viernes, 25 de octubre de 2019

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO XXX T.O. CICLO C - 27 OCTUBRE 2019


“¡TEN PIEDAD!”


ORACION COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad y para que merezcamos conseguir lo que prometes, concédenos amar tus preceptos. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14. 16-18

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.

SALMO RESPONSORIAL (33)

Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias. R.

El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 16-18

Querido hermano: Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente.
He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone.
Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león.
El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.".
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.".
Les digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.».

COMENTARIO

Jesús dirige esta parábola contra los fariseos, unos personajes que se tenían por justos y despreciaban a los demás. En ella nos muestra la diferencia que hay entre la verdadera y la falsa piedad. El fariseo y el publicano saben orar; comienza por “Dios mío”. Se ponen en presencia de Dios. Es preciso que la presencia de Dios, evocada intensamente, llene enseguida el espacio en donde vamos a orar: el lugar de nuestra oración, nuestro pensamiento y nuestro corazón, todos los minutos de nuestra cita con Dios. Sino aunque quizás quisiéramos orar, nos habríamos quedado con nosotros mismos.
Así, pues, esos dos hombres tienen un buen despegue. Entonces ¿por qué la oración del fariseo se viene abajo, mientras que la del publicano se levanta victoriosamente hacia Dios? “Les lo aseguro”. Dice Jesús, este bajó a su casa a bien con Dios, y aquel no”. El fariseo había invocado a Dios, pero lo oculta enseguida con su enorme YO. Yo hago estoy esto y no soy como éste ni como aquel. ¿Acaso puede estar Dios ni un segundo con ese hombre lleno de sí mismo? El publicano impresiona a Dios con su humilde súplica: “¡Ten piedad!”. Algunos criticaron ese “ten piedad” cuando apareció en la liturgia en lengua vulgar. No supieron ver hasta qué punto es una oración densa y exacta, en línea muy recta con lo que Jesús nos reveló. Dios nos mira con misericordia, con una piedad amorosa, con una comprensión que hace gemir su corazón cuando ve que también el nuestro gime: “Un corazón quebrantado, Señor, tú no lo desprecias”. (Salmo penitencial). Esta misericordia de Dios no es general, vaga, sino que ella espera nuestra llamada y él entonces se apiada.
En esta presencia de Dios que supo mantener dentro de su pequeñez, el publicano puede introducir un “yo” pero en el último lugar de su plegaria. Y junto a ella se cuela otra palabra: “pecador”. ¡Ten compasión de mí, pecador! La oración cristiana es una cita de amor y por tanto un tú y un yo, pero hay que procurar sobre todo que el TU siga siendo grande e inmenso y que nuestro yo sea pequeño, modesto, lúcido: “Yo pecador”.
Utilicemos a fondo esta parábola para desarraigar en nosotros la convicción farisaica tan difícil de arrancar: crecer que basta con hacer cosas buenas para ser un hombre bueno y agrandar a Dios: “Yo hago esto y aquello”. La primera cristiana María, era de otra opinión: “Hágase en mí según tu palabra”. ¡Qué cambio tan radical!
En ése el cambio de esta parábola: empieza con un hombre que hace mucho, que está seguro de sí y que se cree justo: termina con otro hombre seguro de Dios y que se hace justo porque supo decir: “Ten piedad de mí, Señor”.

PLEGARIA UNIVERSAL
Reconociendo que somos pecadores, presentemos con humildad y confianza filial nuestras oraciones a Dios, nuestro Padre. Digamos. R. Padre, escuchamos.

1.- Por el Papa Francisco y los Obispos de la Iglesia universal; para que en la experiencia de comunión sinodal que están viviendo, testimonie ante el mundo la acogida fraterna de toda cultura y diversidad. R. Roguemos al Señor.

2.- Por nuestras comunidades; para que, en la lucha contra toda división, rivalidad y envidia, trabajemos unidos por nuestra santificación. R. Roguemos al Señor.

3.- Por los gobernantes de nuestro país y del mundo entero: para que escuchando el clamor de los pobres y teniendo en cuenta sus necesidades, promuevan con honestidad el derecho y la justicia. R. Roguemos al Señor.

4.- Por nuestros hermanos enfermos y desamparados, para que oren con confianza en Dios Padre, que los acoge con predilección y escucha sus clamores, y reciban consuelo con nuestra cercanía fraterna. R. Roguemos al Señor.

5.- Por nosotros que nos alimentamos de la Palabra y el Cuerpo del Señor para que reconozcamos nuestra fragilidad y fraternos con aprecio y respeto a aquellos con quienes compartimos nuestro trabajo diario. R. Roguemos al Señor.

Acoge, Padre bueno, las oraciones de tus hijos y ya que te agrada la humildad de corazón, enséñanos el arte de amor y de orar con sencillez y confianza filial. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Mira, Señor, los dones que ofrecemos a tu majestad, para que redunde en tu mayor gloria cuanto se cumple con nuestro ministerio. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Que tus sacramentos, Señor, efectúen en nosotros lo que expresan, para que obtengamos en la realidad lo que celebramos ahora sacramentalmente. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 28: Num 21, 4-9; Sal 83; Flp 2, 5-12; Jn 3, 11-16.
Martes 29: Ef 2, 19-22; Sal 18; Lc 6, 12-19.
Miércoles   30: Rom 8, 26-30; Sal 12; Lc 13, 22-30.
Jueves 31: Rom 8, 31b-39; Sal 108; Lc 13, 31-35.
Viernes 01: Ap 7, 2-4.9-14; Sal 23; 1Jn 3, 1-3; Mt 5, 1-12ª.
Sábado 02: Job 19, 1.23-27ª; Sal 26; Rom 5, 5-11; Jn 6, 37-40 / Is 25, 6ª7-9; Sal 24; Rom 8, 14-23; Mt 25, 31-46 / Sab 3, 1-9; Sal 41; Ap 21, 1-5ª.6b-7; Mt 5, 1-12ª.
Domingo 03: Sab 11, 22-12, 2; Sal 144; 2Tes 1, 11—2, 2; Lc 19, 1-10

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 18, 09-14

1. PARA/FARISEO-PUBLICANO
Desde el primer versículo aparece claro que se trata de una crítica a una determinada clase de personas: las autosuficientes.
Por la parábola aparece claro quiénes son éstas en concreto: las personas religiosas dentro del pueblo de Dios. Estas podían no sentirse incluidas en el grupo de los invitados a orar del domingo anterior. Ellas ya lo hacen. A ellas dirige hoy Jesús su crítica, que en el fondo corre paralela a la hecha hace dos domingos a los nueve leprosos judíos que no se abrieron a la acción de Dios por considerarse merecedores de ella.
Indudablemente, la de Jesús es una crítica frontal al pueblo de Dios allí donde este pueblo se siente más firme y seguro: su relación con Dios. Es esta relación la que Jesús cuestiona y lo hace decantándose por unas personas oficialmente no religiosas, pero que saben sencillamente abrirse al Dios a quien nunca creen merecer, porque lo han descubierto y experimentan maravillosamente grande. Este es el Dios de Jesús, el mismo del Magnificat de María (cf. Lc 1. 48/52, donde aparece el mismo vocabulario del v.14 de hoy).
Dabar 1980/54



En primer lugar una observación de traducción. Tanto el fariseo como el publicano oran de pie, aunque la traducción litúrgica no lo diga del publicano. Era ésta la postura que adoptaban los judíos para dirigirse a Dios. No es, pues, la postura lo que hace cuestionable la actitud del fariseo. El adjetivo "erguido" de la traducción litúrgica es inexacto. Por lo que respecta ya al texto, su sentido es muy claro desde que el propio autor ha explicitado la finalidad de la parábola. Se trata de una parábola crítica, dirigida a los que son buenos y se lo creen. Se mueve dentro del terreno de la oración, cuya necesidad veíamos el domingo pasado. De nuevo un fariseo y un publicano, es decir, un bueno y un malo en la apreciación social. De nuevo un cambio de papeles en la apreciación divina. "Hay últimos que son primeros y primeros que son últimos". Otra cosa sorprendente en la historia que Jesús cuenta es que tanto el fariseo como el publicano se sirven de los salmos a la hora de hacer su oración. Este hecho hace más profunda y compleja la crítica.
Comentario. Desde hace varios domingos nos las tenemos que ver con textos exclusivos de Lucas, es decir, que no existen en los otros evangelistas. Un denominador común a muchos de ellos es la actuación positiva de personas social y religiosamente descalificadas (ambos aspectos estaban estrechamente relacionados). Son los marginados, los etiquetados, los excluídos. Su presencia es una constante en el tercer evangelio y hay que atribuirla a un interés y a una intencionalidad propios y exclusivos de Lucas. Nosotros corremos el riesgo de echar por tierra el alcance de este hecho cuando consideramos a fariseos y publicanos como personas de un pasado judío. Perdemos fácilmente de vista que Lucas no escribía sólo mirando hacia atrás sino también hacia adelante. Fariseo y publicano son también personajes, encarnan tipos de religiosidad continuamente reeditables. El fariseo encarna al personaje consciente de su buen comportamiento, que compara y enjuicia en base precisamente a su cumplimiento. No es tanto un personaje orgulloso cuanto un personaje que reza y se comporta desde sus derechos. Exige porque cumple. Los mismos salmos, formas tradicionales de oración, parecen darle la razón: se sirve de ellos para dirigirse a Dios.
Nada de lo que le dice a Dios es mentira. El fariseo, en definitiva, es el personaje de los derechos, de la necesidad, de la rigidez y cortedad de mente. El publicano encarna al personaje consciente de su mal comportamiento. Por ello mismo ni compara ni enjuicia.
Sencillamente pide perdón sirviéndose también de los salmos. El publicano es el personaje de las obligaciones, de la casualidad y la espontaneidad, de la fluidez de mente. No es él el problemático, como tampoco lo era el hijo menor o pródigo. El problemático y difícil es el fariseo, el hijo mayor o cumplidor.
El texto de hoy nos descubre unas áreas de la personalidad religiosa mucho más hondas que las de la simple soberbia o humildad. Nos asoma el complejo e intrincado mundo de las motivaciones o subconscientes, aquello que de verdad se esconde tras lo que pensamos o decimos cuando oramos. La oración es ciertamente necesaria, pero ¡atención a la oración! Una vez más hay que decir que el problema de la religión es un problema entre religiosos.
Alberto Benito - Dabar 1986/53



3.- En continuidad con la temática del domingo pasado, Lucas añade una parábola sobre la oración de un fariseo y de un recaudador.
También en esta ocasión el centro de interés viene señalado al comienzo: la parábola va dirigida a los que, teniéndose por justos, se sienten seguros de sí mismos y desprecian a los demás.
Suprimiendo toda referencia personal concreta, Lucas abre expresamente el texto a todas las épocas y a todas las personas con conciencia de justas.
-Subir al templo a orar. El templo de Jerusalén estaba ubicado en un alto. Se podía orar a cualquier hora del día en los diferentes patios de que constaba el templo. Las nueve de la mañana y las tres de la tarde eran las horas de la oración pública. La postura para orar era de pie. Así, en efecto, lo hacen los dos personajes de la parábola, aunque la traducción litúrgica no lo ha recogido adecuadamente. El erguido del que en ella se habla a propósito del fariseo es exagerado.
La parábola contrapone dos figuras representativas del judaísmo de la época. El fariseo representa al judío observante, el recaudador, al judío pecador. La bina no es nueva en el Evangelio de Lucas (Lc.5,30;15,1-2). En la historia que Jesús cuenta, cada uno de ellos ora desde su propio bagaje: el fariseo, desde su justicia; el recaudador, desde su pecado. Lo que cada uno de ellos dice de sí mismo es verdad. Tal vez por eso lo verdaderamente significativo en la historia sea sólo el siguiente aspecto: el fariseo se compara con los demás; el recaudador ahonda en sí mismo. La parábola empalma así con el centro de interés señalado al comienzo del texto.
El comentario de Jesús a la parábola remite también a ese comienzo, pero invirtiendo las situaciones: tenerse por justo no siempre coincide con serlo a los ojos de Dios. Comentario. El trazado del camino cristiano de Lucas aparece una vez más afectando a áreas profundas de la estructura de la persona, tales como la autocomplacencia en las propias prestaciones, los derechos adquiridos en razón de las mismas y la tendencia a verse y entenderse uno a sí mismo en comparación con los demás. La parábola y el posterior comentario de Jesús los entiende Lucas como una invitación a revisar esas áreas, a las que tampoco escapa la personalidad religiosa, por más que ésta se revista a menudo de simpatía y de humildad. Vemos una vez más que la dificultad verdadera del camino cristiano consiste en cuestionar las estructuras mismas de la persona y sus bases de comportamiento. Por eso se explica que el cristiano sea una persona diferente.
En la conciencia cristiana existe una imagen distorsionada de los fariseos; de ellos conocemos poco y mal. Olvidamos, por ejemplo, que el texto de hoy no sirve para formarse una imagen del fariseísmo, porque se trata de una parábola, es decir, de un texto de choque y de trazos intencionadamente exagerados y caricaturescos. La parábola, sin embargo, presupone en sí misma mucha valentía al no proponer como modelo de oración a personas socialmente aceptadas por su piedad y sí, en cambio, hacerlo con personas tildadas de pecadoras. De paso que Lucas concede preeminencia una vez más a los socialmente marginados, consigue relativizar el valor de las apariencias.
A. Benito - Dabar 1989/52



4.- Jesús dirige esta parábola contra los fariseos, unos personajes que se tenían por justos y despreciaban a los demás. En ella nos muestra la diferencia que hay entre la verdadera y la falsa piedad.
El fariseo y el recaudador de impuestos, o publicano, eran dos tipos bien conocidos en aquella sociedad y radicalmente opuestos: el primero representaba la piedad oficial, y lo tenían por bueno; el segundo era un "pecador público", y pertenecía al grupo de la "mala gente".
Los judíos oraban siempre de pie, también el publicano rezaría de pie, y no sólo el fariseo. Por tanto, esa postura corporal no es indicio alguno de la actitud espiritual del fariseo.
El fariseo comienza, según costumbre judía, dando gracias a Dios. Pero no le da gracias por lo que Dios hace, por las maravillas de Dios (como hizo, por ejemplo, María en el Magnificat), sino por lo que él mismo hace.
Nada de lo que dice el fariseo en su oración es mentira: los fariseos eran fieles cumplidores de la ley; más aún, muchos fariseos, como éste de la parábola, hacían obras de supererogación que no estaban mandadas, como ayunar dos veces por semana y pagar diezmos de todo cuanto tenían. Pero el fariseo se presenta delante de Dios como un autosuficiente, y esa es la mentira de su vida y de su oración. Por eso, no da gracias ni suplica en verdad, sino que pasa factura y exige. Además desprecia a los otros que no son como él.
En cambio, el publicano sólo tiene ante sus ojos los propios pecados, no se compara con nadie y no cuida de denunciar los defectos ajenos. Pide perdón a Dios, y en eso muestra que es sincero y humilde.
Y Dios, que resiste la mentira de los orgullosos y enaltece a los humildes, despide al fariseo sin favor y dispensa el perdón al publicano.
Eucaristía 1989/49



5.- Se han dado muchas interpretaciones diferentes a la parábola del fariseo y del publicano; y, para no ser totalmente falsas, no van necesariamente hasta el fondo de las cosas. En primer lugar, se ha encontrado una nota escatológica sobre todo en razón del último versículo (v. 14b). El juicio último pondría de manifiesto la elevación de los humildes y la humillación de los orgullosos.
Sin embargo, este versículo es puesto con tanta frecuencia en labios de Cristo (Lc 14, 11; Mt 23, 12) que cabe considerarlo como una especie de estribillo que viene a rimar regularmente las principales enseñanzas del Señor.
Se ha querido ver igualmente en esta perícopa una lección sobre la oración, que debe ser humilde y no apoyarse en los méritos personales, sino sobre la iniciativa de Dios. Lucas habría relacionado así dos perícopas sobre la oración (18, 1-8 y 18, 9-14), con el fin de organizar un pequeño tratado eucológico. No es imposible que Lucas haya "releído" estos textos en este sentido, pero no se comprende entonces que haya subrayado, en el v. 9, el cambio de público como para diferenciar mejor los dos episodios.
De hecho, la parábola es primero y ante todo una lección: un pecador penitente es más agradable a Dios que un orgulloso que se cree justo (Lc 16, 15). Puede descubrirse, más allá de los dos personajes de la parábola, la oposición entre dos tipos de justicia: la del hombre que se concede a sí mismo un "satisfecit" personal cuando cree haber cumplido perfectamente sus obras, y la que Dios otorga al pecador que se convierte. El tema paulino de la justificación por la fe se encuentra ya esbozado en este relato (Rom 1-9 y Ef 2, 8-10). La oración que Cristo pone en labios del fariseo es un modelo que se vuelve a encontrar a veces en términos equivalentes en los documentos rabínicos contemporáneos: el orante no formula ninguna petición (¡lo que sería indigno!), sino solo palabras de gratitud por la certeza que tiene de encontrarse en el camino de la felicidad eterna. Al escuchar esta oración, los oyentes debían reconocer: ¿qué se puede criticar en este texto? La oración del publicano se inspira en el Sal 50/51. Refleja una profunda desesperación que los oyentes de Cristo debían comprender perfectamente, porque, para ellos, la postración del publicano no tenía solución. ¿Cómo podría realmente obtener su perdón sin cambiar de oficio y sin reembolsar a todas las personas expoliadas por su actuación? Su caso es realmente desesperado; la justicia se le niega definitivamente.
Pues bien: la conclusión de Jesús se pronuncia contra la opinión de su auditorio: Dios es el Dios de los desesperados y el hombre que recibe la justicia es precisamente quien no tiene ningún derecho a ella (v. 14), puesto que ni siquiera ha reparado su falta.
Contraponiendo el "justo", que cree poder justificarse por sí mismo, a quien no puede obtener su justificación sino mediante el abandono en Dios (cf. Lc 16, 15; 14, 15-24; Mt 9,10-13), esta parábola prepara la teología paulina de la justificación que Dios concede a quienes no pueden justificarse a sí mismos (Rom 3, 23-25; 4, 4-8; 5, 9-21). Esta justificación se obtiene por medio de la cruz de Cristo (Rom 5, 19; 3, 24-25; Gál 2, 21) y el bautismo es su instrumento (Tit 3, 5-7; Rom 6, 1-14; Ef 4, 22-24).
Maertens-Frisque -Nueva Guía de la Asamblea Cristiana VII - Marova Madrid 1969. Pág. 210



6.- Esta parábola concluye la parte del viaje de Jesús a Jerusalén, propia de Lucas. A partir de aquí sigue la común narración sinóptica.
Aunque sea dicho de una manera indirecta, queda claro que la parábola se dirige a los fariseos, sobre todo si tenemos en cuenta que uno de los dos personajes es fariseo. Ahora bien, precisamente porque se habla de actitudes ("a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás") y no de categoría social o religiosa, la parábola se dirige de hecho a todos los que tienen estas mismas actitudes, tanto si son fariseos como si son discípulos de Jesús.
La figura de los dos personajes, representativos de la época, ya da pie a la oposición que desarrolla la narración.
El fariseo se coloca en una postura típica de oración: de pie, y, por referencia a lo que se dice del publicano, se coloca en un lugar destacado del atrio de Israel. Su plegaria es de acción de gracias. Pero no da gracias a Dios por los favores recibidos, sino por lo que él hace: cumple el Decálogo, contrariamente a lo que hace la mayoría, no es como el publicano que tiene a su espalda, y cumple las prescripciones del ayuno y de la donación del diezmo.
El publicano se muestra avergonzado por su actuación, su gesto es de arrepentimiento y su plegaria, que es de súplica, recuerda el Salmo 50.
El fariseo ha subido al templo a dar gracias por el hecho de ser "justo", es decir, porque cumple estrictamente y con creces la Ley de Dios. El publicano ha subido para suplicar el perdón por su pecado. Al volver a casa, el publicano ha sido "justificado" por Dios, no así el fariseo.
La moraleja final amplía el horizonte de la advertencia: el discípulo debe tener presente que es Dios quien justifica y quien pone a cada uno en el lugar que realmente le corresponde.
Josep M. Grané - Misa Dominical 1992/13




jueves, 17 de octubre de 2019

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO XXIX T.O. CICLO C - 20 OCTUBRE 2019


“DIOS HARÁ JUSTICIA A LOS QUE LE INVOCAN”


ORACION COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, haz que te presentemos una voluntad solicita y estable y sirvamos a tu grandeza con sincero corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Éxodo 17, 8-13

En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué: «Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano.». Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado.
Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.

SALMO RESPONSORIAL (120)

El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. R.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel. R.

El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. R.

El Señor te guarda de todo mal, el guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 3, 14 - 4,2

Querido hermano: Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación.
Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena.
Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario.".
Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."».
Y el Señor añadió: «Fíjense en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas?. Les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

COMENTARIO

La parábola encaja muy bien en la situación de aquellos tiempos en los que la viuda realmente era el prototipo de una existencia en soledad y desamparo, y en los que abundaba la siniestra figura del juez venal. En Ex 22, 22-24 se dice que Dios escucha el clamor de las viudas y sale en su defensa contra los que abusan de ellas; los profetas denunciaron frecuentemente la corrupción de la justicia (Am 5,7.10-12). La viuda de esta parábola no tiene en principio posibilidad alguna de ser escuchada por el juez injusto, pero insiste hasta que el juez cede, aunque no sea más que para desembarazarse de ella. Es importante hacer notar que lo que pide esta viuda es justicia. También la oración de los elegidos de Dios es una oración para pedir a gritos, día y noche, justicia.
Si un juez inicuo no puede resistir la demanda insistente de una viuda desamparada, con mayor razón Dios, que es bueno, escuchará a los elegidos que le piden justicia. Ahora bien, no se puede pedir insistentemente justicia a Dios si no se lucha igualmente con insistencia para establecer entre los hombres la justicia.
Una vida de oración sólo es posible cuando hay fe. Con su pregunta abierta, Jesús nos amonesta para que mantengamos la fe hasta el último día. Entonces, en el día del Señor, comprenderemos que Dios no es un sordomudo ante los gritos de los justos que le piden justicia, comprenderemos que si ahora calla es tan sólo porque nos escucha y espera darnos al fin la respuesta definitiva. Discutir sobre nuestras oraciones no escuchadas es por otra parte tan inútil como quedarse en teorías, pues se trata de algo vivido. Se puede y se debe discutir, pero sobre experiencias de oración.
Mientras tanto, la lucha que los hombres fieles mantienen sin descanso por una mayor justicia en el mundo es en cierto sentido una respuesta de Dios.

PLEGARIA UNIVERSAL

Sabiendo que Dios se complace en los que con sencillez y humildad lo llaman Padre, oremos juntos diciendo: R.- Padre bueno, escuchamos.

1.- Para que la Iglesia, viviendo en constante oración, pueda ser mediadora de paz y reconciliación entre los pueblos. Oremos al Señor.

2.- Para que los pastores y fieles del Pueblo de Dios anunciemos con entusiasmo y sabiduría en Evangelio que conduce a la vida. Oremos al Señor.

3.- Para que todos los que sufren o están en peligro invoquen a Dios con confianza filial y sientan su ayuda. Oremos al Señor.

4.- Para que los padres y educadores imploren día tras día la sabiduría de Dios y así puedan orientar a los niños y adolescentes en el camino de la verdad, la honestidad y la hermandad. Oremos al Señor..

5.- Para que, como Jesús que se retiraba con frecuencia a orar al Padre, sepamos buscar momentos de intimidad con Dios y dejemos que Él nos de su fuerza para vivir con alegría y coherencia nuestra fe. Oremos al Señor.

Padre bueno, escucha nuestros ruegos y ayúdanos a permanecer con los brazos levantados hacia ti y con la mirada puesta en la meta: Jesucristo, quien vive y reina por los siglos de los siglos.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Concédenos, Señor estar al servicio de tus dones con un corazón libre, para que, con la purificación de tu gracia, nos sintamos limpios por los mismos misterios que celebramos. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Señor, haz que nos sea provechosa la celebración de las realidades del cielo, para que nos auxilien los bienes temporales, y seamos instruidos por los eternos. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 21: Rom 4, 20-25; Sal: Lc 1, 69-75; Lc 12, 13-21.
Martes 22: Rom 5, 12.15b.17-19.20b-21; Sal 39; Lc 12, 35-38.
Miércoles   23: Rom 6, 12-18; Sal 123; Lc 12, 39-48.
Jueves 24: Rom 6, 19-23; Sal 1; Lc 12, 49-53.
Viernes 25: Rom 7, 18-25ª; Sal 118; Lc 12, 54-59.
Sábado 26: Rom 8, 1-11; Sal 23; Lc 13, 1-9.
Domingo 27: Eclo 35, 12-14.16-18; Sal 33; 2Tim 4, 6-8.16-18; Lc 18, 9-14

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 18, 01-08

1.-  Continúa dentro de la óptica del camino. Fiel a su técnica narrativa, Lucas omite todo dato sobre la ocasión y las circunstancias. Desde el primer momento, en cambio, señala el centro de interés del texto: necesidad de orar. En esta ocasión es, pues, el propio Lucas quien marca la línea interpretativa de la parábola propuesta a continuación por Jesús, cerrando así cualquier otra posibilidad de interpretación.
La machacona insistencia de una viuda consigue que le haga justicia un juez poco dispuesto a hacerla. El comentario siguiente de Jesús se basa en el procedimiento "a fortiori".
La insistencia en pedir justicia es el dato central, tanto de la parábola como del comentario. Esa insistencia coincide con y explica la necesidad de orar siempre, señalada de entrada.
"Hacer justicia" se repite en cuatro ocasiones. La expresión presupone dos personas enfrentadas. Hazme justicia frente a mi adversario, dice la viuda. La atención a este enfrentamiento es importante para precisar el contenido de la oración, de cuya necesidad se trata.
En la concepción judía de entonces los enfrentamientos y las dificultades estaban estrechamente relacionadas con la implantación del Reino de Dios. Por el contexto inmediato sabemos que para Lucas el Reino de Dios es ya una realidad con la presencia de Jesús (cf. 17. 21). Es por eso que Lucas traslada al presente los enfrentamientos que la concepción judía preveía para el futuro. La misma terminología, "los elegidos", denota la impronta judía relativa a los últimos tiempos. Para nuestra mentalidad, sin embargo, esta expresión puede resultar chocante y peligrosa, por cuanto fácilmente la entendemos en el sentido de predestinación o de acción gratuita de Dios. Evitaremos toda confusión si, en vez de elegidos, hablamos de discípulos o de cristianos. Todos ellos son, efectivamente, términos intercambiables.
El texto invita a los seguidores de Jesús a tener plena y total confianza en Dios. El seguidor de Jesús debe saber y sentir que Dios toma partido por él en cuanto oprimido y perseguido por causa del Reino.
El texto, sin embargo, termina con una pregunta realista y preocupada: Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
Comentario.- La oración de cuya necesidad trata el texto es la plegaria, el grito, la súplica del perseguido por causa del Reino de Dios.
D/NEUTRAL
Resuena aquí la vieja situación de /Ex/03/07-08: He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Y he bajado a liberarlos.
El texto de Éxodo y el de Lucas son perfectamente intercambiables. A través de ellos emerge un Dios diferente del que a veces imaginamos. El Dios de la Biblia no es un dios ocioso o desinteresado por el hombre; es un Dios asociado con la tarea creativa y renovadora del hombre. Y como esta tarea tiene mucho de crudo y de difícil, el Dios de la Biblia es el que toma partido por el que la lleva adelante.
En Lucas ser seguidor de Jesús significa acción, marcha hacia adelante. Por eso el Dios que el texto de hoy transmite es un Dios de la acción, del camino, de la lucha; un Dios cercano y entrañable para el que vive en esas condiciones; un Dios que jamás defrauda al que está en la brecha. Ser seguidor de Jesús significa, entre otras cosas, vivir desde la experiencia de un Dios así.
Alberto Benito - Dabar 1989/51



Al juez impío, que actúa sólo por comodidad, por quitarse de encima a la viuda molesta, se contrapone la actitud de Dios que ama a los hombres, que escuchará sus súplicas con prontitud. Dios les hará justicia. Cuando menos piensen. A su estilo. Por sus caminos, que pueden no coincidir con los cálculos de los hombres, ni aun de los creyentes. Mientras la justicia se hace, el creyente debe mantenerse firme en la fe, sin desfallecer.
Comentarios Biblicos V/Pág. 564



4. D/VENGANZA
El relato nos sitúa en un contexto que podemos llamar de "situación apocalíptica". El mundo se encuentra dividido; dominan los opresores y mientras tanto, los pobres perseguidos no tienen más salida que clamar ante su Dios a grandes gritos. La situación es típica a lo largo de la historia de los hombres.
Quizá en principio refleja el estado de los judíos oprimidos del tiempo de Jesús (los fieles de Qumran, los miembros de las sectas apocalípticas): durante siglos han estado sometidos al poder de pueblos extranjeros, han padecido la injusticia de la guerra y la pobreza y han llegado a suponer que no es posible resolver la angustia de los hombres sobre el mundo; por eso ruegan a Dios y piden que llegue el gran libertador, el juez y salvador, sobre la historia.
De manera más cercana, el contexto refleja la actitud y situación de los cristianos de la iglesia antigua. Sabemos que existía entre ellos la confianza en una próxima venida salvadora de Jesús. De tal manera habían descubierto la maldad del mundo, de tal forma sentían muy cercana la mano protectora de Dios que cada día elevaban su plegaria de llamada y de esperanza: "Marana-tha" (¡Ven, Señor!). También entonces se pensaba que el mundo era incapaz de ser cambiado; la solución consiste en que se muestre Jesús como la fuerza salvadora de la historia.
Una actitud semejante sigue extendida todavía entre los hombres. El pecado social es hoy día más fuerte que nunca. Son miles y miles las voces que piden justicia. Muchos piensan que el camino que lleva a conseguirla pasa a través de una revolución interhumana (marxistas); otros suponen que este mundo ya no tiene solución y elevan la plegaria hacia la altura, suplicando la respuesta de Dios o del destino.
Pues bien, en este contexto ha situado Lucas la parábola de la viuda. Evidentemente esta viuda no tiene la posibilidad de tomarse la justicia por su mano; como mujer y como oprimida es incapaz de ajustar las cuentas con su adversario. Por eso no le queda más remedio que importunar al juez día tras día, hasta que logra cansarle, recibiendo su justicia.
La parábola no es del todo lógica. El juez podría haber tenido una reacción distinta: castigar a la mujer por su importunidad o prohibirle volver al tribunal. De todos modos, la imagen de este juez que hace justicia simplemente por cansancio nos ayuda a comprender la situación de Dios, que día a día escucha los gemidos de los justos que suplican. El evangelio tiene la certeza de que Dios hará justicia sobre toda la historia de los hombres. Tomada en sí misma, la palabra que el texto castellano traduce por justicia es más hiriente y significa "venganza". ¡Dios se vengará de aquéllos que oprimen a los elegidos! Esta palabra y esta actitud pudieran traducir un peligro de resentimiento. Sin embargo, situada en el conjunto del evangelio, lo que podemos llamar "venganza de Dios" no es otra cosa que su amor salvador reflejado en la cruz de J.C. Dios se venga de todas las divisiones e injusticias de la historia, situando en el centro de la tierra un principio de salvación universal, la cruz de J.C.
Desde entonces, el poder de los injustos que oprimen a los pequeños de la tierra está montado en el vacío; es un poder de condena que acaba con la muerte. Por el contrario, el sufrimiento de los pequeños que claman a su Dios se ha unido al propio sufrimiento de Jesús y se revela como fuerza transformante de la tierra.
Desde aquí se puede valorar el sentido de aquella expresión enigmática que afirma: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" (19.8). El problema fundamental no reside en la división social de los hombres. El problema es la fe, la fe en Jesús, que sabe asumir el sufrimiento y transformar la historia desde el mismo centro. Por eso, la gran pregunta es saber si habrá fe sobre la tierra: fe para que los hombres sigan el camino de Jesús, fe para que superen la división como antagonismo de clases sociales, fe para que el sufrimiento se convierta en transformante y el poder de los grandes venga a ser servicio en favor de los pequeños, fe para mostrarse abiertos sin cesar ante la voz de amor del Padre. A través de la fe, la historia entera se puede convertir, con Jesús, en llamada que invoca la justicia salvadora de Dios y la va haciendo presente desde ahora entre nosotros.
Comentarios A La Biblia Liturgica Nt- Edic Marova/Madrid 1976.Pág. 1382



A la relación del hombre con Dios se le llama oración. Pero en esta relación una de las partes no es automáticamente evidente para la otra. Dios no es evidente para el hombre. Por eso el hombre, cada uno de nosotros, puede cansarse de una relación así y terminar por renunciar a ella. Con la parábola, Jesús invita al hombre, a cada uno de nosotros, a no dejarse dominar por la fatiga de una relación no evidente. Trata de inculcarnos una certeza: la certeza de que Dios nos escucha.
Pero aún nos dice más la parábola y la lección que Jesús saca. Nos introducen en el contenido de la oración: "¡Hazme justicia!". El cristiano comprometido en la construcción del Reino se siente a menudo desalentado y cansado. "Hazme justicia" es un grito hecho oración. Es decir, "intervén en favor mío; dime que no soy yo quien anda descaminado en la construcción de una tierra mejor".
El texto termina con una de las frases más tristes y pesimistas pronunciadas por Jesús. ¿Habrá alguien que se crea de verdad esto de la certeza de que Dios escucha? Se trata de creerlo de verdad.
Dabar 1980/53



6. - El texto de hoy no es continuación del texto del domingo anterior. Entre ambos el autor ha introducido un tema que entonces preocupaba mucho: la venida del reinado de Dios y la consiguiente implantación de un maravilloso mundo nuevo. Pues bien, el evangelio de hoy entronca con esta problemática, pero desde una óptica distinta de la habitual. Sin renunciar a la utopía final, Jesús puso freno a todas las especulaciones sobre el fin del mundo. En lugar de éstas, Jesús insistió en tomar más en serio el mundo que tenemos, haciendo que en él sea realidad el reinado de Dios. El tercer evangelista es especialmente sensible a este planteamiento. De ahí su insistencia en el camino. Camino hacia una meta, por supuesto; pero camino. Camino nuevo, diferente. Llevamos ya muchos domingos abriendo este camino. Pero también camino arriesgado y lleno de peligros para la vida del que lo hace. De ahí que surjan unas necesidades imperiosas. El texto de hoy sale al paso de una de ellas: la necesidad de justicia. El caminante (=el discípulo) se siente a veces perplejo y hundido, y se pregunta si no serán los demás quienes tengan razón. Necesita, pues, saber quién tiene razón, si los demás o él. Este es el concepto de justicia que el texto maneja. Quien tiene que resolver la cuestión es Dios, pues trabaja para Él.
Jesús invita al caminante de la utopía a que pida a Dios, sin desfallecer, la solución de esta cuestión. No se trata, pues, de la oración en general sino de una oración muy concreta. La historieta del juez y la viuda quiere ser una ejemplificación de lo que puede conseguir una petición insistente, cansada habría que decir. Jesús insta al caminante a este tipo de petición ofreciéndole la seguridad de que Dios le va a escuchar y le va a dar la razón a él. Sin embargo, el texto termina con un interrogante escéptico: ¿Se dará por mucho tiempo una actitud de fe así? A mí, personalmente, ésta me parece la frase evangélica de más honda tristeza y pesimismo.
Dabar 1983/52



7. D/JUEZ
El texto de hoy es muy sugerente y puede ayudarnos a cambiar hábitos de pensar que arrastramos desde muy antiguo. Me refiero en concreto al concepto de oración y al concepto de Dios como juez. Una fórmula clásica define la oración como levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes. Lo problemático de esta definición es su segunda parte. Cuando Lc, el evangelista de la oración, quiere hablarnos de ésta, lo hace de la siguiente manera: Padre, santificado sea tu nombre... (Lc 11. 2-4). A todo este conjunto de peticiones y a la actitud que la sustenta le da el nombre de "espíritu santo" que el Padre dará a quienes acudan a Él (véase Lc 11. 13). El texto de hoy no desentraña contenidos de oración. Únicamente habla de que Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan sin desmayo.
Hacer justicia presupone una situación de acoso, de acusación, de persecución. ¿De dónde proviene esta situación? De una actuación, de un compromiso en favor de los valores del Reino de los que hemos oído hablar a lo largo de las lecturas del verano pasado. Esta actuación y este compromiso suscitarán recelos, desencadenarán agresividades. Es el momento del grito, de la llamada al Padre: ¡Hazme justicia! ¿Tiene algo que ver esta concepción de la oración con la que subyace en la petición de mercedes de que habla la definición que aprendimos en el catecismo? El texto es también sugerente en lo que respecta a Dios como juez. Ojo que escudriña todo y cada uno de nuestros movimientos para recordárnoslos al pasar la aduana de la muerte. Es el concepto habitual.
Sin embargo, en el texto de hoy vemos que Dios es juez en cuanto que toma partido por el que sufre el acoso y la agresión. Dios no es juez por analizar y dictar sentencia, después de oír a las dos partes, desde la asepsia de la imparcialidad (esquema tripartito, propio del derecho romano).
Dios es juez por ser parte interesada en los valores del Reino y porque toma partido con el que trabaja esos valores, que es el acosado y agredido (esquema bipartito bíblico). "Pero, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" Estas palabras van dirigidas a los discípulos.
¿Encontrará el Hijo del Hombre esta fe entre sus discípulos? El problema es doméstico, interno, a nivel de creyentes, de Iglesia.
No vale, pues, escudarse tras la constatación genérica de la falta de fe en el mundo. Preguntémonos más bien: ¿Tenemos nosotros esta fe? Nosotros, los que estamos aquí reunidos. A la luz del texto de hoy sabemos que fe quiere decir compromiso con la escala de valores del Reino y absoluta certeza de que Dios atiende y defiende a quien vive esos valores. Eso del silencio de Dios, ¿no será un expediente que sólo existe en la ascética y en la metafísica, pero no en la mística?
A. Benito - Dabar 1986/52



8.- Los evangelios de hoy y del próximo domingo nos presentan cada uno una parábola relacionada con la plegaria: hoy la del juez inicuo y la viuda y el próximo domingo la del fariseo y el publicano. La finalidad principal de la parábola que hoy leemos es la enseñanza sobre cómo debe ser la verdadera oración: perseverante y humilde; la misma introducción a la parábola nos da ya esta orientación: "para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse".
El protagonista de la parábola es una viuda que acude a un juez para que le haga justicia, seguramente, en cuestiones monetarias o de herencia, contra un adversario mucho más rico, poderoso e influyente que ella, ante el cual no tiene otra arma más que su constancia y tesonería. En el mundo bíblico la viuda equivale a la mujer casada que perdió no sólo al esposo sino también y especialmente el soporte financiero de algún miembro masculino de su familia y necesita, por tanto, protección legal. El acento recae, por tanto, en lo que nosotros llamaríamos secuelas de la viudez. Su condición era considerada incluso como un oprobio. La viuda era la imagen más viva del dolor y de las lágrimas. El juez, finalmente, cede. Lo hace a causa de las molestias que le provocan las continuas quejas de la mujer. Quiere que le deje en paz de una vez.
Si la parábola está centrada sobre todo en la actitud de la viuda, la aplicación que Jesús hace de ella se fija en el juez ("Fijaos en lo que dice el juez injusto"). Los oyentes de Jesús deben dar un salto y trasladar la conclusión del juez a Dios: si este juez injusto, movido puramente por un motivo egoísta, es capaz de escuchar, ¿habrá alguien capaz de imaginar que Dios no escucha siempre a todos y especialmente a sus elegidos, a los pobres y necesitados? De este modo pasamos de las cualidades que debe tener la oración, tema de la parábola en sí misma, a la seguridad y confianza de que esta oración siempre será escuchada, tema principal de la aplicación puesta en labios de Jesús, en la que el juez es presentado como figura contrastante con el modo de actuar de Dios.
El versículo 8b ("Pero cuando venga el Hijo del Hombre...") parece que originariamente no pertenecía a la parábola, sino que enlaza mucho mejor con las palabras de Jesús sobre la segunda venida del Hijo del Hombre en 17, 20-37. Los discípulos de Jesús, ¿serán capaces de mantener la fidelidad a su Señor durante todo este tiempo en que esperan su retorno, tiempo a veces de dudas y oscuridades? Esto debe preocuparles mucho más que el querer saber si su oración es escuchada por Dios, sobre lo cual no deben tener ninguna duda.
J. Roca - Misa Dominical 1983/19



9.- La parábola del juez inicuo y de la viuda obstinada recuerda la necesidad de orar sin desaliento aun cuando el Señor tarde y parezca sordo a todas las llamadas. Los dos personajes de la parábola son, de una parte, un juez sin fe ni ley (v. 2), poco preocupado por hacer justicia, sobre todo cuando se trata de un ser tan débil como una viuda; en una palabra: un individuo bastante ancho de manga que termina por hacer justicia a la viuda para quedarse tranquilo y evitarse posibles consecuencias desagradables (v. 5). Tenemos, por otra parte, a una viuda débil, pero segura de su derecho, por el que lucha encarnizadamente.
El argumento de Jesús es muy simple (vv. 6-8): si un juez inicuo termina por hacer justicia a una viuda, cuánto más Dios hará justicia a sus elegidos, actualmente a merced de sus enemigos.
La parábola da también a entender que Dios hará justicia urgentemente (v. 8a), pero sólo después de haber estado mucho tiempo contemporizando (v. 7). Por consiguiente, el cristiano debe incluir en su oración la aceptación del plazo que Dios tenga determinado; orará "sin descanso".
La oración cristiana no es ya un llamamiento a la intervención inmediata y a la venganza (como sucede aún en Ap 6, 10). Coincide con la paciencia de Dios con el fin de que los pecadores tengan tiempo de convertirse (2 Pe 3, 9-15).
* * *
ORA/PETICION: La oración de petición no consiste en esperar de Dios que haga por sí mismo lo que nosotros no somos capaces de realizar: danos el pan, danos la paz, danos la curación. Dios no es un buzón. En realidad esta oración es, en primer lugar, una protesta: no se puede tolerar que la guerra se imponga constante a la paz, que la riqueza de unos cuantos aplaste a la masa de los pobres... En segundo lugar, hace comulgar con el Dios de la paciencia, y una vez ya en comunión con Dios, los gritos de protesta van dando paso progresivamente a los actos.
Maertens-Frisque - Nueva guía de la Asamblea Cristiana VII - Marova Madrid 1969.Pág. 190