EL PECADO CONTRA EL
ESPIRITU
ORACION COLECTA
Oh Dios fuente de todo bien, escucha a los
que te invocamos, para que inspirados por ti, consideremos lo que es justo y lo
cumplamos según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 3, 9-15
Después que Adán comió del árbol,
el Señor llamó al hombre: —« ¿Dónde estás?».
Él contestó: -«Oí tu ruido en el
jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.». El Señor le
replicó: « ¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del
árbol del que te prohibí comer?». Adán respondió: «La mujer que me diste como
compañera me ofreció del fruto, y comí.». El Señor dijo a la mujer: « ¿Qué es
lo que has hecho?».
Ella respondió: «La serpiente me
engañó, y comí.». El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso,
serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás
sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti
y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú
la hieras en el talón.».
SALMO
RESPONSORIAL (129)
Del Señor viene la misericordia, la
redención copiosa.
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi
voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá
resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. R.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi
alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. R.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a
Israel de todos sus delitos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol
san Pablo a los Corintios 4, 13-5, 1
Hermanos: Teniendo el mismo espíritu de
fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y
por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús
nos resucitará y nos hará estar con ustedes.
Todo es para su bien. Cuantos más reciban
la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.
Por eso, no nos desanimamos. Aunque
nuestro hombre exterior se vaya deshaciendo, nuestro interior se renueva día a
día. Y una tribulación pasajera y liviana produce un inmenso e incalculable
tesoro de gloria.
No nos fijamos en lo que se ve, sino en lo
que no se ve. Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.
Es cosa que ya sabemos: Si se destruye
este nuestro tabernáculo terreno, tenemos un sólido edificio construido por
Dios, una casa que no ha sido levantada por mano de hombre y que tiene una
duración eterna en los cielos.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Marcos 3, 20-35
En aquel
tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que
no los dejaban ni comer.
Al
enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus
cabales.
También
los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y
expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.».
Él los
invitó a acercarse y les puso estas parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a
Satanás?. Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no
puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra,
no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre
forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá
arramblar con la casa.
Creedme,
todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que
digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás,
cargará con su pecado para siempre.».
Se refería
a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegaron
su madre y sus hermanos y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía
sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te
buscan.».
Les
contestó: « ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? ». Y, paseando la mirada por
el corro, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad
de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.».
COMENTARIO
Es difícil leer este evangelio
sin chocar con una frase extraña: “Todo se les podrá perdonar a los hombres,
pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás”. Observemos
en primer lugar que se suele insistir en la segunda parte de este texto, la
preocupante, pero olvidándose de la primera, que es realmente la luminosa:
“Todo se podrá perdonar”. Es la palabra por la que vino Jesús, palabra del amor
que sonríe cariñosamente a nuestra debilidad, la palabra que cambia nuestro
desaliento en un esfuerzo optimista: “Señor, sé que lo perdonas todo; quiero
amarte mucho más”.
Dicho esto, es verdad que el
texto nos atrae como un imán hacia ese “pero”; se perdonara todo, pero… No nos
encontramos en una predicación tranquila, sino en medio del clima más negro de
incomprensión.
Los parientes de Jesús han
venido a sacarle de lo que creen que es una locura: “Han perdido la cabeza”.
Los inquisidores de Jerusalén se atreven a insinuar algo tan terrible que
Jesús, profundamente afectado, no puede menos de decir: “¡Cualquier cosa, menos
eso!”. Acaban de matar el perdón envenenando la fuente del perdón. Marcos,
literalmente descompuesto, no explica por qué es eterna su culpa: “Es que decían
que tenía un espíritu inmundo”. Habiendo venido a revelar hasta qué punto Dios
es perdón, siendo el mismo el rostro más limpio de sea perdón total. Jesús se
ve acusado de ser tan solo un mago y un endemoniado, manipulado por un espíritu
de mentira, de odio y de impureza. Acaban de caer en ese abismo en el que Dios
no puede ya ser Dios para los hombres que están allí.
Todo es perdonable, menos esa
blasfemia que se sitúa a si misma más allá de lo perdonable. Blasfemia contra
el Espíritu porque en Jesús, en donde mora y al que mueve, el Espíritu es visto
como un espíritu impuro. Entran ganas de decir que eso está muy lejos de
nosotros, que ese texto no es más que una curiosidad. Pero la lección sigue
siendo muy sabrosa.
Desconcertados ante Jesús, los
escribas entran en una incomprensión voluntaria, obstinada. Se van a hacer
incapaces de recibir otras ideas que puedan corregir las que tenía: en Jesús,
el Espíritu quiere enseñarles y ellos insultan al Espíritu. Sin embargo, lo más
grave no es el insulto, sino el estado en que se instalan: seguirán
imaginándose a Dios a su modo rechazando lo que el Espíritu les quería decir.
Entre el Espíritu y ellos levantan un muro; no puede alcanzarles ningún perdón;
no sabrán nunca quien es Dios y cuál es su perdón.
Tengo el sentimiento de este
rechazo del Espíritu cuando oigo juzgar a Dios ante un torturado, ante un niño
muerto, ante imágenes de nuestro mundo de sufrimiento y de odio: “¿Cómo
comprender a Dios?”. Es posible decir eso; a veces incluso es imposible apagar este
grito, pero hay que decírselo a él, suplicándole que ponga su luz incluso en
medio de nuestras preguntas, de nuestra desesperación. No acusarle a sus
espaldas: “¿Qué es lo que hace Dios? ¿Cuál es ese Dios que permite esos
horrores? Llegamos a sospechar de las intenciones y del corazón de Dios, pero
su corazón es el Espíritu. El que duda del corazón de Dios está dejándose
llevar lejos del Espíritu.
PLEGARIA UNIVERSAL
Reunidos
hermanos, para recordar los beneficios de nuestro Dios, pidámosle que inspire
nuestras plegarias para que merezcan ser atendidas:
1.- Por el
Papa Francisco, y los pastores de la Iglesia para que guiados por el Espíritu
Santo puedan reaccionar con la sabiduría y bondad de Jesús en las dificultades
de su ministerio. Roguemos al Señor.
2.- Por
los educadores y padres de familia para que en su difícil tarea educativa y
formativa miren a Jesús y cuenten con él. Roguemos al Señor.
3.- Por
los enfermos y quienes se sienten abandonados y desesperados encuentren quien
les consuele y fortifique que su fe. Roguemos al Señor.
4.- Por
todos nosotros para que nuestra vida cotidiana no olvidemos que los
sufrimientos son pasajeros y si los vivimos unidos a Jesús. Nos ayuden a
madurar en esta vida y nos darán más gloria en el cielo. Roguemos al Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Mira
complacido, Señor nuestro humilde servicio, para que esta ofrenda sea grata a
tus ojos y nos haga crecer en el amor. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Que tu acción medicinal, Señor nos libere,
misericordiosamente, de nuestra maldad y nos conduzca hacia lo que es justo.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 11: Hch 11, 21b-26;
13, 1-3; Sal 97; Mt 10, 7-13
Martes 12: 1R 17, 7-16; Sal
4; Mt 5, 13-16.
Miércoles 13: 1R 18, 20-39; Sal
15; Mt 5, 17-19.
Jueves 14: 1R 18, 41-46; Sal
64; Mt 5, 20-26.
Viernes 15: 1R 19, 9ª.11-16;
Mt 5, 27-32
Sábado 16: 1R 19, 19-21; Sal
15; Mt 5, 33-37.
Domingo 17: Ez 17, 22-24; Sal
91; 1Co 5, 6-10; Mc 4, 26-34.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mc/03/20-35
Mc/03/20-35
1.- a) El tema esencial de este Evangelio es el combate entre los dos espíritus. Para la tradición judía, explotada ya en la doctrina de Qumrán, el mundo está entregado a merced del espíritu del mal por voluntad de los hombres que le siguen. Pero los últimos tiempos verán la aparición del Espíritu de bondad, que orienta al hombre hacia el bien y le abre el camino hacia el reino. El hecho de que Cristo arroje a los demonios es señal de que ese Espíritu de bondad está ya actuando en el mundo (Mt 12, 28).
Los escribas no niegan que Jesús arroje a los
espíritus malos, sino que, en lugar de ver en ello la presencia del Espíritu
bueno, se inventan una explicación de lo más peregrina: que seguramente es en
nombre del jefe de los demonios como Jesús expulsa a los demonios subalternos
(v. 22). Para Jesús, esta interpretación equivale a blasfemar contra el
Espíritu Santo, negando su presencia en el mundo y negándole la capacidad de
reconstruir un mundo nuevo. Este pecado no tiene perdón, porque quien comparte
una afirmación así no puede formar parte del Reino, puesto que niega
precisamente la misión del Espíritu, que es el único que puede instaurar el
Reino (vv. 28-30).
El caso es que existen los dos espíritus y el
combate que libra Cristo es justamente el del "más fuerte" contra el
"fuerte" (versículo 27). Los fieles toman parte en ese combate
optando por el uno o por el otro: ahora bien, optar por el espíritu de Dios es
escuchar su Palabra y ponerla en práctica (vv. 33-35) adquiriendo el compromiso
de practicar todas las rupturas necesarias -aun cuando sean familiares- para
llevar a feliz término este proyecto.
b) Después de haber instituido a los Doce (Mc 3,
13-20), Cristo encuentra a su familia (Mc 3, 20-21 y 31-35). La oposición entre
los apóstoles y la familia de Jesús es frecuente en los Evangelios, eco sin
duda de las querellas que separaron a unos de otros sobre la sucesión del
Mesías (cf., además, Jn 7, 2-4; Lc 11, 27-28). De hecho, esta oposición entre
los "hermanos de Jesús" y sus "apóstoles" ilustra la
cuestión de la fe. Los conciudadanos de Cristo, y especialmente su familia, no
comprenden su enseñanza (Lc 4, 25). Ni la vista de los milagros, ni las
victorias de Jesús sobre Satanás les hacen cambiar de parecer. Cristo no puede
desde entonces más que fundar una nueva familia; la pertenencia a esta es
cuestión de libertad y no de lazos naturales, de escucha de la Palabra y no de
sentimentalismo.
El hombre ha sido creado para responder, mediante
la fidelidad, a la iniciativa amorosa de Dios. Y como libre que es puede ser
infiel y traicionar su vocación. Eso es el pecado. Pero la experiencia que el
hombre saca de ese pecado es la de una especie de solidaridad que es anterior a
cada uno de nosotros, una solidaridad que puede abarcar incluso a otras
criaturas distintas del hombre: los demonios y la misma Naturaleza. Pecar es
introducirse conscientemente en esa solidaridad casi cósmica.
Pero el hombre ha sido creado libre; y no puede,
por tanto, ser juguete de otras criaturas, ni siquiera espirituales. Esto es lo
que ha venido a revelar Cristo liberándose de la solidaridad cósmica que le
rodeaba en cuanto hombre y liberando a sus hermanos de los lazos de los poderes
demoníacos. Y no fueron precisamente sus exorcismos los que hicieron efectiva
esa liberación, sino, más fundamentalmente, su obediencia victoriosa de la
tentación y de la muerte.
Mientras espera la manifestación clara de esta
victoria, el cristiano se encuentra entre dos fuerzas contradictorias: o
sucumbe al pecado y se hunde en la primera, o escucha la Palabra y la obedece,
con lo que elabora la solidaridad del Reino nuevo.
Esta audición de la Palabra toma cuerpo en la
liturgia de la Palabra y su realización en la obediencia constituye el
contenido del sacrificio espiritual ofrecido en la Eucaristía.
Maertens - Frisque 5. Pág. 43
2.- La frase "la blasfemia contra el Esp.
Sto." y el "pecado eterno" (v.29), pone en claro que la vida
humana no es un juego de canicas. El hombre es capaz de rebeldías que
desencadenan su desdicha.
3. /Mc/03/20-21.
-La incomprensión de los parientes
La manifestación de Jesús deja a la gente asombrada
y desconcertada y suscita un grupo de discípulos dispuestos a seguirle. Esta
misma manifestación suscita la incomprensión de los parientes y la reacción
contraria de los escribas. En un texto anterior (2, 1-3) ya hemos visto la
oposición de los fariseos, los practicantes; ahora se trata de los escribas,
los teólogos.
Al ver a Jesús asediado por la gente, hasta el
punto de que "ni siquiera podía comer", sus parientes creyeron que
había perdido su sano juicio, que "se había vuelto loco". Y fueron a
buscarlo para llevárselo a casa. Pero ¿por qué sus parientes lo toman por loco?
No comprenden su tremenda actividad, su predicación a todos, su disponibilidad
incondicionada. Los hombres no acaban de comprender las absolutas exigencias de
Dios.
Además la fama que empieza a formarse en torno a él
va creando problemas; y esos problemas afectan a toda la familia, empiezan a
causarle disgustos. "¡Ha perdido la cabeza! ¡Está fuera de sí!": una
forma muy frecuente de desacreditar las manifestaciones de Dios y tomar
distancias frente a ellas. Dios debería permanecer encerrado dentro de nuestro
concepto de orden y de sentido común, debería ahorrarse energías y efusiones de
amor, debería entregarse con un poco más de prudencia. Decimos que carece de
sentido todo lo que nos supera, todo lo que nos sorprende y nos desconcierta.
Bruno Maggioni - B. Pág. 60s
4. /Mc/03/22-27. SAS/LUCHA.
-Discusión con los escribas
Los escribas no se limitan a proclamar loco a
Jesús. Ellos (¡son teólogos!) hacen una lectura más teológica de su manera de
proceder, más reflexiva y consciente; y su repulsa es más radical, más
justificada: "echa a los demonios en nombre del príncipe de los
demonios".
A pesar de que a Jesús no le gusta meterse en
discusiones, aquí se enfrenta con ellos. Está en juego el sentido más profundo
de su venida. No puede permitir que los signos de Dios se retuerzan y se
utilicen para apartar a la gente de su presencia.
Antes de hacer algunas observaciones más concretas
sobre esta discusión será oportuno (no lo hemos hecho todavía) detener nuestra
atención sobre el significado general de la lucha contra Satanás, una lucha que
aquí precisamente intenta defender Jesús contra la interpretación retorcida de
los escribas. Ya desde el principio de su evangelio Marcos subraya que el Hijo
de Dios toma parte en esta lucha que agita al mundo.
Mediante los relatos de la liberación de los
posesos, el evangelio nos ofrece una visión de la historia, que se desarrolla
en profundidad: una lucha entre el bien y el mal, cuyos protagonistas no son
las fuerzas de la naturaleza, ni tampoco -simplemente- los seres humanos, sino
Dios y el maligno.
Esta oposición entre Dios y su adversario se
manifiesta en tres niveles: el contraste entre Jesús y sus opositores, entre
Jesús y los endemoniados, entre el Espíritu de Dios y Satanás.
BIEN/MAL. Hemos de decir que Marcos simplifica (quizás
voluntariamente) cuando parece eliminar esa ambigüedad que está siempre
presente en la historia: el bien y el mal no está aquí o allí, divididos en
sectores, sino que luchan en el interior de cada uno de los hombres y de cada
institución. El contraste es radical; y este contraste pasa a través de cada
cosa.
Localizar el bien y el mal en sectores bien
definidos significaría hacer las paces con el mal, señalándolo y combatiéndolo
fuera de nosotros, siendo así que está en nuestro mismo interior.
Profundicemos más aún: según Marcos la oposición
está no sólo entre Dios y Satanás, sino que en definitiva se trata de una
oposición en torno al hombre.
No sólo está en juego la gloria de Dios, sino ante
todo el hombre, su consistencia y su libertad. La presencia de Satanás
destruye: es el espíritu de confusión, de alienación, de disgregación. La
presencia de Cristo es la paz. Se trata entonces de una historia en la que el
hombre se debate entre la salvación y la alienación.
Pero este debate no afirma solamente que Jesús está
en lucha contra Satanás, que no es ni mucho menos su aliado. En la afirmación
de Jesús se encierra una convicción: con su venida la victoria sobre el mal es
ya un hecho seguro. Las liberaciones del demonio no son únicamente derrotas
parciales del mismo, sino el signo de una derrota total que ya se anticipa. Se
trata de una afirmación única, inaudita para los judíos: de declaraciones como éstas
no hallamos analogía alguna en el judaísmo contemporáneo; de una victoria sobre
Satanás, de una victoria obtenida ya en el presente, no saben nada ni la
sinagoga ni Qumrân.
CZ/VICTORIA. Podemos dar un paso más y observar que Jesús
vence al maligno con la fuerza de la obediencia y del amor: la fuerza de Dios
se hace presente en la disponibilidad de aquel que aceptó en el bautismo ser el
Siervo que asume el peso del mal. "Este amor desinteresado de Cristo,
dirigido a Dios y a los hombres confiados a él, desenmascara y vence al
espíritu de egoísmo y le arranca el mundo del que estaba abusando. Este amor
alcanza su plenitud en la cruz. En la cruz, esto es, con la pasión y la muerte,
que en el fondo le habían preparado los mismos espíritus del mal, la arbitrariedad
de Satanás se hunde ante el amor omnipotente de Dios, amor que soporta incluso
la arbitrariedad en sus consecuencias. En la cruz queda derrotado el espíritu
de la arbitrariedad. En la cruz de Cristo la fuerza de los espíritus del mal
queda rota por la fuerza irrompible del amor que lo toma todo sobre sí"
(J. Jeremías, Teología del Nuevo Testamento I, Sígueme, Salamanca 1974, 119).
Bruno Maggioni - B. Pág. 61s
5. Mc/03/28-30. P/IMPERDONABLE BLASFEMIA/ES
-El pecado imperdonable El pecado de los escribas
es imperdonable. Es el pecado de quien rechaza la verdad "con los ojos
abiertos". Pero quizás fuera mejor hablar de justicia: el pecado
imperdonable es la actitud del que niega y pisotea -a sabiendas- los derechos
de los demás. La blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado que tiene
lugar no sólo "sabiendo", sino sabiendo y "enmascarando",
sabiendo y justificando, incluso distorsionando la misma manifestación de Dios
en beneficio propio. Es el pecado cometido con los ojos abiertos y al mismo
tiempo justificado, aceptado, racionalizado. Por eso es imperdonable, por estar
justificado. ¿No será ése el pecado del mundo que rechaza la verdad y aplasta
al hombre, llamando a todo eso "tener mano izquierda", hacer carrera,
competir? La frase de Jesús sobre el pecado contra el Espíritu Santo (3, 29)
"nos pone en guardia, con profunda seriedad, contra esa extrema y casi
inimaginable posibilidad demoníaca del hombre de declarar la guerra a Dios, no
en la debilidad y en la duda, sino después de haberse enfrentado a sabiendas
contra el Espíritu, plenamente consciente de quién es al que declara la guerra.
Así pues, no es el pecado de los débiles y de los
vacilantes, sino el de los hombres duros como el acero que no buscan (ni
siquiera a tientas) la gloria de Dios, sino que se ponen a sí mismos en su
lugar.
Bruno Maggioni - B. Pág. 53
6. Mc/03/31-35.
-Los verdaderos parientes del Señor
Las palabras de Jesús ("¿quién es mi madre y
quiénes son mis hermanos?") pueden parecer duras: en ellas resuena el
motivo de la separación de la familia; Jesús ha escogido el Reino y ningún
vínculo puede retenerlo. Una antigua colección de frases del Señor (la fuente
Q), a la que acudieron Mateo y Lucas, ha conservado una frase de análogo
significado: "Si alguno quiere venir a mí, y no deja a un lado a su padre,
a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas, o aun a su
propia persona, no puede ser mi discípulo" (/Lc/14/26).
En las palabras de Jesús hay algo más: no es el
parentesco lo que importa, sino el coraje de la fe. Los discípulos que, con su
decisión al seguirle, se separan de la gente y de sus mismos parientes son los
que constituyen la verdadera familia de Jesús. Se trata de algo que la
comunidad de siempre tiene que tener continuamente ante la vista: la fe y la
voluntad de compartir la vida del Maestro es lo que constituye a la verdadera
comunidad cristiana; no hay que apelar a más vínculos.
Bruno Maggioni - B. Pág. 64
7. - Posiblemente se trata de la casa de Pedro en Cafarnaúm
(cf. 2, 1).
El texto griego habla de "los suyos", una
expresión que puede referirse efectivamente a la familia de Jesús, pero también
a sus discípulos. No obstante, puesto que los discípulos ya se encuentran con
Jesús, parece más probable que éstos que lo buscan ahora sean sus familiares.
En este sentido, la escena que relata Marcos, interrumpida por el altercado con
los escribas que vienen de Jerusalén, se continúa en los versículos 31-35.
Los familiares están preocupados por la salud de
Jesús, bien sea que ellos mismos piensen que está "fuera de sí" o que
han oído decir que éste es el rumor de la gente. En cualquier caso, la
expresión no indica de suyo una enfermedad psíquica, sino un estado poco normal
en sentido amplio (cf. 2, 12; 5; 42; Mt 12, 23). Hay que pensar que "los
suyos" miran también por la buena fama de toda la familia. Se trata, pues,
de una presión ejercida por los familiares sobre la actividad pública de Jesús
y que, a diferencia de lo que ocurre con los fariseos, nace de una buena
voluntad. El celo de Jesús por cumplir su misión ni siquiera fue comprendido
por los de su casa, sus familiares, que no acababan de superar una mentalidad
de pequeños burgueses. Es natural que esto resulte chocante a nuestros oídos;
así ocurrió ya desde el principio, como lo atestiguan las numerosas
correcciones que ha sufrido este texto y los intentos de algunos comentaristas,
incluso actuales, que lo interpretan de otra manera. Es posible que también por
este motivo lo silenciaran Mateo y Lucas, pero no hay que olvidar que el mismo
Jesús dijo cómo la predicación del evangelio iba a traer consigo conflictos
familiares: "Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija
con su madre, a la nuera con su suegra; y sus propios familiares serán los
enemigos de cada cual" (/Mt/10/35/36).
La presión de la familia, nacida ciertamente de la
incomprensión, pero no ejercida con mala voluntad, es secundada ahora por la
malicia de estos escribas, quizás en misión oficial del sanedrín, que tratan
conscientemente de tergiversar la actividad de Jesús, para desprestigiarlo ante
el pueblo. El odio entra en acción con todos sus recursos. No pueden negar el
poder de Jesús, pero le dan una interpretación malévola: "Jesús es un
aliado de Satanás".
Ya los teólogos judíos distinguían entre pecados
perdonables y pecados que no son perdonables. Entre estos últimos se contaba el
"hablar insolente- mente contra la ley", pues esto es una blasfemia
contra el Espíritu que la inspiró. Los pecados imperdonables se llamaban
también pecados cometidos "con la mano alzada" quizá en el sentido
que tiene hoy entre nosotros la expresión "alzar la mano contra
alguien", por ejemplo contra el propio padre. Se trata de un género de
pecados cometidos por la mentira, que lucha con odio criminal hasta acabar con
la verdad. Por eso son imperdonables, porque es imposible que el que odia la
verdad pueda reconocerla, por muy clara que se le ofrezca, y así convertirse y
alcanzar perdón. Este es el caso de esos escribas que contradicen y tergiversan
la verdad de Jesús, en quien habita el Espíritu de Dios (cf. 2, 10).
Eucaristía 1988/28
3-8. ¿QUÉ PENSAR DE MARÍA?
Volviendo ahora a Mc 3,20-21.31-35, tenemos que
arrostrar la cuestión más delicada en relación con la escena que allí se
describe: ¿qué sentido puede tener la presencia de María entre los familiares
que vienen a retener, a moderar a Jesús? ¿Es quizá indecoroso atribuir también
esta actitud a María? No lo es, con tal que tomemos en serio los datos que nos
presenta la biblia relativos al progreso de la fe en María.
Como es sabido, es sobre todo Lucas el que se
detiene más tiempo en esta dimensión. Pero también Marcos levanta el velo sobre
un rasgo tan humano de María de Nazaret. La imagen que de ella nos ofrece es la
de una mujer maternalmente preocupada por la suerte de su hijo. No es de
maravillar que también María, un día, cuando algunos empezaron a tramar contra
la vida de Jesús (Mc 3,6), acudiese a su lado para inducirlo a que tuviese más
precaución. En principio, ella misma pudo albergar preocupaciones todavía
demasiado humanas por la misión y por la obra de Jesús. Hasta aquí llega
Marcos, sin ir más allá.
Queda fuera de su perspectiva el decirnos si María
superó y cuándo lo hizo esta fase limitada de su fe, para alcanzar una
comprensión más perfecta sobre cómo tenia que recorrer Jesús su propio camino.
Marcos deja el tema abierto, pero sin avanzar objeciones en contra.
Estrictamente hablando, por ejemplo, en 6,2-6 él no nos dice que fueran la
madre o los hermanos y hermanas los que se escandalizaban de Jesús. sino
"la multitud" que lo escuchaba en la sinagoga (v. 2).
La intención principal de Mc 3,20-21.31-35 es
distinta, solicitada quizá (piensan diversos autores) por la presencia de
algunos parientes de Jesús que vivían dentro de la iglesia judeo-cristiana.
Marcos entonces advierte a su comunidad que el mismo parentesco carnal con el
Señor no es un título suficiente para seguirle con las debidas disposiciones.
Una prueba de ello es el hecho de que, cuando Jesús
comenzó su ministerio público, sus familiares lo buscaban, pero "quedándose
fuera" (vv. 31.32), es decir, sin adentrarse en el misterio profundo de su
persona, en todas sus implicaciones (cf Mc 4,41: "¿Quién es
éste...?"). En efecto, ellos albergaban ilusiones y opiniones todavía
inadecuadas sobre Jesús, ya que pensaban: "Está fuera de sí" (v. 21).
Para superar estas ideas imperfectas y hacerse verdaderos parientes de Jesús,
Sabiduría encarnada, los miembros de su familia según la carne tenían (y
tienen) que recorrer un camino de fe. En otras palabras, es preciso "hacer
la voluntad de Dios' (v. 35). Solamente recorriendo estos senderos entra uno a
formar parte del circulo de los discípulos, es decir, de aquellos que
"están sentados en torno" a Jesús (vv 32. 34) en aquella
"'casa" mística (v. 20), que, a juicio de algunos exegetas, podría
ser su iglesia. Esta es ahora la auténtica familia del Señor, la escatológica
(v. 35). Que consta de los Doce, llamados por Jesús "para que estuvieran
con él" (Mc 3,14); y está formada además por los discípulos de todos los
tiempos que, junto con los Doce, se sitúan "alrededor de Jesús" (cf
Mc 4,10; 8.34a) y "van tras él" (cf. Mc 8,34b). Lucas será más explícito
en decirnos que ése fue efectivamente el camino que escogió María.
CONCLUSIÓN. No se trata realmente (como ocurría de
vez en cuando incluso en el pasado más reciente) de relegar a Mc 3,20-21.31-35
entre los pasajes llamados antimariológicos. Todo lo más es un testimonio
precioso de los verdaderos vínculos que crean la comunión con Jesús. Marcos
enseña que incluso María, la criatura más unida a Cristo con los vínculos de la
sangre, tuvo que elevarse a un orden de valores más alto. Las exigencias de la
misión del Hijo la inducían a veces a renunciar a sus ideas (muy humanas, por
otra parte) de madre según la carne. Después de haber llevado a Jesús en su
seno, era preciso que lo engendrase en el corazón, cumpliendo la voluntad de
Dios (cf Mc 3,35), una voluntad que se hacia manifiesta en lo que decía y
realizaba Jesús. Así la figura de María madre se armoniza y se completa con la
de discípula.
A. Serra, Diccionario de Mariología. Págs. 306 S.
9. De los sermones de san Agustín, obispo
Os pido que atendáis a lo que dijo Cristo, el
Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos: Éstos son mi madre y mis
hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre, que me ha enviado, ése es mi
hermano, y hermana, y mi madre. ¿Por ventura no cumplió la voluntad del Padre
la Virgen María, ella, que dio fe al mensaje divino, que concibió por su fe,
que fue elegida para que de ella naciera entre los hombres el que había de ser
nuestra salvación, que fue creada por Cristo antes que Cristo fuera creado en
ella?
Ciertamente, cumplió santa María, con toda
perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición
de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser
discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por esto, María fue
bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno.
Mira si no es tal como digo. Pasando el Señor,
seguido de las multitudes y realizando milagros, dijo una mujer: Dichoso el
vientre que te llevó. Y el Señor, para enseñarnos que no hay que buscar la
felicidad en las realidades de orden material, ¿qué es lo que respondió?:
Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. De ahí que
María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó
en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de
Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo
Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más
importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno.
María fue santa, María fue dichosa, pero más
importante es la Iglesia que la misma Virgen María. ¿En qué sentido? En cuanto
que María es parte de la Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un
miembro supereminente, pero un miembro de la totalidad del cuerpo. Ella es
parte de la totalidad del cuerpo, y el cuerpo entero es más que uno de sus
miembros. La cabeza de este cuerpo es el Señor, y el Cristo total lo
constituyen la cabeza y el cuerpo. ¿Qué más diremos? Tenemos, en el cuerpo de
la Iglesia, una cabeza divina, tenemos al mismo Dios por cabeza.
Por tanto, amadísimos hermanos, atended a vosotros
mismos: también vosotros sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo. Así lo
afirma el Señor, de manera equivalente, cuando dice: Éstos son mi madre y mis
hermanos. ¿Cómo seréis madre de Cristo? El que escucha y cumple la voluntad de
mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre. Podemos
entender lo que significa aquí el calificativo que nos da Cristo de «hermanos»
y «hermanas»: la herencia celestial es única, y, por tanto, Cristo, que siendo
único no quiso estar solo, quiso que fuéramos herederos del Padre y coherederos
suyos.
San Agustín, Sermón 25, 7-8: PL 46, 937-938