LA
PASION SEGÚN MARCOS
Dios
todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramo y a cuantos vamos
a acompañar a Cristo aclamándolo con cantos, oncéenos entrar en la Jerusalén
del cielo, por medio de él, El que vive y reina por los siglos de los siglos.
EVANGELIO DE LA ENTRADA DEL SEÑOR
Lectura del santo Evangelio según
San Marcos 11, 1-10.
Se acercaban a Jerusalén, por
Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus
discípulos, diciéndoles: Vayan a la aldea de enfrente, y en cuanto entren,
encontraran un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y
traedlo. Y si alguien les pregunta por qué lo hacéis, contéstenle: El Señor lo
necesita, y lo devolverá pronto.
Fueron y encontraron el borrico en
la calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les
preguntaron: ¿Por qué tenéis que desatar el borrico?.
Ellos le contestaron como había
dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron
encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus
mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás,
gritaban: Viva, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que
llega, el de nuestro padre David. ¡Viva el Altísimo!.
ORACION COLECTA
Dios
Todopoderoso y eterno tu quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y
muriese en la cruz, para mostrar al género humano el ejemplo de una vida sumisa
a tu voluntad, concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de
testimonio y que un día participemos en su gloriosa resurrección. Por Nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Profeta Isaías 50, 4-7.
En aquellos días dijo Isaías: Mi
Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una
palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo
no me he rebelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me
golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a
insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no
quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré
avergonzado.
SALMO
RESPONSORIAL (21)
Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme se burlan de mí, hacen
visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre
si tanto lo quiere.». R.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores: me taladran las manos y los pies, puedo
contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa, echan a
suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven
corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos, en
medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob,
glorificadlo, temedlo, linaje de Israel. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo
a los Filipenses 2, 6-11.
Hermanos: Cristo, a pesar de su condición
divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su
rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le
concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble —en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo—, y toda lengua
proclame: «¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.
EVANGELIO
Pasión
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1-15, 47
ESCUCHEMOS
ATENTAMENTE EL SANTO EVANGELIO.
COMENTARIO
El
Domingo de Ramos es el comienzo solemne de la Semana Santa: Cada año recordamos
los grandes misterios de nuestra salvación. El Hijo de Dios asumió nuestra
condición humana para hacerse solidario con nosotros. Y ofreció su vida para
que nosotros pudiéramos reconciliarnos con el Padre. Hemos observado domingo a
domingo cómo fue aumentando el odio de los enemigos de Jesús. Cada uno de sus
gestos en favor de los enfermos y excluidos fue interpretado de manera
negativa; cada una de sus palabras fue sacada de contexto y manipulada. Sus
enemigos ya habían decidido liquidarlo; solamente esperaban el momento propicio
para echarle mano pues temían desafiar la furia de sus seguidores.
Analicemos
cuáles fueron las circunstancias que acompañaron la entrada de Jesús en
Jerusalén: Jesús se dirige a la capital religiosa e histórica de Israel para
llevar a término la misión que le había sido confiada. Cada año los judíos se
reunían en la ciudad santa para celebrar la Pascua, que era la conmemoración de
la liberación de Egipto. A la alegría de la fiesta religiosa y del reencuentro
con los familiares y amigos, se unía un clima de tensión política, pues los
judíos se encontraban sometidos al poder romano. Y era apenas natural que las
celebraciones de la liberación de la esclavitud de Egipto alimentaran los
sentimientos nacionalistas y el anhelo de independencia. Jesús, que conocía
profundamente el alma popular, escogió precisamente este momento para entrar en
Jerusalén. Es el Mesías, descendiente de David, que entra en su capital. Pero
¡de qué manera lo hace! El pueblo esperaba que
el Mesías entrara en Jerusalén como un nuevo David, con la
solemnidad propia de los grandes desfiles militares: uniformes de gala, música
marcial, hermosos caballos. El texto evangélico lo corrobora: muchos
alfombraban el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas de los árboles,
la gente gritaba. Pero se trata de una entrada triunfal: Jesús no entra
haciendo alarde de poder; entra humildemente en un burro, que es un animal sin
pretensiones. Con este estilo quiere corregir los imaginarios sobre el Mesías y
da un giro radical a las expectativas sobre el nuevo orden que ha anunciado en
su predicación por los pueblos y campos, y que va a sellar con la sangre que
derramará en la cruz. La gente sencilla, libre de prejuicios, es capaz de ver
en ese personaje que entra en un burro al descendiente del rey David. Por el
contrario, los fariseos, ven en él a un peligroso subversivo al que hay que
eliminar. Las pasiones políticas y religiosas, así como los prejuicios
sociales, ciegan nuestra capacidad de juzgar y nos llevan a decisiones
equivocadas. Al iniciar la Semana Santa los invito a no ser simples
espectadores de estos acontecimientos que cambiaron la historia del mundo y el
sentido de nuestras vidas: Que nuestra actitud interior sea la de participantes
activos, coprotagonistas de los misterios que celebramos. Que en esta Semana
Santa no nos comportemos como despreocupados espectadores sino que nos
involucremos activamente en las celebraciones, degustemos los textos bíblicos,
dejémonos interpelar por ese Jesús, Hijo de Dios, que firmó con su sangre un
pacto de amor que nunca caducará.
PLEGARIA UNIVERSAL
1.- Para
que, por la Pasión redentora de Cristo Jesús, el mensaje de vida y esperanza
del Papa Francisco, anime y fortalezca la fe de todos los creyentes. Roguemos
al Señor.
2.- Para
que nuestro país y todos los pueblos del mundo que sufren el flagelo de la
violencia, las divisiones y la guerra, por la Sangre de Cristo derramada en la
cruz, encuentren los caminos de la paz. Roguemos al Señor.
3.- Para
que todos los que se encuentran en la enfermedad, la desolación o el abandono,
al contemplar la Pasión y la Muerte del Señor se sientan consolados y
fortalecidos con la certeza que Jesús los acompaña y sufre con ellos.
Roguemos al Señor.
3.- Para
que todos nosotros por la Pasión redentora de Cristo Jesús, nos reconozcamos
hijos amados del Padre y movidos por su Espíritu renazcamos a una vida nueva. Roguemos
al Señor.
Padre
santo y bueno acoge benignamente las oraciones de tus hijos que ponemos nuestra
confianza en la pasión redentora de tu Hijo. Tu que vives y reinas por los
siglos de los siglos.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Por la pasión de tu Hijo sé propicio a t pueblo, Señor y
concédenos por esta celebración que actualiza el único sacrificio de
Jesucristo, la misericordia que no merecen nuestros pecados. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Fortalecidos
con tan santos misterios, te dirigimos eta suplica, Señor: del mismo modo que
la muerte de tu Hijo nos ha hecho esperar lo que nuestra fe nos promete, que su
resurrección nos alcance la plena posesión de lo que anhelamos. Por Jesucristo
nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL
DE CADA DÍA
Lunes 26: Is 42, 1-7;
Sal 26; Jn 12, 1-11
Martes 27: . Is 49, 1-6; Sal 70; Jn 13, 21-33.36-38.
Miércoles 28: Is 50, 4-9ª; Sal 68; Mt 26, 14-25.
Jueves 29: Ex 12, 1-8. 14; Sal 115; 1Co 11, 23-26; Jn
12, 1-15.
Viernes 30: Is 52,
13—53, 12; Sal 30; Hb 4, 4-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-19, 42.
Sábado 01: Gn 1,1-2, 2; Sal 103; n 22, 1-18; Mc 16, 1-7.
Domingo 01: Hch 10, 34ª.37-43; Sal 117; Col 3, 1-4 (o bien
1Co 5, 6b-8); Jn 20, 1-9.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Par:
/Mt/26/01-13 /Lc/22/01-02 /Jn/12/02-11
1. /Mc/15/01-39. J/PASION.
El relato de la pasión y muerte de
Jesús, que constituye, al parecer, la parte más antigua de la tradición
evangélica, fue contado primero y escrito después, desde la fe de los testigos
y para la fe de la iglesia. Por lo cual no debemos leerlo como un informe de
los hechos desnudos, sino más bien como la interpretación de estos hechos a la
luz de la experiencia pascual y del anuncio de los profetas del AT. Ni la
tradición formulada ya sustancialmente en la predicación apostólica, ni los
evangelistas que la recibieron, pretenden hacer una llamada al sentimiento o a
la admiración, presentando patéticamente al "héroe" de la tragedia
que sufre en silencio. No; hacen, eso sí, una apelación a la fe, a nuestra fe.
Su interés, eminentemente teológico, se centra en el significado de la pasión
de Jesús como acto supremo de la historia de salvación. Si la cruz es para los
"griegos" una necesidad y un escándalo para los "judíos",
es para los creyentes la revelación de la misma sabiduría y de la fuerza de
Dios.
V.1.- El sanedrín, tribunal supremo de
los judíos, tenía varias razones para entregar a Jesús a los romanos: En primer
lugar, el sanedrín, aunque podía sentenciar la pena de muerte, no podía
ejecutarla sin que fuera confirmada por el procurador romano, y esto era
evidentemente lo que deseaba. En segundo lugar, si conseguía implicar a los
romanos en el proceso, podría contar también con su guarnición militar para
hacer frente a la eventual oposición del pueblo. Por último, si Jesús moría
ajusticiado por los romanos, sería clavado en una cruz; esto contribuiría en
gran manera a desfigurar la imagen del Nazareno: todos verían en el crucificado
a un hombre que había sido antes arrojado de la comunidad de Israel y ahora
padecía, bajo el poder de los romanos, la muerte que éstos solían dar a los
esclavos. Por estas razones, apenas despuntó el día, cuando comenzaba, según el
derecho romano, el tiempo hábil para administrar justicia, el sanedrín llevó a
Jesús ante Pilato.
V.3.- Los mismos jueces que habían
condenado a Jesús por blasfemo, según ordenaba que se hiciera la Ley de Moisés,
lo denuncian ahora ante Pilato por hacerse llamar "Rey de los
judíos". La pregunta de Pilato supone tal acusación. Conociendo la
proverbial liberalidad de los romanos en cuestión religiosa y el desprecio que
Pilato sentía por las convicciones judías, era de esperar la maniobra del sanedrín.
Y si éste le había condenado ya por blasfemo, también era de esperar que Pilato
lo condenara por ir contra el César. Y aunque Jesús no era ni blasfemo ni
agitador político, lo cierto es que murió por ambas causas. Por eso y porque
era inocente, la muerte de Jesús en la cruz es la denuncia y la condena tanto
de la institución religiosa como del poder político.
V.5.- Jesús no se defiende. Jesús calla
porque sabe que ha llegado su "hora" y que tiene que morir para que
se cumpla la voluntad del Padre. Jesús calla para que todo suceda conforme a lo
que habían anunciado los profetas del Siervo de Yavé (Is 53, 7). Pero Pilato,
que no conoce ni la "hora" ni la voluntad de Dios, se extraña.
V.8.- Pilato quiere desembarazarse de
todo este asunto, pero elige un mal camino: abandona el terreno de la estricta
justicia y entra en el de las negociaciones con la gente soliviantada y
manipulada por la mala voluntad de los sumos sacerdotes. Marcos supone que un
grupo de zelotes, aprovechando el indulto que solía concederse con ocasión de
la pascua, había acudido al pretorio para pedir la libertad de Barrabás. Este
no era un vulgar ladrón, sino un preso político, un zelote o nacionalista
exaltado que había matado a un hombre en una revuelta contra los romanos. Los
otros dos "ladrones" que serían crucificados con Jesús eran también
probablemente zelotes, pues sabemos que el historiador judío Flavio Josefo
llama así a todos los zelotes. "Barrabás" quiere decir "hijo del
padre", y su nombre completo era Jesús Barrabás. Pilato propone a Jesús de
Nazaret como candidato para el indulto pascual, pero el pueblo elige al otro
Jesús.
Sustitución significativa: Jesús, el
hijo amado del Padre, muere en lugar de Barrabás. Por otra parte, Jesús, que
era inocente, no hubiera aceptado un indulto; pero es que además convenía que
el Inocente muriera por todos los culpables y en solidaridad con todos aquellos
que padecen persecución por su amor a la justicia.
Vemos cómo el proceso de Jesús, quizás
indebida pero inevitablemente, se politiza. Hasta el punto que el título o la
causa de su condena será: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos".
v.19.- Después de haber azotado a
Jesús, la soldadesca se divierte con él haciendo gala de su corto ingenio y de
su gran brutalidad. El gobernador romano lo había presentado al pueblo como Rey
de los judíos: los soldados encuentran en ello un buen motivo para mofarse de
Jesús y de los judíos. Los excesos de estos mercenarios en un rincón del
pretorio están en la misma línea que las torturas que se perpetran en tantas
comisarias contra todos los derechos humanos.
V.21.- El único que ayudó a Jesús a
llevar la cruz fue un hombre que venía del campo, un campesino que se llamaba
Simón. Este era padre de Alejandro y Rufo. Aunque este dato no añade para
nosotros nada importante, tiene sentido si pensamos que Marcos escribió su
evangelio en Roma y para los fieles romanos, entre los cuales vivía Rufo con su
madre (Rm. 16, 13). El encuentro de Simón con Jesús, camino del Calvario, fue
para él y toda su familia una hora de gracia.
V.23.- La mezcla de vino con mirra se
daba a los ajusticiados, y era una especie de analgésico. Jesús, que estaba
dispuesto a beber hasta la última gota del cáliz que el Padre le había
preparado, no quiere disminuir en nada su conciencia en aquella hora suprema.
Por eso rechaza el vino mezclado con mirra.
V.32.- Cuando levantaron a Jesús,
clavaron en la cabecera de la cruz el letrero de la acusación, que hasta ese
momento había llevado colgado al cuello. Entonces empezaron a desfilar sus
enemigos en son de triunfo y, meneando la cabeza, unos le recordaban su amenaza
al templo y otros lo denunciaban como falso Mesías. Se repite, pues, la doble
acusación: de blasfemo y de sedicioso político.
V.33.- Los profetas ven en el
oscurecimiento del sol una señal que acompaña siempre al juicio de Dios (Am 8,
9; Is 13, 10; 50,3; Jer 15, 9; Jl 2, 10; 3, 4; 4, 15). Según esto se trataría
aquí de la manifestación de la ira de Dios contra la ciudad y el pueblo que
asesina al Mesías que le ha sido enviado.
V.34.- Con estas palabras comienza el
salmo 22 (21), que tiene un sentido mesiánico. En su contexto original no
implican ninguna duda, ni hay porqué suponerla en la situación de Jesús. Pero
son aquí la expresión de aquella inmensa soledad, en la que sólo puede
encontrarse el que se ha hecho responsable de todo y en favor de todos delante
de Dios. V.36.- Uno de los soldados tiene un gesto de condolencia, le ofrece a
Jesús una esponja empapada con agua y vinagre. Las palabras con las que
acompaña su gesto son desconcertantes. Mateo las pone en boca de los otros
soldados (27, 49).
V.37.- Según Lucas no se trataría de un
grito inarticulado, sino de estas palabras: "Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46; cfr. Sal 31, 6).
V.38.- El sentido salvador de la muerte
de Jesús se muestra inmediata- mente, y el que parecía vencido comienza a dar
señales de victoria: el velo del templo se rasga. Se acabó el viejo culto y los
privilegios de los sacerdotes; ahora todos tienen acceso a la presencia de Dios
en Jesucristo (cfr. Jn 4, 21-24; Heb 5, 19s; 9, 8; 10, 19s).
V.39.- Durante cuatro horas, este
capitán que comanda el piquete de cuatro soldados que custodian a los reos, ha
podido ver el comportamiento de Jesús durante su agonía. Ha visto también lo
que ha sucedido en el momento de su muerte, cuando se ha oscurecido el sol. Y
aunque este fenómeno pudo ser causado naturalmente por el viento siroco, el
capitán, valorando todos los hechos y acordándose del proceso y de lo que en él
se dijo, confiesa: "Realmente este hombre era Hijo de Dios". Con ello
quiere decir que el ajusticiado era inocente y que no era un embaucador,
también que no era sin más un hombre cualquiera. El grano de trigo ha caído en
tierra, ha muerto, y ahora comienza a brotar la espiga. La muerte no acaba con
Jesús ni con la causa de Jesús.
Eucaristía 1985/15
2. RASGOS PECULIARES DE LA PASIÓN SEGÚN
SAN MARCOS. J/PASION/Mc
Literariamente tiene un carácter
netamente descriptivo en el que resalta la simplicidad y concreción de la
catequesis primitiva.
Es una narración de una crudeza a veces
desconcertante. No fue un interés biográfico, histórico o edificante el que
motivó este relato. Sin embargo Marcos aporta gran cantidad de precisiones
históricas. Para él la pasión y la muerte de Jesús no son un mito. Han dejado
su huella en la historia, en el tiempo y en un lugar real: el joven que sigue a
Jesús después del arresto en Getsemaní (14, 51-52); José de Arimatea (15, 43);
Pilato que manda comprobar la muerte de Jesús (15, 44-45).
Los hechos se suceden en un estilo descarnado,
se acentúa el carácter dramático y se detiene en pormenores que los otros
evangelistas o atenúan u omiten. Así en Getsemaní el miedo, la angustia, la
triple petición al Padre para que le libere, el abandono en la cruz. La
narración de Marcos extrema la emoción y la tensión. Utiliza las palabras que
indican el grado extremo de horror y sufrimiento. Pero esto no le es obstáculo
para que, al mismo tiempo, Jesús se dirija al Padre con palabras de ternura y
confianza incondicionales: Abbá, Padre.
En el relato de Marcos hay una
progresiva acentuación de los títulos mesiánicos: Hijo del hombre, Mesías, Rey
de los judíos.
Progresión que culmina en la profesión
de fe de un pagano, el centurión: "Realmente este hombre era Hijo de
Dios" (15, 19).
El evangelio de Marcos se caracteriza
por el secreto y el silencio acerca de Jesús Mesías. Pide secreto e impone
silencio a los demonios y a los enfermos curados. Este silencio durante la
vida, se convierta en la pasión en soledad total. Nadie le acompaña. Todos le abandonan.
Pero a medida que llega la muerte, el silencio y la soledad terminan y es
proclamado Hijo de Dios y Mesías.
Jesús, ante el sanedrín, se proclama
por primera vez Mesías (14, 62) y por ello es condenado a muerte. Al morir se
rasga el velo del templo. Es el judaísmo que, a su manera, reconoce la
divinidad de Jesús. La tradición sobre el velo que se rasga ve en este hecho la
execración del templo.
Esta imagen de Jesús en su pasión que
nos ofrece Marcos, quizá esté más cerca de la sensibilidad y gusto del hombre
de hoy. El libro de los Hechos y las Cartas presentan la pasión y la
resurrección con fórmulas fijas y esquematizadas. De ellas deducen las
enseñanzas soteriológicas y parenéticas. En cambio los evangelios presentan los
hechos como relatos biográficos variados y complejos aunque en orden a una
doctrina.
El relato de la pasión según Marcos
tiene una finalidad claramente teológica. Proclama el acontecimiento central de
la redención en orden a creer en la divinidad de Cristo. Nos invita a reflexionar
sobre los sentimientos y actitudes de los actores del drama. La actitud de
Jesús es de obediencia. Se siente como el realizador de las expectativas
mesiánicas mediante el sufrimiento y la muerte como siervo de Yavhé. Esta
realidad, tan difícil de comprender para los discípulos durante la vida de
Jesús, a la luz de la Pascua pierde su oscuridad. La comunidad primitiva ve en
ella el elemento central del misterio de la salvación e hizo de ella, junto con
la resurrección, el tema central de la predicación. El relato de la pasión y
resurrección que hoy figura al final de las narraciones evangélicas, en
realidad constituyó la base y el punto de partida de la primera enseñanza
apostólica.
La actitud de los fariseos es una
actitud de obstinación. A la autopresentación de Jesús, como príncipes de paz,
se contrapone la dureza extrema de los sacerdotes y fariseos que no sólo no
acogen al enviado sino que traman su muerte.
El juez-Pilato quiere salvar a Jesús
desde una actitud política y sin comprometerse. No consigue su propósito. El
pueblo pide la muerte de Jesús. Barrabás queda libre porque en su lugar se
crucifica a Jesús. Se concede la vida a Barrabás porque Jesús muere en su
lugar. Así nosotros somos llamados a la vida por la muerte de Cristo.
Pere Franquesa, Misa Dominical 1985/07
3.- Claramente más breve que los
relatos paralelos, el Evangelio de la Pasión en San Marcos se limita a la
estructura esencial de los acontecimientos. Eso no obstante, está compuesto por
diversos elementos: puede distinguirse, en efecto, una fuente no semítica (14,
1-2, 10-11, 17-21, 26-31, 43-46, 53; 15, 1, 3-5, 15a, 21-24, 26, 29-30, 34-37,
39, 42-46) y una fuente de inspiración semítica y de origen probablemente
petrino (14, 3-9, 12-16, 22-25, 32-42, 45-52; 15, 2, 6-14, 15b-20, 25, 27-28,
31-33, 38, 40-41). Las preocupaciones doctrinales de estas dos fuentes afloran
con mucha frecuencia. La segunda, por ejemplo, refleja la preocupación por
subrayar el aislamiento de Cristo y las burlas y los sarcasmos a los que Cristo
corresponde con el silencio.
* * * *
a) En esta línea subraya el aislamiento
cada vez más completo del Señor, quien ha perdido ya la aceptación de que había
sido objeto por parte de las multitudes y de sus allegados, y la Pasión le
acarreará el abandono de sus propios discípulos. Cada vez que Mateo nos
presenta a Jesús "con" los suyos (Mt. 26, 36; 26, 40; 26, 51), puede
afirmarse que Marcos no repite esa fórmula. En Getsemaní, quienes hubieran
debido velar con El se duermen (Mc.14, 50), y, para ridiculizar esa huida, Marcos
atribuye un interés particular al episodio el joven que huye completamente
desnudo (Mc. 14, 51-52). El aislamiento de Cristo se trasluce a lo largo de
toda la sesión del sanedrín: mientras que se encuentran falsos testigos contra
El (Mc. 14, 56-60), mientras que Pedro proclama su contratestimonio (Mc. 14,
62-71), no queda más que un solo testigo para atestiguar "por dos
veces" (Mc. 14, 72, exclusivo de Marcos), como requería la ley judía, en
favor de Jesús: el pobre gallo. El aislamiento de Jesús es, por tanto,
absoluto. Hasta su mismo Padre le abandonará (Mc. 15, 34-35), mientras sus
discípulos se mantendrán "a distancia" (Mc. 15, 40).
b) El evangelista subraya igualmente el
silencio de Cristo durante su proceso (Mc. 14, 61; 15, 3-4). Al contrario que Lucas
y Juan, no recogerá más que una palabra de Cristo en la cruz, fiel en esto a su
plan de subrayar el "secreto mesiánico" (Mc. 5, 43; 7, 24; 9, 30).
Con ese silencio, Jesús quiere significar la distancia que separa su misión
real de lo que las gentes entienden por ella, y el misterio de su persona de
los títulos que se le atribuyen. Marcos se detiene en la descripción de las
burlas y sarcasmos de que Cristo es objeto (Mc. 15, 16-20, 29-32; cf. también
5, 40; 6, 2). Siempre ha sido sensible a la oposición de los jefes (Mc. 3, 6,
22), y especifica cómo esa oposición ha llevado a Cristo a la muerte (14,
53-64).
* * * *
El tema del aislamiento silencioso de
Cristo es el eco de la forma en que Marcos defiende la dignidad mesiánica de
Jesús en medio de los ultrajes más escandalosos. La contraposición entre el rey
de los judíos y un revoltoso homicida, la burlesca entronización real de Jesús
en la sala del cuerpo de guardia, las burlas alrededor de la cruz aíslan a
Jesús en sus pretensiones mesiánicas. Pero justamente cuando ha llegado al
colmo de ese aislamiento hasta en la muerte es reconocido por "Hijo de
Dios" (15, 39) en una profesión de fe que, por sí sola, anula todas las
mofas de la multitud y favorece que se constituya un grupo de discípulos (15,
40-43); estos últimos no estarán distantes de Cristo y muy pronto formarán su
Iglesia.
Maertens-Frisque, Nueva Guía de la
Asamblea Cristiana III, Marova Madrid 1969.Pág. 234 S.
4. J/ABANDONADO
La pasión según Marcos es la pasión del
abandonado. Todos lo abandonan: la gente alegre del día de ramos, los
discípulos, Pedro... ¡y hasta el Padre! Nunca se sintió Jesús tan incomprendido
y tan solo, entregado a la soldadesca (¡el Hijo de Dios cubierto de esputos y
abofeteado!) y tratado como culpable por los jefes religiosos.
Desciende hasta lo más profundo de la
soledad humana. El, que hablaba, que había venido para hablarnos, se calla. Son
impresionantes dos observaciones de Marcos: "¿No contestas nada?",
dice el sumo sacerdote; "¿No respondes?", le dice Pilato.
Silencio de Jesús. Hay momentos en los
que Jesús no tiene nada que decir, nada que decirnos. Indicó lo que era, señaló
el camino por donde le podemos seguir. Si no lo seguimos, ¿qué puede decirnos
ya? - ¿No me respondes? - No. Estás demasiado lejos. Sólo se está cerca de mí
por medio de actos de amor y de coraje.
Si no seguimos a Jesús más que
escuchando religiosamente sus palabras o predicándolas con elocuencia, sin
ponerlas en práctica, somos de los que lo abandonan. Es una verdad muy dura que
nos negamos a aceptar. La meditación de esta pasión tiene que ponernos ante la
exigencia fundamental del evangelio: sólo se "sigue" a Jesús haciendo
lo que él pide.
Pasión de los abandonos y del terrible
silencio de Jesús. Pero también pasión de los tres gritos:
- ¿Eres tú el mesías, el hijo del
bendito? - ¡Lo soy!, grita Jesús, rompiendo el secreto sobre su mesianidad y su
gloria.
Encadenado, humillado, revela
finalmente lo inaudito: "Vais a ver cómo el hijo del hombre toma asiento a
la derecha del todopoderoso, y cómo viene entre las nubes del cielo".
Aquello no podía aceptarse, en aquel lugar y ante aquellos sacerdotes, mas que
como una blasfemia. Pero ¿y nosotros? ¿Con qué fe lo miramos nosotros, en este
momento? Jesús grita en la cruz su confianza: "¡Dios mío, Dios mío!".
Y lo hace luchando contra el
sentimiento más terrible de abandono: "¿Por qué me has abandonado?".
Palabra preciosa que ofrece a los que bajan a esos abismos. Si no hubiera
llegado hasta allá, ¿sería el Enmanuel prometido, el Dios con nosotros? Jesús,
contigo puedo gritar en medio del abandono, pero contigo quiero decir también:
"¡Dios mío!" donde creía que ya no podía decirlo.
El tercer grito de esta pasión es aquél
al que nos conduce Marcos desde el comienzo de su evangelio. Decir: "¡Tú
eres Dios!" no a aquel que electrizaba a la gente, al que fue
transfigurado, sino al condenado en la cruz. Una muerte tal que el centurión
gritó: "Realmente este hombre era Hijo de Dios". Es el lector del
evangelio el que dice esto al final de esta pasión. Pero una vez más: es inútil
decirlo, si esto no nos cambia.
Andre Seve, El Evangelio de los
domingos, Edit. Verbo Divino Estella 1984.Pág. 111
5. Mc/PASION:
Los relatos de la pasión no son simple
crónica o página histórica, son catequesis de la comunidad, meditación e
interpretación teológica de los sufrimientos y la muerte de Cristo. Se busca
justificación y sentido a estos hechos, que serán iluminados desde la Escritura
y la experiencia pascual.
No se trata para nada de un fracaso y
de un engaño. Era un camino marcado y aceptado, un camino que, en conjunto, era
querido por Dios y que terminó siendo salvación para el mismo Cristo y para
todos. El relato es más llamada a la fe que a la compasión.
El evangelio de Marcos que hoy leemos,
es el más cercano a los hechos, el más realista. Marcos nos hace sentir más
intensamente el abandono y el desgarro de Jesús. La cruz termina en «un fuerte
grito». Subraya más la angustia de Jesús, su soledad, el miedo y el abandono de
sus discípulos, la burla de los testigos. Se nota más todo el fracaso de la
cruz, que no se ve iluminada ni por la gloria de Juan o la misericordia de
Lucas o las Escrituras de Mateo. Hay incluso más desconcierto e incredulidad
ante las primeras noticias de la Resurrección.
Pero Marcos también ve en la muerte de
Cristo la confirmación de toda su vida y es el centurión quien repite el gran
mensaje de todo el evangelio: «Realmente este hombre era el Hijo de Dios».
Caritas, Un amor asi de grande, Cuaresma
y Pascua 1991.Págs. 129
6. Mc/15/01-41
En el relato de la pasión tenemos la
pieza literaria más antigua del evangelio. «Acta del martirio» de Jesús. Hay
que leerla en sintonía de corazón y pensamiento con la comunidad apostólica que
la releía como si se hallase presente en torno a la mesa de la fracción del pan.
Los hechos se contemplan con realismo detallado, objetivo. La Iglesia los veía
aureolados de gloria a través de la experiencia pascual. Marcos y los demás
evangelistas prepararon la historia de la pasión con las tres solemnes
predicciones, para hacernos comprender que Jesús la aceptó consciente y
libremente. Obediente al Padre. En acto de servicio por la liberación o
«rescate» de los hombres.
Todos y cada uno de los hechos son
transparencia de doctrina. La pasión es una cristología. Revelación del Hijo de
Dios. Marcos titula su libro: «Principio del evangelio de Jesús, Mesías, Hijo
de Dios» (1,1). Pero mantiene este título en una gran reserva a lo largo de
toda la obra. Hasta que, ante la cruz, sentimos la fe de la Iglesia proclamada
por boca del centurión: «Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios»
(15,39). La Iglesia apostólica, habitualmente perseguida, se veía en la pasión
del Maestro como en un espejo. Muchas circunstancias están redactadas o
matizadas con intención de ejemplaridad. Con especial atención las injurias,
menosprecios, humillaciones, expolio y abandono. El desprecio social y las
vejaciones, más que el derramamiento de sangre, eran la cruz diaria de los
cristianos.
El velo del templo se partió en dos
(38). El hombre ya puede comunicar con Dios sin trabas. Acceso directo al Padre
(Heb 10,19s). Sellada con la sangre que es vida, ha comenzado la Nueva Alianza
(Mc 14,24).
La cruz redentora y voluntaria es
donación de sí mismo por los demás hasta el límite. Epifanía de un amor
infinito (Jn 13,1). Manifestación, realmente, del Hijo de Dios. Ser cristiano
es compromiso de seguirlo por el mismo camino. La pasión ilumina el misterio
que sólo comprenden los que aman: que la perfección del hombre se realiza
plenamente en el amor-hecho- dolor. San Pablo lo vivió y enseñó (Gál 6,14): «Lo
que es a mí, jamás me gloriaré más que de la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
en la cual el mundo quedó crucificado para mí y yo para el mundo».
I. Goma, La Biblia dia a dia, Comentario
Exegético a las lecturas, De la Liturgia de las Horas, Ediciones Cristiandad, Madrid-1981.Pág.
900 S.
7. /Mc/15/42-47
Sepultura de Jesús. La menciona
explícitamente el más antiguo kerigma o proclamación apostólica (1 Cor 15,4),
como lo hacemos nosotros cuando profesamos la fe: "fue crucificado, muerto
y sepultado...". Ultimo paso en la vertiente dolorosa de los hechos
pascuales. Complemento, testimonio y memoria de la muerte.
El relato evangélico de la pasión tiene
una estructura redaccional de tres fases, como muchas «actas de mártires»:
arresto, proceso judicial, muerte violenta. El cadáver del mártir es sagrado.
Parientes, amigos o discípulos cumplen la «buena obra» (Mc 14,6-9), quizá
arriesgada, de enterrarlo con honor y con piedad. El Nuevo Testamento nos
ofrece los casos de Juan Bautista (Mc 6,29) y de Esteban (Hch 8,2).
Maldito según la ley (Dt 21,23 y Gál
3,13), habrían echado el cuerpo de Jesús a una fosa común. La atrevida decisión
de José de Arimatea, figura muy apreciada por los primeros cristianos, consigue
rescatarlo. Cede generosamente su propio sepulcro. Los que analizan a fondo el
relato evangélico de la pasión ven que, en el momento en que fue redactado,
algunos de los "lugares" en que tuvieron lugar los acontecimientos ya
eran objeto de veneración y centro de celebraciones litúrgicas para la
comunidad cristiana de Jerusalén. Esta hipótesis vale sobre todo para el Santo
Sepulcro.
El Santo Sepulcro es «monumento» o
memorial de la continuidad indisociable entre el Jesús de la cruz y el de la
gloria. Templo, a la vez, de la muerte y de la vida. Tres siglos más tarde, una
gran construcción basilical albergó sepulcro y calvario dentro de un mismo
recinto. Tuvieron el acierto de dar a todo el conjunto el nombre de
"anástasis": resurrección. La resurrección es muerte liberadora que
ha germinado en vida. Vida humana-y-divina: trascendente, eterna. La sepultura
de Jesús fue la espera silenciosa de un re-nacimiento universal.
La comprensión profunda del bautismo en
la escuela de san Pablo (Rom 6,4; Col 2,I2) contempla en el gesto significativo
de sumergirse y resurgir del agua el misterio de la asociación personal de cada
uno de los creyentes a la sepultura-y-resurrección de Cristo. Audacia de morir
con él en la misma cruz (Gál 2,19s) y caer en tierra como el grano de trigo (Jn
12,24), seguros por la fe de que el Redentor ha transfigurado su muerte y la
nuestra en un divino nacimiento.
I.
Goma, La Biblia día a día, Comentario Exegético a las lecturas, De la Liturgia
de las Horas, Ediciones Cristiandad.Madrid-1981.Pág. 903 S.
8. /Mc/14/01-31.
Para comprender esta sección, que tiene
como centro la última cena y que nos introduce en el relato de la pasión, es
preciso que reconstruyamos un trasfondo triple. En primer lugar, la vida entera
de Jesús, cuya cima y cuya revelación al mismo tiempo es la última cena.
Efectivamente, la cena no es un gesto aislado e imprevisto, sino que está
fuertemente arraigado en el contexto evangélico: pone profundamente de
manifiesto el significado del "camino" de Cristo, permitiéndonos
captar la tensión interior que lo dirigió desde el comienzo.
En segundo lugar hemos de tener
presente el trasfondo veterotestamentario (especialmente Is 53 y Ex 24, dos
textos con los que hemos de encontrarnos) y la liturgia judía de la celebración
de la pascua.
Y finalmente hemos de tener ante la
vista el marco litúrgico de la comunidad cristiana, en nuestro caso la
comunidad de Marcos. En este trozo del evangelio no nos encontramos solamente
con las palabras y los gestos de Jesús, sino que vemos esos mismos gestos y
palabras encuadrados dentro de la liturgia comunitaria, que es precisamente
donde son recordados y propuestos a la reflexión de los fieles; así pues,
palabras del Señor y reflexiones comunitarias, recuerdo y meditación. Más
concretamente podríamos decir que los gestos y las palabras del Señor se nos
han transmitido dentro de un contexto litúrgico y homilético. Todo esto es ya
de suyo significativo: para las comunidades cristianas el gesto eucarístico no
era simplemente algo que bastaba recibir de la tradición, conservarlo y
transmitirlo con la fidelidad; era más bien un gesto del que había que deducir
un juicio sobre la comunidad.
Por eso mismo el gesto del Señor quedó
inserto dentro de un contexto que llaman homilético, o sea, dentro de un
contexto atento a sacar de él consecuencias para la vida.
-El marco
El marco en que nuestro evangelista (lo
mismo que harán luego Mateo y Lucas) coloca la cena del Señor no es un simple
cuadro exterior, una descripción externa, sino un cuadro que nos encamina ya a
la comprensión del significado interior de aquel acontecimiento.
PAS/JUDIA: Está cerca la pascua de los
judíos (14, 1) y Jesús desea celebrar la cena pascual con los discípulos (14,
14); he aquí la primera indicación. Con toda probabilidad la pascua fue en su
origen la forma israelita de celebrar las fiestas de primavera, comunes a todos
los semitas nómadas del desierto. Pero un texto del Éxodo (12, ss) relaciona
esta fiesta de pascua con el gesto de Dios que liberó a los hijos de Israel de
manos del faraón, haciendo morir al propio tiempo a los primogénitos de los
egipcios. De esta manera, la fiesta quedó insertada en la historia de la
salvación (en su origen, como hemos dicho, era una fiesta de pastores) y su
celebración se vio enriquecida con gestos altamente evocadores. Un texto del
Deuteronomio (16, 1-8) subraya más fuertemente todavía la idea de memoria:
"Así te acordarás del día en que saliste del país de Egipto por todo el
tiempo de tu vida." La fiesta estuvo siempre acompañada de un marco
festivo. En tiempos de Jesús la preparación y el adorno de la sala, el vino y
el cordero caracterizaban a la cena pascual como un banquete de alegría. Se
celebraba con gozo la salida de Egipto y la consecución de la libertad. Pero no
se trataba simplemente de una alegría que tenía su origen en un recuerdo; la
fiesta asumió también un carácter de esperanza. La celebración del gesto
liberador de Dios no es solamente recuerdo del pasado ni es solamente alegría
por la libertad que se posee; es también anticipación de la liberación escatológica.
En tiempos de Jesús era muy viva esta dimensión escatológica. La cena pascual
presentaba un doble aspecto, uno dirigido al pasado y otro al futuro. Pero esta
dimensión escatológica quedaba fácilmente contaminada por las ambiguas
esperanzas mesiánicas del pueblo. Y es aquí precisamente -una vez más- donde
radica la novedad de Cristo: el futuro liberador se anticipa y se significa en
una cena que recuerda la cruz y la ofrenda de amor que en ella se encierra. El
camino mesiánico es el de la cruz. Precisamente en este marco festivo, tan
cargado de esperanzas, es donde llega a su cumplimiento el drama de Jesús. Es
un contraste muy fuerte.
Por eso Marcos no dice solamente que
estaba cerca la pascua: dice además que los fariseos habían decidido
"darle muerte" (14, 1-2), pero andaban buscando la manera de hacerlo
sin suscitar la indignación de la gente. Más adelante Marcos señala una segunda
repulsa, la de Judas (14, 10-11): también Judas aguardaba el momento oportuno
para entregarlo. Así pues, el gesto liberador de Dios tiene lugar en un
contexto de repulsa: Jesús está solo en su gesto de entrega, rechazado.
Entre estos dos episodios de repulsa
tiene lugar una escena con los discípulos: el relato de la mujer que derrama un
frasco de perfume precioso sobre la cabeza de Jesús. Pero también es
"discutido" este gesto y Marcos nos recuerda tres interpretaciones.
Algunos ven en este gesto un "derroche": ¡podía servir para los
pobres! ¡Como si Cristo, que va a morir, solo y abandonado de todos, no fuera
un pobre! ¡Como si no fuera justo "derrochar" un poco de nuestra
amistad con él! La mujer, por su parte, ve en aquel gesto -y por eso lo
realiza- un signo de amor y de respeto, quizás de gratitud, probablemente un
reconocimiento mesiánico (mesías quiere decir precisamente ungido, perfumado).
Pero ¿qué mesías? La interpretación de Jesús es la que revela el significado
último, verdadero, del gesto de la mujer (un significado que aquella mujer no
había comprendido): es un anticipo de sepultura. Jesús es un mesías que va a
morir. Este es el pensamiento que domina a Cristo y que los discípulos sin
embargo no saben interpretar.
-Una entrega por muchos
Después de haber contemplado este
marco, concentremos ahora nuestra atención en los gestos y en las palabras de
Cristo. Los gestos de Jesús -incluso prescindiendo de las palabras que les
acompañan- están por sí mismos cargados de significados: el pan partido, el
vino rojo, el pan y el vino repartidos.
Todo esto indica la muerte cercana y el
don que allí se encierra: una vida entregada, ése es su significado. Y las
palabras que los comentan no pueden hacer más que aclarar esta idea.
Las palabras de Cristo sobre la copa se
relacionan con la alianza: "La sangre de la alianza". En el libro de
/Ex/24/08, leemos: "Después Moisés tomó sangre, roció con ella al pueblo y
dijo: Esta es la sangre de la alianza". La alianza (ALIANZA/QUE-ES) es, en su aspecto más profundo, el
gesto con que Dios libera a su pueblo y lo elige para sí; también podríamos
decir al revés (las dos formulaciones son equivalentes) que la alianza es el
gesto con que Dios se entrega a su pueblo, dejándose comprometer por él y
convirtiéndose en su liberador y aliado.
Y las palabras que siguen
("derramada por mucha gente") nos recuerdan a Is 53, en donde el
Siervo de Dios entrega su vida por los muchos que lo rechazan.
Para comprender ese "por
muchos" debemos recurrir además a otra frase de /Mc/10/45, donde el
término "rescate" (que ya hemos tenido ocasión de comentar expresaba
la solidaridad más radical: "solidario con", "en lugar de".
Así pues, todos los elementos (recuerdo de la alianza, referencia a Is 53, el
paralelismo con Mc 10, 45) convergen en la definición del "camino" de
Cristo como un hecho de "comunión"; una vida entregada.
Finalmente, después de la referencia al
Antiguo Testamento y al contexto más amplio, el "por" nosotros
(conservado por todas las tradiciones, incluso por Juan) se comprende en toda
su profundidad únicamente si lo colocamos dentro del contexto de repulsa que
hemos descrito anteriormente: rechazado por nosotros, muere por nosotros. Y
conviene observar que el rechazo no viene solamente de parte de los
"suyos": la traición de Judas y más tarde la negación de Pedro (14,
29-31).
Así pues, la cena es verdaderamente la
revelación de la tensión que ha guiado toda la vida de Cristo (una vida
entregada), es una explicación del ministerio de la encarnación y, en
definitiva, una clave de lectura de la historia de salvación como historia de
comunión. Por eso precisamente decíamos que la cena no es un gesto aislado. No
basta con afirmar que Cristo está presente en el pan y en el vino; es preciso
descubrir allí una vida entregada. Y es preciso tomar parte en ella. Obsérvese
entonces cómo el texto habla de sangre bebida, compartida. De la primera
comunión (la de Dios con nosotros) brota la segunda (la comunión entre nosotros
mismos): el camino de Cristo (una vida entregada) define cuál ha de ser nuestro
seguimiento.
Una última indicación: "No volveré
a beber del jugo de la vid hasta el día en que beba vino nuevo en el Reino de
Dios" (14, 25). Se trata de la dimensión escatológica del gesto de Jesús
(y de la celebración cristiana), que en Lucas es todavía más explícita. El
gesto de Jesús señala un "camino" que tiende, no a la cruz, sino -más
allá de la cruz- a la comunión definitiva con Dios. El don es anticipado, pero
tiende a una plenitud. Por eso precisamente "la misma celebración
eucarística no se vive, en la festividad cristiana, como una simple
participación en la presencia de Cristo; está siempre impregnada de la
melancolía del ausente o de aquel que se hace presente sólo a través de una
materia simbólica.
-La traición
En el relato de Marcos es muy vivo el
sentimiento de la traición.
Repitamos que se trata de la traición
de Judas, de la negación de Pedro y del escándalo de todos los discípulos.
Jesús lo expresa de un modo solemne, como si se tratase de una realidad
profunda, que no es posible olvidar: "Os aseguro" (en el texto
original: "en verdad, os digo a vosotros": /Mc/14/18). Y se refiere
además al salmo 41, 10, la plegaria de un hombre abandonado y traicionado.
Realmente parece descubrirse en Marcos
una insistencia: "uno de vosotros, uno que comparte mi pan",
"uno de los doce"; se trata de una traición de la amistad y de la
elección. Es verdad que esta traición entra dentro de la historia de Dios (y
por tanto no debe escandalizar), pero se debe igualmente a la responsabilidad
del hombre: "¡Sería mucho mejor que no hubiera nacido!"; quizás no
sea éste un juicio de condenación, sino más bien una lamentación y una
advertencia.
Pero el recuerdo de la traición -que
nos conservan todas las tradiciones, incluso la fórmula catequista de 1 Cor 15-
¿qué significado tiene para nosotros? La comunidad cristiana descubre ante el
gesto de Cristo sus propias divisiones, pero al mismo tiempo descubre que la
fidelidad de Dios es más fuerte que estas divisiones. Por eso la memoria de
Cristo es al mismo tiempo juicio y consuelo.
Precisamente en el contraste entre la
traición y la entrega es donde la comunidad ha captado la grandeza del amor de
Dios, su gratitud, su obstinación. Pero ha captado también una doble
advertencia. La comunidad se siente invitada a no escandalizarse, ya que
descubre en su propio seno la traición y el pecado: es una experiencia que
vivió el mismo Jesús y que previó para su Iglesia; la traición acompaña a la
comunidad desde sus orígenes. Y se ve también invitada a no mecerse en una
falsa seguridad y a no presumir de sí misma (como Pedro): siempre es posible el
pecado y no podemos fiarnos de nuestras propias fuerzas.
Bruno
Maggioni, El relato de Marcos, Ediciones Paulinas/Madrid 1981.Pág. 193
9. /Mc/14/32-15/47. J/Mz/PASION J/SOLEDAD
No no es posible analizar
detalladamente el largo relato de la pasión (14, 32- 15, 47). Nos contentaremos
con unas cuantas observaciones generales, útiles para indicar la perspectiva de
Marcos y los temas predilectos de su largo relato. Haremos además algunas
observaciones más detalladas a propósito de la agonía de Getsemaní, con la que
se abre la pasión, y a propósito de la crucifixión, con la que termina.
Marcos es consciente, sobre todo, de
que la pasión no es sólo la conclusión exterior, temporal, de la vida de Jesús:
en ese caso habría bastado con yuxtaponer la narración de la pasión al relato
anterior de su ministerio público. Se trata más bien de la conclusión interior
de la vida de Cristo, de su cumplimiento, de la manifestación de aquella lógica
tan íntima que la movió desde el principio. Esto quiere decir que Marcos lee la
historia de Cristo a partir de la muerte-resurrección, esto es, de aquel centro
que ilumina todo lo que precede y que permite captarlo en su verdadero
significado. Por eso precisamente Marcos prolonga hacia atrás el tema de la
pasión. Están las tres predicciones que desde el capítulo 8 en adelante van midiendo
la narración; estas predicciones no se limitan a prever la pasión, sino que
demuestran que Cristo era consciente de ella y señalan su significado: una vida
entregada, en sustitución, por todos. Pero ya en el capítulo 3,6 se habla con
claridad de la muerte: "Los fariseos fueron a ver a los partidarios de
Herodes y buscaron con ellos la forma de terminar con Jesús".
Todavía con mayor frecuencia de como lo
había hecho en las páginas anteriores, Marcos recurre aquí a las Escrituras
(sobre todo a Is 53). Esto se explica por dos motivos: el recurso a las
Escrituras, particularmente intenso en el caso de la pasión, existía ya en la
tradición, esto es, en el relato que Marcos ha encontrado y que utiliza en su
narración de los hechos.
Pero además es cierto que el mismo
Marcos parece haber advertido la importancia de esa referencia y que no sólo
recogió, sino que desarrolló la perspectiva que le había ofrecido la tradición.
Efectivamente, la conformidad de la pasión con las Escrituras estaba en el
centro del debate sobre Jesús.
-El camino de Cristo y del discípulo
Así pues, la pasión está inscrita en el
plan de Dios, está prevista en las Escrituras y hay que leerla a la luz de las
mismas. No se trata de un incidente, sino que es el cumplimiento de una lógica
que ha guiado desde siempre la historia de la salvación. Aquí está la razón
profunda de las desilusiones que han experimentado todos los que esperaban a un
Dios que aplicase una lógica distinta, resolutoria y victoriosa. Pero aquí está
también la novedad y la originalidad del amor de Dios que se manifestó en
Jesús. Las fuerzas hostiles parecen anular la fuerza del amor de Dios. La
historia del amor aparece en toda su debilidad, en toda su inutilidad: Cristo
está solo y abandonado. Esta experiencia se proseguirá en la Iglesia; y la
Iglesia debe recordar que -como Cristo- también ella tiene que acudir a la
oración, al consuelo de Dios y a la certidumbre de la resurrección.
La pasión nos revela los rasgos más
íntimos de Cristo, esos rasgos que se manifestaron durante toda su vida, pero
que ahora se perciben con mayor claridad todavía: la inocencia de Jesús, su
incondicionada obediencia al Padre, su dignidad frente a las acusaciones, su
bondad, su solidaridad con los pecadores, su abandono sin reservas al amor. Lo
decimos una vez más: el peso de las tinieblas parece anular la luz del amor de
Dios; el amor parece inútil. Pero Jesús sigue fiándose del amor; no cede a la
tentación de los zelotes, no cede a la impaciencia de los que querrían hacer
triunfar el amor recorriendo unos caminos distintos del amor mismo (por
ejemplo, el recurso al poder o a la violencia para imponer el amor). Su
reproche a los discípulos que se empeñan en recurrir a la espada supera todas
las ambigüedades. En la cruz Jesús experimenta, hasta las heces, toda la
debilidad del amor, pero no huye de ningún modo frente a esa debilidad; se
abandona por entero al amor. Los hombres lo crucifican, pero él muere por
ellos.
Pero la pasión revela además, en toda
su dramaticidad, la debilidad del discípulo: la incomprensión, el abandono y la
traición. Las expresiones que Marcos utiliza son muy reveladoras: traicionar,
dormirse, huir, abandonar...
Sin embargo, por encima de todo, está
el amor de Cristo, que es más obstinado todavía que la incomprensión del discípulo
y su traición.
-Getsemaní
Es típico de Marcos narrar la pasión de
Jesús (14, 32-42) con toda su crudeza, sin atenuar nada. Así aparece con toda
claridad el contraste del misterio de Cristo: Hijo de Dios, pero abandonado al
sufrimiento.
En la agonía de Getsemaní, Marcos pone
de relieve la "debilidad" de Jesús, su miedo ante el sufrimiento, su
angustia frente a la muerte; Mateo y Lucas se esforzarán más bien en atenuar
todo esto. Los tres verbos que describen la actitud de Jesús (versículos 33-34)
indican desconcierto, angustia, tristeza, casi una desorientación. Por lo
demás, las palabras de Jesús son muy claras: mi alma está muy triste, hasta la
muerte; quedaos conmigo y velad (versículo 34). Estas expresiones nos remiten
al salmo 42, 6 (la oración de un desterrado que se siente lejos de Señor y
abandonado) y a Jon 4, 9 (la amargura del profeta Jonás que no acaba de
comprender los planes de Dios); por muy paradójico que pueda parecer, hay que
decir entonces que la angustia de Cristo no es sólo la reacción de la
"carne débil" (versículo 38) ante la muerte, sino la desorientación
del que se siente abandonado de Dios (a pesar de que sigue confiando en él) de
que choca contra un plan de salvación que parece estar en contradicción con la
fuerza del amor. En esta situación (el evangelio sabe que es una situación que
se repetirá en la Iglesia y en el discípulo) es como nace la oración. Es una
oración que expresa, por encima de todo, confianza, conciencia de las propias
relaciones filiales: "Abba, padre" (versículo 36). Es reconocimiento
del amor del Padre y de su poder, y precisamente por eso se convierte en
súplica: "Para ti todo es posible, aparta de mí esta copa". Y después
del desconcierto y del intento de sustraerse al propio camino, se renueva otra
vez la confianza, el abandono sin reservas, la aceptación incondicionada:
"Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieras tú" (versículo
36). Pero no se trata sólo de la oración; están también los amigos y Jesús
acude a ellos en busca de aliento, de compasión; mas el discípulo no sabe
compartir sus sentimientos y no entiende. La soledad de Cristo es profunda.
De todas formas, también el discípulo
la vivirá más tarde y tendrá que velar y orar también él: dos actitudes
indispensables para superar la prueba (versículo 38).
-La crucifixión. J/SILENCIO Marcos organiza el relato de la
crucifixión (15, 24-39) de forma que resalte la "soledad" de Cristo
en el momento de morir; él es el Justo abandonado. Se trata de un rasgo que se
subrayó ya anteriormente: 14, 50-54. 56-72, etcétera.
Como Getsemaní, la soledad es tan
profunda que en la boca de Cristo vuelve a brotar la oración del justo que
sufre (Salmo 21), que tropieza con el "silencio" de Dios: "Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" En la cruz vuelve sobre Jesús
aquella tentación que le acompañó durante toda su vida, desde el desierto en
adelante. Pero esta vez no la provoca Satanás, sino el pueblo indiferente, los
jefes que se burlan de él, los soldados. Si eres el elegido de Dios, ¿por qué
no te ayuda Dios? ¿No es su "silencio" la prueba de tu error? El
fracaso del camino del amor ¿no es la señal de que la prudencia está en otra
parte? Pero Jesús se abandona hasta el fondo de esta "debilidad" del
amor y precisamente por eso la muerte de Cristo se convierte en el lugar en
donde se revela la fuerza de Dios, ¡la fuerza del amor! Marcos está
profundamente convencido de ello. Por eso termina su relato con dos textos de
un alcance simbólico: la cortina desgarrada del templo y la conversión del
centurión.
La fe nace de Jesús moribundo. El
centurión reconoce al Hijo de Dios en la muerte, no sólo en los milagros. En el
amor que se entrega sin reservas es donde el discípulo debe descubrir el rostro
del verdadero Dios y el camino de la verdadera salvación.
Bruno
Maggioni, El relato de Marcos, Edic. Paulinas/Madrid 1981.Pág. 207
10. Un político ( /Mc/15/01-15)
Al comenzar el episodio, el lector no
sabe quién es Pilato. No es presentado de antemano. Se deducirá de sus palabras
y sus acciones. Se deducirá de su encuentro con Jesús. El contraste de este
encuentro es vivo: Jesús atado, conducido por las autoridades religiosas; un
prisionero peligroso, puesto que así es conducido. Pilato, el gobernador, el
político, toma la iniciativa y pregunta. Está en su terreno. Jesús sólo puede
ser peligroso para él si es verdad que tiene pretensiones reales. No le
pregunta si se cree que es rey, sino si lo es, es decir, si actúa como rey. La
escena tiene algo de ridículo. Nada en el relato muestra animosidad por parte
de Pilato contra Jesús. Éste responde con una inteligente ambigüedad: tú lo
dices. De nuevo, es preciso interpretar. El lector debe interpretar: ¿es Jesús
rey? Para responder deberá tener en cuenta todo el itinerario de Jesús, todo el
evangelio, buscando sobre todo su focalización. La nueva pregunta de Pilato es
más provocativa: se escuda en las acusaciones de las autoridades judías. Jesús
no entra en su juego y guarda silencio. Pilato se sorprende y, como una nueva
táctica, trata de implicar a la gente en una elección política y religiosa a un
tiempo. Que sea el pueblo el que decida. Y el pueblo decide. Pilato elude
públicamente toda implicación en el caso. Ya no dice que Jesús es rey, sino «al
que llamáis rey». Y, sin embargo, dice el narrador que Pilato sabe la razón por
la que lo entregan las autoridades judías: por envidia. Se desvela así la trama
política. A Pilato no le importa Jesús, sino sus propias relaciones con los
Sumos Sacerdotes. Al final, el narrador añade una anotación: Pilato quiere
complacer al pueblo y entrega a Jesús a la muerte. Pilato se descubre en el
encuentro con Jesús. Jesús, en una nueva ironía situacional, revela su
identidad divina ante alguien que le considera como algo que se puede usar y
tirar.
Mercedes
Navarro, Sal Terrae 1997/04. Pág. 319
11. ACI DIGITAL 2003
1. Dos días: la unción de Jesús,
referida en los vv. 3 ss., tuvo lugar seis días antes de la Pascua (Juan 12,
1).
3. Sobre su cabeza: el Señor se dignó aceptarle esto en concepto de unción para la sepultura (v. 8) y limosna hecha a El como pobre (v. 6 s.). Véase sobre esto Juan 20, 7 y nota: "Y el sudario, que había estado sobre su cabeza, puesto no con las fajas, sino en lugar aparte, enrollado". Es de notar la reverencia especial para con la sagrada Cabeza de Jesús que demuestran los ángeles. No quiso Dios que el sudario que envolvió la Cabeza de su Hijo muy amado quedase confundido con las demás vendas.
En Juan 12, 3 se habla de los pies, como en Luc. 7, 38.
5. Trescientos denarios: más o menos,
el salario anual de un empleado de entonces.
8. Cada vez más a menudo alude el Señor
a su muerte, para preparar a sus discípulos a los tristes acontecimientos que
se acercan.
9. Este Evangelio: expresión singular y
profética, pues sabemos que los santos Evangelios fueron escritos mucho más
tarde.
Confrontado en San Juan 16, 12:
"Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis soportarlo
ahora".
10. Véase Mat. 26, 14 - 16; Luc. 22, 3 - 6.
10. Véase Mat. 26, 14 - 16; Luc. 22, 3 - 6.
14. Comer la Pascua, es decir, el cordero pascual prescrito por la Ley. (Ex. 12, 3 ss.). Jesús, que no había venido a derogarla (Mat. 5, 17), no ve inconveniente en observarla, como lo hizo con la circuncisión (cf. Rom. 15, 8), aunque El había de ser, por su Pasión y Muerte en la Cruz, la suma Realidad en quien se cumplirían aquellas figuras; el Cordero divino que se entregó "en manos de los hombres" (9, 31) sin abrir su boca (Is. 53, 7); el que San Juan nos presenta como inmolado junto al trono de Dios (Apoc. 5, 6), y que S. Pablo nos muestra como eterno Sacerdote y eterna Víctima. Cf. Hebr. caps. 5 - 10; S. 109, 4.
21. Judas el traidor es expresamente
condenado por el Señor y entregado a la maldición. Por eso es imposible creer
que se haya salvado. Véase Juan 17, 12; Hech. 1, 16; S. 40, 10. }
Cf. en I Rey. 31, 13.
24. Léase en Mateo 20, 28 y nota:
"Así como el Hijo del hombre vino, no para ser servido, sino para servir y
dar su vida en rescate por muchos". Al saber esto los que, siendo hombres
miserables, tenemos quienes nos sirvan ¿no trataremos de hacérnoslo perdonar
con la caridad hacia nuestros subordinados, usando ruegos en vez de órdenes y
viendo en ellos, como en los pobres, la imagen envidiable del divino
Sirviente?. Nótese que esto, y sólo esto, es el remedio contra los odios que
carcomen a la sociedad. En rescate por muchos, esto es, por todos.
"Muchos" se usa a veces en este sentido más amplio.
No significa aquí: derramada "por obra de" muchos (aunque esto también sea verdad en el sentido de que todos somos pecadores), sino que se derrama como un bautismo de redención sobre todos los que lo aprovechen, según la palabra del Apocalipsis 22, 14 (Vulgata) coincidente con Ef. 1, 7; Col. 1, 14 y 20; Hebr. 9, 12 ss.; 13, 12; I Pedro 1, 19; I Juan 5, 6; Apoc. 12, 11.
27. Véase Zac. 13, 7.
28. Véase Mat. 26, 30 ss.; Marc. 14, 68
- 72; Luc. 22, 31 ss.; Juan 13, 36 ss.; 16, 32.
32. Una iglesia, construida
recientemente, conmemora el lugar de la agonía del Redentor en el huerto de
Getsemaní, situado al este de Jerusalén, entre la ciudad y el Monte de los
Olivos.
36. Véase Mateo 26, 42; Lucas 22, 42. El cáliz significa la pasión. Cf. 10, 38; Lucas 12, 50.
36. Véase Mateo 26, 42; Lucas 22, 42. El cáliz significa la pasión. Cf. 10, 38; Lucas 12, 50.
41. Estas palabras coinciden con las
que el Señor había dicho a Pedro en el v. 37, y nos muestran, como una lección
para nuestra humildad, el grado de inconsciencia de aquellos hombres en semejantes
momentos. La versión que pone los verbos en imperativo resulta inexplicable
ante la palabra que Jesús agrega inmediatamente: ¡basta!".
43. Véase Mat. 26, 47 ss.; Juan 18, 3
ss.
50. Esta huida general, que nos enseña
la miseria sin límites de que todos somos capaces, es también inexcusable falta
de fe en la bondad y el poder del Salvador, pues Él había mostrado con sus
palabras (Juan 17, 12) y con su actitud (Juan 18, 8 s. y 19 s.) que no
permitiría que ellos fuesen sacrificados con Él.
Véase Mat. 26, 56 y nota: "Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas". Entonces los discípulos todos, abandonándole a Él, huyeron.
¡Todos!. Es muy digno de observar el contraste entre esta fuga y la escena precedente. Allí vemos que se intenta una defensa armada de Jesús, es decir, que si El la hubiese aceptado, obrando como los que buscan su propia gloria (Juan 5, 43), los discípulos se habrían sin duda jugado la vida por su caudillo (Juan 11, 16; 13, 37). Pero cuando Jesús se muestra tal cual es, como divina Víctima de la salvación, en nuestro propio favor, entonces todos se escandalizan de Él, como Él se lo tenía anunciado (v. 31 ss.), y como solemos hacer muchos cuando se trata de compartir las humillaciones de Cristo y la persecución por su Palabra (13, 21). Algo análogo había de suceder a Pablo y Bernabé en Listra, donde aquél fue lapidado después de rechazar la adoración que se les ofrecía creyéndolos Júpiter y Mercurio (Hech. 14, 10 - 18).
Véase Mat. 26, 56 y nota: "Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas". Entonces los discípulos todos, abandonándole a Él, huyeron.
¡Todos!. Es muy digno de observar el contraste entre esta fuga y la escena precedente. Allí vemos que se intenta una defensa armada de Jesús, es decir, que si El la hubiese aceptado, obrando como los que buscan su propia gloria (Juan 5, 43), los discípulos se habrían sin duda jugado la vida por su caudillo (Juan 11, 16; 13, 37). Pero cuando Jesús se muestra tal cual es, como divina Víctima de la salvación, en nuestro propio favor, entonces todos se escandalizan de Él, como Él se lo tenía anunciado (v. 31 ss.), y como solemos hacer muchos cuando se trata de compartir las humillaciones de Cristo y la persecución por su Palabra (13, 21). Algo análogo había de suceder a Pablo y Bernabé en Listra, donde aquél fue lapidado después de rechazar la adoración que se les ofrecía creyéndolos Júpiter y Mercurio (Hech. 14, 10 - 18).
53. La casa de Caifás estaba en la parte
sudoeste de la ciudad. Había que andar hasta allí unos dos kilómetros. Según
una tradición piadosa, Jesús en este largo trayecto cayó en tierra, a
consecuencia de los malos tratamientos, muchas veces más que las tres caídas
del Vía Crucis. Cf. S. 109, 7.
58. Véase Juan 2, 19: "Jesús les
respondió: "Destruid este Templo, y en tres días Yo lo volveré a
levantar".
Gramática recuerda también aquí el
templo celestial de Hebr. 9, 11 y 24.
62. "El nombre de Hijo del hombre,
que Jesús mismo se dio, expresa su calidad de hombre, y por alusión a la
profecía de Daniel, insinúa su dignidad mesiánica" (P. d'Ales). Véase Dan.
7, 13; Mat. 24, 30; 26, 64; S. 79, 16.
64. Es condenado por blasfemia el Santo
de los santos, el inmaculado Cordero de Dios, el único Ser en quien el Padre
tenía puestas todas sus complacencias (Mat. 3, 17; 17, 5). Su
"blasfemia" consistió en decir la doble verdad de que El era el
anunciado por los profetas como Hijo de Dios y Rey de Israel (Luc. 23, 3; Juan
18, 37).
64. Es condenado por blasfemia el Santo
de los santos, el inmaculado Cordero de Dios, el único Ser en quien el Padre
tenía puestas todas sus complacencias (Mat. 3, 17; 17, 5). Su
"blasfemia" consistió en decir la doble verdad de que El era el
anunciado por los profetas como Hijo de Dios y Rey de Israel (Luc. 23, 3; Juan
18, 37).
66. Véase Mat. 26, 69 ss.; Luc. 22, 55
ss.; Juan 18, 16 ss.
72. La caída de Pedro fue profunda,
pero no menos profundo fue luego su dolor. Muchos seguimos a Pedro negando al
Señor; sigamos también la preciosa lección del arrepentimiento, ya que, como
enseña Jesús, el más perdonado es el que más ama (Luc. 7, 47).
1. Pilato era gobernador y
representante del emperador romano, de cuyo imperio formaba parte la Judea. Sin
el permiso del gobernador los judíos no podían condenar a muerte (Juan 18, 31;
19, 6 s.)
10. Véase la nota a Mateo 27, 18: "Porque sabía que lo habían entregado por envidia". Por envidia: se refiere a los sacerdotes (Marc. 15, 10), contra cuya maldad apelaba Pilato ante el pueblo. Marcos (15, 11) reitera lo que aquí vemos en el v. 20 sobre la influencia pérfida con que aquellos decidieron al pueblo, que tantas veces había mostrado su adhesión a Jesús, a servirles de instrumento para saciar su odio contra el Hijo de Dios, hasta el punto de persuadirlo a que lo pospusiese a un criminal (Luc. 23, 18; Juan 18, 40). San Pedro recuerda al pueblo esta circunstancia en Hech. 3, 14 - 17.
15. Pilato había preguntado a Cristo
qué verdad era aquella de que Él daba testimonio y no aguardó siquiera la respuesta
(Juan 18, 38), que le habría revelado las maravillas de los profetas (cf. Rom.
15, 8). De esta despreocupación por conocer la verdad nacen todos los extravíos
del corazón. Pilato ha quedado para el mundo - que lo reprueba sin perjuicio de
imitarlo frecuentemente - como el prototipo del juez que pospone la justicia a
los intereses o al miedo. Véase en el S. 81 y sus notas las tremendas
maldiciones con que Dios fulmina a cuantos abusan del poder. }
16. Véase Mateo 27, 27 ss.; Juan 19, 2
s.
21. Marcos no sólo menciona a Simón,
sino también a sus hijos Alejandro y Rufo, conocidos en Roma, donde el
Evangelista escribió su Evangelio (Rom. 16, 13). Esto demuestra que Simón con
su familia se convirtió a la religión cristiana, sin duda como una gracia que
Jesús concedió al que llevaba con Él la Cruz, aunque no lo hubiese aliviado
mucho. Véase Luc. 23, 26 y nota: "Cuando lo llevaban, echaron mano a un
cierto Simón de Cirene, que venía del campo, obligándole a ir sustentando la
cruz detrás de Jesús". Del texto deducen algunos que la ayuda del Cireneo
no hacía sino aumentar el peso de la Cruz sobre el hombro del divino Cordero,
al levantar detrás de Él la extremidad inferior.
22. Véase Mateo 27, 33; Lucas 23, 32 ss.; Juan 19, 17 ss.
28. Véase Is. 53, 12; S. 21, 8; 108,
25.
29. Cf. 14, 58; Juan 2, 19.
34. Jesús no padeció a la manera de los
santos mártires, que sufrían confortados por la gracia. Su alma estaba oprimida
por el peso de los pecados que había tomado sobre sí (cf. Ez. 4, 4 ss.), pues
su divinidad permitió que su naturaleza humana fuera sumergida en un abismo
insondable de sufrimientos. Las palabras del S. 21, que Jesús repite en alta
voz, muestran que el divino Cordero toma sobre sí todos nuestros pecados.
36. Sobre el misterio de Elías, véase
9, 12 s. y nota: Respondióles: "Elías, en efecto, vendrá primero y lo
restaurará todo. Pero ¿cómo está escrito del Hijo del hombre, que debe padecer
mucho y ser vilipendiado? 13 Pues bien, Yo os declaro: en realidad Elías ya
vino e hicieron con él cuanto les plugo, como está escrito en él". En
espíritu S. Juan era Elías, mas no en persona" (S. Gregorio Magno). Véase
Mat. 17, 11 s. ; Mal. 4, 5; Is. 53, 3.
37. El Hijo de Dios muere emitiendo una
gran voz para mostrar que no le quitan la vida sino porque Él lo quiere, y que
en un instante habría podido bajar de la cruz y sanar de sus heridas, si no
hubiera tenido la voluntad de inmolarse hasta la muerte para glorificar al
Padre con nuestra redención (Juan 17, 2; cf. Mat. 26, 42). Los evangelistas
relatan que Jesús murió en viernes y, según los tres más antiguos, cerca de la
hora nona, es decir, a las tres de la tarde.
39. Véase Mateo 27, 54 ss.; Lucas 23,
47 ss.; Juan 19, 38 ss.
42. Preparación: Los judíos llamaban así el viernes, pues se preparaba en este día todo lo necesario para el sábado, en que estaba prohibido todo trabajo.
43. El heroísmo de José de Arimatea no
tiene paralelo. Intrépido, confiesa pública y resueltamente ser partidario del
Crucificado, confirmando las palabras con sus obras, mientras los apóstoles y
amigos del Señor están desalentados y fugitivos. El Evangelio hace notar
expresamente que José esperaba el reino de Dios, en lo cual vemos que esa
esperanza era común entre los discípulos. Véase 10, 35; 11, 10; Mat. 23, 39;
Luc. 19, 11; Hech. 1, 6; II Tim. 4, 1; Hebr. 2, 8; 10, 37, etc.