en términos laborales determina la siguiente
pregunta de la gente. ¿Qué tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios
quiere? La gente pide a Jesús un aval, una garantía de lo que acaba de decir, a
semejanza de lo que hizo Moisés con sus antepasados:
¿Qué
signo nos ofreces tú? ¿Cuál es su trabajo? (vs. 30-31). Jesús responde
afirmando que el sello de garantía del pan lo pone el Padre (vs. 32-33). Ante
un pan que tiene un sello de garantía de tal categoría la gente no tiene más
pregunta que una petición: Danos siempre de ese pan (v. 34). Llegamos al
momento culminante del diálogo: Yo soy el pan de vida. El que acude a mí no
pasará hambre, el que cree en mí no tendrá nunca sed.
Comentario.
A propósito de los diálogos del cuarto evangelio será conveniente recordar los
criterios de composición que regían en la historiografía antigua. No se trata
en ellos de una reproducción material de lo dicho por los personajes, sino de
reconstrucciones hechas por el escritor buscando lo más verosímil de acuerdo
con la naturaleza del personaje y de la situación.
JN/EVANGELISTA. Refiriéndonos al diálogo de hoy, éste no reproduce palabras textuales
de Jesús. Jesús no hablaba como en el cuarto evangelio; Jesús hablaba como
aparece en Mateo, Marcos o Lucas, Juan pone en labios de Jesús no lo que Jesús
dijo, sino lo que Jesús es; pan de vida, camino, verdad. Las palabras del Jesús
de Juan son verbalizaciones de la naturaleza y del significado de Jesús. La
verdad de esas palabras no hay que situarla en la forma reproductora sino en el
fondo reproducido.
La gente
iba en busca de Jesús, pero en realidad no le buscaba a él, buscaba sus dones.
Para aquella gente el enviado de Dios era la Ley escrita, interpretada por los
maestros. Frente a esta concepción Juan afirmaba que el enviado de Dios es
Jesús. Trabajar en lo que Dios quiere no es trabajar en conocer mejor la Ley,
sino en conocer mejor a Jesús y en adherirse a él. El sello de garantía de Dios
no lo tiene la Ley, lo tiene Jesús. Conocer y adherirse a Jesús en el supuesto
anterior es haber encontrado el alimento que sacia el hambre y la bebida que
apaga la sed.
ALBERTO
BENITO - DABAR 1988, 41
3.
Comentario: En su Historia de la Guerra del Peloponeso escribe ·Tucídides
que los discursos de los personajes de la obra no son reproducciones literales
de lo dicho por éstos, sino reconstrucciones hechas por él, buscando lo más
verosímil de acuerdo con la naturaleza del personaje y de la situación. Algo
similar podría decirse en los diálogo-discursos de Jesús en el cuarto evangelio
(cfr. lo escrito el cuarto domingo de cuaresma propósito de Jn 3, 14-21). La
situación es la descrita en el v. 24: búsqueda ansiosa de Jesús por la gente.
El v. 26 da dos lecturas explicativas de esta búsqueda: Me buscáis, no porque
habéis visto signos, sino porque habéis comido hasta saciaros. La frase está
formulada de manera tal que queda suficientemente clara cuál es la lectura
válida: hay que buscar a Jesús en cuanto que él es signo que evoca y representa
otra realidad. En el vers. siguiente el autor invita a este tipo de búsqueda:
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura dando
vida eterna. Estamos de nuevo ante el evangelista de las afirmaciones chocantes
de que hablábamos el domingo pasado. Creo que el lector entiende por qué digo
esto y que, consecuentemente, no interpretará la frase como una invitación al
pietismo. No es éste, sin embargo, el peligro que parece preocuparle al autor
en este momento. Lo que aquí le preocupa es el riesgo del alimento espurio o en
malas condiciones. Por eso añade: el alimento que os dará el Hijo del Hombre,
pues es a él a quien el Padre, Dios, ha autenticado. Cuando más adelante
escuchemos "yo soy el pan de la vida", sabremos que el autor quiere
decir que sólo Jesús es el alimento que lleva el sello de garantía. En la pluma
de Juan ésta es una afirmación que funciona como antítesis de esta otra: la Ley
del Señor es el pan de la vida. Esta es la afirmación a la que Juan niega
validez. Para él la Ley se ha convertido en un alimento espurio y en malas
condiciones, a pesar de afirmaciones como la del salmo 19 (La Ley del Señor es
perfecta, devuelve el respiro...) o del Salmo 1 (Dichoso el hombre cuya tarea
es la Ley del Señor y medita esta Ley día y noche). Las afirmaciones de los
salmos siguen siendo válidas. El problema surge cuando la Ley del Señor deja de
ser acequia (cfr. Salmo 1, 2) para convertirse en coto cerrado y asfixiante.
Entre hermenéutica y mentalidad anda la cosa. Por extraño o sorprendente que
pueda sonarnos, parece que es desde la antítesis Jesús-Ley (cfr. Jn. 1, 17) desde
donde cobra el sentido.
FE/DIFICIL. v. 29: El trabajo que Dios quiere que hagáis es el siguiente: que
creáis en el que El ha enviado. Es curiosa la elección de términos laborales en
el texto de hoy: trabajo, trabajar. La elección es, sin duda, significativa
desde la anterior antítesis. Y es que, cuando se es religioso, creer en Jesús
no es un dato tan evidente como suele suponerse. Al menos para Juan no parece
que lo fuera. De ahí su presentación del creer en Jesús como trabajo, como
esfuerzo. Y si le preguntáramos por qué considera que creer en Jesús supone
trabajo, nos respondería algo parecido a esto: la tradición, la mentalidad
heredada, las ideas que se tienen, todo este complejo y necesario mundo puede
dificultar mucho la fe en Jesús. Nuestros padres comieron el pan que Moisés les
dio. No fue Moisés sino el Padre quien les dio el pan (vs. 31-32). Una vez más
el autor plantea el problema hermenéutico. ¡Cuántas veces los problemas tienen
su origen en lo que se ha enseñado y quiere ser mantenido a ultranza! Pero
dificultades aparte, la realidad está ahí para el que haga el esfuerzo de
abrirse a ella (¿qué tenemos que hacer?):
Jesús
sacia siempre el hambre y la sed. Volvamos ahora al relato del domingo pasado:
Jesús tomó los panes, pronunció la acción de gracias, y los repartió a la gente
(Jn. 6, 11). ¡El personalmente!, según Juan. Signo evocador de la Pascua,
escribía entonces. Hoy puedo añadir: La Pascua es Jesús en persona: el Cordero:
la Libertad. No el Templo ni la Ley, empleando el mismo estilo tajante de Juan.
ALBERTO
BENITO - DABAR 1985, 40
4.-
Contexto. Estamos en el Evangelio de Juan. El capítulo 6 lo concibe el
autor como una celebración paralela de la fiesta de Pascua. Para Juan, la
Pascua no se celebra donde está el Templo, sino allí donde está Jesús. La
fiesta al aire libre de comienzos del cap. 6 el autor la presenta como
contrarréplica al cuadro deprimente de inválidos en Jerusalén a comienzos del
cap. 5. El Templo genera personas inválidas; Jesús, personas libres. Texto.
Comienza cuestionando la búsqueda de Jesús por parte de la gente. Se trata de
una búsqueda anecdótica, interesada, que no profundiza. Sigue en el v. 27 una
invitación a otro tipo de búsqueda, a otro tipo de esfuerzo y de trabajo. ¿Qué
trabajo es éste?, se pregunta el v. 28. Respuesta: dar crédito al enviado de
Dios (v. 29). Pregunta: danos una señal de credibilidad, como Moisés dio la
suya (vs. 30-310. ¿Moisés? No. Dios es quien da la señal de credibilidad (vs.
32-330. Esta señal es Jesús (v. 35).
Sentido
del texto.
La
temática del diálogo es típicamente judía. De ahí que pueda resultarnos extraña
a nosotros. Sin embargo, el diálogo empezará a perder extrañeza si lo situamos
en la clave del cuarto Evangelio. Esta clave ha sido formulada en Jn. 1,17:
"La Ley se dio por medio de Moisés; la gracia y la verdad, por medio de
Jesucristo".
LEY/ALIMENTO. El diálogo de hoy gira en torno a esta clave. La gente ha sido
enseñada en el sentido de que la Ley es el alimento de la persona religiosa. El
autor del cuarto Evangelio está en total desacuerdo con esto. Según él, la ley
genera inválidos (cfr. 5, 1-7). De ahí la invitación que hace a la gente a que
busque otro alimento distinto de la Ley. Y le propone uno: Jesús.
En la
dinámica del cuarto Evangelio, presentar a Jesús como alimento significa negar
que la Ley lo sea. La dinámica del cuarto Evangelio es siempre antitética: las
afirmaciones sólo funcionan como negación de otras. A nosotros puede quizá
sorprendernos una cosa: el autor concibe el dar crédito al enviado de Dios como
un trabajo costoso y de mucho esfuerzo. ¡Si nos parece tan fácil...! A la vista
del texto de hoy, me brota una duda: ¿No será que hemos hecho de Jesús lo que
la gente del diálogo había hecho de Moisés?.
DABAR
1982, 41
5. - El
discurso en el que se inscribe este fragmento comienza con una pregunta de los
judíos: "¿Cuáles son las obras que Dios nos encomienda?". Y Jesús
responde: "La obra que Dios pide es creer". El Padre no exige las
"obras", o sea, las prácticas de una ley religiosa, sino más bien la
fe. En el capítulo anterior, Jesús ha afirmado que su obra es resucitar a los
hombres. Aquí indica la obra nuestra: creer en el enviado del Padre.
La
palabra clave del discurso es el "pan". Por eso Juan lo repite siete
veces en cada sección de este capítulo. Y siete veces aparecerá la expresión:
"que ha bajado del cielo". Y ahora se añade que "Jesús se hace
nuestro pan cuando creemos en él". Antiguamente Dios facilitó a los
israelitas un alimento especial (el maná), cuando les faltó todo en el
desierto. Quizá los oyentes esperaban ahora que Dios les solucionara los
problemas. Y nosotros hacemos lo mismo pidiéndole constantemente favores. Pero,
si Dios se conforma con ser nuestro bienhechor y nosotros aceptamos ser simples
limosneros, pronto terminamos por fijarnos solamente en las cosas que Dios nos
proporciona; casi no se las agradecemos y, luego, nos volvemos a quejar. Así
pasó con esos israelias que, después de recibir el maná, se rebelaron contra
Dios y "murieron en el desierto". Y es que las cosas, aunque vengan
del cielo, no nos hacen mejores ni nos confieren la vida eterna.
Por eso,
ahora Dios propone algo nuevo. El "pan que baja del cielo" no es
alguna cosa, sino alguien, y ése es Cristo. Ese pan verdadero nos comunica la
vida eterna, pero, para recibirlo, se necesita dar un paso, o sea, creer en
Cristo a raíz de un compromiso personal.
EUCARISTÍA
1988, 37
6.- El
evangelio sitúa el presente diálogo en la sinagoga de Cafarnaún (cfr. v. 59),
inmediatamente después de la multiplicación de los panes en el desierto, que se
halla a la otra orilla del lago. Juan entiende los milagros como "palabras
visibles", esto es, como hechos significativos y no tanto como hechos
ostentosos. Normalmente las enseñanzas de Jesús aclaran el significado de sus
obras, de sus milagros. Y por ello Juan enlaza aquellas enseñanzas con estos
milagros.
Jesús,
sin responder la pregunta que le hacen, echa en cara a sus interlocutores que
le buscan porque ha dado de comer, pero no porque hayan entendido el
significado de la multiplicación de los panes. Han comido, pero no "han
visto signos"; han recibido pan hasta saciarse, pero no han aprendido
nada. Ahora bien, lo que alimenta de verdad y lo que da vida es la palabra de
Dios. Este es el pan verdadero.
La misión
de Jesús, el Hijo del Hombre, no es resolver milagrosamente los problemas
humanos, no es multiplicar panes y peces. Y si alguna vez hace también esto,
dar de comer, quiere que todos entiendan lo que esto significa, porque se trata
de "un signo". El que no cree el signo se queda insatisfecho, se
queda sin el verdadero pan que Jesús ha venido a traer al mundo: la palabra de
Dios. Este es el alimento que perdura y por el que vale la pena trabajar.
De
acuerdo con la mentalidad judía y farisaica estos hombres se interesan ahora
por los trabajos que Dios quiere, por las obras que deben hacer para alcanzar
la vida eterna; pero Jesús responde diciendo que Dios no quiere otra cosa que
ésta: que crean en su enviado. La vida que Jesús ofrece a los que creen en él
es gracia, no un salario merecido por los que trabajan haciendo muchas buenas
obras; basta con creer, el que cree tiene la vida eterna. No obstante, la fe es
siempre una respuesta libre del hombre a la palabra de Dios, y, en este
sentido, una obra, la obra que Dios quiere.
Los que
escuchan a Jesús comprenden que éste se presenta como enviado de Dios y que
pide fe en su persona como única y necesaria condición para alcanzar la vida
eterna. Sin embargo, no les parece suficiente lo que ha hecho Jesús en el
desierto, exigen milagros mayores para que crean en él. Mientras esto no
suceda, ellos se atienen a las enseñanzas de Moisés, pues éste sí que dio pan
del cielo.
Jesús
responde puntualizando, en primer lugar, no fue Moisés el que dio pan del
cielo, sino Dios; en segundo lugar, el verdadero pan del cielo no es el maná.
Los que comieron el maná murieron; los que coman ahora el pan que Jesús ofrece,
vivirán. Y este pan, el verdadero pan del cielo no es otro que aquél que ha
bajado del cielo para dar vida al mundo.
Pensando
todavía en el maná, estos hombres creen que Jesús les habla de un pan
maravilloso que sacia el hambre corporal de una vez por todas. Es el mismo
malentendido de la samaritana cuando pide a Jesús que le dé el "agua
viva" para no tener ya más sed y ahorrarse la fatiga de ir todos los días
a la fuente (4, 15).
Por fin,
Jesús responde con toda claridad: "Yo soy el pan de vida", el que da
la verdadera vida. Jesús es la palabra de Dios, y el que la pronuncia, el que
cree en él, vive para siempre; pues el hombre vive de la palabra de Dios. El
hambre y la sed de vivir que padece el hombre sólo pueden saciarse con el
verdadero pan bajado del cielo y con el agua viva que salta hasta la vida
eterna. Este pan de vida y esta agua viva es Jesús, la Palabra de Dios.
EUCARISTÍA
1982, 36
7.-
Después de la multiplicación de los panes, comienza el discurso sobre el pan de
vida. El milagro había suscitado un gran entusiasmo: habían intentado
proclamarlo rey (v. 15) y, anticipándose a Jesús y los discípulos, habían
acudido corriendo a esperarlo en Cafarnaún. Aparentemente, este "poder de
convocatoria" es un éxito pastoral, pero Jesús, con bondadosa paciencia
pero también con agudeza crítica, emprende un discernimiento a fondo de la fe
de aquellos hombres. Ellos habían dicho que era "el profeta que tenía que
venir al mundo" (v. 14), o sea el Mesías, y han corrido tras de él, pero
Jesús se lamenta de que lo hagan sólo por haberse saciado. El día anterior les
había dado un pan, pero era para hacerles desear otro tipo de alimento. Lo que
deben hacer es creer (en el sentido fuerte que esta palabra tiene en el cuarto
evangelio) en aquél que Dios ha enviado (v. 29), o sea aceptar plenamente a
Jesús como enviado del Padre.
Sorprende
que, como respuesta, la gente le pida un signo, cuando precisamente acaba de
realizar uno que tanto les había entusiasmado. Jesús los ha saciado de pan, y
ellos le recuerdan el maná del desierto. Hay que tener en cuenta que los judíos
distinguían entre signos de la tierra -como la multiplicación de los panes- y
signos del cielo, que acreditaban más plenamente a los enviados de Dios, como
Elías, que hizo bajar fuego del cielo.
Ellos
entienden que el maná es un pan bajado del cielo, y por tanto es superior al
pan surgido de la tierra que Jesús les acaba de dar. Jesús acepta situarse en
su misma óptica: sí, el pan del cielo vale más que el pan de la tierra, y es
mucho más importante que el pan que os acabo de dar. El pan que Moisés os dio,
propiamente, no era pan celestial. El Padre, por el contrario, os da un pan que
es realmente celestial, porque ha bajado del cielo para dar la vida al mundo.
Les está hablando veladamente de su origen celestial. Ellos se interesan por
aquel pan que les anuncia, y que les asegura será superior al pan con que el
día anterior se han saciado. Le piden que les dé de aquel pan, y no una sola
vez, sino siempre (v. 34). Jesús que los ha llevado a donde quería, les dice
que aquel pan es él mismo (v. 35). Creer en él es lo que da la vida verdadera.
En el fragmento del domingo próximo insistirá en el tema y se presentará no
sólo como "pan" sino como "Carne" (maná y codornices).
HILARI
RAGUER - MISA DOMINICAL 1976, 15
8.
Jn/06/22-29 FE/EGOISMO BUSQUEDA/EGOISMO:
Todas
esas gentes buscan al hombre que les ha dado de comer. Búsqueda de un beneficio
inmediato, superstición: pero también miedo al mañana. (...) ¡Buscaban a un
panadero! Jamás se había visto nada igual: ¡había dado de comer a una
muchedumbre! Se podía creer en él; sin duda, se le debería consagrar como
rey... Un Dios útil-utilizable: ¡eso es lo que moviliza a las gentes! Un Dios
que sirva a nuestros pequeños intereses, un Dios-comerciante que distribuya sus
beneficios cuando se ha gritado lo suficientemente fuerte: ¡ése es el Dios
admisible en el que se puede creer! ¡Hay una imagen de Dios que es inadmisible!
Si, cuando hablamos de Dios, se trata de encontrar una prolongación del hombre,
entonces tienen razón los que ya le han enterrado. Están en lo cierto los que
encuentran más digno y honroso quedarse solos, sin Dios. Si Dios fuese un
déspota que nos hiciera vivir el juego atroz de la espera y la sed, sin nombrar
nuestro verdadero deseo, deberíamos denunciarlo y procesarlo. Si Dios no fuese
más que el eterno suplidor de las deficiencias humanas, si no pasara de ser un
superhombre, si no fuera más que la prolongación infinitamente agrandada de
nuestra nostalgias, entonces, sí, deberíamos matar a Dios.
¡Buscaban
a un panadero! Decidme, ¿no nos confundimos de punto de partida cuando se trata
de Dios? Un Dios al que encontramos en nuestros gemidos, cuando andamos a
tientas en nuestros lamentos y en nuestras esperanzas frustradas... Un Dios a
nuestra pequeña medida, para satisfacer nuestros pequeños deseos... "¡Me
buscáis, no porque hayáis visto signos, sino porque habéis comido pan!".
"Me
gustaría hablar de Dios no en los límites, sino en el centro; no en la
debilidad, sino en la fuerza; no a propósito de la muerte y de la falta, sino
de la vida y la bondad del hombre" (·Bonhoeffer-D, Résistance et
Soumission, p. 123). Véanse los signos: Jesús cura, hace andar a los
paralíticos, limpia a los leprosos, perdona a los que ya no pueden soportar el
peso de su pecado.
Dios no
se descubre en la debilidad del hombre, sino en su nobleza. Querían hacer de
Jesús un Dios-panadero, y él huyó. El Dios de la fe está siempre en el silencio
de la adoración, cuando su rostro se transparenta en las huellas de su
presencia. Sólo Dios habla bien de Dios, y sólo Cristo es "el
intérprete" del Padre: "Lo que tenéis que hacer es creer en el que El
ha enviado". Jesús se fue de allí e invitó a que le siguieran. Nadie puede
manejar a Dios.
Abre
nuestro corazón,
ilumina nuestra inteligencia
y aviva nuestro amor, Señor,
para que recibamos tu Reino
como el niño recibe el pan de su padre.
¡Que en el silencio nos sean revelados
el secreto de tu presencia
y la riqueza de tu bendito Nombre!
DIOS CADA
DIA - SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL - CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL - SAL
TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 155 s.
01.- ENTRADA:
DONDE HAY CARIDAD
DONDE HAY CARIDAD
Y AMOR ALLÍ ESTÁ EL SEÑOR,
ALLÍ ESTÁ EL SEÑOR
(2v).
Una sala y una
mesa, una copa, vino y pan, los hermanos compartiendo en amor y en unidad.
Nos reúne la
presencia y el recuerdo del Señor, celebramos su memoria y la entrega de su
amor.
Invitados a la mesa del banquete del Señor,
recordamos su mandato de vivir en el amor.
Comulgamos en el
Cuerpo y en la sangre que él nos da, y también en el hermano, si lo amamos de
verdad.
10- DONES:
TRAEMOS A TU ALTAR
TRAEMOS A TU ALTAR
CON EL VINO Y EL PAN NUESTRAS OFRENDAS. TRAEMOS A TU ALTAR CON LOS HOMBRES SU
AFÁN Y SUS PROBLEMAS.
1.- Con los
hombres que trabajan el pan con sudor ofrecemos nuestro esfuerzo; por los
hombres que no tienen trabajo ni pan, te pedimos el sustento.
2.- Con los
hombres cuyas vidas son fruto de bien ofrecemos nuestra entrega; por los
hombres cuyas vidas son pena y dolor, que sepamos estar cerca.
11.- ORACION SOBRE
LAS OFRENDAS
Te pedimos, Señor
que en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este
sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Nuestro Señor
Jesucristo.
13.- COMUNION: YO SOY EL PAN DE VIDA
Yo soy el Pan de
vida
El que viene a mí
no tendrá hambre
El que cree en mí
no tendrá sed
Nadie viene a mí,
si el Padre no lo llama.
“YO LO RESU
CITARE, YO LO RESU CITARE YO LO RESUCITAREE, EL DÍA DE EL.”
El Pan que yo
daré, es mi Cuerpo, vida del mundo. El que coma de mi carne tendrá vida
eterna, tendrá vida eterna.
Mientras no comas
el Cuerpo del hijo del hombre, y bebas
de su sangre, y bebas de su sangre, no
tendrás vida en ti.
Yo soy la
resurrección. Yo soy la vida.
El que crea en mi
aunque muriera Tendrá vida eterna tendrá vida eterna.
Sí, Señor, yo creo
que tú eres el Cristo, El Hijo de Dios,
que vino al mundo para salvarnos para
salvarnos.
15.- SALIDA: ANTES DE CONOCERTE
Antes de conocerte
yo no sabía
Que existían las
flores y la alegría.
Antes de conocerte
yo había escuchado
Que en el cielo
hay estrellas, que las flores son bellas, que es la vida un poema.
LO TENGO TODO, TE
TENGO A TI TE DOY LAS GRACIAS POR HACERME FÉLIZ (2)
Sin saber que
existías yo te esperaba,
En mis noches
obscuras yo te buscaba,
En el aire tu
nombre yo escuchaba,
Y de pronto
llegaste trayéndome la dicha que yo tanto anhelaba