DIOS SE
HACE NUESTRO PROFESOR
COMENTARIO
“Los judíos protestaban contra Jesús”. En el
estilo de san Juan, la expresión “los judíos” designa a la gente que se ha
vuelto desconfiada, crítica y a las autoridades y dirigentes. Instintivamente
nos procuramos distanciar de esa gente que no supo escuchar a Jesús. Pero, si
nos fijamos un poco quizás nos descubramos un poco “judíos” quizás tampoco esto
nos venga mal, pues entonces las palabras de Jesús nos resbalarán tanto sobre
nosotros. Cuando Jesús dice: “He bajado del cielo” y “Tienen que comerme”,
hasta los discípulos al final de este discurso sobre el pan de vida se pondrán
a murmurar: “Es demasiado duro, ¿Quién puede escuchar semejantes palabras?”. Si
también a nosotros nos chocan estas palabras, que son realmente duras, podremos
recibir mejor otra afirmación que corría el peligro de escapársenos: “Todos
serán discípulos de Dios”.
Después de haber citado esta antigua
expresión de Isaías (54, 13) Jesús corrige inmediatamente un posible error de
interpretación que consistiría en pensar que el Padre nos enseña directamente.
“No, indica Jesús, el Padre les enseña por medio de Mí, pero se trata
ciertamente de su palabra, porque yo soy su palabra. Él me ha enviado a
ustedes, vengo de junto a él, del cielo; él los atrae hacia mí para que sientan
ganas de creer en mí y yo los atraigo hacia él revelándonos quién es”. En este
movimiento de revelación divina es donde hay que entrar para recibir
debidamente unas afirmaciones desconcertantes, como hay otras muchas a lo largo
de todo el evangelio. En vez de atender inmediatamente a la dificultad de lo
que se dice, miremos quien es el que lo dice. Ejemplo único de la importancia
primordial concedida a lo que se llama el “argumento de autoridad” que de ordinario
ocupa el último lugar en el valor de los argumentos. En esta ocasión, la
autoridad de Jesús es tan grande que aceptamos lo que él dice ante todo porque
es él quien lo dice, dispuestos a intentar comprender luego las coas, pero en
el interior de nuestra primera y total adhesión a su palabra, por ser él la
palabra de Dios. Cuando Jesús habla, es Dios mismo el que nos enseña. Una vez
más, se trata de algo absolutamente único, como fuerza de autoridad de una
palabra en labios humanos: cuando escuchamos a Jesús, escuchamos a Dios. Si se nos ocurre murmurar como los judíos no
empecemos a insistir ante todo en la excesiva dureza de sus afirmaciones, sino
despertemos cuando antes y lo más posible nuestra fe: tu palabra,
Jesús es la palabra de Dios. Decir “ante todo” significa que hay un “después”.
La fe de una persona inteligente tiene que ser inteligente. Es una pena que
haya tan pocos cristianos que intenten hacer su fe cada vez más inteligente.
Esto exige reflexión, estudios y hace surgir murmuraciones, dudas; pero se
trata de una batalla de hombres, y a Dios no les disgustan estos combates de
Jacob (Gn. 32, 23-31). Suéltame, le dijo Dios. No te soltaré, le respondió
Jacob hasta que me hayas bendecido. No te llamarás ya Jacob, sino Israel,
porque has luchado con Dios y has ganado. ¡Qué Dios nos dé la inteligencia y la
fuerza de arrancarle toda la luz para vivir, ya que ha querido ser nuestro
profesor de vida!
R.P. Roland Vicente Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA Sal 73, 20.19.22.23
Piensa Señor, en tu
alianza, no olvides sin remedio la vida de tus pobres. Levántate, oh, Dios,
defiende tu causa, no olvie4s las voces de los que acuden a ti.
ORACION
COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, a quien, instruidos por el Espíritu Santo,
nos atrevemos a llamar Padre, renueva en nuestros corazones el espíritu de la
adopción filial, para que merezcamos acceder a la herencia prometida. Por
nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del primer
libro de los Reyes 19, 4-8
En aquellos días, Elia se fue hacia el desierto,
y camino durante un día, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la
muerte: “¡Basta, Señor!. ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis
padres!”. Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel lo toco y le
dijo: “¡Levántate, come!”. Miro, Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre
piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del
Señor lo volvió a tocar y le dijo_: “¡Levántate, come, que el camino es
superior a tus fuerzas!”. Elías se levantó. Comió y bebió, y, con la fuerza de
aquel alimento, camino cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, la
montaña de Dios.
SALMO
RESPONSORIAL (Sal 33)
Gusten y vean que bueno es el Señor
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza
esta siempre en mi boca, mi alma se gloria en el Señor, que los humildes lo
escuchen y se alegren. R
Proclamen conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre. Yo consulte al Señor, y me respondió, me libre de
todas mis ansias. R.
Contémplenlo, y quedaran radiantes, su rostro
no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de
sus angustias. R
El ángel del Señor acampa en torno a sus
fieles y los protege. Gusten y vean que bueno es el Señor, dichoso el que se
acoge a él. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Efesios 4, 30—5,2
Hermanos: No entristezcan al
Espíritu Santo de Dios con el que han sido sellados para el día de la
liberación final. Destierren de ustedes la amargura, la ira, los enojos e
insultos y toda clase de maldad. Sean buenos, comprensivos, perdónense unos a
otros como Dios los perdono por medio de Cristo. Sean imitadores de Dios, como
hijos queridos, y vivan en el amor como Cristo los am y se entregó por nosotros
a Dios, como ofrenda y sacrificio de suave olor agradable a Dios.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO Jn 6, 51
Aleluya. Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo - dice el Señor-, el que coma
de este pan vivirá para siempre. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo
Evangelio según san Juan 6, 41-51
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús
porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es este
Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora
que ha bajado del cielo?». Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquen.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo
resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos
discípulos de Dios". Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende,
viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de
Dios: ese ha visto al Padre. Les aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy
el pan de la vida. Los padres de ustedes comieron en el desierto el maná y
murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no
muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan
vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
PLEGARIA
UNIVERSAL
Oremos a Dios, que puede dar la vida y fortalecer a los que lo invocan.
Digámosle con confianza filial: R. Ten piedad y escúchanos
1.- Para que todos los
cristianos vivamos en el amor. Oremos al Señor. R.
2.- Para que el Padre atraiga a
todas las personas a Jesucristo. Oremos al Señor. R.
3.- Para que desaparezca todo
tipo de insulto, maldad, ira y violencia entre los políticos, los gobernantes y
los pueblos. Oremos al Señor. R.
4.- Para que los que han muerto contemplen al Señor y estén radiantes
de su felicidad. Oremos al Señor. R.
5.- Para que los niños y los jóvenes gocen de una formación que
garantice su madurez. Oremos al Señor. R.
6.- Para que los que nos hemos reunido en el nombre del Señor seamos
imitadores suyos. Oremos al Señor. R.
Que tu Espíritu se regocije en tus hijos que te suplicamos, y, ya que
eres poderoso, escucha nuestras oraciones y concédenos vivir en el amor. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta complacido,
Señor, los dones que, en tu misericordia, has dado a tu Iglesia para que pueda
ofrecértelos, y que ahora transformas con tu poder en sacramento de nuestra
salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Jn 6, 51
El
pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo, dice el Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
La comunión en tus sacramentos nos salve,
Señor, y nos afiance en la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 12: Ex 1, 2-5.24-28c; Sal 148;
Mt 17, 22-27
Martes 13: Ez 2, 8-3, 4; Sal 118; Mt
18, 1-5.10.12-14
Miércoles 14: Ez 9, 1-7; 18-22: Sal
112; Mt 18, 15-20. Misa vespertina de
la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María 1Cro 15, 3-4.15-16; 16,
1-2; Sal 131; 1Co 15, 54-57; Lc 11, 27-28
Jueves 15: Ap 11, 19ª; 12, 1.3-6ª.10ab; Sal 44; 1Co 15,
20-27ª; Lc 1, 39-56
Viernes 16: Ez 16, 1-15. 50.63; Sal_: Is 12; Mt 19, 3-12
Sábado 17: Ez 18, 1-10.13b.30-32; Sal 50; Mt 19, 13-15.
Domingo 18: Pr 9, 1-6; Sal 33; Ef 5,
15-20; Jn 6, 51-58
COMENTARIOS AL
EVANGELIO
Jn 6, 41-52
1.- Comentario. Nos hallamos ante una
conversación o debate entre maestros (rabinos) de Israel, un género muy
habitual en la literatura judía postbíblica y que a nosotros nos puede resultar
chocante. En el cuarto Evangelio este género adquiere además la configuración
de debate radical o de principios. De ahí el carácter tajante de sus
afirmaciones.
Lo que en el debate de hoy está en juego es
la supremacía entre dos principios de justificación. Los maestros ponían la
supremacía en la Ley; el maestro Jesús la pone en la fe. El maestro echa en
cara a los maestros que, con su preocupación por la observancia de la Ley, han
dado de lado a la escuela del Padre. Aunque al Padre no se le pueda ver, si se
está a su escucha, se terminará en Jesús y no en la Ley. El que está a la
escucha del Padre es creyente, el que lo está de la Ley es observante. Es el
primero quien se adentra en la corriente vital; no es el segundo, tipificado en
los padres o antepasados del desierto.
Esta corriente vital no es una idea o una
abstracción. Es una persona de carne y hueso, Jesús de Nazaret. Gracias a la
dimensión empírica y palpable de Jesús la fe no es una cuestión de elucubración
etérea. La fe es cuerpo y no idea. Los filósofos tienen razón en concluir que
de lo empírico no puede salir lo absoluto. Esto no lo niega el creyente. Lo que
el creyente afirma es que sin lo empírico lo absoluto deja de tener
consistencia.
Gracias a la carne y sangre de Jesús, a su
dimensión empírica, el creyente tiene la certeza de que la vida imperecedera de
Dios existe y es verdad. Una certeza así no la tenían los antepasados judíos en
su caminar por el desierto. Este comentarista tiene la impresión de que el
texto de hoy encierra las afirmaciones más importantes y decisivas de la
historia de la humanidad.
ALBERTO BENITO - DABAR 1988, 42
2.- Los oyentes de Jesús son judíos: todos
creen en Dios y en la Biblia. Pero una cosa es creer en los profetas del
pasado, celebrados después de su muerte, y otra cosa es reconocer a esos
enviados de Dios mientras viven y son discutidos, especialmente cuando el
enviado de Dios es un simple carpintero: ¿Cómo es posible que diga el hijo de
José y María semejantes palabras? Es evidente que Jesús les habla de comer su
carne y beber su sangre.
¿Cómo es posible que exija a sus discípulos
algo que está prohibido por la ley...? La Sagrada Escritura utiliza el verbo
murmurar en el Éxodo: en el desierto, los israelitas desconfiaban de Dios y, a
cada momento, criticaban las decisiones de Moisés (Ex 15, 24; 16, 2; 17, 3).
Hoy todavía tendremos que superar las mismas
dudas y escuchar a los enviados de Dios que nos enseñan una misión concreta en
el mundo de hoy. Son muchos los que creen en Cristo, en la palabra de Dios, y
no quieren escuchar a sus profetas o a sus ministros. Esta escena que nos
describe el evangelio está rodeada de sencillez y crudeza al mismo tiempo:
Jesús es el enviado de Dios que nos pide creer en él. Creer que él es el pan de
vida y que hay que comerlo. Para esto basta la fe por la caridad. Porque Jesús
no explicará cómo habrá que comer su carne, cómo habrá que usar ese alimento
divino que es él. Únicamente busca una respuesta de fe. Y no suaviza nada la
exigencia de su verdad.
EUCARISTÍA 1988, 38
3.- Juan llama frecuentemente
"judíos" a todos los que se oponen a la predicación de Jesús. Por lo
tanto, no hay que pensar en un cambio de auditorio. Estos "judíos"
que conocen muy bien la familia de Jesús son en realidad galileos. Precisamente
es este conocimiento de su origen humano lo que les impide creer que Jesús sea
"el pan bajado del cielo". Jesús pide fe en su persona, pero los
"judíos" responden con la crítica y la murmuración. Sucede aquí lo
mismo que en los tiempos del Éxodo cuando los israelitas alzaron su crítica y
su murmuración en contra de Moisés y desconfiaron de las promesas de Dios (Ex
16, 2-12; 17, 3-7).
Jesús no se extiende dando más explicaciones
sobre su origen divino; pero advierte que la fe es la aceptación de su persona
como enviado del Padre y que esto no es posible si el mismo Padre, que le
envía, no conduce los hombres hacia su enviado. No se puede creer en Jesús sin
la gracia de Dios, pero esta gracia no quita el riesgo y la libertad de la fe.
Citando a los profetas, concretamente a Is
54, 13, Jesús declara que todos los hombres son discípulos de Dios; es decir,
que el Padre habla al corazón de todos los hombres y quienes le escuchan
también escucharán al que el Padre ha enviado al mundo. Hay una correspondencia
entre la palabra interior que Dios pronuncia en el corazón y esa otra palabra
explícita que proclama Jesús predicando el evangelio.
La fe llega a su perfección cuando es fe en
Dios, que se revela en su enviado Jesucristo. El que cree alcanza vida; pues,
aunque todos puedan escuchar a Dios, solamente lo ha visto aquel que viene de
Dios. Y éste es Jesús, el testigo y la misma Palabra de Dios hecha carne: la
plenitud de la revelación, que hace posible la plenitud de la fe. Los que creen
así alcanzan vida eterna.
Jesús, él mismo y no otra cosa, se presenta
como "el pan de la vida". En cada una de sus palabras y de sus obras
Jesús se da y se comunica a todos los que creen en él, y éstos reciben a Jesús
y no sólo las palabras de Jesús.
CO-SO/QUE-ES: Es probable que Jesús haga ya referencia al
don eucarístico. El "pan de vida", el que "ha bajado del
cielo", es la misma realidad de Jesús, su propia carne y una carne que se
entrega para la vida del mundo. Si escuchar a Jesús es ya recibir a Jesús y no
sólo sus palabras, recibir el cuerpo de Jesús ha de ser también escucharle con
fe. El sacramento es una palabra visible, un signo. El que come el pan
eucarístico sin discernir, sin creer lo que esto significa, come su propia
condenación. Comulgar es recibir el cuerpo de Cristo "que se entrega por
la vida del mundo"; por lo tanto, es incorporarse personalmente a Cristo y
enrolarse en su misión salvadora y en su sacrificio. La eucaristía fue
instituida "la noche antes de padecer" para que los discípulos
quedaran comprometidos en la misma entrega que Jesucristo, que se iba a
realizar definitivamente al día siguiente. El que comulga debe saber que
siempre se halla en esta situación: "antes de padecer" y que recibe
"el cuerpo que se entrega para la vida del mundo". Comulgar no es
sólo comer, es creer, y esto significa comprometerse.
EUCARISTÍA 1982, 37
4.- Este texto forma parte del amplio
discurso sobre el pan de la vida. Siguiendo el estilo típico del evangelio de
san Juan, la imagen del pan de la vida está vinculada con la fórmula "Yo
soy" o "Yo soy el pan de la vida". Es una fórmula introductoria
que hay que relacionar con los discursos de Dios en el AT -Gn 28, 13; Ex 20,
2.5-. El rasgo característico de Juan, al usar esta fórmula, es señalar que
sólo Jesús realiza plenamente lo que ella significa. La palabra reveladora se
relaciona con el signo: el pan de la vida con la multiplicación de los panes.
La formulación que nos da el texto supone la
separación, ya consumada, entre la comunidad cristiana y la sinagoga. Se
presenta a los judíos como adversarios decididos de los cristianos. Esta
separación es clara en los discursos en los que Jesús habla como si no
perteneciera al pueblo judío (Jn 8, 17 "vuestra ley..." o en 7, 19.22
"os ha dado..."). La murmuración es debida a que Jesús se ha
proclamado "pan de vida" y los judíos conocen su origen, conocen a su
padre y a su madre...
Jesús califica la murmuración de incredulidad
y su respuesta es un discurso sobre la fe. Lo que Jesús afirma sólo se puede
aceptar desde una fe incondicional y sin seguridades. Esta fe sólo es posible
si es el Padre quien atrae (cfr. Is 54, 13; Jr 31, 33ss). La incredulidad de
los oyentes recuerda la de los israelitas en el desierto. Las razones que la
explica son: la realidad histórica y humana de Jesús, es como los demás; no se
dejan atraer o enseñar por el Padre; su mala disposición que no les permite
entender lo que Jesús les ha dicho.
Jesús completa la idea. Había hablado del pan
bajado del cielo. Ahora insiste en que es el pan vivo. Los judíos habían
introducido el hecho del maná. Jesús les dice que el maná no es el pan vivo.
Los padres comieron el maná y murieron. El que coma este pan vivirá para
siempre. Hoy como ayer es difícil creer en la palabra de Jesús. El pan bajado
del cielo suena a evasión en momentos de fracaso.
PERE FRANQUESA - MISA DOMINICAL 1985, 16
5.- Prosigue el discurso del pan de vida, con
la particularidad de que ahora degenera en discusión. ¿Donde queda el
entusiasmo del pueblo que lo proclamaba profeta, que lo quería hacer rey y que
lo seguía de una orilla a otra del lago? Todo, porque Jesús les ha pedido que
crean en él como "pan bajado del cielo" (v. 41).
"Critican" como el pueblo en el
desierto (cf Ex 16, 2s; 17, 3; Nm 11, 1; 14, 27; ver también 1 Cor 10,10).
Criticar (Murmurar) es olvidar la visión de fe de los acontecimientos y regirse
por una lógica meramente humana. Si Jesús, al presentarse como "pan bajado
del cielo", se refería a su origen (el prólogo del cuarto evangelio, en
/Jn/01/13, según la variante más digna de crédito, alude a su concepción
virginal: "la Palabra que no ha nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de
amor humano, sino de Dios"), sus oyentes también entienden que habla de su
venida al mundo cuando aseguran que saben que es hijo de José y que conocen a
su Padre y a su madre (v. 42).
Siguen unas palabras de Jesús sobre "ir a él", es decir, creer en él (vv. 35, 37. 44. 45).
La realidad es que la mayoría de los que lo escuchan "critican",
"no van a él". ¿Por qué? Al decir que "nadie puede venir a mí si
no lo atrae el Padre que me ha enviado" (v. 44) parecería que Jesús
atribuye la incredulidad al hecho de no ser atraídos por el Padre; por tanto,
no serían culpables. El conjunto del cuarto evangelio, y este mismo pasaje,
afirman claramente la responsabilidad de los que, libremente, no han creído en
Jesús, "no lo han recibido", porque han preferido las tinieblas a la
luz, según una opción voluntaria. Por medio de Jesús se cumple la profecía de
que "serán todos discípulos de Dios" (v. 45; cf Is 54, 13), y el
propio Padre que los instruye por el Hijo los atrae por el Espíritu, pero es
necesario que ellos "aprendan" es decir, acepten la enseñanza de
Jesús: "todo el que escucha lo que dice mi Padre y aprende, viene a
mí" (v. 45). Vuelve a decir que él es el pan bajado del cielo, que da la
vida. "Comer este pan" es lo mismo que "ir a Jesús" o "creer
en él".
HILARI RAGUER - MISA DOMINICAL 1976, 15
6.J/V.
Texto. Sigue ahondando en el signo de la
multiplicación de los panes y los peces. La reflexión de hoy tiene su punto de
partida en una dificultad: la realidad humana de Jesús parece cerrar toda
posibilidad a que sea él el pan bajado del cielo, es decir, el alimento con
garantía divina. ¿Cómo, en efecto, un ser humano puede tener categoría divina?
La dificultad la formulan "los judíos". En el cuarto Evangelio esta
expresión casi nunca tiene en alcance global, es decir, abarcador de toda la
totalidad del pueblo judío. "Los judíos" son distintos de "la
gente" (el interlocutor del domingo pasado), que también estaba compuesta
de judíos. Semánticamente los judíos se distinguen de la gente, aunque guardan
relación con ella: los judíos son los guías de la gente judía. La expresión
"los judíos" designa, pues, a los dirigentes o responsables
religiosos del pueblo judío.
La respuesta a la dificultad es el hecho de
la vida, del que Jesús es garantía absoluta. El campo semántico de la vida es
el predominante en la respuesta de Jesús: vida, vivir, resucitar, no morir
conforman esta respuesta.
La vida de la que aquí se habla hay que
entenderla en el sentido riguroso y radical del término. Vida en cuanto opuesta
a muerte, sin sentido metafórico o figurado alguno. Jesús invalida la muerte
porque él es la vida. La respuesta es tan sorprendente que sólo podrá
comprenderla y aceptarla quien esté en la onda de Dios. Esto es lo que vienen a
significar los versículos 44-45.
Comentario. Es difícil encontrar un texto
bíblico como éste en el que realidad y experiencia anden tan a la greña. Si
algo resulta evidente en el texto de hoy es que lo que se ve y experimenta no
da toda la medida o alcance de lo real. Los dirigentes religiosos judíos tienen
razón a nivel de experiencia; la dificultad que formulan es totalmente cierta a
ese nivel; pero desde el punto de vista del cuarto evangelista no lo es a nivel
de realidad. La afirmación de Jesús negando la muerte es totalmente contraria a
la experiencia; pero desde el punto de vista del cuarto evangelista esa
afirmación expresa la realidad.
RAZON/FE: No es cuestión de entrar aquí en el detalle
del eterno problema de fe y razón. Lo que ciertamente queda claro en el texto
de hoy es que la razón no es la medida de la realidad. Lo que la razón afirma
es cierto; pero a condición de no elevarlo a categoría absoluta. También la
razón necesita ser complementada; de lo contrario, sus afirmaciones pueden
quedar cortas y ser inexactas. Es lo que sucede cuando se trata de enjuiciar a
la persona de Jesús y a determinadas afirmaciones suyas: la sola razón es
insuficiente.
Parafraseando una célebre frase de Pascal, la
fe tiene razones que la razón no conoce. Para entender a Jesús y descubrir la
verdad de su persona y su afirmación de hoy hay que estar encariñados con Dios.
Sólo entonces sabremos de verdad quién es Jesús y sabremos (¡oh maravilla!) que
la muerte no existe.
ALBERTO BENITO - DABAR 1991, 40
7. - En Jn 6, 37-40, Cristo ha defendido
una concepción original de su papel de rabí y de la actitud ideal del
discípulo. La perícopa de hoy supone conocida esta posición. a) La originalidad
del Maestro consiste en su dependencia con respecto del Padre: el oyente no
puede llegar a ser su discípulo si no le "ve" en esta relación con el
Padre (vv. 40, 46). Este tema del discípulo no es menos importante en esta
lectura que en la precedente: las expresiones "venir a Mí",
"ver", "enseñados por Dios" (vv. 44-46) son una prueba de
ello.
En contraste, el que "murmura" (v.
41), no "ve" las relaciones de Cristo con su Padre y se niega a
reconocer en el hijo de José a alguien que ha "bajado del cielo" (vv.
42-43). b) Cristo responde a estas murmuraciones proclamándose "Pan de
vida bajado del cielo" (vv. 48-49), continuando con esto lo que ya había
dicho antes (Jn 6, 31-33). Esta expresión le designa a El mismo en su relación
con el Padre y en su misión de traer la vida divina a los hombres. Pero el
sermón pasa, sin transición, del Pan-Palabra al Pan eucarístico (v. 31).
Las relaciones entre el discípulo y el
Maestro se instauran, pues, por la Eucaristía, donde se "ve" de mejor
forma el lazo que une a Jesús y su Padre. El misterio eucarístico aparece desde
entonces con justo título como el "misterio de la fe".
c) Ver a Dios:
La afirmación de Jesús de que La ve al Padre (v. 46) no debe conducir a una
definición de la visión beatífica. La misión reveladora de Jesús sobre la
tierra no requiere, en efecto, este tipo de visión. Requiere solamente un
conocimiento particular de los secretos de Dios, el cual ha sido una gracia en
El, y es este conocimiento particular el que la Biblia expresa por la metáfora
"ver a Dios" (Jn 1, 18). "Ver a
Dios", en efecto, en la Escritura, designa una especie de proximidad del
hombre y Dios, estando el primero capacitado para comprender el designio del
segundo. Esta proximidad le ha sido denegada al hombre desde la caída (Ex 33,
20; 1 Re 19, 11-15). Jesús restablece esta proximidad y esta amistad.
Celebrar la Eucaristía significa para la
Iglesia detentar los signos auténticos del amor y del conocimiento que unen al
Hijo al Padre y que nos unen al Hijo. Y la Eucaristía es este signo decisivo
porque es la respuesta perfecta del Hombre-Dios a su Padre y porque contiene la
respuesta de la Iglesia a la misma exigencia de fidelidad y de amor.
Al movimiento de descenso del pan de vida en
la encarnación y en la Eucaristía corresponde un movimiento de atracción de los
discípulos hacia Cristo. Dios envía a Jesús a los suyos, pero le asegura al
mismo tiempo la fe de estos últimos.
MAERTENS-FRISQUE. NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA
CRISTIANA IV - MAROVA MADRID 1969.Pág. 102
8. ENC/ESCANDALO:
"Los judíos murmuraban de él, porque
había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo". Y decían: ¿No es este
Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿cómo puede decir ahora:
"He bajado del cielo?
Jesús, les respondió; no murmuréis entre
vosotros". Los judíos murmuraran de Jesús. Adoptan así, a los ojos del
evangelista, la actitud del pueblo de Israel, durante su peregrinación por el
desierto, en contra de Dios. Esta murmuración del pueblo contra Dios que lo
conduce, que empieza a considerar la salida de Egipto como una fatalidad
desgraciada, es la expresión de la resistencia suprema a la acción de Dios: es
no querer seguir colaborando con Dios: o sea, todo lo contrario de la voluntad
de creer.
Por eso la tradición judía afirmaba que la
generación del desierto no tendría participación alguna en el mundo venidero.
S. Pablo recoge esta tradición en su primera
carta a los Corintios (10, 1-11) y la pone ante los ojos de los cristianos como
un ejemplo que debía servirles de aviso. Tampoco los cristianos tienen una
seguridad absoluta de salvarse; también ellos pueden correr el peligro de la
inseguridad, la resistencia y la apostasía, de modo que se alcen contra Dios y
pongan en peligro su fe. (Heb 3, 7-11).
Lo mismo que hicieron sus padres, estos
judíos protestan contra el designio de Dios que se manifiesta en las palabras
de Jesús y rechazan la aceptación creyente de su palabra. "Yo soy el pan
que ha bajado del cielo" sencillamente absurdo. El auditorio sabía muy
bien quién era Jesús. O, más bien, creían saberlo. ¿Cómo se presenta diciendo
que ha bajado del cielo aquel a quien hemos visto nacer?
Yo doy gracias a Dios de no haber estado
allí, porque hubiere sido otro más de los incrédulos. La fe no tiene nada que
ver con la experiencia humana.
La piedra de escándalo es, por tanto, la
humanidad de Jesús. Y, sin embargo, es precisamente en esa carne y sangre,
recibida de su linaje humano, donde está la plenitud del Espíritu (1, 32) que
lo hace la presencia de Dios en la tierra.
"Nadie puede venir a mí, si no lo trae
el Padre que me ha enviado". Creer que Jesús es hombre totalmente como
nosotros y creer, no obstante que "no nació de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios", (Jn 1,13). Esto sólo puede
lograrse mediante el don de la fe, que Dios regala. Nadie puede ir a El si no
fuera "traído" por el Padre. La frase suena a determinismo fatalista.
Es preciso, para evitarlo, tener en cuenta el "modo" como Dios
"trae" al hombre. No lo trae por la fuerza, sino por la invitación a
la decisión ante su manifestación en la Escritura. Jesús se halla testimoniado
en la Escritura.
Es decir, se halla abierto para todos los
caminos para ser traídos por el Padre a Jesús. En este sentido llegan a Jesús
todos los que leen rectamente la Escritura, los que escuchan al Padre, los que
son adoctrinados por Dios.
La docilidad para creer. Lo opuesto a la
murmuración: la señal más clara de no querer creer. Sólo cuando existe una
verdadera apertura a Dios, cuando se cesa de murmurar, puede tener lugar la
"tracción" que Dios hace del hombre hacia Jesús.
Jesús toma un texto profético y le da una
interpretación diferente: No se trata ya de que Dios va a inculcar al pueblo la
fidelidad a la Ley: "todos serán discípulos de Dios" (Is 54, 13).
Porque Dios pondrá la Ley dentro del corazón del hombre y nadie tendrá que
enseñar a nadie, sino que todos conocerán a Dios, del más chico al más grande
(Jer 31, 33-34). Jesús viene a decir: Dios no enseña a observar la Ley, sino a
adherirse a El: "todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene
a mí".
"No es que nadie haya visto al Padre, a
no ser el que viene de Dios; ese ha visto al Padre". Es decir, no hace falta
una experiencia de Dios fuera de lo ordinario; basta fiarse de Jesús. Jesús que
conoce al Padre porque procede del Padre es el único que puede manifestar su
designio sobre el hombre y establecer las condiciones para realizarlo:
"ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en El
tenga vida eterna y que yo le resucite el último día (Jn 6, 40).
9. CON-D/ORACION:
La ciencia no es capaz de recrear por sí sola
la presencia del pasado, ni siquiera una relación personal, sino que evidencia
y fija la distancia, la ausencia. De esta suerte -continuando las reflexiones
de la segunda parte-, podemos formular la siguiente tesis: puesto que la
oración es el centro de la persona de Jesús, el presupuesto para conocer y
comprender a Jesús es la participación en su plegaria.
Comencemos por una consideración muy general.
El conocer depende, por su naturaleza misma, de una cierta conformidad entre el
que conoce y lo conocido. A esto se refiere el antiguo axioma que afirma que el
igual es conocido por su igual. Respecto a las alturas del espíritu y respecto
a las personas, esto significa que el conocer exige una cierta relación de
simpatía (syn-pathein), mediante la cual el hombre, por así decir, entra en la
persona en cuestión, en su realidad espiritual, se hace una cosa con ella y, de
este modo, es capaz de entenderla (intellegere=intus legere). Aclaremos un poco
más este hecho con algunos ejemplos. Se accede a la filosofía sólo filosofando,
es decir, desarrollando el pensamiento filosófico; la matemática se abre
únicamente al pensamiento matemático; la medicina se aprende practicando el
arte de curar, y no sólo por medio de los libros y de la mera reflexión. Del
mismo modo, no puede comprenderse la religión más que mediante la religión; es
éste un axioma indiscutible de la filosofía de la religión.
El acto fundamental de la religión es la
oración, la cual conserva en la religión cristiana un carácter totalmente
específico: ella es entrega de sí en el Cuerpo de Cristo y, por consiguiente,
acto de amor que, en cuanto que es amor por y con el Cuerpo de Cristo, reconoce
y completa el amor de Dios, necesariamente y siempre, incluso como amor al
prójimo, como amor a los miembros de este Cuerpo.
En las meditaciones precedentes hemos visto
que la oración era el acto central de la persona de Jesús, que su persona se
identifica por el acto de orar, por la constante comunicación con aquel a quien
él llama «Padre». Si esto es así, únicamente es posible una comprensión real de
su persona entrando en este acto de oración, participando en él. A esta
realidad aluden las palabras de Jesús: «Nadie puede venir a mí si el Padre no
le trae» (Jn/06/44). Donde no está presente el Padre,
tampoco está presente el Hijo. Donde no hay relación alguna con Dios, permanece
también incomprensible aquel hombre cuya existencia misma dice relación con
Dios, con el Padre; y ello, por muchos datos concretos que acerca de él puedan
llegar a conocerse. En consecuencia, la participación en la intimidad de Jesús,
es decir, en su oración, que, como ya hemos visto, es acto de amor, don y
entrega de sí mismo a los hombres, no puede eliminarse como si se tratara de un
acto devoto cualquiera, que no aporta gran cosa a una verdadera comprensión de
su persona y que podría incluso obstaculizar la rigurosa pureza del
conocimiento crítico. Al contrario, esta participación constituye el
presupuesto fundamental para alcanzar una comprensión real de Jesús en el
sentido de la hermenéutica actual, es decir, para entrar en su tiempo y en su
espíritu, abordándolos como ellos son en sí mismos.
JOSEPH RATZINGER - EL CAMINO PASCUAL - BAC
POPULAR MADRID-1990. Págs. 142 s.
10.- Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo
El fragmento que hoy nos propone la liturgia
contiene dos subunidades del discurso del pan de vida: una de ellas centrada en
el tema de la murmuración ("criticaban a Jesús"), la otra recupera el
tema del pan que da la vida eterna.
La crítica de los oyentes acompañó también a
Moisés a lo largo de su itinerario por el desierto (cf. Ex 15,24;16,2.7.12;17,3;
Nm 11,1 etc.). Nace de la incomprensión de la acción de Dios y la consiguiente
rebelión a su voluntad. La incomprensión de la revelación proviene del
escándalo que hallan los oyentes al contrastar el origen humilde de Jesús (cf.
Mc 6,3 y paral.) y su pretensión de ser el único pan capaz de satisfacer el
hambre de Dios que siente la persona humana. Jesús hace de ello interpretación
teológica: la fe es, en el fondo, un don de Dios para el sujeto, en forma de
enseñanza. Quien acoge esta enseñanza se abre a Dios. La cita de Jesús está
tomada de Is.54,13 (cf. también Jr 31,31-34).
La referencia al maná nos conduce al inicio
del discurso (v 31), con lo cual se nos indica que está acabando una unidad
temática para iniciar otra nueva. La diferencia entre Moisés y Jesús es
radical. Mientras el primero no podía facilitar la vida que sólo Dios en
persona da, Jesús, por el contrario, sí que es capaz de darla. El maná no libra
de la muerte; Jesús es el pan de vida.
El verbo "comer" marcará la
estructura de la segunda parte del discurso. Hasta ahora todo se resume en la
frase: "El que cree tiene vida eterna". A partir de ahora: "El
que coma de este pan vivirá para siempre". Hemos pasado del acento
existencial al acento sacramental-eucarístico.
"El pan que yo daré es mi carne para la
vida del mundo": fórmula eucarística primitiva que Juan incorpora a su
evangelio. "Carne" como sinónimo de "cuerpo". La
preposición para (engriego hyper) que también aparece en los relatos de la
última cena da un carácter sacrificial a la entrega-muerte de Jesús. "Para
la vida del mundo", "para el perdón de los pecados", se
convierten así en expresiones paralelas. Jesús, pan de vida, nos invita a
abandonar nuestras críticas, todo aquello que nos impide creer a fondo y optar
por su persona resucitada que nos llega en el cuerpo eucarístico. El próximo
domingo, el fragmento evangélico nos explicitará ese tema eucarístico.
JORDI LATORRE - MISA DOMINICAL 2000, 10, 38
PROPUESTA DE CANTOS DOMINGO XIX DEL
TIEMPO ORDINARIO (CICLO B - (11 DE AGOSTO 2024)
TEMA: “YO SOY EL PAN VIVO QUE HA BAJAWDOL
DEL CIELO””
01.- CON
ALEGRIA EN EL CORAZON (Joaquín Madurga)
CON
ALEGRÍA EN EL CORAZÓN
QUEREMOS
CANTARTE SEÑOR;
CON
ESPERANZA, CON FE Y CON AMOR
QUEREMOS
LLEGAR A TU MESA SEÑOR.
1.-
Con alegría de amistad compartida
en
una comida
Con
esperanza de escuchar tu palabra
que
da la vida.
2.-
Con alegría de fiesta de hermanos
en
la Eucaristía;
Con
la fe y el amor que exige el juntarnos
en
tu comida.
3.-
Con alegría los primeros cristianos
su
amor compartían;
Con
esperanza seguiremos sus huellas
y
ejemplo de vida.
02.- EN LA
FIESTA DEL DOMINGO (Erdozain)
EN
LA FIESTA DEL DOMINGO,
EL
SEÑOR NOS ESPERA;
REUNIDOS
EN SU MESA,
ESCUCHAMOS
SU VOZ.
SU
PALABRA ES ALIMENTO,
ES
LA BUENA NOTICIA;
COMO
PRENDA DE VIDA,
ÉL
SE DA EN COMUNIÓN.
1.-
Un altar, un manjar,
una
Iglesia, una Iglesia;
una
ofrenda, sacrificio pascual,
con
nosotros está, revestido de pan.
2.-
El Señor, buen Pastor,
Él
nos guía, Él nos guía;
nos
perdona, nos orienta su voz,
el
Señor, buen Pastor, Él se da en comunión.
03.- JUNTOS
COMO HERMANOS (Cesáreo Garabaín)
JUNTOS,
COMO HERMANOS
MIEMBROS,
DE UNA IGLESIA
VAMOS
CAMINANDO
AL
ENCUENTRO DEL SEÑOR
1.-
Un largo caminar
Por
el desierto bajo el sol
No
podemos avanzar
Sin
la ayuda del señor
2.-
Unidos al rezar, unidos
En
una oración
Viviremos
nuestra fe
Con
la ayuda del señor
3.-
La iglesia en marcha está
A
un mundo nuevo vamos ya
Donde
reinará el amor
Donde
reinará la paz
04.- EL SEÑOR
NOS INVITA A SU MESA (Erdozain)
El
Señor nos invita junto a su mesa
como
hermanos venimos para la cena
como
hermanos venimos para la cena
haya
paz y alegría que hoy es su fiesta.
Con
el pan con el vino de las ofrendas
el
señor nos recibe en su presencia
el
señor nos recibe en su presencia
la
oración es ofrenda sueño y promesa.
Con
las manos vacías vengo a su mesa
el
señor me las llena con su pureza
el
señor me las llena con su pureza
con
el pan de la vida, la vida eterna.
05.- ESTE PAN
(Alfonso Luna)
1.-
Este pan y este vino
te
ofrecemos hoy
este
pan y este cáliz
te
ofrecemos hoy.
Es
el fruto de nuestro trabajo, Señor
y
es el fruto de nuestra unión.
BENDITO
SEAS POR SIEMPRE SEÑOR
BENDITO
SEAS POR SIEMPRE SEÑOR.
2.-
Estas manos y estos dones
te
ofrecemos hoy
nuestras
vidas y estas flores
te
ofrecemos hoy.
Es
el fruto de nuestro trabajo, Señor
y
es el fruto de nuestra unión.
BENDITO
SEAS POR SIEMPRE SEÑOR
BENDITO
SEAS POR SIEMPRE SEÑOR
POR
SIEMPRE, POR SIEMPRE.
06.- HIMNO
EUCARÍSTICO (DANOS HOY HAMBRE DE DIOS)
DANOS
HOY HAMBRE DE DIOS,
ALIMÉNTANOS,
SEÑOR,
Y
QUE EL FRUTO DE TU AMOR
LIMPIE
EL RENCOR, NOS DE LA PAZ,
TRAIGA
EL PERDÓN.
1.-
Hacia Emaús iban dos amigos
sintiendo
gran tristeza por Jesús;
y
no supieron que el mismo Cristo
era
quien iba en su camino.
2.-
La noche está muy avanzada
dijeron
los amigos de Emaús;
y
cuando vieron el pan partido,
reconocieron
a Cristo vivo.
3.-
El pan que todos compartimos
en
una misma comunión,
es
el encuentro con Cristo hermano,
que
dio su vida para salvarnos.
4.-
Yo soy el pan que da la vida,
nos
dijo a todos el Señor,
y
aquella noche mientras comían
el
pan de vida se dio en comida.
5.-
Yo soy Jesús a quien persigues,
le
dijo a Saulo el Señor,
al
que tú hieres odiando tanto
a
Mí me ofende, porque es mi hermano
07.- ES MI
CUERPO (C. Tindley)
ES
MI CUERPO, TOMAD Y COMED
ES
MI SANGRE, TOMAD Y BEBED
PORQUE
YO SOY VIDA, YO SOY AMOR
OH
SEÑOR, NOS REUNIREMOS EN TU AMOR.
El
Señor nos da su amor como nadie nos lo dio.
Él
nos guía como estrella en la inmensa oscuridad.
Al
partir juntos el pan, él nos llena de su amor
Pan
de Dios, el pan comamos de amistad.
El
Señor nos da su amor como nadie nos lo dio.
Como
todos sus amigos trabajaba en Nazaret,
Carpintero
se alegró, trabajando en su taller:
Con
sus manos cristo obrero trabajó.
El
Señor nos da su amor como nadie nos lo dio.
Era
tan grande y tan hondo que murió sobre una cruz
Era
tan fuerte su amor, que de la muerte triunfó
De
la tumba sale libre y vencedor.
08.-
EUCARISTÍA, MILAGRO DE AMOR
Pan
transformado en el cuerpo de Cristo
Vino
transformado en la Sangre del Señor
EUCARISTÍA
MILAGRO DE AMOR
EUCARISTÍA,
PRESENCIA DEL SEÑOR (2)
Cristo
en persona nos viene a liberar,
De
nuestro egoísmo y la división fatal
O
gran invento de cristo sabio y bueno
Para
alimentarnos con su sangre y con su cuerpo
Cuando
comulgamos nos unimos al Señor,
formamos
entre toda la familia del amor…
En
la familia de todos los cristianos,
Cristo
quiere unirnos en la paz y en el amor.
Con
este pan tenemos vida eterna,
Cristo
nos invita a la gran resurrección
Este
alimento renueva nuestras fuerzas,
para
caminar a la gran liberación
09.- EL PAN
DE VIDA (Brotes de Olivo)
TÚ
ERES, SEÑOR, EL PAN DE VIDA.
MI
VIDA SIN TI NO SERÁ VIDA.
El
pan que yo os daré
ha
de ser mi propia carne.
Contigo
viviré
cuando
coma de tu pan.
Aquel
que cree en Ti,
tiene
ya la vida eterna.
Si
como de tu pan,
de
tu vida gozaré.
Mi
Padre es quien os da
verdadero
pan del cielo.
Y
a la tierra bajó
para
el mundo alimentar.
Quien
come de tu pan
no
padecerá más hambre.
Quien
bebe de tu sangre
ya
no tendrá sed jamás.
010.- LA MISA
NO TERMINA (Cesáreo Garabain)
LA
MISA NO TERMINA AQUÍ EN LA IGLESIA.
AHORA
LA EMPEZAMOS A VIVIR. [BIS]
1.-
Porque en la vida, cada día,
recordaremos
lo que aquí
hemos
vivido y aprendido a compartir.
2.-
Hemos de ser la levadura,
hemos
de ser semilla y luz.
Junto
a nosotros, caminando, viene Jesús.
011.- SOLO TU
(Cesáreo Garabain)
1.-
Solo Tú eres mi plenitud,
eres
mi apoyo, mi fuerza y mi luz,
eres
mi vida y mi juventud,
eres
mi gozo y mi cruz.
SOLO
TÚ ERES TODO MI BIEN,
SOLO
TÚ, SOLO TÚ.
SOLO
TÚ ERES MI PLENITUD
SOLO
TÚ, SOLO TÚ.
2.-
Samaritana siempre con sed
cuando
en la tarde abrasaba el calor
pero
me diste un día a beber
del
manantial de tu amor.
3.-
Siento a mi lado tu palpitar
por
el camino que va hacia Emaús,
das
un sentido a mi caminar,
mi Salvador eres Tú.