EL MÁS GRANDE
ORACION COLECTA
Oh, Dios, que has puesto la plenitud de la
ley divina en el amor a ti y al prójimo concédenos cumplir tus mandamientos,
para que merezcamos llegar a la vida eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de la Sabiduría
2, 12.
17-20
Se dijeron los impíos: «Acechemos
al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en
cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras
son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida.
Si es el justo hijo de Dios, lo
auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de
la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia;
lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.».
SALMO
RESPONSORIAL (53 )
El Señor sostiene mi vida.
Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu
poder. Oh Dios, escucha mi súplica, atiende a mis palabras. R.
Porque unos insolentes se alzan contra mí, y hombres
violentos me persiguen a muerte, sin tener presente a Dios. R.
Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida. Te
ofreceré un sacrificio voluntario, dando gracias a tu nombre, que es bueno. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol Santiago 3, 16-4, 3
Queridos hermanos: Donde hay envidias y
rivalidades, hay desorden y toda clase de males.
La sabiduría que viene de arriba ante todo
es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de
misericordia y buenas obras, constante, sincera.
Los que procuran la paz están sembrando la
paz, y su fruto es la justicia.
¿De dónde proceden las guerras y las
contiendas entre ustedes?, ¿No es de sus pasiones, que luchan en sus miembros?.
Codician y no tienen; matan, arden en envidia y no alcanzan nada; se combaten y
se hacen la guerra.
No tienen, porque no piden. Piden y no
reciben, porque piden mal, para dar satisfacción a sus pasiones.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Marcos 9, 30-37
En aquel
tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron
Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus
discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los
hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.».
Pero no
entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a
Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el
camino?».
Ellos no
contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que
sea el último de todos y el servidor de todos.».
Y,
acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que
acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no
me acoge a mí, sino al que me ha enviado.».
COMENTARIO
“Una
vez en casa”; encontramos en la intimidad del grupo de apóstoles que está
formando Jesús. “Los iba instruyendo”, pues quería hacerles progresar a partir
de sus discusiones. Pero, ellos no comprenden lo que Jesús les explica, pues
les preocupa otra cosa: cuestiones de prestigio y de superioridad: “¿Quién es
el más grande de ellos?”. Ven la fama de Jesús y tienen la idea verse ministros
del futuro Mesías-rey y son los discípulos de Jesús, a los cuales les ha
explicado cuál es el camino duro que hay que seguir para salvar la vida y
salvar a los hombres.
Esto
demuestra que nadie está protegido de la ambición, ni siquiera en el trato con
Jesús. ¡Cuántas personas muy sencillas al comienzo se han dejado llevar por la
ambición y han terminado acaparando las responsabilidades! Pero, el evangelio
debería ser un antídoto eficaz. Al revelarnos los gustos de Jesús, nos revela
los gustos de Dios. Imposible ignorar que Jesús detesta tres cosas: la
hipocresía, el dinero y la ambición. Venido a servir, como repite con
frecuencia, siente muy vivamente que la ambición es el cáncer del servicio. No
se puede estar lleno de sí mismo y cuidarse de los demás: es algo matemático.
Pero el orgullo sobre todo pervierte lo que debería seguir llamando la
abnegación. La mezcla de los dos deseos, servir y dominar, es tan pérfida que
Jesús reacciona enérgicamente contra ella. No se trata de una discusión más o
más o menos informal: está sentado, convoca a los doce, enuncia el precepto
evangélico inolvidable que pone una distancia absoluta entre la voluntad de
poder y la abnegación: “Quién quiera ser el primero, que sea el último de todos
y el servidor de todos”.
No se condena el deseo de
ser el primero. Se necesitan personas que sepan mejor que las demás organizar
la vida en común y el trabajo, y sobre todo dirigir la concertación necesaria
hasta la no menos necesaria decisión. Esos jefes son una suerte para todos los
equipos, en la iglesia y fuera de ella, algunos tienen manifiestamente dones
para ello. Cuando el entorno los escoge o los designa una autoridad superior,
hurtar el hombre sería egoísmo y cobardía ante la entrega de sí mismo que esa
promoción exige. Y precisamente Jesús le pide al “primero” un trabajo de
servicio que debe realizarse antes en su corazón. No se trata de ceder al
instinto y a la
vulgaridad: “Hacerse el último”.
La inversión que habrá de realizarse es tan inverosímil que sólo Jesús puede
erigir en principio esa locura: “Hacerse el último”.
Y para estar seguro es
que no se buscará una escapatoria, añade: “El último de todos, el servidor de
todos”. Casi sentimos ganas de decir a los primeros: “¡Animo!”. Por otra parte,
Jesús acentuará más aún la gravedad del servicio: “El que quiera ser el
primero, sea esclavo de todos, porque tampoco este hombre ha venido para que le
sirvan, sino para servir y para dar su vida” (Mc 10, 44-45). Dar la vida. Los
primeros ya están avisados, pero que los
demás los estimen y les ayuden porque los jefes – si dan su vida- pueden ser la
imagen más fuerte del auténtico primero.
PLEGARIA UNIVERSAL
Invoquemos
con confianza filial a nuestro Padre del cielo, y sabiendo que Él siempre nos
escucha, digámosle juntos: Padre escuchamos.
1.-
Para que con fortaleza y confianza los cristianos del tercer milenio anunciemos
el Evangelio. Roguemos al Señor.
2.-
Par que los Obispos, a ejemplo de Jesucristo, acojan con predilección a los
pequeños, humildes y sencillos. Roguemos al Señor.
3.-
Para que los pueblos que sufren hambre, guerra o marginación experimenten la
compasión de Dios en la solidaridad de toda la familia humana. Roguemos
al Señor.
4.-
Para que los que son perseguidos por ser cristianos, no claudiquen nunca de
Jesucristo y experimenten que Él siempre está a su lado. Roguemos al Señor.
5.-
Para que los enfermos y agonizantes sientan la cercanía y el consuelo de Jesús
a través de nuestros gestos de bondad. Roguemos al Señor.
6.-
Para que en nuestra comunidad parroquial reine el amor y la fraternidad y se
destierre la rivalidad, la envidia y toda enemistar y división. Roguemos
al Señor.
Padre
santo, todo esto y todo lo que esperamos de ti, quienes participamos en esta
Eucaristía, te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, en tu bondad las ofrendas de tu pueblo, para que cuanto creemos por la
fe lo alcancemos por el sacramento celestial, por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Señor, apoya bondadoso con tu ayuda continua a los que
alimentas con tus sacramentos, para que consigamos el fruto de la salvación, en
los sacramentos y en la vida diaria. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes
24: Pr 3, 27-34; Sal 14; Lc 8, 16-18.
Martes
25: Pr 21, 1-6.10-13; Sal 118; Lc 8, 9-21
Miércoles
26: Pr 30, 5-9; Sal 118; Lc 9, 1-6.
Jueves
27: Qo 1, 2-11; Sal 89; Lc 9, 7-9
Viernes
28: Qo 3, 1-11; Sal 143; Lc 9, 18-22.
Sábado
29: Dn 7, 8-10.13-14; (o bien: Ap 12, 7-12ª);
Sal 137; Jn 1, 47-51.
Domingo
30: Nm 11, 25-29; Sal 18; St 5, 1-6; Mc 9,
38-43; 45.47-48.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Marcos 9, 29-36
Paralelos: Mt 17, 22-23 Mt 18,
1-5 Lc 9, 43-48
3-1.- Por segunda vez, Jesús revela a sus
discípulos su muy próxima pasión (v. 31). Al mismo tiempo, abandona
deliberadamente la predicación a las muchedumbres (v. 30), decididamente
incapaces de comprenderle, para dedicarse exclusivamente a la formación
definitiva de discípulos.
a) Pero los apóstoles apenas si comprenden
algo más que la muchedumbre. ¿Por qué habría de ser necesario que el Mesías se
sometiera al sufrimiento para obtener la realeza?
En algunos versículos anteriores a estos
(Mc 9, 9-13), Marcos se hace eco de una de las discusiones entre los apóstoles:
Elías debe encargarse de todos los preparativos para que el Mesías no tenga más
que subir al trono. ¿Por qué, entonces, un Mesías abocado al sufrimiento? La
incredulidad de los apóstoles tenía, sin embargo, un medio para salir de tal
situación: la Escritura podía revelarles cómo la pasión estaba sugerida por una
serie de antecedentes. Parece que las predicciones, por Cristo, de su pasión
están tan fuertemente impregnadas de referencias al Antiguo Testamento que se
pueden descubrir en él los textos a los que Jesús ha podido hacer alusión. El
verbo "ser entregado" (v. 31) está tomado de Is 53, 6 y 53, 12 y
supone toda la doctrina del Siervo sufriente. La expresión "en manos de
los hombres" (v. 31) proviene de Jer 33, 24 (o 26, 24) y de este modo
asocia a Cristo al primer gran profeta perseguido. La expresión "sufrir
mucho" (v. 31) remonta, probablemente, a Is 53, 4 y 11, según un targum
arameo (abrumar) y nos remite de nuevo a la imagen del Siervo sufriente. "Ser
arrojado" (v. 31) recuerda la suerte de la piedra arrojada por los
constructores Sal 117/118, 22 (cf. Act 4, 11; Mc 12, 10). Los apóstoles poseían
un equipo escriturario bastante importante que, al menos, les hacía posible
comprender los acontecimientos que iban a desarrollarse.
b) El segundo tema de discusiones entre
los apóstoles nace de la inminencia del Reino: estos comienzan a preocuparse
por el lugar que puedan ocupar en el futuro Reino como ministros o consejeros
del Mesías (v. 34; cf. Mc 10, 35-40). Jesús aprovecha esta discusión para poner
de manifiesto las condiciones de ingreso en el Reino: no solo habrá de pasar
por el sufrimiento el Mesías para entrar en el Reino, sino que también los
suyos a su vez, deberán presentarse en él como siervos (v. 35) y como pobres
(v. 36; el niño estaba considerado en aquella época como un ser insignificante,
y la palabra aramea para designarlo era la misma que para designar al siervo).
c) No creemos, sin embargo, que las
palabras clave establezcan solo un discurso artificial. De hecho, un
denominador común reúne las parábolas de Jesús en torno a las condiciones de
acceso y de vida en el Reino.
Para entrar en el Reino es preciso estar
disponible como un niño, es decir, ser sencillo (v. 36) y no pretender los
primeros puestos (vv. 33-35). Dentro del Reino es preciso hacerse el siervo de
todos (v. 35) y ofrecer su amor a los más insignificantes (v. 37, en el que es
preciso tener en cuenta que en Israel el niño no es objeto de ninguna
consideración). Esta caridad revestirá un carácter especial entre los
responsables de la comunidad, que procurarán no escandalizar a los pequeños, es
decir, a los cristianos medio ignorantes de la casuística y de la doctrina (v.
42) y cuya fe podría bambolearse por teorías excesivamente avanzadas (cf. Rom
14, 1-15, 8).
d) Es posible que Jesús haya bendecido a
los niños, porque estos seres actualmente desdeñados serán algún día los
beneficiarios del Reino venido entre tanto.
Haremos aquí una indicación precisa sobre
las condiciones a satisfacer para entrar en la ciudad futura: aceptar ser hoy
tan simples como los niños, estar disponibles para el porvenir y estar poco
embarazados por los sistemas y las teorías. Cristo ha querido reducir la ética
del Reino a comportamientos infantiles. Apunta a una sociedad que respete al
pequeño y tenga en cuenta sus reacciones, pero sobre todo desea que sus
discípulos se parezcan a los niños en la aceptación de la dependencia de los
otros: el hombre, y el cristiano, "a fortiori", no puede aspirar a
salvarse solo.
Finalmente, el discípulo será objeto de
menosprecio como un ser débil e insignificante -al igual que un niño en la
sociedad judía-. Deberá tener en cuenta que este menosprecio constituye, para
él, la manera de seguir a Jesús en la subida a Jerusalén (Mc 9, 29-32).
Maertens-Frisque, Nueva Guia De La Asamblea Cristiana Vii, Marova
Madrid 1969.Pág. 92
2.- Texto. La traducción litúrgica
ha suprimido el v. 30. Partieron de allí y caminaban por Galilea. El no quería
que nadie lo supiera. El v. 31 es la motivación-explicación de ese paso
desapercibido por Galilea. Partiendo de la zona más septentrional judía
iniciamos de la mano de Marcos la andadura hacia Jerusalén, hacia la muerte y
la vida. El resumen es muy parecido al del domingo pasado. La variación más
notable es el cambio de senadores, sumos sacerdotes y letrados por hombres en
general.
Una vez más Marcos retoma uno de sus temas
favoritos: la falta de comprensión de los discípulos. Esta falta de comprensión
es también el punto de arranque de la escena siguiente, reducida al sólo grupo
de co-caminantes con Jesús hacia Jerusalén. A estas alturas de su obra Marcos
está exclusivamente interesado en la relación maestro-discípulos. Por eso la
situación esbozada es típica de una sesión de enseñanza al estilo judío, con el
maestro sentado en el suelo y los alumnos a su alrededor. El tema escogido
tiene su origen en una conversación concreta de los discípulos durante el
camino hacia Jerusalén. Una conversación sobre rango, sobre mayor y menor, más
importante y menos. Marcos no concreta más: le basta el problema de fondo. Lo
que sí concreta es la diferenciación entre discípulos y los doce, como ya lo ha
hecho en 4, 10. Marcos explicita que se trata de una enseñanza a los doce.
La enseñanza es teórica y práctica. La
teoría es muy breve, formulada por medio de lo que los especialistas denominan
"logion": enunciado breve en forma de máxima o aforismo.
El que quiera ser el primero, que sea el
último; el que quiera ser el primero de todos, que sea el servidor de todos. Se
trata de un enunciado por contraste, en que el segundo miembro niega al
primero: último y servidor niegan a primero.
La enseñanza práctica es la plástica de la
imagen de un niño. Es inútil que nos preguntemos de dónde sale ese niño. El
interés de Marcos es doctrinal y la escena la monta en razón de la doctrina.
El niño, a su vez, es una metáfora.
Funciona como símbolo de pequeño, de menor, de alguien sin rango. No pega el
hablar aquí del niño como símbolo de inocencia o de simplicidad. Las palabras
finales de Jesús, es decir. el v. 37, son la explicación de la metáfora.
Expresan la actitud cristiana ante los poco importantes o poco considerados. El
esquema subyacente es el derecho judío del emisario, según el cual el enviado
está en el lugar de aquél que lo envía. Los poco importantes están vistos como
enviados de Jesús y, en última instancia, de Dios. Recibir en mi nombre
significa recibir a los pequeños por su pertenencia a Jesús.
Comentario.
Marcos nos vuelve a recordar hoy que no se
puede hablar de Jesús, si no se parte de la consideración de sus tribulaciones,
su muerte y su resurrección. Cualquier aspecto de su persona, incluida su
divinidad, está supeditado a estos hechos. No es fácil aceptar y asumir esto,
habida cuenta de que no encaja con los modos y maneras habituales de concebir
los humanos a Dios.
El cambio de senadores, sumos sacerdotes y
letrados por hombres en general quiere probablemente significar que los malos
tratos a Jesús no son atribuibles a los judíos en cuanto judíos, sino en cuanto
a humanos. A Jesús se le hubiera tratado igual de haber nacido y vivido en
otras partes.
Ser discípulo de Jesús es seguirle en su
camino hacia Jerusalén, contando con que la comprensión de Jesús no se adquiere
de una vez por todas, sino que deberá ir ampliando y madurando siempre.
La diferencia básica, escribe un autor
judío actual, entre los discípulos de Jesús y los de los rabinos es que
aquellos se unen a Jesús fundamentalmente para seguirle, mientras que éstos se
unen al rabino para aprender.
Ser grande, ser importante, tener rango:
indómita aspiración humana. Desde Jerusalén, desde el Cristo muerto y
resucitado, esta aspiración recibe un tratamiento radical. Es grande el que es
pequeño; tiene rango el que hace algo por los demás.
Cristianamente hablando no hay importantes,
sólo hay iguales. No es una cuestión de humildad, sino sencillamente de
equiparación. El fallo puede provenir tanto de la importancia como del
paternalismo.
Alberto Benito, Dabar 1988, 48
3.- Por segunda vez anuncia Jesús a
sus discípulos su pasión, muerte y resurrección al tercer día; pero en esta
ocasión añade las siguientes palabras: "El Hijo del Hombre va a ser
entregado en manos de los hombres". En el A.T. se contrapone esta
expresión a la de "caer en manos de Dios, cuya misericordia es
grande" (Sam 24, 41; Eclo 2, 18).
Hasta qué punto sea terrible caer en las
manos del hombre, y no en las manos de Dios, se verá en la pasión de Jesús.
Cuando los hombres hayan hecho su obra y todo haya sido consumado, Jesús
encomendará su espíritu en las manos del Padre, y el Padre lo resucitará.
Los discípulos no alcanzan a comprender
que su maestro, a quien reconocen como Mesías, tenga que sufrir tantas afrentas
y hasta la misma muerte de cruz. Tampoco entienden nada sobre la resurrección
al tercer día. Sin embargo, el miedo que les da preguntar demuestra que en
realidad no entienden porque no quieren entender. Los discípulos no pueden
aceptar el tremendo programa que les ha revelado su maestro. Por eso prefieren
mantener la boca cerrada mientras su corazón se va llenando de tristeza (Mt 17,
23). Un grupo de rezagados comienza a discutir, a espaldas de Jesús, sobre
rangos y procedencias entre los discípulos. Jesús no se da por enterado y les
deja que se despachen a su gusto. Pero tan pronto han llegado a Cafarnaún, posiblemente
ya sentado en casa de Pedro, les pregunta qué habían discutido en el camino.
Avergonzados por su conducta y sabiendo
que no podían agradar a su Maestro, callan. Los discípulos no responden ahora
por las mismas razones que antes no se atrevieron a preguntar al Maestro sobre
lo que les había dicho de su pasión. La vergüenza de los discípulos se explica
perfectamente ante Jesús, que tiene preocupaciones mucho más profundas y sólo
piensa en servir a los demás. Jesús enseña que el mayor honor es el mayor
servicio, que el primero es el que se humilla para servir a todos. Durante la
última cena Jesús lavará los pies a sus discípulos y les servirá colocándose en
último lugar.
Cuando al día siguiente sea alzado en la
cruz, los discípulos comprenderán el significado de las palabras de Jesús. El
último será entonces el primero; el que muere por todos será el Señor de todos.
Es menester servir a todos, pero en
especial a los más humildes y pequeños. El que sirve a los más pobres y
humildes como a este niño, sirve a Jesús y al Padre que lo envía. La actitud de
Jesús frente a los niños ha sido frecuentemente mal interpretada. No es que a
Jesús le "gustaran" los niños o que los quisiera de un modo especial
por su candor o su pureza de corazón. Un niño es para Jesús ni más ni menos que
un pobre, alguien que no es habitualmente considerado por los demás y que ocupa
el último lugar de la casa. Por eso Jesús lo toma como símbolo de todos
aquellos que son sus preferidos y a quienes tenemos que servir si queremos ser
los primeros en el Reino.
Eucaristía 1982, 44
4. /Mc/09/30-48
Jesús anuncia por segunda vez la pasión.
Como en las dos predicciones anteriores (Mc 8,31-33; 10,31-34), también en ésta
hay que distinguir tres momentos: el anuncio, la incomprensión por parte de los
discípulos, su adoctrinamiento en la ciencia de la cruz. Anuncio. Lo resume una
afirmación fundamental, muy expresiva en el lenguaje bíblico: «El Hijo del
hombre será entregado en manos de los hombres». El pasivo impersonal «será
entregado» corresponde al modismo hebraizante que algunos llaman «pasivo
teológico»: insinuaría que es Dios mismo el que ha tomado la iniciativa de
entregarlo. Jesús entregado a la muerte redentora, don supremo de Dios a los
hombres (Jn 3,16; Rom 8,32). El cáliz de la pasión, voluntad del Padre (=
plegaria de Getsemaní). El "Hijo de hombre" glorioso según Daniel (c.
7) se identifica con el «Servidor» de Yahvé humillado y entregado a la muerte,
de que habla Isaías (cc. 52-53).
Incomprensión. Los discípulos no entienden
nada y comienzan a discutir quién es el mayor... El evangelista lo recuerda,
aludiendo quizá a «problemas» semejantes que perduran en la Iglesia. Contraste
radical entre el pensamiento de Cristo y los egoístas sentimientos humanos (cf.
Flp 2,1-8).
Adoctrinamiento. Sigue una colección de
diversos dichos del Señor, que el evangelista encadena artificiosamente. Marca
las líneas fundamentales de la espiritualidad que se debe respirar en la
Iglesia. Idea-maestra: «Si alguno quiere ser el primero que sea el último de todos».
Es decir: "el servidor de todos" (v 35). Signo pedagógico: al estilo
de los profetas, que hablaban con gestos, el Maestro pone un niño en medio de
ellos. Lección viva de pequeñez. De humillación connatural. De «infancia
evangélica». A continuación, en torno siempre a la presencia del niño, va
desgranando reflexiones, consejos y mandamientos: acoger a los pequeños, ser
abierto y comprensivo con los demás, no escandalizar a los débiles y saberse
débil ante el escándalo... Si continuásemos la lectura hasta el final de esta
cadena de sentencias, encontraríamos el consejo-clave de la conversación
entera: «Convivid en paz unos con otros» (50). La paz florecerá en las
comunidades cristianas si los discípulos hacen suyo el espíritu evangélico de
humildad y sencillez.
I. Goma, La Biblia día a día, Ediciones
Cristiandad.Madrid-1981.Pág. 895 S.
5.- El Hijo del hombre va a ser entregado.
Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos
En la sección 8,27-10,52, que
presentábamos el pasado domingo, hoy encontramos el segundo anuncio de la
pasión. Cada uno de los tres anuncios va seguido de una enseñanza particular a
los discípulos que pretende romper malentendidos.
"No quería que nadie se
enterase". Jesús, llegado a este punto, considera que su misión pública ha
acabado. Ha dicho y ha hecho ya todo lo que pretendía. Lo importante es que
ahora la gente, y más todavía sus discípulos, asimilen su enseñanza y la
traduzcan a sus vidas.
La realidad con la que Jesús se ha de
enfrentar es dura: sus discípulos no le entienden. Empieza a gustar el fracaso
del evangelizador, que llegará a su culmen en la cruz, a la que acaba de
aludir. Prueba de esto es la preocupación por ser el más importante.
Preocupación ya entonces de moda entre los círculos de los fariseos: el protocolo
a observar en las sinagogas, en los banquetes fraternos del movimiento, en las
reuniones... Jesús rompe esquemas y protocolos.
La figura bíblica del niño no es símbolo
de ternura e inocencia, sino de marginación e indefensión. Los niños eran entonces
pequeños esclavos de los adultos, sobre todo entre las clases populares. Acoger
a uno de ellos es acoger al mismo Cristo.
Jordi Latorre, Misa Dominical 2000, 12, 16
6./Mt/18/01-10 (paralelo): INFANCIA-ESPIRITUAL NIÑO
A la pregunta única de los discípulos
("¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?") Jesús da una
respuesta triple. Con ello se amplía considerablemente la perspectiva. Helas
aquí: si no os hiciereis como niños no entraréis al reino de los cielos; el que
se hace pequeño como un niño será el mayor en el reino de los cielos; el que
acoge aunque sólo sea a uno de estos niños en mi nombre, a mi me acoge. Cada
respuesta ha de ser examinada aparte, y es importante poner de relieve los
múltiples significados que asume sucesivamente la palabra niño (o pequeño).
Jesús llama a sí a un niño y lo coloca en
medio de los discípulos; en un gesto plástico, ilustrativo, como solían hacerlo
los antiguos profetas, y aquí niño significa justamente un niño. Pero ¿qué
significa la expresión siguiente "hacerse como los niños" (v.2)? Es
importante responder exactamente, aunque no es fácil, porque la invitación de
Jesús es particularmente solemne ("En verdad os digo..."), y pone una
condición indispensable para la salvación ("no entraréis en el reino de
los cielos"). Inmediatamente hay un aspecto claro: la semejanza del niño,
que el discípulo debe apropiarse, no es una cualidad espontánea, sino que
únicamente es posible en la conversión; o sea, forma parte de aquel cambio
radical de la persona (mentalidad y comportamiento) que es precisamente la
conversión evangélica.
Pero la pregunta queda en pie: ¿En qué
sentido debe el discípulo asemejarse al niño? Probablemente el contexto
originario de la invitación de Jesús se encuentra en la escena de los niños que
le salen al encuentro (/Mt/19/13-15; /Mc/10/13-16; /Lc/18/15-17).
Jesús se sorprende al ver el abandono y la confianza de los niños; lo aceptan
sin miedo y sin cálculos; sin demasiados porqués; al contrario que los adultos,
constantemente vacilantes, complicados en continua búsqueda de excusas y
justificaciones. Para entrar en el reino hay que ser así: disponibles,
confiados, simples; hay que abandonarse a la fe con sencillez de niño.
-El Niño Y La Necesidad
La segunda palabra de Jesús ("El
mayor es el que se hace pequeño") corresponde perfectamente a la pregunta
de los discípulos e introduce una nueva perspectiva. Aquí el pequeño no es ya
el símbolo de la disponibilidad y de la sencillez, sino el símbolo de quien
carece de grandeza, de quien no cuenta, de quien sirve. Pequeño es quien es
pobre, sin peso, olvidado, no tenido en consideración. El primer puesto en la
comunidad y en el amor de Cristo es para éstos. Hay una doble invitación.
Primero: vosotros discípulos (y esto vale ante todo para la autoridad), poned a
los pequeños en el primer puesto de vuestra consideración. Segundo: si queréis
contar en el reino de Dios, haceos pequeños, o sea, poneos en actitud de
servicio. Aquí la pequeñez no es ya una situación de hecho, sino una dimensión
espiritual, que se traduce concretamente en la actitud del servicio.
La tercera palabra de Jesús ("El que
recibe a un niño, a mí me recibe") trae a la memoria la parábola del
juicio (Mt/25/31-46) y el final de discurso misionero (Mt/10/42). Así el niño
asume una vez más un sentido nuevo; no es el niño en sentido propio, ni el
símbolo de la disponibilidad, ni el que no cuenta, ni el que sirve; es más
exactamente el necesitado. Es el sediento, el hambriento, el desnudo, el
prisionero, el marginado (Mt 25). Y es también el discípulo o el misionero que
llama a la puerta de casa para sentarse un instante (Mt 10,42).
-El Escándalo De Los Pequeños
El discurso sigue desarrollando todavía el
tema del pequeño e introduciendo un nuevo motivo: el escándalo (vv. 6-10). En
el lenguaje bíblico, el escándalo se sitúa en el plano de la fe, más que en el
plano de la moral. Escándalo es todo lo que pone a prueba la fe y la
desorienta. Jesús condena con violencia a los que escandalizan a los
"pequeños" que creen en él. Pequeños no son los niños, sino los
fieles simples, incapaces de soportar las novedades y los atrevimientos de los
"maduros"; su fe es frágil, quizás inmadura, escandalizable; también
éstos entran en el número de los pequeños que tienen derecho al primer puesto
en la comunidad. La comunidad debe crear un ambiente que facilite su
crecimiento en la fe; no debe constituir un obstáculo que obligue a los débiles
a sucumbir.
Este me parece que es el sentido de la
otra afirmación: "Guardaos de despreciar a uno solo de estos
pequeños". Quizás "despreciar" no sea la traducción mejor (es
demasiado fuerte), sino "descuidar". La comunidad no puede obrar como
si no existieran estos pequeños; no puede hacer reformas sin tener en cuenta
las repercusiones de las mismas en la fe de los pequeños. Mas, por desgracia,
la comunidad (ya la de Mateo) se siente tentada a menudo a lo contrario; por
tanto, ellos no cuentan, no tienen peso; el futuro está en otras manos... Pero
no es así en la estimación de Dios: "Sus ángeles en el cielo ven el rostro
de mi Padre que está en los cielos".
Bruno Maggioni, Edic. Paulinas/Madrid 1982.Pág. 187