viernes, 8 de febrero de 2013

LECTURAS Y COMENTARIO DEL V DOMINGO CICLO C - 10 FEBRERO 2013


TÚ SERÁS PESCADOR DE HOMBRES


 PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 6,1-2a.3-8:

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: «¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!» Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. 
Yo dije: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.» Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: «Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.» Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?» Contesté: «Aquí estoy, mándame.».

SALMO RESPONSORIAL (Sal 137)

Delante de los ángeles tocaré para ti, Señor

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R.

Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, 
porque tu promesa supera a tu fama; 
cuando te invoqué, me escuchaste, 
acreciste el valor en mi alma. R.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, 
al escuchar el oráculo de tu boca; 
canten los caminos del Señor, 
porque la gloria del Señor es grande. R.

Tu derecha me salva. 
El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna, 
no abandones la obra de tus manos. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios 15,1-11:

Les  recuerdo, hermanos, el Evangelio que les proclamé y que ustedes aceptaron, y en el que están fundados, y que les está salvando, si es que conservan el Evangelio que les proclamé; de lo contrario, se ha malogrado su adhesión a la fe. Porque lo primero que yo les transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5,1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.  Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.».
Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» . Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.  Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

COMENTARIO

Un pequeño lago, una ensenada, un joven predicador, unos cuantos pescadores sin especial instrucción: así comienza la  aventura de la iglesia que Lucas se encarga de relatar. Al describir estos comienzos, ve la primera pesca realizarse en el mundo pagano, los comienzos de la iglesia fuera de Palestina. Y nosotros, ¿cómo no pensar en la inmensa muchedumbre de creyentes? Pero pensamos también en los muchos que están esperando pescadores. Este evangelio va dirigido a cada uno de nosotros, incluso ese famoso versículo que dice: “desde ahora, serás pescador de hombres”. Palabras que han impresionado a muchos adolescentes que se han hecho sacerdotes y misioneros.
Al inaugurar la inmensa pesca apostólica, Jesús lanza una advertencia que nunca deberíamos olvidar: sin mí, sus redes saldrán vacías. Esta verdad fundamental no acaba de verse bien a los veinte años. Una vez comprometidos en la misión de apóstol, se pasan días y noches sin trabajar suficientemente con Jesús. Se deja la oración, se descuida la vida sacramental se hacen cosas, se agita uno y un día se empieza a desfondar el espíritu: me estoy reventando por nada. Él, el carpintero y hombre de una región agrícola, les da consejos a los profesionales de la pesca, a unos hombres agotados por toda una noche de esfuerzos inútiles. Los profesionales del apostolado se reconocerán en esta escena. Vaciados por esfuerzos totalmente inútiles, sienten la tentación de rechazar la idea de entregarse a Jesús es decir a la oración.
Y creo que todo cristiano, en su apostolado más restringido y más informal, siente igualmente ganas de bajar los brazos o de buscar otras técnicas más bien que la de ponerse a rezar. Sin embargo, sólo la oración nos devolverá el impulso de Pedro. Carpintero o no, Jesús lo había subyugado: “Ya que lo dices tú, echaré las redes”. Nosotros no sacaremos las redes llenas ni arrastraremos barcas pesadas; no estamos ya en la época en que Jesús recurría al milagro para robustecer una confianza que acababa de nacer. Pero sabemos, por las grandes pescas misioneras, lo que los hombres han podido hacer con Jesús.
Tenemos los Hechos de los apóstoles, los relatos misioneros y todas las vidas de los santos para reavivar nuestra confianza. Sólo ella puede hacer de nosotros apóstoles que bregan, pero que le miran. Ya que lo dice tú, echaré las redes ¡Y hasta el fondo!.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez