viernes, 16 de agosto de 2019

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO XX T.O. CICLO C - 18 AGOSTO 2019


NO HE VENIDO A TRAER PAZ, SINO DIVISIÓN


ORACION COLECTA

Oh Dios, que has preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde la ternura de tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Jeremías 38, 4-6. 8-10

En aquellos días, los príncipes dijeron al rey: «Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con semejantes discursos. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia.».
Respondió el rey Sedecías: «Ahí lo tienen, en su poder: el rey no puede nada contra ustedes». Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo.
Ebedmelek salió del palacio y habló al rey: «Mi rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre, porque no queda pan en la ciudad.». Entonces el rey ordeno a Ebedmelek, el cusita: «Toma tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera.».

SALMO RESPONSORIAL (39)

Señor, date prisa en socorrerme.

Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. R.

Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos. R.

Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor. R.

Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se cuida de mí; tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 12, 1-4

Hermanos: Una nube ingente de testigos nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Recuerden al que soportó la oposición de los pecadores, y no se cansen ni pierdan el ánimo.
Todavía no han llegado a la sangre en su pelea contra el pecado.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!.
¿Piensan que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.».

COMENTARIO

Si la paz la concebimos como unanimidad, como amabilidad de corazón, como vida tranquila, como ambiente apacible (en la familia, en la comunidad, en el trabajo, en la aldea o en el barrio, y hasta en nuestro país y en el mundo entero), Jesús va a decirnos que no encontramos esos artículo en él: “No les doy la paz como la da el mundo”. “Fuego he venido a encender en la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido! Pero tengo que ser sumergido en las aguas y no veo la hora de que eso se cumpla. ¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? Les digo que no, división y nada más. Si estas palabras nos chocan y hasta nos sublevan, se impone un examen de las mismas: nuestro miedo a la división: ¿es sano, noble, o solamente un deseo bastante mediocre de tranquilidad?
Evidentemente, eso no va. Por la sencilla razón de que querer amar como Jesús (no olvidemos a menudo de precisar) nos lleva a dividir, exactamente como él. Y al estar nosotros mismos divididos, como a menudo sabemos que nos ocurre. Es el día en que escogemos amar de verdad cuando surgen los conflictos más duros. Por haber sido fraternales, en nuestro despacho, con un colega, tenemos que soportar la injusticia del jefe. Por amar a los enemigos la familia, hemos tenido que enfadarnos con nuestra familia. Por ayudar a unos vecinos pobres, chocamos con nuestra mujer o nuestra suegra: “¡Estás sacrificando a tus hijos!”.
Ahí es donde era menester que nos alcanzasen estas palabras: en el fondo de nuestro corazón. Jesús será siempre división porque nuestros corazones son malos. Cuando queremos amar y luchar por amor, no lo hacemos más que a partir de nuestras torpezas, de nuestros arrebatos, o de nuestros miedos. Frente a nosotros, los mejores cristianos, nos aman también como pueden, con su ser de pecadores. Tal como somos nosotros, corremos continuamente el riesgo de fabricar paces adulteradas. La paz del dominador que obliga a callar a todo el mundo y establecer forzosamente la calma. La de los obsesionados por la caridad fraterna que evitan el más pequeño conflicto dejando que se pudrieran las situaciones. La del que combate puramente por las justicias que cataloga a las personas y va avanzando tranquilo por entre sus buenos y sus malos. En esas paces tan falsas Jesús introduce la espada de la división. Pero ¿Cuál es su paz?.
 Una paz critica, que quema, que ama, que se mete hasta el interior mismo de los conflictos y se queda allí. No busca los tranquilos lagos, sino que quiere hacer fecunda las tempestades. Para un hijo del evangelio no hay paz –a no ser en el cementerio-, sino un trabajo tenaz e inteligente de paz, posible en todas partes: en nuestro corazón traspasado, en nuestro grupo, en la Iglesia. Es ciertamente entre nosotros, imperfectos y pecadores, donde hay que hacer y que rehacer una y mil veces nuestras paces precarias. Unas veces las demolerán nuestros orgullos y otras la espada evangélica, en la que habrá que confiar animosamente sin soñar en un final definitivo del combate. Es imposible convertirse en artífice de paz a no ser tejiéndola continuamente con los hijos de la guerra.

PLEGARIA UNIVERSAL

S. Dirijamos nuestra oración al Padre, fuente de amor, para que conserve nuestras vídas en completa paz material y espiritual. Respondemos: Que la paz de Cristo sea con nosotros.

1.- Por el Papa Francisco, y todos los Obispos de la tierra, para que sigan siempre el ejemplo de Jesús en la defensa de la auténtica Verdad y la paz verdadera. Roguemos al Señor. R.

2.- Por las organizaciones internacionales y los gobiernos de todo el mundo, para que fomenten la paz interna y la concordia entre todas las naciones. Roguemos al Señor. R.

3.- Por Siria, el Congo, Venezuela y otras naciones del mundo, para que cese la violencia y puedan construir un reino de paz y amor. Roguemos al Señor. R.

4.- Por los violentos, los terroristas, los narcotraficantes; para que el Amor de Dios sepa convertirlos a la paz y nosotros sepamos perdonarlos a rezar siempre por ellos. Roguemos al Señor. R.

5.- Por las victimas de todo tiempo de violencia; para que el Señor Jesús las acoja a su Reino y enjuague las lágrimas de sus familiares que sufren cerca de nosotros. Roguemos al Señor. R.

6.- Por nosotros, presentes en esta santa Eucaristía, para que seamos constructores de la paz y evitemos toda clase de rencillas, familiares, vecinales o nacionales. Roguemos al Señor. R.

S. Recibe, Dios Padre Nuestro, las oraciones que te dirigimos hoy, para que la Verdad y la Paz de Jesús reinen en nuestros corazones y en nuestras comunidades. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amen.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Acepta, Señor, nuestras ofrendas en las que vas a realizar un admirable intercambio para que al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo. Por Jesucristo nuestro Señor

ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Después de haber participado de Cristo por estos sacramentos, imploramos humildemente tu misericordia Señor, para que configurados en la tierra a su imagen, merezcamos participar de su gloria en el cielo. El que vive y reina por los siglos de los siglos.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 19: Jue 2, 11-19; Sal 105; Mt 19, 16-22.
Martes 20: Jue 6, 11-24ª; Sal 84; Mt 19, 23-30.
Miércoles 21: Jue 9, 6-15; Sal 20; Mt 20, 1-16.
Jueves   22: Jue 11, 29-39ª; Sal 39; Mt 22, 1-14.
Viernes 23: Ruth 1, 1.3-6. 14b-16.22; Sal 14; Mt 22, 34-40.
Sábado 24: Ap 21, 9b-14; Sal 144; Jn 1, 45-51.
Domingo 25: Is 66, 18-21; Sal 116; Heb 12, 5-7.11-13; Lc 13, 22-30.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 12, 49-53
Paralelo: Mt 10, 34-36

1.- Texto. Recordemos la últimas palabras del domingo pasado: "Al que mucho se le confió, más se le exigirá". Era una llamada y una advertencia a la responsabilidad de los cristianos a vivir abiertos al futuro. E inmediatamente escuchamos hoy: "He venido a prender fuego en el mundo". La frase suena como un exabrupto y, sin embargo, pertenece a la misma conversación de los dos domingos anteriores entre Jesús y sus discípulos. El hecho tiene su importancia de cara a determinar el fuego del que habla Jesús.
Luego continúa: "¡Y ojalá estuviera ya ardiendo!". Es una de las varias propuestas de traducción de una frase con una fuerte carga emocional. Otra traducción: "¿Qué más quiero, si ya ha prendido?". Los Padres griegos son partidarios de esta segunda. Sigue una nueva frase emocional. La traducción litúrgica ha pasado por alto el matiz adversativo que tiene en el original. "Sin embargo, tengo que pasar por un bautismo" (v.50). Un preludio de Getsemaní.
La imagen se refiere, en efecto, al final trágico de Jesús. El sentido de la frase dentro de la conversación dependerá de la traducción que escojamos para el versículo anterior. En todo caso, se trata de una especie de paréntesis dado que los versículos siguientes se mueven en la línea del versículo inicial: "¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división". La conversación se cierra con un ejemplo explicativo de esta división. "En adelante, una familia de cinco estará dividida". El ejemplo está tomado de Miqueas, profeta que vivió en el siglo VIII a. C. "En adelante (desde ahora)" es una precisión temporal característica de Lucas (véase Lc. 1,48;5,10). Realza la novedad del presente respecto al pasado y señala un camino de cara al futuro.
Comentario: Comentando el primer versículo, escribe el P. Lagrange que hay que otorgar a la frase su claroscuro profético. Atinada observación. El fuego en cuestión no es el Espíritu Santo, como muchos Padres han pensado. Nos hallamos ante un típico texto profético, con un lenguaje imaginativo y denso, imprevisto e imprevisible. Con su enorme carga de emoción y de pasión, que haremos bien en dejarla correr indómita y en no tratar de amansarla y reducirla. Fuego, división. Es la eclosión incontenida de un ser ilusionado, motivado. Este texto nos permite penetrar en el alma de Jesús, en su pasión antes de la pasión. ¿Será que la vida de Jesús fue un Getsemaní continuado?
Pero es indudable que este texto forma parte del contexto literario que Lucas ha organizado y que hemos ido descubriendo los domingos anteriores. Lo ridículo y peligroso de la codicia. La necesidad de una escala de valores en la que lo prioritario es el Padre y no el comer y el vestir. Buscad su reino y todo lo demás se os dará por añadidura. Dejad la riqueza. Relativizad todo. No os encerréis. Tened perspectiva. Este es el fuego que Jesús trae para abrasar y aniquilar mentalidades y prácticas ancestrales. ¡Fuego! "¿Qué más quiero si ya está ardiendo?" me parece la traducción más apropiada porque responde mejor al contexto literario y a la concepción del tiempo que tiene Lucas. "Hipócritas", leemos un poco más adelante, "sabéis reconocer el aspecto del cielo y de la tierra, y ¿cómo no reconocéis la ocasión presente?" (Lc. 12,56). El tiempo de Jesús es para Lucas una novedad respecto al pasado y un camino abierto para el futuro. De ahí su "desde ahora". El fuego ya está ardiendo, la división es ya una realidad. Estamos muy lejos de fantasías e imaginaciones irreales. El realismo más crudo está presente en las palabras de Jesús. Tan crudo, que le salpica y le hace mucho daño. "Tengo que pasar por un bautismo". Es un grito de dolor. "¡Qué angustia hasta que se cumpla!". Pero dado el matiz adversativo con que Lucas ha construido la frase, en este grito se esconden también un temor y una preocupación: ¿Supondrá la muerte de Jesús el sofocamiento y la desesperación de este fuego? ¡Dios no lo quiera!.
A.- Benito - Dabar 1986, 43



2.- Es frecuente ver en esta perícopa un intento para explicar el tiempo -la presencia- de Jesús como el tiempo de la decisión. Su venida y su historia se presentan como una situación de conflicto para él y para los que optan por él.
No es fácil precisar el concepto de "fuego". Jesús ha deseado algo que no ha llegado todavía. El cumplimiento de este deseo, en otros textos, significa la venida del Espíritu Santo (Lucas 3,16). Se podría pensar en el Espíritu Santo, pero aquí esta palabra-metáfora está asociada al concepto de juicio, un juicio que abrasará la tierra.
Se puede establecer un paralelo entre el fuego y el bautismo como un paso desde el dolor y la tribulación a la magnificencia de Dios. Se incluye entonces el sentido de purificación. Desde el versículo 50, parece que hay que entender el fuego como purificación de los corazones. La revelación de Dios nos trae el juicio y la purificación.
El Mesías será entendido y esperado como portador de salvación, pero el salvador hay que verlo en estrecha relación con la paz.
Paz anunciada en su nacimiento (Lc 2,14) y en la expresión: vete en paz (Lc 8,48). Es la paz mesiánica que no coincide con la paz romana o pacificación en sentido político.
La actuación de Jesús no puede ser la pacificación exterior. Su venida conlleva para los hombres decidirse frente a él y su mensaje. La posibilidad de libertad de elección trae la escisión y la división. La figura de Jesús es el centro. La actitud de cada cual es la que divide. Se ejemplifica esta división desde la comunidad familiar. La actitud frente a Jesús crea nuevos lazos y relaciones que relativizan los lazos de la sangre. Era una experiencia vivida en muchas familias. Dentro de la misma familia unos se convertían y seguían a Cristo y otros se oponían y perseguían a los seguidores.
P. Franquesa - Misa Dominical 1986, 16




En estos versículos, los dos primeros propios de Lc, hay distintas sentencias de Jesús agrupadas aquí en función de la idea central de que la venida de Jesús inaugura un tiempo crítico, que fuerza a los hombres a optar a favor o en contra de él. El cuarto evangelio lo señala dramáticamente, puesto que después de cada discurso o de cada milagro de Jesús se producen reacciones contradictorias entre los oyentes o espectadores: unos se encaminan hacia la fe, otros se irritan y no sólo rechazan, sino que odian a Jesús, con una aversión creciente, que los llevará hasta el homicidio. En este punto, como en tantos otros, Lc aparece muy de acuerdo con Jn.
Los vv. 49-50 son originariamente independientes. El "fuego" (v.49) que Jesús asegura va a prender en la tierra no debe entenderse como un recurso a la violencia para la implantación del Reino de Dios, sino como una alusión al Espíritu Santo o bien a la purificación de los corazones, según un simbolismo muy utilizado en el lenguaje bíblico. El "bautismo" (v.50) que Jesús tiene que recibir no es, evidentemente, ningún rito o sacramento. Debe entenderse la palabra en su sentido originario de "inmersión": Jesús debe sumergirse en unas aguas profundas, y ya sabemos que esas aguas son imagen de grandes sufrimientos. Es, pues, un anuncio de la Pasión. Tanto el "fuego" como el "bautismo" son objeto de un deseo vehemente de Jesús. Anhela purificar el corazón de todos los hombres con su Espíritu, y camina valerosamente hacia su pasión, que es su camino obligado. Estos dos versículos expresan por tanto, originariamente, la voluntad decidida de Jesús de realizar el plan que el Padre le ha propuesto.
Pero colocados aquí por Lc deben entenderse principalmente en función de los vv. 51-53 que siguen, en los que Jesús aparece como "signo de contradicción". Hay una referencia a Mi 7,6, que como una muestra de la corrupción general hablaba de las divisiones familiares. Naturalmente, Jesús no se propone obtener este lamentable resultado, pero de hecho el seguimiento fiel de Jesús originará tensiones e incluso rupturas. Cuando los apóstoles predicaban el evangelio entre los paganos del mundo greco-romano, la conversión al cristianismo implicaba un cambio de vida tan radical que podía dificultar seriamente la convivencia con los parientes aún paganos. En algunos países de misiones, en los que la vida social y familiar esté impregnada de actos religiosos o supersticiosos, podemos ver aún en nuestros días situaciones de desgarro o ruptura familiar semejantes a los que se debían dar a menudo en los inicios de la Iglesia. En una sociedad secularizada, o en un cristianismo debilitado, el conflicto se presentará más raramente.
Hilari Raguer - Misa Dominical 1977, 15