“¡VEN ESPIRITU
SANTO!”
ORACION COLECTA
Oh Dios, que por el misterio de
Pentecostés santificas a tu Iglesia,
extendida por todas las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todo
los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus
fieles aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la
predicación evangélica. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos
de los Apóstoles 2,1-11
Al llegar el día de Pentecostés,
estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como
de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron
aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de
cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas
extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban
entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír
el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía
hablar en su propio idioma.
Enormemente sorprendidos,
preguntaban: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo
es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay
partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el
Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que
limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos;
también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas
de Dios en nuestra propia lengua.».
SALMO
RESPONSORIAL (103)
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la
tierra
Bendice,
alma mía, al Señor:
¡Dios
mío, qué grande eres!.
Cuántas
son tus obras, Señor;
la
tierra está llena de tus criaturas. R.
Les
retiras el aliento, y expiran
y
vuelven a ser polvo;
envías
tu aliento, y los creas,
y
repueblas la faz de la tierra. R.
Gloria
a Dios para siempre,
goce
el Señor con sus obras.
Que
le sea agradable mi poema,
y yo
me alegraré con el Señor. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a los Corintios 12,3b-7.12-13
Nadie puede decir:
«Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de
dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo
Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en
todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque lo
mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del
cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos
nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo
Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 20,19-23
Al
anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en
una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró
Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a ustedes.»
Y,
diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron
de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el Padre me ha
enviado, así también les envío yo.».
Y,
dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu
Santo; a quienes les perdonados los pecados, les quedan perdonados; a quienes
se los retengan, les quedan retenidos.».
COMENTARIO
Los discípulos tienen miedo a los judíos y se encierran en una casa.
Allí permanecen hasta que la fuerza del Espíritu, como un viento impetuoso, los
eche a la calle y los disperse por toda la tierra. También nosotros, no obstante creer que Jesús
ha resucitado, seguimos teniendo miedo. Sobre todo, miedo a la vida y a la
libertad. Se nos ha educado en el miedo. Se nos ha dicho muchas veces que la
vida es un peligro, y nos hemos olvidado que el mayor peligro es renunciar a la vida... por miedo. Contra el miedo que guarda la ropa e inventa
sistemas de seguridad, Jesús nos ofrece la paz verdadera en medio de los peligros
del camino y aún en medio de las persecuciones.
Nos ofrece la paz de los testigos, la paz y el coraje del que predica el
evangelio y confiesa que el mundo no puede dar. Jesús les muestra las llagas
para que comprueben que es él mismo, el que fue crucificado y ahora sigue
viviendo. Todo el evangelio es la gozosa proclamación de esa identidad: Jesús,
el que padeció bajo Poncio Pilato y no otro, es el Señor. En esta alegría se
cumple lo que Jesús les había prometido.
Con esta alegría deberán anunciar a todo el mundo que han visto al Señor
y que el Señor vive. Evangelizar es anunciar la buena noticia, la mejor de
todas. Y esto sólo puede hacerse con inmensa alegría. Jesús los envía al mundo
lo mismo que él fue enviado por el
Padre. La misión de los discípulos,
la evangelización, no será posible sin la fuerza del Espíritu Santo. El gesto de Jesús encuentra su antecedente
en Gn 2.7, donde se dice que Dios exhaló su aliento sobre el rostro de Adán y
éste comenzó a vivir. También ahora comienza una nueva vida, una nueva
creación. Esta nueva creación proclamada por el evangelio es obra del Espíritu.
Pero la vida nueva no es posible sin el perdón de Dios como base de
reconciliación entre todos los hombres. Predicar el evangelio es reconciliar
con la fuerza del Espíritu Santo, es recrear todas las cosas. Es menester que el Espíritu nos invada ya que la vida cristiana es una
experiencia de vida invadida por el Espíritu. Él no tiene rostro, pero todos
sus nombres dicen que es invasión: fuego, agua, espíritu, respiración, viento.
En Pentecostés hizo que la iglesia despegase y tomara vuelo. Hay que decirle: “Ven”, cuando se bloquea
algo en nuestra vida personal o colectiva. Después de la fuerza de la partida,
es la fuerza de la marchar hacia delante. La audacia de hablar, de insistir, de
crear. Para ver todo esto tenemos los Hechos de los apóstoles (¡tendríamos que
leerlos más!) y cualquier vida de un santo.
Él es el huésped interior, el espíritu de las profundidades que sin él
quedarían sin explotar. El nos arranca de lo superficial, nos hace vivir en
donde se hunden las raíces y donde manan las fuentes. Y nos impulsa hasta el
fin: “Les guiará a la verdad completa” (Jn 16, 13). La única verdadera devoción
al Espíritu Santo es decirle “¡Ven!”, no para una cita tranquila con él – no es
ése su estilo- sino para dar el paso de amor y de coraje que la vida nos pide.
PLEGARIA UNIVERSAL
Cristo nos envía el espíritu Santo para que nos ayude en nuestras
necesidades. Vamos a presentar a nuestro Padre del cielo nuestras peticiones
con la confianza que nos da el sabemos amados por El. R. Envía, Señor, tu
Espíritu y renueva la faz de la tierra.
1.-
Envía, Señor, tu Espíritu de Sabiduría sobre la iglesia. Por el Papa, los
Obispos, los sacerdotes, los diáconos y todas las personas que con su servicio
ayudan a la Iglesia, para que reciban la luz necesaria a la hora de expandir el
mensaje de Cristo. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.
2.-
Envía, Señor, tu Espíritu de Fortaleza, por todos los que están pasando por
situaciones difíciles, por los enfermos, los que no tienen un empleo, los que
están solos, lo que no te encuentran. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la
faz de la tierra.
3.-
Envía, Señor, tu espíritu de Caridad, por los pobres, por los carentes de amor,
de comprensión, de solidaridad, para que encuentren una mano generosa que les
ayude en su necesidad. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la
faz de la tierra.
4.-
Envía, Señor, tu Espíritu de Entendimiento. Por los gobernantes, por los que
tienen poder para tomar decisiones, por los responsables de hacer que cesen las
guerras, para que lleguen a un entendimiento que haga vivir en paz a los
pueblos. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.
5.-
Envía, Señor, tu Espíritu de Piedad. Para que sepamos vivir en cercanía contigo
rechazando todo lo que nos hace romper la amistad contigo y con los hermanos. R.
Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.
6.-
Envía, Señor tu Espíritu de Alegría. Por todos lo que en estos días reciben el
Sacramento e la Confirmación para que lleven a todos la alegría de ser
discípulos misioneros de Cristo. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la
faz de la tierra.
7.-
Envía, Señor tu Espíritu de Bondad. Por todos los que se dedican a los demás,
tanto si difunden tu Palabra, como si ayudan a otros en sus necesidades, para
que Tú les concedas la humildad, la sencillez y el desprendimiento que este
servicio conlleva. R. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.
8.-
Envía, Señor, tu Espíritu de Generosidad. Por las necesidades de todos los que
compartimos esta Eucaristía (un momento de silencio) para que Tu, Señor, nos
ayudes a solucionarlas con la mayor generosidad. R. Envía, Señor, tu Espíritu y
renueva la faz de la tierra.
Dios Padre nuestro, siempre atento a nuestras necesidades,
deseamos que estas suplicas sean bien recibidas por Ti, que siempre, de una
manera u otra, escucha a tus Hijos. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Señor que según la promesa de tu Hijo, el
Espíritu Santo nos haga comprender la realidad misteriosa de este sacrificio y
nos lleve al conocimiento pleno de toda la verdad revelada. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Oh Dios, que has comunicado a tu
Iglesia los bienes del Cielo, conserva los dones que le has dado, para que el
Espíritu Santo sea siempre nuestra fuerza y la eucaristía, que acabamos de
recibir acreciente en nosotros tu salvación. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 16: Sant. 3, 13-18; Sal 18; Mc. 9, 14-29.
Martes 17: Sant. 4, 1-10; Sal 54; Mc. 9, 30-37.
Miércoles 18: Sant. 4, 13-17; Sal 48; Mc. 9, 38-40.
Jueves 19: Gen. 14, 18-20; Sal 10; Lc. 9, 11b-17.
Viernes 20: Sant. 5, 9-12; Sal 102; Mc. 10, 1-12.
Sábado 21: Sant. 5, 13-20; Sal 140; Mc. 10, 13-16
Domingo 22: Prov. 8, 22-31; Sal 8; Rom. 5, 1-5; Jn. 16,
12-15.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
1.- El
evangelista quiere demostrar que con la resurrección de Jesús se ha creado una
situación totalmente nueva. La resurrección señala el inicio de una nueva
creación que toma forma en la comunidad neotestamentaria de la salvación.
Con la
exaltación del Resucitado se pasa del tiempo de Cristo al tiempo del Espíritu.
El resucitado actúa en la comunidad con el poder y la actividad del Espíritu.
Este poder y esta actividad manifiestan al mundo la misión que los apóstoles
han recibido de Cristo. Con ocasión del bautismo de Jesús, el ES había
consagrado de manera oficial al Mesías y había inaugurado su actividad pública.
En Pentecostés
el Espíritu hace que el pequeño núcleo de discípulos se presente en público,
asuma el lugar que le toca en la historia de la salvación y que no lo abandone
hasta el retorno del Señor. La misión de los discípulos es anunciar el don de
la reconciliación y de la paz.
Hay cuatro
hechos principales:
1. El saludo,
el don de la paz, que ahora es la paz mesiánica prometida para los tiempos
escatológicos. Paz que, para los discípulos reunidos, quiere decir perdón por
la infidelidad durante la pasión, superación de la incredulidad y victoria
sobre el miedo.
2. La
identificación de Cristo. Es aquel con quien convivieron, al que
crucificaron... sus manos y sus pies...
3. La misión.
La paz y el perdón que ellos reciben deben transmitirlo a todos los hombres.
4. El
"aliento" que indica la realidad y la naturaleza del don que se les
ha hecho. "Recibid el Espíritu". Al principio de la creación el
espíritu planeaba sobre las aguas -Gn 1. 2-, es el soplo de Dios que ha dado
vida al hombre (Gn 2. 7). Así ahora el Espíritu plasma el hombre nuevo e
inaugura la nueva creación.
PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL
1986, 11
2. ES/MISION:
El evangelio de
hoy fue leído ya el domingo segundo de Pascua, dentro del contexto más amplio del
episodio de Tomás. El fragmento de hoy está centrado en el Espíritu como don
pascual de Cristo resucitado. La escena se desarrolla, efectivamente, "al
anochecer de aquel día", "el primero de la semana" (cf. 20. 1)
que, paralelamente al primer día del Génesis, supone el inicio de la nueva
creación y de la nueva alianza. Jesús exhala su aliento sobre el grupo de los
discípulos y les da su Espíritu del mismo modo que Dios infundió su aliento
sobre el primer hombre para darle la vida (cf. Gn 2. 7).
Juan no habla
de misión en su evangelio hasta que en este momento es el Resucitado quien da
el Espíritu y la misión a los discípulos, a los representantes de todos los
que, por su palabra, van a creer en Jesús. Donación del Espíritu y misión están
íntimamente unidos: Jesús les da el Espíritu para que les consagre como lo
consagró a Él y sean enviados como Él fue enviado. La misión supone una oferta
de vida y de salvación a todos los que quieran creer, ya que están llenos de
este Espíritu que es fuente de vida; y Jesús va a estar presente en esta misión
de los discípulos ("el que recibe a mi enviado me recibe a mí",
/Jn/13/20) del mismo modo que el Padre siempre estaba presente en la suya
("el que me ve a mí, ve al que me ha enviado", Jn/12/45).
J. ROCA
MISA DOMINICAL
1981, 12
3. CR/TESTIGO
La Pascua
comienza de color rojo y termina de color rojo: el Viernes Santo, cuando Jesús
empieza su paso de muerte a vida, el rojo de los ornamentos nos habla de sangre
derramada, de testimonio ardiente; el domingo de Pentecostés, concluimos la
celebración de este paso de muerte a vida con el rojo del fruto, del fuego que
renueva e ilumina, del testimonio de los creyentes transformados por el
Espíritu de JC.
Recordar la
entrega de JC y celebrar el don del Espíritu nos invita a pensar en una fe que
haga de nosotros hombres y mujeres con empuje, con ilusión, con entrega.
Hombres y mujeres que quieren vivir de modo que se note que hemos sido tocados
por una sangre derramada con amor infinito, y que hemos sido introducidos en
una vida más fuerte que todo mal. Hombres y mujeres que aman profundamente su
fe, y que creen que por sus venas circula la misma savia que circulaba por las
venas de JC y que quieren compartir esa alegría con todo el mundo.
J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL
1988, 11
4.- A este
texto remitía la siguiente frase de hace dos domingos (del ciclo A): Aquel día
sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros
(Jn.14,20). Aquel día se refiere a la escena de hoy, a Pentecostés. El autor
del cuarto evangelio concibe este día y esta escena como la inauguración del
tiempo último y definitivo de la historia. Los participantes en la escena son
los discípulos. En el cuarto evangelio este término designa a los creyentes en
Jesús. Su alcance va, pues, más allá de los doce, como también va más allá del
día indicado en el texto la situación de cautela y de miedo.
En el atardecer
del domingo de Pascua Juan sitúa retrospectivamente situaciones de cautela y de
miedo posteriores. Es pues toda la comunidad creyente la que se alegra con los
que vieron a Jesús resucitado. Y es también toda la comunidad creyente la que
recibe el siguiente encargo de Jesús:
Como el Padre
me ha enviado, así también os envío yo. A lo largo de la pasada cuaresma hemos
tenido ocasión de familiarizarnos con el sentido y la función que este envío o
misión tienen en el cuarto evangelio. Se trata de un trabajo fatigoso y
complejo porque choca con tendencias muy arraigadas, que, a pesar de ser
religiosas, pueden desfigurar a Dios y al Hombre. Los creyentes han recibido de
Jesús el encargo de llevar adelante la tarea emprendida por Jesús.
Cuentan para
ello con el mimo Espíritu que él tenía. Es este Espíritu el que eleva a los
cristianos a la categoría de signo visible de gracia y de enjuiciamiento en el
tiempo último y definitivo inaugurado por El.
Comentario. El
creyente en Jesús sabe hoy que Jesús está con el Padre, que él está con Jesús y
que Jesús está con él. Hoy, Pentecostés, cuando el Espíritu de Jesús y del
Padre se posesiona del creyente y lo eleva a sacramento de Dios en el mundo.
Hoy, Pentecostés, cuando el mundo empieza a ser definitivamente nuevo, porque
las gentes pueden entenderse desde su propia peculiaridad, y Babel, es decir,
la confusión deja paso a la comprensión. Hoy, Pentecostés, cuando todos
empezamos a ser conscientes de que formamos un solo cuerpo.
A.- BENITO
DABAR 1990, 31
5.- Texto. La
opción que los discípulos han hecho por Jesús les ha granjeado la enemistad de
los judíos. La expresión miedo a los judíos es de carácter religioso. No
significa miedo al pueblo judío (los discípulos eran judíos), sino miedo a la
exclusión de la sinagoga, decisión esta que los guardianes de la Ley de Dios
habían tomado contra todo el que reconociera a Jesús como Mesías (ver Jn.9,22).
Excluidos de la comunidad creyente, los discípulos de Jesús eran un grupo sin
puesto y sin paz.
La presencia de
Jesús cambia esta situación de los discípulos. Es el Jesús de siempre, al que
habían conocido, con el que habían convivido y por el que habían optado. Jesús
les devuelve primero la paz de la que carecían por estar excluidos de la
sinagoga. En segundo lugar, Jesús les da un puesto y una razón de ser en el
mundo convirtiéndolos en enviados suyos, de la misma manera que él lo había
sido antes del Padre. Surge así la comunidad creyente, que se llamará Iglesia
para distinguirse de la Sinagoga.
A diferencia de
ésta, caracterizada por el espíritu de la Ley, la nueva comunidad se
caracteriza por el Espíritu de Jesús y del Padre. En razón de este Espíritu la
nueva comunidad encarna la oferta de gracia de Dios a los hombres. Las últimas
palabras del texto se pueden parafrasear de la siguiente manera: Vosotros sois
a partir de ahora los responsables de la oferta de mi Padre a todos los
hombres. De vosotros depende ahora esta oferta.
Los
destinatarios de estas palabras no son sólo los doce como a veces se piensa,
sino la totalidad de la comunidad. El trasfondo de este texto no es jerárquico,
sino comunitario. El sentido de estas palabras es a su vez mucho más amplio y
rico que la práctica del actual sacramento de la Penitencia.
Comentario. El
texto de hoy es especialmente significativo para la Iglesia por cuanto que
marca el comienzo y el sentido de su andadura. Por su comienzo la Iglesia nace
excluida de lo que había sido su medio y marco de referencias religiosas.
Históricamente la Iglesia nace sin puesto y contra corriente, pero no respecto
al mundo civil, sino respecto al mundo religioso. El valor de ejemplaridad de
los comienzos de la Iglesia reside en que los problemas le vienen del propio
mundo de la creencia.
La misión de la
Iglesia es ser reveladora de Jesús y, en última instancia, de Dios. La misión
la realiza en la medida en que es portadora del Espíritu de Jesús y de Dios.
Vistas las cosas en sus comienzos históricos (así es como necesariamente las
tiene que ver la exégesis), este Espíritu, que en razón de su origen se llama
santo, está en las antípodas del espíritu que reina en los responsables de la
Ley de Dios. Los retos no le vienen a la Iglesia desde el exterior. El
auténtico reto es su capacidad de apertura al Espíritu de Jesús. Este Espíritu
cambia mucho las cosas. Probablemente las renueva siempre.
A.- BENITO
DABAR 1989, 27
6. C/UNIDAD
Con la
reiteración del saludo en el v.21 se inicia el segundo momento: libertad para
una nueva forma de existencia. Es la misión de la comunidad cristiana, alentada
por el Espíritu del Padre y del Hijo. Una comunidad donde es posible la unidad
dentro mismo de la multiplicidad, donde pueden entenderse personas con ideas distintas,
porque todos están situados en una realidad que los transciende a todos, al
mismo tiempo que los constituye: el Espíritu del Padre y del Hijo. Es así y
sólo así como la comunidad cristiana es referencia de esperanza para los demás
hombres y grupos. Es así y sólo así como es reveladora del Padre.
Es así y sólo
así como es generadora de madurez; una comunidad así, porque da la medida y la
talla de lo que es un grupo de gente madura, se convierte en modelo referencial
para todos. No porque esta comunidad enjuicie a nadie, sino porque la actitud
que se adopte ante ella pone de manifiesto y refrenda lo que cada uno es.
Confrontándose con ella, los hombres pueden conocer su propia situación;
gracias a ella pueden saber si han tomado la dirección satisfactoria o la
dirección frustrante.
DABAR 1980, 31
Viernes Santo,
pascua de resurrección, ascensión y pentecostés: en esta secuencia temporal
celebra la fe el único misterio pascual de la exaltación de Jesús y de la
salvación del hombre.
También el
envío del Espíritu pertenece al acontecimiento pascual y se proclama en el
evangelio de Juan el domingo de pascua.
El saludo
pascual del resucitado es "¡Paz!"; su don es la alegría. Ambas cosas
son frutos del Espíritu Santo (cf. Gál 5,22); él es el gran don pascual que
encierra en sí todos los demás dones. El Espíritu une para siempre a todos los
discípulos con su Maestro, con su Señor resucitado; reúne a todos entre sí e
inaugura un mundo nuevo por medio del perdón de los pecados.
Lo dicho
anteriormente se expresa en la narración de Juan con un gesto: el soplo de
Jesús sobre sus discípulos. Esto evoca el episodio del Génesis (2,7), donde se
dice que Dios exhaló su aliento sobre Adán y éste comenzó a vivir. Aquí también
se trata de una creación, una nueva vida, que es posible al hombre después de
la resurrección.
La conversión y
el perdón de los pecados aparecen siempre en la primera predicación apostólica
impulsada por el Espíritu Santo.
EUCARISTÍA
1989, 22
9.- En la
culminación del tiempo de Pascua, leemos una escena del mismo día de Pascua
(que ya leímos el domingo segundo). Eso nos muestra que lo que hoy celebramos
es realmente una de las caras de la resurrección de Jesús.
Jesús
resucitado es, para nosotros, aquel que nos ha dado su mismo Espíritu, su
Espíritu Santo. La resurrección de Jesús significa para los discípulos
experimentar que en su interior tienen aquel mismo Espíritu que movió a Jesús,
y que los identifica con él: incluso Jesús hace el gesto físico de exhalar el
aliento sobre ellos, para significar que les traspasa lo que el lleva en su
interior.
Y este don del
Espíritu es lo que hace realidad en el creyente y en la Iglesia lo que Jesús
dice y da en esta aparición a los discípulos: la paz que es la síntesis de
todos los bienes; la misión de anunciar la Buena Noticia, para continuar la
misión que el Padre encomendó a Jesús; el mensaje del perdón y la
reconciliación de los hombres con Dios, de la que los continuadores de Jesús
quedan constituidos también intermediarios.
JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL
1994, 7
10.-En Juan,
Pascua y Pentecostés se unen. El mismo día en que Jesús resucita, «el primer
día de la semana», infunde sobre sus discípulos el Espíritu Santo. Lo hace con
un gesto magnífico: exhalando su aliento sobre ellos. Este soplo recuerda, en
primer lugar, el primer soplo de Dios sobre el hombre, y lo llenó de espíritu
de vida. Jesús comunica a sus discípulos su aliento, su espíritu, el primer día
de la primera semana de la nueva era para la nueva humanidad. Estos discípulos
revivieron y quedaron transformados, recreados; empezaron a ser hombres nuevos,
superando miedos y tristezas.
Por otra parte,
este aliento de Jesús significa que transmite a los discípulos su propio
Espíritu, que es algo suyo y que es el regalo de su Pascua. Ahora los
discípulos, animados por el Espíritu, continuarán la obra de Jesús y harán
presente a Jesús. Es fácil, porque el Espíritu es el mismo.
CARITAS 1991,
1, pág. 245
11.- El
Espíritu Santo es el aliento de Jesús. Lo que respira la Iglesia es el Espíritu
de Jesús. Lo que nosotros oramos en el Espíritu es la oración de Jesús. Toda
nuestra vida íntima es la vida de Jesús, que el Espíritu nos comunica.
El mismo día de
Pascua, el Señor resucitado, rebosante de Espíritu, exhaló su aliento sobre sus
discípulos. Un gesto vitalista que recuerda el de la creación. Cristo quiso
recrear a sus discípulos desanimados, sin «espíritu de vida»; por eso, sopló
sobre ellos el Espíritu vivificador. El Espíritu que resucitó a Jesús de entre
los muertos, resucitaría también a sus discípulos medio muertos.
Y aquellos
hombres se llenaron de vida nueva. Fue el primer día de la semana cuando Dios
se puso a crear. Este sería el primer día de la nueva creación. Empezaba así la
era del Espíritu.
CARITAS 1992,
1, pág. 253
12.- Todo fue
el día primero de la semana, el día del sol, después del descanso del sábado.
Fue la resurrección de Jesucristo, y desde entonces ese día es el Día, el sol
de primavera que no termina. Fue también la efusión del Espíritu, un aliento
que todo lo vivifica, lo reanima y lo fecunda. Es el soplo de la creación
segunda. En el día de Pascua, Jesús continúa la creación del Padre, exhalando
su Espíritu, dando vida a sus discípulos, vida de su propia vida.
Pero este
aliento de Jesús llega también a nosotros, produciendo los mismos efectos que
en los primeros discípulos. La verdad es que el aliento de Jesús llena toda la
tierra. El es nuestra oración y la oración del mundo.
Quien recibe
este Espíritu no sólo se santifica, sino que es capaz de santificar, de
perdonar pecados, de trabajar por un mundo nuevo. Hay que alentar sobre toda
muerte y toda impureza. Hay que dejarlo todo lleno de limpieza y hermosura. Hay
que llenarlo todo del Espíritu de Jesús.
CARITAS 1993,
1, pág. 278