domingo, 27 de mayo de 2012

COMENTARIO DOMINICAL DEL 27 DE MAYO DEL 2012

“¡VEN ESPÍRITU SANTO!”

1° LECTURA: Hch. 2, 1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.
SALMO:   Sal  103: Envía tu Espíritu, Señor y repuebla la faz de la tierra.
2° LECTURA: Cor. 12, 3b-7. 12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.
EVANGELIO: Jn. 20, 19-23: Como el Padre  me ha enviado, así también los envió yo. Reciban el Espíritu Santo.

Celebrar la fiesta de Pentecostés, es pensar  en el Espíritu Santo y  decirle: “¡Ven!”. Entonces, el Espíritu es invasor. Y es menester que nos invada ya que la vida cristiana es una experiencia de vida invadida por el Espíritu. El no tiene rostro, pero todos sus nombres dicen que es invasión: fuego, agua, espíritu, respiración, viento. Desde que viene, actúa. La Biblia está llena de él, pero no habla de él: dice lo que hace. El está en todos los comienzos: es el Espíritu de lo que ha de nacer y el Espíritu del primer paso que cuesta. En Pentecostés hizo que la Iglesia despegase y tomara vuelo. Hay que decirle: “Ven”, cuando se bloquea algo en nuestra vida personal o colectiva.
Después de la fuerza de la partida, es la fuerza de la marcha hacia adelante. La audacia de hablar, de insistir, de crear. Para ver todo esto tenemos los Hechos de los apóstoles. (¡Tendríamos que leerlos más!) y cualquier vida de un santo.
El es el huésped interior, el espíritu de las profundidades que sin él quedarían sin explorar. El nos arranca de lo superficial, no hace vivir en donde se hunden las raíces y donde manan las fuentes. Y nos impulsa hasta el fin: “Les guiará a la verdad completa” (Jn. 16, 13). Puede hacer que se recorran enseguida itinerarios sorprendentes. El evangelio de hoy nos revela este poder de transformación inmediata y total. A unos hombres aterrorizados les dice Jesús: “Yo les envío”. ¿Unos pobres hombres enviados a la conquista del mundo?. Sí, pero Jesús añade: “Reciban el Espíritu”.   Nos lo dio y no lo sigue dando. Podemos recibir el Espíritu: esto depende de la fuerza de nuestro” “¡ven!”.  ¿Por qué pedimos tan poco el Espíritu? ¿Por miedo a unos mundos extraños de iluminación de “carismas”? ¿O quizás por medio a comprometernos? Si digo “¡Ven!”, ¿hasta dónde me llevará?. Quizás ante los tribunales. Lo dice el evangelio: “Cuando les entreguen a los tribunales, no se preocupen por lo que van a decir; será el Espíritu de su Padre quien hable por medio de ustedes”. Decir “¡ven!” al Espíritu puede llevar muy lejos. Desde los primeros mártires hasta los perseguidos en muchas partes del mundo y de nuestra América Latina, ir hasta el fin es arriesgarse a la cárcel, a la tortura, a la muerte. ¿Y nosotros no? ¿Quién puede prever cuál será nuestro mañana?.
No hay dos evangelios ni dos Espíritus.  La única verdadera devoción al Espíritu Santo es decirle: “¡Ven!”, no para una cita tranquila con él, sino para dar el paso  de amor y de valentía que  la vida nos pide.
R.P. Roland Vicente Castro Juárez

domingo, 20 de mayo de 2012

COMENTARIO DOMINICAL DEL 20 DE MAYO DEL 2012

SUBIÓ AL CIELO Y SE SENTÓ A LA DERECHA DE DIOS

1° LECTURA: Hch. 1, 1-11: Lo vieron levantarse
SALMO: Sal  46: Dios asciende entre aclamaciones; el Señor al son de trompetas.
2° LECTURA: Ef. 1, 17-23: Lo sentó a su derecha en el cielo.
EVANGELIO: Mc. 16, 15-20: Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Cuando intentamos hablar de Jesús que nos deja elevándonos por las nubes, opacamos el misterio de la ascensión: hacemos de él una ausencia, siendo así que los evangelistas nos hablan del misterio de la presencia multiplicada. Marcos nos hace percibir muy bien todo esto yuxtaponiendo con toda claridad unas cosas contradictorias: “El Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el mensaje por todas las partes y el Señor cooperaba confirmándolo”. Mateo habla solamente de presencia; es la última palabra  de Jesús: “Yo estoy con ustedes cada día, hasta el fin del mundo”  Lucas acentúa más bien la ausencia “Se separó de ellos y lo llevaron al cielo”. Lo subraya más aún en los Hechos: “Lo vieron subir, hasta que una nuble lo ocultó a sus ojos” (Hechos 1, 9). Pero en su evangelio hace esta observación sorprendente: “Los discípulos se volvieron a Jerusalén llenos de alegría”. ¿Alegres porque se habían llevado a Jesús? Esta ausencia se va a convertir en una presencia mayor”. Por eso, en los Hechos, dos ángeles (hemos de entender a Dios) les dan una reprimenda a los discípulos: “¡Que hacen ahí plantados mirando al cielo?” (Hch. 1, 11).
¿Ausencia,  presencia?  ¿Buscar  a  Jesús  en  el cielo, trabajar con él en la tierra?. El esfuerzo de fe que se nos pide consiste en que unifiquemos dos relaciones con Jesús aparentemente muy distintas. Si, Jesús “está a la derecha del Padre”. Esto quiere decir “en la gloria de Dios”. Jesús resucitado  sigue siendo un hombre, uno de nosotros; por consiguiente, ¡Un hombre ha entrado en la gloria de Dios? Y nosotros con él, si creemos en la unidad de todos los hombres en Jesucristo. ¿Cómo no va a quedar ya imantada nuestra propia vida por esta vida de Jesús en el cielo, que nos atrae día tras día “fijando nuestro deseo, como dice magníficamente san León Magno, en  donde  la  mirada  es  incapaz  de llegar?”.
¡La fe sí que llega! Durante su vida terrena, la gente vio, escuchó  tocó a Jesús. Pero ¿cómo?. ¿Y con qué resultados? Fueron muy pocos los que sospecharon su misterio y trabaron relación con él. Cuando parece que “se marcha” en la ascensión se convierte por el contrario en aquel que será la presencia para cualquier hombre que le abra su vida. Por eso precisamente Lucas podía decir: “Se lo llevaron al cielo y los discípulos volvieron llenos de alegría”. Fueron ellos los primeros en realizar la experiencia de la nueva presencia.
Lejos de perderlo, ganaban la facultad de vivir en adelante con él en una intimidad de pensamiento y de acción que palpamos tan bien como leemos los Hechos: “Yo estoy con ustedes”. La dificultad (¡tan grande!) es que fue necesario pasar del trato familiar, del rostro y de la voz, a la aproximación de la fe. Cito una vez más a san León: “La fe estaba llamada a tocar, no con una mano carnal, sino con una inteligencia sobrenatural, al Hijo único igual al que lo engendra”. Nunca se le pide tanto a nuestra fe como en este misterio de la ascensión en donde esa fe tiene que aprender a vivir con Jesús en el cielo y en la tierra.
R.P. Roland Vicente Castro Juárez

domingo, 13 de mayo de 2012

COMENTARIO DOMINICAL DEL 13 DE MAYO DEL 2012

EL GOZO DE AMAR

1° LECTURA:  Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48: El don del Espíritu santo se ha derramado también sobe los gentiles.
SALMO:   Sal  97: El Señor revela a las naciones su salvación.
2° LECTURA:  Jn 4, 7-10: Dios  es amor.
EVANGELIO:  Jn 15, 9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos

Juan, en las dos lecturas de este último domingo de Pascua, destaca lo que es el toque definitivo de la vivencia de la fe: el amor, el ágape. Interesa subrayar y meditar las notas más características, según Juan, de este amor.
El amor cristiano nace y empieza en Dios. Originariamente es cosa de Dios y no nuestra, la iniciativa es suya. Dios es amor, origen y motor del amor. El Hijo, Jesús, se origina del Padre en un proceso de Amor, que es el Espíritu. Este amor en Dios es comunidad, trinidad. Y este amor se va manifestando en la creación, en la encarnación, en filiación, en la amistad, en la alegría definitiva del encuentro final. Pero siempre el origen y el término es Dios.
El signo más claro, la encarnación de ese amor, es Jesús. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo. Tanto nos amó Jesús que se entregó a la muerte por nosotros. Jesús es la medida del amor de Dios y el ejemplo a seguir. Todas las palabras de Jesús, todos los hechos de su vida tienen este sentido. Jesús es el amor de Dios hecho rostro humano.
Este amor que nace en el Padre y pasa por Jesús termina necesariamente en los hermanos. Esto, para Juan, está bien claro y lo repite mil veces en su Evangelio y en sus cartas. El amor cristiano es ambivalente, tiene dos polos: Dios y los hermanos (el hombre). Quien no ama al hermano no conoce a Dios, no conoce a Jesús, no ha entendido lo que es la fe cristiana. Sin amor a Dios y a los hermanos no hay fe cristiana. Y un amor que tiene que concretarse en frutos, en obras.
Juan nos indica, también, algunos de los frutos del amor, como son la amistad, la gracia, la oración, las obras y la alegría. En el ambiente pascual en que estamos habría que destacar la alegría. "Que mi alegría esté en ustedes y la alegría de ustedes llegue a plenitud" (Jn 15, 13).
Con frecuencia apelamos a ciertas razones para no seguir este camino del amor. Si tratamos, decimos, con amor a los demás, si dialogamos con todos, si nos abrimos sin prejuicios, los demás se aprovecharán y sacarán ventaja, o serán unos desagradecidos, o nos harán perder inútilmente el tiempo... Por eso, se sigue razonando, es mucho más práctico una buena disciplina, una mano dura, una cierta dosis de castigos, una prudente distancia, un cubrirse las espaldas, etc. Estos criterios los puede dictar la prudencia humana, pero no el amor cristiano.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez

domingo, 6 de mayo de 2012

COMENTARIO DOMINICAL DEL 06 DE MAYO DEL 2012

YO SOY LA VID

1° LECTURA:  Hch. 9,26-31: Les contó cómo había visto al Señor en el camino.
SALMO:   Sal  21: El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.
2° LECTURA:  Jn 3, 18-24: Este ese su mandamiento que creamos y que amemos.
EVANGELIO:  Jn 15, 1-8: El que permanece en mí y yo en él ese fruto abundante.

El símbolo de la vid designó a través de todo el Antiguo Testamento al pueblo que Dios se había elegido y del que se ocupaba con amor. Jesús se apodera de este símbolo para hacernos descubrir una nueva realidad: “Yo soy la vid verdadera”. Se trata siempre de  Dios, atento viñador y de los hombres como pueblo-viña. Pero entre los dos surge un hombre-vid, un hombre “colectivo”: Jesús. La viña de troncos repartidos se convierte en un tronco único que no dejará de crecer por medio de sus ramas: “Yo soy la vid, ustedes las ramas”. Se dibuja un misterio de unidad: la unión tan estrecha de Jesús con sus discípulos. Hay una palabra típica de Juan que define esta unidad divina que se extiende hasta nosotros por medio de Jesús. Morar. “Moren en mí como yo en ustedes”.
En su gran oración final, Jesús evocará por última vez esta unidad de inhabitación absolutamente sin ejemplo: “Que sean todos uno, como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo; que también ellos estén con nosotros”. Para simbolizar la misma unidad, san Pablo preferirá la idea de cuerpo: somos el cuerpo de Cristo, un cuerpo que es la Iglesia. Cristo y la iglesia forman el “Cristo total”. Desde el Concilio Vaticano II, hemos aprendido a saborear otra noción muy bíblica, la de pueblo de Dios. Pero siempre tendremos también la necesidad de vernos como iglesia y cuerpo de  Cristo “Pueblo de Dios. Hace surgir la idea de unos hombres en camino, esa inmensa caravana que se puso a caminar detrás de Abrahán, de Moisés de David, de Jesús el  verdadero pastor.  La iglesia es la organización necesaria del trabajo misional de Cristo por toda la tierra, el lugar en donde los bautizados se encuentran con Dios y entre ellos mismos para aprender a servir a todos los hombres sus hermanos.
Sin mí, dice Jesús sin mi vida en sus venas, no pueden hacer nada, no pueden vivir nada en profundidad no habrá vitalidad entre el Padre y ustedes.  No serán más que una rama seca. Describe de este modo otro misterio de unión: “El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él”. La vid, un pueblo, una iglesia, un cuerpo, la eucaristía, todos nos partir de una vida cristiana individualista.  Y hasta de un imaginario “tú y yo” con Dios. No estamos nunca solos, ni tampoco sólo dos; la realidad cristiana es una trilogía: nosotros-Dios-los hermanos. Vivir al estilo cristiano es velar al mismo tiempo por nuestra comunión con la Trinidad y con la humanidad.  Evitemos separar a Dios de lo cotidiano hay que vernos en un inmenso universo en el que alcance por todas partes a la vez, al Señor y a mis hermanos.
Esta vida de comunión y diversificada a la vez es evidentemente una comunión de amor. En los célebres versículos que siguen y que vamos a meditar. Jesús nos dice que una misma savia divina, el mismo amor, tiene que ir haciendo poco a poco de todos los hombres, en Jesucristo el inmenso pueblo-vid.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez

martes, 1 de mayo de 2012

JAFFA

JAFFA



El nombre de Jaffa o Yafo es, probablemente, de origen semita occidental, y está relacionado con la palabra hebrea "yafa", que significa "bella".4 En hebreo la etimología indica que la ciudad se llama Jaffa por su belleza (yofi en hebreo). En la Torá el Mediterráneo es el Mar de Yafo (hebreo: ים יפו‎, Yam Yafo) y en el Midrash, el Mar de Yafo (hebreo: ימה של יפו‎, Yama shel Yafo).



Otra versión es que el nombre de Jaffa, Yafo o Yaffa es una distorsión de Jaffee, palabra de origen semítico occidental, específicamente del cananeo, la cual presta su fonética a las palabras de otros idiomas derivados de este lenguaje. Tanto en hebreo como en árabe la palabra tiene el significado de “bella” o “la bella”.Según una vieja leyenda, Jaffa fue nombrada así después que Jafet, uno de los tres hijos de Noé, la construyó cuarenta años después del Diluvio universal.


La tradición Helenística relaciona el nombre con Iopeia, que es Casiopea, madre de Andrómeda. Después de Plinio el Viejo el nombre está conectado con Jopa, que era la hija de Eolo, dios del viento.

El nombre de la ciudad se menciona en las fuentes egipcias y en las Cartas de Amarna como Yapu.
El geógrafo árabe Al-Muqaddasi la menciona con el nombre de Yaffa, que es utilizado por los árabes hasta nuestros días.

En Israel es llamada como "La Ciudad Sin Parar”, en tanto que los árabes palestinos suelen llamarla “la novia de Palestina” o “la novia del mar”. Otros pueblos de oriente solían llamarla "la novia de Oriente".

Historia

Período antiguo

La Puerta de Jaffa.
Tel Yafo (la colina de Jaffa) contaba con gran importancia estratégica militar en la antigüedad debido a que su altura (40 m sobre el nivel del mar) ofrecía una vista privilegiada del puerto y de los alrededores de la ciudad. Las evidencias arqueológicas muestran que Jaffa estuvo habitada hacia el 7.500 a.C. El puerto natural de Jaffa ha estado en uso desde la Edad del Bronce y sus primeros habitantes fueron probablemente cananeos.

La ciudad de Jaffa se menciona en un escrito de 1470 a. C. del antiguo Egipto, glorificando la conquista por parte del faraón Thutmose III, quien escondió guerreros armados en grandes cestas y luego las obsequió al gobernador cananeo de la ciudad. La ciudad también es nombrada en las Cartas de Amarna bajo su nombre egipcio Ya-Pho. En 1991, una réplica de los portones de Egipto, con la denominación del faraón Ramsés II, fue nuevamente erigida en su sitio original. La ciudad estuvo bajo poder egipcio hasta el año 800 a. C.

Jaffa es mencionada en la Torá como una de las ciudades hebreas de la Tribu de Dan (una de las Tribus de Israel), y de allí el término «Gush Dan», que se utiliza hoy en día para la planicie costera. Muchos descendientes de Dan vivieron a lo largo de la costa y se ganaban la vida como marinos y navegantes. En la "Canción de Débora" la pitonisa pregunta: "דן למה יגור אוניות": "¿Por qué quieres Dan detenerme en buques?"

Tras la dominación cananea y filistea, el rey David y su hijo Salomón conquistaron Jaffa y utilizaron su puerto para llevar, desde la ciudad de Tiro, los cedros utilizados para la construcción del Primer Templo.(Crónicas II 2:16) La ciudad permaneció en manos de los judíos, incluso después de la división del Reino de Israel. En 701 a. C., en los días del Rey Ezequías (חזקיהו), Senaquerib, rey de Asiria, invadió la región de Jaffa.

También es el lugar donde el profeta Jonás se embarcó para Tarsis (Libro de Jonás 1:3) y fue el puerto de entrada para los cedros del Líbano para el Segundo Templo de Jerusalén (Libro de Esdras 3:7).

Después de un período de ocupación de babilónica, bajo el dominio del Imperio persa, Jaffa fue ocupada por los fenicios de Tiro. Derrotados por Alejandro Magno en el famoso asedio de Tiro, se especula que la ciudad conoció la dominación del Reino de Macedonia para luego ser controlada por el Imperio seléucida, aunque en permanente disputa por parte de la dinastía Dinastía Ptolemaica gobernante durante el período helenístico de Egipto.

Jaffa fue un puerto del Imperio seléucida que fue recobrada por los Macabeos (1 Macabeos 10,.76, 14,5). Durante la represión romana de la Gran Revuelta Judía, Jaffa fue capturada y quemada por Cestio Gallus. El historiador judío-fariseo Flavio Josefo escribió que ocho mil habitantes fueron masacrados. Los piratas que operaban desde el puerto reconstruido desataron la ira de Vespasiano, que arrasó la ciudad y erigió una ciudadela en su lugar, instalando una guarnición romana.

En el Nuevo Testamento se relata cómo Pedro resucitó a la creyente Tabitá (Dorcas, gr., que significa gacela) en Jope (Jaffa) y, posteriormente, cómo cerca de esta ciudad tiene una visión en la que Yahveh le dijo que no se debe distinguir entre judíos y gentiles, al tiempo que ordenaba la supresión de las restricciones de comida ritual (kosher) seguidas por los judíos.

Edad Media
Etapa bizantina

Como parte del plan de reordenación del Imperio romano, la ciudad pasó a ser parte del Imperio romano de Oriente. Bajo la administración de Bizancio, Jaffa es parte de la provincia Palestina Primera y continúa siendo un importante puerto. Durante este período creció sustancialmente la población cristiana en Jaffa, la cual se constituyó en una importante minoría hasta la guerra árabe-judía de 1948. El obispo de Jaffa, Fidus, participó en el Sínodo de Lydda (Lod) de 415 y en el Concilio de Éfeso de 431. Durante esta época la población cristiana de Jaffa usó el griego y el arameo, adoptando tras la expansión musulmana del siglo VII la lengua árabe, aunque no siempre el islam como religión.

Etapa islámica

Durante el reinado del califa Omar ibn al-Khattab los árabes, bajo la dirección de Amru bin al-As, conquistaron la ciudad en el año 636. En virtud de la nueva administración musulmana (los califatos omeyas, abasidas y fatimíes), un pequeño número de judíos pudo volver a la ciudad y vivir en ella hasta la llegada de los cruzados en el siglo XI. La nueva ciudad de Ramla se convirtió en la capital del distrito de Jund Filastin, sustituyendo a la antigua provincia romana y bizantina de Prima Palaestina, pasó a formar parte de la provincia de Siria, cuya capital se estableció en Damasco. Poco a poco, la población de Jaffa fue arabizándose hasta convertirse en una ciudad típicamente árabe, con un estilo arquitectónico muy definido (arquitectura arábiga), llegando a ser al final de la dominación otomana en el siglo XIX, y bajo el mandato británico en el siglo XX, el mayor centro urbano árabe en Palestina, con una población superior a Jerusalén, Gaza y Haifa.

Las Cruzadas y la conquista de Saladino

El asedio a Jaffa de Saladino.

Al tener Jaffa un nexo fundamental con Jerusalén y siendo puerta de entrada de la llamada Tierra Santa, la ciudad fue objetivo del mundo cristiano occidental durante las Cruzadas. Es así que Godofredo de Bouillón conquistó Jaffa en 1099, año en que se estableció el Reino de Jerusalén. Al año siguiente (1100) la ciudad-estado de Pisa, potencia marítima del momento que participó durante las cruzadas bloqueando el puerto de Jaffa y luego pertrechando a los ejércitos cruzados desde el mismo, realizó el nexo entre ambos puertos, Pisa y Jaffa, con vistas al peregrinaje de cristianos desde Europa a Jerusalén, también recientemente conquistado. El primado de Pisa, Dagoberto, pasó a dominar comercialmente de facto la ciudad de Jaffa luego de la muerte de Godofredo de Bouillón, a mediados de 1100.

El siguiente rey de Jerusalén, Balduino I, creó el condado de Jaffa, nombrando conde a Hugo de Le Puiset, quien pasó a llamarse Hugo I de Jaffa. Este período de autonomía vio su fin cuando el hijo del primer conde, Hugo II de Jaffa, fue acusado de mantener una relación amorosa con la Reina de Jerusalén, Mélisende, ya que el condado de Jaffa fue dividido y la ciudad fue anexada a los dominios reales. Si bien el cargo efectivo de conde de Jaffa desapareció, no lo hizo el título nobiliario, que fue ostentado a partir de ese momento por los reyes de Jerusalén, sobreviviendo incluso al fín del reino y manteniéndose como título hasta el año 1817.

La ciudad permaneció en manos cristianas hasta la decisiva batalla de los Cuernos de Hattin en 1187, en la que Saladino12 derrotó a los ejércitos del Reino de Jerusalén. En el mes de julio de ese mismo año, Jaffa pasó a ser parte de los dominios de Saladino por breve tiempo ya que en 1191 Ricardo Corazón de León, al mando de las fuerzas de la Tercera Cruzada, lo derrotó en la batalla de Arsuf recobrando, 3 días después (el 10 de septiembre de 1191) algunas posiciones de la costa mediterránea, entre ellas, Jaffa.

Al año siguiente, Saladino trató infructuosamente de volver a conquistar la ciudad. El 2 de septiembre de 1192 se firma el Tratado de Jaffa, que garantiza tres años de tregua entre las dos fuerzas enfrentadas, musulmanes y cristianos.

En 1196 el rey Enrique II de Champaña concede a la Orden Teutónica varias propiedades en Jaffa. Durante el mismo año, mientras acontecían los funerales del rey Enrique de Acre, el sultán ayubí de Damasco, Adel Malik, hermano de Saladino, reconquistó Jaffa masacrando 20 000 cruzados.
Luego de un período de zozobra seguido a la casi destrucción de la ciudad, es recuperada en 1228 por el emperador alemán y rey de Sicilia y Jerusalén, Federico II Hohenstaufen. El 18 de febrero de 1229, tras la reconquista cristiana, se logró llegar a un nuevo acuerdo de paz, firmado en Jaffa, entre las fuerzas árabes encabezadas por el sultán Malik al-Kamel de Egipto y las fuerzas cristianas del emperador alemán. Más tarde, en 1250, luego de ser liberado de su cautiverio en Egipto el Rey Luis IX de Francia junto con su esposa, Margarita de Provenza, quien construyó un monasterio y una iglesia en la ciudad.

Los mamelucos

En 1268 el sultán Baibars logra capturar la ciudad sin luchar tras sus victorias sobre los mongoles y los cruzados en Palestina. Con esto se inaugura el período de dominación sobre la ciudad del Egipto mameluco.

Luego de esta conquista, Baybars da muerte a una gran cantidad de personas, demuele casas y destruye las murallas de la ciudad. El siguiente siglo, el siglo XIV, ve a Jaffa servir como puerto para los peregrinos cristianos, pero la ciudad decae en todos los aspectos. Nuevamente en el año 1345 Jaffa vuelve a ser destruida a instancias de los sultanes mamelucos por el temor a que ésta sirva como base para una nueva cruzada.

La dominación otomana (1516-1918)

Después de la conquista de Palestina por el sultán otomano Selim I en 1516, Jaffa todavía conservaba una cierta importancia en el comercio de la región y como puerto de entrada para la peregrinación cristiana a la Tierra Santa. En el siglo XVII, en el año 1654 los monjes franciscanos abrieron un albergue, cerca del actual monasterio de Saint-Pierre. También fueron construidas, en esta época, varias iglesias, una mezquita y un albergue armenio. Al final del siglo Jaffa es una pequeña comunidad de 400 viviendas, sin los muros exteriores.

A mediados del siglo XVIII, bajo los auspicios del gobernador de Gaza, Radwan Bin Hussein, se inician los trabajos para la reconstrucción de la ciudad, con la esperanza de hacer más ganancias, creando condiciones más favorables para las comunidades cristianas y sus peregrinos. En esos años pasaron por el puerto de Jaffa, cerca de 4.000 peregrinos por año, en su mayoría cristianos, pero pocos judíos. Para esta última comunidad, en 1753 el rabino Yaakov Donama abre un albergue temporal.

Desde principios de siglo XVIII, Jaffa llegó a ocupar el lugar de Ramla como centro administrativo del distrito. En función de la división administrativa de los turcos otomanos, Palestina era entonces parte de Siria y ésta un vilayato del Imperio otomano.

A finales del siglo XVIII, sin embargo, Jaffa tiene un período tormentoso. En 1770 se produce una lucha interna entre el gobernador de Galilea, Umar al-Dahar y sus rivales Damasco, Líbano y Palestina. En 1772 su ejército llegó a las puertas de Jaffa, siendo detenido por Toukan Ahmed, hermano del gobernador de Nablus. A pesar del apoyo de la flota rusa, Dahar Umar logra ocupar Jaffa después de siete meses de asedio.

En 1776, Dahab Abu Muhammad, antiguo aliado mameluco de Dahar, sin embargo, pretende atacar desde Egipto, enfrentando una feroz resistencia al sur de Jaffa. Después de 66 días de asedio, el egipcio levanta el mismo proponiendo tratativas de paz. Mientras que las habitantes de Jaffa celebraban la "paz" conseguida, los mamelucos de Abu Dahab consiguen entrar en la ciudad. Lo que siguió fue un saqueo generalizado, seguido de la destrucción de casas y cultivos, llevándose a cabo masacres y ejecuciones varias.

Napoleón en Jaffa

A solo unos años de estar restaurada la ciudad, el 3 de marzo de 1799, Jaffa tiene que soportar el asedio y bombardeo del ejército francés a las órdenes de Napoleón. Después de conquistada, la ciudad fue saqueada, muchas mujeres violadas y el gobernador de Turquía, Abdullah, ejecutado. Bonaparte no quiere tener en cuenta la promesa de su hijo adoptivo Eugene de Beauharnais de salvar la vida de los cautivos, y ordena que la mayor parte de los presos turcos y albaneses -2440 según unas fuentes; 4100, según otras- [cita requerida] sean fusilados o apuñalados con bayonetas. Napoleón esperaba que la lamentable suerte de Jaffa intimidara a los defensores de las otras ciudades de Siria. Pero la noticia de estas atrocidades provocó una resistencia mayor.

Retorno al imperio Otomano

Estación de Tren de Jaffa en 1892.
En los años 1800 el poder en Jaffa fue tomado por los que habían resistido a Napoleón en Acre, Ahmed Pasha, el gobernador de origen bosnio de esta ciudad y permaneció en manos otomanas hasta el fin del imperio, luego de la derrota en la primera guerra mundial. En el siglo XIX, Jaffa era conocida por su industria de jabón. La industria moderna surgió a finales de 1880.13 Desde la década de 1880, los bienes raíces se convirtieron en una importante rama de la economía local. La mayoría de los periódicos y libros impresos en Palestina se han publicado en Jaffa. La industria de cítricos comenzó a florecer en el último cuarto del siglo XIX. Hasta mediados de ese siglo, los naranjales de Jaffa eran principalmente propiedad de árabes, que empleaban métodos tradicionales de la agricultura.14

Bajo el Mandato Británico

Entre los años 1917 y 1920, hubo miles de residentes judíos en Jaffa. Una ola de pogromos árabes durante 1920 y 1921 provocó que muchos optaran por huir y reasentarse en Tel Aviv. Los disturbios de 1921 (conocidos como Meoraot Tarpa por los judíos) comenzaron con un desfile del Día del Trabajador. Los rebeldes árabes atacaron a los habitantes judíos y sus edificios, incluidos los residentes de "La Casa de los Inmigrantes", y asesinaron al escritor Yosef Haim Brenner.

En 1921 el rabino Kook se trasladó a Jerusalén, cuando fue nombrado como el primer rabino askenazí del Mandato Británico, y se lo sigue considerando como el primer rabino jefe en Israel.
A finales de 1922 en Jaffa había 32.000 habitantes mientras que en Tel Aviv solo 15.000. Sin embargo, en 1927, Tel Aviv tenía ya 38.000. Los judíos de Jaffa vivían en las afueras de Jaffa, cerca de Tel Aviv. Durante los años 30 entre ambas ciudades había una población de 80.000 habitantes. En 1945, los árabes plantaron 146.316 dunams (146 km²) de cítricos, mientras que los judíos, 66.403 dunams (66 km²).

Durante las revueltas árabes en el Mandato Británico (1936-1939) la ciudad sufrió grandes daños económicos y de infraestructura. Los combates urbanos entre las fuerzas británicas y los árabes destruyeron muchas calles. Los británicos en represalia demolieron numerosas casas pertenecientes a la población árabe. Los ciudadanos judíos y británicos trasladaron sus empresas fuera de Jaffa. Como reacción a la huelga de los trabajadores árabes en el puerto, los judíos construyeron el puerto de Tel Aviv, que causó una disminución de ingresos para la ciudad de Jaffa.

En 1945 Jaffa tenía una población de 101.580 habitantes; de los cuales 53.930 eran musulmanes, 30.820 eran judíos y 16.800 eran cristianos.

Motín árabe de Jaffa

El 1 de mayo de 1921 el «Partido Comunista Judío» celebró un desfile en Jaffa para conmemorar el Día de los Trabajadores. El partido había distribuido folletos en árabe e yiddish durante la noche anterior, donde se pedía derrocar el dominio británico. La mañana del desfile, uno de los altos oficiales de policía de Jaffa, Toufiq Bey Al Said, visitó la sede del partido para advertir a los 60 miembros presentes para no marchar.15

Un gran desfile también había sido organizado en Tel Aviv por el rival socialista, Unidad Trabajadora, con autorización oficial. Cuando se reunieron las dos procesiones, una pelea estalló, y la policía palestina persiguió a los comunistas de Jaffa; al escuchar los combates, los habitantes árabes de Jaffa pasaron a la ofensiva.15

Docenas de británicos, árabes y judíos testigos informaron de que muchos de los hombres árabes con cuchillos, espadas y pistolas irrumpieron en edificios de los judíos y mataron a sus habitantes, mientras que las mujeres realizaban los saqueos. Atacaron a peatones judíos y destruyeron casas y tiendas de judíos. También golpeaban y asesinaban a los judíos en sus hogares, incluidos los niños, y en algunos casos se les abrió el cráneo a las víctimas.15

Un albergue para inmigrantes, dirigido por la Comisión Sionista, con un centenar de personas que habían llegado en los últimos días, fue atacado por la multitud con lanzamiento de piedras seguidas de bombas y disparos de armas de fuego. Al ver llegar a la policía hubo un alivio temporal entre los residentes, pero desapareció cuando se hizo evidente que los disparos de los policías no eran para dispersar a la multitud sino que en realidad eran destinados a la construcción. En el patio un inmigrante fue fusilado por un policía, y otros fueron apuñalados y golpeados con palos. Cinco mujeres fueron víctimas de disparos de los policías, otras tres lograron escapar. A otras dos mujeres, los policías las acorralaron e intentaron violarlas, pero lograron escapar a pesar de sus disparos. Una niña de 14 años y algunos hombres lograron escapar del edificio, pero cada uno fue a su vez perseguido y muerto a golpes con barras de hierro o de palos de madera.15

Algunos árabes defendieron a los judíos y les concedieron refugio en sus hogares, muchos testigos identificaron a sus agresores y asesinos como sus vecinos. Varios testigos dijeron que habían participado policías árabes. Resultaron asesinados 45 judíos y otros 146 judíos fueron heridos, mientras que las bajas árabes fueron de 48 muertos y 73 heridos y se debieron a enfrentamientos con las fuerzas británicas al intentar restablecer el orden.15

Miles de residentes judíos de Jaffa huyeron a Tel Aviv y se alojaron en tiendas de campaña en la playa. Tel Aviv que era dependiente de Jaffa se convirtió en una nueva ciudad, debido en gran parte a los disturbios ocurridos en Jaffa.15

El escritor y co-editor del periódico Kuntress, Yosef Haim Brenner fue una de las víctimas mortales de los disturbios. El oficial Toufiq Bey Al Said, quien renunció a la policía de Jaffa, recibió un disparo en la calle; su muerte fue adjudicada a los veteranos de Hashomer en retribución por el asesinato de Brenner.15

Guerra árabe-israelí de 1948

En 1947, antes de la guerra árabe-israelí de 1948, una Comisión Especial de la ONU sobre el mandato recomendó que Jaffa forme parte del previsto Estado Judío. Finalmente, debido a la gran mayoría árabe, fue designado como un enclave árabe en el futuro Estado judío en el Plan de Partición Naciones Unidas de 1947.

Los árabes rechazaron el plan y el 30 de noviembre de 1947, al día siguiente a la aprobación de la Plan de partición de Palestina de la ONU, siete judíos fueron asesinados por los árabes en tres incidentes por separado:16 a las 8 de la mañana, en lo que llegó a ser visto como los disparos de la apertura de la Guerra del 1948, tres árabes atacaron a un autobús que se dirigía de Netanya a Jerusalén, matando a cinco pasajeros judíos. Media hora más tarde un segundo ataque dejó otro autobús con pasajeros judíos muertos. Más tarde un hombre judío de 25 años fue muerto a tiros en Jaffa. En Jerusalén, el Comité Superior Árabe pidió tres días de huelga general.

Desde el inicio de la huelga en adelante, árabes y judíos entraron en una escalada de enfrentamientos. El corresponsal en Jerusalén de The Times estimó que por lo menos unas 130 personas habían muerto, "de los cuales, alrededor de 70 son judíos, 50 árabes, y el resto tres soldados británicos y un agente de policía británico ".

El 25 de abril de 1948, el Irgún lanzó una ofensiva en Jaffa, entonces la mayor ciudad árabe del Mandato Británico de Palestina. Unidades de la Haganá tomaron la ciudad el 14 de mayo, que estaba pobremente defendida por algunos efectivos del Ejército de Liberación Árabe y una cincuentena de voluntarios musulmanes yugoslavos, así como también muchos palestinos alemanes de las colonias alemanas cerca de Jaffa y algunos voluntarios italianos. La mayor parte de su población, unas 50.000 personas, huyeron en barcos y botes hacia Gaza (entonces en poder de Egipto) y el Líbano.17 Entre la mitad y los dos tercios de los habitantes de ciudades como Haifa o Jaffa habían abandonado sus hogares antes de los que los judíos irrumpieran en esas ciudades a finales de abril de 1948.18 Como al resto de personas desplazadas durante la guerra, las autoridades de Israel no les permitieron nunca regresar a sus hogares.

Para recordar a los soldados judíos que murieron en la batalla de Jaffa, se creó en la ciudad el "Jardín de la Conquista".

Jaffa en la actualidad

En los años que siguieron al final de la Guerra de la Independencia de Israel hubo una inmigración masiva de judíos provenientes de Bulgaria, Marruecos, Rumania, Irak, Yemen, Irán, Siria, Líbano, Egipto, Libia, Túnez y otros países, que se repartieron por todo Israel, incluida Jaffa. Gravemente dañado durante la revuelta árabe y la guerra de 1948, el barrio de Ajami fue convirtiéndose poco a poco en un barrio de tugurios. Jaffa en esos días tenía la reputación de «ciudad del crimen».

En 1954, Jaffa se convirtió en parte de la municipalidad de Tel Aviv, y desde entonces ambas ciudades se conocen como «Tel Aviv-Yafo». Actualmente, el barrio de la Ciudad Antigua de Jaffa está siendo renovado, y está habitado principalmente por artistas y otros elementos de gentrificación.

Según algunos, como parte de la reforma, se trasladarían a unas 500 familias árabes —los habitantes más antiguos de los barrios de Al-Ajami y Givat Aliya— del centro, en lo que los representantes de los afectados han calificado este traslado como un «intento de judaizar Jaffa».

Las autoridades israelíes sostienen que el motivo de estos traslados es que estas familias han invadido propiedades y han realizado construcciones ilegales. Al mismo tiempo se los invitó a presentarse a las dependencias de Amidar (organismo de la vivienda) para demostrar que tienen derecho a la propiedad, mediante la presentación de los títulos de propiedad. Concluyendo que «Los reclamos de que se trata de una transferencia son demagógicos. Ninguna persona será desalojada sin una orden judicial» y que «se rechaza con desprecio el intento demagógico por utilizar los acontecimientos de la Guerra de la Independencia para proteger a los que violan la ley».19

El moderno Jaffa tiene una heterogénea población con judíos, cristianos y musulmanes, y posee una importante atracción turística con una excitante combinación de antiguas, nuevas y restauradas arquitecturas. Ofrece galerías de arte, teatros, tiendas de recuerdos, restaurantes, cafés, tiendas de compras y una gran variedad centros de cultura, entretenimiento y alimentación.

Resumiendo

Ciudad de una larga y rica historia, hoy casi ha desaparecido por obra y gracia de la construcción de la nueva ciudad de Tel Aviv de la que es un suburbio, aunque conserva todo el sabor medieval en sus callejuelas y edificaciones, sobre todo en los alrededores del puerto y en torno a la Iglesia de San Pedro.

El puerto de Jaffa fue el principal puerto del Mediterráneo desde la antigüedad hasta el año 1948 en que nace el nuevo estado de Israel y comienza a imponerse el puerto de Haifa. Parece ser que en el puerto de Jaffa se descargaron las maderas procedentes del Líbano para la construcción del templo de Jerusalén por Salomón.

De este puerto salió Jonás rumbo a Nínive.

Hasta Jaffa llegaban los peregrinos cristianos procedentes del occidente durante muchos siglos y allí se reembarcaban a sus lugares de origen.

Referencias bíblicas:
- Aquí se embarca Jonás para ir a Tarsis (Jonás 1,3).
- Desembarcan las maderas para la construcción del templo (1Reg 15,9).
- Pedro vive en casa de Simón el curtidor (Hch 9,43; 10,6).
- Pedro resucita a Tabita (Hch 9,36-43).
- Visión de Pedro sobre los alimentos puros e impuros (Hch 10,1ss).