RECIBISTE BIENES Y
LÁZARO MALES
ORACION COLECTA
Oh Dios, que manifiestas
especialmente tu poder con el perdón y la misericordia, derrama incesantemente
sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos
los bienes del cielo. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Amós 6,1a.4-7
Así dice el Señor todopoderoso:
«¡Ay de los que se fían de Sión y confían en el monte de Samaría!. Se acuestan
en lechos de marfil; arrellenados en divanes, comen carneros del rebaño y
terneras del establo; canturrean al son del arpa, inventan, como David,
instrumentos musicales; beben vino en copas, se ungen con perfumes exquisitos y
no les duele del desastre de José. Pues encabezarán la cuerda de cautivos y se
acabará la orgía de los disolutos.».
SALMO
RESPONSORIAL (145)
Alaba, alma mía, al Señor
Él
mantiene su fidelidad perpetuamente, él hace justicia a los oprimidos, él da
pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. R.
El
Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el
Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. R.
Sustenta
al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina
eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.
R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a Timoteo 6,11-16
Hombre de Dios, practica
la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el
buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de
la que hiciste noble profesión ante muchos testigos. En presencia de Dios, que
da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio
Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin
mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en
tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y
Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una
luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e
imperio eterno. Amén.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 16,19-31
En
aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de
púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado
Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse
de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a
lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron
al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el
infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a
Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí
y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua,
porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo,
recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso
encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y
ustedes se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran,
desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico
insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi
padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan
también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a
Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No,
padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán." Abrahán le
dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque
resucite un muerto."».
COMENTARIO
Lucas termina su capítulo 16 con esta narración ejemplar en la que destaca la peligrosidad de las riquezas una vez más. Los personajes principales representan dos situaciones diametralmente distintas: la acomodada situación del rico y la incómoda situación del pobre, situaciones que se volverán del revés.
El rico (curiosamente, no tiene nombre) aparece como un hombre sin otro ideal que pasarlo bien sin acordarse de los que lo pasan mal. Lázaro (=Eleazar, "Dios salva") es el pobre a quien el rico ha olvidado, pero de quien Dios se acuerda en todo momento.
Si el pobre no hubiera recibido absolutamente nada, hubiera ido sin duda a pedir a otra puerta.
Lo que desde luego no recibía Lázaro era una auténtica prueba de amor fraterno. Lo que el rico negaba al hombre pobre es lo que de alguna manera le daban los perros que se acercaban a lamerle las llagas. Según el judaísmo, todos los difuntos iban a parar al "infierno" o "seol", aunque no todos los difuntos iban a parar al mismo lugar: unos iban al "edén" o lugar de descanso, otros a la "gehenna" o lugar de tormento.
Pero tanto los buenos como los malos esperaban en el "seol" el juicio definitivo de Dios al final de los tiempos. Entre el "edén" y la "gehenna" se abría un abismo infranqueable. Abrahán no atiende la súplica del rico y le hace ver que la diferencia entre su estado y el de Lázaro no es más que una consecuencia lógica de la divina justicia.
Tampoco es atendida la segunda súplica del rico. De poco serviría enviar un mensajero a los parientes de Epulón que siguen en el mundo y amonestarles para que cambien de conducta. Porque el que no escucha a Moisés y a los profetas, tampoco hace caso aunque le hable un muerto resucitado que venga del otro mundo.
Muchos vieron los milagros de Jesús y, sin embargo, no creyeron en él. El rico no se presenta como un opresor injusto ni como usurero ni estafador. Es el que se aprovecha de la riqueza y se despreocupa de la misericordia. El evangelio de Lucas plantea repetidas veces el tema de la riqueza en orden a la salvación.
De hecho la cuestión no trata del dinero sino de la actitud del corazón. El rico no es condenado por ser rico ni Lázaro va al seno de Abraham por ser pobre. El rico es condenado porque fue ciego y despiadado. Por ello, no se debe reducir la enseñanza de esta parábola a una enseñanza sobre la justicia de Dios, que premia a los buenos y castiga a los malos.
Porque en realidad se trata sobre todo de una severa amonestación a cuantos buscan la felicidad en las riquezas y creen que éstas pueden salvarnos. No sólo no salva la riqueza, sino que es altamente peligrosa.
Porque la riqueza esclaviza al hombre, lo aparta de Dios, impide escuchar a los profetas y cierra los ojos y el corazón para ver y compadecerse de los pobres. Jesús no quiere darnos aquí una respuesta sobre las postrimerías. Supone simplemente una escatología elemental, corriente en el judaísmo de aquella época y, sin valorarla, la acepta como marco para criticar la conducta despreocupada y egoísta de los ricos.
PLEGARIA UNIVERSAL
Dios, Padre nuestro escucha benignamente estas peticiones que te
hacemos con fe y humildad. A cada invocación, digamos: Ayúdanos, Padre, con
toda ocasión.
1.-
Por el Papa Francisco, por el obispo de nuestra diócesis por todos los obispos
de la tierra para que, a ejemplo de los Apóstoles sepan instruir al pueblo
cristiano con frutos permanentes de eternidad. Ayúdanos, Padre, con toda ocasión.
2.- Por los responsables de la economía de todo
el mundo, para que sus decisiones estén impregnadas de la doctrina social de la
Iglesia que interpreta el pensamiento de Cristo y así favorezcan también a los
más pobres y desposeídos. Ayúdanos, Padre, con toda ocasión.
3.- Por las personas de mucho éxito para que
sepan aprovechar su buena fortuna ayudando aquellos que no han tenido iguales
oportunidades. Ayúdanos, Padre, con toda ocasión.
4.-
Por los catequistas y sus alumnos para que sepan aprovechar con amor e
inteligencia las enseñanzas cristianas. Ayúdanos, Padre, con toda ocasión.
5.-
Por nosotros reunidos en esta Eucaristía, para que sepamos aprender de Jesús de
Nazareth lo que Él nos enseña con tanto Amor. Ayúdanos, Padre, con toda ocasión.
Todo esto, Padre nuestro, te lo pedimos por el mismo Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad con el Espíritu Santo, por los
siglos de los siglos.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Dios de misericordia, que nuestra oblación te sea grata y
abra para nosotros la fuente de toda bendición. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Que esta eucaristía, Señor, renueve
nuestro cuerpo y nuestro Espíritu para que participemos de la herencia gloriosa
de tu Hijo, cuya muerte hemos anunciado y compartido. Por Jesucristo nuestro
Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE
CADA DÍA
Lunes 26: Jb. 1, 6-22; Sal 16; Lc. 9, 46-50
Martes 27: Jb. 3, 1-3.11-17.20-23; Sal 87; Lc. 9,
51-56.
Miércoles 28: Jb. 9, 1-12.14-16; Sal 87; Lc. 9,
57-62.
Jueves 29: Dn. 7, 9-10.13-14; Sal 137; Jn. 1,
47-51.
Viernes 30: Jb. 38, 1.12-21; 40, 3-5; Sal 138; Lc.
10, 13-16.
Sábado 01: Jb. 42, 1-3.5-6.12-16; Sal 118; lc. 10,
17-24.
Domingo 02: Hab. 1, 2-3; 2, 2-4; Sal 94; Tim. 1,
6-8.13-14; Lc. 17, 5-10.
COMENTARIOS AL
EVANGELIO
Lc 16, 19-31
1.JUICIO DE DIOS
Para Lc, lo que interesa es la penetración del sentido
último de la historia, especialmente por lo que se refiere a esta gran cuestión
de la atención a los pobres. Que la Escritura nos hable de un juicio, es decir,
de una última palabra de Dios sobre nuestra historia particular, y también
sobre la historia de los hombres, es de una gran importancia. Porque nos hace
tener presente que los hombres, nosotros, no somos los dueños de la historia,
no tenemos la última palabra; en definitiva, no somos los sujetos capaces de
definir el bien y el mal, la felicidad o la infelicidad eterna de las personas
y de nosotros mismos. ¡Es Dios quien tiene esta palabra! El juicio es esto.
Ahora bien: el juicio de Dios no es una decisión
arbitraria, variable según influencias poderosas, que no se puede saber cómo
será hasta que se realice. El juicio de Dios no es más que la fidelidad de Dios
a sí mismo, a la palabra que Él ha dado a los hombres. He aquí el interés de
esta continuidad entre el texto de Amós y el de Lucas. Ponerse al servicio del
dinero, de sí mismo, no da más resultado que, al morir, quedarse sin el dinero
y solo consigo mismo, en la penosa tristeza de la lejanía de la comunión con
Dios, que en la vida presente ya era una realidad, pero que quedaba escondida
por los placeres inmediatos. La imagen de Lázaro, en el seno de Abrahán,
después de haber sido humillado en el tiempo presente, sujeto incluso a las
lameduras de los perros, es toda una descripción del consuelo de Dios:
"¡por eso encuentra aquí consuelo!" (...).
Un niño, al ver esta repetición del tema, se preguntaba:
¿Por qué pintaban con tanta frecuencia el juicio final? Nosotros nos
preguntamos por qué el tema del juicio es tan poco integrado en nuestra vida
cristiana... Quien sabe si, reflexionando, nos encontraríamos con un olvido
actual práctico de esta visión que nos presenta hoy el evangelio: ¡la historia
no termina con el tiempo presente! Cambiar las cosas es importante, es un deber
que tenemos; la justicia de Dios tiene que realizarse en nuestras obras. ¡Pero
es Dios quien nos juzga a todos! (...).
Es difícil no sentir cierto estremecimiento al considerar
la última frase de la parábola, a la luz de la celebración de la Eucaristía.
Los que la celebramos escuchamos a Moisés, a los profetas, y tenemos entre
nosotros la presencia del Resucitado entre los muertos. ¿Nos dejamos convencer?
Celebrar la Eucaristía es algo extraordinariamente comprometido; es realmente
un juicio de Dios sobre nosotros.
P. Tena, Misa Dominical 1983/18
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2.- Pre-texto.-Concepciones populares de ultratumba.
Después de la muerte de los hombres viven en el Sheol o Hades, lo que la
traducción litúrgica llama infierno. Se trata de una región con varios
compartimentos, comunicados entre sí. Los moradores de uno pueden ver a los de
otros pero no pueden pasar de uno a otro. Los ángeles son los encargados de
conducir a cada persona a su respectivo compartimento. Uno de estos
compartimentos es especialmente oscuro; es lugar de tormentos atroces, entre
los que sobresale el fuego. Otro compartimento está lleno de luz y con
abundancia de ríos; es el paraíso, a donde van los justos.
"Seno de Abrahán":=puesto de honor junto a
Abrahán en el gran banquete paradisíaco. Los comensales estaban reclinados de
tres en tres en una especie de divanes.
Todo esto son descripciones imaginativas de una realidad
que escapa a la experiencia humana. Esta realidad es la vida del hombre más
allá de la frontera de la muerte. Una vida cuya realidad estará en estrecha
dependencia con la actitud que el hombre haya desarrollado en su primera etapa.
Sentido del texto.
1).-Lo que no es la parábola. No es una descripción de cómo
se desarrollará la vida después de la muerte.
No es una promesa a los pobres de un final feliz en
compensación de lo mal que lo han pasado antes. No es una invitación a la
resignación de los pobres en beneficio del status quo de los ricos.
2).-Lo que es la parábola. Reafirmación seria de lo dicho
en Lc 16. 9 y 13. El dinero enajena al hombre; rompe toda posibilidad de
comunicación con Dios. ¿Cómo se llega a esa ruptura definitiva con Dios? Usando
y abusando individualísticamente del dinero en la tierra. Lázaro no está en la
parábola como tipo del mendigo recompensado, sino como hombre sufriente a quien
el rico debería haber sacado de su estado.
En todo esto Jesús no inventa una moral que no estuviera en
la ley y en los profetas (ver Am 2. 6-7; 4. 1-5; 6. 4-7; Is 58. 7; Ex 22. 25;
Dt 24. 10-13). A los fariseos que se burlaban de Jesús por su posición taxativa
frente al dinero porque no veían ninguna incompatibilidad entre Dios y el
dinero, Jesús les hace ver que no han entendido ni la ley ni los profetas. Un
milagro podría impresionar pero no pasaría de ser algo anecdótico de cara a
provocar un cambio radical de actitud frente al dinero.
Dabar 1977/55
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3.- Texto: Dentro de la perspectiva de camino Lucas vuelve
a ofrecernos una parábola de Jesús. En esta ocasión la parábola forma parte de
una más amplia réplica, es contundente. Buenos conocedores de la Ley y de los
Profetas como son los fariseos, éstos deberían saber que aquello que los
hombres tienen por más elevado, para Dios es sólo basura (Lc.16,15). Pero
parecen desconocerlo, a pesar de que el principio mantiene toda su vigencia,
especialmente ahora que el Reino de Dios es una realidad. Para recalcar esa
vigencia cuenta Jesús la siguiente parábola: Había una vez un judío rico, que,
tras llevar una vida regalada, vivía atormentado en el infierno. En este punto
de la parábola Jesús se sirve de los mismos espacios figurativos con que sus
interlocutores fariseos concebían el más allá de la muerte. Estos espacios eran
el seol o infierno como lugar de tormento y el seno de Abrahán como lugar de
dicha. Seno de Abrahán es en realidad una imagen que designa el puesto de honor
en un banquete, es decir, el puesto a la derecha del anfitrión. Por no estar
los comensales sentados, sino reclinados o tumbados, el comensal contiguo a
otro daba la impresión de estar recostados, de tener apoyada su cabeza en el
regazo del otro.
Volvamos a la parábola. En medio de sus tormentos, el judío
rico reconoció a un judío pobre, a quien tenía visto mendigar junto a su mesa
en infinidad de ocasiones. El pobre ocupaba ahora el puesto de honor junto a
Abrahán, el padre de todos los judíos. Observemos que la situación del rico y
del pobre es ahora exactamente la inversa a la descrita al comienzo de la
parábola.
Es todo un golpe de escena, sobre todo teniendo en cuenta
que ni el rico ni el pobre habían sido presentados ni enjuiciados moralmente;
simplemente habían sido presentados como rico y pobre.
El rico se dirigió a Abrahán solicitando la presencia
benéfica del pobre, a lo que Abrahán respondió invitando a su hijo al recuerdo
del pasado, para añadir después: Ahora, en cambio, él encuentra aquí consuelo y
a ti te toca sufrir. En este punto de la parábola se hace imprescindible una
observación sobre la traducción de estas palabras de Abrahán. Según la
traducción aquí propuesta, Abrahán constata y sanciona el cambio de situación
descrito con anterioridad, sin atribuir a las situaciones anterior y posterior a
la muerte una relación de causa a efecto. La traducción litúrgica, en cambio,
opera con esa relación: Tu recibiste bienes y Lázaro males: por eso él
encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. El problema está en el
"por eso", que no aparece para nada en el texto griego. La traducción
litúrgica presupone un esquema de retribución allí donde el original sólo
presenta una contraposición. La parábola no habla para nada de una compensación
a Lázaro por haber sido antes pobre, ni de un castigo al rico por haberlo sido
con anterioridad. La parábola invierte situaciones sin más, empleando la misma
técnica de contraste que ya conocemos por otros textos, p.ej. en el caso de
Marta y María. Una inversión que, por lo inesperada e hiriente, tiene como
función exclusiva el llamar poderosamente la atención y dejar pensativo al
oyente, hasta el punto de hacerle exclamar: ¡Ojo con la riqueza! ¡Atención con
el dinero! ¡Es un arma peligrosísima! El rico, en efecto, se hizo esta
reflexión y pidió a Abrahán el favor de enviar a Lázaro a sus hermanos que
todavía vivían en la tierra, en el convencimiento de que la presencia de un
muerto les haría reflexionar. Abrahán no se lo concedió, alegando que es
suficiente con prestar oídos a lo que dicen la Ley y los Profetas.
La parábola termina así, remitiendo a los fariseos a la Ley
y a los Profetas, es decir, a lo que ellos tan bien conocen. Ellos siguen
siendo el hijo mayor de hace dos domingos. A poco que nos fijemos, caeremos en
la cuenta de que, refiriéndose al rico, Abrahán emplea el apelativo hijo; el
mismo que empleaba el Padre hace dos domingos refiriéndose a su hijo mayor. De
nuevo nos hallamos ante una parábola abierta, es decir, una parábola cuyo final
no se encuentra en ella misma, sino que queda en manos de los oyentes.
A. Benito, Dabar 1989/48
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5.- La última parte del diálogo entre Abrahán y el rico
destaca que el conocimiento de Moisés y los profetas no basta para la
salvación: hay que hacerles caso. Pero además, la última frase destaca otro
hecho importante: la fe no proviene de la contemplación de ningún prodigio
sensacional, sino de la aceptación humilde de la revelación de Dios. La riqueza
convierte al que la posee en un hombre suficiente, con el corazón cerrado a las
llamadas que recibe de Dios para que se convierta. Para convertirse no se puede
estar instalado, hay que ser pobre. Es decir: dispuesto a aprender, y a
emprender una nueva vida.
J. Lligadas, Misa Dominical 1974/02
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6.- Parábola del pobre Lázaro (el rico epulón viene del
latín "epulabatur", banquetear), propia de san Lucas, en la línea de
las parábolas de la realidad social contrapuesta. Como todas las parábolas,
ésta mira al Reino de Dios. Y nos muestra la imposibilidad de obtenerlo en
aquellos que se dejan atrapar por las riquezas.
El apego a los bienes hace olvidar el sentido de Dios, el
sentido del hombre (indiferencia) y el propio sentido de la libertad: se cae en
la esclavitud. Y, si ahora el corazón es incapaz de recibir el Reino de Dios
(conversión, cambio de vida, amor), también será incapaz de recibir más
adelante la felicidad de la gloria.
Esta es la enseñanza de la parábola. El rico fue
simplemente enterrado. De Lázaro se nos dice que fue conducido al seno de
Abrahán (ni siquiera se habla de sepulcro, que no tendría). Inversión de
situaciones, propia de la enseñanza de los profetas.
El pobre lo era tanto que incluso los perros se le
acercaban, característica que indica la postración humillante de Lázaro, además
de enfermo y llagado. El rico es el hombre frío y duro de corazón, indiferente
al mal de los demás.
La escena o visión del paraíso y del infierno es un
procedimiento pedagógico que muestra más aún el cambio de situación y la
imposibilidad de una conversión aunque exista un medio sobrenatural (el aviso
de un muerto). Si el corazón no tiene ningún lazo espiritual (Moisés), todo
será inútil.
ETERNIDAD/PRESENTE: La eternidad se prepara aquí, en la
vida. La eternidad es un don; aquí, en la vida, tiene que vivirse ya la
experiencia de este don, una doble experiencia: la de saber ver los bienes como
procedentes de Dios, y la de saber dar a los más necesitados los bienes que
tenemos.
J. Vernet, Misa Dominical 1983/18
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7.- El rico no se presenta como un opresor injusto ni como
usurero ni estafador. Es el que se aprovecha de la riqueza y se despreocupa de
la misericordia.
El evangelio de Lucas plantea repetidas veces el tema de la
riqueza en orden a la salvación. De hecho la cuestión no trata del dinero sino
de la actitud del corazón. El rico no es condenado por ser rico ni Lázaro va al
seno de Abraham por ser pobre. El rico es condenado porque fue ciego y
despiadado.
DINERO/PODER: Nadie puede sustraerse al círculo maligno del
dinero. Con el dinero se posee todo: poder, honor, etc. El dinero es la medida
de las cosas materiales y nos afecta personalmente. Quien pone la mano sobre el
dinero pone su mano sobre las personas. Cristo conocía el fondo del hombre. Por
eso el mensaje del reino de Dios se ocupa también del dinero, de la riqueza y
de la pobreza, de la avaricia y de la limosna.
P. Franquesa, Misa Dominical 1986/17
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8.- -"Había un hombre rico que se vestía de púrpura y
de lino..." "Y un mendigo llamado Lázaro...": La parábola, que
tiene como destinatarios -de acuerdo con el contexto anterior- los fariseos,
tiene dos partes. En la primera, se contrasta la vida de un hombre rico con la
de un hombre pobre, un mendigo. El mendigo se llama Lázaro, pero no parece que
tenga ninguna relación con Lázaro hermano de Marta y María, del evangelio según
san Juan.
Las situaciones de estos dos personajes quedarán totalmente
invertidas, y de una manera irreversible, en la vida del más allá, con el paso
de la frontera de la muerte. Se trata de un tema relacionado con el del
evangelio del domingo pasado: los dos consideran las riquezas como impedimento
para conseguir la vida verdadera. En esta primera parte de la parábola se
establecen dos momentos: en un primer momento, el contraste entre el rico y el
mendigo y en un segundo momento, el diálogo entre el rico y Abraham a propósito
de la situación en el más allá. El mensaje de la parábola radica en la
valoración que hace Dios de los hombres y de su conducta, bien distinta de nuestras
valoraciones. Se han encontrado algunos paralelos de esta parábola en escritos
de la época: un documento del año 47 d.C. narra una historia egipcia en la que
aparece igualmente la situación invertida de un mendigo y un rico en la vida
del más allá. También en la literatura rabínica se encuentran narraciones
parecidas. Jesús podía estar familiarizado con estas narraciones de la época,
pero la parábola del evangelio tiene muchos elementos propios.
-"El rico insistió: Te ruego, entonces, padre, que
mandes a Lázaro a casa de mi padre...": La constatación de su situación
irreversible provoca en el rico una nueva propuesta a Abraham.
Así empieza la segunda parte de la parábola, cuyo punto de
mira es el destino de los cinco hermanos del rico. ¿Cómo hacer que se
conviertan? La conversión no es fruto de milagros espectaculares, sino de
escuchar a Moisés y a los profetas (Cf.Rm 10,17). Este camino no es imposible
(Dt 30,11-14). La alusión a un resucitado de entre los muertos se refiere a la
muerte y a la resurrección de Cristo, y es una advertencia a los que aun se
comportan despreocupadamente como los cinco hermanos del rico.
J. Naspleda, Misa Dominical 1989/18
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9.- Difícilmente se puede creer en aquel que "ha
resucitado de entre los muertos" si se vive ahogado por las riquezas y,
desoyendo la misericordia que la Palabra de Dios nos reclama, se cierra el
corazón a los desvalidos. Bienaventurado el pobre porque sus sufrimientos le
merecen entrar en la gloria, y maldito el corazón endurecido y satisfecho del
rico, porque muere en la vaciedad.
Misa Dominical 1990/06
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10.- La parábola del rico perverso y de Lázaro no se
encuentra más que en el Evangelio de Lucas. Más que los otros evangelistas, Lucas
ha conocido fuentes particulares que concedían un lugar importante a los
problemas de la riqueza y de la pobreza (Lc 6, 30-35; 16, 12-14; 19, 1-9; Act
5, 1-11). Pero en el momento en que introduce la parábola del rico perverso en
su Evangelio, esa parábola ha experimentado ya un tratamiento redaccional que
modifica su sentido originario.
De ahí que en el relato aparezcan dos partes distintas. La
primera (vv. 19-26), la única parábola del Evangelio en la que uno de los
protagonistas aparece con su nombre, Lázaro ("Dios ayuda"), podría
ser una transposición cristiana de un cuento egipcio introducido en Palestina
por los judíos alejandrinos y que relataba la suerte diferente del publicano
Bar Majan y de un escriba pobre. La segunda parte (vv. 27-31) es más original,
pero su objeto es distinto: Lázaro no desempeña en ella más que un papel
secundario y el interés se centra en torno a la suerte de los cinco hermanos
del rico, buenos vividores a quienes la amenaza del Día de Yahvé no llega a
convertir (cf. Mt 24, 37-39).
a) La primera parte aplica, pues, la teoría judía de la
retribución por trastrueque de las situaciones a los pobres y a los ricos, lo
mismo que en las bienaventuranzas (Lc 6, 20-26; cf, también Lc 12, 16-21). No
se trata, por tanto, de saber si el rico era un buen o mal rico y Lázaro un
buen o mal pobre. La parábola no se interesa por las condiciones morales de sus
vidas, sino por el anuncio de la proximidad del Reino en un mundo
sociológicamente determinado. De hecho nos encontramos en esta parte de la
parábola con el clima de la comunidad primitiva de Jerusalén, constituida de
pobres y bastante revanchista respecto a los ricos (Act 4, 36-37; 5, 1-16). En
ella parecen estos incapaces de optar por una vida nueva, ligados como están a
la vida presente por el disfrute de todos sus bienes; los pobres están más
disponibles; por eso es más accesible para ellos el Reino.
Los matices vendrán más tarde, cuando Mateo hable de
pobreza "en espíritu" y no permita ya que se crea en la beatitud de
sola la pobreza social y a la maldición de sola la riqueza económica. El tema
escatológico del trastrueque de las situaciones constituye, por consiguiente,
un género literario que hay que manejar con prudencia y en el que hay que ver
un medio de anunciar la irrupción próxima de los últimos tiempos.
b) La segunda parte de la parábola nos orienta más bien
hacia la perspectiva de las condiciones de la espera escatológica y corrige
singularmente el concepto demasiado sociológico y demasiado materialista de la
primera parte. Aquí, en efecto, no son ya la riqueza y la pobreza las que
reciben un premio, sino la irreligión y el egoísmo los que oscurecen el corazón
de los hombres hasta el punto de no poder leer los signos que Dios le ofrece,
incluso a través de los milagros. Los hombres irreligiosos viven en un egoísmo
que les cierra a priori a todas las anticipaciones de Dios; en este punto se
encuentran a ras de tierra de forma que no pueden en absoluto ver el menor
signo de Dios en los acontecimientos. Para ellos la muerte pone fin a la
existencia (v. 28); ni siquiera les convencerá una prueba de la resurrección de
los cuerpos porque han perdido el hábito de ver los signos de la supervivencia
en su vida misma. La exigencia de signos no es más que un falso pretexto: el
hombre no es salvado más que por la audición de la Palabra ("Moisés y los
profetas") y por la vigilancia, no por las apariciones y los milagros.
Y es inútil buscar en el relato explicaciones sobre la pena
del infierno, sobre el purgatorio y sobre el "estado intermedio". La
parábola bebe en el arsenal de las imágenes de la época sin canonizar,
necesariamente, alguna de ellas.
Tampoco hay que buscar en ella un juicio demasiado
categórico sobre la pobreza o sobre la riqueza sociológicas. El punto final del
relato es la condena de la actitud espiritual de egoísmo y de incredulidad y la
afirmación de que el incrédulo no podrá descubrir los grandes signos de la
supervivencia, como la resurrección de los muertos, si antes no ha aprendido a
descubrir la presencia de los signos de Jesús en la vida.
Maertens-Frisque, Marova Madrid 1969.Pág. 96ss
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11.- El despreocupado. El rico que ni siquiera es
voluntariamente malo con el pobre. Me lo imagino nacido en una lujosa mansión,
encontrando normal el comer cada día en una mesa bien abastecida. Y luego los
pobres, que forman parte del paisaje, de ese claro-oscuro que se ve cada día
sin realmente verlo. El despreocupado... Sólo la riqueza lleva a la
despreocupación.
¿Quién se preocupa ante tantas situaciones tan habituales
como poco conformes con la dignidad del hombre? Desde hace mucho, hemos
capitulado ante la fatalidad del mundo. ¿Y cómo reconocerse culpable cuando ya
nadie llega a sentirse responsable? Cada cual se encierra en su actitud de
reserva, aislado, protegido, cegado...
Pero he aquí que el rico, el despreocupado, muere. Será
necesaria la muerte para que tome conciencia. Ahora ve las cosas con la mirada
interior que proporciona la eternidad. Siente la sima espantosa, el abismo
infranqueable al que se dejó conducir en la tierra. Pues su infierno comenzó en
la tierra, aunque él no lo sabía. Ahora querría que se alertara a sus
hermanos... ¡Tiempo perdido! Las advertencias más solemnes nunca han cambiado
nada en el mundo.
El infierno es una sima, un abismo en el que uno está
perdido, en un aislamiento total, sin comunicación alguna, pero con la viva
conciencia de que nadie puede vivir si no es en comunión con los demás.
Conciencia trágica, pues se querría vivir y ya no se puede... Tampoco es ya posible
disculparse con un "no sabía", ya que la preocupación por el otro es
una llamada del corazón que todo hombre siente si no embota su corazón
aislándose. Parábola de los pobres solitarios. Parábola de los que lo tienen
todo y están eternamente aislados de la vida. Es trágicamente cierto que el
infierno puede comenzar en la tierra. Tanto para unos como para otros. El
infierno eterno no es más que una réplica exacta de este mundo...
* * *
Cuando la despreocupación paralice nuestro corazón,
¡abre nuestros ojos, Señor,
y no permitas que perdamos la vida
en la sima sin esperanza!
Cuando el pobre nos tienda la mano,
¡abre nuestros corazones
y danos la alegría de la comunión
al compartir nuestros bienes!
Dios cada día, Sal Terrae/Santander 1989.Pág. 46