ESTE
ES MI CUERPO, ESTE ES MI SANGRE
1° LECTURA: Éx. 24, 3‑8: Ésta es la sangre de la alianza
que hace el Señor con ustedes
SALMO: Sal 115 Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre
del Señor
2° LECTURA: Heb. 9, 11‑15: La Sangre de Cristo podrá
purificar nuestra conciencia
EVANGELIO: Mc. 14,
12-16. 22-26: Este es mi Cuerpo, este es mi Sangre.
El día de Corpus
celebramos el misterio de la presencia real de Jesucristo en la eucaristía.
Jesús se hace presente en el pan y el vino para hacernos vivir con él y de él. Los
primeros cristianos, en vez de pensar como nosotros: “Hay que ir a misa”,
decían: “Necesitamos nuestro dominicum”. La Eucaristía o misa será para
nosotros el gozo y la fuerza de nuestra vida cuando tengamos este sentimiento
de necesidad: “No puedo pasar sin ella”. Es una cuestión de fe despierta hasta
su más alto grado. La riqueza de la misa sólo se puede ver en la fe; ir a misa
es ante todo sacudir nuestra fe. En medio de pensamientos tan diversos,
ponernos otra ropa, llegar a tiempo, encontramos con los demás, tener una
función en la celebración, aguardar una buena homilía, sólo hay una cosa
esencial: no faltar a nuestra cita con Jesucristo. Esa cita con el invisible
depende por entero de nuestra fe, que es la única capaz de forzar lo invisible. ¿Una cita con Cristo? Al
ofrecernos su presencia eucarística, Jesús nos invita a trabajar en el mundo
entero. Nos dice: “Tomen”. Yo le digo:
“Si Señor, quiero tomarte, quiero recibirte, a ti”. No vamos hacia otra cosa,
vamos hacia ti, te tomamos a ti. Tomar a Jesús es aceptar entrar en las ideas de Dios en la valentía de aquel que
vino a salvar al mundo. ¡Tomen! Es mi cuerpo, es mi vida. Sí, Señor, tomo tu vida
para vivir como tú. Sabemos a qué nos compromete esto: vivir como Jesús es escoger
amar. Cuando se comprende esto, se ve hasta qué punto es vano amar como Jesús
sin la misa. ¡El lo sabía bien!. No somos nosotros los que inventamos la
eucaristía, sino él: “Para poder vivir como yo, tómenme; soy yo”.
Este domingo tenemos una cita con
Jesús, la fiesta del Corpus Christi: celebremos la Eucaristía, recibámoslo en comunión y llevémoslo en
procesión por nuestras calles con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto
público y solemne de adoración, amor y gratitud.
Esta fiesta se remonta a finales del siglo XIII en
Lieja, Bélgica, por un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de
Cornillón fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja y que dio origen a
varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con
el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la
Misa y la fiesta del Corpus Christi. Los cristianos atestiguamos nuestra
gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el
que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y
resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez