“CONTIGO
HABLO, NIÑA ¡ LEVÁNTATE!”
1° LECTURA:
Sab.1, 13‑15; 2, 23-24 : La muerte entró en el mundo por la envidia del
diablo
SALMO: Sal 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
2°
LECTURA: 2Cor. 8, 7. 9. 13-15: Su abundancia remedia la falta que tienen
los hermanos pobres
EVANGELIO:
Mc. 5, 21‑43: Contigo hablo, niña, levántate
“La cogió de la mano y le dijo: niña
levántate”. Pensemos en la mano de Dios leamos en el texto de Isaías: “Yo
Yahvé, soy tu Dios, yo te cogí por la mano derecha y te dije: No temas, vengo
en tu ayuda”. Cariñoso poder de Dios, cariñoso poder de Jesús. Conmovido,
Marcos nos hace mirar la pequeña que de nuevo está viva: “Tenía doce años y les
dijo que le dieran de comer”. Todo vino de la plegaria de su padre, lleno de confianza:
“¡Ven para que viva!”. Cuando la gente avisó brutalmente al padre que era inútil, que ya todo había acabado,
Jesús se apoyó en su reacción más importante: “No temas, ten fe y basta”.
En
el otro milagro que nos narra al mismo tiempo, Marcos repite incansablemente lo
que desea inculcarnos, esas dos cosas tan sencillas que hacen al cristiano: el poder de Jesús y
nuestra confianza. “La mujer se decía: con que le toque, aunque sea la ropa me
curo”. “Jesús dándose cuenta que había salido fuerza de él... le dijo, tu fe te ha curado. Vete en
paz”. ¿Cómo hacernos comprender mejor lo que hemos de intentar vivir con él:
tener confianza en su poder? Pero los enfermos siguen enfermando, los niños que
mueren no vuelven a vivir, esas historias de milagros hacen sonreír o llorar.
¡No cambian en nada las cosas! Pueden cambiarlo todo si finalmente, más allá de
nuestra confianza, quizás algo vaga, despiertan una verdadera fe, la que el
evangelio define diciendo que salva: “Vete, no tengas miedo; tu fe te ha
salvado”. Pero ¿qué pasos hay que dar, que repetir sin cesar, para llegar a esa
fe en la fuerza de resurrección que emana tan poderosamente de Jesús?.
No
se trataba solamente en este caso de curar a una mujer, ni siquiera de
resucitar a una niña. Algunos, incómodos por esta resurrección hablan de un
“letargo”. Eso es pasar por completo de lado junto a la lección que nos quiere
dar Marcos. Marcos traduce el talita, kum (“chiquilla, ponte en pie”)
introduciendo ese “ponte en pie” con la frase de Jesús: “está dormida” nos
remite a una antigua liturgia del bautismo en la que se celebra el poder de
Jesús como una fuerza de resurrección: Despierta, tú que duermes, Levántate de
la muerte Y te iluminará el Mesías.
Esos
milagros no deben detener nuestra atención en ellos mismos, si no, surgirá
inevitablemente la queja: ¿por qué Jesús no curó a todos?. ¿Por qué Dios deja
que los niños sufran y mueran?. Hay que tener inmediatamente una visión más
amplia y más lejana. Bien leídos, los milagros nos guían, como anticipaciones
parciales, hacia un triunfo universal sobre la muerte espiritual por el perdón
y sobre la muerte física por la verdadera resurrección. No la de la niña que
tuvo que enfrentarse de nuevo con la muerte, sino la resurrección final,
definitiva. Cristo nos coge de la mano, o mejor dicho es nuestra fe que se
agarra a su mano para que nos mantenga en pie en medio de las dificultades y de
los sufrimientos actuales. El que no despierta su fe hasta el máximo no puede
experimentar el poder de resurrección de Cristo que está ya en acto y que
triunfará por completo cuando nos haga levantar de entre los muertos. Antes un
niño muerto, no digo nada (¿qué podría decir?) pero pienso como piensan los
padres creyentes: “En donde tú acabas de llegar, Cristo te está despertando a
la vida bienaventuradas).
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez
rolancaju@gmail.com
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