miércoles, 12 de junio de 2013

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO XI TIEMPO ORDINARIO CICLO C - 16 JUNIO 2013

LA MISERICORDIA INVITADA
  


PRIMERA LECTURA

Lectura del segundo libro de Samuel 12,7-10.13

En aquellos días, Natán dijo a David: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y, por si fuera poco, pienso darte otro tanto. ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías, el hitita, y te quedaste con su mujer.
Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías."».
 David respondió a Natán: «¡He pecado contra el Señor!» .
Natán le dijo: «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás.».

SALMO RESPONSORIAL (Sal 31. 1-2.5.7.11)

Perdona, señor, mi culpa y mi pecado

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor 
no le apunta el delito. R.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito; 
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclámenlo, los de corazón sincero. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2,16.19-21

Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios.
Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero, si la justificación fuera efecto.
EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,36–8,3

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.».
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.».  Él respondió: «Dímelo, maestro.».  Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.». Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.».
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.».
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.».  Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?».  Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.».
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

CREDO NICENOCONSTANTINOPOLITANO

Creo en un solo DIOS, PADRE todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, JESUCRISTO, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo; y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.
Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el ESPÍRITU SANTO, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo la iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

PLEGARIA UNIVERSAL

Oremos a Dios Padre que nos congregas en l unidad de su amor.

1.- Por la Iglesia para que no pierda el sentido de su universidad y viva este año de la Fe con pasión y amor. Roguemos al Señor.

2.- Por todos los que viven al margen de la Iglesia: para que descubran en ella la presencia de Cristo Salvador y no sufran escándalos por nuestro pecado. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los países para que procuren la paz, fruto de la justicia. Roguemos al Señor.

4.- Por nosotros, aquí reunidos que comemos y bebemos sentados a la mesa del Señor para que esforzándonos de crecer cada dia en la fe, seamos en el banquete del reino glorioso. Roguemos al Señor.

Ábrenos, Señor la puerta de tu misericordia atiende a nuestras suplicas  y ayúdanos en nuestra poca fe. Por Jesucristo nuestro Señor.

COMENTARIO

Invitar a comer es uno de los signos de amistad más comunes en todas las culturas. El Evangelio de hoy nos narra un episodio de un fariseo que rogaba a Jesús que fuera a su casa porque le quería invitar a comer. Así fue. Pero se coló una mujer conocida en la ciudad por sus pecados, y discretamente comenzó a llorar a los pies de Jesús, a besárselos y enjugarlos con los cabellos, a perfumarlos con el frasco de perfume que había traído. El fariseo viendo aquello, se puso a murmurar contra el maestro. Es decir, invitó a Jesús a comer como quien invita a una persona famosa, acaso para pavonearse de haber sido anfitrión del afamado maestro que estaba en la boca de todos.
Es tremendo eso de esperar a Dios en los caminos que Él no frecuenta o empeñarse en enmendarle la plana cuando le vemos llegar por donde ni nos imaginamos. En esta entrañable escena, no obstante, lo más importante no era la desilusión defraudada del fariseo, sino la enseñanza de Jesús ante el comportamiento de aquella pobre mujer.   Ella   hizo  lo  que  le  faltó  al fariseo en la más elemental cortesía oriental: acoger lavando los pies, secarlos y perfumarlos. Ella no lo hizo como gesto de educación refinada, pues no estaba en su casa y era ella quien había invitado a Jesús, sino como gesto de conversión, como petición de perdón y como espera de misericordia. Ciertamente el Señor respondería con creces: no banalizaría el pecado de la mujer, pero valoraría infinitamente más el perdón que con aquel gesto ella suplicaba. El fariseo sólo vio en ella el error, mientras que Jesús acertó a ver sobre todo el amor: a quien mucho ama, mucho se le perdona.
El fariseo y aquella mujer habían pecado, cada cual a su modo. El primero no lo reconoció mientras que ella supo pedir perdón, que es una forma de amor.  La vida es como un banquete. En él podemos estar murmurando inútilmente los errores ajenos como el fariseo, o ser perdonados amorosamente como la mujer. Además de evitar los errores hemos de aprender a amar, creyendo que más grande que nuestra torpeza es la misericordia del Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 17: 2Cor 6, 1-10; Sal 97; Mt 5, 38-42.
Martes 18: 2Cor 8, 1-9; Sal 145; Mt 5, 43-48.
Miércoles 19: 2C0r 9, 6-11; Sal 111; Mt 6, 1-6.16-18.
Jueves 20: 2Cor 11, 1-11;  Sal  110;  Mt  6, 7-15.
Viernes 21: 2Cor 11, 18.21b-30; Sal 33; Mt 6, 19-23.
Sábado 22: 2Cor 12,  1-10;  Sal 33;  Mt 6, 24-34.


Domingo 23: Zac 12, 10-11; 13, 1; Sal 62; Gal 3, 26-29; Lc 9, 18-24.