SU ROSTRO
RESPLANDECÍA COMO EL SOL
ORACION COLECTA
Oh Dios, que nos has mandado
escuchar a tu Hijo amado, alimenta nuestro espíritu con tu palabra, para que,
con mirada limpia, contemplemos gozosos la gloria de tu rostro. Por nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del
Libro del Génesis 12, 1-4a
En aquellos
días, el Señor dijo a Abrahán: Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré. Haré
de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre y será una bendición.
Bendeciré a los
que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se
bendecirán todas las familias del
mundo. Abrahán marchó, como le había dicho el Señor.
SALMO RESPONSORIAL (32)
El Señor es compasivo y misericordioso
La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan
en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo
de hambre. R.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; que
tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 1, 8b-10
Querido hermano: Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las
fuerzas que Dios te dé. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa no por nuestros méritos, sino porque antes
de la creación, desde tiempo
inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia,
por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado por medio del Evangelio, al aparecer
nuestro Salvador Jesucristo, que
destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 17,
1-9
En aquel tiempo, Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan
y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su
rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la
luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces
tomó la palabra y dijo a Jesús: —Señor, ¡qué hermoso es estar aquí!.
Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías. Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su
sombra, y una voz desde la nube decía: —Este es mi Hijo, el amado, mi
predilecto. Escúchenme.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se
acercó y tocándolos les dijo: —Levántense, no teman. Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a
Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: —No cuenten a nadie
la visión hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
COMENTARIO
Durante la cuaresma, que nos pone en movimiento hacia la pasión, la liturgia nos ofrece
unos momentos del consuelo que quiso Dios conceder a sus apóstoles en medio de
sus pesares.
En esta etapa de su vida pública, Jesús siente como se levanta contra
él la hostilidad de los jefes religiosos y la decepción de las gentes que
esperaban un mesías-rey. En adelante se consagrará a la formación de sus
apóstoles, que también se sienten desalentados. Le dijeron “¡Tú eres el
Mesías!”. Y él contestó: “Si, pero voy a sufrir”. Se preguntan por este hombre
que parece tan poderoso y que habla de sufrir.
Dios mismo va a hablarles a estos discípulos al borde de la duda: “Este
hombre transfigurado es mi Hijo”. La transfiguración es una gracia de
revelación. Por todos los medios, el estilo sagrado, la visión, la voz, los
símbolos, el evangelista quiere hacernos entrever la gloria de Jesús; él es,
como dice San Pablo, “de condición divina” (Flp 2, 6). La nube es el signo de
Dios, así como los vestidos blancos y el rostro de sol. La montaña, con Moisés
y Elías, recuerda la revelación del Sinaí. El que va a sufrir es ciertamente un
hombre como nosotros, su vida es nuestra vida, pero transfigurada por un
misterio de inhabitación; el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre. Desvelada
por unos momentos, la gloria de Jesús nos dice que viene de lejos, que es un
salvador absolutamente único, que reaparecerá en esa gloria y hará de nosotros
unos transfigurados.
A veces necesitamos subir con Pedro, Santiago y Juan hacia la montaña
de la gloria. El misterio de Jesús, Dios y hombre, estará siempre fuera de
nuestro alcance, pero la palabra luminosa: “este es mi hijo muy amado” nos pone
en contemplación ante lo esencial: somos amados. “Tanto amó Dios al mundo que
le dio a su hijo único” (Jn 3, 16). Y he aquí lo que hace el amor, el único ha
vencido no solo a morar en nuestra atierra, sino también en nuestra vida. ¡Qué
esplendor de esto a la condición humana”. Desde luego, las imágenes de fealdad,
de vacío, de sufrimiento y de desesperación desaparecen pronto cuando
decimos:”¡Ha llegado la vida”. Volveremos a encontrarnos con ellas cuando
tornemos a hablar de la transfiguración vista por Marcos y por Lucas; escupirán
sobre la gloria, el transfigurado está punto de ser el desfigurado.
Pero el Padre proclama solemnemente que ese hombre es su Hijo, para que
sepamos bien que, a pesar de todo lo que pueda pasar a él y a nosotros, él es
el sol del mundo desde ahora y será el sol del mundo venidero. La
transfiguración nos aparta durante un breve momento de fulgor de los aspectos
duros o sin brillo que estamos a punto de vivir: “En su gloria, mira tú
gloria”.
PLEGARIA UNIVERSAL
Hermanos oremos a nuestro Padre Dios, que en Jesucristo nos
ha hecho hijos suyos para que sigamos las huellas de su Hijo amado. Digamos
juntos: R. Padre, muéstranos el rostro radiante de tu Hijo.
1.- Por el Papa Francisco, nuestros
obispos y párrocos; para que, reflejando en sus vidas el rostro luminoso de
Jesús, nos ayuden a experimentar su misericordia en este tiempo de conversión. R.
Oremos.
2.- Por todos los cristianos; para que, en
los momentos difíciles de nuestra vida cotidiana, sepamos confiar en la fuerza
que nos viene de Cristo resucitado, vencedor de la muerte. R. Oremos.
3.- Por los que se sienten indiferentes y
viven alejados de Dios o despreocupados de sus seres queridos: para que nuestra
vida de penitencia y oración encienda en sus corazones el amor de Dios. R.
Oremos.
4.- Por los gobernantes de nuestro país;
ara que libres de toda corrupción y engaño se preocupen por las necesidades del
pueblo en lugar de buscar sus propios intereses. R. Oremos.
5.- Por las familias de nuestra parroquia;
para que, en este tiempo de misericordia, sean sanadas las heridas con las que
nos hacemos sufrir recíprocamente y así podamos tener relaciones más sinceras y
serenas. R. Oremos.
6.- Por nosotros, que participamos en la
celebración eucarística; para que no dejemos pasar este tiempo de gracia sin
experimentar la misericordia del Señor en el sacramento del perdón. R.
Oremos.
Escucha, Padre bueno, las suplicas de quienes confiamos en
el triunfo de tú amado Hijo sobre el mal y la muerte, para que todos podamos
vivir una experiencia real de encuentro con tú misericordia. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Señor que esta
oblación, borre nuestros pecados y santifique los cuerpos y las almas de tus
fieles; para que celebren dignamente las fiestas pascuales. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Te damos gracias, Señor, porque al
participar en estos gloriosos misterios, nos haces recibir ya en este mundo,
los bienes eternos del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y
SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 09:
Dn 9, 4b-10; Sal 78; Lc 6, 36-38.
Martes 10:
Is 1, 10.16-20; Sal 49; Mt 23, 1-12
Miércoles 11: Jr 18, 18-20; Sal 30; Mt 20, 17-28.
Jueves 12:
Jr 17, 5-10; Sal 1; Lc 16, 19-31.
Viernes 13: Gn 37, 3-4. 12-13ª.17b-28; Sal 104; Mt 21, 33-43.45-46.
Sábado 14:
Mi 7, 14-15.18-20, Sal 102; Lc 15, 3.11-32.
Domingo 15: Ex 17, 3-7; Sal 94; Rm 5, 1-2.5-8; Jn 4, 5-42.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mt 17. 1-9
Paralelos:
Mc 9, 2-9 Lc 9, 28-36
Mc 9, 2-9 Lc 9, 28-36
1. CR/ESCUCHA. GLORIA/CZ:
El relato de la transfiguración habría que leerlo junto con la página
precedente (16. 13-28); efectivamente es la otra cara del misterio de Cristo:
la cruz y la gloria. Leyendo las dos páginas juntas nos damos cuenta de que se
convoca en torno al misterio de Jesús que se va precisando a todos los
principales personajes en orden creciente: la multitud (16. 13), los discípulos
(16. 16), Jesús (16. 21) y la voz celestial (17. 5). Y cada uno expresa su
opinión: un profeta, el Hijo de Dios vivo, el Hijo del hombre que debe sufrir
mucho, el Hijo amado.
Como en Marcos, también para Mateo la transfiguración cumple una función
bien precisa en la progresiva revelación del misterio de Cristo y en el itinerario
de fe del discípulo. Los discípulos ya han comprendido que Jesús es el Mesías y
están persuadidos de que su camino conduce a la cruz. Mas todavía no consiguen
comprender que su cruz (y la de ellos) pueda encubrir la gloria. Por eso Dios
les concede por un instante anticipar la Pascua. Pero se trata de un anticipo
fugaz y provisional; el camino que hay que recorrer sigue siendo el de la cruz.
De hecho, los tres discípulos predilectos (Pedro, Santiago y Juan), llamados a
ver por anticipado la gloria de Cristo son los mismos que dentro de poco, en
Getsemaní, serán llamados a ver su debilidad. Todo esto es muy importante; sin
embargo tenemos la impresión de que no es todavía el punto central, que se
encuentra, en cambio, en las palabras de la voz ("Este es mi Hijo
amado") y en el mandato: "Escuchadle". Todo el resto sirve de
algún modo de marco. De hecho la escucha es lo que define al discípulo.
La palabra de Dios se ha hecho manifiesta en las palabras y en la
existencia de este Jesús que va camino de la cruz. No es una palabra que
transmita nociones de cualquier tipo. Cuenta quién es Dios, quiénes somos
nosotros y cuál es el sentido de la historia en la cual vivimos. Por tanto una
palabra que indica lo que debemos hacer, la regla a seguir. Sólo queda escucharla
con el corazón atento, con obediencia y conversión.
Habiendo visto a Elías y a Moisés al lado de Jesús, los discípulos se
preguntan qué puede significar aquello en relación con la concepción popular de
la vuelta de Elías (17. 10). En realidad, los rabinos hablaban, probablemente
basándose en algunos textos del A.T. (cf. Ml 3. 23-24; Si 48. 10-11), de la
vuelta de Elías. La respuesta de Jesús llama la atención sobre dos cosas: la
primera es que, ciertamente, Elías debe volver, pero que su vuelta se ha realizado
ya con la venida del Bautista; y la segunda, que el Bautista fue tratado
"como han querido" tratamiento que prefigura la suerte que a él mismo
le espera.
BRUNO MAGGIONI - EL RELATO DE MATEO - EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág.
177
2. VD/J-NO-LEY.
La narración tiene el formato típico de teofanía (similar a la de
Sinaí): los seis días de preparación, la montaña, la nube, la voz de Dios, el
temor de los testigos y la luminosidad de Jesús como un nuevo Moisés.
Dios revela a las columnas de la Iglesia, germen de la comunidad futura,
el sentido de la persona de Jesús como nueva ley y llama a su seguimiento. Como
un nuevo Sinaí, la ley personificada en la persona de Moisés y los profetas en
la de Elías, ceden el paso a la palabra de Dios encarnada que será el
definitivo camino verdadero y viviente. La voz llama a su seguimiento:
"¡Escuchadle!". Dios ratifica las palabras y vida de Jesús. La
voluntad de Dios no está ya en la ley de Moisés, sino en la persona de Jesús.
Por eso el predicador del Padre se convierte en objeto de la predicación de los
discípulos.
Ningún escrito, ninguna tienda sagrada ni ningún templo podrán encerrar
esta palabra. La propuesta de Pedro de construir tres cabañas está relacionada
con la fiesta de las tiendas que se celebraba al comienzo del otoño y en la que
cada familia habitaba durante siete días en chozas hechas de ramas
entrecruzadas. Esta fiesta de recuerdo y esperanza tenía entonces un fuerte
carácter nacionalista. Pero no era éste el verdadero sentido del mesianismo de
Jesús.
Como en el caso de Abrahán, el llamamiento de Dios para salir de sí
mismo y seguir a Jesús no se responde de una forma meramente intelectual o
afectiva, sino que requiere también ordenar la vida conforme al Maestro. La
conversión y el seguimiento se expresan en el compromiso. Por otra parte,
ponerse sin medida en las manos del nuevo Moisés conduce, a través de nuevos
éxodos o salidas de esclavitudes, hacia la plenitud humana. El discípulo y la
comunidad serán guiados en esta dirección por el espíritu de Jesús que poseen
tanto en los momentos de cruz como en los de gloria.
EUCARISTÍA 1990/12
La versión primitiva de esta relato, común a todos los sinópticos,
presentaba, en un estilo apocalíptico, la transfiguración como un
descubrimiento por parte de los discípulos de la personalidad de Jesús, figura
escatológica y fuente de salvación (vv. influidos por Dn 10. 5-6: Mt 17. 2-9;
por Dn 10. 9: Mt 17. 6; por Dn 10. 10: Mt 17. 7; por Dn 12. 4: Mt 17. 9). Más
tarde fue interpretada esta perspectiva escatológica de Cristo en función del
ritual de la fiesta de los Tabernáculos y de la entronización de un Mesías
paciente que esta fiesta implicaba. Trataremos esta cuestión desde este punto
de vista sobre todo en el comentario de Mc 9. 1-9 a)Posteriormente los
redactores debieron de acentuar la relación entre la teofanía del Tabor (?) y
la del Sinaí como para subrayar mejor los dos grandes momentos decisivos de la
historia de la salvación: la alianza y la venida del Hijo del hombre. El
paralelismo con Ex 19. 16-17; 24. 15-18; 40. 34-38; 34. 29-30, está
efectivamente claro. Ya en el judaísmo, sobre todo a través de la fiesta de los
Tabernáculos, era transportada la teofanía del Sinaí a la era escatológica (Is
40. 3-5; Za 14.; Ap 7. 9-17). Esta alusión a la teofanía del Sinaí y a la
fiesta de los Tabernáculos no hacía, por lo demás, sino acentuar el carácter
escatológico de la entronización del Mesías.
Mateo no tenía ya más que dar un paso para acentuar el paralelismo entre
el Moisés del Sinaí y el Cristo de la transfiguración.
En efecto, ha montado su Evangelio partiendo de los cinco discursos de
Cristo (en correspondencia con los cinco libros de la ley antigua). Cada una de
esas partes agrupa algunos acontecimientos seguidos de un discurso. En la
cuarta, que es la que ahora nos interesa, la sucesión de los acontecimientos
(entre los que está la transfiguración) prepara el discurso del Señor sobre la
vida futura de la Iglesia (Mt 18.).
Mateo se preocupa sobre todo por presentar a Jesús como el nuevo Moisés,
legislador de la nueva economía. Espera convencer así a los judeo-cristianos de
que la ley ha sido superada por la de JC. Por eso, al contrario que Mc 9. 4,
Mateo nombra a Moisés antes que a Elías (v. 3). Es también el único evangelista
que habla de la irradiación del rostro de Cristo (v. 2), en correspondencia con
la irradiación de la figura de Moisés en el Sinaí (Ex 34. 29-35; 2 Co 3. 7-11).
Igualmente, la voz que habla desde la nube (v. 5) corresponde a la que
se dejó oír en la nube del Sinaí (Ex 19. 16-24). La recomendación
"escuchadle" (v. 5) evoca el anuncio hecho a Moisés de una futura
réplica de sí mismo "al que tú escucharás" (Dt 18. 15). Además,
contrariamente a Lucas y a Marcos, que citan únicamente el Sal 2: "He aquí
a mi Hijo", Mateo añade algunas palabras tomadas de Is 42. 1: "En
quien me he complacido" (v. 5), alusión al Siervo, "luz de las
naciones" porque hace la voluntad de Dios. Finalmente, el hecho de que la
transfiguración se sitúe al final de "seis días" (v. 1),
contrariamente a Lc 9. 28, permite relacionar este episodio con la subida de
Moisés al Sinaí (Ex 24. 16-18). En conclusión, por encima de su carácter
escatológico, Cristo aparece como el nuevo Moisés, legislador del nuevo pueblo.
Recibe este título porque primero pasó por la obediencia al sufrimiento
y a la muerte. El nuevo Moisés ha comenzado por obedecer personalmente a la ley
que propone; contrariamente a Moisés, Cristo es un legislador que no se
contenta con imponer una ley, sino que proporciona al mismo tiempo los medios
interiores de corresponder a ella.
b)La transfiguración no pierde en Mateo su carácter fundamental de
investidura mesiánica (cf. la alusión a la fiesta de los Tabernáculos, por
ejemplo), sino que se especifica, si así puede decirse, en las prerrogativas
magistrales de Cristo, nuevo maestro de pensamiento. Lo mismo que el Siervo
paciente debió a su obediencia en convertirse en luz del mundo, así Cristo está
habilitado para convertirse en el maestro del pensamiento y en el nuevo
legislador del mundo porque ha sido el primero en someterse a la ley nueva que
Él mismo trae, ley de amor y de renuncia (v. 9). Señalemos que este relato de
la transfiguración introduce, en Mateo, el discurso del cap. 18, en el que
Cristo establece los poderes mesiánicos en la Iglesia, confiriendo en
particular a sus apóstoles el derecho a ser escuchados (Mt 18. 15-18), ese
derecho que Él mismo ha recibido en su transfiguración.
......................
¿Cómo situar la obra de Jesús con respecto a la de Moisés? Como ha dicho
Él mismo, Jesús no vino para añadir nada a la ley, sino que ha venido a
cumplirla, llevarla a término. En la intención del primer legislador, la ley
debía revelar los caminos de la verdadera fidelidad a Yahvé. En realidad
encontrará su primer fiel, ejemplar, en Jesús. Él sitúa correcta y
definitivamente en su lugar las relaciones entre la fe y la ley. La condición
de ese ajuste no se verifica, por lo demás, sino sólo en Él. Sólo su humanidad,
por pertenecer al Hombre-Dios, está habilitada para construir la fidelidad
exigida por la verdadera alianza. Cumplida en Jesús, la ley se ha renovado en
su contenido. El marco de la antigua alianza estalla bajo la presión de ese
cumplimiento. Se abandonan los viejos odres por la fuente viva. La ley evangélica
basada en el amor universal se dirige ahora a todos los hombres. Jesús no es ya
en nada el esclavo de una ley exterior; la ley, grabada en su corazón, tiene
como fuente íntima al Espíritu Santo. Según el anuncio de los profetas, la
renovación del corazón introduce la ley nueva.
El misterio de la transfiguración lleva a comprender el ritmo pascual de
la ley evangélica. La fidelidad de Jesús a la ley nueva toma un camino de
obediencia hasta la muerte de cruz. No hay posibilidad de hacerse prójimo de
todos los hombres sino haciendo entrega de la propia vida. Hay que enfrentarse
a la muerte en su propio terreno para salir victoriosos de ella.
MAERTENS-FRISQUE - NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III - MAROVA
MADRID 1969.Pág. 70
4. PD/ESCUCHA.
"Escuchadle". Se trata probablemente del elemento central en
el relato de hoy. Captar a Jesús no es fácil para los que somos religiosos.
Nuestras concepciones religiosas pueden ser el gran obstáculo para entender a
Jesús. Por eso, seamos humildes y aceptemos la invitación que el propio Dios
nos hace de escuchar a Jesús.
A. BENITO - DABAR 1987/19
5. - El relato de la transfiguración resulta absolutamente
incomprensible desde un historicismo literalista. Lo mandaríamos
inevitablemente al campo de la fantasía o de la leyenda. Lo principal aquí es
la teología y el mensaje contenido en la narración. Teología y mensaje que han
utilizado como vehículo de expresión una serie de creencias procedentes del
mundo judío. Entre ellas es preciso enumerar la aparición de Moisés y Elías, la
voz oída desde la nube, el resplandor y la gloria. Una serie de detalles
funcionales puestos al servicio de la finalidad perseguida por el evangelista:
todo lo esperado para el futuro se ha hecho realidad en el presente, en la
persona de Jesús.
Esta finalidad del evangelista se pone de relieve con los cambios que
son introducidos en los relatos en relación a las creencias judías mencionadas:
a) Moisés y Elías aparecen simplemente hablando con Jesús, no preparando la
nueva comunidad de Yahveh mediante su predicación y milagros (como lo hacía la
especulación judía, al hacer entrar en escena a estas dos figuras del Antiguo
Testamento); b) La nube no cubre a todo el pueblo, sino sólo a los discípulos y
las figuras celestes; c) la luz que transfigura a Jesús no es una manifestación
masiva (al estilo de las manifestaciones de Yahveh); se centra en él e intenta
presentarlo como el salvador de su pueblo y el juez de los incrédulos; en lugar
de una manifestación a todo el pueblo, aquí se limita a los tres que
pertenecían al círculo de los íntimos de Jesús.
El centro de gravedad de la narración recae en la afirmación siguiente:
el transfigurado es la presencia de Dios entre los hombres. Los detalles
mencionados son como otros tantos rasgos parabólicos que deben poner de relieve
esa enseñanza fundamental. La consecuencia ineludible que de esta presencia de
Dios entre los hombres se deduce, se halla expresada en la voz del cielo:
..."escuchadle". ¿Se acentúa la relación "discìpulo-Maestro? Por
supuesto. Pero la intención del evangelista va más allá: la palabra de este
Maestro es la última que Dios tenía que decir a los hombres (esto se hace
comprensible desde los rasgos anteriormente mencionados). Y esta palabra oída
por los tres "íntimos" debe ir comunicándose y trasmitiéndose a los
demás. Ha surgido "el profeta" semejante a Moisés (Deut 18,15) a
quien es preciso escuchar.
La diferencia en relación con los acontecimientos del pasado es también
significativa: allí Moisés hablaba al pueblo, aquí "el Profeta" habla
a los tres discípulos representativos del nuevo pueblo de Dios que debe surgir
desde su predicación.
Jesús es el Maestro que habla y enseña a sus discípulos. Pero, al mismo
tiempo, es el Señor divino, penetrado por la luz de Dios y envuelto en la nube (signos
de la presencia divina).
Una realidad única con dos formas de existencia, la humana y la divina
(posteriormente el magisterio y la teología lo formularán hablando de una
persona y dos naturalezas). Nuestro relato, más primario y adecuado, presenta la
unión de esas dos formas de existencia recurriendo a la transformación o
penetración de lo humano por lo divino y a la afirmación de la voz celeste:
"este es mi Hijo muy amado". El encanto y valor insuperables (desde
luego no superados por ninguna de las descripciones teológicas posteriores) del
relato está en la presentación extraordinaria que hace del protagonista: Jesús,
que aparece normalmente en el evangelio como el hombre manifiesto y el Señor
oculto, aquí es presentado como el Señor manifiesto y el hombre oculto. Dios
quiso descorrer el velo tras el cual se esconde el misterio de Jesús. Los
discípulos caen en tierra ante él. Es la actitud de adoración ante el Señor. Y
el temor surge del pensamiento de estar ante Dios; un temor que es superado gracias
a la presencia y la palabra de Jesús: "no temáis".
COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT - EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1039
6. - Texto: Una indicación temporal precisa (seis días después)
relaciona este texto con las afirmaciones precedentes, que hablan de la muerte,
resurrección y venida gloriosa del Hijo del Hombre para reinar en la Tierra.
La ubicación en un monte alto no especificado nos sitúa en un contexto
de epifanía o revelación, en línea con la tradición del Sinaí. La escena es,
efectivamente, una revelación de la persona de Jesús a tres de sus discípulos.
La escenografía está en línea con las concepciones judías sobre la
venida gloriosa del Hijo del Hombre para inaugurar los tiempos nuevos:
resplandor, vestidos blancos, Moisés y Elías. Es de todos conocido que los
judíos esperaban el retorno a la Tierra de estas dos personalidades
inmediatamente antes de la venida del Mesías. Mateo ha reforzado explícitamente
esta perspectiva de final y de inauguración de los nuevos tiempos cuando sólo
él entre los sinópticos escribe que el rostro de Jesús resplandecía como el
sol. Así es como imaginan los judíos que resplandecerán los justos cuando
llegue el Reino de Dios (véase Mt. 13, 43). También Mateo es el único
evangelista que parece haberse servido del apocalíptico libro de Daniel a
propósito de la reacción de los discípulos en el v. 6 y del posterior gesto de
Jesús invitándoles a levantarse y a no tener miedo (véase la descripción del
efecto producido en Daniel por la visión descrita en Dan. 10, 1-12).
En un contexto, pues, de revelación de Jesús como Hijo del Hombre que
inaugura los nuevos tiempos, la voz del Padre ratifica esa revelación, a la vez
que insta a los discípulos a hacer caso a ese Hijo del Hombre.
Otro dato a tener en cuenta en la redacción de Mateo es que este autor
ha suprimido la nota negativa de desconocimiento de la situación por parte de
Pedro. Este se dirige, además, a Jesús con el título divino de Señor, en vez
del título de rabí o maestro que emplean Marcos y Lucas. En el Evangelio de
Mateo sólo Judas Iscariote interpreta a Jesús como rabí (ver Mt. 26, 25, 49).
Comentario: Especulaciones sobre un futuro mejor las hacemos todos. Y es
bueno que así sea. Pero estas especulaciones dejan de ser justas y buenas si
conllevan una huida hacia adelante, descalificando el presente.
El fascinante texto que hoy nos ofrece Mateo es una invitación al
ensueño, pero sin huir y asumiendo el presente. El Hijo del Hombre glorioso lo
es en y desde su paso por el crudo realismo de la cruz. Todo mesianismo que no
arranque del real presente son cantos de sirena sibilina. A nadie contéis la
visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado. Resucitar supone morir
antes, dejar la piel en un presente que, aunque contradictorio, es generador de
futuro, y por ello mismo, también glorioso, como glorioso es el futuro en que
desemboca.
PRESENTE/FUTURO: Levantaos, no tengáis miedo al presente, porque el presente no es
ninguna encerrona. El presente es duro, es crudo; pero es también semilla que
da razón de la espera y la esperanza. La gloria del futuro está ya contenida en
el presente. Algo así nos dice la voz del Padre cuando le oímos gritar a los
tres discípulos: Este es mi Hijo amado. Escuchadle a él.
A. BENITO - DABAR 1990/18
7. GLORIA/NUBE/CRC:
Sabemos que es inexacto, en parte, decir que el Adviento «prepara» la
Navidad; es mucho mejor decir que el Misterio de la Venida se «celebra» en un
conjunto, el Adviento, que «culmina» en la Navidad y la Epifanía. De una manera
un poco semejante, nos exponemos a perder una parte de la riqueza cuaresmal si
pensamos que ella «prepara» la Pascua. El misterio del paso del Señor por la
Muerte, la Resurrección y la Glorificación por nuestra salud, se celebra en un
todo conjunto: Cuaresma, Pascua, Ascensión y Pentecostés.
Precisamente porque la representación del misterio pascual va
completándose desde el principio de la Cuaresma, es por ello que el evangelio
de este segundo domingo viene a completar la primera semana: la ascesis de
cuarenta días, a la cual somos convidados, finalizará y recibirá su
«retribución» en la glorificación pascual.
El misterio de la Transfiguración, al sernos presentado en esta segunda
semana de Cuaresma, aparece fundamentalmente como el polo opuesto de la
tentación (tema del primer domingo), como antípoda de la agonía y pasión del
Señor en su duelo con el Mal. Muchos elementos en la Transfiguración subrayan
la unión entre sufrimiento y gloria:
-Es interesante constatar lo que precede y sigue a la Transfiguración en
el evangelio; en los tres sin6pticos la Transfiguración es precedida por la
afirmaci6n del Señor: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz y me siga» (Mt. XVI, 24; Mc. VIII, 34; Lc. IX, 23); en
Mateo y Marcos al relato de la Transfiguración sigue inmediatamente la
afirmación de que el Hijo del hombre debe sufrir mucho (Mt. XVII, 12; Mc. IX,
12).
-Los tres testigos privilegiados son los que serán testigos de la
agonía, momento en el cual el Señor rayará con la derrota en su lucha contra el
Mal.
-Más aún: San Lucas, en su relato de la Transfiguración, precisa el tema
de la conversación que Moisés y Elías (la Ley y el profeta) tienen con Jesús:
«hablaban de su muerte que había de cumplirse en Jerusalén» (Lc. IX, 31): Todo
lo que Jesús tendrá que pasar, su Éxodo («éxodos»: pasaje en griego), su
Pasión, su Muerte.
-Finalmente, Jesús reconoce al final del relato que la Transfiguración
es una anticipación, un poco anacrónica, «intempestiva». de su gloria al
resucitar. Sin duda El lo quiso así para sostener en las horas difíciles a
aquellos de quienes esperaba una particular fidelidad, aunque los tres
sinópticos mencionan el silencio que deben guardar los privilegiados (Mt. XVII,
9; Mc. IX, 9; Lc. IX, 36).
El Éxodo era para los judíos el tipo de la prueba que tiene un término.
Cuando los judíos, establecidos en la Tierra Prometida, conmemoraban el Éxodo,
tenían muy presente los dos términos de la dualidad: Prueba-Recompensa. La
fiesta de los Tabernáculos es referida a la esperanza mesiánica y las
perspectivas escatológicas, tanto más que a la misma entrada ya realizada en la
Tierra Prometida.
En efecto, la fiesta de los Tabernáculos era la que celebraba este
Misterio: los judíos abandonaban momentáneamente el confort de la Tierra
Prometida para vivir bajo tiendas de nómadas. Sin duda alguna, en la escena de
la Transfiguración existen ciertas reminiscencias de la fiesta de los
Tabernáculos. «HARALD RIESENFELD ha hecho notar que la Transfiguración presenta
unos rasgos que parecen copiados del ritual de la fiesta de los Tabernáculos,
como por ejemplo las tiendas de follaje que Pedro propone hacer y que
significaban para los judíos de aquel tiempo las moradas de los justos en el
reino mesiánico. Pedro quería significar con ello que habían llegado los
tiempos mesiánicos, los de la manifestación del Mesías» (5).
Lo que aparece en la Transfiguración es el reflejo de la Gloria de Dios
dentro de la humanidad, una vez que esta humanidad está enteramente poseída por
Dios. La Gloria manifiesta ante nuestros ojos la riqueza íntima de Dios exultante
y resplandeciente. Esta Gloria de Dios no puede ser vista por el hombre:
"Todo el pueblo oía los truenos y el sonido de trompeta y veía las llamas
y la montaña humeante; y, atemorizados, llenos de pavor, se estaban lejos.
Dijeron a Moisés: Háblanos tú y te escucharemos; pero que no nos hable Dios, no
muramos... El pueblo se estuvo a distancia, pero Moisés se acercó a la nube
donde estaba Dios" (Ex. XX, 18-21). Dijo Yahvé a Moisés: "No podrás
ver mi faz, porque no puede verla hombre y vivir... Ahí te pondrás conmigo
sobre la roca. Cuando pase mi gloria, Yo te meteré en el hueco de la roca y te
cubriré con mi mano mientras paso; luego retiraré mi mano y me verás las
espaldas, pero mi faz no la verás" (Ex. XXXIII, 20-22).
La Gloria de Dios se manifiesta al mundo pagano bajo el velo de la
creación: «La ira de Dios se manifiesta desde el cielo sobre toda impiedad e
injusticia de los hombres, que en su injusticia aprisionan la verdad con la
injusticia. En efecto, lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos, pues
Dios se lo manifestó; porque desde la creación del mundo, lo invisible de Dios,
su eterno poder y su divinidad, son conocidos mediante las criaturas. De manera
que son inexcusables, por cuanto, conociendo a Dios, no lo glorificaron como a
Dios ni le dieron gracias" (/Rm/01/18-21). Para el pueblo elegido, la
Gloria de Dios aparece ligada a la nube, que al mismo tiempo manifiesta y
oculta: «Entonces la nube cubrió el tabernáculo de la reunión, y la gloria de
Yahvé llenó el habitáculo. Moisés no pudo ya entrar en el tabernáculo de la
reunión, porque estaba encima la nube y la gloria de Yahvé llenaba el
habitáculo». (/Ex/40/34-35).
L. HEUSCHEN - LA BIBLIA CADA SEMANA - EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 136
ss.
El Tabor es una experiencia luminosa, espléndida; una manifestación de
Dios en dicha y en gloria; una cercanía de Dios que conmociona y transfigura.
Se le puede escuchar, se le puede sentir, casi se le puede tocar. Es una
certeza tal de Dios que casi no es necesaria la fe.
Estas experiencias no son duraderas. Sería el cielo en la tierra. Pero
las necesitamos tanto. La necesitaban los discípulos de Jesús, que deberían
hacer acopio de luz, para cuando les llegara la noche, que sería bien cerrada.
La necesitaba el mismo Jesús, que tenía delante el problema de la muerte, nada
fácil de entender ni de aceptar. Nada fácil para el mismo Jesucristo. Y las
necesitamos nosotros, porque muchas veces se nos apaga la fe, y porque nos pesa
demasiado la vida. Necesitamos un anticipo de luz y de consuelo, aunque lo
paguemos después.
CARITAS 1996-1.Pág. 52