SOMOS PEREGRINOS DE
EMAUS.
ORACION COLECTA
Que
tu pueblo, oh Dios, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el
espíritu, para que todo el que se alegra ahora de haber recobrado la gloria de
la adopción filial, ansié el día de la resurrección con la esperanza cierta de
la felicidad eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14.
22-33.
El día de Pentecostés Pedro, poniéndose
en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró: «Judíos
y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis
palabras.
A Jesús el Nazareno, varón acreditado
por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó
por medio de él, como ustedes mismos saben, a este, entregado conforme al plan
que Dios tenía establecido y previsto, lo mataron, clavándolo a una cruz por
manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de
la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio,
pues David dice, refiriéndose a él: “Veía siempre al Señor delante de mí, pues
está a mi derecha para que no vacile.
Por eso se me alegró el corazón, exultó
mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada. Porque no me abandonarás en
el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.
Me has enseñado senderos de vida, me
saciarás de gozo con tu rostro”. Hermanos, permíteme hablarles con franqueza:
el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros
hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado
con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de
la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los
muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”. A este Jesús lo resucitó
Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Exaltado, pues, por la diestra de Dios y
habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado.
Esto es lo que están viendo y oyendo».
SALMO
RESPONSORIAL (15)
Señor, me enseñarás el
sendero de la vida.
Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.». El Señor
es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. R.
Bendeciré
al Señor que me aconseja; hasta de noche me instruye internamente.
Tengo
siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por
eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
R.
Me
enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de
alegría perpetua a tu derecha. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del Apóstol
San Pedro 1, 17-21
Queridos hermanos: Si
llaman Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomen
en serio su proceder en esta vida. Ya saben con qué los rescataron de ese
proceder inútil recibido de sus padres: no con bienes efímeros, con oro o
plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha,
previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos
por nuestro bien. Por Cristo ustedes creen en Dios, que lo resucitó y le dio
gloria, y así
han puesto en Dios su fe
y su esperanza.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13-35
Dos
discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a
una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando
todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona
se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de
reconocerlo.
El
les dijo: ¿Qué conversación es esa que traen mientras van de camino?.
Ellos
se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: ¿Eres
tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos
días?.
Él
les preguntó: ¿Qué?.
Ellos
le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y
palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y
nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros
esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días
que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han
sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo,
e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les
habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al
sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le
vieron.
Entonces
Jesús les dijo: ¡Qué necios y torpes son para creer lo que anunciaron los
profetas!. ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su
gloria?.
Y
comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se
refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo
ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: Quédate con
nosotros porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos.
Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se
lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él
desapareció. Ellos comentaron: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba
por el camino y nos explicaba las Escrituras?. Y levantándose al momento, se
volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus
compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha
aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y
cómo lo habían reconocido al partir el pan.
COMENTARIO
¿No han comprendido? ¡Qué torpes son y lentos para creer lo que
anunciaron los profetas! ¿No tenía el Mesías que padecer todo eso para entrar
en su gloria? Hasta en el día de pascua, dejémonos reprender por el resucitado.
Quizás al decir eso, tenía la sonrisa de las reprensiones amables y muy pronto
acabaron también por sonreír los discípulos: ¡A veces es bueno recibir
reprimendas de Jesús, vivo ¡Viviente! Cambiemos con él esa misma sonrisa un
tanto pícara. Somos peregrinos de Emaús. Avanzamos por el camino de la vida con
muchas esperanzas, al principio muy puras, luego cada vez más mezcladas, unas
veces cristianas y otras paganas, unas veces claras y otras llenas de ignorancia:
“¡Habíamos esperando tanto!”. Dice, y decimos con ellos nosotros. Vinieron las
decepciones, cristianas y también paganas. Y llegaron hasta el fondo de su
desconfianza: ¡Jesús se había acabado para ellos! De pronto, el encuentro. Tan
increíble que al principio no ven nada: “Jesús se acercó y se puso a caminar
con ellos. También nosotros hemos tenido ese encuentro, pero hemos seguido tan
cerrados como ellos a lo increíble: ¡Dios ante nosotros, Dios con nosotros!.
Aun sabiendo nuestra fe no se despertó lo bastante, nuestro corazón es
demasiado lento, seguimos avanzando por la vida como si él no estuviera allí.
Pero a veces el corazón arde. “¿No estábamos como sobresaltados mientras nos
hablaba explicándonos las Escrituras?”.
¡Las Escritura!. No esperemos avanzar en la fe sin las Escrituras. Toda
la biblia, el gran tesoro de la revelación cuya clave nos entrega hoy Jesús:
“El Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria”. Muy duro de comprender,
muy duro de aceptar, sin embargo Jesús nos tratará cortésmente de tontos o
idiotas mientras no interioricemos de veras este secreto de los secretos. La
gran trayectoria desde la cruz a la gloria es la historia de Cristo, es la
historia del mundo, es la historia de cada una de nuestras vidas. El que
comprende este camino de sufrimiento, lo ha comprendido todo.
Los discípulos recibieron el gran secreto; su corazón arde (“Quédate
con nosotros”), pero aún no le reconocen. Se necesita la fracción del pan y
esta vez comprenden. Aunque “desaparece a su vista”, en adelante seguirá allí,
se podrá avanzar con él de la cruz a la gloria.
Inmediatamente tienen un buen reflejo: ir a anunciar la maravilla: “El
Señor vive”. Y todos responden: Es verdad”. Ser cristiano será vivir de esta
certeza y comunicarla. Así es como nació nuestra fe con sus tres grandes
momentos; la palabra, la eucaristía y el testimonio. Lucas bordó esta página
para hacer de ella el esquema de la existencia cristiana vivida como una misa y
por tanto como una aceptación de la cruz. Una aceptación paradójicamente
dichosa: se camina hacia la gloria de Dios y se camina con Jesús: “Quédate con
nosotros” es una palabra de amor para decir: “Quiero seguir contigo”.
PLEGARIA UNIVERSAL
Queremos pedirte, hoy, Dios Padre que nos
enseñes a reconocer a Jesús, el
Resucitado y que junto con el recorramos el camino de la vida, alimentados con
su pan y trabajando para los hermanos más necesitados. Y todos juntos
repetimos: R. ¡Acompáñanos en nuestro
camino!.
1.-
Por el Papa, por el obispo de eta diócesis (…) y por nuestro párroco (…), para
que reciban ampliamente la gracia del Resucitado y seamos capaces todos juntos
de salir al encuentro del Señor Jesús, que nos busca. Roguemos al Señor. R.
2.-
Por todos aquellos, que nuestro país tienen responsabilidades de Gobierno, para
que tengan presente en todo momento que el sacrificio del Señor Jesús fue por
amor y pasa que hubiera paz y concordia entre todos. Roguemos al Señor. R.
3.-
Por los pobres, los desplazados, los marginados, los rechazados por su raza,
religión y opción política, para que sientan cercana la justicia de los
hermanos que creen en Jesús Resucitado. Roguemos al Señor. R.
4.-
Por todas las familias, para que vivan en paz, se mantengan firmes en su unidad
y vean crecer a sus hijos en unidad y concordia. Roguemos al Señor. R.
5.-
Por todos nosotros, presentes en esta eucaristía del Tercer Domingo de Pascua
para que el ejemplo de los hermanos de Emaús, ardan nuestros corazones de
esperanza. Roguemos al Señor. R.
Dios Padre nuestro, acepta estas suplicas
que te presentamos hoy con amor, fe y alegría. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Amen.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante y a
quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo
y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele
llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser
glorificada. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 27: Hch 6, 8-15; Sal 119; Jn 6, 22-29.
Martes 28: Hch 7, 51-8.1; Sal 31; Jn 6, 30-35.
Miércoles 29: Hch 8, 1-8; Sal 66; Jn 6, 35-40
Jueves 30: Hch 8, 26-40; Sal 66; Jn 6, 44-51.
Viernes 01: Gn 1, 26-2.3; Sal 90; Mt 13, 54-58.
Sábado 02: Hch 9, 31-42; Sal 116; Jn 6, 60-69
Domingo 03: Hch 2, 14, 36-41; Sal 23; 1Pe 2, 20-25; Jn 10,
1-10.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 24, 13-35
Par: /Mc/16/12-13
1.- El
evangelio de Emaús es demasiado conocido para que sea necesario describir toda
su riqueza; su tono, tan humano, hace resonar un eco tan profundo en nuestros
corazones, en el corazón de todos sus oyentes, que cualquier comentario corre
el peligro de alterar su excepcional transparencia. Arriesguemos, no obstante,
algunas sugerencias.
Leído a
continuación de las frases paulinas de las segundas lecturas, el episodio de
los peregrinos de Emaús aparece como la celebración de la renovación que la
resurrección de Jesús opera en aquellos que aceptan tal mensaje. Al final de su
larga marcha, los dos discípulos están renovados por completo. Su comprensión
de la vida ya es "otra". Hasta entonces, veían en la muerte el
fracaso último de la humanidad. A sus ojos, cualquiera, por gran profeta que
hubiera parecido, "por poderoso en obras y en palabras" que hubiese
podido ser "delante de Dios y todo el pueblo", cualquiera que es
"condenado a muerte y crucificado", corona su vida con un fracaso
radical que destruye todo su significado. Ahora bien, esa teoría sobre la
existencia, teoría que la experiencia corriente corrobora, es la que es falsa
desde ahora.
Debido, en
primer término, al Antiguo Testamento, que anunció por la voz de "Moisés y
de los Profetas" que un hombre, el Mesías, tras haber soportado tales
sufrimientos y experimentado el fracaso que significaban, "entraría",
no obstante, "en la gloria" y obtendría el éxito verdadero.
Y ese anuncio
de un vuelco tan categórico de las cosas, objeto por largo tiempo de una promesa,
se ha hecho, a partir de ese día, realidad. El compañero de camino de los dos
discípulos es "Jesús, el Nazareno", el mismo sobre el que se
lamentaban los dos viajeros, a quien "concernía" la enseñanza de
Moisés y de los Profetas, el que vive el destino inédito que aquellos héroes
del pasado habían definido de antemano. Tras haber "soportado los
sufrimientos predichos", "entra ahora en su gloria".
Se trata, pues,
de una comprensión de la vida totalmente renovada, que Jesús, con su recuerdo
del Antiguo Testamento, con su palabra, con su propia presencia, ofrece a los
discípulos. Una teoría de las cosas que empalma con sus íntimas aspiraciones:
se lo dicen uno a otro, reconociendo que la palabra de Jesús avivaba en ellos
un deseo que el tema de la muerte había como sumido en el olvido.
Señalemos dos
aspectos de esta renovación total que modifica la persona de los discípulos. En
primer lugar, que esta novedad es necesariamente objeto de un compartir, de una
comunicación, de un testimonio. No es posible guardar para sí tan "buena
noticia". Una vez que se les muestra la verdad, los discípulos se van
precipitadamente a Jerusalén para compartir su experiencia y proclamar su
descubrimiento... El autor, además, señala un rasgo sugestivo: Jesús termina su
comunicación con la fracción del pan.
En este gesto,
en que san Lucas ve el acto eucarístico, el evangelista percibe como el espejo
en el que aparecen en claro los rasgos de Jesucristo esbozados ya por
"Moisés y los Profetas": ¿no es en ese momento cuando ambos compañeros
reconocen a Jesús? La Eucaristía no celebra a un muerto, sino que proclama que
el que estaba muerto vive, y corresponde a esta nueva representación de las
cosas que sitúa la gloria más allá de los sufrimientos. Participar en la
Eucaristía es adherirse a una comprensión de la vida que encuentra su
realización en Jesucristo vivo, resucitado.
Decididamente,
para los cristianos que celebran la Pascua, nada puede en absoluto ser como
antes.
LOUIS MONLOUBOU
- LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE LUCAS - EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág
315
2.- La
narración parte de Jerusalén y termina en Jerusalén. Un mismo itinerario
inversamente recorrido: de Jerusalén a Emaús (vv.13-32) y de Emaús a Jerusalén
(vv. 33-35). Pero, para Lucas, Jerusalén es algo más que una ciudad. Es el
lugar donde están los once y los demás. Jerusalén es el grupo creyente. Los dos
de Emaús han abandonado el grupo y retornan a él.
Cuando retornan
se encuentran con un grupo que ya cree en Jesús resucitado (v. 34). No son,
pues, los dos de Emaús los que hacen que el grupo sea creyente. Este dato es
importante a la hora de determinar el sentido del relato: éste no va en línea
apologética (demostrar la resurrección de Jesús), sino en línea catequética
(mostrar las vías de acceso a Jesús resucitado, cómo encontrarse con Jesús
resucitado). Los destinatarios del relato no son los que rechazan la
resurrección de Jesús, sino los cristianos que no han tenido el tipo de acceso
que tuvieron los testigos presenciales. En los dos de Emaús estamos tipificados
todos los cristianos que no hemos tenido el tipo de acceso a Jesús que tuvieron
los testigos presenciales.
¿Cuáles son
nuestras vías de acceso a Jesús? En primer lugar, la lectura profundizada del
A.T. (vv. 25-27). En segundo lugar, y como culminación de la anterior, la
celebración de la Eucaristía.
Es en esta
celebración donde finalmente se abren nuestros ojos para reconocer a Jesús (v.
31). El encuentro interpersonal, dicen los psicólogos, sólo se da en la medida
en que nos situamos en una realidad que nos trasciende a todos, al mismo tiempo
que nos constituye. Esta realidad es la celebración eucarística en su doble
vertiente de Palabra y de Comida.
DABAR 1981/29
3.- Para la
liturgia, la semana de Pascua constituye una perfecta unidad con el mismo día
de la resurrección (el prefacio nos hace decir todos los días de la semana:
"en este día". No es fácil, ni incluso posible, establecer un
determinado orden entre las diversas apariciones relatadas por los
evangelistas.
"Si bien
es verdad que ellos están de acuerdo al referir la aparición inicial del ángel
(Mt 28. 5-7; Mc 16. 5-7; Lc 24. 4-7; Jn 10. 12-13), los cuatro evangelistas
divergen en lo que respecta a la apariciones del mismo Jesús".
"La
comparación con la detallada y tan antigua enumeración de 1 Co 15. 5-7,
demuestra, por lo demás, que cada evangelista no quiso relatar todas las
apariciones de Jesús resucitado".
En todo caso,
resulta difícil señalar con precisión la fecha de algunas apariciones. Sin
embargo, es cierto que el primer día de la resurrección fue un día repleto.
Citemos las apariciones que entre todos refieren y sitúan en esta jornada
histórica: a María Magdalena en el huerto (Jn 20. 11-18); a Pedro (alusión en
Lc 24.34, consignada también en 1 Co 15. 5); siempre dentro de esta jornada, al
caer de la tarde tiene lugar la conversación con los discípulos de Emaús y
después la aparición a los once. El estupendo relato del reencuentro de Emaús
nos recuerda a su modo la importancia capital, esencial, única, de la
resurrección para nuestra fe. Hay cristianos que dan la impresión en ocasiones
de conceder una importancia demasiado exclusiva a la muerte redentora del
Salvador. Los discípulos de Emaús constituyen un ejemplo estupendo de los
creyentes que detienen su creencia en la muerte... Les falta lo principal, lo
que da sentido a todo lo demás, incluso a esa muerte que, sin la resurrección,
es un fracaso: "Nosotros esperábamos", en imperfecto.
Este pasaje
tiene para nosotros un especial interés. Es la primera vigilia bíblica del
N.T., ¡y bajo la dirección de qué celebrante! "Comenzando por Moisés y por
todos los profetas, les fue declarando cuanto a él se refería en todas las
Escrituras".
Ahí tenemos el
hilo conductor y el plan ideal de una velada bíblica sobre un tema determinado:
recorrer el A.T. bajo un punto de vista concreto y desembocar en Cristo que es
la realización del mismo.
Esta
"velada bíblica" de Emaús no es la única que en esta tarde dirige el
celebrante extraordinario que es el Señor. En efecto, el evangelio de Lc, en el
relato que hace de la aparición a los once de la misma tarde del día de la
resurrección, nos dice: "Jesús les dijo: era preciso que se cumpliera todo
lo que está escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos de
mí. Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen las
Escrituras" (Lc 24. 44-45).
Es
característico señalar la unión existente entre estas meditaciones bíblicas y
la comida. Cuando tiene lugar la aparición a los once, Jesús come con ellos
para disipar toda duda sobre la realidad de su presencia (Lc 24. 43). Ya hemos
leído que la conversación de Emaús desemboca en una comida. Incluso muy bien
puede suceder que se trate de la primera eucaristía que fuese, a diferencia de
la Cena, el Memorial de una realidad cumplida; en este caso tendríamos ahí el
modelo de todas nuestras misas: Palabra y después Pan (Lc, al emplear aquí este
término técnico -Fracción del Pan- que repetirá en Hch 2. 42, piensa, sin duda,
en la Eucaristía.-Biblia de Jerusalén. Nota relativa a Lc 24. 35).
L. HEUSCHEN -
LA BIBLIA CADA SEMANA - EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 165
4. -
Buscar todo "lo bueno" que un hombre puede compartir con otro hombre,
cualquiera que éste sea, es hacer un camino que, según la fe cristiana,
desemboca en la fraternidad universal. Jesús caminaba junto a dos hombres que
sólo iban a Emaús. Estos andaban un camino muy corto; aquél, resucitado,
acababa de comenzar con su vida y con su entrega a la muerte un camino mucho
más largo y ambicioso, el camino del hombre, de todo hombre hacia el Reino de Dios.
Unos y otros, al partir y al compartir, se juntaron en una misma marcha hacia
un mismo destino.
EUCARISTÍA
1990/21
5. EU/CAMINO-EMAUS.
Este evangelio
es -precisamente porque refleja nuestro propio camino de fe- un retrato de la
Eucaristía que celebramos cada domingo. Cuando nos juntamos para la celebración
hemos estado haciendo camino, durante la semana, con ilusiones y decepciones,
con momentos de búsqueda y de duda, con experiencias dolorosas y otras de
alegría. Es el camino de Emaús. Y aquí, en la asamblea, los compartimos con
Jesús, en la Escritura. Los "sucesos" de nuestra vida los ponemos
ante los "sucesos" vividos por Jesús. La Palabra viva del Señor
"enciende nuestros corazones" y da una nueva luz a todo aquello
vivido. Después, en el gesto de compartir la mesa, renovamos aquel gesto del
Señor, la fracción del pan, y todos sus actos de amor a hombres y mujeres
concretos.
Jesús se nos
hace presente y se nos hace alimento. Finalmente nos levantamos y volvemos al
lugar de donde hemos venido, nos disponemos a rehacer el camino, a vivirlo con
nueva ilusión, a anunciar a los demás la alegría de haber visto al Señor.
J. ROMAGUERA -
MISA DOMINICAL 1990/09
6. ADMIRACION/J
La fe en JC
tiene además una historia personal que acontece en cada individuo. Al comienzo
de esa historia se encuentra casi siempre la admiración. Y es que nos admiramos
cuando topamos con algo que, anteriormente, no nos habíamos encontrado, que
sobrepasa nuestra capacidad de imaginación y de lo que en adelante ya no nos
podemos deshacer; ésta es, precisamente, la experiencia del evangelio cuando en
él se describe que "ardía el corazón".
EUCARISTÍA
1987/22
7.- Texto: Este
domingo no está tomado de Juan, sino de Lucas. Muy en consonancia con los
gustos de este autor, el texto es un relato de viaje o de camino. Pero el
sentido del camino que hacen los dos discípulos es exactamente el contrario del
que habían hecho antes siguiendo a Jesús. Contrario en geografía, porque se
marchan de Jerusalén; contrario sobre todo en motivación, porque el camino que
ahora hacen es el de la desesperanza. "Nosotros teníamos la esperanza de
que él fuera el libertador de Israel". El término "libertador" y
la expresión "libertador de Israel" son característicos de Lucas. Remiten
a la expresión "liberación de Israel", usada en los comienzos de la
obra para expresar las esperanzas del pueblo, representadas por Simeón (Lc 2,
25) y por Ana (Lc 2, 38). Esta liberación debía ser función del Mesías. Ya
desde esos comienzos ha dejado Lucas muy claro su punto de vista: Jesús es el
Mesías y, consiguientemente, el libertador de Israel.
Los dos
discípulos, en cambio, han dejado de compartir este punto de vista. La condena
a muerte de Jesús por la autoridad competente les cierra toda posibilidad de
ver en Jesús al libertador de Israel. La cruz no encajaba en sus esquemas de
Mesías y por ello mismo era un escándalo y un obstáculo insalvable. De ahí su
camino de desesperanza. CZ/ESCANDALO: El
desconocido caminante que se ha unido a los dos discípulos les echa en cara su desconocimiento
del Antiguo Testamento. La frase "lo que anunciaron los profetas" es
una expresión que designa al Antiguo Testamento en su totalidad. La cruz del
Mesías no es un escándalo; es una misteriosa necesidad recogida en todo el
Antiguo Testamento.
La hospitalidad
de los dos discípulos hace posible el reconocimiento definitivo del desconocido
en la mesa al partir el pan, en clara preferencia al gesto de la cena del Señor
de Lc.22, 19. Los dos discípulos pueden así rehacer el camino a Jerusalén y formar
parte del grupo cristiano, el cual lo es por vivir la certeza de la
resurrección de Jesús. Comentario: Es bastante perceptible que la finalidad de
Lucas es didáctica: hacer ver que al libertador o Mesías se le encuentra en la
lectura de la Palabra de Dios y en la celebración de la Eucaristía. El relato
no responde al qué, sino al dónde. No pretende hacer ver que Jesús ha
resucitado, sino dónde encontrar a Jesús resucitado.
Biblia y
Eucaristía. Lectura y celebración. Ambas le son necesarias al cristiano si ha
de ser portador de esperanza.
A. BENITO -
DABAR 1990/26
8. JERUSALEN/Lc.
La narración
parte de Jerusalén (v. 13) y termina en Jerusalén (v. 33). Un mismo itinerario
inversamente recorrido: de Jerusalén a Emaús, salida de (vs. 13-32), de Emaús a
Jerusalén, vuelta a (vs. 33-35). Pero para Lucas Jerusalén es algo más que una
ciudad; es el lugar donde están "los once y los demás" (vs. 9 y 33).
Jerusalén es algo más que una referencia geográfica; es una referencia a un
grupo de personas. A este nivel hay que hablar de abandono del grupo y retorno
al grupo.
La situación
del grupo es distinta al comienzo y al final del relato. Al comienzo es una
situación de incredulidad (cfr. 24, 11: "Ellos lo tomaron por un delirio y
se negaron a creerlas").
Al final es una
situación de fe (cfr. 24, 34: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha
aparecido a Simón"). Nótese que esta situación existe ya cuando los dos de
Emaús se reencuentran con el grupo; no son ellos los que la crean. Este dato
literario es muy importante para detectar el sentido del texto.
Fijémonos
detenidamente en el v. 34. Es una exclamación entusiasta. Pero en esta
exclamación puede distinguirse un doble momento: "El Señor ha
resucitado", "se ha aparecido a Simón". Es decir, el v. 34
reproduce en pequeño lo que el lector ha podido ver desarrollado en los vs.
13-32. La creencia en Jesús resucitado descansa en unos testigos presenciales
en nada predispuestos a tal creencia. La fe en la resurrección tiene una base
pericial suficiente para generar una certeza histórica. La estructuración
global del relato y la particular del v. 34 están al servicio de esta certeza.
Lucas viene a decir lo siguiente: la fe en la resurrección de Jesús está
fundamentada en criterios de autenticidad histórica. Por consiguiente, añadimos
nosotros, la opción creyente es más fidedigna que la no creyente. Pero esta
última afirmación es sólo un añadido nuestro. El análisis literario revela que
la finalidad de Lucas al componer el relato no va por la línea apologética
(demostrar la resurrección de Jesús). La finalidad de Lucas es catequética:
mostrar las vías de acceso a Jesús resucitado, cómo encontrarse con Jesús
resucitado. Los destinatarios del relato no son los que rechazan la
resurrección de Jesús, sino los cristianos que no han tenido el tipo de acceso
que tuvieron los testigos presenciales.
El paradigma de
estos cristianos son los dos de Emaús. Ellos experimentan el desencanto y la
duda. El símbolo de esta experiencia es el camino de Emaús (cfr. vs. 13-14.
21-24). Es un camino de retirada, de falta de visibilidad (v. 16). ¿Por qué
asustarnos si hacemos esta misma experiencia? Teniendo a la vista esta
experiencia y en respuesta a la misma compone Lucas el relato. Una primera vía
de acceso a Jesús resucitado es la lectura profundizada del Antiguo Testamento
(vs.25-27). ¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras?
(v. 32). Una segunda vía, culminación de la anterior, es la fracción del pan
(v. 30), término técnico para designar la Eucaristía (cfr. Hech. 2, 42; 20, 7).
Es aquí donde finalmente "se les abrieron los ojos y lo reconocieron"
(v. 31). En la Palabra y la Cena (las dos partes de la Misa) es donde nos
encontraremos también nosotros con Jesús resucitado. Este encuentro del mismo
tipo (tipo de encuentro, no tipo de acceso; no hay, pues, contradicción con lo
escrito anteriormente) al vivido por los primeros testigos. Ellos garantizan un
encuentro por el tipo de acceso que tuvieron a él, pero no son los únicos en
poder vivir el encuentro con el resucitado; también nosotros podemos vivirlo si
escuchamos la Palabra e insistimos en hospedar al que viene tan
desapercibidamente que puede confundírsele con unas raciones de pan y vino.
DABAR 1978/25
9.- Jesús
alcanza a estos dos discípulos que marchan hacia Emaús que dista de Jerusalén
unos treinta kilómetros. Ellos han oído hablar a las mujeres sobre la tumba
vacía, pero, al parecer, no hacen mucho caso de esta noticia. Jesús les invita
a conversar con él mediante su pregunta y ellos se desahogan contándole los sucesos
que han tenido lugar en Jerusalén. Su situación de ánimo es significativa y
debe considerarse que era común entre todos los discípulos de Jesús. Vieron en
el Maestro a un gran profeta, acreditado por sus palabras y obras ante todo el
pueblo; pero al fin sucedió lo incomprensible: sus enemigos, los que ostentaban
el poder temporal y espiritual de Israel, lo han crucificado.
Estos
discípulos no culpan de la muerte de Jesús al pueblo, sino sólo a las
autoridades. En el Profeta de Nazaret creyeron haber encontrado al Mesías
prometido que libraría a Israel de todas las opresiones, y ahora resulta que,
antes de iniciar su obra, ha sucumbido ante sus enemigos sin que Dios haya
intervenido ni antes ni después de su muerte. Por eso no comprenden nada y
marchan derrotados y sin esperanza, que ya han pasado tres días y el
"asunto" del Nazareno parece haber sido liquidado para siempre.
Si hubieran
contado con la resurrección, estos discípulos hubieran recibido con gozo la
noticia de las mujeres y no hubieran dejado que su escepticismo les quitara la
esperanza. Jesús no les reprocha su falta de fe, sino su falta de entendimiento
para comprender las Escrituras. Ellos sólo habían tenido ojos y oídos para la
gloria del Mesías, pero no comprendieron una sola palabra de lo que habían
anunciado los profetas sobre el "Siervo de Yavé". No comprendieron
que el camino hacia la gloria pasaba por la cruz. No comprendieron que Jesús
"tenía" que padecer según el plan de Dios y según lo que él mismo les
había dicho repetidamente (9, 22; 13, 33; 17, 25; 22, 37; 24, 44) Y no
comprendieron nada de esto porque estaban llenos de prejuicios sobre un
mesianismo a ras de tierra y de los problemas meramente temporales de Israel.
Jesús les muestra cuán equivocados andaban y les interpreta el sentido de los
textos mesiánicos del A.T. Pero no les recuerda lo que él mismo ya había
anunciado porque todavía no quiere darse a conocer.
Jesús quiere
hacerse invitar por los dos discípulos, según el modo de hablar de los judíos,
"el día va de caída" a partir de mediodía. No hace falta pensar que
fuera excesivamente tarde.
Para honrar a
su huésped le invitan a que presida la mesa. Y según era costumbre entre los
judíos, Jesús pronunció la acción de gracias, bendiciendo a Dios por el pan, lo
partió y les dio para que comieran. En este momento le reconocieron. Jesús
resucitado se les manifestó y ellos se convirtieron en sus testigos.
Naturalmente, corrieron a comunicar la noticia.
EUCARISTÍA
1981/22
10.- El camino
a Emaús es el camino de la fe a partir de la vida y acción ("¿eres tú el
único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos
días?"), el camino del reconocimiento, el camino de experimentar como se
van abriendo los ojos (te son abiertos y no sabes cómo), escuchando la Palabra
de Dios y participando de la fracción del pan, alrededor del Resucitado (un
ausente presente).
Lucas, a partir
de un "material común", elabora una preciosa catequesis cristológica
sobre la fracción del pan y sobre cómo se lee la Escritura desde el acontecimiento
pascual. La clave interpretativa gira alrededor del hecho de reconocer a Jesús
resucitado, que, al mismo tiempo, implica la misión de anunciarlo vivo. Esta
catequesis tiene como marco "el primer día de la semana" (Día del
Señor) y como objetivo posibilitar que los ojos "te sean abiertos"
después de participar en la escuela de la Palabra y en la fracción del pan,
aspectos de la presencia del Resucitado (en un contexto de ausencia: "pero
él desapareció").
Es necesaria la
iniciativa de Jesús: "se acercó y se puso a caminar con ellos"; pero,
sus ojos eran incapaces de reconocerlo.
Al final del
camino (que, a pie, notemos, es largo, y que parte del lugar clave: Jerusalén),
"a ellos se les abrieron los ojos" (gratuitamente, no por iniciativa
suya) "y lo reconocieron " (cumbre del texto).
Una vez lo han
reconocido, vuelven a Jerusalén, donde con los Once hacen la profesión de fe
(cf. 1C 15,4-5). Lucas hace coincidir la reunión de todos los discípulos en
Jerusalén porque es desde allí, una vez recibido el Espíritu Santo, que el
anuncio pascual se extenderá a todos los rincones de la tierra (cf.continuación
en el Libro de los Hechos). La escena del camino de Emaús no tiene paralelos en
los evangelios, excepto un eco en el final canónico de Mc 16,9-20(vv. 12-13).
JAUME FONTBONA
- MISA DOMINICAL 1990/09
11.- Como otros
relatos y secciones de la obra lucana, este relato tiene una estructura
concéntrica bien definida, al servicio del interés teológico. El encuentro del
eunuco con Felipe que hallamos en el libro de los Hechos de los Ap6stoles sigue
una estructura idéntica al relato de los dos discípulos de Emaús.
Desde la salida
de Jerusalén hasta la vuelta, diversas correspondencias convergen en el centro:
"¡El está vivo!" El intento de Lucas es mostrar la presencia viva del
crucificado-resucitado entre sus discípulos.
La tristeza
inicial contrasta con la alegría del final que hay que comunicar
inmediatamente.
Los dos
discípulos hablan de Jesús de Nazaret, de sus obras y palabras poderosas, de su
crucifixión. Jesús les dará el sentido
de su vida a la luz de las Escrituras. Ellas hablan de Jesús. Jesús habla de
ellas. La fe en Jesús resucitado no nace del sepulcro vacío, sino del encuentro
con él. Lucas centra este encuentro en las Escrituras (que preparan el corazón)
y en la Eucaristía (lo reconocen al partir el pan). Ni que decir tiene que,
además del mensaje central de este relato, hay una infinidad de elementos
vitales que Lucas sabe describir o insinuar con una gran belleza y eficacia, y
que nos pueden ayudar a comprender el itinerario de la fe.
J. M. GRANÉ -
MISA DOMINICAL 1993/06
12. Lc/24/13-35
El relato de la
aparición a los discípulos de Emaús nos presenta la experiencia de dos
discípulos el día de Pascua. Son dos seguidores de Jesús -uno de ellos se
llamaba Cleofás (v 18) y no pertenecía al grupo de los once.
El episodio
transmite, con un arte difícil de igualar, una experiencia humana única, en la
que advertimos tanto el abatimiento y la desolación por lo que había acontecido
a Jesús de Nazaret como el renacimiento de la esperanza gracias a una
manifestación del resucitado. El encuentro (13-16) y el diálogo (17-27)
permiten ver los límites de la fe que aquellos discípulos tenían puesta en
Jesús. Veían en él a «un hombre y profeta poderoso» (19) que hubiera podido
redimir a Israel como un nuevo Moisés -también llamado profeta poderoso en Hch
7,22-35-, pero no habían descubierto todavía que Jesús redimiría a Israel
precisamente a través de su muerte y resurrección. Habían oído los rumores de
las apariciones de los ángeles a las mujeres, afirmando que «Jesús estaba vivo»
(23; cf. v 5 y Hch 1,3- 25,19), pero no las habían creído. Haciendo camino
(25-27), Jesús les interpreta las profecías del AT, que anunciaban el
sufrimiento del Mesías (cf. Lc 18,31- Hch 26,23). Así les ayuda a aceptar que
la pasión de Jesús era su camino hacia la gloria (26; cf. Lc 9,22; 22,69).
La escena en la
que culmina la narración es -como en todas las apariciones del resucitado- la
del reconocimiento: «se les abrieron los ojos y lo reconocieron» (31) Eso
ocurría cuando Jesús, al ser convidado a casa de uno de ellos, tomó la
iniciativa de bendecir, partir y darles el pan. Jesús quiere que le reconozcan
al principio de la cena, mientras él, bendiciendo el pan, cumple la función de
cabeza de familia. Al descubrirlo los dos, se les hace invisible, porque su
presencia gloriosa no es ya la misma que la de su vida terrena.
El final de la
narración nos presenta a los discípulos corriendo a comunicar la noticia a los
once y a sus compañeros (33). Los encuentran comentando lo que le había pasado
a Simón: «Verdaderamente el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón»
(34). La narración incorpora así otra aparición del resucitado, en este caso a
uno de los once, aparición referida también en la primera carta a los corintios
(15,5).
D. ROURE -LA
BIBLIA DIA A DIA - Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 886 s.