HOMBRE VERDADERO Y DIOS VERDADERO
ORACION COLECTA
Al Celebrar un año más la santa
Cuaresma concédenos, Dios Todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio
de Cristo y vivirlo en plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro del Génesis 2, 7-9; 3,
1-7
El Señor Dios modeló al hombre de
arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida y el hombre se
convirtió en ser vivo.
El Señor Dios plantó un jardín en
Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.
El Señor Dios hizo brotar del
suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además el árbol
de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.
La serpiente era el más astuto de
los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ¿Cómo
es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?.
La mujer respondió a la
serpiente: Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del
fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: «No coman de él
ni lo toquen, bajo pena de muerte.».
La serpiente replicó a la mujer:
No morirán. Bien sabe Dios que cuando coman de él se les abrirán los ojos y
serán como Dios en el conocimiento del bien y el mal.
La mujer vio que el árbol era
apetitoso, atrayente y deseable porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió
y ofreció a su marido, el cual comió.
Entonces se les abrieron los ojos
a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de
higuera y se las ciñeron.
SALMO
RESPONSORIAL (50)
Misericordia, Señor, hemos pecado.
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo
mi delito, limpia mi pecado. R.
Pues
yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti
solo pequé, cometí la maldad que aborreces. R.
Oh
Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no
me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.
Devuélveme
la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás
los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo
a los Romanos 5, 12-19
Hermanos: Lo mismo que
por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la
muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron...
Pero, aunque antes de la
ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había ley.
Pues a pesar de eso, la
muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado
con un delito como el de Adán, que era figura del que había de venir.
Sin embargo, no hay
proporción entre la culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos,
mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de
Dios desbordaron sobre todos.
Y tampoco hay proporción
entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: la
sentencia contra uno acabó en condena total; la gracia, ante una multitud de
pecados, en indulto.
Si por la culpa de
aquél, que era uno sólo, la muerte inauguró su reino, mucho más los que reciben
a raudales el don gratuito de la amnistía vivirán y reinarán gracias a uno
sólo, Jesucristo.
En resumen, una sola
culpa resultó condena de todos, y un acto de justicia resultó indulto y vida
para todos.
En efecto, así como por
la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así
también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio
según San Mateo 4, 1-11
En
aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado
por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al
final sintió hambre.
Y
el tentador se le acercó y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras
se conviertan en panes.
Pero
él le contestó diciendo: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios.
Entonces
el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice:
Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los
ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no
tropiece con las piedras.
Jesús
le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios. Después el diablo
lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su
esplendor le dijo: Todo esto te daré si te postras y me adoras.
Entonces
le dijo Jesús: Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás
y a él sólo darás culto.
Entonces
lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
COMENTARIO
Antes de narrar la actividad y la enseñanza de Jesús, los evangelistas
quieren darnos a comprender de qué personas se trata. Se va a hablar de alguien
que es absolutamente único y de un acontecimiento que va a transformar la historia hasta tal punto que en
adelante se dirá: “Antes de Jesucristo” o “después de Jesucristo”. “¡Entonces
apareció Jesús!”.
¡Este hombre de 30 años, este oscuro obrero de Nazareth es el Hijo de
Dios!. Pero inmediatamente se hace oír otra voz satánica que resonará a lo
largo de los siglos siempre que se hable de Jesús: “Si eres el Hijo de Dios…”.
Sí. El rumor de las dudas. Esta voz es también la nuestra. Nos cuesta trabajo adaptarnos a Jesús, no
vivimos de verdad con él tal como es. Ordinariamente vivimos distraídos de él,
poco seguros de él. Y de pronto nos
ponemos a exigirle, a la manera de Satanás, que demuestre su poder: “Haz esto
por mí, cambia esta situación, muéstrate un poco más, domina mejor el mundo. Si
de verdad eres Hijo de Dios”. Cuando de
esta manera somos los demonios para Jesús somos también demonios para nosotros
mismos, perdemos nuestras oportunidades de vivir algo juntamente con él. Un día
tuvo que decirle a Pedro: “¡Quítate de mis vista, Satanás!” (Mt 16, 23). Pedro
no quería saber nada de un Jesús dispuesto a sufrir y a morir ¿Cuál es el Jesús
que queremos nosotros? ¿Qué es lo que ponemos en esas palabras, que puedan ser
de adoración o de tentación diabólica: “Como eres el Hijo de Dios…?”. El texto
tan célebre de las tres tentaciones es ante todo una luz sobre la persona de
Jesús. No busquemos allí demasiado pronto
nuestros propios combates.
Es verdad que también ellos están allí, ya que Jesús es en todo un
modelo para nosotros. Pero fijémonos sobre todo en su combate y aprenderemos
muchas cosas sobre él. Antes de descubrirlo a través de sus comportamientos y
de sus palabras, se nos ha dado penetrar en su corazón, en ese lugar en donde
un hombre hace sus opciones decisivas. Lo que Jesús es en el momento de las
tentaciones lo será a lo largo de toda su vida pública, inquebrantablemente.
Sí, Jesús es el Hijo de Dios, pero es verdaderamente hombre y nos cuesta
trabajo admitirlo.
No, él no puede hacerlo todo, como tampoco nosotros; las respuestas a
las tentaciones demuestran que es “de condición humana”. A pesar de esta
debilidad, la debilidad real del hombre, triunfará porque tiene total confianza
en su Padre. Contemplar a Jesús significa verse siempre levantado hacia el
Padre y entrar en esperanza. Ante las desconcertantes horas de la pasión, el
evangelio quiere darnos enseguida el tono a nuestra unión con Jesús: estamos
tratando con un vencedor. En el momento más negro dirá: “¡Tengan confianza!”. Este
combate contra Satanás nos hace descubrir en Jesús su inteligencia de la
palabra de Dios y lo absoluto de su confianza: el hombre vive de Dios, el
hombre no pone a prueba el poder de Dios, el hombre no adora más que a Dios. Basado en estas tres convicciones, Jesús puede
avanzar por los caminos más difíciles. Esa mezcla de vida ardua y de vida
triunfadora es la que iremos descubriendo a lo largo de los evangelios. Vamos a
aprender como un hombre puede ser el Hijo de Dios: hombre verdadero y Dios
verdadero.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos, al Señor nuestro Dios que dispuso darnos su gracia por
medio de Jesucristo. Y Digámosle: Escúchanos Señor.
1.-
Por la Iglesia: Para que, fortalecida por el pan de la palabra de Dios, no
caiga en la tentación de confiar en poderes y medios extraños a su misión en el
mundo. Escúchanos Señor.
2.-
Por los grupos pastorales y todos los creyentes que toman en serio la
catequesis de adultos: para que crezcan y maduren en la fe. Escúchanos
Señor.
3.-
Por los pueblos más pobres, que sufren la falta de lo básico para sobrevivir y
carentes de medios para solucionar sus problemas: para que encuentren la ayuda
fraterna de los países más desarrollados. Escúchanos Señor.
4.-
Por nosotros aquí reunidos, que hemos escuchado: “No solo de pan vive el
hombre”: para que se nos despierte el hombre de tu Palabra y de una autentica
conversión. Escúchanos Señor.
Oremos. Señor Dios nuestro, tu Hijo Jesucristo, el nuevo Adán, con
su obediencia hasta la muerte de cruz, ha merecido para todos el don gratuito
de la amnistía; escucha ahora nuestras suplicas, perdona nuestras culpas y
devuélvenos la alegría de tu salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Te rogamos, Señor, que nuestra vida sea conforme con las
ofrendas que te presentamos y que
inauguran el camino hacia la Pascua. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Después de recibir el pan del cielo que alimenta la fe, consolida
la esperanza y fortalece el amor, te rogamos Dios nuestro, que nos hagas sentir
hambre de Cristo, pan vivo y verdadero, y nos enseñes a vivir constantemente de
toda palabra que sale de tu boca. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y
SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 06:
Lv. 19, 1-2.11-18; Sal 18; Mt. 25, 31-46.
Martes 07:
Is. 55, 10-11, Sal 33; Mt. 6, 7-15.
Miércoles 08: Jon. 3, 1-10; Sal 50, Lc. 11, 29-32.
Jueves 09:
Est. 14, 1.3-5.12-14; Sal 137; Mt. 7, 7-12.
Viernes 10: Ez. 18, 21-28; Sal 129; Mt. 5, 20-26.
Sábado 11:
Dt. 26, 16-19; Sal 118; Mt. 5, 43-48.
Domingo 12: Gn. 12, 1-4ª; Sal 32; 2 Tm. 1, 8b-10; Mt. 17, 1-9
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mt 4. 1-11
Par.: Mc 1, 12-13 Lc 4, 1-13
Podemos formular así las
tentaciones con que se enfrentó Jesús (no sólo en el desierto, sino a lo largo
de toda su existencia): recorrer el camino mesiánico indicado por la palabra de
Dios (a saber, el camino de la cruz) o bien aceptar las solicitaciones
provenientes de las expectativas mesiánicas de la época. Tres solicitaciones:
la de la revolución y el poder (mesianismo zelota), la del mesianismo
restaurador (político o religioso), la del mesianismo convincente (acompañado
de signos espectaculares). Jesús rechazó enérgicamente las tres sugerencias,
renunciando a utilizar el procedimiento del poder, del prestigio o de los
milagros a toda costa. Sobre esto no hay duda; lo recuerda también Juan (6. 6).
A la misma conclusión nos llevan también los numerosas pasajes en los que Jesús
se dirige a los discípulos, recordando que a él y a sus seguidores no les
conviene ser servidos, sino servir (Lc 22. 25-27; Mc 10. 42-45; Mt 20. 25-28).
Este rechazo constante del poder y de cuanto se le parece no es posible
minimizarlo ni discutirlo. Está demasiado subrayado.
-BAUTISMO Y TENTACIÓN. J/BAU/TENTACION:
Los tres sinópticos relacionan estrecha e intencionadamente la tentación con el bautismo. Es una conexión llena de significado. Primero: en respuesta al bautismo, Jesús inicia la vuelta al desierto, o sea, a una existencia en la cual se vive continuamente enfrentado con Satanás y, al mismo tiempo, el encuentro de la ayuda de Dios. Segundo: colocada al principio del evangelio, a saber, en la sección que de alguna manera hace de prólogo, la experiencia del desierto se presenta no sólo como el primer acto público de Jesús, sino como el marco dentro del cual se desarrollará todo sus ministerio; como la escena en la cual se representará también el resto del drama. Y tercero: el Espíritu dado en el bautismo no aparta a Jesús de la historia y de su ambigüedad; al contrario, le sitúa dentro de la historia y de la lucha que en ella se libra.
Los tres sinópticos relacionan estrecha e intencionadamente la tentación con el bautismo. Es una conexión llena de significado. Primero: en respuesta al bautismo, Jesús inicia la vuelta al desierto, o sea, a una existencia en la cual se vive continuamente enfrentado con Satanás y, al mismo tiempo, el encuentro de la ayuda de Dios. Segundo: colocada al principio del evangelio, a saber, en la sección que de alguna manera hace de prólogo, la experiencia del desierto se presenta no sólo como el primer acto público de Jesús, sino como el marco dentro del cual se desarrollará todo sus ministerio; como la escena en la cual se representará también el resto del drama. Y tercero: el Espíritu dado en el bautismo no aparta a Jesús de la historia y de su ambigüedad; al contrario, le sitúa dentro de la historia y de la lucha que en ella se libra.
-LAS TENTACIONES DE ISRAEL
Las tres citas del Dt, que marcan el ritmo del relato (8. 3; 6. 16; 6. 13),
evocan claramente las tentaciones de Israel en el desierto. Las tentaciones de
Jesús coinciden con las de Israel. La tentación de concebir la esperanza como
bienestar y de establecer correspondencia entre la esperanza mesiánica y el
esplendor del reino de David. Es una tentación que está siempre al acecho.
Luego, la tentación del mesianismo milagroso y espectacular: Israel ha
pretendido demasiadas veces que Dios intervenga de manera manifiesta y
terminante con su poder. Finalmente la tentación más sutil y más socorrida: la
del mesianismo político, en la línea del dominio (¡por supuesto, para gloria de
Dios!), en lugar del servicio.
Según puede verse, no está
en litigio el mesianismo como tal (Israel jamás renunció a proclamarse pueblo
mesiánico), sino la vía mesiánica. Mateo se muestra muy interesado en esta
confrontación entre Jesús e Israel. Quiere mostrar que Jesús se manifiesta como
la persona a la cual está ordenada la historia entera de Israel. Él es el
cumplimiento de Israel.
Padeció sus mismas
tentaciones; pero, a diferencia de Israel, las superó. Jesús es el verdadero y
auténtico Israel.
-LAS TENTACIONES DE CRISTO
SON ACTUALES Está claro que el relato de Mateo posee una dimensión eclesial,
además de cristológica. Basta recordar a este respecto cómo se formaron los
evangelios. Si el relato de las tentaciones tuvo un puesto en toda la tradición
sinóptica, es porque no sólo servía para aclarar las ideas sobre Jesús y su
mesianismo (por lo demás, manifiesto a todos después de la crucifixión), sino
porque servía también para aclarar las ideas sobre la Iglesia y su cometido. En
la tentación de Cristo encuentra la Iglesia sus propias tentaciones. La Biblia
nos ofrece otros ejemplos de tentación (o prueba); por ejemplo, en el caso de
Abrahán, la tentación pone a prueba la esperanza en la promesa; en el caso de
Job prueba el desinterés de la fe. En nuestro caso, la tentación pone a prueba
la fidelidad-obediencia de Cristo a su propia misión.
En el caso de Cristo,
concretamente, no se trata meramente de sucumbir a la fascinación y a las
solicitaciones del mesianismo político, sino de continuar por el camino del
siervo de Yahvé a pesar del fracaso que parece llevar consigo. En esta
experiencia de fracaso es donde la tentación tiene su fuerza y la propuesta de
Satanás su aparente sensatez.
Las tentaciones no sólo
empujan a Jesús a un falso mesianismo, sino también a la autonomía y hacia la
independencia. Son un intento de constituirse en Dios o, en todo caso, de
servirse de Dios como de instrumento de uno mismo. Más tarde, Jesús
multiplicará los panes, pero no para sí mismo. Será glorioso, pero por el
camino de la cruz. Realizará signos, mas no para poner a Dios a prueba.
Obsérvese, por último, que
Jesús no es instigado por Satanás a escoger entre Dios o el poder, entre Dios o
la riqueza. Le insinúa más bien: consigue el poder y, una vez conseguido, úsalo
para gloria de Dios. La tentación, según puede verse, es sutil, actual e
inquietante. Es la tentación de siempre.
Bruno Maggioni, El Relato de
Mateo, Edic. Paulinas/Madrid 1982.Pág. 42-45
2. PALABRA DE DIOS.
OBEDIENCIA. ÍDOLOS. AUTONOMÍA. JESÚS. HIJO OBEDIENTE. REINO DE DIOS. SIGNOS.
La liturgia dominical
presenta tres veces el relato de la tentación de Jesús. Dos veces, con los
textos, muy parecidos, de Mateo y de Lucas; y otra vez, con los rápidos
versículos del 2º evangelio, que están marcados con otra mentalidad. Es preciso
diversificar la utilización homilética de estas tres lecturas. El relato de
Marcos de la tentación está construido sobre el paralelismo Adán-Jesús,
mientras que el relato mateano lo está sobre el paralelismo Jesús-Israel. El
lucano, menos claramente orientado, puede ayudar a reflexionar sobre las
"opciones" que Jesús ha tenido que realizar, y de las que el texto de
la Tentación no intenta sino presentar, de forma dramática, su sentido profundo.
(...) A lo largo de todo el evangelio de Mateo, y no únicamente en el primer
versículo de nuestro texto, se presenta al Espíritu en estrecha relación con
Jesús. El Espíritu está presente en el momento de la concepción virginal de
Jesús (1. 18/20); en el momento de su bautismo (3. 16); durante su permanencia
en el desierto (4. 1); a lo largo de su predicación (12. 18); en el momento en
que expulsa a los demonios (12. 28). La meditación evangélica de Mateo acaba
con las palabras de Jesús resucitado enviando a sus discípulos a bautizar bajo
la invocación de ese mismo Espíritu (28. 19).
J/MOISES.La duración de la estancia de Jesús en el desierto queda definida
por un número que recuerda la presencia de Israel en el desierto del Éxodo:
cuarenta (años) (Dt 8. 2), y la de Moisés en la montaña: cuarenta días y
cuarenta noches (Ex 24.18), exactamente lo que dice Mateo de Jesús. Esta última
relación es de gran interés: de igual modo que Moisés, al final de su
permanencia solitaria, prolongada, se convierte en el predicador de la Ley de
Dios (Ex 24. 17), también Jesús, al término de un ayuno igualmente largo, se
convierte en el predicador del arrepentimiento y de la venida del Reino (v.17),
antes de serlo de la nueva Ley (cap. 5-7).
De todos modos la prueba del
desierto vincula a Jesús sobre todo con Israel. Porque en el desierto había
sido puesto Israel a prueba. Hambriento, había sentido la pobreza de sus
propios medios, su debilidad: había sido humillado. Empujado por esta
"humillación", adoptó un comportamiento que dejaba ver claramente el
fondo de su corazón. Israel no era capaz de abandonarse totalmente a las
promesas de Dios, de confiar en su palabra, de sufrir el hambre y la pobreza,
sin desesperar, sin buscar la salvación en otro sitio fuera de la palabra de
Dios y de la sumisión a esta palabra.
Además, Israel había
"tentado a su Dios", le puso a prueba (Dt 6. 16, adonde remite la
cita de Mt 4. 7). En Masá (Ex 17. 1-7; Nm 20. 2-13), Israel sediento, puso a
Yahvé entre la espada y la pared: era preciso que Yahvé les diese inmediatamente
el agua que necesitaban, o de lo contrario, dudarían de él. Al lanzar semejante
desafío, Israel demostraba su desconfianza respecto a Yahvé, su Dios, cuyos
actos salvadores se negaba a entender. La salida de Egipto, por lo tanto, ya no
se veía como un beneficio divino, sino como un acto insensato del que el pueblo
era no el beneficiario sino la víctima. Israel, en fin, se abandonó a la
idolatría. Al "seguir a otros dioses escogidos entre los dioses de las
naciones", ya no había "temido a su Dios ni le había servido".
Había "olvidado a Yahvé, su Dios", sin cuidarse de Aquél que le había
"hecho salir del país de Egipto, de la casa de servidumbre" (Dt
6.12-14, contexto de la cita de Mt 4. 10).
¿De dónde procedía esta
idolatría? De la negativa por otra parte del pueblo a recibir su felicidad de
otro, del Otro; de la negativa a depender de Él; de la necesidad de ser
independiente, de no tener su propia felicidad más que de sí mismo; del deseo
de gloriarse de sus propias obras, de adorarse en la silueta de los dioses
fabricados por sus propias manos.
Jesús experimenta, a su vez,
esas mismas tentaciones; pero, contrariamente al pueblo antiguo, no sucumbe a
ellas. Israel, el pueblo-hijo (Os 11. 1, citado en 2. 15) actuó en otros
tiempos como hijo insumiso; Jesús, con su docilidad perfecta, se muestra
realmente hijo de Dios, el Hijo de Dios.
Asaltado por el hambre, no
se deja llevar a ninguna murmuración. Confía en Dios, en su promesa; no intenta
plantearle un desafío obligándole a un milagro tanto menos oportuno cuanto que,
además de ser signo de una profunda desconfianza o indocilidad, sería un gesto
torpemente interesado.
Jesús otorga una confianza
absoluta a la palabra de Dios. Precisamente esa palabra promete a todo
creyente, y más especialmente al Mesías-hijo de Dios, salvarle, aunque sea con
la milagrosa intervención de los Ángeles desde el momento en que se encontrara
en una situación humanamente desesperada. Así al menos lo hace entrever el
texto poético del Salmo 91 (90) citado por el Diablo (v. 6). Era verdad; pero
buscarse esa situación desesperada por el solo motivo de hacer que apareciera
la salvación de Dios, es, en primer lugar, considerarse privilegiado de Dios y
querer disfrutar de tal imagen; y es sobre todo negarse a confiar en su
palabra.
Porque pretender coaccionar
a Dios en orden a que actúe, ¿no es dudar de él? ¿Dudar de Dios? Pero de hecho,
¿quién es Dios? ¿No es, a fin de cuentas, una idealización del hombre, de su
fuerza, de su poder? ¿No es una sublimación de la gloria que dan al hombre su
ciencia o su dinero? ¿No es la silueta idealizada del mérito que le
proporcionan al hombre su pobreza, o su generosidad, o su entrega social, o su
sentido político? ¿No es en todo esto donde hay que buscar la verdadera y
última salvación, el medio eficaz de "poseer la tierra"? Aquella
tierra que Moisés contempló sobre la montaña (Dt 34. 1-4), cuyo esplendor
admirara, ¿de quién puede obtenerse sino de esa omnipotencia del hombre,
encontrada de nuevo en los dioses de fabricación humana, más bien que en un
Dios evanescente, jamás alcanzado, y menos aún asido, acaparado...? Para Jesús,
"Dios es Dios"... Está más allá del hombre. El don que Él hace tiene
la gratuidad de una generosidad suprema. Por eso no existe adoración legítima
alguna, sea cual fuere la forma que adopte esa adoración, hacia manifestación
alguna del hombre, sino únicamente hacia Dios. ¿Abstracción fácil? ¿Teoría
gratuita? No, porque tras el escenario de las antiguas tentaciones de Israel,
que Jesús rechaza con valor, más especialmente tras la última que las resume a
todas, se oculta una realidad permanente que vivieron, a continuación de los
padres del Éxodo, el entorno de Jesús y el propio Jesús, que viven los hombres
de siempre y, entre ellos, en primer lugar, los discípulos de Jesús.
Detengámonos en estos
últimos, ya que de ellos es, en definitiva de quien se trata, según hemos visto
más arriba. Rechazando las tentaciones que se le proponían, Jesús supo vivir
como "hijo de Dios", mostrarse "el Hijo de Dios". A ejemplo
suyo, los cristianos, hijos de Dios, deben vivir de una manera acorde con su
nueva naturaleza.
D/CONFIANZA: Como Jesús, los discípulos rechazan por lo tanto, exigir a Dios
actos que no tendrían otra finalidad que la propia satisfacción si no ya la
propia vanagloria. Conscientes de que Dios "sabe lo que necesitan"
(6. 8), confían en su palabra, cuentan con su promesa, negándose a ligar su fe
a la realización de sus deseos espontáneos. Al igual que Jesús, rehúsan poner a
Dios entre la espada y la pared, o a dejarse llevar de un imperioso deseo de
milagros que disimularía mal la propensión humana al espectáculo. Cuando en la
Escritura leen la promesa divina, se niegan a torcer el texto en el sentido de
sus ingenuas impaciencias, dedicándose, por el contrario, a esperar pacientemente
la realización de las auténticas promesas con tanta gozosa esperanza como
sosegada obstinación.
Lo mismo que Jesús, en fin,
se niegan a buscar la realización universal del Reino de Dios, a "poseer
la tierra", toda la tierra, a base de medios "diabólicos", que
suponen la adoración de cuanto no es Dios. Medios humanos: financieros,
políticos, sociales... todos pueden servir al Reino, pero ninguno puede ser el
medio supremo íntegramente..., religiosamente aceptado.
En definitiva esa es la
opción de Jesús y de los cristianos: entre Dios y lo que no es Dios. Dios,
percibido a través de los signos y siempre más allá de esos signos, aunque sean
los más elocuentes, los más necesarios...
Opción de otros tiempos...
de siempre... de hoy.
Louis Monloubou, Edit. Sal
Terrae Santander 1981.Pág. 91
3.
Con una frase característica
de la narración bíblica, Mt nos presenta a Jesús en una situación de tener que
decidir. Se tienta a uno en sentido bíblico, cuando se le coloca en una
situación en que deberá dar buena prueba de sí o decidirse o al menos
manifestarse. El marco y las circunstancias de la tentación de Jesús recuerdan
la pasada historia del pueblo de Israel. "Recuerda el camino que el Señor,
tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte,
para ponerte a prueba y conocer tus intenciones, si guardas sus preceptos o
no" (/Dt/08/02). Es muy probable que Mateo pensara en este texto al
escribir el suyo, poniendo una vez más de manifiesto la matriz histórica en que
Jesús se mueve y a la que da sentido y plenitud.
Las pruebas de Jesús son
tres, todas ellas puntualmente superadas haciendo suyos sendos pasajes del Dt,
el viejo libro que contiene la Constitución del Pueblo de Israel. Comentario:
Considerado globalmente, el texto es un desafío a Jesús para que elija sus
prioridades como libertador prometido por Dios, como Mesías.
En primer lugar está la
tentación de construir la nueva sociedad mediante medios económicos,
convirtiendo las piedras en panes. Había ciertamente abundancia de personas
hambrientas en el mundo que habrían aceptado gustosas ese pan, viniera de donde
viniera. Jesús mismo conoció sin duda las estrecheces y el hambre. Además, el
A.T. había descrito a menudo la nueva sociedad como una época de gran
prosperidad material en la que los hambrientos serían alimentados y las
necesidades de cada uno serían satisfechas. Había por eso abundantes y buenas
razones para que Jesús se interesase por ello. Una palabra de Dios al pueblo de
Israel en un momento crucial de su pasada historia ayudó a Jesús a vencer la
tentación: "no sólo de pan vive el hombre". No es que Jesús dejase de
reconocer que el pueblo tenía necesidades económicas; más bien reconoció, por
una parte, que no era ésta su más profunda necesidad y, por otra, que no era
esto lo que Dios quería que fuera el objetivo principal de su obra. De hecho,
Jesús proveyó posteriormente de alimento al pueblo hambriento. Pero sabía que
ésta no debía ser la principal finalidad de su obra.
Una segunda tentación fue la
de arrojarse abajo, sin hacerse daño, desde la torre del templo al concurrido
atrio. Habría sido cosa fácil demostrar que era el Mesías obrando milagros,
porque lo milagroso e insólito tenía y sigue teniendo un especial atractivo.
También aquí había para esta tentación algo más que la simple lógica de la
situación, pues existía efectivamente una profecía en el A.T. acerca del Mesías
que aparecería de repente y de un modo dramático en el templo (Ml 3. 1-3).
Había también una promesa en el salmo 91 que decía que Dios protegería a aquellos
que le pusieran a prueba. ¿Y no era éste el momento de hacerlo? Si Jesús era
realmente el Mesías, podía entonces con toda seguridad esperar que Dios
cumpliera honorablemente sus promesas. Una idea muy seductora.
La respuesta a ella vino del
mismo tiempo crucial de la pasada historia de Israel: "no pondrás a prueba
al Señor tu Dios". El contexto de la promesa de Dios en el salmo 91 aclara
que ésta era válida sólo para aquellos que vivían en obediencia a la voluntad
divina. Y para Jesús hacer la voluntad de Dios significaba servicio y
sufrimiento, y no el uso arbitrario de las promesas de Dios para sus propios
fines personales y egoístas. Por eso rechazó la tentación de ser reconocido
como el salvador prometido por Dios mediante un despliegue del poder de hacer
milagros. Naturalmente que los obró, pero también dio a entender claramente que
los milagros eran signos vivos de su mensaje: no eran el mensaje mismo.
MESIANISMO-POLITICO La tercera tentación
consistía en ser un Mesías político. No cabe la menor duda de que ésta debió
ser la tentación más fuerte. Después de todo, esto era precisamente lo que los
judíos esperaban del Mesías. También creían comúnmente que ellos gobernarían a
todas las demás naciones en la nueva era que iba a seguir, y Jesús fue tentado
para que aceptase la autoridad de Satanás con el fin de conseguir el poder
sobre el mundo. La idea apareció todavía más viva mediante una visión del
esplendor de los reinos del mundo, pero Jesús se dio cuenta de nuevo de que
esto era muy diferente de la nueva sociedad que tenía que inaugurar. No es que
Jesús no sintiera simpatía por el profundo deseo de libertad que experimentaba
su pueblo. Después de todo, Él mismo vivía bajo la tiranía de Roma. Había
trabajado con sus propias manos para producir lo suficiente para pagar los
impuestos romanos. Conocía muy bien la miserable condición de sus compatriotas,
pero rechazó el mesianismo político por dos razones: primeramente rechazó las
condiciones en que el demonio se lo ofrecía: compartir soberanía con él. Si
Jesús aceptaba que el demonio tenía autoridad sobre el mundo, entonces se le
otorgaría una autoridad política limitada a cambio. Esto era algo que Jesús no
podía aceptar. Su propio compromiso, y el que exigió a sus seguidores, era
exclusivamente con Dios, como soberano y señor. Reconocer el poder del demonio
en cualquier área de la vida habría sido negar la suprema autoridad de Dios.
VD/IMPONERLA.Pero, además, a Jesús se le ofrecía la posibilidad de gobernar
con la autoridad y la gloria de un imperio semejante al de los romanos. Y él
sabía que ésta no era su misión. Sabía también que la ley de Dios nunca podía
imponerse desde fuera en la vida de los hombres y en la sociedad. Si había una
lección que aprender de la historia de su pueblo era ésta. Poseían todas las
leyes del A.T., pero una y otra vez se habían mostrado totalmente incapaces de
cumplirlas. Jesús veía que lo que los hombres necesitaban era entregar su
voluntad y libre obediencia a Dios, y de este modo recibir la libertad moral
para crear la clase de sociedad nueva que Dios quería que tuvieran.
Esta tercera tentación fue,
ciertamente, la más fuerte y apremiante, y fue también rechazada del modo más
decidido: "¡Apártate, Satanás!" Jesús no trataba de imponer un nuevo
autoritarismo para reemplazar al viejo autoritarismo de Roma. Su nueva sociedad
no iba a ser un gobierno tiránico y cruel como muchos judíos preveían, sino
algo que brotaría de la nueva e íntima naturaleza de aquellos que formaban
parte de ella, puesto que servían y adoraban a Dios únicamente.
Alberto Benito, Dabar
1990/17
4.
Sentido del texto. El autor
del evangelio cree en Jesús como el enviado de Dios en calidad de Hijo. Con
esta convicción se ha puesto a escribir su evangelio. De esta convicción suya
quiere hacer partícipes a unos lectores judíos. Estos estaban familiarizados
con toda una literatura de la que resultaba una imagen concreta de enviado de
Dios (Mesías). Mateo tiene que servirse de esta literatura si quiere que sus
lectores le entiendan a la hora de decirles que Jesús es el Mesías.
Una creencia popular sobre
el Mesías es que su llegada daría lugar a una gran lucha de la que él saldría
victorioso. Esta creencia, con su escenografía, es lo que Mateo recoge, con la
única finalidad de que sus lectores puedan entender quién es Jesús.
Pero al hacerlo corrige
críticamente la imagen de Mesías que sus lectores tenían. Frente al ser
radiante, frente al superhombre de la literatura de la que se sirve, Mateo
presenta hoy un personaje -permítaseme la expresión- tozudamente humano. Comprobémoslo.
Primer asalto (vs. 3-4). Si eres hijo de Dios. Respuesta: No sólo de pan vive
el hombre. Tú quieres que sea Dios; yo te digo que soy hombre.
Segundo asalto (vs. 5-7). Si
eres hijo de Dios. El enviará a sus ángeles. Respuesta: No tentarás al Señor tu
Dios. Deja en paz a Dios; soy yo el llamado a solucionar mis problemas.
Tercer asalto (vs. 8-10).
Dios soy yo. Respuesta: adorarás al Señor tu Dios. ¿Es que acaso piensas que
mis anteriores críticas religiosas significan que yo no soy religioso y que no
sé quien es el único Dios a quien hay que adorar?
Dabar 1981/17
5.
La tentación es experiencia
permanente y universal. Todos los humanos fueron, son y serán tentados.
El primer Adán, tentado en
el paraíso; el segundo, en el desierto. El primer Adán, tentado con la manzana
de la ciencia y del poder; el segundo, con la manzana del consumo y de la
gloria. El primer Adán, tentado para que sea Dios; el segundo, tentado para que
no sea siervo.
Son las mismas tentaciones
de todos los hombres y pueblos. La tentación de Israel en el desierto, la de la
Iglesia en la historia. En el fondo es la desconfianza, la no dependencia, la
autosuficiencia.
Es negarse a servir, negarse
a morir, negarse a amar.
CARITAS, CUARESMA 1984.Pág.
14
6.
Las tentaciones de Jesús nos
prueban, por una parte, que Jesús era hijo de Adán, con todas sus
consecuencias. Sufrió las mismas tentaciones que el primer hombre y que todos
los hombres. Pero, por el desarrollo de las tentaciones, sabemos que Jesús es
algo nuevo. Dará una respuesta contraria a la de Adán. No se deja seducir por
el diablo, porque su corazón se halla enteramente seducido por Dios. Ahí está
el principio de la salvación. Las tentaciones de Jesús son paradigmáticas: son
las tentaciones del pueblo de Dios por el desierto; son las tentaciones del
hombre universal; son las tentaciones del tener, del poder y de la gloria. Son
las tentaciones de la autosuficiencia y la independencia. Son las tentaciones
de querer manipular a Dios, incluso de querer ser y vivir como Dios. La
estructura de los cuarenta días en el desierto -un relato más bien simbólico-
da origen a la Cuaresma cristiana.
Caritas, Cuaresma y Pascua
1993.Pág. 43