jueves, 24 de marzo de 2016

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO DE RESURRECCIÓN CICLO C - 27 MARZO 2016

EL NACIMIENTO DE NUESTRA FE



ORACION COLECTA

Señor Dios, que en este día nos has abierto las puertas de la vida por medio de tu hijo, vencedor de la muerte, concede a los que celebramos la solemnidad de la Resurrección de Jesucristo, ser renovados por tu Espíritu, para resucitar en el reino de la luz y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero.
 Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.».

SALMO RESPONSORIAL (117)

Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo

Den gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré para contar
las hazañas del Señor. R.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3,1-4

Ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspiren a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque han muerto, y su vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también ustedes aparecerán, juntamente con él, en gloria.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 20,1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro.
Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

COMENTARIO

Los cuatro evangelistas, empiezan de la misma forma su último capítulo, el de la resurrección: “El primer día de la semana”. En el amanecer de aquel primer día nace la fe pascual, nuestra fe. Al principio fue tan sólo una conmoción en la sombra (“Aún estaba oscuro”, indica Juan, el evangelista preciso y buscador de símbolos); luego una agitación de amor, Juan el “discípulo preferido de Jesús”, se preocupa de subrayar debidamente la presencia de otra preferida, María Magdalena: la fe y el amor están estrechamente ligados entre sí. Al llegar al final de los cuatro evangelios, si hay algo claro para nosotros es precisamente la certeza de que toda nuestra vida se basa en ese binomio fe-amor. María ve la losa quitada, corre a avisar a Pedro y a Juan y les dice algo tan terrible a propósito de Jesús que la idea de muerte se hace aún más pesada: “No sé dónde lo han puesto”. No piensa más que en un cadáver, en un objeto.
Pedro y Juan van corriendo y descubren los primeros signos de “otra cosa”: el sepulcro vacío, el sudario y las vendas cuidadosamente enrolladas.
Pedro sigue todavía perplejo (“asombrado”, dirá Lucas siempre mesurado). Más intuitivo que Pedro, Juan da el inmenso paso de la fe: “Vio y creyó”. El evangelista insiste en este fantástico “creyó” que en adelante va a separar dos mundos, el de antes y el de después de la resurrección: “Hasta entonces no habían entendido lo que dice la Escritura: que tenía que resucitar de la muerte”. Ver, comprender, creer son las palabras-clave del nacimiento de nuestra fe.
El evangelista dice de sí mismo: “Vio y creyó”. Y contará que María dijo: “¡He visto!”. Luego los discípulos “ven” y finalmente Tomás vio y creyó. Pero el resucitado proclama entonces la gran  bienaventuranza: “Dichosos los que creen sin haber visto”. Esa es la oportunidad que  se nos ofrece; un largo río de fe nos vincula a aquella mañana de la resurrección.
La fe no es una meditación sobre Dios, sino un don de Dios que nos abre a lo que los primeros creyentes vieron y comprendieron: el sepulcro vacío,   las   apariciones  de Jesús resucitado, el testimonio de la Escritura.
Un don de Dios, pero una batalla de hombre. Desde el principio, la fe tuvo que desprenderse de la sombra, de las vacilaciones y de la torpeza en comprender. “No sé”, dice María Magdalena: esa es la primera palabra de la mañana de la fe. “No habían comprendido”, suspirará Juan; y Jesús se quejará también de los peregrinos de Emaús: “¿No comprenden? ¡Qué lento son para creer!”.
La mayor parte de nosotros hemos recibido fácilmente la fe y nos hemos quedado en la facilidad pasiva. “Desde luego yo soy cristiano y hasta practicante”. Pero el aire que respiramos es mortal para nuestras creencias y nuestra práctica. Creer en la resurrección  exige un cultivo de la fe. Muchos padres se desalientan por el abandono de sus hijos y preguntan cómo pueden transmitirles mejor la fe. La primera  respuesta es una cuestión: ¿qué fuerza de fe, que inteligencia de la fe tenemos nosotros para transmitírsela a ellos?.
Una reflexión sobre este punto nos infundirá quizás el deseo de conocer mejor la Biblia y de seguir la puesta al día de la fe en las enseñanzas de la iglesia. Esa fe sigue siendo ciertamente la fe de la mañana de pascua, pero no cesa de enriquecerse con las formas de vivirla en culturas diferentes. No basta con cantar (“¡Cristo ha resucitado!”, es preciso advertir todas las consecuencias que esto lleva consigo en el mundo entero y en nuestra  propia vida.

PLEGARIA UNIVERSAL

El sepulcro vacío nos llena de alegría, nuestra Pascua inmolada ha sido semilla de eternidad. A ti Padre, que has resucitado a Cristo, te pedimos: Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

1.- Por el Papa Francisco,  los obispos, los sacerdotes y el pueblo fiel, para que esta luz que hoy nace del sepulcro vacío llene y guie sus corazones.  Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

2.- Por todas las naciones de la tierra, para que acojan la Palabra de Vida, que hoy celebramos resucitado de entre los muertos. Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

3.- Por los enfermos, los pobres, los necesitados, para que encuentren en la Iglesia una mano siempre dispuesta a ayudarles. Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

4.- Por todos los que en este tiempo de Pascua recibirán la primera Comunión, la Confirmación o el Bautismo, para que estos sacramentos les ayuden en su caminar a la luz de Cristo resucitado. Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

5.- Por todos nosotros que hemos contemplado en esta mañana la victoria de nuestro Dios sobre la muerte, para que vivamos siempre guiados por la luz de la Resurrección. Danos la luz y la alegría de la resurrección, Señor.

Padre del Cielo, haz que tu pueblo experimente el gozo de este día durante todo el caminar en eta tierra y así dirija sus pasos hacia ti. Te lo pedimos por tu Hijo, nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Rebosantes de gozo pascual, celebramos, Señor estos sacramentos en los que tan maravillosamente ha renacido y se alimenta tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Protege, Señor, a tu Iglesia con amor paternal, para que renovada por los sacramentos pascuales, llegue a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes: Hch. 2, 14.22-33; Sal 15; Mt. 28, 8-15.
Martes: Hch. 2, 36-41;  Sal 32; Jn. 20, 11-18.
Miércoles: Hch. 3, 1-10; Sal 104; Lc. 24, 13-55.
Jueves: Hch. 3, 11-26; Sal 8; Lc. 24, 35-48.
Viernes: Hch. 4, 1-12; Sal 117; Jn. 21, 1-14.
Sábado: Hch. 4, 13-21; Sal 117; Mc. 16, 9-15.
Domingo: Hech. 5, 12-16; Sal 117; Ap. 1,9-11ª.12-13.17-19; Jn. 20, 19-31.


 COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 20. 1-9

1.- "El había de resucitar de entre los muertos"
También en los relatos pascuales el evangelio de Juan presenta notables diferencias respecto a los evangelios sinópticos, si bien es probable que parta de tradiciones comunes, que, no obstante, han pasado por la criba de la teología propia del círculo juánico.
En las palabras de María Magdalena resuena probablemente la controversia con la sinagoga judía, que acusaban a los discípulos de haber robado el cuerpo de Jesús para así poder afirmar su resurrección. Los discípulos no se han llevado el cuerpo de Jesús. Más aún, al encontrar doblados y en su sitio la sábana y el sudario, queda claro que no ha habido robo.
La carrera de los dos discípulos puede hacer pensar en un cierto enfrentamiento, en un problema de competencia entre ambos. De hecho, se nota un cierto tira y afloja: "El otro discípulo" llega antes que Pedro al sepulcro, pero le cede la prioridad de entrar. Pedro entra y ve la situación, pero es el otro discípulo quien "ve y cree".
Seguramente que "el otro discípulo" es "aquel que Jesús amaba", que el evangelio de Juan presenta como modelo del verdadero creyente. De hecho, este discípulo, contrariamente a lo que hará Tomás, cree sin haber visto a Jesús. Sólo lo poco que ha visto en el sepulcro le permite entender lo que anunciaban las Escrituras: que Jesús no sería vencido por la muerte.
JOSEP Mª GRANÉ MISA DOMINICAL 1993, nº 6



Algo, sin embargo, me parece importante destacar a propósito del discípulo a quien Jesús quiere y que nunca tiene nombre propio.
Esta falta de nombre no parece obedecer a un recuerdo de modestia del autor para evitar referirse a sí mismo (interpretación anecdótica), sino a la intención del autor de englobar a todos y cada uno de los creyentes en Jesús, incluidos los que no han conocido a Jesús según la carne, como diría Pablo. Por eso este discípulo no puede tener un único nombre propio. Su nombre es el tuyo y el mío, que este día de Pascua creemos en Jesús resucitado y experimentamos en nosotros el amor de Jesús resucitado.
B.   BENITO
A.   DABAR 1988, 23
B.    


4.- Texto. María hace una constatación en el sepulcro y comunica su interpretación a dos discípulos (vs, 1-2). Los dos discípulos inspeccionan por separado el sepulcro, llegando a conclusiones distintas (vs, 3-8). Comentario editorial explicando el presupuesto desde el que se había llevado a cabo la inspección (v. 9).
Pre-texto. Isaías 26, 19-21: "¡Vivirán tus muertos, tus cadáveres se alzarán, despertarán jubilosos los que habitan en el polvo! Porque tu rocío es rocío de luz y la tierra de las sombras parirá. Anda, pueblo mío, entra en los aposentos y cierra la puerta por dentro: escóndete un breve instante mientras pasa la cólera. Porque el Señor va a salir de su morada para castigar la culpa de los habitantes de la tierra: la tierra descubrirá la sangre derramada y no ocultará más a sus muertos".
Sentido del texto. María va al sepulcro poseída por la falsa concepción de la muerte; cree que la muerte ha triunfado; busca a Jesús como un cadáver. Su reacción, al llegar, es de alarma y va a avisar a Simón Pedro (símbolo de la autoridad) y al discípulo a quien quería Jesús (símbolo de la comunidad). Las dos veces que hasta ahora han aparecido juntos ambos (cfr. Jn. 13, 23-25; 18, 15-18), el autor ha establecido una oposición entre ellos dando la ventaja al segundo. Es lo mismo que vuelve a hacer en este relato y que volverá a hacer en 21, 7. El discípulo amado llega antes (v. 4) y cree (v. 8); Pedro, en cambio, llega más tarde (v. 6) y de él no dice que creyera. Correr (CORRER/SIMBOLO) más de prisa es imagen plástica para significar tener experiencia del amor de Jesús.
Pedro no concibe aún la muerte como muestra de amor y fuente de vida. En el atrio del sumo sacerdote había fracasado en su seguimiento de Jesús (cfr. Jn. 18, 17. 25-27); el otro discípulo, en cambio, siguió a Jesús (cfr. Jn. 19, 26). De esta manera, puede ahora marcar el camino a la autoridad en la tarea, común a ambas, de discernir a Jesús y encontrarse con él; corriendo tras la comunidad es como podrá la autoridad alcanzar su meta. Ambas, autoridad (Pedro) y la comunidad (discípulo amado) habían partido de la misma no-inteligencia, de la misma obscuridad, del mismo sepulcro. Ni Pedro ni el otro discípulo habían entendido, cuando partieron, el texto de Is. 26, 19-21. Pero el otro discípulo, al ver, creyó, captó el sentido del texto: la muerte física no podía interrumpir la vida de Jesús, cuyo amor hasta el final ha manifestado la fuerza de Dios.
DABAR 1983 23



5. CZ/TRONO.
Contexto. Jesús ya ha transmitido el espíritu (cfr. Jn. 19, 30). De ahí que el que no nazca de arriba no puede ser del Reino (cfr. Jn. 3, 3). Arriba es la cruz. El espíritu es el amor capaz de dejarse matar por los demás. En el cuarto evangelio la cruz es trono y gloria: es la hora del triunfo de Jesús, pues pone de manifiesto quién es Jesús. La cruz expresa un estilo, un talante de vivir y de ser.
Sentido del texto. Este estilo, este talante, son una tarea ardua y difícil, pues pasa inevitablemente por la experiencia aniquiladora del que vive ese espíritu. En el relato de Juan, María Magdalena adquiere la función de recordar y hacer viva esta experiencia: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde lo han puesto". En el relato de Juan no hay ángeles ni mensajes pascuales. Para Juan, el mensaje pascual y el triunfo de Jesús están en la cruz. La resurrección de Jesús es su amor a prueba de la propia vida. Es este amor el que ha roto la muerte, porque, al amar al máximo, Jesús se ha encontrado con la potencia viva del Padre, que es sólo amor. Esto requiere un gran esfuerzo de credibilidad (fe), porque es un desafío a las reglas elementales de lo empírico.
De los dos personajes que corren al sepulcro en el relato, sólo uno rompe el reto de lo empírico. El discípulo amado "vio y creyó" (v. 9). Una vez más, Pedro no capta la situación. De él sólo se dice que vio, pero no que creyó. Pedro todavía no ha entendido que vivir es amar. Pedro todavía no posee el espíritu que Jesús transmite. No lo poseerá hasta más adelante (cap. 21) y entonces sólo gracias a este discípulo amado que le ayudará en la ardua y difícil tarea de creer (cfr. Jn. 21, 7). De ser cierto lo que fundadamente dicen algunos exégetas de que el discípulo amado simboliza en el cuarto evangelio a la comunidad cristiana, habrá que restituir hoy para la comunidad cristiana el protagonismo que el autor del cuarto evangelio quiso darle.
DABAR 1981, 23



6.- María ha visto que el sepulcro está abierto y corre adonde están los discípulos, pero sólo puede hacer una banal constatación: "Se han llevado del sepulcro al Señor". María piensa en ladrones de cadáveres. Es verdad que aún no ha despertado del todo y no es un modelo de creyente: a pesar de lo cual, para los tiempos venideros será la iniciadora, la que presintió las secretas promesas del cuerpo sin vida que ella tanto amó.
Pero aún le queda camino por recorrer. Primero necesita escuchar el testimonio oficial de la Iglesia, el que da Pedro y para el que el príncipe de los apóstoles reunió todas las pruebas: las vendas por el suelo, y en un lugar aparte, el sudario cuidadosamente doblado. Son unas pruebas silenciosas, pero ¿acaso no es el tiempo de recogimiento, en que cada objeto adquiere el valor de signo visible que remite a lo invisible? La ausencia del cuerpo no es, ciertamente, la prueba de la resurrección; es el indicio de que el poder glorificador del Espíritu no ha olvidado el cuerpo.
Juan es el último en llegar al final del camino. Ve las vendas, pero no las hace caso. En efecto, su mirada se ha vuelto ya hacia el interior; si revuelve algo, es en sus recuerdos y en su corazón. El vino de las bodas, el templo purificado, Lázaro...
Otros tantos presentimientos de lo posible, de un insospechado orden de las cosas. Un sepulcro abierto y unas vendas, una mujer y dos hombres para interpretar... Todo es ordinario y cotidiano, pero todo tiene valor de signo. "Vio y creyó"
DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 83 s.