SI EL GRANO NO MUERE
ORACION COLECTA
Te Rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para vivamos siempre
de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la
salvación del mundo. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Profeta Jeremías 31, 31-34.
Miren que llegan días -oráculo
del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza
nueva.
No como la que hice con vuestros
padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: Ellos, aunque yo
era su Señor, quebrantaron mi alianza; oráculo del Señor.
Sino que así será la alianza que
haré con ellos, después de aquellos días —oráculo del Señor: Meteré mi ley en
su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi
pueblo.
Y no tendrá que enseñar uno a su
prójimo, el otro a su hermano, diciendo: Reconoce al Señor. Porque todos me
conocerán, desde el pequeño al grande —oráculo del Señor—, cuando perdone sus
crímenes, y no recuerde sus pecados.
SALMO
RESPONSORIAL (50)
Oh Dios,
crea en mí un corazón puro.
Misericordia, Dios mío, por tu
bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R.
Oh Dios, crea en mí un corazón
puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu
rostro, no me quites tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu
salvación, afiánzame con espíritu generoso. Enseñaré a los malvados tus
caminos, los pecadores volverán a ti. R.
Los sacrificios no te satisfacen,
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu
quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 5, 7-9.
Cristo, en los días de su vida mortal, a
gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de
la muerte, cuando en su angustia fue escuchado.
Él, a pesar de ser Hijo, aprendió,
sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos
los que le obedecen en autor de salvación eterna.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan
12,
20-33.
En aquel tiempo entre los que habían
venido a celebrar la Fiesta había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe,
el de Betsaida de Galilea, le rogaban: Señor, quisiéramos ver a Jesús.
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés
y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: Ha llegado la hora de
que sea glorificado el Hijo del Hombre.
Les aseguro, que si el grano de trigo no
cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que
se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se
guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga y donde esté
yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará.
Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?:
Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre,
glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado y
volveré a glorificarlo.
La gente que estaba allí y lo oyó decía
que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo: Esta voz no
ha venido por mí, sino por ustedes. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el
Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la
tierra, atraeré a todos hacia mí. Esto lo decía dando a entender la muerte de
que iba a morir.
COMENTARIO
El
versículo 12, 24 del evangelio de san Juan “si el grano no muere, queda infecundo”
ha tenido la mala suerte de convertirse en una especie de ley impersonal de la
fecundidad espiritual: morir para dar fruto. ¡Pero el evangelio no tiene nada
de impersonal! Se trata de la idea al mismo tiempo grandiosa y angustiosa que
Jesús se hace de su muerte. Nos dice: “Desde la cruz atraeré a todos hacia mí”.
Es una perspectiva inmensa: todos los hombres. Todos salvados por Jesús, por su
muerte y su resurrección. Pero en contraste él mismo nos grita su angustia:
“Ahora me siento agitado; ¿le pido al Padre que me saque de esta hora?”. Luego
se impone la visión de la gran obra de salvación: “Para esto he venido para
esta hora. ¡Padre manifiesta la gloria tuya!”. Si Jesús no hubiera muerto tan
trágicamente habría sido en la historia un hombre excepcional y hasta único,
pero en definitiva un hombre solitario. Aceptando esta muerte que le angustia,
va a producir un fruto inmenso: se hará el salvador de todos, el imán que los
atrae, a todos. Es lo que se nos ha enseñado. Pero ¿podemos saber por qué esa muerte de uno
sólo nos salva a todos? Difícilmente. Como Jesús está entretejido de humanidad
y de divinidad, todo lo que le concierne está marcado por lo divino que se
escapa de nuestras manos. Vislumbramos dos cosas. Esa muerte es “totalizante”.
En Jesús, grano de trigo humano-divino están misteriosamente incluidos todos
los hombres de todos los tiempos. Su muerte podrá alcanzar a todos, así
como su resurrección. Ahí es donde radica la fecundidad de esta muerte: “Si
muero, daré mucho fruto”. Pero ¿cuál es
esa salvación que va a pasar del grano único a la cosecha inmensa? ¿Por qué es
“salvadora” esa muerte? Estamos aquí, al parecer ante una victoria imposible
por otra parte de evaluar antes del fin del mundo. Una victoria del amor sobre
el odio y el egoísmo. Habíamos sido creados para amar y no lo conseguimos. Ese
hombre único, va a realizar un acto de tal categoría que supondrá nuestro
desbloqueo, nuestro paso, nuestra pascua. Después de la muerte y la
resurrección de Jesús se les ofrecerá a todos la posibilidad de amar, de
triunfar del pecado que es siempre el no-amor. Jesús no muere para obedecer una
especie de decreto del Padre que se quede en la exterioridad de su ser más
profundo. Jesús no muere aplastado por una coalición de fuerzas perversas. La
segunda plegaria eucarística nos dice: “En cual cuando iba a ser entregado a su
Pasión voluntariamente aceptada”. Es verdad, Jesús fue entregado por el Padre,
pero entregado a una libre misión de amor, con todos los riegos que esto
suponía en aquella enorme prisión de odio que era el mundo y que el hijo del
hombre iba a abrir a la libertad. Y la
abriría por el acto más pleno, el más fecundo el más salvador que ningún hombre
habría podido realizar. El único grano sepultado va a dar origen a una cosecha
gigantesca.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos
hermanos y pidamos la misericordia del Señor ara que compadecido de su pueblo
penitente, escuche nuestras plegarias.
1.- Para
que el Redentor del mundo, que se entregó a la muerte para vivificar a su
pueblo, libere a la iglesia de todo mal. Roguemos al Señor
2.- Para
que en estos días de Cuaresma expresemos nuestra sincera conversión en el
taranteo de la reconciliación. Roguemos al Señor
3.- La
imagen de Jesús crucificado evoca a los que dan la vida, e incluso la pierdan,
por amor a los demás para que sean, como Cristo, el grano de trigo que cae en
la tierra para dar mucho fruto. Roguemos al Señor
4.- La
imagen de Jesús crucificado evoca también a tantos condenados a muerte lenta,
para que puedan descubrir a Cristo en el amor de los creyentes y se sientan
fortalecidos en la prueba. Roguemos al Señor
5.- La
imagen de Jesús crucificado no anuncia sobre todo, la victoria definitiva sobre
la muerte; para que comprendamos que solo el que entrega su vida como servicio,
a imitación de Cristo, la guarda para siempre. Roguemos al Señor
Bendito
seas, Padre, porque, llegada su hora, Cristo fue el grano de trigo que, al
morir da fruto abundante, él es la luz que vence la sombra y el amor que
derrota el odio. Créanos, Señor, un corazón nuevo para una alianza nueva y
renuévanos por dentro con la fuerza de tu Espíritu Santo, para que, convertidos
en hijos de la luz, vivamos tu ley en amor con un empuje alegre y renovado. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Escúchanos Dios todopoderoso, tu que nos has iniciado en la fe
cristiana, y purifícanos por la acción de este sacrificio. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Te
pedimos, Dios Todopoderoso, que nos cuentas siempre entre los miembros de
Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre hemos comulgado. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL
DE CADA DÍA
Lunes 19: 2Sam 7,
4-5ª-12-14ª.16; Sal 88; Rm 4, 13.16-18.22; Mt 1, 16.18-21.24ª.
Martes 20: Nm 21, 21,
4-9; Sal 101; Jn 8, 21-30.
Miércoles 21: Dn 3,
14-20.91-92.95; Sal de Dn 3, 52-56; Jn 8, 31-42.
Jueves 22: Gn 17,
3.-9; Sal 104; Jn 8, 51-59.
Viernes 23: Jr 20,
10-13; Sal 17; Jn 10, 31-42.
Sábado 24: Ez 37,
21-28; Sal; Jr 31; Jn 11, 45-57.
Domingo 25: Is 50,
4-7; Sal 21; Flp 2, 6-11; Mc 14, 1-15,47.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Jn 12, 20-33
1.- Texto. Comienza con una nota universalista. Con
ella cierra el autor una temática que abría el domingo pasado en 3,16-17 y que,
pasando por 7,35-36 y 10,16, culmina en estos gentiles que quieren ver a Jesús:
a ellos se referiría Jesús cuando en 10,16 hablaba de otras ovejas que no son
de este aprisco. Y es en este momento cuando resuena solemne la afirmación
acerca de la llegada de la hora. Para Pascua acudían a Jerusalén gentes de
todos los rincones de la tierra. Se trata de una hora en la que se conjugan
universalidad y sacrificio del cordero: "cuando yo sea elevado sobre la
tierra, atraeré a todos hacia mí" (v. 32). Está llegando, pues, a su
cumplimiento la presentación que hace de Jesús el cuarto evangelio: éste es el
cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn. 1,29).
Universalidad y cruz, por un lado, configuran la
gloria de Jesús y la obra que el Padre le ha encomendado llevar a cabo y, por
otro, son la contrapartida de un mundo hecho de particularismos y de glorias
fáciles. A este mundo se refiere la afirmación del v.31: "ahora va a ser
juzgado el mundo".
Un texto tan importante como el de hoy no podía
olvidar el valor de ejemplaridad para el discípulo, toda vez que en el cuarto
evangelio Jesús se ofrece al discípulo como "el camino, la verdad y la
vida" (cfr. Jn. 14,6). "El que quiera servirme, que me siga y donde
esté yo, allí también estará mi servidor" (v. 26).
Comentario: El texto es un compendio denso de la
cristología soteriológica y eclesiológica del cuarto evangelio. Son, pues,
muchas las reflexiones que se pueden hacer a partir de él, aunque tal vez deba
predominar la eclesiológica: "Esta voz no ha venido por mí, sino por
vosotros" (v. 30).
CZ/JUICIO: Aun sin negar las formas de organización
eclesial, el cuarto evangelio no está interesado en ellas. Para Juan, la
iglesia es constitutivamente la comunidad de los creyentes que aman hasta dar
la vida por los demás. El lugar de Jesús es el amor y éste tiene su expresión
más contundente en la cruz. Es en ella donde quedan hechas añicos las barreras
de todo tipo entre judío y gentil, donde se pone de manifiesto la existencia de
un único rebaño, de una única humanidad. El amor no sabe de barreras. Es en la
cruz donde tiene lugar el juicio y la condena de cualquier tipo de mundo que no
sea el del amor. Es en la cruz donde el Padre reconoce inequívocamente al Hijo
y a los hijos. El Padre, que es amor, sólo se reconoce en el amor.
¿Hora difícil? Ciertamente. Pero es la única que
hace de verdad creyentes, es decir, iglesia.
A.- Benito, Dabar 1991/18
2.- Texto. Como también pasaba los dos domingos
anteriores, el texto de hoy se sitúa en el marco de la Pascua, la fiesta judía
por excelencia, que congregaba a gentes de los más variados países. El autor
deja constancia de este hecho introduciendo a unos griegos (la traducción
litúrgica ha empleado el término genérico de gentil). Pero al hacer esto, el
autor nos remite a Jn. 7, 35, donde los judíos han hablado de griegos:
"¿Querrá irse a la diáspora griega y enseñar a los griegos?" De la
mano de esta referencia llegamos a esta otra en Jn. 10, 16: "Tengo otras
ovejas que no son de este recinto; también a ésas tengo que conducirlas;
escucharán mi voz y se hará un solo rebaño con un solo pastor".
Los intermediarios son Felipe y Andrés, exactamente
los mismos de los que se ha servido el autor para constatar la dificultad de
dar de comer a la gran cantidad de gente que acudía a Jesús (Jn. 6, 5-9). La
llegada de griegos para ver a Jesús es identificada con la hora de la
glorificación del Hijo del Hombre.
El domingo pasado escuchábamos que "lo mismo
que Moisés elevó la serpiente, así tiene que ser elevado el HIjo del
Hombre".
Esta imagen es recogida explícitamente al final del
texto de hoy: "Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos
hacia mí" (v. 32). El comentario final del autor disipa toda duda sobre el
sentido de la imagen: "Esto lo decía significando (dando a entender) la
muerte de que iba a morir" (v. 33). El autor emplea el verbo
"significar". La referencia al signo por el que los judíos
preguntaban a Jesús hace dos domingos es indudable: "¿Qué signo nos
muestras para obrar así?" (Jn. 2, 18). El signo era el siguiente:
"Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (Jn. 2, 19).
También entonces el comentario del autor disipaba toda duda sobre el sentido
del signo: "El hablaba del templo de su cuerpo" (Jn.2, 21).
La muerte de Jesús en cruz es, pues, el punto de
mira del texto de hoy. De ella se habla empleando un símbolo espacial:
elevación sobre la tierra. Y de ella se habla también empleando un símbolo
agrícola: proceso de germinación de la simiente. Esta muerte es interpretada
como triunfo, como glorificación de Jesús y del Padre que lo ha enviado. Una
vez más aflora espontánea la referencia intertextual: "Cuando elevéis al
Hijo del Hombre, entonces comprenderéis que yo soy y que no hago nada por mí,
sino que esto que digo me lo ha enseñado el Padre. Además, el que me envió está
conmigo; nunca me ha dejado solo" (Jn. 8, 28-29). El texto de hoy quiere
ser también reflejo de la comunión Hijo-Padre. Esta comunión puede, sin
embargo, pasar desapercibida dentro del recinto (v.29). Desde fuera del
recinto, en cambio, unos griegos han venido a ver a Jesús. Ellos son las otras
ovejas que vienen a escuchar la voz del pastor Jesús. Desde este momento la
muerte de Jesús en cruz es el triunfo, la glorificación del Hijo y del Padre.
Un orden de cosas tan viejo como el mundo está siendo juzgado y condenado. El
diablo, separador de hermanos (Caín contra Abel), "homicida desde el
principio" (Jn. 8, 44), no tiene ya nada que hacer. Con Jesús levantado en
alto empieza a dominar el sentido humano de la fraternidad.
Comentario. El texto adquiere su plena riqueza de
sentido cuando es leído desde las múltiples referencias intertextuales con que
está tejido. El autor concibe la muerte de Jesús en la cruz como generadora de
la fraternidad rota desde que el mundo es mundo. El recinto no es sólo Israel,
sino el mundo todo, de forma que ya no existe más que un solo rebaño con un
solo pastor. Los griegos, pudiendo ver a Jesús, funcionan en calidad de símbolo
de este nuevo orden de cosas que nace de la cruz. Por eso la cruz puede ser
presentada por el autor del cuarto Evangelio como triunfo y glorificación.
Otra línea importante del texto es la del
seguimiento de Jesús. El autor la desarrolla a partir del símbolo agrícola de
la simiente: sólo si ésta muere puede producir después fruto. Trasposición del
símbolo: sólo si el seguidor de Jesús muere podrá generar fraternidad. En esta
muerte puede haber muchos niveles o grados. El texto se sitúa en el último y
más radical: la privación violenta de la vida. Pero esta privación irradia luz
a los otros niveles o grados. Si Jesús está en la cruz es porque no ha vivido
aislado en sí mismo, sino que ha vivido para los demás. Este es el tipo de vida
al que Jesús nos invita.
A.- Benito, Dabar
1988/20
3.- Comentario. El hecho es que hoy estamos en el
capítulo doce de una obra en la que el domingo pasado leíamos el capítulo tres.
Si entre semana no hemos leído los capítulos intermedios
nos será más difícil entender la situación de la que parte el texto de hoy.
Esta ha sido preparada en Jn. 7, 35 (los judíos comentaban: ¿adonde querrá irse
éste que no podamos nosotros encontrarlo? ¿Querrá irse con los emigrados a
países griegos para enseñar a los griegos?) y en Jn. 10, 16 (Tengo otras ovejas
que no son de este recinto; también a éstas tengo que conducirlas; escucharán
mi voz y se hará un solo rebaño con un solo pastor). Los emigrados a países
griegos, las otras ovejas están hoy aquí. Han venido a Jerusalén a celebrar la
Pascua. Pero la Pascua no se celebra ya en el Templo sino donde está Jesús. El
autor ha operado la eliminación-sustitución del Templo de la que hablaba hace
dos domingos (cfr. Jn. 2, 13-25). Jesús es ahora el Templo. "Queremos ver
a Jesús" lleva como contrapartida no querer ver el Templo. Esta situación
provoca el comentario de Jesús, que comienza así: "Ha llegado la
hora". En Jn/02/04 leemos: "Todavía no ha llegado mi hora".
En /Jn/04/23 leemos: "Pero se acerca la hora,
o mejor dicho, ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre
en espíritu y verdad". El verbo adorar de este último texto es el mismo
que aparece en el versículo inicial de hoy, aunque la traducción litúrgica no
lo refleje. Estamos, pues, ante una fiesta. Esta tiene un templo: Jesús. A él
acuden las gentes, sean o no judíos. Un único rebaño con un solo pastor. En
esta fiesta ya no corre el agua ritual, sino el vino del banquete (cfr. bodas
de Caná). Es una exaltación, una glorificación.
Pero es una fiesta paradójica. Y aquí la visión
interpretativa de Juan adquiere cotas grandiosas. "Cuando yo sea elevado
sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". Retorna el tema y el poder
curativo de la serpiente levantada en alto del domingo pasado. "Si el
grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto". La imagen médica
deja paso ahora a la imagen agrícola. Pero ambas expresan la misma realidad
salvadora, simbolizada en el grupo de griegos reunidos para ver a Jesús, es
decir, para festejar a Jesús. Ellos son el fruto, ellos son los atraídos, los
verdaderos adoradores.
En la pluma de Juan, el momento adquiere contornos
fantásticos, como de escena cósmica. Es una construcción grandiosa, que sin
embargo no niega ni escamotea el realismo y la crudeza de la situación: la
muerte de Jesús. Por eso se trata de una fiesta paradójica. ¿Cómo puede ser
festiva la crucifixión de un condenado? CZ/FT: Y, sin embargo, la construcción
de Juan no es una broma sádica. Al contrario. Es un maravilloso canto épico, con
la diferencia respecto a la épica clásica de que en Juan el canto nace del
realismo de la situación, realismo que el autor promete a todos los seguidores
del héroe: "El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí
también estará mi servidor". Pero este mismo realismo da consciencia a la
construcción. Por eso la esperanza que genera es tanto más segura: "Ahora
el príncipe de este mundo va a ser echado fuera". La muerte y todo poder
mortal van a dejar de tener la última palabra.
A.- Benito, Dabar 1985/19
4.- Se llamaba "prosélitos de la puerta"
o "temerosos de Dios" (cfr. Hech 10, 2; 13, 16; 16, 14; etc) a los
gentiles que aceptaban la fe de Israel, pero no habían sido circuncidados.
Podemos presumir que muchos de estos prosélitos se encontraban en Jerusalén con
ocasión de la Pascua y que algunos, impresionados por lo que habían visto y
oído del Nazareno, quisieron conocer más de cerca al famoso Maestro. Estos
gentiles piensan que lo mejor para conseguir lo que desean es acudir primero a
los discípulos de Jesús, concretamente a los que estuvieran familiarizados con
su lenguaje o costumbres helenas. Felipe y Andrés (ambos llevan nombres griegos
y el primero es de Betsaida, en la Decápolis, que era una región helenizada)
parecen ser los más indicados.
Este episodio, que no tiene conexión alguna con lo
que sigue en el relato sirve como explicación del enfado de los fariseos, que,
llenos de envidia, cuchichean entre sí ante el éxito de Jesús: "Todo el
mundo va detrás de él" (v. 19). Por otra parte, es como un anticipo de la
propagación que tendría el evangelio entre los gentiles gracias a la misión de
los Apóstoles.
Todo el clamor de la multitud y el triunfo que le
acompaña no puede impedir que Jesús vaya en su interior profundamente
preocupado; pues ha llegado la "hora" de su "exaltación",
de su muerte y también de su verdadera glorificación en la cruz.
Es la hora señalada por el Padre para realizar la
siembra necesaria, sin la que no es posible la cosecha. Y Jesús es el grano. Es
preciso que muera para que se extienda por todo el mundo su obra de salvación.
La cosecha que Jesús espera no es otra que la salvación del mundo por la fe en
su evangelio.
J/MU/EFICAZ: Juan utiliza siempre la expresión "dar
fruto" en este sentido misionero. La eficacia de la muerte de Jesús para
la extensión del reino de Dios entre los hombres y los pueblos no es una
eficacia automática: por lo tanto no ahorra a nadie la opción libre por el
evangelio. Por eso Jesús, que ha cumplido en su vida y en su muerte la ley de
la siembra, de la generosidad y la entrega, nos advierte que todos debemos
hacer lo mismo que él si queremos entrar con él en la vida eterna. Pues el que
sólo se cuida de sí mismo y no tiene más preocupaciones que la de salvar su
vida, la pierde; en cambio, gana la vida eterna el que vive y muere por los
demás.
Jesús obedeció al Padre cuando llegó su
"hora". Jesús recuerda a sus discípulos que deben servirle y servir
al evangelio siguiendo su camino hasta el final. Entonces también ellos
llegarán al Padre, como Jesús, y el Padre les recompensará con la vida eterna.
El corazón humano de Jesús se espanta y atemoriza ante la muerte: ¿qué puede
hacer?, ¿acaso pedir al Padre que le libre de esa "hora" y aparte el
cáliz amargo que le da a beber? Jesús pide tan sólo que se cumpla la voluntad
del Padre, pues para eso ha venido al mundo. Pide que sea glorificado el nombre
de Dios; es decir, que se manifieste a los hombres lo que Dios es y quiere ser
para todos: el Amor. Pero esto no es posible sin la última prueba: "En
esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios entregó al mundo a su
Hijo único para que vivamos por medio de él" (1 Jn 4, 9); "pues tanto
amó Dios al mundo que entregó a la muerte a su Unigénito" (Jn 3, 16). Es
voluntad de Dios darnos la última prueba para que creamos que es Amor, para que
glorifiquemos su nombre y alcancemos la vida por Jesucristo, el Señor.
Jesús sabe que el Padre siempre le escucha, pero es
preciso que los hombres sepan que el Padre está siempre con él. Por eso vino la
voz del cielo.
Todo este pasaje (versillos 25-30) recuerda la
agonía de Jesús en Getsemaní y su transfiguración en el Tabor. Juan, uno de los
tres testigos en ambos casos, no dice nada expresamente al respecto; pero aquí
recoge veladamente la misma experiencia.
J/HORA/CZ: La "hora de Jesús" es también la hora
del mundo. En ella se manifiesta que Dios es Amor, pero también queda al
descubierto el pecado del mundo. Es la hora de la exaltación de Jesús, de su
muerte y de su gloria. Es la hora del juicio contra Satanás y su ralea, pero
también la hora del perdón para cuantos creen en él. Es la hora en la que Dios
convoca a todos los elegidos en torno al que es "exaltado". Pues todo
lo que podemos esperar y temer es fruto y consecuencia de la victoria y del
juicio que acontece en la cruz de Cristo.
Eucaristía 1988/15
5.- El evangelio comienza con la noticia de que
unos griegos quieren ver a Jesús. Se trata, sin duda, de unos prosélitos, pero
en la intención del evangelista estos griegos representan la vanguardia de la
humanidad que acude a Jesús, nueva pascua.
Empieza a cumplirse lo que los fariseos han dicho
comentando la entrada triunfal en Jerusalén: todo el mundo se ha ido detrás de
El (/Jn/12/19). En Jn. 7, 35 los judíos habían comentado: ¿Querrá irse con los
emigrados a países griegos para enseñar a los griegos? En 12, 20-22 Juan da la
respuesta (no exenta de ironía) a estos comentarios.
Evidentemente se trata de un artificio literario de
Juan, pero un artificio justificado porque recoge un hecho real en la experiencia
cristiana postpascual.
En los vs. 23-33 se nos da el significado del
hecho: es la hora de la glorificación de Jesús, es decir, Jesús es reconocido
como el salvador del mundo (cfr. Jn. 4,42). Los griegos, símbolo de una
humanidad que acude a Jesús, son el fruto abundante. Este fruto es el resultado
de la misión de Jesús. Pero por cumplir su misión Jesús tiene que enfrentarse
con la muerte, provocada desde fuera. Es la prueba de fuego. Si la acepta habrá
cumplido su misión y habrá fruto abundante.
Por eso, la muerte de Jesús es, en último análisis,
su propia glorificación. Juan recuerda de paso que éste es el camino de todo el
que quiera ser discípulo de Jesús (v. 26) y que este camino es el que da la
medida de la auténtica personalidad (v. 25).
J/MU/REPUGNA: El hombre, que es Jesús, no podía menor de sentir
horror ante la provocación de una injusta muerte. Y el Hijo, que es Jesús, así
se lo manifiesta a su Padre en diálogo intenso. Ambos datos responden a
experiencias reales en la vida de Jesús.
Juan recoge esas experiencias y elabora un cuadro
majestuoso en el que se refleja el genio personalísimo del artista que él es.
En síntesis doctrinal sobre los vs. 27-33 quieren decir lo siguiente: Jesús
acepta su propia muerte con la confianza y la fuerza que le da el sentirse Hijo
de Dios (vs. 27-28) y, a pesar de que la gente la va a considerar un fracaso
(v. 29), El se enfrenta a ella con el íntimo convencimiento de que el amor
puede más que el odio y el egoísmo. Este es el juicio que tiene lugar en la
muerte de Jesús (vs. 31-33).
Dabar 1976/24
6.- El que ama su propia vida la perderá
(evangelio). Es la paradoja: una existencia cerrada en ella misma, centrada
totalmente en ella misma, se va vaciando paulatinamente de sentido y acaba
perdiéndose. Una existencia que acepta salir de ella misma y de sus intereses,
que se va gastando y consumiendo en beneficio de los demás, se va enriqueciendo
y se va salvando. Lo vemos en los padres en relación con los hijos y lo vemos
con los esposos. El amor es fuente de riqueza y de construcción interior; el
egoísmo conduce al vacío. Jesús es este grano de trigo que muere. ¿Por qué?
Porque ha ido siguiendo su camino sin pensar en sí mismo, sino respondiendo a
la llamada del Padre que le enviaba a anunciar la Buena Nueva del Reino de
Dios, que es la salvación ofrecida a todos, especialmente de los pobres y
marginados. Su palabra y su acción han topado con los poderes constituidos.
Pero Jesús no ha abdicado de su camino para salvar su vida, sino que lo ha
seguido con fidelidad. Esta vida, segada por la muerte, da mucho fruto. Como el
grano de trigo.
J. Totosaus, Misa Dominical 1991/05
7.- Este texto está entre la entrada triunfal en
Jerusalén y el lavatorio de los pies a los discípulos. Jesús habla de la
crucifixión. Juan la interpreta como "ser levantado", glorificado,
vv. 23, 24, 32. La crucifixión es al mismo tiempo la manifestación suprema del
amor de Dios y el juicio que cae sobre el príncipe de este mundo (v. 31). No
hay otro texto evangélico que en tan poco espacio contenga tanta variedad de
temas. Su forma literaria es el contraste o paradoja.
La petición de los griegos que quieren ver a Jesús
motiva la respuesta que puede servir de título a la perícopa: Ha llegado la
"hora". Todo converge hacia la "hora". Se alude a la pasión
como la hora de la glorificación. El texto es una expresión clara de la
teología de Juan sobre la glorificación.
Es el momento de la decisión, de la crisis del
mundo. El mundo quiere vivir de sí mismo y para sí mismo. Busca en sí el
sentido de la existencia. Así se autoexcluye de la salvación, porque es Jesús
quien con su muerte da la vida.
Para los discípulos la pasión, como glorificación,
comporta que quien quiere conservar la vida la pierda. En este contexto hace
Juan una referencia teológica a Getsemaní.
Al discípulo no se le dispensa del sufrimiento ni
de la decisión personal. El apóstol acepta una ley fundamental: la unidad con
Cristo crea un problema vital. El discípulo no puede ahorrar-guardarse la vida.
El no es norma para sí.
Conserva la vida si la entrega. Jesús lo afirma a
través de tres sentencias: el grano que muere para dar fruto, el siervo que
debe seguir a su señor, la turbación de Jesús que anuncia la inminencia de su
exaltación.
Este texto es un momento clave en el proceso de
autorevelación de Jesús al mundo. La hora de la glorificación está cerca pero
ha de pasar por la cruz. Esto provoca una crisis en muchos de los discípulos
que rehúsan seguirle por este camino. Y el evangelio, de los judíos pasa a los
gentiles representados aquí por los griegos.
P. Franquesa, Misa Dominical 1985/07
8.- PREDICACIÓN CENTRADA EN EL EVANGELIO
La idea central se halla en la presentaci6n de la
fecundidad de los sufrimientos y de la cruz de Cristo. El evangelio dice:
"Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si
muere, da mucho fruto". Y el fragmento de la carta a los Hebreos afirma:
"El, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la
consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación
eterna". El misterio pascual, que nos disponemos a celebrar solemnemente
la semana pr6xima, consta de tres momentos o aspectos: la muerte, la sepultura
y la resurrección de Jesucristo. Hoy nos fijamos de una manera especial en el
primer aspecto, el de la muerte de Cristo, que nos indica que el cristianismo
supone siempre la destrucción de algo para llegar a la plenitud de la vida. El
mismo fragmento evangélico de hoy dice: "El que se ama a sí mismo, se
pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida
eterna". Es imposible, pues, una llegada a la victoria sin pasar por la
derrota.
Al hombre de hoy, eso le cuesta admitirlo, porque
rehuye espontáneamente todo lo que comporte sufrimiento, privación, muerte, y
busca con afán el goce, el confort, la vida. Pero, por otro lado, el hombre
actual está más capacitado que nunca para vivir con lucidez su radical
caducidad y su destino para la muerte. De hecho, las filosofías originales de
nuestra época se complacen en esta mirada fija a la muerte. Y la experiencia de
cada día nos enseña que, a pesar de todos los esfuerzos, el sufrimiento, la
enfermedad y la muerte continúan siendo el patrimonio común de la humanidad. Es
bueno aprovechar esta lucidez, pero el mensaje cristiano debe insistir en que
el paso por la muerte es sólo la condición para llegar a la vida, y no el
término final de la existencia.
Joan Llopis, Misa Dominical 1994/04
9. /Jn/12/24:
Ahora es el tiempo de la cosecha, de la plenitud,
de la abundancia. El tiempo de recoger todo ese fruto que ha producido el grano
de trigo enterrado: Jesús muerto por la vida del mundo.
Jesús es la primera gavilla que en la fiesta de los
Ácimos es ofrecida a Dios.
Pentecostés es la plenitud de la cosecha.