viernes, 16 de marzo de 2012

COMENTARIO DOMINICAL DEL 18 DE MARZO DEL 2012


SER AMADOS POR DIOS

1° LECTURA: 1Cro. 36, 14-16. La ira y la misericordia del Señor se manifiestan en la deportación y en la liberación del pueblo.
SALMO:   Sal 136: Que no me olvide de ti, Señor
2° LECTURA: Ef. 2, 4-10: Estando muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo.
EVANGELIO:  Jn. 3, 14-21: Dios manda su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él.

De la conversación con Nicodemo recogemos la afirmación que puede dar alimento a más de una meditación: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único”. ¿Construimos nuestra espiritualidad sobre este pensamiento de ser amados?. La idea de amar nos resulta más familiar: Señor, te amo, quiero amarte.  Sin embargo es posterior  a la de ser amados. Antes de eso, por ser primero, deberíamos afianzar esta maravillosa certidumbre: Dios nos ama, Dios me ama. ¿Qué somos entonces, si Dios puede amarnos?. Más de una vez, esta idea nos hace soñar, pero no acabamos de ver claro. ¿Tú Señor y nosotros? ¿Qué encuentras en nosotros? ¿Qué ocurre cuando tú nos miras?. ¿Te conmueves? ¿Te diviertes? ¿Te irritas?. Ya el antiguo salmo se planteaba esta cuestión: “Qué es el hombre para que te acuerdes de él?”. ¿Qué soy yo a tus ojos, Señor, para que pienses en mí?.
Cuando alguien piensa en nosotros, nos sentimos felices.  ¿Cómo es que no sentimos esa misma dicha, mil veces más interesante, ante la idea de que Dios nos ama?. La respuesta es fácil.  Los que nos aman tienen un rostro, sus ojos nos sonríen, su voz nos conmueve.  Pero ¿Dios? ¿Cómo nos mira?. ¡Es tan difícil imaginarle! ¡Dios es tan silencioso!. Apenas dicho   esto,   tengo vergüenza  de  haber hablado así, ¿Cómo puedo olvidar  que, para   hablarnos de  amor,  Dios nos envió su propia  palabra? ¿Qué para poder sonreírnos quiso unos ojos de hombre? “Al verbo de vida, dice Juan, lo hemos visto, lo hemos oído, lo han tocado nuestra manos, la vida se ha manifestado en él”. ¡La vida nos ha mirado!.
El secreto de los iconos está ahí: ser mirados por Cristo, ser mirados con amor por Dios. Esa mirada puede realmente hacernos existir.  El hijo mirado con cariño se desarrolla feliz; el hombre amado, la mujer amada sienten, bajo ese sol, que existen que son alguien para el otro ¡Sentir, o por lo menos,  saber por la fe que yo soy alguien para Dios!. El ama también a los que me cuesta amar. Pensar en su mirada  sobre mí no tiene que llevarme a imaginar un tú a tú que haga el desierto alrededor de nuestro amor; eso sería perder pronto ese amor. Yo soy amado por un amor inmenso, en un amor  inmenso. “Tanto  amó Dios al mundo”. Cuando desprecio a alguien, cuando le tengo envidia, cuando lo ignoro, me salgo de la revelación que establece el único espacio en que puede ser amado por Dios; él  ama  a todos los hombres, nos ama como pueblo.  Amado por él, comulgo de su mirada de amor a los demás: “Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve”.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez