jueves, 2 de marzo de 2017

LECTURAS Y COMENTARIO I DOMINGO CUARESMA CICLO A - 5 MARZO 2017

HOMBRE VERDADERO Y DIOS VERDADERO


ORACION COLECTA

Al Celebrar un año más la santa Cuaresma concédenos, Dios Todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del Libro del Génesis 2, 7-9; 3, 1-7

El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo.
El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.
El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.
La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?.
La mujer respondió a la serpiente: Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: «No coman de él ni lo toquen, bajo pena de muerte.».
La serpiente replicó a la mujer: No morirán. Bien sabe Dios que cuando coman de él se les abrirán los ojos y serán como Dios en el conocimiento del bien y el mal.
La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.
Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

SALMO RESPONSORIAL (50)

Misericordia, Señor, hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. R.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 5, 12-19

Hermanos: Lo mismo que por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron...
Pero, aunque antes de la ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había ley.
Pues a pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con un delito como el de Adán, que era figura del que había de venir.
Sin embargo, no hay proporción entre la culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos.
Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: la sentencia contra uno acabó en condena total; la gracia, ante una multitud de pecados, en indulto.
Si por la culpa de aquél, que era uno sólo, la muerte inauguró su reino, mucho más los que reciben a raudales el don gratuito de la amnistía vivirán y reinarán gracias a uno sólo, Jesucristo.
En resumen, una sola culpa resultó condena de todos, y un acto de justicia resultó indulto y vida para todos.
En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.

EVANGELIO

 Lectura del santo Evangelio según San Mateo 4, 1-11

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre.
Y el tentador se le acercó y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
Pero él le contestó diciendo: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras.
Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios. Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo: Todo esto te daré si te postras y me adoras.
Entonces le dijo Jesús: Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto.
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

COMENTARIO

Antes de narrar la actividad y la enseñanza de Jesús, los evangelistas quieren darnos a comprender de qué personas se trata. Se va a hablar de alguien que es absolutamente único y de un acontecimiento que va a  transformar la historia hasta tal punto que en adelante se dirá: “Antes de Jesucristo” o “después de Jesucristo”. “¡Entonces apareció Jesús!”.
¡Este hombre de 30 años, este oscuro obrero de Nazareth es el Hijo de Dios!. Pero inmediatamente se hace oír otra voz satánica que resonará a lo largo de los siglos siempre que se hable de Jesús: “Si eres el Hijo de Dios…”. Sí. El rumor de las dudas. Esta voz es también la nuestra.  Nos cuesta trabajo adaptarnos a Jesús, no vivimos de verdad con él tal como es. Ordinariamente vivimos distraídos de él, poco  seguros de él. Y de pronto nos ponemos a exigirle, a la manera de Satanás, que demuestre su poder: “Haz esto por mí, cambia esta situación, muéstrate un poco más, domina mejor el mundo. Si de verdad eres Hijo de Dios”.  Cuando de esta manera somos los demonios para Jesús somos también demonios para nosotros mismos, perdemos nuestras oportunidades de vivir algo juntamente con él. Un día tuvo que decirle a Pedro: “¡Quítate de mis vista, Satanás!” (Mt 16, 23). Pedro no quería saber nada de un Jesús dispuesto a sufrir y a morir ¿Cuál es el Jesús que queremos nosotros? ¿Qué es lo que ponemos en esas palabras, que puedan ser de adoración o de tentación diabólica: “Como eres el Hijo de Dios…?”. El texto tan célebre de las tres tentaciones es ante todo una luz sobre la persona de Jesús. No busquemos allí demasiado  pronto nuestros propios combates.
Es verdad que también ellos están allí, ya que Jesús es en todo un modelo para nosotros. Pero fijémonos sobre todo en su combate y aprenderemos muchas cosas sobre él. Antes de descubrirlo a través de sus comportamientos y de sus palabras, se nos ha dado penetrar en su corazón, en ese lugar en donde un hombre hace sus opciones decisivas. Lo que Jesús es en el momento de las tentaciones lo será a lo largo de toda su vida pública, inquebrantablemente. Sí, Jesús es el Hijo de Dios, pero es verdaderamente hombre y nos cuesta trabajo admitirlo.
No, él no puede hacerlo todo, como tampoco nosotros; las respuestas a las tentaciones demuestran que es “de condición humana”. A pesar de esta debilidad, la debilidad real del hombre, triunfará porque tiene total confianza en su Padre. Contemplar a Jesús significa verse siempre levantado hacia el Padre y entrar en esperanza. Ante las desconcertantes horas de la pasión, el evangelio quiere darnos enseguida el tono a nuestra unión con Jesús: estamos tratando con un vencedor. En el momento más negro dirá: “¡Tengan confianza!”. Este combate contra Satanás nos hace descubrir en Jesús su inteligencia de la palabra de Dios y lo absoluto de su confianza: el hombre vive de Dios, el hombre no pone a prueba el poder de Dios, el hombre no adora más que a Dios.  Basado en estas tres convicciones, Jesús puede avanzar por los caminos más difíciles. Esa mezcla de vida ardua y de vida triunfadora es la que iremos descubriendo a lo largo de los evangelios. Vamos a aprender como un hombre puede ser el Hijo de Dios: hombre verdadero y Dios verdadero.

PLEGARIA UNIVERSAL

Oremos, al Señor nuestro Dios que dispuso darnos su gracia por medio de Jesucristo. Y Digámosle: Escúchanos Señor.

1.- Por la Iglesia: Para que, fortalecida por el pan de la palabra de Dios, no caiga en la tentación de confiar en poderes y medios extraños a su misión en el mundo. Escúchanos Señor.

2.- Por los grupos pastorales y todos los creyentes que toman en serio la catequesis de adultos: para que crezcan y maduren en la fe. Escúchanos Señor.

3.- Por los pueblos más pobres, que sufren la falta de lo básico para sobrevivir y carentes de medios para solucionar sus problemas: para que encuentren la ayuda fraterna de los países más desarrollados. Escúchanos Señor.

4.- Por nosotros aquí reunidos, que hemos escuchado: “No solo de pan vive el hombre”: para que se nos despierte el hombre de tu Palabra y de una autentica conversión. Escúchanos Señor.

Oremos. Señor Dios nuestro, tu Hijo Jesucristo, el nuevo Adán, con su obediencia hasta la muerte de cruz, ha merecido para todos el don gratuito de la amnistía; escucha ahora nuestras suplicas, perdona nuestras culpas y devuélvenos la alegría de tu salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Te rogamos, Señor, que nuestra vida sea conforme con las ofrendas que  te presentamos y que inauguran el camino hacia la Pascua. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Después de recibir el pan del cielo que alimenta la fe, consolida la esperanza y fortalece el amor, te rogamos Dios nuestro, que nos hagas sentir hambre de Cristo, pan vivo y verdadero, y nos enseñes a vivir constantemente de toda palabra que sale de tu boca. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 06: Lv. 19, 1-2.11-18; Sal 18; Mt. 25, 31-46.
Martes 07: Is. 55, 10-11, Sal 33; Mt. 6, 7-15.
Miércoles 08: Jon. 3, 1-10; Sal 50, Lc. 11, 29-32.
Jueves 09: Est. 14, 1.3-5.12-14; Sal 137; Mt. 7, 7-12.
Viernes 10: Ez. 18, 21-28; Sal 129; Mt. 5, 20-26.
Sábado 11: Dt. 26, 16-19; Sal 118; Mt. 5, 43-48.
Domingo 12: Gn. 12, 1-4ª; Sal 32; 2 Tm. 1, 8b-10; Mt. 17, 1-9


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 4. 1-11
Par.: Mc 1, 12-13   Lc 4, 1-13

Podemos formular así las tentaciones con que se enfrentó Jesús (no sólo en el desierto, sino a lo largo de toda su existencia): recorrer el camino mesiánico indicado por la palabra de Dios (a saber, el camino de la cruz) o bien aceptar las solicitaciones provenientes de las expectativas mesiánicas de la época. Tres solicitaciones: la de la revolución y el poder (mesianismo zelota), la del mesianismo restaurador (político o religioso), la del mesianismo convincente (acompañado de signos espectaculares). Jesús rechazó enérgicamente las tres sugerencias, renunciando a utilizar el procedimiento del poder, del prestigio o de los milagros a toda costa. Sobre esto no hay duda; lo recuerda también Juan (6. 6). A la misma conclusión nos llevan también los numerosas pasajes en los que Jesús se dirige a los discípulos, recordando que a él y a sus seguidores no les conviene ser servidos, sino servir (Lc 22. 25-27; Mc 10. 42-45; Mt 20. 25-28). Este rechazo constante del poder y de cuanto se le parece no es posible minimizarlo ni discutirlo. Está demasiado subrayado.
-BAUTISMO Y TENTACIÓN. J/BAU/TENTACION:
Los tres sinópticos relacionan estrecha e intencionadamente la tentación con el bautismo. Es una conexión llena de significado. Primero: en respuesta al bautismo, Jesús inicia la vuelta al desierto, o sea, a una existencia en la cual se vive continuamente enfrentado con Satanás y, al mismo tiempo, el encuentro de la ayuda de Dios. Segundo: colocada al principio del evangelio, a saber, en la sección que de alguna manera hace de prólogo, la experiencia del desierto se presenta no sólo como el primer acto público de Jesús, sino como el marco dentro del cual se desarrollará todo sus ministerio; como la escena en la cual se representará también el resto del drama. Y tercero: el Espíritu dado en el bautismo no aparta a Jesús de la historia y de su ambigüedad; al contrario, le sitúa dentro de la historia y de la lucha que en ella se libra.
-LAS TENTACIONES DE ISRAEL Las tres citas del Dt, que marcan el ritmo del relato (8. 3; 6. 16; 6. 13), evocan claramente las tentaciones de Israel en el desierto. Las tentaciones de Jesús coinciden con las de Israel. La tentación de concebir la esperanza como bienestar y de establecer correspondencia entre la esperanza mesiánica y el esplendor del reino de David. Es una tentación que está siempre al acecho. Luego, la tentación del mesianismo milagroso y espectacular: Israel ha pretendido demasiadas veces que Dios intervenga de manera manifiesta y terminante con su poder. Finalmente la tentación más sutil y más socorrida: la del mesianismo político, en la línea del dominio (¡por supuesto, para gloria de Dios!), en lugar del servicio.
Según puede verse, no está en litigio el mesianismo como tal (Israel jamás renunció a proclamarse pueblo mesiánico), sino la vía mesiánica. Mateo se muestra muy interesado en esta confrontación entre Jesús e Israel. Quiere mostrar que Jesús se manifiesta como la persona a la cual está ordenada la historia entera de Israel. Él es el cumplimiento de Israel.
Padeció sus mismas tentaciones; pero, a diferencia de Israel, las superó. Jesús es el verdadero y auténtico Israel.
-LAS TENTACIONES DE CRISTO SON ACTUALES Está claro que el relato de Mateo posee una dimensión eclesial, además de cristológica. Basta recordar a este respecto cómo se formaron los evangelios. Si el relato de las tentaciones tuvo un puesto en toda la tradición sinóptica, es porque no sólo servía para aclarar las ideas sobre Jesús y su mesianismo (por lo demás, manifiesto a todos después de la crucifixión), sino porque servía también para aclarar las ideas sobre la Iglesia y su cometido. En la tentación de Cristo encuentra la Iglesia sus propias tentaciones. La Biblia nos ofrece otros ejemplos de tentación (o prueba); por ejemplo, en el caso de Abrahán, la tentación pone a prueba la esperanza en la promesa; en el caso de Job prueba el desinterés de la fe. En nuestro caso, la tentación pone a prueba la fidelidad-obediencia de Cristo a su propia misión.
En el caso de Cristo, concretamente, no se trata meramente de sucumbir a la fascinación y a las solicitaciones del mesianismo político, sino de continuar por el camino del siervo de Yahvé a pesar del fracaso que parece llevar consigo. En esta experiencia de fracaso es donde la tentación tiene su fuerza y la propuesta de Satanás su aparente sensatez.
Las tentaciones no sólo empujan a Jesús a un falso mesianismo, sino también a la autonomía y hacia la independencia. Son un intento de constituirse en Dios o, en todo caso, de servirse de Dios como de instrumento de uno mismo. Más tarde, Jesús multiplicará los panes, pero no para sí mismo. Será glorioso, pero por el camino de la cruz. Realizará signos, mas no para poner a Dios a prueba.
Obsérvese, por último, que Jesús no es instigado por Satanás a escoger entre Dios o el poder, entre Dios o la riqueza. Le insinúa más bien: consigue el poder y, una vez conseguido, úsalo para gloria de Dios. La tentación, según puede verse, es sutil, actual e inquietante. Es la tentación de siempre.
Bruno Maggioni, El Relato de Mateo, Edic. Paulinas/Madrid 1982.Pág. 42-45



2. PALABRA DE DIOS. OBEDIENCIA. ÍDOLOS. AUTONOMÍA. JESÚS. HIJO OBEDIENTE. REINO DE DIOS. SIGNOS.
La liturgia dominical presenta tres veces el relato de la tentación de Jesús. Dos veces, con los textos, muy parecidos, de Mateo y de Lucas; y otra vez, con los rápidos versículos del 2º evangelio, que están marcados con otra mentalidad. Es preciso diversificar la utilización homilética de estas tres lecturas. El relato de Marcos de la tentación está construido sobre el paralelismo Adán-Jesús, mientras que el relato mateano lo está sobre el paralelismo Jesús-Israel. El lucano, menos claramente orientado, puede ayudar a reflexionar sobre las "opciones" que Jesús ha tenido que realizar, y de las que el texto de la Tentación no intenta sino presentar, de forma dramática, su sentido profundo. (...) A lo largo de todo el evangelio de Mateo, y no únicamente en el primer versículo de nuestro texto, se presenta al Espíritu en estrecha relación con Jesús. El Espíritu está presente en el momento de la concepción virginal de Jesús (1. 18/20); en el momento de su bautismo (3. 16); durante su permanencia en el desierto (4. 1); a lo largo de su predicación (12. 18); en el momento en que expulsa a los demonios (12. 28). La meditación evangélica de Mateo acaba con las palabras de Jesús resucitado enviando a sus discípulos a bautizar bajo la invocación de ese mismo Espíritu (28. 19).
J/MOISES.La duración de la estancia de Jesús en el desierto queda definida por un número que recuerda la presencia de Israel en el desierto del Éxodo: cuarenta (años) (Dt 8. 2), y la de Moisés en la montaña: cuarenta días y cuarenta noches (Ex 24.18), exactamente lo que dice Mateo de Jesús. Esta última relación es de gran interés: de igual modo que Moisés, al final de su permanencia solitaria, prolongada, se convierte en el predicador de la Ley de Dios (Ex 24. 17), también Jesús, al término de un ayuno igualmente largo, se convierte en el predicador del arrepentimiento y de la venida del Reino (v.17), antes de serlo de la nueva Ley (cap. 5-7).
De todos modos la prueba del desierto vincula a Jesús sobre todo con Israel. Porque en el desierto había sido puesto Israel a prueba. Hambriento, había sentido la pobreza de sus propios medios, su debilidad: había sido humillado. Empujado por esta "humillación", adoptó un comportamiento que dejaba ver claramente el fondo de su corazón. Israel no era capaz de abandonarse totalmente a las promesas de Dios, de confiar en su palabra, de sufrir el hambre y la pobreza, sin desesperar, sin buscar la salvación en otro sitio fuera de la palabra de Dios y de la sumisión a esta palabra.
Además, Israel había "tentado a su Dios", le puso a prueba (Dt 6. 16, adonde remite la cita de Mt 4. 7). En Masá (Ex 17. 1-7; Nm 20. 2-13), Israel sediento, puso a Yahvé entre la espada y la pared: era preciso que Yahvé les diese inmediatamente el agua que necesitaban, o de lo contrario, dudarían de él. Al lanzar semejante desafío, Israel demostraba su desconfianza respecto a Yahvé, su Dios, cuyos actos salvadores se negaba a entender. La salida de Egipto, por lo tanto, ya no se veía como un beneficio divino, sino como un acto insensato del que el pueblo era no el beneficiario sino la víctima. Israel, en fin, se abandonó a la idolatría. Al "seguir a otros dioses escogidos entre los dioses de las naciones", ya no había "temido a su Dios ni le había servido". Había "olvidado a Yahvé, su Dios", sin cuidarse de Aquél que le había "hecho salir del país de Egipto, de la casa de servidumbre" (Dt 6.12-14, contexto de la cita de Mt 4. 10).
¿De dónde procedía esta idolatría? De la negativa por otra parte del pueblo a recibir su felicidad de otro, del Otro; de la negativa a depender de Él; de la necesidad de ser independiente, de no tener su propia felicidad más que de sí mismo; del deseo de gloriarse de sus propias obras, de adorarse en la silueta de los dioses fabricados por sus propias manos.
Jesús experimenta, a su vez, esas mismas tentaciones; pero, contrariamente al pueblo antiguo, no sucumbe a ellas. Israel, el pueblo-hijo (Os 11. 1, citado en 2. 15) actuó en otros tiempos como hijo insumiso; Jesús, con su docilidad perfecta, se muestra realmente hijo de Dios, el Hijo de Dios.
Asaltado por el hambre, no se deja llevar a ninguna murmuración. Confía en Dios, en su promesa; no intenta plantearle un desafío obligándole a un milagro tanto menos oportuno cuanto que, además de ser signo de una profunda desconfianza o indocilidad, sería un gesto torpemente interesado.
Jesús otorga una confianza absoluta a la palabra de Dios. Precisamente esa palabra promete a todo creyente, y más especialmente al Mesías-hijo de Dios, salvarle, aunque sea con la milagrosa intervención de los Ángeles desde el momento en que se encontrara en una situación humanamente desesperada. Así al menos lo hace entrever el texto poético del Salmo 91 (90) citado por el Diablo (v. 6). Era verdad; pero buscarse esa situación desesperada por el solo motivo de hacer que apareciera la salvación de Dios, es, en primer lugar, considerarse privilegiado de Dios y querer disfrutar de tal imagen; y es sobre todo negarse a confiar en su palabra.
Porque pretender coaccionar a Dios en orden a que actúe, ¿no es dudar de él? ¿Dudar de Dios? Pero de hecho, ¿quién es Dios? ¿No es, a fin de cuentas, una idealización del hombre, de su fuerza, de su poder? ¿No es una sublimación de la gloria que dan al hombre su ciencia o su dinero? ¿No es la silueta idealizada del mérito que le proporcionan al hombre su pobreza, o su generosidad, o su entrega social, o su sentido político? ¿No es en todo esto donde hay que buscar la verdadera y última salvación, el medio eficaz de "poseer la tierra"? Aquella tierra que Moisés contempló sobre la montaña (Dt 34. 1-4), cuyo esplendor admirara, ¿de quién puede obtenerse sino de esa omnipotencia del hombre, encontrada de nuevo en los dioses de fabricación humana, más bien que en un Dios evanescente, jamás alcanzado, y menos aún asido, acaparado...? Para Jesús, "Dios es Dios"... Está más allá del hombre. El don que Él hace tiene la gratuidad de una generosidad suprema. Por eso no existe adoración legítima alguna, sea cual fuere la forma que adopte esa adoración, hacia manifestación alguna del hombre, sino únicamente hacia Dios. ¿Abstracción fácil? ¿Teoría gratuita? No, porque tras el escenario de las antiguas tentaciones de Israel, que Jesús rechaza con valor, más especialmente tras la última que las resume a todas, se oculta una realidad permanente que vivieron, a continuación de los padres del Éxodo, el entorno de Jesús y el propio Jesús, que viven los hombres de siempre y, entre ellos, en primer lugar, los discípulos de Jesús.
Detengámonos en estos últimos, ya que de ellos es, en definitiva de quien se trata, según hemos visto más arriba. Rechazando las tentaciones que se le proponían, Jesús supo vivir como "hijo de Dios", mostrarse "el Hijo de Dios". A ejemplo suyo, los cristianos, hijos de Dios, deben vivir de una manera acorde con su nueva naturaleza.
D/CONFIANZA: Como Jesús, los discípulos rechazan por lo tanto, exigir a Dios actos que no tendrían otra finalidad que la propia satisfacción si no ya la propia vanagloria. Conscientes de que Dios "sabe lo que necesitan" (6. 8), confían en su palabra, cuentan con su promesa, negándose a ligar su fe a la realización de sus deseos espontáneos. Al igual que Jesús, rehúsan poner a Dios entre la espada y la pared, o a dejarse llevar de un imperioso deseo de milagros que disimularía mal la propensión humana al espectáculo. Cuando en la Escritura leen la promesa divina, se niegan a torcer el texto en el sentido de sus ingenuas impaciencias, dedicándose, por el contrario, a esperar pacientemente la realización de las auténticas promesas con tanta gozosa esperanza como sosegada obstinación.
Lo mismo que Jesús, en fin, se niegan a buscar la realización universal del Reino de Dios, a "poseer la tierra", toda la tierra, a base de medios "diabólicos", que suponen la adoración de cuanto no es Dios. Medios humanos: financieros, políticos, sociales... todos pueden servir al Reino, pero ninguno puede ser el medio supremo íntegramente..., religiosamente aceptado.
En definitiva esa es la opción de Jesús y de los cristianos: entre Dios y lo que no es Dios. Dios, percibido a través de los signos y siempre más allá de esos signos, aunque sean los más elocuentes, los más necesarios...
Opción de otros tiempos... de siempre... de hoy.
Louis Monloubou, Edit. Sal Terrae Santander 1981.Pág. 91



3.
Con una frase característica de la narración bíblica, Mt nos presenta a Jesús en una situación de tener que decidir. Se tienta a uno en sentido bíblico, cuando se le coloca en una situación en que deberá dar buena prueba de sí o decidirse o al menos manifestarse. El marco y las circunstancias de la tentación de Jesús recuerdan la pasada historia del pueblo de Israel. "Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones, si guardas sus preceptos o no" (/Dt/08/02). Es muy probable que Mateo pensara en este texto al escribir el suyo, poniendo una vez más de manifiesto la matriz histórica en que Jesús se mueve y a la que da sentido y plenitud.
Las pruebas de Jesús son tres, todas ellas puntualmente superadas haciendo suyos sendos pasajes del Dt, el viejo libro que contiene la Constitución del Pueblo de Israel. Comentario: Considerado globalmente, el texto es un desafío a Jesús para que elija sus prioridades como libertador prometido por Dios, como Mesías.
En primer lugar está la tentación de construir la nueva sociedad mediante medios económicos, convirtiendo las piedras en panes. Había ciertamente abundancia de personas hambrientas en el mundo que habrían aceptado gustosas ese pan, viniera de donde viniera. Jesús mismo conoció sin duda las estrecheces y el hambre. Además, el A.T. había descrito a menudo la nueva sociedad como una época de gran prosperidad material en la que los hambrientos serían alimentados y las necesidades de cada uno serían satisfechas. Había por eso abundantes y buenas razones para que Jesús se interesase por ello. Una palabra de Dios al pueblo de Israel en un momento crucial de su pasada historia ayudó a Jesús a vencer la tentación: "no sólo de pan vive el hombre". No es que Jesús dejase de reconocer que el pueblo tenía necesidades económicas; más bien reconoció, por una parte, que no era ésta su más profunda necesidad y, por otra, que no era esto lo que Dios quería que fuera el objetivo principal de su obra. De hecho, Jesús proveyó posteriormente de alimento al pueblo hambriento. Pero sabía que ésta no debía ser la principal finalidad de su obra.
Una segunda tentación fue la de arrojarse abajo, sin hacerse daño, desde la torre del templo al concurrido atrio. Habría sido cosa fácil demostrar que era el Mesías obrando milagros, porque lo milagroso e insólito tenía y sigue teniendo un especial atractivo. También aquí había para esta tentación algo más que la simple lógica de la situación, pues existía efectivamente una profecía en el A.T. acerca del Mesías que aparecería de repente y de un modo dramático en el templo (Ml 3. 1-3). Había también una promesa en el salmo 91 que decía que Dios protegería a aquellos que le pusieran a prueba. ¿Y no era éste el momento de hacerlo? Si Jesús era realmente el Mesías, podía entonces con toda seguridad esperar que Dios cumpliera honorablemente sus promesas. Una idea muy seductora.
La respuesta a ella vino del mismo tiempo crucial de la pasada historia de Israel: "no pondrás a prueba al Señor tu Dios". El contexto de la promesa de Dios en el salmo 91 aclara que ésta era válida sólo para aquellos que vivían en obediencia a la voluntad divina. Y para Jesús hacer la voluntad de Dios significaba servicio y sufrimiento, y no el uso arbitrario de las promesas de Dios para sus propios fines personales y egoístas. Por eso rechazó la tentación de ser reconocido como el salvador prometido por Dios mediante un despliegue del poder de hacer milagros. Naturalmente que los obró, pero también dio a entender claramente que los milagros eran signos vivos de su mensaje: no eran el mensaje mismo.
MESIANISMO-POLITICO La tercera tentación consistía en ser un Mesías político. No cabe la menor duda de que ésta debió ser la tentación más fuerte. Después de todo, esto era precisamente lo que los judíos esperaban del Mesías. También creían comúnmente que ellos gobernarían a todas las demás naciones en la nueva era que iba a seguir, y Jesús fue tentado para que aceptase la autoridad de Satanás con el fin de conseguir el poder sobre el mundo. La idea apareció todavía más viva mediante una visión del esplendor de los reinos del mundo, pero Jesús se dio cuenta de nuevo de que esto era muy diferente de la nueva sociedad que tenía que inaugurar. No es que Jesús no sintiera simpatía por el profundo deseo de libertad que experimentaba su pueblo. Después de todo, Él mismo vivía bajo la tiranía de Roma. Había trabajado con sus propias manos para producir lo suficiente para pagar los impuestos romanos. Conocía muy bien la miserable condición de sus compatriotas, pero rechazó el mesianismo político por dos razones: primeramente rechazó las condiciones en que el demonio se lo ofrecía: compartir soberanía con él. Si Jesús aceptaba que el demonio tenía autoridad sobre el mundo, entonces se le otorgaría una autoridad política limitada a cambio. Esto era algo que Jesús no podía aceptar. Su propio compromiso, y el que exigió a sus seguidores, era exclusivamente con Dios, como soberano y señor. Reconocer el poder del demonio en cualquier área de la vida habría sido negar la suprema autoridad de Dios.
VD/IMPONERLA.Pero, además, a Jesús se le ofrecía la posibilidad de gobernar con la autoridad y la gloria de un imperio semejante al de los romanos. Y él sabía que ésta no era su misión. Sabía también que la ley de Dios nunca podía imponerse desde fuera en la vida de los hombres y en la sociedad. Si había una lección que aprender de la historia de su pueblo era ésta. Poseían todas las leyes del A.T., pero una y otra vez se habían mostrado totalmente incapaces de cumplirlas. Jesús veía que lo que los hombres necesitaban era entregar su voluntad y libre obediencia a Dios, y de este modo recibir la libertad moral para crear la clase de sociedad nueva que Dios quería que tuvieran.
Esta tercera tentación fue, ciertamente, la más fuerte y apremiante, y fue también rechazada del modo más decidido: "¡Apártate, Satanás!" Jesús no trataba de imponer un nuevo autoritarismo para reemplazar al viejo autoritarismo de Roma. Su nueva sociedad no iba a ser un gobierno tiránico y cruel como muchos judíos preveían, sino algo que brotaría de la nueva e íntima naturaleza de aquellos que formaban parte de ella, puesto que servían y adoraban a Dios únicamente.
Alberto Benito, Dabar 1990/17



4.
Sentido del texto. El autor del evangelio cree en Jesús como el enviado de Dios en calidad de Hijo. Con esta convicción se ha puesto a escribir su evangelio. De esta convicción suya quiere hacer partícipes a unos lectores judíos. Estos estaban familiarizados con toda una literatura de la que resultaba una imagen concreta de enviado de Dios (Mesías). Mateo tiene que servirse de esta literatura si quiere que sus lectores le entiendan a la hora de decirles que Jesús es el Mesías.
Una creencia popular sobre el Mesías es que su llegada daría lugar a una gran lucha de la que él saldría victorioso. Esta creencia, con su escenografía, es lo que Mateo recoge, con la única finalidad de que sus lectores puedan entender quién es Jesús.
Pero al hacerlo corrige críticamente la imagen de Mesías que sus lectores tenían. Frente al ser radiante, frente al superhombre de la literatura de la que se sirve, Mateo presenta hoy un personaje -permítaseme la expresión- tozudamente humano. Comprobémoslo. Primer asalto (vs. 3-4). Si eres hijo de Dios. Respuesta: No sólo de pan vive el hombre. Tú quieres que sea Dios; yo te digo que soy hombre.
Segundo asalto (vs. 5-7). Si eres hijo de Dios. El enviará a sus ángeles. Respuesta: No tentarás al Señor tu Dios. Deja en paz a Dios; soy yo el llamado a solucionar mis problemas.
Tercer asalto (vs. 8-10). Dios soy yo. Respuesta: adorarás al Señor tu Dios. ¿Es que acaso piensas que mis anteriores críticas religiosas significan que yo no soy religioso y que no sé quien es el único Dios a quien hay que adorar?
Dabar 1981/17



5.
La tentación es experiencia permanente y universal. Todos los humanos fueron, son y serán tentados.
El primer Adán, tentado en el paraíso; el segundo, en el desierto. El primer Adán, tentado con la manzana de la ciencia y del poder; el segundo, con la manzana del consumo y de la gloria. El primer Adán, tentado para que sea Dios; el segundo, tentado para que no sea siervo.
Son las mismas tentaciones de todos los hombres y pueblos. La tentación de Israel en el desierto, la de la Iglesia en la historia. En el fondo es la desconfianza, la no dependencia, la autosuficiencia.
Es negarse a servir, negarse a morir, negarse a amar.
CARITAS, CUARESMA 1984.Pág. 14



6.
Las tentaciones de Jesús nos prueban, por una parte, que Jesús era hijo de Adán, con todas sus consecuencias. Sufrió las mismas tentaciones que el primer hombre y que todos los hombres. Pero, por el desarrollo de las tentaciones, sabemos que Jesús es algo nuevo. Dará una respuesta contraria a la de Adán. No se deja seducir por el diablo, porque su corazón se halla enteramente seducido por Dios. Ahí está el principio de la salvación. Las tentaciones de Jesús son paradigmáticas: son las tentaciones del pueblo de Dios por el desierto; son las tentaciones del hombre universal; son las tentaciones del tener, del poder y de la gloria. Son las tentaciones de la autosuficiencia y la independencia. Son las tentaciones de querer manipular a Dios, incluso de querer ser y vivir como Dios. La estructura de los cuarenta días en el desierto -un relato más bien simbólico- da origen a la Cuaresma cristiana.
Caritas, Cuaresma y Pascua 1993.Pág. 43