viernes, 30 de marzo de 2012

COMENTARIO DEL 01 DE ABRIL DEL 2012


LA PASION SEGÚN MARCOS

1° LECTURA: Isaías 50, 4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
SALMO:  Sal 21: Dios mío, Dios mío, ¿por que me has abandonado?
2° LECTURA: Filipenses 2, 6-11: Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.
EVANGELIO: Marcos 14, 1 -15, 47

El Domingo de Ramos es el comienzo solemne de la Semana Santa: Cada año recordamos los grandes misterios de nuestra salvación. El Hijo de Dios asumió nuestra condición humana para hacerse solidario con nosotros. Y ofreció su vida para que nosotros  pudiéramos reconciliarnos con el Padre. Hemos observado domingo a domingo cómo fue aumentando el odio de los enemigos de Jesús. Cada uno de sus gestos en favor de los enfermos y excluidos fue interpretado de manera negativa; cada una de sus palabras fue sacada de contexto y manipulada. Sus enemigos ya habían decidido liquidarlo; solamente esperaban el momento propicio para echarle mano pues temían desafiar la furia de sus seguidores.
Analicemos cuáles fueron las circunstancias que acompañaron la entrada de Jesús en Jerusalén: Jesús se dirige a la capital religiosa e histórica de Israel para llevar a término la misión que le había sido confiada. Cada año los judíos se reunían en la ciudad santa para celebrar la Pascua, que era la conmemoración de la liberación de Egipto. A la alegría de la fiesta religiosa y del reencuentro con los familiares  y amigos, se unía un clima de tensión política, pues los judíos se encontraban sometidos al poder romano. Y era apenas natural que las celebraciones de la liberación de la esclavitud de Egipto alimentaran los sentimientos nacionalistas y el anhelo de independencia. Jesús, que conocía profundamente el alma popular, escogió precisamente este momento para entrar en Jerusalén. Es el Mesías, descendiente de David, que entra en su capital. Pero ¡de qué manera lo hace! El pueblo esperaba que el Mesías entrara en Jerusalén como un nuevo David, con la solemnidad propia de los grandes desfiles militares: uniformes de gala, música marcial, hermosos caballos. En verdad, Jesús entra triunfalmente en Jerusalén. El texto evangélico lo corrobora: muchos alfombraban el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas de los árboles, la gente gritaba. Pero se trata de una entrada triunfal al revés: Jesús no entra haciendo alarde de poder; entra humildemente en un burro, que es un animal sin pretensiones. Con este estilo quiere corregir los imaginarios sobre el Mesías y da un giro radical a las expectativas sobre el nuevo orden que ha anunciado en su predicación por los pueblos y campos, y que va a sellar con la sangre que derramará en la cruz.
La gente sencilla, libre de prejuicios, es capaz de ver en ese personaje que entra en un burro al descendiente del rey David. Por el contrario, los fariseos, enceguecidos por el  odio, ven en él a un peligroso subversivo al que hay que eliminar. Las pasiones políticas y religiosas, así como los prejuicios sociales, ciegan nuestra capacidad de juzgar y nos llevan a decisiones equivocadas.
Al iniciar la Semana Santa los invito a no ser simples espectadores de estos acontecimientos que cambiaron la historia del mundo y el sentido de nuestras vidas: Que nuestra actitud interior sea la de participantes activos, coprotagonistas de los misterios que celebramos.
Que en esta Semana Santa no nos comportemos como despreocupados espectadores sino que nos involucremos activamente en las celebraciones, degustemos los textos bíblicos, dejémonos interpelar por ese Jesús, Hijo de Dios, que firmó con su sangre un pacto de amor que nunca caducará.
P. Roland V. Castro Juárez