viernes, 15 de marzo de 2013

LECTURAS Y COMENTARIO DEL V DOMINGO CUARESMA CICLO C - 17 MARZO 2013


¿TIRAR LA PRIMERA PIEDRA?



PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 43,16-21

Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. No recuerden lo de antaño, no piensen en lo antiguo; miren que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notan?. Abriré  un  camino por el desierto, ríos en el yermo. Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi  pueblo, de  mi  escogido, el  pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL (Sal 125 )

El Señor ha estado grande con nosotros,
 y estamos alegres

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R..

Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3,8-14

Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

Palabra de Dios

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 8,1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.»
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.».

Palabra del Señor

COMENTARIO

Jesús está hablando tranquilamente, como suele hacerlo cuando tiene ante él a un grupo de corazones sencillos que le escuchan en silencio fascinados por su palabra.  Los escribas y fariseos rompen esta paz y con unas pocas palabras logran suscitar un huracán: odio a Jesús, desprecio por aquella mujer a la que han sorprendido en adulterio y ni siquiera dirigen la palabra. ¿Acaso vale la pena?.
La echan por tierra como si fuera un objeto; sólo les sirve para tender una trampa al joven maestro: ¡que escoja entre la bondad y la ley!.
Silencio de Jesús. Se inclina, traza maquinalmente unos rasgos en el suelo, reflexiona, interioriza, obliga a los demás a interiorizar. Para él, todo tiene importancia; aquella mujer, aquellos hombres, la ley. Respeta la ley, pero no la ve como algo estático que inmovilice los pensamientos y los corazones. No se trata de elegir entre la bondad y la ley; eso es un falso problema. Jesús se pregunta como, a partir de la ley, podría cambiar un poco aquellos corazones endurecidos; desea ponerlos en movimiento.  Dice una palabra y el silencio cambia. Silencio pesado en el que cada uno se encara consigo mismo. Recuerda la ley: “El testigo debe ser el primero en tirar la piedra”.  Pero recuerda además el espíritu de la ley. Está hecha para extirpar el pecado, el del otro... ¡y el nuestro! “¿Quién eres tú, el que quiere luchar contra el pecado? ¿No tienes tú pecados?”. Y se van. La  mujer   queda  libre,  pero  no  huye. Aquel rabino le abre un mundo nuevo. Se siente   muy  lejos  de  su  miedo,  del odio de los demás, del conflicto que siempre nace entre ella y los hombres. Nunca había sido así: interior, pacífica, pura, porque adivina muy bien que está ante la pureza infinita. El es sin pecado.
Podría aplastarla o desecharla con desprecio o con disgusto. Inexplicablemente ella se siente amada, como nunca lo había sido, por alguien que la acepta tal como es, pero queriéndola mejor, seguro de que puede ser mejor. Diálogo pudoroso que deja intacto el silencio.
Ella comprende que con él hay que escuchar. “No te condeno. Vete, pero no peques más”. Todo está dicho. Ni la ley, ni las conveniencias sociales, ni el miedo pueden hacerla cambiar como aquella voz a la vez tan firme y tan buena. No cabe complicidad con el pecado. “No peques más”.
Pero un amor tan grande la crea de nuevo.
Podemos mirar a Jesús en este momento para aprender de él a condenar con claridad un pecado sin aplastar al culpable, dándole por el contrario todo tipo de oportunidades, recreándolo.  Pero no hemos de ponernos demasiado pronto en el sitio de Jesús. Somos nosotros esa acusada y con frecuencia somos también los acusadores.
Dejemos que el silencio de Jesús nos penetre para   recibir  profundamente  sus palabras  de juez que nos ama: “Tú querías  condenar el pecado  y  ahora  estás mirando  tu corazón.  No te condeno, pero quiero que salgas de ahí. No peque más”, dejarse cambiar, no por la ley o la moral o el miedo, sino por el amor de Jesús.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 18: Dn 13, 1-9.15-17.19-30.33-62; Sal 22; Jn 8, 1-11.
Martes 19: San José, esposo de la Virgen María y patrono del Perú – Solemnidad. 2S, 4-5ª.12-14ª.16; Sal 88; Rm 4, 13.16-18.22; Mt 1, 16.18-21.24ª. (o bien Lc 2, 41-51ª.
Miércoles 20: Dn 3, 14-20.91-92.95; Sal; Dn 3, 52-56; Jn 8, 31-42.
Jueves 21:  Gn  17, 3-9;  Sal  104;  Jn 8, 51-59.
Viernes 22: Jr 20, 10-13; Sal 17;  Jn 10, 31-42.
Sábado 23: Ez 37, 21-28; Sal: Jr 31, 10-13; Jn 11, 45-57.
Domingo 24: Domingo de Ramos Is 50, 4-7; Sal 21; Flp 2, 6-11; Lc 22, 14—23, 56.