ENSÉÑANOS A ORAR
ORACION COLECTA
Oh Dios protector de los que en ti
esperan y sin el que nada es fuerte ni santo, multiplica sobre nosotros tu
misericordia para que, instruidos y guiados por ti, de tal modo nos sirvamos de
los bienes pasajeros que podamos adherirnos ya a los eternos. Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 18,
20-32
En aquellos días, el Señor dijo: «La
acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar,
a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.». Los
hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en
compañía de Abrahán.
Entonces Abrahán se acercó y dijo a
Dios: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable?. Si hay cincuenta
inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los
cincuenta inocentes que hay en él?. ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al
inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del
culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?».
El Señor contestó: “Si encuentro en la
ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a
ellos.». Abrahán respondió: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy
polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes,
¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?». Respondió el Señor: «No la destruiré,
si es que encuentro allí cuarenta y cinco.».
Abrahán insistió: «Quizá no se
encuentren más que cuarenta.». Le respondió: «En atención a los cuarenta, no lo
haré.». Abrahán siguió: «Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se
encuentran treinta?». É1 respondió: «No lo haré, si encuentro allí treinta.». Insistió
Abrahán: «Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?».
Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré.». Abrahán
continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?».
Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré.».
SALMO
RESPONSORIAL (137)
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Te
doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me
postraré hacia tu santuario. R.
Daré
gracias a tu nombre, por tu misericordia y tu lealtad. Cuando te invoqué, me
escuchaste, acreciste el valor en mi alma.
R.
El
Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Cuando
camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu brazo contra la ira
de mi enemigo. R.
Y tu
derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu
misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Colosenses 2, 12-14
Hermanos: Por el
bautismo fuisteis sepultados con Cristo, y han resucitado con él, porque han
creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos. Estaban
muertos por sus pecados, porque no estaban circuncidados; pero Dios les dio
vida en él, perdonando todos los pecados. Borró el protocolo que nos condenaba
con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio, clavándolo
en la cruz.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 1-13
Una
vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus
discípulos.».
Él
les dijo: «Cuando oren digan: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu
reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes
caer en la tentación."».
Y
les dijo: «Si alguno de ustedes tiene un amigo, y viene durante la medianoche
para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de
viaje y no tengo nada que ofrecerle.".
Y,
desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está
cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para
dártelos.". Si el otro insiste llamando, yo les digo que, si no se levanta
y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le
dará cuanto necesite. Pues así les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen
y hallaran, llamen y se les abrirá; porque quien pide recibe, quien busca
halla, y al que llama se le abre.
¿Qué
padre entre ustedes, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?. ¿O si le
pide un pez, le dará una serpiente?. ¿O si le pide un huevo, le dará un
escorpión?.
Si
ustedes, pues, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más su
Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?».
COMENTARIO
Estamos ante
un evangelio en donde la mayoría de comentaristas, incluso los más críticos
están de acuerdo con la autenticidad de la petición del discípulo a Jesús:
"Enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos". Lucas recoge
un modelo de oración con una interpelación inicial y cinco peticiones. Es
importante observar que en las dos primeras se pide para el propio Padre
interpelado.4
Tres veces al
día rezaban los judíos. Sin duda, también Jesús así lo hacía, pero este tipo de
concreciones debieron parecerle a Lucas tan poco significantes que
prescindieron de ellas. Su interés no reside en el dónde ni en el cuándo de la
oración, sino en el modo, en su aspecto. "Cuando oren, digan". Ya la
primera palabra marca esa idea: "Padre". Al rezar nos movemos, pues,
en el mundo de la familiaridad y del cariño, no en el desconocimiento y el del
miedo. Empezamos pidiendo no para nosotros, sino para ese Padre a quien
acudimos. Sólo poetas y místicos son capaces de hacer las cosas de esta manera.
Indudablemente nos hallamos muy lejos de la intocable y prepotente imagen de la
divinidad que a menudo nos forjamos. "Santificado sea tu nombre, venga tu
reino". Estas dos peticiones formulan necesidades de Dios.
Son como
peticiones a la recíproca, peticiones al que pide. El Padre nos pide que le
reconozcamos, que aceptemos su presencia. ¿No es acaso maravilloso que el
modelo de oración no comience hablando de nuestras necesidades, sino de las del
Padre? Las siguientes peticiones formulan necesidades nuestras: pan, perdón y
fortaleza en la dificultad. Me atrevería a sugerir para la primera de ellas un
matiz como de grito de urgencia: ¡Padre, que no nos falte el pan!, plantea la
dificultad de hacer uso de un término inexistente en toda la literatura griega.
¿Se trata de pan del mañana o del pan suficiente? Ambas alternativas son
filológicamente posibles. Un grito que sigue temiendo la misma urgencia. Y tras
el modelo de oración, la invitación a orar, basada en la certeza de ser oídos.
En realidad, es esta certeza la que Jesús quiere inculcar. Invita para ello a
sus oyentes a imaginarse que son amigos de uno que viene a pedirles algo a una
hora inoportuna. Más todavía: les invita a imaginar que un hijo suyo les pide
algo. Y de esta segunda situación saca la conclusión.
"¿Cuánto
más su Padre celestial dará Espíritu Santo a quienes le piden?" Hay que
reconocer que la expresión "Espíritu Santo" es sorprendente. En todo
caso, se corresponde a las cosas buenas que los padres dan a sus hijos. Debería
representar el conjunto de peticiones formuladas en el modelo de oración. Y en
todo caso tiene que ser una realidad nueva que surge en nosotros al contacto
con el Padre.
PLEGARIA UNIVERSAL
Con la seguridad de que Dios es nuestro Padre que siempre nos
escucha, digámosle con confianza. R.- Escucha, Señor, nuestra oración.
1.-
Para que los bautizados vivamos con alegría nuestra fe reconociéndonos hijos de
Dios y hermanos entre nosotros. Oremos. R.
2.-
Para que la oración confiada de los cristianos alcance de Dios la llegada de su
Reino a cada corazón y a todos los pueblos del planeta. Oremos. R.
3.-
Para que, por la providencia amorosa de Dios y nuestra solidaridad cristiana,
no falte a nadie el pan de cada día. Oremos. R.
4.-
Para que el reino de justicia, amor y paz, ya presente entre nosotros, pueda
ser una realidad en nuestro país, e nuestro continente y en el mundo entero. Oremos.
R.
5.-
Para que las familias que sufren a causa de tensiones que amenazan su
estabilidad y el futuro de los hijos tengan el valor de juntarse en algún
momento para orar; así podrán experimentar que una familia que ora unida
permanece unida. Oremos. R.
6.-
Para que al dirigirnos a Dios con el dulce nombre de Abba, Padre, nos sintamos
realmente sus hijos y aprendamos a querernos como hermanos. Oremos.
R.
Gracias, Padre, porque siempre nos escuchas y porque nos permitas
abrirte las puertas de nuestro corazón y contar siempre contigo, al
reconocernos hijos tuyos en Cristo Jesús, nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor las ofrendas que te presentamos gracias a tu
generosidad, para que estos santos misterios, donde tu poder actúa eficazmente
santifiquen los días de nuestra vida y nos conduzcan a las alegrías eternas.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Hemos recibido, Señor, el santo
sacramento, memorial perpetuo de la pasión de tu Hijo, concédenos que este don,
que el mismo nos entregó con amor inefable, sea provechoso para nuestra
salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE
CADA DÍA
Lunes 29: 1Jn 4, 7-16; Sal33; Jn 11, 19-27 o bien
Lc 10, 38-42.
Martes 30: Ex 33, 7-11; 5b-9.28; Sal 102; Mt 13,
36-43.
Miércoles 31: Ex 34, 29-35; Sal 98; Mt 13, 44-46.
Jueves 01: Ex 40, 16-21.34-38;Sal 83; Mt 13,
47-53.
Viernes 02: Lv 23, 1.4-11.15-16.27.34b-37, Sal 80;
Mt 13, 54-58.
Sábado 03: Lv 25, 1.8-17; Sal 66; Mt 14, 1-12.
Domingo 04: Ecl 1, 2; 2, 21-23; Sal 89; Col 3,
1-5.9-11; Lc 12, 13-21.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 11, 1-13
Par: Mt 6, 9-13 Mt 7, 7-11
1.- a) Al
narrar esta parábola, Cristo quiso hacer una catequesis sobre la confianza en
la oración (vv. 5-8). Encontraremos el texto original si presentamos los vv.
5-7 en forma interrogativa: ¿Quién de vosotros (fórmula a la que va unida
automáticamente la respuesta :¡nadie!) si uno de sus amigos viene a buscarle a
medianoche, le dice...?" Jesús tomaría a su auditorio como testigo. Quién
va a pensar que un amigo no se levanta durante la noche, ya sea en nombre de la
hospitalidad (v. 6), o para que le dejen en paz (v. 8), o incluso para no
aparecer como poco cortés, y todo esto cualquiera que sean las molestias que le
provoque el levantarse a una hora fuera de costumbre en una casa con una sola
habitación y un lecho común (v. 7). ¡Tal actitud sería inimaginable! La
conclusión cae por su peso: ¡si esto es inimaginable en un amigo, a fortiori lo
es en el caso de Dios! No se trata, pues, como a menudo se dice, del amigo
importuno, sino más bien del amigo importunado: el personaje principal no es el
que llama a la puerta y pide pan, sino el que se encuentra en la casa. Los vv.
11-13 prolongan perfectamente la enseñanza de la parábola: también se toma como
testigo al auditorio al hablar de lo impensable que resultaría tal actitud
negativa. Si el padre de familia no puede negar realmente el pan que le piden
sus hijos, Dios puede todavía menos hacer una cosa. Lucas modifica además uno
de los miembros de la frase y reemplaza los "bienes" dados por Dios a
aquellos que se los piden, por "el Espíritu". El evangelista refleja
aquí, sin duda, la mentalidad de las comunidades primitivas que estaban seguras
de vivir en el final de los tiempos y estaban intranquilas, por consiguiente,
al no beneficiarse de las bendiciones y de la felicidad prometida por los
profetas.
b) ORA/PERSEVERANCIA: Lucas, sin embargo, no
comprendió perfectamente la parábola del Señor: ha transformado el primer
miembro de tal manera (v. 7), que la frase "quien de entre
vosotros..." no designa ya al amigo que está en la casa, sino al pedigüeño
a quien, más o menos, se despide. Con este procedimiento, Lucas hace casi como
un doble de la parábola del juez inicuo (Lc 18, 1-8). De golpe, la atención
pasa desde el amigo importunado al amigo importuno.
Este necesitará
mucha paciencia y perseverancia. Pero que no dude de que, insistiendo en llamar
a la puerta, al final le abrirán.
Los vv. 9-10,
que constituyen el comentario primitivo a la parábola, confirman este punto de
vista: "pedid pan, al final os lo darán". El mendigo es terco. No
cesa de llamar mientras es rechazado y consigue siempre que sus semejantes, por
muy perversos que sean, atiendan su petición. A fortiori, en el caso de Dios,
que es bueno, vuestra perseverancia os hará conseguir lo que pedís.
Lucas defiende,
por tanto, un punto de vista optimista de la oración: esta será oída por poco
que se insista en pedir, pero, sobre todo, porque Dios es bueno. Sin embargo,
falta un elemento importante a esta doctrina sobre la oración: la eficacia de
esta no es solamente el fruto de una insistencia terca, sino que es el
resultado de la mediación de Cristo. Bajo este punto de vista, la doctrina de
Jn 16, 23-26, que se inspira con toda seguridad en el pasaje de Lucas, va mucho
más lejos y sitúa justamente en el centro de la oración cristiana el papel que
juega la intercesión única del Señor. Precisamente la lectura del Antiguo
Testamento en este ciclo (Gén 18, 20-33) insiste en esta intercesión y completa
así armoniosamente la enseñanza del Evangelio.
Maertens-Frisque,
Nueva guía de la Asamblea Cristiana V - Marova Madrid 1969. Pág. 210
2. PATER
Texto. En la
perspectiva del camino Lucas prescinde una vez más de intereses localistas para
centrarse en el tema de la oración. La ocasión es la oración del propio Jesús,
una situación ya habitual (véase Lc. 3, 21; 6, 12; 9, 18.29), y el motivo, la
petición de sus discípulos, deseosos de tener su propia plegaria a semejanza de
los seguidores del Bautista. Parece evidente que Lucas quiere ofrecer el modelo
de toda oración cristiana. Así lo confirman las palabras introductorias de
Jesús: cuando oréis, decid.
El modelo
consta de los siguientes elementos: una invocación (¡Padre!), dos deseos y tres
peticiones. La invocación es típica de Jesús y carece de paralelos en la
tradición del judaísmo precristiano. Expresa intimidad, cercanía, confianza.
Por su sencillez y limpieza contrasta con las recargadas formulaciones de
muchas oraciones judías.
Los dos deseos
se refieren al Padre. El primero de ellos, santificado sea tu nombre, expresa
el deseo de un reconocimiento, de que Dios sea conocido por los hombres en
cuanto Padre. El segundo, venga tu reino, expresa en el fondo lo mismo que el
anterior, esta vez bajo la perspectiva activa del Padre que se revela y se
manifiesta. El cristiano aspira y pide al Padre que esta manifestación sea lo
más plena y absoluta posible.
La primera
petición, danos cada día nuestro pan del mañana, plantea un problema en razón
de que el texto original emplea un termino al parecer totalmente desconocido
tanto en el resto de la literatura griega como en el lenguaje corriente. La
traducción litúrgica ha optado por una interpretación de perspectiva
escatológica, la cual, tal vez, no es la más acorde con las preocupaciones de
Lucas, interesado más bien en los avatares de la existencia cotidiana. Por eso
mismo son preferibles una de las dos siguientes interpretaciones: danos cada
día la ración de pan correspondiente a cada día (Juan Crisóstomo); danos cada
día el pan necesario para la existencia (Orígenes). El cristiano pide al Padre
que socorra sus necesidades diarias de sustento.
En la segunda
petición el cristiano implora el perdón del Padre, ya que el pecado es una
realidad esencialmente humana. A la petición se añade la frase explicativa
porque también nosotros perdonamos. No es una exigencia o una condición,
expresa sencillamente el convencimiento de que no se puede esperar el perdón
del padre si se rehúsa el perdón humano.
En la tercera
petición el cristiano ruega al padre que no lo enfrente con situaciones en las
que pueda peligrar su actitud de entrega y de confianza en El. La tentación de
que aquí se habla no es tanto de naturaleza moral cuanto de actitud en la vida.
La tentación en cuanto posibilidad de vivir la vida sin contar para nada con el
Padre.
El modelo de la
oración cristiana constituye la primera parte del texto de hoy. La segunda es
una composición de Lucas. Comienza con una parábola tomada de las costumbres de
Palestina. Un viajero que, para evitar el calor del día, hace el viaje de noche
y llega a casa de un amigo suyo, sin avisarle previamente de su llegada. A esas
horas tan intempestivas, el dueño de la casa descubre que no tiene nada que
ofrecerle; su despensa está vacía, las tiendas cerradas y no habrá pan fresco
hasta la mañana siguiente. Pero el deber de hospitalidad es imperioso. ¿Qué hacer
entonces? Acude a casa de un vecino suyo. Este aduce la imposibilidad de
atenderle, puesto que levantarse y descorrer los cerrojos significaría molestar
a todos los miembros de la familia que duermen en la única habitación de que
consta la casa. Pero el otro insiste e insiste hasta que su insistencia logra
el objetivo.
En la
composición de Lucas esta parábola no se relaciona con lo anterior (el modelo
de oración cristiana), sino con lo siguiente, y sirve para ejemplificar la
insistencia con la que el cristiano tiene que dirigirse al Padre pidiéndole
espíritu santo, a sabiendas de que esa insistencia logrará su objetivo. La
composición de Lucas en la segunda parte del texto es, pues, la siguiente:
parábola de la petición insistente (vs. 5-8); aplicación de la parábola al caso
cristiano (vs. 9-13). Esta composición nos da el siguiente desarrollo de
pensamiento: así como el hombre, por su insistencia, obtuvo de su amigo el pan
que le pedía, así también el cristiano, por su insistencia, obtendrá del Padre el
espíritu que le pide. El hombre de la parábola necesitaba pan; el cristiano
necesita espíritu santo, en la línea de Ezequiel 36, 26: "Os daré un
corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el
corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu y
haré que caminéis según mis preceptos y que pongáis por obra mis
mandamientos". A este espíritu se refiere Jesús cuando dice: "Pedid y
se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá".
Una vez más
encontramos en los vs. 9-13 el lenguaje directo, incisivo, gráfico, agresivo
incluso. Todo ello al servicio de inculcar al cristiano la enorme necesidad que
tiene de estar poseído por el espíritu del Padre.
Comentario.
¡Padre!
Que los hermanos te reconozcamos como Padre nuestro. Manifiéstate como Tú eres.
Que nadie pasemos hambre. Perdónanos.
Que los hermanos te reconozcamos como Padre nuestro. Manifiéstate como Tú eres.
Que nadie pasemos hambre. Perdónanos.
Que no caigamos
en la tentación de vivir la vida sin contar contigo.
Y, sobre todo, infunde en nosotros el espíritu que tú tienes.
Y, sobre todo, infunde en nosotros el espíritu que tú tienes.
Alberto Benito Dabar
1989, 39
3. - Texto.
Comienza sin indicación de lugar ni de tiempo. Aun los comentaristas más
críticos están de acuerdo con la autenticidad de la petición del discípulo a
Jesús: "Enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos". Lucas
recoge un modelo de oración con una interpelación inicial y cinco peticiones.
Es importante observar que en las dos primeras se pide para el propio Padre
interpelado. La tercera, referida al pan, plantea la dificultad de hacer uso de
un término inexistente en toda la literatura griega. ¿Se trata de pan del
mañana o del pan suficiente? Ambas alternativas son filológicamente posibles.
Tras el modelo
de plegaria recoge Lucas una amplia invitación de Jesús a orar. Los dos puntos
clave en esta invitación son los vs. 8 y 13. En ambos emerge el futuro
"dará" como futuro cierto. "Al menos por la importunidad le dará
cuanto necesite (v. 8). ¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará espíritu santo
a los que le piden?". Observarás que he escrito espíritu santo sin
artículo y con minúscula. Creo que respeta mejor el texto original que la
personalización operada por la traducción litúrgica.
Comentario.
Tres veces al día rezaban los judíos. Sin duda, también Jesús así lo hacía,
pero este tipo de concreciones debieron parecerle a Lucas tan poco
significantes que prescindió de ellas. Su interés no reside en el dónde ni en
el cuándo de la oración, sino en el modo, en su talante. "Cuando oréis,
decid".
Ya la primera
palabra marca ese talante: "Padre". Al rezar nos movemos, pues, en el
mundo de la familiaridad y del cariño, no en el desconocimiento y el del miedo.
Empezamos pidiendo no para nosotros, sino para ese Padre a quien acudimos. Sólo
poetas y místicos son capaces de hacer las cosas de esta manera.
Indudablemente
nos hallamos muy lejos de la intocable y prepotente imagen de la divinidad que
a menudo nos forjamos.
"Santificado
sea tu nombre, venga tu reino". Estas dos peticiones formulan necesidades
de Dios. Son como peticiones a la recíproca, peticiones al que pide. El Padre
nos pide que le reconozcamos, que aceptemos su presencia. ¿No es acaso
maravilloso que el modelo de oración no comience hablando de nuestras
necesidades, sino de las del Padre? Las siguientes peticiones formulan
necesidades nuestras: pan, perdón y fortaleza en la dificultad. Me atrevo a sugerir
para la primera de ellas un matiz como de grito de urgencia: ¡Padre, que no nos
falte el pan! La sugerencia se basa en la insólita palabras griega a la que me
he referido en el apartado texto. Un grito que sigue temiendo la misma
urgencia. Y tras el modelo de oración, la invitación a orar, basada en la
certeza de ser oídos. En realidad, es esta certeza la que Jesús quiere
inculcar. Invita para ello a sus oyentes a imaginarse que son amigos de uno que
viene a pedirles algo a una hora inoportuna. Más todavía: les invita a imaginar
que un hijo suyo les pide algo. Y de esta segunda situación saca la conclusión.
"¿Cuánto
más vuestro Padre celestial dará espíritu santo a quienes le piden?" Hay
que reconocer que la expresión "espíritu santo" es sorprendente. En
todo caso, se corresponde a las cosas buenas que los padres dan a sus hijos.
Debería representar el conjunto de peticiones formuladas en el modelo de
oración. Y en todo caso tiene que ser una realidad nueva que surge en nosotros
al contacto con el Padre.
A. Benito -
Dabar 1986, 40
4.-
Respondiendo a uno de sus discípulos, Jesús nos enseña cómo debemos dirigirnos
al Padre y qué es lo que tenemos que pedirle en nuestras oraciones.
Nosotros
rezamos el "Padrenuestro" según la versión de Mateo (/Mt/06/09-13),
que es más originaria. Esta versión de Lucas difiere en algunos puntos. Omite
la tercera y la séptima petición, aunque pueden hallarse de modo implícito en
las peticiones segunda y sexta respectivamente. La invocación inicial,
"Padre", en Mateo aparece adjetivada "Padre nuestro que estás en
los cielos". Ambos evangelistas escriben "danos hoy el pan de
mañana", a diferencia de lo que pedimos nosotros: "el pan nuestro de
cada día dánosle hoy". Ahora bien, "el pan de mañana" significa
tanto como "pan del cielo" o "pan de vida", por lo que esta
petición se refiere también al reino de Dios.
Conviene
advertir que Jesús no ora nunca diciendo "Padre nuestro" sino
simplemente "Padre" o "Padre mío". Jesús no es hijo de Dios
como podemos serlo nosotros, sino de un modo peculiarísimo e incomunicable,
porque es el Hijo. En segundo lugar, que Jesús nos enseña a orar dirigiéndonos
al Padre. Por eso la oración de la iglesia, la liturgia, se dirige
habitualmente al Padre, raras veces al Espíritu Santo o al Hijo y nunca a los
santos. Si el Hijo es el que nos congrega en torno a su persona y el Espíritu
la fuerza que anima esa comunión de vida en Jesucristo, el Padre es el
"Tú" de todos nosotros, ante quien comparecemos y a quien tenemos
acceso por Jesucristo. Nuestro Señor.
La parábola
quiere mostrar únicamente la eficacia de la oración dirigida al Padre. No
debemos entenderla como si una petición repetida hasta la saciedad doblegara,
por ello mismo, la voluntad de Dios y lo pusiera a nuestra disposición. Dios
sigue siendo Dios por encima de la oración del hombre, siempre soberanamente
libre. pero la insistencia en la oración, la oración continuada, es una señal
de una buena oración, de una fe y de una esperanza que son don de Dios. Y si
Dios nos concede ese modo de orar, también nos dará lo que le pidamos.
La oración es
eficaz por la bondad del Padre, no por nuestra insistencia o por nuestros
méritos. Si ya los hombres, siendo malos como son, no engañan a sus hijos y les
dan lo que les piden, con mayor razón el Padre dará el Espíritu Santo a los que
se lo pidan. La conclusión nos desconcierta un poco, pues a partir del ejemplo
cabía esperar que se dijera que también Dios concede a sus hijos todo lo que
éstos le piden y no acabar diciendo que nos concede el Espíritu Santo. No obstante,
el Espíritu es el don por antonomasia y el principio de todos los dones, porque
es prenda de vida eterna, y ¿qué otra cosa pide el hombre, cuando pide
cualquier cosa, que no sea la vida eterna? Pedimos pan, pero lo que deseamos de
verdad no es el pan de cada día sino "el pan de vida", es decir, la
vida en su plenitud. La oración constante es ya una prueba de que el Padre nos
concede el Espíritu Santo y con él la vida eterna. Porque es el mismo Espíritu,
que habita en nuestros corazones, el que nos anima a decir confiadamente:
"Padre nuestro" (Rm 8, 15).
Eucaristía
1986, 36
5.- La oración
acude espontáneamente al corazón del hombre, y las diferentes religiones la han
organizado de forma que pueda tener la mayor eficacia posible: disciplina y horario,
contenido y actitud.
Pues bien:
Jesús rompe con ese concepto de la oración. El hecho de que sea un sentimiento
válido del hombre no la justifica sin más delante de Dios que sabe muy bien qué
es lo que necesitamos (v.9) y no espera a que se lo pidamos para concedérnoslo.
El cristiano no ora tan sólo porque sienta necesidad de hacerlo, sino porque
Cristo le ha dicho que lo haga, porque está en comunión con él y con su Padre.
La condición esencial de la oración, es pues, la obediencia y la fe que permiten
estar unido al Padre (v. 6); no es ya una cuestión de actitudes o de contenido
sino de confianza íntima y desinteresada que no depende, en última instancia,
ni de la calle ni de la habitación, ni de oraciones cortas o largas, ni del
individuo ni de la comunidad, sino tan sólo de la convicción de tener un Padre
y de la obediencia a Cristo que nos dice que le hablemos en su nombre.
"Padre
nuestro". Santa Teresa escribe que le bastaban estas dos palabras para
hacer una larga oración... un Dios Padre... un Dios que nos ama.
"Que estás
en los cielos". No es un lugar. Quiere decir que Dios está por encima de
todas las cosas terrenas, más allá de nuestro mundo visible. El mundo no es una
parte de Dios. Dios es un ser completamente distinto. La proximidad filial al
Padre nunca pierde el profundo respeto. A este Dios santo, que es el totalmente
Otro, cuya grandeza no podemos imaginar, le podemos llamar Padre.
"Santificado
sea tu nombre". El nombre se identifica con la persona. Este Dios
inalcanzable se ha dado a conocer. Pedimos que se manifieste, se dé a conocer
cada vez más y cumpla sus promesas. Las dos peticiones siguientes insisten en
la misma idea.
6.- Lucas
aborda en este texto una temática tan querida para él como es la oración. El
modelo escogido es ni más ni menos que el propio Jesús, cuyo estar en oración
es una invitación y un estímulo para sus seguidores.
Lucas
transmite, además, un modelo de oración, que consta de una invocación
(¡Padre!), dos deseos y tres peticiones.
La invocación
para dirigirse a Dios es exclusiva de Jesús dentro del judaísmo precristiano.
Una novedad que introduce al orante en una cercanía e intimidad con Dios
absolutamente insospechadas.
Los dos deseos,
mutuamente complementarios, tienen al Padre como beneficiario de los mismos. Ambos
nacen de lo más íntimo del corazón. Los hijos anhelan ardientemente el
reconocimiento de su Padre; que sea conocido, amado y honrado por todos
(santificado sea tu nombre, en formulación típicamente judía.). Anhelan también
que este reconocimiento tenga su expresión en un nuevo orden del mundo (venga
tu reino, formulación también típicamente judía).
Las tres
peticiones están formuladas en primera persona del plural y sus beneficiarios
son los propios peticionarios. El empleo del plural apunta a un ambiente
comunitario de oración, en el que al Padre se le pide pan, perdón y fuerza para
no sucumbir en las situaciones en las que pueda peligrar la actitud de entrega
y de confianza en El. Lucas completa el tratamiento del tema con una
exhortación de Jesús basada en la doble analogía de lo que sucede entre amigos
y entre padres e hijos. Los oyentes conocen ambas situaciones y Jesús les
invita a revivirlas y a trasladarlas a sus relaciones con el Padre. Como amigos
no tienen reparo alguno en acudir al amigo, sea la hora que sea; como padres
dan lo mejor a sus hijos.
En la primera
analogía entre amigos hay un dato importante en la misma que suele pasarse por
alto y que, sin embargo, es central: el amigo acude a su amigo en favor de un
tercero. Este dato debe ser incorporado a la hora de trasponer la analogía a
las relaciones con el Padre y de interpretar una frase como "pedid y Dios
os dará" (la construcción sintáctica "se os dará" evita
pronunciar, por respeto, el nombre de Dios). La insistencia en acudir al Padre
deberá tener en cuenta el beneficio de los demás.
En la segunda
analogía entre padres e hijos habla Jesús de "espíritu santo" para
expresar lo que el Padre da a quienes acuden a El. La expresión, que en el
original griego carece de artículo, remite al modo de ser de Dios y designa
algo así como el talante divino.
Comentario.
Interesado como está Lucas en desglosar facetas del caminar cristiano, no podía
menos que abordar explícitamente una que impregna silenciosamente todos y cada
uno de los pasos del caminante cristiano: su relación con el invisible ser
querido. Una relación a la que tanto Lucas como nosotros designamos con la
palabra oración.
Hoy como ayer
hay que seguir formulando al Maestro la misma petición: enséñanos a orar.
Porque hoy como ayer no sabemos probablemente hacerlo. Y no porque
desconozcamos el modelo de oración, siempre nuevo y fascinante, sino porque
somos indómitamente interesados en nuestra oración.
Se impone un
cambio de talante y pedir al Padre que nos conceda siquiera algo de su espíritu,
a fin de ser unas personas nuevas, capaces de algo más que de estar preocupados
de nuestros propios problemas. Cuando el espíritu del Padre entra en una
persona, deja de ser problema en ella lo que hasta entonces era un mundo que se
le echaba encima.
A. Benito -
Dabar 1992, 39
7.- Lucas
presenta a Jesús, una vez más, orando. Al terminar su oración, un discípulo le
pide que les enseñe a orar. La razón parece ser para que puedan tener una
plegaria que les identifique como grupo, tal como, por lo que dice el
discípulo, tenían los seguidores de Juan Bautista. La respuesta de Jesús:
"Cuando oréis, decid", o bien, "Siempre que oréis", hace
pensar que Lucas presenta el "Padrenuestro" como el modelo de toda
plegaria del cristiano.
"¡Padre!"
Esta manera tan sencilla de dirigirse a Dios contrasta con el barroquismo de
títulos que se dan a Dios al inicio de muchas plegarias judías. Detrás de la
palabra griega hay, con toda seguridad, el arameo "abba", que nos han
conservado Marcos y Pablo. Tratar a Dios como Padre implica una proximidad
cordial y una conciencia de filiación, que comporta la conciencia de
fraternidad. De hecho, las tres peticiones de la segunda parte son en primera
personal del plural: el contexto comunitario, pues, es evidente.
Siguen después
dos deseos: "santificado sea tu nombre", "venga tu reino".
En el primero, resuena la profecía de Ezequiel, según la cual Dios mismo
mostrará la santidad de su nombre a todas las naciones cuando establezca la
nueva alianza con su pueblo, cuando les dé un corazón nuevo y un espíritu
nuevo. La consecuencia es que el pueblo también tiene que ser santo. El segundo
deseo hace referencia a las ganas de que cada día más nuestro mundo y la
humanidad sean lo que Dios quiere que sean.
La primera
petición es sobre las necesidades cotidianas de subsistencia; pero la
referencia al pan también hace pensar en la eucaristía como alimento necesario
para la vida del cristiano. La segunda, sobre la necesidad del perdón, va
acompañada de una explicación: la comunidad cristiana también perdona. La
tercera muestra la conciencia de fragilidad: es posible perder la actitud de
confianza total hacia el Padre.
Jesús continúa
con una parábola, que sólo encontramos en Lucas, y que subraya sobre todo la
insistencia en cómo hay que orar, un tema que Lucas repite en la parábola del
juez inicuo (Lc 18,1-8). Algunos opinan que el personaje central de la parábola
originalmente era el amigo que se levanta a dar los panes, y se refiere a la
manera de ser de Dios: es inconcebible que Dios no atienda a las necesidades
del que ora. Pero, tal como la narra Lucas, el personaje central es el amigo
que va a pedir y se refiere a la súplica insistente. Todavía continúa Jesús con
una especie de máximas de sabiduría popular que insisten en la perseverancia en
la oración: Dios no puede dejar de escuchar. Dios es muchísimo más bueno que
los padres buenos de la tierra. Por eso, no sólo da "cosas buenas" a
los que se las piden: les da lo mejor, ¡les da el mismo Espíritu Santo!.
J. M. Grane -
Misa Dominical 1992, 10