ESTE ES MI HIJO AMADO, ¡ESCÚCHENLO!
COMENTARIO
“No vieron a nadie más que a
Jesús solo con ellos”. No sé si les impresiona ese “solo”. Marcos acaba así su
relato de la transfiguración después de haberlo empezado con la misma idea de
soledad: “Cogió Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y subió con ellos solos”.
Tenemos la impresión de una escena de iniciación, reservada a los tres íntimos
que tendrá a su lado en Getsemaní. La consigna habitual, pero más severa en
este caso, viene a acentuar este ambiente de secreto: “No cuenten a nadie lo
que han viso”.
Hay que preservar en toda su pureza un misterio al que es imposible
llegar sino después de una dura subida: “Subió con ellos solos a una montaña
alta y apartada”.
Dios mismo revela el misterio: “Ese hombre con quien viven, a quien
escuchan, al que admiran, pero que tanto les desconcierta, ¡es Hijo mío!”.
La aparición de
Elías y de Moisés trae algo más: ese hombre es ciertamente el prometido, el
esperado, aquél hacia quien avanzaba toda la historia. Antes de él fueron muchos los que hablaron,
pero él es la palabra definitiva, absolutamente única. He aquí por qué se
retira tan soberanamente solo a la soledad más alta. Sin embargo, es él mismo
todo un mundo de presencias. Vuelto hacia el Padre y empapado del Espíritu,
manifiesta la vida trinitaria, el mundo de Dios.
En él habita también el mundo de
la Biblia: “Comenzando por Moisés y
siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería en toda las
escrituras” (Lc 34, 27). En él vibran las esperanzas y los sufrimientos de los
hombres; él se prepara al acontecimiento que va a salvarnos a todos, su
muerte-resurrección. Y si nuestra mirada se dirige más allá todavía, hasta el
fin del mundo, Jesús se nos presenta entonces “en poder” (Mc 9, 1). Verbo de
Dios, hijo del Hombre, reuniendo a todos los hombres ante los ángeles, inaugurando las nuevas tierras y
los cielos nuevos.
Contemplar de este modo a Jesús, en esta soledad de
una plenitud única, puede llevarnos
a recibir un mandato-consejo cuya
fuerza quizás no habíamos percibido aún por completo: “Escúchenlo”. La única
consigna del Padre recibida casi en directo. Esa consigna puede decidir de
nuestras vidas. Cuando escuchamos a Jesús, ¿a quién escuchamos?. Volvamos a
nuestra contemplación, quedemos en nuestra contemplación.
Cuanto más veamos a quién escuchamos, más se convierta
nuestra cita en gozo y más ensanchará nuestra vida
R.P. Roland Vicente Castro Juárez
ORACION COLECTA
Oh,
Dios que nos has mandado escuchar a tu Hijo amado, alimenta nuestro espíritu
con tu palabra; para que, con mirada
limpia, contemplemos gozosos la gloria de tu rostro. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura
del Libro del Génesis 22, 1-2. 9a. 15-18.
En aquel
tiempo Dios puso a prueba a Abrahán llamándole: ¡Abrahán!. El respondió: Aquí
me tienes. Dios le dijo: Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete
al país de Moría y ofrécemelo allí en sacrificio, sobre uno de los montes que
yo te indicaré.
Cuando
llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí un altar y
apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la
leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel
del Señor gritó desde el cielo: ¡Abrahán, Abrahán!.
Él
contestó: Aquí me tienes.
Dios le
ordenó: No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes
a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.
Abrahán
levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se
acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel
del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: Juro por mi mismo -oráculo
del Señor-: Por haber hecho eso, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo
único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del
cielo y como la arena de la playa.
Tus
descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los
pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.
SALMO RESPONSORIAL (115)
Caminaré en presencia del Señor.
Tenía fe, aun cuando dije: «Qué desgraciado soy.». Mucho le cuesta
al Señor la muerte de sus fieles. R.
Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste
mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.
R.
Cumpliré al Señor mis votos, en presencia de todo el pueblo; en el
atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8,
31b-34.
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?. El que
no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros,
¿cómo no nos dará todo con Él?.
¿Quién acusará a los elegidos de Dios?. Dios es el que justifica. ¿Quién
condenará?.
¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de
Dios, y que intercede por nosotros?.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
En el esplendor de la nuble se oyó la voz
del Padre: “Este es mi Hijo, el amado; escúchenlo”.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 2-10.
En aquel tiempo Jesús se llevó a Pedro, a
Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró
delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no
puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés
conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
Maestro. ¡Qué bien se está aquí!. Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra
para Moisés y otra para Elías.
Estaban asustados y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió y salió
una voz de la nube: Este es mi Hijo amado; escúchelo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a
nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les
mandó: No cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del Hombre
resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué
querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos a Dios Padre, de quien proviene todo bien, y
convencidos de que su providencia guía nuestros pasos, digámosle: R.
Escúchanos, Señor, esperamos en ti.
1.- Por la Iglesia: que en su vida
resplandezca el amor del Padre que ama y salva a su pueblo. Oremos.
R.
2.- Por los que han sido ungidos por el
Señor y sirven a su pueblo: que escuchen la Palabra de Dios, la hagan vida y la
prediquen con fidelidad y convicción. Oremos. R.
3.- Por los pueblos del mundo que no
conocen la paz, la justicia y el bienestar: que los gobernantes de las naciones
más poderosas se comprometan a conseguirlas y garanticen el respeto a los
derechos de todo hombre. Oremos. R.
4.- Por los que con generosidad siguen al
Señor y no se reservan nada para si: que su entrega de frutos de santidad y
sean ejemplo para cuantos buscan a Dios. Oremos. R.
5.- Por los que viven en pecado, los que
se cierran a la verdad, los que no quieren o no pueden creer: en Dios, por los méritos de su Hijo, se les
manifieste como luz, camino y verdad para sus vidas. Oremos. R
6.- Por esta asamblea: para que la
celebración de la Palabra y de la fracción del pan fortalezca nuestra fe para
vivir con austeridad este tiempo de
conversión. Oremos. R.
Escucha, Padre, a tu pueblo que viene a tu presencia y te
suplica, y haz que siempre que te invoquemos tengamos la certeza de que tú nos
escuchas. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos,, Señor, que esta oblación borre nuestros pecados y
santifique los cueros y las almas de tus fieles, para que celebren dignamente
las fiestas pascuales. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Mt 17, 5.
Este es el
Hijo, el amado, en quien me complazco
escúchenlo.
ORACION
DESPUES DE LA COMUNION
Te damos
gracias, Señor, porque, al participar en estos gloriosos misterios, nos haces
recibir, ya en este mundo, los bienes eternos del cielo. Por Jesucristo nuestro
Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA
DÍA
Lunes 01:Dn 9, 4b-10;Sal 78; Lc 6, 36-38.
Martes 02: Is 1, 10.16-20; Sal 49; Mt 23, 1-12.
Miércoles
03: Jr 18, 18-20; Sal 30; Mt 20, 17-28.
Jueves 04: Jr 17, 5-10;
Sal 1; Lc 16, 19-31.
Viernes 05: Gn 37, 3-4.12-13ª.17b-28; Sal 104; Mt 21, 33-43.45-46.
Sábado 06: Mi 7,
14-15.18-20; Sal 102; Lc 15, 1-3.11-32.
Domingo 07: Ex 20, 1-17; Sal 18; 1Co 1, 22-25; Jn 2, 13-25.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mc 9. 2-10
1.- Dos
observaciones literarias pueden ayudarnos a comprender el significado de la
transfiguración en la vida de Jesús y en la trama del evangelio de Marcos. Este
episodio (9, 2-13) está colocado intencionadamente entre la primera y la
segunda predicción de la pasión. Y los diversos detalles de la narración (el
vocabulario, las imágenes, las referencias al Antiguo Testamento) demuestran
que pertenece al género epifánico-apocalíptico: intenta ser una revelación
dirigida a los discípulos, revelación que tiene como objeto el significado
profundo y escondido de la persona de Jesús y de su "camino".
Algunos
elementos, como la nube y la voz celestial, la presencia de Moisés y de Elías,
evocan la presencia en el Sinaí. Con esto se quiere afirmar que Jesús es el
"nuevo Moisés", que en él llegan a su cumplimiento las esperanzas, la
alianza y la ley.
Otros
elementos, como la transfiguración de su rostro, las vestiduras blancas, evocan
al Hijo del Hombre del profeta Daniel, glorioso y vencedor, y parecen ser un
anticipo de la resurrección: intentan revelarnos el significado escondido de la
vida de Jesús, su destino personal.
Jesús, el que
camina hacia la cruz, es realmente el Señor. En este camino hacia la cruz es
donde hay que insistir ante todo. Precisamente en este Jesús que marcha hacia
la cruz es donde encontramos el cumplimiento de todas las esperanzas. Y es
precisamente este camino mesiánico el que encierra un significado pascual. Y
todo esto con una indicación: el género epifánico-apocalíptico al que pertenece
nuestro relato no se limita a revelar el futuro, a señalar la conclusión
inesperada de lo que ahora está sucediendo; pretende más bien manifestar el
significado profundo que la realidad tiene ya ahora, un significado escondido
que no descubre la mayoría y que las apariencias parecen desmentir. De esta
forma la transfiguración se convierte en la revelación no sólo de lo que será
Jesús después de la cruz, sino lo que él es a lo largo del viaje hacia
Jerusalén. Es ésta una clave que nos permite captar la verdadera naturaleza de
Jesús detrás de lo que podríamos llamar su realidad fenoménica.
Pero la
transfiguración no tiene sólo un significado cristológico. En la intención de
Marcos asume un papel importante también en la experiencia de fe del discípulo.
Los discípulos han comprendido que Jesús es el Mesías y están ya convencidos de
que su camino conduce a la cruz; pero no llegan a comprender que la cruz
esconde la gloria. A este propósito tienen necesidad de una experiencia, aunque
sea fugaz y provisional: tienen necesidad de que se descorra un poco el velo. Y
éste es el significado de la transfiguración en la vida de fe del discípulo: es
una verificación. Dios les concede a los discípulos, por un instante,
contemplar la gloria del Hijo, anticipar la pascua.
El velo que se
descorre no revela únicamente la realidad de Jesús, sino también la realidad
del discípulo que camina con él hacia la cruz y también hacia la resurrección,
y está con él en posesión -por encima de la realidad fenoménica engañosa- de la
presencia victoriosa de Dios. En otras palabras, podemos comparar a la
transfiguración con lo que solemos llamar las "comprobaciones", esos
momentos luminosos que encontramos a veces en el viaje de la fe, momentos
gozosos dentro de la fatiga cristiana. No son momentos que se encuentran
automáticamente y de cualquier manera; hay que saber descubrirlos. Y sobre todo
no hay que olvidar que su presencia es fugaz y provisional. EL discípulo tiene
que saber contentarse con ellos; esas experiencias tendrán que ser escasas y
breves. A Pedro le habría gustado eternizar aquella visión clara e imprevista,
aquella experiencia gloriosa. Se trata de un deseo que manifiesta una
incomprensión de aquel suceso, que no es el comienzo de lo definitivo, que no
es la meta, sino sólo una anticipación profética de la misma. El camino del
discípulo sigue siendo todavía el camino de la cruz. Dios le ofrece una
comprobación, una prenda, y es preciso aceptar esa prenda, sin exigencias de
ningún género.
Finalmente, hay
un aspecto sobre el que hay que reflexionar y que en cierto sentido parece
constituir el punto central del texto: la orden de "escucharlo".
Escuchar es lo que caracteriza al discípulo. Su ambición no es la de ser
original, sino la de ser servidor de la verdad, en posición de escucha.
En conformidad
con toda la tradición bíblica, la palabra de Dios que hay que escuchar no tiene
sólo un aspecto cognoscitivo, vehículo de ideas y de conocimientos (en el
sentido de que nos revela el plan de Dios: quién es él, qué somos nosotros,
cuál es el sentido de la historia en que estamos insertos), sino además un
aspecto imperativo (lo que tenemos que hacer, la regla que hay que seguir, el
punto de vista que hemos de asumir en nuestras relaciones con los demás y con
la historia); finalmente, la palabra de Dios es una fuerza, un promesa fiel que
alcanza su objetivo, a pesar de todos los obstáculos. Comprendemos entonces
cómo esta invitación a escuchar es invitación a la obediencia, a la conversión
y a la esperanza.
Exige no
solamente inteligencia para comprender, sino también coraje para decidirse. En
efecto, la palabra que escuchamos es una palabra que nos compromete y que nos
arranca de nosotros mismos.
BRUNO MAGGIONI
- EL RELATO DE MARCOS - EDIC. PAULINAS/MADRID 1981, Pág. 128ss.
2. - Como
cada año, el evangelio de este domingo nos describe la transfiguración del
Señor, y, como cada año, esta descripción está orientada a preparar nuestros
espíritus para una comprensión más profunda del misterio pascual. El relato de
Mc es más breve que el de los otros dos sinópticos, pero contiene como elemento
propio (aparte del detalle del blanco de los vestidos que ningún batanero -¿por
qué no traducir "ningún detergente puede imitar"?- la insistencia en
el hecho de que los apóstoles no entendieron del todo qué querría decir aquello
de resucitar de entre los muertos. Se podría basar la homilía en esta realidad:
nosotros tampoco -pese a la fe en la resurrección de Xto y en la nuestra- no
llegamos tampoco a entender todo el sentido del misterio pascual.
La realidad que
se expresa a través de la descripción poética y llena de imágenes del episodio
de la transfiguración, es una experiencia profunda de fe tenida por los amigos
más íntimos de Jesús. En un momento de comunicación profunda, tuvieron la
impresión de percibir a Jesús en su verdadera identidad. Fue un instante de
éxtasis, que les hizo entrever la realidad gloriosa de Jesús, pero que aún no
les mostró toda la profundidad de su misterio. Para llegar a entenderlo, de
algún modo, fue necesario el contacto real con la vida, fue necesario que, a
través de los sufrimientos y muerte de Jesús -y a través de sus propios
sufrimientos y, más adelante, de su propia muerte-, comprendieran que hay que
pasar por la muerte para llegar a la vida (cf. el prefacio propio de este
domingo), médula de la realidad del misterio pascual. Tampoco nosotros
entenderemos qué significa "resucitar" si nos quedamos sólo en el
terreno de la fe contemplativa -y es muy posible que, en el nivel teórico, se
nos presenten grandes dificultades para aceptar este misterio-. En cambio, si
descendemos de la montaña de las ideas a la tierra firme de las realidades
diarias, experimentaremos en carne viva lo que significa morir a nosotros
mismos y vivir hacia Dios y hacia los hermanos; entenderemos qué es la
resurrección.
J. LLOPIS -
MISA DOMINICAL 1973/02
La tentación de
"hacer tres tiendas" está siempre presente. Es curioso que el hombre
se preocupe siempre por construirle una casa a Dios, cuando el mismo Dios ha
bajado a la tierra para vivir en las casas de los hombres. Dios no tiene tanta
necesidad de metros cuadrados para iglesias como de acogida en el corazón
humano. Dios no quiere vivir en un "hotel para dioses" relegado como
nuestros ancianos, en una especie de parkings. Dios quiere vivir en familia con
los hombres, andar entre sus pucheros. Por ambientados que estén nuestros
templos, siempre le resultarán fríos a un Dios que busca el cobijo de los
hombres.
El
Dios-con-nosotros no puede quedar en una especie de producto situado en un
mercado al que se acude cuando se necesitan servicios religiosos. Dios no es un
objeto de consumo. Él es la vida misma del hombre, pero nosotros nos empeñamos
en confinarlo en su casa en lugar de tenerlo como compañero continuo en el
camino de la vida.
El Dios de
Jesús no se mantiene en alturas celestiales, sino que nos señala en dirección
al mundo y quiere que como él nos encarnemos -valga la expresión- en nuestra
propia carne. Además de nuestra condición de hombres, hay algo que refuerza
nuestro interés por el mundo: nuestra fe. "Los gozos y las esperanzas, las
tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los
pobres y de cuantos sufren, son a la vez los gozos y las esperanzas, tristezas
y angustias de los discípulos de Cristo" (G.S. núm. 1).
EUCARISTÍA
1985/10
4.- El segundo
Evangelio sitúa la transfiguración dentro de un contexto en el que, con más
claridad que en los otros sinópticos, se afirman los presentimientos de Cristo
relativos a su muerte y a su gloria. Jesús acaba precisamente de anunciar su
Pascua próxima (Mc. 8, 31-32), pero Pedro se ha opuesto audazmente: no puede
admitir que el reino de la gloria y del poder anunciado por los profetas pase
por el sufrimiento y la muerte (Mc. 8, 32-33). Jesús se sirve entonces del
ritual de la entronización del Mesías doliente en la fiesta de los Tabernáculos
para convencer a los suyos que solo será mediante el sufrimiento como
conseguirá su mesianidad.
* * * *
a) El primer
versículo recuerda hábilmente ese contexto: a pesar de una traducción un tanto
confusa, parece que Jesús quiere decir, en un tono un tanto triste:
"Esperan de tal forma un reino de poder que ni uno de entre ellos querría
pagar con su vida la venida de ese reino". Por eso, a los ojos de Marcos,
el episodio de la transfiguración se presenta ante todo como revelación, por
parte de Cristo, de la totalidad de su misterio pascual al grupo elegido de sus
apóstoles (los mismos que estarán junto a El en Getsemaní: Mc. 14, 33). De ahí
que Marcos dé prioridad a Elías sobre Moisés (v. 4), porque si Elías es Juan
Bautista, está claro que anuncia el sufrimiento del Mesías a través de sus
propios sufrimientos (cf. la explicación de Jesús en Mc. 9, 12-13). Parece,
pues, estar claro que lo que constituye el centro del Evangelio de Marcos es la
perspectiva del Mesías paciente.
b) La
transfiguración consiste esencialmente en la toma de conciencia, por parte de
los tres apóstoles, de que Jesús es verdaderamente el Mesías que entroniza la
fiesta de los Tabernáculos. La mención "seis días" (v.2) alude a la
duración clásica de esta fiesta, la montaña y la nube son elementos
tradicionales propios también de esta fiesta, así como especialmente la
construcción de tiendas que sugiere Pedro (v.5). En este sentido el relato de
la transfiguración es absolutamente paralelo al de la entrada de Jesús en
Jerusalén (Mt. 21). Jesús es ciertamente el Mesías al que todos los años la
fiesta de los Tabernáculos espera y entroniza revistiéndolo de blancura y de
luz (v. 3) e invistiéndolo de la misma palabra de Dios (v. 7). Pero el libro
judío de los Jubileos, casi contemporáneo de los Evangelios, anunciaba ya que
el Mesías esperado durante la fiesta de los Tabernáculos sería un Mesías
sufriente. Ahora bien: Cristo acaba precisamente de anunciar a los suyos su
próxima pasión (Mc. 8, 31-38); sin duda aprovechó la ocasión de un ritual de
investidura de la fiesta de los Tabernáculos para convencer a los apóstoles de
que este camino era normal, ya que correspondía a la misma liturgia.
* * * *
La
transfiguración es, pues, una exhortación de urgencia hecha de manera especial
a Pedro para que se avenga a escuchar a Jesús (v.7) cuando habla de sus
sufrimientos y de su muerte, sin dejar de reconocerle por eso como Mesías
definitivo, a la manera del Siervo ideal (Is. 42, 1).
La fe exigida a
los espectadores de la transfiguración impulsa hoy a la Iglesia a no huir de
las necesarias encarnaciones y del desprendimiento que implican para no buscar
más que un Reino de poder que prescindiera de la muerte; pero la impulsa
también a no querer una encarnación sin las correspondientes transfiguraciones.
La Iglesia no es llamada a estar presente en la estructuras del mundo más que
para transformarlas; y no es llamada a transformarlas si no es aceptando morir
a todo confort y a toda autoseguridad; conoce también las alternancias de
gloria y de humillación y sabe que su victoria no será una clamorosa realidad
hasta tanto, rota por la muerte, no surja en un mundo al que habrá ayudado a
transfigurarse.
MAERTENS-FRISQUE
- NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III - MAROVA MADRID 1969.Pág. 72-74
5.-
-"Jesús.. subió con ellos solos a una montaña alta, y se
transfiguró": En una montaña, lugar de revelación y de manifestación de
Dios, Jesús se revela a tres discípulos, y los hace portadores especiales de
esta revelación. La descripción de la transfiguración se hace a través de una
frase popular al referirse al color blanco. "Se les aparecieron Elías y
Moisés...": Elías que fue arrebatado al cielo y Moisés que en el Sinaí
quedó transfigurado por su contacto con Dios. El profeta y el legislador por
excelencia, y los dos que habían entrado en la experiencia de Dios en el Sinaí.
El hecho de que aparezca primero Elías, puede ser un indicativo de Marcos que
con Jesús ya estamos en el tiempo final.
-"Entonces
Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien se está
aquí!": Los discípulos lo viven como una anticipación de la vida
celestial. En este sentido las tiendas que quieren hacer ser refieren a las
estancias de los bienaventurados. Quieren que la visión siga. Pero el juicio
del evangelista es negativo ante esta actitud: "Estaban asustados, y no
sabía lo que decía" "Estar asustados" más que admiración por la
transfiguración, significa miedo, indecisión y, sobre todo, falta de
comprensión del acontecimiento. Quieren retener la visión para huir de la cruz.
-"Este es
mi Hijo amado; escuchadlo": la nube y la voz divina explican la
transfiguración y dan una respuesta a los discípulos.
La nube es
signo de la presencia de Dios. Tal como aparecía en el éxodo sobre el
tabernáculo, ahora aparece sobre Jesús. Los discípulos son los destinatarios de
esta revelación sobre Jesús.
Lo deben
escuchar, para después ser sus testigos. Pero Marcos indica que la revelación sobre
el Hijo y también el testimonio sobre él, están estrechamente relacionados con
el silencio de la cruz: ven a Jesús "solo con ellos" y se les manda
silencio, pues no pueden captar ni testimoniar el misterio de Jesús sin la
pasión y la muerte.
J. NASPLEDA -
MISA DOMINICAL 1988/05
6.- Esta acción
de Jesús en torno al templo tuvo una importancia decisiva, porque tocaba el
núcleo más importante de toda la religión judía: por el culto, por la
estructura, por el mercado. Jesús defiende el templo con una acción
significativa, que incluye varios niveles de significación. No sólo quiere
purificarle de la profanación mercantilista, sino de la concepción estrecha y
materialista del mismo. El templo no será para un pueblo, sino para todos los
pueblos: "Mi casa será llamada casa de oración para todos los
pueblos" (Is. S6,7; Jn. 4,23). El templo no será ya un lugar cerrado de
piedras, sino una persona viva, toda persona humana. «Destruid este templo y en
tres días lo levantaré~. El hablaba del templo de su cuerpo. La postura de
Jesús respecto al templo es delicada y atrevida. Las autoridades del templo
anotarán bien estas palabras.
CARITAS - UNA CARGA LIGERA - CUARESMA Y PASCUA
19887.Pág. 55
7.-
-PREDICACIÓN CENTRADA EN EL EVANGELIO
La narración de
la transfiguraci6n según san Marcos es sensiblemente igual que la de los otros
dos sinópticos, si bien añade el detalle pintoresco de que "sus vestidos
se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero
del mundo".
La
transfiguración de Cristo es una manifestación o epifanía de la presencia de
Dios entre los hombres, parecido a las que tuvieron lugar a lo largo de la
historia del pueblo de Israel.
Así como Dios
se había aparecido en el Sinaí, sobre el tabernáculo de la Alianza y sobre el
templo de Salomón, así también se apareció sobre Jesús, en quien tenemos la
revelación definitiva de Dios. Revelación que llegará a su plenitud en la
resurrección de Cristo, de la que la transfiguración era un anticipo.
Es importante
destacar que esta manifestación de Dios se realiza a través de una humanidad,
en todo igual a la nuestra. La transfiguración luminosa del cuerpo de Cristo
nos hace ver que es toda la humanidad la que ha sido elevada a la categoría de
instrumento y vehículo de la divinización del mundo. La luz divina, manifestada
en la humanidad de Cristo gracias al misterio de la transfiguración (y, sobre
todo, al de la resurrección y glorificación), estalla también en todos los
hombres que se unen a Cristo por la fe y el amor, y rezuma misteriosamente en
todos los demás y también en todas las realidades materiales que estos hombres
divinizados utilizan.
El mundo entero
es el que queda transfigurado. Transfiguración que se da de una manera velada
-pero patente a los ojos de la fe- especialmente en todas aquellas realidades
que se convierten en símbolos sacramentales. Es bueno ver bajo esta luz las
realidades materiales del pan y el vino que constituyen el signo básico de la
Eucaristía.
J. LLOPIS -
MISA DOMINICAL 1994/03
8. ACI DIGITAL
2003
1. Colocado al
principio del capítulo, este v. (que en la Vulgata figura como 39 del cap. 8)
muestra claramente que el anuncio de Jesús se refiere a su gloriosa
Transfiguración, relatada en los vv. que siguen, y en la cual Jesús mostró un
anticipo de la gloria con que volverá al fin de los tiempos. Tal es la gloria
cuya visión nos refieren S. Juan en su Evangelio (1, 14), y S. Pedro en su
segunda Epístola (1, 16 ss.). Cf. Mat. 16, 28 y nota: "En verdad, os digo,
algunos de los que están aquí no gustarán la muerte sin que hayan visto al Hijo
del hombre viniendo en su Reino". Algunos discuten el sentido de este
pasaje. La opinión de San Jerónimo y San Crisóstomo, que refieren estas
palabras a la Transfiguración de Jesús, la cual es una visión anticipada de su
futura gloria, está abonada por lo que dicen los apóstoles (Juan 1, 14; II
Pedro 1, 16 - 19). Véase Marc. 8, 38 y 9, 1; Luc. 9, 27.
2. Véase Mat. 17, 1 - 8; Luc. 9, 28 - 36. Un alto monte: según la tradición, el
monte Tabor en Galilea.
7. Aquí, como
en el Bautismo de Jesús, el Padre da solemne testimonio de la filiación divina
del Mesías, y añade el único mandamiento que el Padre formula personalmente en
todo el Evangelio: que escuchemos a Jesús. Por eso, el Maestro nos dice:
"Esta es la obra de Dios: que creáis en Aquel que Él os envió" (Juan
6, 29).
9. El monte
Tabor y el Gólgota se complementan mostrándonos el doble misterio de Jesús que
anunciaban las profecías (I Pedr. 1, 11). Aquí Jesús aparece en la gloria, con
que vendrá en su triunfo (v. 1); allá lo verán sumido en un mar de penas y
angustias. "En la transfiguración se trataba en primer lugar de quitar de
los corazones de los discípulos el escándalo de la Cruz" (S. León Magno).