SE EXTRAÑABA DE SU FALTA DE FE
ORACION COLECTA
Oh Dios, que por medio de la
humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, concede a tus fieles la
verdadera alegría, para que quienes han sido librados de la esclavitud del
pecado alcancen también la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura
de la profecía de Ezequiel 2,2-5
En
aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía:
«Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha
rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día.
También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les
digas: "Esto dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan caso,
pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.».
SALMO RESPONSORIAL (Sal 22)
Misericordia, Señor, misericordia
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R.
Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor,
Dios nuestro, esperando su misericordia. R.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada del sarcasmo de los
satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,7b-10
Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel
de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al
Señor verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se
realiza en la debilidad.» Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades,
porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio
de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las
dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy
fuerte.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6,1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en
compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar
en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca
todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus
manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José
y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: «No desprecian a un
profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo
curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
COMENTARIO
Cuando oímos
esta observación de Marcos: “Se extrañaba de su falta de fe”, sentimos cierto
temor: ¿y yo? ¡Bienaventurado temor, porque nunca estaremos bastantes atentos a
la salud de nuestra fe; vivir alguna cosa con Jesús depende por
entero de la fuerza de nuestra confianza en
él. Podríamos decir que estamos repitiendo, pero es el evangelio el que
se repite; no ha sido escrito más que para eso: despertar, nutrir, hacer
progresar nuestra fe en Jesús. Esa fe es nuestra mirada sobre él, nuestro trato
con él, nuestra unión con él, el medio de amarlo cada vez más, sin
“escandalizarnos nunca de él”, como nos advierte también aquí Marcos. Lo que
ocurrió en Nazareth puede sucedernos a nosotros. Había venido “a su patria”, o
sea, a su misma casa, y es precisamente esta familiaridad con él la que hace a
esos hombres de Nazareth, una pequeña aldea en donde todo el mundo se conoce
muy bien, ciegos y sordos. Impresionados por este hecho, Jesús les recuerda el
refrán: “Sólo en su tierra desprecian a un profeta”. Nos lo dice también a
nosotros: aquí está la intención de este relato de Marcos. Creemos conocer a
Jesús.
Él forma parte de nuestra vida, por así decirlo.
Respecto a los no-creyentes nosotros somos paisanos suyos, hemos
tratado siempre con
él. Algunas veces esta familiaridad con él nos cansa, la lectura del evangelio
nos aburre; es algo bien conocido. Porque hacemos lo que
nunca deberíamos hacer: una lectura distraída, despreocupada. El evangelio merece
algo más. Merece el esfuerzo de
meditación que hacemos en este momento para reventar toda
esa familiaridad y desembocar en el asombro: ¡Señor, qué difícil eres de
conocer! Allí comienza la aventura. Salimos de la aldea en donde Jesús era tan
conocido que nadie se interesaba por él. Sentimos que hemos de deshacernos de
estas ideas rutinarias. Nos parecía que
esas ideas nos hacían vivir algo con él. Pero alimentaban tan pobremente
nuestra fe que “Jesús no podía hacer ningún
milagro por nosotros”. Si nos preguntamos por el vigor de nuestra fe,
hay aquí un test muy fácil: cuanto más
fuerte es, más lo busca. Jesús puede entonces ser Jesús para nosotros; conociéndolo mejor, le pedimos
más. Su decepción de Nazareth debe afectarnos muy profundamente: “Se extrañaba
de su falta de fe”. Señor, ¡Me gustaría tanto no decepcionarte! Cuando abrimos
el evangelio con hambre de conocer a Jesús mucho más, descubrimos los
horizontes de sus
tres países: es de Nazareth,
ciertamente, pero también es de la Trinidad y ahora de la
resurrección.
Habita en Dios
y cohabita con todos los hombres. Ese ir y venir entre Dios y los
hombres, cuando uno está cerca de él, produce vértigo algunas veces: “¿De dónde
le viene esto?”. Vislumbra que creer en él es un camino largo y difícil pero,
¿en qué camino quedaríamos más colmados?
PLEGARIA UNIVERSAL
Pidamos, hermanos, al Señor que escuche nuestras suplicas y
acoja nuestras peticiones:
1.- Por todos los que han recibido en la
Iglesia el encargo de anunciar la
palabra de Dios; para que, fieles al mensaje, sepan presentarlo a todos con
lenguaje inteligible. Roguemos al Señor.
2.- Por los que dan crédito al Evangelio
que resuena en sus oídos; para que sean capaces de reconocer la palabra
salvadora de Dios en la envoltura de la palabra humana. Roguemos al Señor.
3.- Por nosotros, aquí reunidos; para que
escuchemos la palabra de Dios, meditándola en nuestro corazón y así influya en
nuestra vida. Roguemos al Señor.
4.- Para que los maestros a los cuales
saludamos al acercarse su día, posean la ciencia necesaria en su profesión,
para ser competentes, en el arte pedagógico. Roguemos al Señor.
Escucha, Padre santo, nuestras oraciones e ilumínanos con
la luz de tu Espíritu, para que, sintiéndonos pobres y débiles, experimentemos la fuerza de Cristo y el poder de su resurrección. Por
Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 06: Gn 28, 10-22ª; Sal 90, 1-4.14-15; Mt 9,
18-26.
Martes 07: Gn 32, 22-32, Sal 16, 1.2-3.6-8.15, Mt 9,
32-38.
Miércoles 08: Gn 41, 55-57; 42, 5-7.17-24; Sal 32,
2-3.10-11.18-19; Mt 10, 1-7.
Jueves 09: Gn 44, 18-21. 23b-29; 45, 1-5; Sal 104,
16-17.18-19.20-21, Mt 10, 7-15.
Se puede celebrar la memoria de los santos
Agustín Zhao Rong y compañeros mártires (rojo).
Viernes 10: Gn 46, 1-7.28-30; Sal 36, 3-4.18-19.27-28.39-40; Mt
10, 16-23.
Sábado 11: San Benito Abad (MO)
Gn 49, 29-32; 50, 15-26; Sal 104, 1-4.6-7; Mt 10,
24-33.
Domingo 12: XV del Tiempo Ordinario. Am 7,
12-15; Sal 84, 9-14; Ef 1, 3-14;
Mc 6, 7-13.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
La
Oblación que te ofrecemos, Señor nos purifique, y cada día nos haga participar
con mayor plenitud de la vida del reino glorioso. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Alimentados, Señor, con un sacramento tan
admirable, concédenos sus frutos de salvación y haz que perseveremos siempre
cantando tu alabanza. Por Jesucristo nuestro Señor.