SER
AMADOS POR DIOS
ORACION COLECTA
Señor, que reconcilias contigo a los
hombres, por tu Palabra hecha carne, haz que el pueblo cristiano se apresure,
con fe viva y entrega generosa a celebrar la próximas fiestas pascuales. Por
Nuestro Señor.
PRIMERA LECTURA
Lectura del segundo Libro de las
Crónicas 36, 14-16. 19-23.
En aquellos días, todos los jefes
de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las
costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la Casa del Señor, que él
se había construido en Jerusalén.
El Señor, Dios de sus padres, les
envió desde el principio avisos por medio de
sus mensajeros, porque tenía
compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros
de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que
subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto, que ya no hubo remedio.
Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron
fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los
que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron
esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para
que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del Profeta Jeremías:
«Hasta que el país haya pagado
sus sábados,
descansará todos los días de la
desolación, hasta que se cumplan los setenta años».
En el año primero de Ciro, rey de
Persia, en cumplimiento de la Palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el
Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por
escrito en todo su reino:
«Así habla Ciro, rey de Persia:
El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El
me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre
ustedes pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!».
SALMO
RESPONSORIAL (136)
Que no me
olvide de ti, Señor.
Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R
Allí los que nos deportaron nos
invitaban a cantar, nuestros opresores, a divertirlos: «Canten un cantar de
Sión.». R
¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!. Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la
mano derecha. R
Que se me pegue la lengua al
paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis
alegrías. R
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo
a los Efesios 2, 4-10
Hermanos: Dios, rico en misericordia, por
el gran amor con que nos amó: estando nosotros muertos por los pecados, nos ha
hecho vivir con Cristo -por pura gracia estáis salvados- nos ha resucitado con
Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él.
Así muestra en todos los tiempos la
inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque están salvados por su gracia y
mediante la fe. Y no se debe a ustedes, sino que es un don de Dios; y tampoco
se debe a las obras, para que nadie pueda presumir.
Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado
en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él determinó
practicásemos.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan
3,
14-21.
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: Lo
mismo que Moisés elevó la serpiente en el desiertos así tiene que ser elevado
el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su
Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan
vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no será condenado; el
que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único
de Dios.
Esta es la causa de la condenación: que la
luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus
obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente
detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se
acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
COMENTARIO
De
la conversación con Nicodemo recogemos la afirmación que puede dar alimento a
más de una meditación: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único”.
¿Construimos nuestra espiritualidad sobre este pensamiento de ser amados?
La idea de amar nos resulta más familiar: Señor, te
amo, quiero amarte. Sin embargo es posterior a la de ser amados.
Antes de eso,
por ser primero, deberíamos afianzar esta maravillosa certidumbre: Dios nos
ama, Dios me ama. ¿Qué somos entonces, si Dios puede amarnos? Más de una vez,
esta idea nos hace soñar, pero no acabamos de ver claro. ¿Tú Señor y nosotros?
¿Qué encuentras en nosotros? ¿Qué ocurre cuando tú nos miras? ¿Te conmueves?
¿Te diviertes? ¿Te irritas? Ya el antiguo salmo se planteaba esta cuestión:
“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?”. ¿Qué soy yo a tus ojos, Señor,
para que pienses en mí?
Cuando alguien piensa en nosotros, nos sentimos
felices. ¿Cómo es que no sentimos esa misma dicha, mil veces más interesante,
ante la idea de que Dios nos ama? La respuesta es fácil. Los que nos aman tienen un rostro, sus ojos
nos sonríen, su voz nos conmueve. Pero ¿Dios? ¿Cómo nos mira? ¡Es tan difícil
imaginarle! ¡Dios es tan silencioso! Apenas dicho esto, tengo vergüenza de
haber hablado así, ¿Cómo puedo olvidar que, para hablarnos de amor, Dios nos
envió su propia palabra?. ¿Qué para poder sonreírnos quiso unos ojos de hombre?
“Al verbo de vida, dice Juan, lo hemos visto, lo hemos oído, lo han tocado
nuestra manos, la vida se ha manifestado en él”. ¡La vida nos ha mirado!
El secreto de los iconos está ahí: ser mirados por
Cristo, ser mirados con amor por Dios.
Esa mirada puede realmente hacernos existir. El hijo
mirado con cariño se desarrolla feliz; el hombre amado, la mujer amada sienten,
bajo ese sol, que existen que son alguien para el otro ¡Sentir, o por lo menos,
saber por la fe que yo soy alguien para Dios!
El ama también
a los que me cuesta amar. Pensar en su mirada sobre mí no tiene que llevarme a
imaginar un tú a tú que haga el desierto alrededor de nuestro amor; eso sería
perder pronto ese amor. Yo soy amado por un amor inmenso, en un amor inmenso.
“Tanto amó Dios al mundo”.
Cuando
desprecio a alguien, cuando le tengo envidia, cuando lo ignoro, me salgo de la
revelación que establece el único espacio en que puede ser amado por Dios; él
ama a todos los hombres, nos ama como pueblo.
Amado por él, comulgo de su mirada de amor a los
demás: “Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo sino para que el
mundo se salve”.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos,
al Señor, que no desea la muerte de pecador, sino que se convierta y viva,
pidámosle que tenga misericordia de su pueblo penitente:
1.- Por la
Iglesia, especialmente nuestra comunidad parroquial, en su avance por el
desierto de la Cuaresma, hacia la luz de la Pascua. Roguemos al Señor.
2.- Por
nuestra juventud: para que descubra y responda a su misión en la Iglesia. Roguemos
al Señor.
3.-
Seguimos orando insistentemente al Señor, para que cesen las guerras, el odio y
la violencia y reine la paz en el mundo entero. Roguemos al Señor Roguemos
al Señor.
4.- Por
los que se están preparando para recibir el sacramento del bautismo, sus padres
y padrinos, para que sean fortalecidos diariamente y puedan cumplir sus
compromisos bautismales. Roguemos al Señor.
5.- Por
cada uno de nosotros, que fijando nuestros Ojos en Cristo, luz del mundo,
queremos realizar la verdad con nuestras obras, hechas según Dios. Roguemos
al Señor.
Hoy
nuestro corazón salta de gozo Dios Padre nuestro, al sabernos amados por ti con
un amor que nos hace hijos tuyos. La prueba que verifica tan gozosa noticia es
Jesús, tu Hijo, nuestro hermano y amigo para siempre. El no vino para condenar
sino para salvar al hombre que tu amas con amor y con ternura de padre. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Al ofrécete Señor, en la celebración gozosa de este domingo los
dones que nos traen la salvación te rogamos nos ayudes a celebrar estos santos
misterios con fe verdadera y al saber ofrecértelos por la salvación del mundo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Señor
Dios, luz que alumbras a todo hombre que viene a este mundo ilumina nuestro
espíritu con la claridad de tu gracia, para que nuestros pensamientos sean
dignos de ti y aprendamos a amarte de todo corazón. Por Jesusita nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 12: Is 65, 17-21; Sal 29; Jn 4, 45-54.
Martes 13: Ez 47, 1-9.12; Sal 45; Jn 5, 1-16.
Miércoles 14: Is 49, 8-15; Sal 144; Jn 5, 17-30.
Jueves 15: Ex 32, 7-14; Sal 195; Jn 5, 31-47
Viernes 16: Sb 2, 1ª.12-22; Sal 33; Jn 7, 1-2.10-25-30.
Sábado 17: Jr 11, 18-20; Sal 7; Jn 7, 40-53.
Domingo 18: Jr 31, 31-34; Sal 50; Hb 5, 7-9; Jn 12, 20-33.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 3. 14-21
Ver evangelio
de TRINIDAD, ciclo A: Jn 3, 16-18
"Tanto amó Dios al mundo". Esta es su
credencial y con ella se presenta desde la primera página de la Biblia. Por
amor anda Dios en busca nuestra por los caminos del mundo. El autor del texto
que hoy leemos hace especial hincapié en ello, como si quisiera hacer frente a
un modo distinto de presentar a Dios, a un modo que concibiera a Dios como juez
rencoroso y buscador de muerte.
Pero Dios no dicta sentencia contra nadie. Esto es
algo que cada uno hacemos contra nosotros mismos con nuestra incredulidad de
creyentes, un modo paradójico de ser, más hondo y complejo de lo que nosotros
calificamos como malas obras. Estas, las malas obras, nunca estarán bien, por
supuesto. Pero de ello podemos ser suficientemente conscientes y salir. Basta
que poseamos una conciencia no fanática. Ceguera, exaltación, intolerancia:
esto es lo realmente preocupamte y grave, porque la conciencia fanática siempre
se considera vidente, más aún, clarividente.
Hagamos el esfuerzo de leer la última parte del
texto de hoy desde la referencia de /Jn/09/41:
"Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que véis, vuestro
pecado sigue ahí". Sin esta referencia corremos el riesgo de encaminar la
"la luz y la verdad" por la dirección fanática, que es exactamente la
contraria de por donde discurre el creer en el nombre del Hijo único de Dios.
Creer en el nombre del Hijo es una expresión para decir creer en lo que el Hijo
es y significa.
Alberto Benito, Dabar 1988/19
2. EV/SINOPTICOS.
LOS SINÓPTICOS REFLEJAN MEJOR cómo ERA JESÚS; JUAN REFLEJA MEJOR lo que era
JESÚS. PONE EN SUS LABIOS LO QUE NUNCA DIJO PERO QUE EN REALIDAD ERA.
VE/NO-V-FUTURA: VIDA ETERNA NO SIGNIFICA VIDA DESPUÉS DE LA
MUERTE. ES LA VIDA PROPIA DE UNA EXISTENCIA FELIZ. DE UN TIEMPO Y DE UN MUNDO
NUEVO.
El domingo pasado decíamos que Juan entendía la
expulsión de vendedores y cambistas como eliminación-sustitucion del Templo por
Jesús. En el texto de hoy el autor profundiza en el significado de este Jesús
que sustituye al Templo. Lo hace sirviéndose de un diálogo entre el propio
Jesús y Nicodemo, autoridad religiosa. Por lenguaje y temática, este tipo de
diálogos son característicos del cuarto evangelio. En los evangelios sinópticos
Jesús habla de una manera muy distinta.
Jn/SINOPTICOS: ¿Quién nos da, pues, la versión más fidedigna del
personaje? Uno y otros, pero a distintos niveles. Los sinópticos, a nivel de
lenguaje real; Juan, a nivel de significado. Los sinópticos reflejan mejor COMO
era Jesús; Juan refleja mejor LO QUE ERA Jesús. En Juan hay más cantidad de
mediación interpretativa que en los sinópticos. Y a este plus de mediación
interpretativa Juan le da forma hablada, poniendo en los labios de Jesús lo que
Jesús nunca dijo, pero que en realidad era. Por eso, al comentar un diálogo de
Juan, es más exacto hablar de significado de Jesús que de palabras de Jesús.
El diálogo de hoy presupone el texto de /Nm/21/09:
"Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte".
Fue una medida salvadora. "Cuando una serpiente mordía a uno, éste miraba
a la serpiente de bronce y quedaba curado". El correlativo de la serpiente
de bronce en el estandarte es Jesús en la cruz; el correlativo de mirar es
creer. Jesús tiene que ser levantado en alto. ¡Honda y misteriosa necesidad!
Para que al levantar la vista hacia esa altura quedemos salvados. El autor
habla en perspectiva de presente. VIDA ETERNA no significa lo que nosotros
solemos llamar vida después de la muerte. En la expresión de Juan, eterno no se
contrapone a temporal. Vida eterna es sinónimo de calidad de vida; eterno
designa plenitud, totalidad. Vida eterna es la vida propia de una existencia
feliz, de un tiempo y un mundo nuevo. Jesús levantado en alto hace posible este
tipo de existencia para todo el que levanta sus ojos hacia él, para todo el que
cree en él. El designio del Padre, continúa Juan, su voluntad es que tengamos
una existencia así. Parece un sueño.
Sólo con pensarlo un indescriptible relajamiento se
apodera de uno. Jesús levantado en alto acaba con toda situación y sensación de
existencia echada a perder. Existencia echada a perder es lo contrario de vida
eterna.
No sé por qué extrañas razones los humanos estamos
empeñados en hacer de Dios un contrincante que está a nuestro acecho. Debería
bastar esta página de Juan para convencernos de lo contrario. Lo mismo habría
que decir sobre nuestra idea de Dios como juez futuro. Incluso la traducción
litúrgica parece favorecer esta perspectiva de juicio futuro.
No SERA condenado es una muy mala traducción del
original griego, a no ser que este futuro sea entendido en un sentido puramente
lógico. Pero para evitar ambigüedades sería mejor traducir: el que cree en él
no queda condenado, al que cree en él no se le condena.
No debemos perder de vista el punto de partida:
mirar a la serpiente levantada en alto suponía la curación. Lo contrario es
igualmente válido: dejar de mirar a la serpiente suponía no curarse. Es decir,
excluirse uno a sí mismo de ser curado. Esto es exactamente lo que dice Juan cuando
escribe que los hombres han preferido la tiniebla a la luz. Lo cual significa
que el hombre es el único responsable de su destino y que Dios no es ni su
contrincante ni su juez. Dios es sencillamente un padre, cuyo hijo único ha
sido levantado en lo alto de una cruz. Pero para fortuna nuestra, al mirar a
este hijo quedamos salvados.
A.- Benito, Dabar 1985/18
3. REDENCION/EXPIACION D/SADICO: TEOLOGÍAS POCO AFORTUNADAS QUE PRESENTAN A
UN DIOS NECESITADO DE DESAGRAVIOS SANGRIENTOS.
Habrá que evitar ciertas teologías poco afortunadas
que presentan a un Dios necesitado de desagravios sangrientos por las ofensas
de los hombres y que manda a su Hijo para que le ofrezca su sangre, de valor
infinito.
Una presentación adecuada podría ser constatar que
el camino de los hombres andaba desencajado, alejado de Dios, incapaz de romper
el círculo de pecado. Y sólo el propio Dios podía romper ese círculo infernal.
Y el Hijo de Dios se hace hombre, el propio Dios viene a vivir esa débil y
confusa situación humana. Y la vive del modo como Dios vive las cosas: como un
acto absoluto, pleno, constante, de amor. Vivir así, en este mundo nuestro
lleno de mal y de pecado, significa acabar perdiendo. Y Dios pierde, Dios
muere. Pero EL CIRCULO SE HA ROTO, LA FUERZA DEL PECADO NO HA PODIDO CON LA
FUERZA DEL AMOR, AUNQUE EL PRECIO QUE EL HIJO DE DIOS HA TENIDO QUE PAGAR HAYA
SIDO EL PRECIO MAS ALTO que pueda pagarse: su vida, su sangre. Y eso es la
redención: la entrega absoluta del Hijo de Dios ha hecho que el pecado no
domine ya definitivamente. El que cree en él, el que se acerca a la luz, ya no
es reo de la condena por el pecado; el que cree en él, el que se acerca a la
luz, después de la muerte hallará vida.
J. Lligadas, Misa Dominical 1988/06
4. FE/SV/JUICIO
Jesús, pues, no es juicio sino salvación. Dios no
es el que juzga, sino el que salva. La salvación tiene lugar por la fe. En
cambio, "el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre
del Hijo único de Dios". La luz es dada a todos (ilumina a todos los hombres:
Jn 1,9), pero "los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus
obras eran malas".
El evangelista va penetrando en el misterio y
apunta al corazón mismo de cada persona y a su libertad, que se autoexpresa y
se autodecide con su comportamiento, y así se deja iluminar (¡y salvar!) por la
luz, o bien la aborrece y se aleja de ella.
Nosotros nos guardaremos mucho de distribuir
condenas, pero exhortaremos a los creyentes (y nos exhortaremos a nosotros
mismos) a prestar atención a nuestras obras, pues ellas nos expresan y nos
abren (o cierran) a la luz salvadora que "resplandece en las
tinieblas" (Jn 1,5).
J. Totosaus, Misa Dominical 1991/05
5.- Así tiene que ser elevado el Hijo del hombre
(evangelio). El levantamiento de Jesús es a la vez su muerte en cruz y su
glorificación; es fruto del rechazo del mundo y atracción salvadora de todos
los hombres; Jesús es elevado (para morir) por el mundo y es elevado (para
salvar) por el Padre; por eso no le ha compadecido: "para que todo el que
crea en él tenga vida eterna". Jesús elevado, atrae a todos los hombres;
es la luz verdadera que ilumina a todos. Hacia ese Jesús elevado en señal de
oprobio nosotros levantamos nuestros ojos de la fe para tener vida eterna:
reconocemos en él el amor salvador del Padre y el amor fiel y salvador del
Hijo; porque tampoco el Hijo no se ha compadecido, no ha amado tanto su vida
que la quisiese guardar sólo para él, sino que ha aceptado perderla, es decir,
entregarla al Padre y a todos nosotros. Y, no obstante, siempre estamos
tentados de preferir más las tinieblas que la luz, por miedo a que no ponga de
manifiesto nuestras obras. En esta doble atracción de la luz salvadora, pero
denunciadora, y de la tiniebla, oscura pero protectora, se juega toda nuestra
vida. ¿Hacia dónde nos inclinamos? ¡Creamos en el amor! (1 Jo 4,16). ¡Dejémonos
atraer por el Hijo del hombre elevado sobre la tierra! ¡Caminemos hacia la luz!
J. Totosaus, Misa Dominical 1991/05
6. CZ/GLORIA
Juan utiliza la narración de la serpiente de
bronce, elevada por Moisés en el desierto (Núm 21, 8s), como figura que ilustra
proféticamente lo que sucede en la "elevación" del Hijo del Hombre en
la cruz. A este respecto, destaca sólo tres puntos de conexión: la
"elevación", la fuerza salvadora y el plan de Dios que tenía que
cumplirse. Importancia especial tiene la "elevación", palabra
utilizada en doble sentido: elevación a la cruz y elevación a la diestra del
Padre. Por esta razón nosotros hubiéramos preferido traducir el original por la
palabra "exaltación". Juan ve en la crucifixión -y no después de
ella- el momento culminante de la vida de Jesús, la "hora", de su
glorificación. La "exaltación" es el tránsito de Jesús del mundo al
Padre, la Pascua.
La salvación viene del Hijo del Hombre exaltado en
la cruz: "Cuando yo sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia
mí" (12, 32). Creemos que es así, porque conocemos que éste es el plan de
Dios, cuyo objetivo no es otro que dar vida a los creyentes, glorificando con
ello a su Hijo (17,2; cfr. 13, 31s). El versillo debiera traducirse: "para
que todo el que cree tenga vida eterna en él".
El plan de salvación no tiene otro fundamento que
el incomprensible amor de Dios al "mundo", esto es, al mundo de los
hombres, que habían quedado sin "vida" por su culpa.
Llevado por su amor al mundo, Dios salta el abismo
que nos separaba de él y se aproxima a nosotros, para darnos lo que más quiere:
su "único Hijo". Más aún, entregando a su único Hijo a la muerte para
que nosotros tengamos vida. En esto se manifiesta que Dios es amor. El mejor
comentario a este texto lo hace Juan en su primera carta (4, 9s).
Se contrapone aquí "perdición" (o muerte)
y "vida", lo mismo que en el versillo siguiente
"condenación" (o juicio) y "salvación".
El hombre sólo puede escapar de la perdición y de
la condena, si, creyendo en Jesucristo, recibe la vida y la salvación. Dios
envía a su hijo para salvar al mundo y no para condenarlo, Dios quiere la
salvación de todos los hombres, y Jesús es, como afirma la Samaritana, el
"salvador del mundo" (4, 42). Frente a cualquier dualismo de buenos y
malos, Dios ofrece a todos la salvación y no sólo a una minoría privilegiada.
El nombre del Hijo único de Dios es
"Jesús", que significa "Dios salva". Creer en el
"nombre", es creer en la misión salvadora de Jesús. Dios quiere la
salvación de todos; si, no obstante, algunos se condenan es porque no creen en
el nombre de su hijo y rechazan la salvación.
Es característico de Juan lo que se ha llamado
"escatología presente", esto es, el considerar el juicio de Dios como
algo que acontece ya cuando el hombre resiste al Evangelio con su incredulidad;
pues el que no cree, a sí mismo se condena y se priva de la última oportunidad
de alcanzar la vida. Según esto, lo que llamamos "juicio final" no
sería otra cosa que la confirmación divina de aquella sentencia a la perdición
y a la muerte.
Frente a las "tinieblas", que se
presentan aquí como una personificación del mal, se alza la "luz" que
es el mismo Hijo de Dios en persona (1, 4s). La venida de la "luz" al
mundo denuncia la existencia de las "tinieblas" y, aunque el hijo de
Dios no viene a juzgar a nadie, su presencia establece inevitablemente un
juicio. La "luz" -y, por lo tanto, la proclamación del evangelio-
cuestiona a los hombres y les obliga a decidir entre la fe y la salvación, o la
incredulidad y la perdición. Muchos se deciden por la incredulidad, porque sus
obras no son buenas.
Se habla aquí de "hacer la verdad"; pues
para Juan la verdad, lo mismo que la mentira, no son dos teorías opuestas, sino
dos modos contradictorios de vivir. Los que obran perversamente se oponen a la
verdad con la mentira de su vida y esconden sus malas obras huyendo de la luz.
En cambio, los que hacen la verdad buscan la luz, para que se vean sus obras
buenas.
Eucaristía 1988/13
7.- Las palabras de Jesús a Nicodemo -el primero de
los discursos que hallamos en el evangelio de Juan- expresa en forma resumida
los principales temas de la revelación de la que Jesús es portador.
Partiendo de la misión de Jesús, el Hijo del
Hombre, el fragmento de hoy habla también del Padre que envía el Hijo al mundo
y termina con la postura que toman los hombres ante esta oferta de salvación
por parte de Dios.
1. La misión que Jesús ha recibido consiste en dar
al hombre "vida eterna", la misma vida de Dios, que proviene del
"agua y del Espíritu" (cfr. versículo 3) y que se concede a los
hombres en virtud del Hijo del Hombre elevado. Ser elevado significa para Jesús
no sólo la cruz y la muerte, sino también su resurrección y exaltación junto al
Padre (los sinópticos expresan eso mismo diciendo: "El Hijo del Hombre
tiene que padecer mucho,... ser ejecutado y resucitar a los tres días":
cfr. Mc 8, 31). El don del Espíritu, íntimamente unido a la glorificación de
Jesús (cfr.Jn 7, 37-39) es fuente de vida eterna, definitiva, para cuantos
creen en El.
2. Los versículos 16 y 17 ("Tanto amó Dios al
mundo...") explican la misión de Jesús, el Mesías, partiendo de Dios,
puesto que es El quien tiene la iniciativa de intervenir en la historia. Jesús
es "el que bajó del cielo" (cfr. versículo 13) o "el Hijo que
Dios entregó al mundo". Nótese en estos dos versículos el fuerte contraste
entre perecer/tener vida eterna y entre condenar al mundo/salvar al mundo.
Dios se desprende de su "Hijo único"
(cfr. Gn 22, Abrahán dispuesto a desprenderse de su "hijo único"
Isaac: domingo segundo de Cuaresma) para que los que creen en él "tenga
vida eterna", "para que el mundo se salve por él". El móvil de
Dios es totalmente positivo y universal. Y este propósito brilla en la vida
entera de Jesucristo, pero se manifestará de modo especial cuando sea elevado,
entonces, "cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia
mí" (cfr. Jn 12, 32, evangelio del próximo domingo).
3. Poco a poco, el texto termina por referirse a la
postura que los hombres toman ante Jesucristo y aparecen, de modo semejante al
prólogo del evangelio, los temas de la luz y las tinieblas, íntimamente unidos
al de la vida. En el prólogo se decía que "en la Palabra había vida, y la
vida era la luz de los hombres"; el texto de hoy identifica el rechazar a
Cristo, donador de vida eterna, con preferir la oscuridad a la luz.
La vida entera de Jesús es un gran resplandor ante
el cual se pone de manifiesto lo que cada hombres es: cada uno es juzgado y es
salvado o condenado no porque el amor de Dios haga excepciones, sino según la
actitud personal de cada uno. Se condena aquel que "obra
perversamente", el que persevera voluntariamente en el mal, no el pecador
ocasional.
J. Roca, Misa Dominical 1982/06
8. A-D/FE
El evangelio es un anuncio. Es Buena Noticia.
Cuando Jesús habla de Dios, narra historias y parábolas. Porque sólo las
historias permiten adivinar el comportamiento incomprensible de Dios.
Cuando habla de Dios, Jesús realiza gestos y acoge
en su mesa a los pecadores y a las gentes insignificantes. Porque sólo los
gestos muestran lo que hace vivir a Dios. "Tanto amó Dios al
mundo...", comentará Juan en su ancianidad.
"Tanto amó Dios al mundo..." (/Jn/03/16): ésta es la única confesión de fe que estamos
obligados a profesar para ser fieles a la herencia que se nos ha dado. Dios ama
al mundo con un amor incomprensible e inconmensurable. El Dios que revela Jesús
no es un Dios al estilo de los hombres, ni el que garantiza el orden del mundo,
ni una superpotencia, ni un super-ingeniero vigilante del escenario y del plan
del mundo, ni el guardián del orden social o moral. Dios ama: no se puede
pensar en El sin darle ese predicado que impresiona tan profundamente al
corazón del hombre hasta en sus fibras más íntimas: Dios
es amor. Sólo Jesús, ese Jesús cuya palabra y cuyos gestos conducen a la
cruz, sólo Jesús crucificado podía dejar sospechar esto: Dios es amante. El
Dios de los filósofos nos diría: "Hay lo que hay: el azar y la necesidad;
busca y encuentra". El Dios de los sabios nos diría: "Aguarda y
verás: encontrarás la Verdad". El Dios de los moralistas nos diría:
"Es preciso, debes hacer esto, ésta es tu obligación". El Dios de los
ideólogos nos diría: "¿Qué has construido? ¿Cuál es tu combate?" El
Dios de Jesucristo, por ser amor, nos dice solamente: "¿Quieres?" Un
"¿Quieres?" que desarma y está desarmado. Dios está desarmado y es
infinitamente pobre; la misericordia es, ante todo, una súplica de Dios:
"Déjame amarte". Pero su palabra, "¿quieres?", nos desarma,
porque su misericordia es el cuestiona- miento más radical que se nos podía
hacer.
Desarmante y desarmado; así es Dios; sólo unas
historias y unos gestos pueden hacernos atisbar la interpelación que nos toca
en lo más íntimo de nosotros mismos y nos permite vislumbrar lo que El quiere
decirnos: "Yo os amo: ¿y vosotros?".
Siguiendo El Leccionario Ferial, Semanas Xxii-Xxxiv
T.O. Evang. de Lucas
Sal Terrae/Santander 1990.Pág. 154
9.- Jn/03/16: "Tanto amó Dios al mundo, que le
dio a su Hijo Unigénito".
¡Profundas palabras, en las que el alma debe
abismarse! Dios da.
Este es el hecho fundamental de nuestra fe; sobre
él descansa la revelación. De Dios sólo sabemos que da; se nos da a Sí mismo.
Pues Dios no tiene algo, sino que Él lo es todo. Si
da, sólo puede darse a Sí mismo; y con El se nos da ciertamente todo. En todo
lo que recibimos como don de la naturaleza o regalo de la gracia se da Dios a
Si mismo. Y sólo en la medida en que lo reconocemos, poseemos lo que nos es
dado. Todo lo que nos es dado puede sernos arrebatado de nuevo. Pero somos
poseedores del don en tanto que reconocemos a Dios como la fuente de lo que nos
da.
Dios se convierte en don. Primero, dentro de su
mismo Ser; pues al engendrar a su Hijo, se da a Sí mismo. Y el Hijo, al
reconocer y amar a su causa generatriz, se vuelve a dar al Padre. La tercera
persona divina, el Espíritu vital que sopla y fluye por doquier, el Espíritu
Santo, es don entre Padre e Hijo. Pero el amor generoso de Dios sale de Sí
mismo; en el Hijo se entrega al mundo. El Padre "da al Hijo" para la
encarnación, la pasión y la muerte; para que su muerte borre los pecados del
mundo, dejando en él lugar para Dios, que se entrega al mundo.
Pero esto no basta; es preciso que los recipientes
estén vacíos.
Cuando Dios se da, es demasiado grande para que un
hombre pueda comprenderle y poseerle. Es un don de tal categoría, que el mismo
don nos concede la gracia de recibirlo. Nuestra naturaleza, aunque creada a
imagen de Dios, no puede llegar a eso. Dios ha de dilatarla, elevarla. Más aún;
ha de crearnos de nuevo, ha de darnos parte en su propia vida divina, en su
Espíritu, para que nosotros podamos comprender y recibir lo que sobrepasa
nuestra naturaleza. Con los dones divinos nos otorga la fuerza, también divina,
para comprenderlos y guardarlos; la "virtus divina" que corresponde
al "donum Dei". Esta fuerza para recibir y guardar los dones, es ya
parte del don mismo, es un principio de la vida divina que ha de sernos dada;
en una palabra, es la fe, que se nos da como comienzo de la vida divina en
nosotros y cuya plenitud atrae sobre nosotros.
Emiliana Löhr, , El Año del Señor, El Misterio de
Cristo en el Año Litúrgico II
Edic. Guadarrama Madrid 1962.Pág. 208 S.
10.- Este Evangelio está sacado del comentario
añadido por Juan al relato de la conversación de Nicodemo y Jesús, una
conversación que constituyó una iniciación a la fe (cf. Jn 3, 1-15) y Jesús
subrayó que no basta con ver los signos: hay que "ver" su persona,
especialmente en su papel de mediador levantado sobre la cruz y en la gloria. Esta
visión de Cristo no puede obtenerse sino mediante un nuevo nacimiento.
Juan prosigue esa iniciación en la fe evidenciando,
por encima de la persona de Cristo, la persona de su Padre y el designio
salvífico peculiar suyo.
a) Juan no emplea aún la Palabra "Padre"
para designar a la primera persona de la Trinidad, sino solo la Palabra
"Dios". Sin embargo, si la paternidad de Dios apenas es aludida, sus
relaciones de amor con el Hijo aparecen ya claramente en la expresión
"Hijo único" (vv. 16, 18). Además, la paternidad de Dios sobre el
mundo queda igualmente esbozada en el don de lo que tiene de más querido (v.
16) y en el otorgamiento a los hombres de su vida eterna.
b) Este gesto paternal de Dios que es el envío del
Hijo entre los hombres se transforma también en juicio: da nacimiento a quien
cree y condena a quien no cree (v. 18). En relación con este tema del juicio
saca Juan la conclusión de la entrevista entre Nicodemo y Jesús (vv. 19-21),
recordando además el comienzo de esta entrevista.
Juan 3, 2: Nicodemo viene a Jesús.
Juan 3, 2: Tú has venido como maestro.
Juan 3, 2: si Dios no está con él.
Juan 3, 2: viene de noche.
Juan 3, 21: quien hace la verdad, viene a la luz.
Juan 3, 19: la luz ha venido.
Juan 3, 21: sus obras en Dios.
Juan 3, 19: han amado las tinieblas.
Juan 3, 2: Tú has venido como maestro.
Juan 3, 2: si Dios no está con él.
Juan 3, 2: viene de noche.
Juan 3, 21: quien hace la verdad, viene a la luz.
Juan 3, 19: la luz ha venido.
Juan 3, 21: sus obras en Dios.
Juan 3, 19: han amado las tinieblas.
Este cuadro permite medir el camino recorrido en la
iniciación de Nicodemo en la fe. Este último creía encontrarse en presencia de
un doctor: lo que encuentra es la luz del mundo. Vivía a ocultas, de noche, y
se ve obligado a elegir entre la luz y las tinieblas.
Basándose en los milagros de Cristo creía que Dios
estaba "con" este último, y he aquí que descubre que Dios está
"en" él.
c) El comienzo del v. 21 hay que traducirlo por
"hacer la verdad", y no solo por "obrar en la verdad". La
expresión es, ciertamente, difícil. La verdad puede conocerse como objeto de
saber, y hacer obrar, como motora de actitud. Pero se trata tan solo de una
verdad-teoría que se opone a la práctica o, al menos, se diferencia de ella.
De hecho, en el lenguaje de San Juan (Jn 1, 17; 14,
6; 18, 37) la verdad designa la manifestación de lo que está oculto; algo así
como la palabra misterio en San Pablo. La verdad es, pues, la profundidad de
nuestro ser, allí donde el acontecimiento adquiere su peso de eternidad, allí donde
la angustia es superada por el valor de ser. Para San Juan, esa verdad
"viene", es alguien, "se hace", porque es una manera de ser
no solo en el fondo de sí, vinculada a la persona de Jesús y capaz de modificar
el comportamiento.
Se comprende entonces que Juan asocie verdad y
juicio, porque la decisión en pro o en contra de la verdad es cuestión de vida
o muerte, de descubrimiento del fundamento de la vida y de todas las cosas o de
superficialidades y de banalidad.
La esperanza de los primeros cristianos salidos del
judaísmo se refería a un Mesías-Juez, un "Hijo del hombre" (v. 13)
con la misión de separar a los buenos de los impíos, a los judíos de los
paganos. Pero ese juicio no llega: parece que ya no se puede esperar nada del
exterior para juzgar a la humanidad.
Juan viene a confirmar esa impresión: el juicio de
Dios no es una operación exterior distinta de la presencia de Cristo entre los
hombres. Puesto que posee la clave de la existencia humana por cuanto no es tan
solo Hijo del hombre, sino Hijo de Dios (v. 18), Jesús, por efecto de su sola
presencia frente a mí, me obliga a aceptar o a rechazar el adentrarme hasta el
fondo de mí mismo, allí donde vivo en comunión con El, en apertura a Dios
("hacer la verdad", v. 21). El juicio no es ya un acontecimiento
exterior: está hecho de la respuesta que doy a la interpelación de Cristo,
según que acepte el acercarme a la luz o que prefiera vivir en las tinieblas.
El cristiano no tiene, pues, miedo a un
"juicio último", y todavía menos a las descripciones mitológicas que
de él se han dado: sabe que el juicio está en él y depende de su propia
elección.
Maertens - Frisque, Nueva Guía De La Asamblea
Cristiana IV, Marova Madrid 1969.Pág. 57
12.- El amor de Dios, tal como se hace patente en
la entrega del Hijo, quiere la salvación "... a fin de que todo el que
crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna". O, según se dice en
el v. 17: Dios no ha enviado al Hijo para que "juzgue" al mundo, o lo
que es lo mismo, para que lo entregue al castigo escatológico, que sólo
significaría la aniquilación y desgracia completas, sino para que el mundo se
salve por el Hijo. El propósito auténtico y originario de Dios, según se ha
hecho patente en el envío del Hijo, es la salvación del mundo, no su
condenación. Se trata, pues de un explícito y claro predominio del designio de
salvación en la actuación amorosa de Dios en el cosmos, de una preponderancia y
prioridad de la salvación sobre la condenación; se trata de un triunfo de la
salud.
Eso quiere decir que, ateniéndose a la clara
afirmación del texto joánico, salvación y condenación del hombre no son, en
modo alguno, unas alternativas equivalentes, sino que a la salvación le
corresponde una prevalencia inequívoca. Según nuestro texto, existe en Dios una
voluntad inequívoca de salvación y de amor, mientras que no existe una voluntad
de condenación en Dios, no hay predestinación alguna divina para la condenación
eterna. Lo que queda abierta, evidentemente, es una posibilidad de perder la
salvación por parte del hombre, y ello, desde luego, porque responde a la
condición humana, a la realidad existencial del hombre en la historia. En el
envío del Hijo -y eso es lo que dice nuestro texto -Dios ha explicado a todo el
mundo que quiere salvar al mundo y que quiere liberarlo de la condenación y
ruina. Es necesario reconocer esa acción anticipada de Dios con un compromiso
claro.
El NT y su Mensaje, El Evangelio según S. Juan/4-1ª,
Herder Barcelona 1983.Pág. 281
........................................................................
13. SV/CONDENACION
"Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su
Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan
vida eterna".
Jesús es el don del amor de Dios a la humanidad.
Tan incomprensible, tan fuerte, tan eficaz es ese amor de Dios al mundo, al
mundo humano creado por Dios y alejado de él, que "le entregó a su Hijo
único".
En el vocabulario del cristianismo primitivo esa
manera de hablar está siempre en relación con la cruz.
Es una reflexión sobre la muerte en cruz de Jesús,
muerte que en definitiva atribuye no a simple "permisión divina", ni
a un proceso lleno de vicisitudes, sino a la misma voluntad de Dios. Ahora
bien, esa "voluntad de Dios" no es un capricho arbitrario y ciego,
sino una "voluntad de salvarnos", es decir, amor.
En esta entrega del Hijo único hay un recuerdo del
sacrificio que otro padre -Abraham- hizo también de su hijo único: "anda,
coge a tu hijo, a tu unigénito, a quien tanto amas, a Isaac, y ve a la tierra
de Moriah, y ofrécemelo allí en holocausto, sobre uno de los montes que yo te
indicaré" (/Gn/22/02) Aquel sacrificio no llegó a
realizarse. El cordero que sustituye a Isaac y se sacrifica sin resistencias es
este Cordero de Dios que quite el pecado del mundo.
J/MUERTE/VD: El Padre por amor a nosotros nos entrega a su
propio Hijo, el único, en nuestras manos y nosotros entregamos a este Hijo
único de Dios a la muerte. El Padre no envía al Hijo a la muerte, sino a la
solidaridad con los hombres. Huyendo de la realidad humana Jesús pudo haberse
salvado de la muerte. Este es el sentido de las tentaciones que Jesús sufre a
lo largo de su vida. Pero Jesús sabe que la salvación no le llega al hombre por
la huida de la realidad humana, sino por la identificación hasta el fondo con
ella, por aferrarla hasta las heces.
El Padre no envía al Hijo a la muerte sino al
cumplimiento fiel de su misión de revelar el amor de Dios, su misericordia
sobre todos los hombres, y la muerte de Jesús es una consecuencia de su obrar.
Al enviar a su Hijo al mundo el Padre corre este riesgo que no
"escatimó" (/Rm/08/32) como dice S. Pablo.
Si hubiéramos aceptado plenamente el amor de Dios
ofrecido en Jesús, aquella venida de Jesús habría sido un acto de amor sólo
positivo. Pero como desde nuestra situación de pecado lo hemos rechazado,
aquella entrega tiene la forma negativa de muerte.
El amor de Dios tal como se manifiesta en la
entrega del Hijo, quiere la salvación... "para que no perezca ninguno de
los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo
al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él".
El propósito y la voluntad de Dios, según se
manifiesta en el envío del Hijo, es la salvación del mundo, no su condenación.
Se trata, por tanto, de un claro predominio del
designio de salvación en la actuación amorosa de Dios en el mundo; de una
preponderancia, de una prioridad de la salvación sobre la condenación; se trata
de un triunfo de la salvación.
Ateniéndonos a la clara afirmación de este texto
del evangelio podemos decir que salvación y condenación del hombre no son dos
alternativas equivalentes, que cada una de ellas tenga el 50% de posibilidades,
sino que a la salvación le corresponde una superioridad indiscutible.
Según este texto, existe en Dios una voluntad
indiscutible de amor y de salvación, mientras que no existe una voluntad de
condenación en Dios; Dios no quiere que nadie se condene.
Lo que sí queda abierta es una posibilidad de
perder la salvación por parte del hombre. En el envío del Hijo -y esto es lo
que dice el texto- Dios ha explicado a todo el mundo que quiere salvar al mundo
y que quiere liberarlo de la condenación y de la ruina. Es necesario reconocer
esa acción anticipada de Dios con ese compromiso clarísimo de salvación. Pero
el hombre puede rechazar esta oferta del amor salvador que Dios le ofrece en
Jesús, su Hijo: "el que no cree en él ya está condenado porque no ha
creído en el nombre del Hijo único de Dios".
Si alguien se excluye de la salvación se debe al
rechazo del ofrecimiento que Dios hace en Jesús.
"Esta es la causa de la condenación: que la
luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz".
Ser sincero con Dios y consigo mismo, apostar
siempre a favor de la luz, de la vida, del hombre y del mundo. Esto es creer en
el nombre del Hijo único de Dios. El que cree así no será condenado.
Se puede creer así aunque no se conozca a Jesús.
-Apostar siempre -aun en medio de las mayores
dificultades- por la vida del hombre y del mundo, es creer en el nombre del
Hijo único de Dios.
14. Aci Digital 2003
14. Véase Núm. 21, 9. Cf. 12, 32.
16. "Este versículo, que encierra la revelación más importante de toda la Biblia, debiera ser lo primero que se diese a conocer a los niños y catecúmenos. Más y mejor que cualquier noción abstracta, él contiene en esencia y síntesis tanto el misterio de la Trinidad cuanto el misterio de la Redención" (Mons. Keppler). Dios nos amó primero (I Juan 4, 19), y sin que le hubiésemos dado prueba de nuestro amor. "¡Oh, cuán verdadero es el amor de esta Majestad divina que al amarnos no busca sus propios intereses!" (S. Bernardo). Hasta dar su Hijo único en quien tiene todo su amor que es el Espíritu Santo (Mat. 17, 5), para que vivamos por El (I Juan 4, 9).
17. Para juzgar al mundo: Véase San Juan 5, 22 y nota: "Y el Padre no juzga a nadie, sino que ha dado todo el juicio al Hijo". A Jesús le corresponde ser juez de todos los hombres, también por derecho de conquista; porque nos redimió a todos con su propia Sangre (Hech. 10, 42; Rom. 14, 9; II Tim. 4, 8; I Pedro 4, 5 s.). Entretanto, Jesús nos dice aquí que ahora ni el Padre juzga a nadie ni El tampoco (8, 15), pues no vino a juzgar sino a salvar (3, 17; 12, 47). Es el "año de la misericordia", que precede al "día de la venganza" (Luc. 4, 19; Is. 61, 1 ss.)
19. Este es el juicio de discernimiento entre el que es recto y el que tiene doblez. Jesús será para ellos como una piedra de toque (cf. 7, 17; Luc. 2, 34 s.). La terrible sanción contra los que rechazan la luz será abandonarlos a su ceguera (Marc. 4, 12), para que crean a la mentira y se pierdan. S. Pablo nos revela que esto es lo que ocurrirá cuando aparezca el Anticristo (II Tes. 2, 9 - 12). Cf. 5, 43 y nota: "Yo he venido en el nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, ¡a ése lo recibiréis!".
La historia rebosa de comprobaciones de esta
dolorosa realidad. Los falsos profetas se anuncian a sí mismos y son admirados
sin más credenciales que su propia suficiencia. Los discípulos de Jesús, que
hablan en nombre de Él, son escuchados por pocos, como pocos fueron los que
escucharon a Jesús, el enviado del Padre. Véase Mat. 7, 15 y nota
("Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a vosotros
disfrazados de ovejas, más por dentro son lobos rapaces". Jesús, como buen
Pastor (Juan 10, 1 - 29), nos previene aquí bondadosamente contra los lobos
robadores, cuya peligrosidad estriba principalmente en que no se presentan como
antirreligiosos, sino al contrario "con piel de oveja", es decir,
"con apariencia de piedad" (II Tim. 3, 5) y disfrazados de servidores
de Cristo (II Cor. 11, 12 ss.). Para ello nos habilita a fin de reconocerlos,
pues sin ello no podríamos aprovechar de su advertencia. Cf. Juan 7, 17; 10, 4,
8 y 14).
Suele verse aquí una profecía de la aceptación que
tendrá el Anticristo como falso Mesías. Cf. Apoc. 13.