TÚ, MORIR O SUFRIR
ORACION COLECTA
Míranos, oh Dios creador y guía de
todas las cosas, y concédenos servirte de todo corazón, para que percibamos el
fruto de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 50, 5-9a
El Señor me abrió el oído; yo no
resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las
mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni
salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no
sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no
quedaría defraudado.
Tengo cerca a mi defensor, ¿quién
pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos.
¿Quién tiene algo contra mí? Que
se me acerque. Miren, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
SALMO
RESPONSORIAL (114)
Caminaré en presencia del Señor
Amo al
Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día
que lo invoco. R.
Me
envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza
y angustia. Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida.» R.
EL
Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los
sencillos: estando yo sin fuerzas, me salvó R.
Arrancó
mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré
en presencia del Señor en el país de la vida. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 14-18
¿De qué le sirve a uno,
hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá
salvar?
Supongamos que un
hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de
ustedes les dice: «Dios los ampare; abríguense y llénense el estómago», y no
les den lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve?.
Esto pasa con la fe: si
no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo
obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.».
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 27-35
En
aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de
Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: « ¿Quién dice la gente que
soy yo?».
Ellos
le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los
profetas.».
EL
les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?».
Pedro
le contestó: «Tú eres el Mesías.».
É1
les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y
empezó a instruirlos: «EL Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que
ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y
resucitar a los tres días.». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro
se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los
discípulos, increpó a Pedro: « ¡Quítate de mí vista, Satanás! ¡Tú piensas como
los hombres, no como Dios!».
Después
llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse
conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Miren, el
que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por
el Evangelio la salvará.».
PLEGARIA UNIVERSAL
Invoquemos a Dios que nos ha dado a Cristo su Hijo como Redentor
nuestro y digámosle: Te piedad y escúchanos:
1.- Para que los cristianos de este nuevo milenio no nos avergoncemos
de profesar nuestra fe y demos testimonio gozoso del amor que recibimos de
Cristo, amándonos como verdaderos hermanos. Oremos al Señor. Oremos
al Señor.
2.- Para que el Papa Francisco siga acompañando al pueblo de Dios con
solicitud pastoral en comunión con todos los Obispos del mundo. Oremos
al Señor.
3.- Para que los gobernantes de las naciones sepan renunciar a sus intereses
egoístas y dejando los intereses de las minorías privilegiadas, promuevan la
justicia y el bienestar de todos. Oremos al Señor.
4.- Para que las familias cristianas sean escucha donde las
generaciones jóvenes aprendan a vivir relaciones humanas cimentadas en la
vedad, la honestidad y la justicia. Oremos
al Señor.
5.- Para que los pobres, los que se sienten marginados y despreciados
en la sociedad, puedan reconocer su dignidad de hijos de Dios, en nuestras
actitudes de acogida y de bondad. Oremos al Señor.
6.- Para que todos nosotros no cerremos los ojos ante las necesidades
de quienes viven a nuestro lado y sepamos renunciar a nuestra comodidad para
salir a su encuentro. Oremos al Señor.
Ten piedad de tu pueblo, Señor, y escucha sus oraciones que surgen de
un corazón que quiere amarte y servirte. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro
Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Te pedimos, señor, que el fruto del
don del cielo penetre nuestros cuerpos y almas, para que sea su afecto y no
nuestro sentimiento el que prevalezca siempre en nosotros. Por Jesucristo
nuestro Señor.
COMENTARIO
Tú eres
el Mesías le dice Pedro a Jesús. “Mesías” en hebreo y “Cristo” en griego
significan literalmente “el ungido”, aquel que ha recibido la unción por la que
el rey obtenía la fuerza del Espíritu. La
palabra se convirtió en nombre propio de Jesús: Jesucristo es Jesús-Mesías.
Para un judío la palabra Mesías hacía vibrar las esperanzas más hondas de
Israel. Si queremos medir su impacto, hemos de llenarla de significados muy
diversos, que se refieren sin embargo a dos datos fundamentales: el Mesías
sería el enviado de Dios, y sería enviado ante todo para salvar al pueblo
elegido y luego a todas las naciones. A partir de esto, unos soñaban con un rey
guerrero, otros con un gran profeta de justicia. Para todos sería poderoso,
sabio, muy religioso, muy cerca de Dios, liberador en todos los sentidos de
esta palabra. Pero nunca, nunca, un
judío se habría imaginado a un Mesías que pudiese sufrir. Hay que observar bien el lugar de la famosa
declaración de Pedro: en el centro del evangelio. Hasta entonces no han cesado
de preguntarse: ¿quién es este hombre? Ahora los discípulos lo saben: es el
Mesías. Pero una nueva cuestión los va a preocupar llenando toda la segunda
parte del evangelio: ¿cómo este extraño Mesías puede ser un libertador, un
triunfador, y caminar hacia la muerte?
Jesús lee en ellos
esta incomprensión. Sobre todo, que no proclamen a la gente ese título de Mesías demasiado
cargado de viejos sueños: “Les prohibió terminantemente decírselo a nadie”. Sí,
es el Mesías, sí será el salvador,
pero no según sus ideas: “Empezó
a instruirlos: este hombre tiene que
padecer mucho, ser ejecutado y
resucitar”.
De momento,
resucitar es algo que no les impresiona: quizás piensan vagamente en la
resurrección de todos los justos “el último día” no puede concebir esta
resurrección absolutamente única que va a hacer explotar toda la gloria del
auténtico Mesías.
No pueden encajar
el choc de esas palabras desconcertantes aplicadas a su Mesías: sufrir, morir.
Pedro pierde los estribos y “empezó a reñirlo”.
En este
momento del evangelio, su trato asiduo con Jesús les permite discutir con él,
progresar y llegar a este grito tan fenomenal: “¡Tú eres ciertamente el
Mesías!”.
Pero,
para acercarse al misterio total ¡cuántos diálogos se necesitarán tan
borrascosos como éste!: Pedro: ¿Tú sufrir y morir? ¿Tú el Mesías? Jesús llama a
toda la gente para gritarle esta verdad tremenda: “Si alguno quiere seguirme,
que coja su cruz”.
No
podremos en este mundo levantar el misterio de este sufrimiento
inevitable. Lo único que podemos hacer
es dar crédito a Dios, el crédito más difícil: esperar el día en que sepamos
por fin por qué el Padre que nos ama no podía darnos, ni a su Hijo ni a
nosotros, una vida sin la cruz.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 17: 1Co 11, 17-26.33; Sal 39; Lc 7, 1-10.
Martes 18: Sb 7, 7-10.15-16 (o bien: 1Co 1, 26-31); Sal 130;
Lc 12, 32-34.
Miércoles
19: 1Co 12, 31—13; Sal 32; Lc 7,
31-35.
Jueves 20: 1Co 15, 1-11; Sal 117; Lc 7, 36-50.
Viernes 21: Ef 4, 1-7.11-13; Sal 18; Mt 9, 9-13.
Sábado 22: 1Co 15, 35-37.42-49; Sal 55; Lc 8, 4-15.
Domingo 23: Sb 2, 12.17-20; Sal 53; St 3, 16—4, 3; Mc 9, 30-37.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Marcos 8, 27-35
Par:Lc/09/22-25 Mt/16/21-27
Hay que observar cómo el anuncio
de la pasión va siempre unido al anuncio de la resurrección. El misterio de
Jesús tiene dos caras, y la definitiva es la resurrección, no la pasión. Marcos
no quiere solamente decirnos que la resurrección vendrá después de la pasión,
como un triunfo sobre ella, sino que la salvación pasa a través de la cruz. Con
esto queda afirmado, al menos implícitamente, el carácter soteriológico de la
pasión. Finalmente, resulta sorprendente cómo tras cada una de las predicciones
de la pasión aparece de una manera o de otra la incomprensión de los
discípulos: la de Pedro, la de los discípulos que discuten sobre quién es el
más grande, la de Juan y Santiago que buscan el primer puesto... Así pues, la
soledad de Jesús es total: no sólo no lo comprende la gente, sino ni siquiera
los discípulos.
Bruno Maggioni, El relato de Marcos, Edic. Paulinas/Madrid
1981.Pág. 122
2./Mc/08/33.
-El Hijo del Hombre sufriente
Comienza una nueva revelación, que
será habitual a partir de este momento. La novedad de la revelación (que se irá
concretando cada vez más en el evangelio) consiste en esto: se pasa de la
revelación de Jesús Mesías a la del Hijo del Hombre que sufre. Paralelamente
comienza un nuevo tipo de incomprensión, que no es ya la de la gente, sino la
de los discípulos. Ellos están dispuestos a aceptar el carácter mesiánico de
Jesús, pero no en el camino mesiánico hacia el sufrimiento. A la profundización
en la perspectiva mesiánica corresponde otra profundización de la fe (o de la
incredulidad).
Lo repetimos una vez más: la
soledad de Jesús es total. No sólo es la gente la que no comprende, sino
tampoco los discípulos. Jesús condena a Pedro con los mismos términos con que
condenó a Satanás en la tentación del desierto. Se trata realmente de la misma
tentación: una oposición mesiánica que descarta los caminos de Dios para
imponer los caminos humanos. Hay que comprender además en qué consiste la
novedad de la revelación que aquí se nos hace. No consiste solamente en la
perspectiva de la pasión, sino en el hecho de que esta pasión entra en los
planes de Dios.
Conviene que nos fijemos bien en
ese "era necesario" que recogen todas las fuentes. No indica
simplemente una certidumbre de orden histórico y psicológico, basada en las
observaciones que Jesús podía ir sacando del ambiente y de las situaciones.
J/PASION-MU/NECESIDAD: Expresa claramente la conciencia
de una necesidad de orden teológico. La pasión no es la consecuencia de una
fatalidad, sino de la voluntad de Dios. Está arraigada en el plan mismo de
Dios. Y aquí es donde está el escándalo de los discípulos: esta forma de
presentar la pasión no sólo afecta a su concepto del Mesías, sino más
hondamente al plan mismo de Dios, a su concepto mismo de Dios.
Bruno Maggioni, B. Pág. 123
El discípulo tiene que
"negarse" a sí mismo (8, 34), esto es, tiene que aceptar -a
diferencia de Pedro- el proyecto mesiánico de Cristo, invirtiendo de esta
manera la imagen de Dios que se había construido y purificando radicalmente las
esperanzas que había cultivado hasta entonces.
Es una conversión que llega hasta
la raíz y alcanza hasta el centro de la propia mentalidad, desconcertando los
criterios de fondo e indiscutibles de las propias valoraciones. Se puede por
tanto hablar muy bien de "negarse a sí mismo".
El discípulo (8, 35) tiene que
proyectar su existencia en términos de entrega, no de posesión: "El que
quiera asegurar su vida la perderá; en cambio, el que pierda su vida por mí y
por el Evangelio se salvará". Hay que evitar absolutamente leer estas
palabras en una clave dualista: renunciar a esta vida terrena por la celestial,
a los valores materiales por los espirituales. Nada de esto. Jesús afirma que
la vida entera, material y espiritual, se posee únicamente en la entrega de sí
mismo. Vale la pena que insistamos: Jesús no nos pide que renunciemos a la vida
(a esta vida, para que tengamos otra), sino que exige que cambiemos el proyecto
de esta vida. No se trata de una renuncia a la vida, sino de un proyecto de la
misma en la línea del amor.
En definitiva, ¿de qué sirve ganar
el mundo entero si se pierde uno a sí mismo? (8, 36-37). Estamos siempre en la
misma línea de pensamiento. Ninguna oposición entre alma y cuerpo, entre
espíritu y materia. La oposición está en el proyecto del hombre y el proyecto
de Dios, entre dos modos posibles de conducir la existencia. No está en juego
una vida en lugar de la otra, no se trata de elegir simplemente entre esta vida
y la vida futura. Está en juego toda la existencia; la elección hay que hacerla
entre una vida "llena" y una vida "vacía". Puedes jugarte
la existencia apostando por la posesión, dentro de la lógica de tener cada vez
más; o te la puedes jugar apostando por la solidaridad, según la lógica del
discípulo. La primera elección, a pesar de su fascinación inicial, contiene la
negación de la vida, porque en su esencia más profunda el hombre está hecho de
amor, no de soledad. La segunda, a pesar de su fracaso aparente, contiene la
plenitud de la vida.
Bruno Maggioni, B. Pág. 126
4.- Texto. Se sitúa en la zona más
septentrional judía, donde el río Jordán comienza su andadura. Marcos centra su
atención en Jesús, abordando el interrogante que con anterioridad había
aparecido en al menos cinco ocasiones. La pregunta sobre quién es Jesús se la
han formulado a sí mismos absolutamente todos los que le rodean: la gente, los
responsables doctrinales, los discípulos, los paisanos de Jesús, Herodes
Antipas (Mc. 1, 27; 2, 7; 4, 41; 6, 2-3. 14-16). En el texto de hoy es el
propio Jesús quien traslada la pregunta a sus discípulos. Es una forma de
resaltar la importancia del texto de hoy.
La respuesta de Pedro en nombre
del grupo va seguida de un tajante mandato de Jesús instando a sus discípulos a
guardar silencio. El mandato de guardar silencio que el domingo pasado recaía
sobre la curación del sordomudo, recae hoy sobre la confesión de Pedro. La
actividad curativa de Jesús y la personalidad de Jesús las recubre Marcos con
el mismo velo de silencio. En cualquier caso, del más sorprendente. Mandatos de
silencio hasta ahora constatados acerca de la persona de Jesús: Mc. 1, 25 y 3,
12; acerca de las curaciones: Mc. 1, 44; 5, 43; 7, 36; 8, 26.
El mandato de silencio viene
seguido en esta ocasión por unas palabras de Jesús sobre su camino futuro.
Marcos subraya que se trata de una revelación a las claras, de un hablar
abiertamente, sin esconder ni velar nada. Cuatro verbos resumen ese futuro
camino: padecer, ser condenado, ser ejecutado, volver a la vida.
La expresión padecer mucho no se
refiere a un momento concreto, sino que recoge el conjunto de tribulaciones
causadas a Jesús a lo largo de su existencia terrena. Pedro cuestiona la
revelación de Jesús. La reprensión siguiente de Jesús viene a sumarse a las
cuatro ocasiones anteriores en que Marcos ha presentado a Jesús reprendiendo a
sus discípulos por su falta de compren- sión. Mc. 4, 40; 6, 52; 7, 18 y 8,
17-21. Se trata de otro rasgo peculiar del quehacer teológico de Marcos.
El texto concluye con una
solemnidad especial en razón de la ampliación del auditorio. Se anuncia el
comienzo de una andadura difícil y se formulan dos condiciones para
emprenderla: negación de sí mismo y disposición a cargar con la cruz.
Comentario. En Mc. 4, 11 el autor
ha empleado la palabra misterio refiriéndose al Reino de Dios. Marcos entiende
esta palabra en el sentido de algo oculto y desconocido. Una cosa que los
contemporáneos de Jesús parecían desconocer es que el Reino de Dios es una
realidad abierta absolutamente a todos los hombres. Este es el aspecto del
Reino de Dios que Marcos ha ido desvelando hasta este momento.
En el texto de hoy Marcos aborda
un segundo aspecto oculto y desconocido del Reino de Dios. Su formulación es
trágicamente sencilla: el sufrimiento del Enviado, del Hijo. Esto es lo que hoy
Marcos desvela con toda claridad.
Con anterioridad al texto de hoy
Marcos ha dejado intencionadamente en suspenso el hablar sobre Jesús. Un
"no comment" ha sido toda su respuesta a propósito de los milagros y
de la persona de Jesús. El recurso empleado ha sido el sistemático y
sorprendente encargo de guardar silencio. Hoy lo vuelve a emplear con ocasión
de la confesión de Pedro. Nada permite pensar que Marcos dé a las palabras de
Pedro una valoración política en la línea de una imagen revolucionaria de
Mesías. Marcos recoge más bien las palabras de Pedro como afirmación válida,
como auténtica confesión en la persona de Jesús. El término Mesías está en la
linea del término Hijo. El mandato de silencio no se debe a una incorrecta
afirmación de Pedro necesitada de corrección posterior. La afirmación de Pedro
es absolutamente correcta y, sin embargo, se prohíbe hablar de ella.
La razón de esta prohibición y de
todas las anteriores la encontramos en el v. 32. Este versículo desvela del
todo el misterio del Reino de Dios, un Reino abierto a todos y un Reino
cimentado sobre el sufrimiento del Enviado de Dios. En la concepción de Marcos
la fe en Jesús pasa en primer lugar por un creer en Jesús muerto y resucitado.
Es inválida toda confesión sobre Jesús que no parta de la provocación de la
muerte y de la resurrección de Jesús. Porque es realmente provocativo decir que
el Hijo de Dios tiene que morir y resucitar. Escandaloso para los esquemas
humanos de lo divino. ¡Un Dios que sufre como cualquier mortal el desbarajuste
y los descalabros de los mortales! La tremenda necesidad nacida de la realidad.
El fascinante realismo del Reino de Dios.
DISCIPULO/CZ: El texto termina transfiriendo
al creyente el camino de Jesús, el camino completo, esto es, muerte y vida. Ser
discípulo de Jesús, según Marcos, es reconocer el camino de Jesús y asumirlo
como único camino personal. Es importante devolver a este camino toda su
impronta de realismo, derivado de las provocaciones humanas. Esto sí que es
misterioso, me refiero al hecho de que seamos ("tengamos que ser")
lobos los unos para los otros. El creyente se encuentra situado en el mismo
camino que Jesús. La confesión externa puede resultar sencilla; su puesta en
práctica es difícil. La protesta proviene de la consternación existencial. Pero
puede ayudar a que la confesión hecha con los labios llegue a madurar hasta
convertirse en fe auténtica.
Alberto Benito, Dabar 1988, 47
Pre-texto. De la literatura de la
época de Jesús se deduce que los diversos círculos del pueblo judío habían
concebido cada uno su Mesías, al que esperaban en muy diversas formas de
apariencia.
Mesías distinto de los fariseos y
los esenios, los sacerdotes y los políticos, los pertenecientes a círculos
apocalípticos y los estudiosos de la ley, los cultos y la masa, los fanáticos y
los pacíficos. Había, no obstante, un punto en el que estaban de acuerdo
sectores bastante amplios, la masa del pueblo y los fariseos: el Mesías
libertador político de Israel del yugo extranjero. El concepto de un Mesías
absoluta o predominantemente político era el resultado del centenario
avasallamiento del pueblo judío por estados extranjeros y paganos.
Sentido del texto. Lo que los
demás piensan de Jesús (vs. 27-30); lo que Jesús piensa de sí mismo (v. 31); Lo
que piensa del discípulo (vs. 33-35). El texto no nos dice si Jesús aceptó o
rechazó las opiniones de los demás sobre él, incluida la de Pedro. Lo único que
el texto constata es una orden de silencio sobre su persona. ¿Por qué?
Estrictamente hablando tampoco lo dice el texto, Superada la explicación de la
creación comunitaria postpascual de esta orden (teoría del secreto mesiánico de Wrede), la opinión hoy
más común ve el motivo para esta orden de silencio en las ideas sobre el Mesías
corrientes en aquella época (cfr. pre-texto). De estas ideas participaba
también Pedro, como parece indicarlo su reacción del v. 32. A la imagen del
Mesías del tiempo de Jesús le era absolutamente extraña la idea de un padecer y
de un morir violentamente impuestos. ¡Esta es precisamente la idea y la
realidad que Jesús asume para sí mismo, junto con una profesión de fe en la
vida! El "es necesario" del v. 31 suele interpretarse en sentido
teológico (la inexorable decisión divina). A la luz de la estructuración que
Marcos ha dado a su evangelio, esta interpretación teológica no parece encajar
en las intenciones del autor. El "es necesario" es más bien la
constatación y aceptación realística por parte de Jesús de la situación de
rechazo de su persona. "Amigos, me van a liquidar". Y ésta es la
previsión que debe hacerse el que quiera ser discípulo de Jesús (=cristiano).
Ser cristiano, según Marcos, es
partir de esta primera convicción: "Puede ser que desemboque en la cruz,
es decir, que me liquiden". Y a este cristiano Jesús le dice: "¡Ese
riesgo vale la pena. Córrelo!"
Dabar 1982, 47
6.- Jesús en aquel tiempo encontró
la fe en el hijo del hombre celeste, en el que tenía que venir al final en
gloria para juzgar; y, al parecer, él mismo compartió esta fe (Mc 13, 24.26; 8,
38). Pero ahora no nos encontramos con esas palabras acerca del futuro hijo del
hombre, sino con otras (por ejemplo 8, 31) en las que la expresión "hijo
del hombre" se refiere a su existencia terrena. ¿Cómo es esto? Aunque en
todas las preguntas que se plantean en esta perícopa las opiniones exegéticas
difieren mucho entre sí, hay algo a lo que podemos atenernos con toda
seguridad: siempre que nos encontramos con la expresión "hijo del
hombre", hemos de estar atentos a la dignidad que Jesús mismo atribuye a
esa persona (él mismo) por quien Dios quiere establecer su reino y llevar a
cabo su juicio.
El camino que Jesús como mesías ve
ante sí y del que abiertamente hablaba con sus discípulos (Mc 8, 31s) no era
entendido por Pedro. Por eso Jesús lo toma aparte para recriminarlo, no
dejándose desviar de su camino. Y dice a Pedro: "apártate detrás de mi (de
mi vista), Satanás" (v. 33). Esta es una importante y dura palabra, pues
ese "detrás de mí" (así en el original para decir "apártate de
mi vista") es la misma expresión que en otro tiempo dirigió a Simón para
invitarlo al seguimiento (1, 17). Con el intento de desviar a Jesús de su
camino, Pedro traiciona su vocación como discípulo.
Jesús, sin embargo, debía sufrir,
porque éste era el destino de los hombres después del pecado. Debía sufrir y
ser rechazado por las autoridades, porque éste es el destino de los que
proclaman la verdad entre nosotros. Debía ir voluntariamente a la muerte,
porque el sacrificio de sí mismo libremente aceptado es el único medio para
salvar al mundo.
Eucaristía 1988, 44
7.- Jesús quiere saber hasta qué
punto la fe de su discípulos va más allá de la opinión que tiene la gente de su
persona. De ahí que la primera pregunta prepare la segunda y decisiva. De la
encuesta que hace Jesús a sus discípulos se desprende que el pueblo andaba
dividido en múltiples opiniones respecto a su persona. Después de unos siglos
de opresión y dominación extranjera, el pueblo de Israel había puesto todas sus
esperanzas en el Mesías anunciado por los profetas. Se explica que la
expectación fuera grande y que la gran mayoría esperara a un Mesías que librara
a Israel de la dominación extranjera. Nadie, al parecer, pensaba en un Salvador
que librara a todos los hombres de la esclavitud del pecado y de la muerte,
aunque sí se esperaba la destrucción de los pecados por la ira de Dios. Mucho
menos se esperaba que el Mesías cumpliera su misión padeciendo y muriendo en una
cruz. Es comprensible, pues, que las gentes no reconocieran a Jesús como
Mesías, ya que su doctrina y su comportamiento no encajaba con sus prejuicios
nacionalistas. Pedro, al confesar decididamente que Jesús es el Mesías, se
eleva por encima de la opinión general de la gente; pero su fe es todavía
imperfecta: sólo después de la experiencia pascual creerá que Jesús es el Hijo
de Dios. Cuando el evangelista Mateo, en el lugar paralelo a este de Marcos,
pone en labios de Pedro la confesión de que Jesús es el Hijo de Dios (Mt 16,
16), realiza una anticipación literaria. Sólo teniendo en cuenta la
imperfección de la fe de Pedro en este momento, se entiende que, acto seguido,
trate de disuadir a Jesús de que cumpla su misión muriendo en la cruz.
Aunque Jesús acepta la confesión
de Pedro, prohíbe a sus discípulos que vayan diciendo por ahí que él es el
Mesías. Con ello quiere evitar el peligro de un malentendido, muy probable en
un pueblo que se había formado una idea tan distinta del Mesías a como era
Jesús.
A partir de este momento, Jesús
quiere hablar sin rodeos de lo que le espera y de qué manera ha de entrar en su
gloria padeciendo antes la afrenta de la cruz. Esto, que había sido anunciado
por Isaías en los cantos del Siervo de Yavé, era, sin embargo, lo que no podían
entender los discípulos en aquella ocasión.
Pedro, y de seguro también sus
compañeros, piensan de Jesús "como los hombres". Peor aún; Pedro se
comporta aquí lo mismo que Satanás en las tentaciones de Jesús en el desierto.
Por eso Jesús lo rechaza de la misma manera (cfr. Mt 4, 10).
Pero ni Pedro ni nadie puede
detener a Jesús en su camino y en el cumplimiento de su misión. Todo lo
contrario, Jesús está dispuesto a exigir a sus discípulos que lo sigan. Porque
sólo aquel que carga con la cruz y se niega a sí mismo, puede ser su discípulo.
"Cargar con la cruz" no era para los oyentes una expresión simbólica.
Los romanos obligaban al reo a llevar sobre los hombros su propia cruz, y más
de uno de los oyentes habría visto con sus ojos a alguno de estos desgraciados
caminar fatigosamente para ser crucificado. Cargar con la cruz significa
renunciar voluntariamente a los instintos de conservar la vida, los honores y
las riquezas cuando todo esto no es posible sin quebrantar la voluntad de Dios.
Pero la cruz, que es la más alta expresión del sacrificio, no tiene que ver
nada con el masoquismo: el cristiano no se sacrifica por amor al dolor, sino
por amor a Cristo y a los hombres y por hacer la voluntad de Dios.
La entrega de la propia vida,
cuando esto es una exigencia del evangelio (y lo es al menos cuando a uno le
llega la muerte), es el único modo de entrar en la vida eterna (Mt 16, 24-25;
Lc 9, 23-25).
Eucaristía 1991, 42
8.- Efectivamente, Pedro no logra
comprender la cristología del hijo del hombre y, tomando aparte a Jesús,
"empezó a regañarle". Quizá el evangelista se refiere a ciertas
tentativas de alianza con el poder sacerdotal-político, realizadas por la
comunidad judeocristiana de Jerusalén, con la finalidad de reducir la gran
tensión que la separaba del vértice judío. El hecho es que Jesús, dando largas
a su propio temperamento fuerte, reprocha violentamente a Pedro y le dice:
"fuera de aquí, satanás, porque tienes la mentalidad de los hombres, no la
de Dios".
Esto presupone la existencia de
una cristología "satánica", o sea una cristología que presenta a
Jesús como sacerdote poderoso, o también como aliado del poder político.
Lógicamente a esta cristología satánica corresponderá también una eclesiología
satánica, o sea la presentación de la Iglesia como comunidad de poder
sacerdotal o al menos como comunidad sacerdotal aliada con el poder.
La eclesiología satánica intenta,
por todos los medios, "salvar la vida". No olvidemos que en el
contexto del Nuevo Testamento (y del Antiguo) "salvar la vida" era
una frase de plenitud humana. Una mística posterior, influida por el viejo
platonismo, ha intentado viviseccionar este concepto, dividiéndolo entre
"cuerpo" y "alma". Y así se suele explicar este pasaje como
si Jesús invitara a sus seguidores a menospreciar la "vida corporal",
ya que, siguiéndole a él, obtendrían la "vida espiritual". De aquí ha
nacido una mística masoquista, que hace un absoluto de la
"mortificación", como si ella automáticamente -"ex opere operato"-
produjera la certeza de la "salvación del alma".
La enseñanza y la vida de Jesús,
tal como la vamos viendo, van por otro lado distinto. Para Jesús los grandes
signos de su venida son precisamente signos liberadores en sentido
perfectamente corporal: saciar el hambre, obtener la curación, superar la
angustia e ir más allá incluso de la muerte.
Jesús está diciendo aquí una cosa
muy concreta, que fácilmente podemos deducir del contexto anterior. Y es esto:
desgraciadamente es connatural en el hombre el deseo del poder: y esto explica
que los mismos discípulos no entiendan la función profética de Jesús y la
confundan con una posible tarea de liderazgo político.
Por eso, Jesús habla de la
"cruz": era la suerte que les tocaba a todos aquellos que no bailaban
al ritmo del poder establecido y simultáneamente hacían de él una fuerte
crítica. Jesús prevé la cruz como resultado de su gestión profética: lo mismo
habían hecho con los profetas anteriores. Por lo tanto, "seguir a
Jesús", ser su discípulo no es predisponerse para obtener un cargo en el
nuevo Israel liberado de la ocupación romana. Era algo verdaderamente
inconcebible: apuntarse a la procesión de los crucificados por el poder,
teniendo a Jesús como hermano mayor de la extraña cofradía.
Jesús termina con una paradoja:
"perder la vida por él y por el evangelio" es ganarla. Es la única
posibilidad de evitar esa constante tentación de incidir en la eclesiología
satánica.
Comentarios a la Biblia Litúrgica NT, Edic Marova/Madrid 1976.Pág.
1165 S.
Jesús es el Mesías. Hemos llegado
a la mitad del evangelio según Marcos. A través de los capítulos precedentes,
la "nueva doctrina" (1,27) y la acción poderosa de Jesús han abierto
el interrogante de su personalidad: «¿Quién es...?» (4,41). Con intención de
revelar su misterio, ahora es el Maestro el que interroga directamente a los
discípulos: ¿qué dice la gente?, ¿qué piensan ellos? La opinión del pueblo es
favorable y admiradora pero totalmente insuficiente. Portavoz de los
discípulos, Pedro lo reconoce como el Mesías.
Afirmación acertada para el que la
comprenda "según los sentimientos de Dios", y no como la entendían
los hombres (v 33). Por eso impone Jesús de momento una reserva absoluta (el
«secreto mesiánico»), hasta que la experiencia de la cruz lo haga ver todo
claro. Comienza, pues, una nueva revelación: el Mesías ha de sufrir mucho. Lo
va a predecir solemnemente tres veces. El evangelista Marcos articula cada
predicción en tres momentos: el anuncio, la reacción negativa de los
discípulos, su adoctrinamiento.
Primer anuncio. Jesús no ignora el
riesgo de ir a Jerusalén, donde le esperan enemigos mortales. Sabe por las
Escrituras, expresión de la voluntad de Dios, que el auténtico Mesías «ha de»
padecer. Si el evangelio constata con insistencia estas predicciones, es para
recalcar la libertad consciente con la que Jesús camina hacia el destino que le
ha señalado el Padre.
Reacción negativa. Marcos nos ha
hecho oír por boca de Pedro la fe de la Iglesia. Pero él mismo manifiesta a
continuación la dificultad de aceptar sus consecuencias. La cruz era un absurdo
para los que esperaban la gloria del Mesías según los criterios de este mundo.
Pedro actualiza, inconscientemente, la tentación de la montaña (Mt 4,8ss)...
Adoctrinamiento de los discípulos.
Jesús replica con firmeza a los discípulos y a la multitud ( = a la Iglesia que
escucha su palabra). Todos han de hacer su mismo camino. Para subrayar este
pensamiento, el evangelista nos presenta, sistemáticamente encadenado, una
colección de cuatro "sentencias" del Señor: a) el que quiera seguirlo
es preciso que se niegue a sí mismo y lleve la cruz (= invitación al martirio:
v 34); b) para tener vida (eterna) se ha de dar la vida (mortal): v 35; c)
todos los bienes de este mundo no sirven de nada si se pierde la Vida: vv
36-37; d) el que niegue a Cristo será excluido del reino escatológico: v 38.
Al coordinar estos avisos pensaba
el evangelista en unas comunidades concretas, que vivían en estado de
persecución. Arquetipos de la perenne Iglesia perseguida. Le acecha siempre la
tentación de rehusar la propia cruz. La que precisamente la hace auténticamente
cristiana. La que lleva a la gloria. A continuación, el evangelio narra la
transfiguración (9,1ss). Visión anticipada de la parusía. Pregustación de la
victoria pascual.
I. Goma, La Biblia Dia A Dia, Comentario Exegético A Las
Lecturas,
De La Liturgia De Las Horas, Ediciones Cristiandad.Madrid-1981.Pág. 894 S.
De La Liturgia De Las Horas, Ediciones Cristiandad.Madrid-1981.Pág. 894 S.
10 Tú eres el Mesías... El Hijo
del hombre tiene que padecer mucho
Los comentaristas de Marcos notan
que a partir de 8,27-30 la narración evangélica da un giro, que llega hasta la
solemne entrada de Jesús en Jerusalén, pocos días antes de su muerte. Las
escenas ya no se limitan a los entornos del lago de Genesaret, la multitud
aparece sólo esporádicamente, no hay disputas con los grupos adversarios, los
milagros se reducen a dos (el joven endemoniado y el ciego de Jericó). La parte
didáctica, en cambio, pasa al primer término. Jesús se centra en la enseñanza a
sus discípulos. El tema de predicación alcanza su culminación en las
predicciones de la pasión, de las que hoy leemos la primera. La acción de la
perícopa de este domingo transcurre en Cesarea de Felipe, en los confines del
Líbano, al pie de la cordillera del Hermón; zona turística y de veraneo ya en
tiempo de Jesús. En un clima de revisión pastoral, Jesús pide a los suyos que
se hagan eco de la fama de su persona entre la gente. Estos creen que Jesús es
Elías, el precursor del Mesías en las perspectivas judías del momento. Pedro,
portavoz de los Doce, va un paso más adelante y reconoce en Jesús al Mesías en
persona. Jesús apunta todavía hacia un t x ir nivel más profundo: no es el
Mesías davídico, tal como estaba en boga en la mentalidad popular de la época,
sino el Mesías-Siervo de Isaías.
Hasta ahora los discípulos no han
sabido captar el verdadero rostro de Jesús y, por eso, la reacción de Pedro,
contrasta con la del anónimo personaje de la primera lectura:ante la
perspectiva del dolor y del fracaso se rebela. Su confianza está todavía lejos
dé apoyarse en las manos de Dios.
Aceptar la persona de Jesús es
aceptar su destino y las paradojas que comporta el Evangelio: negarse a sí
mismo, cargar la cruz, perder la vida... para recuperarla en Cristo.
Jordi Latorre, Misa Dominical 2000 12 10