viernes, 6 de julio de 2012

COMENTARIO DEL DOMINGO 08 DE JULIO DEL 2012


SE EXTRAÑABA DE SU FALTA DE FE

 

1° LECTURA:  Ez. 2, 2‑5: Son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos

SALMO:   Sal  12.  Nuestros ojos están en el Señor,  esperando su misericordia.
2° LECTURA: 2Cor. 12, 7b‑10: Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo

EVANGELIO Mc. 6, 1‑6: No desprecian a un profeta más que en su tierra


Cuando oímos esta observación de Marcos: “Se extrañaba de su falta de fe”, sentimos cierto temor: ¿y yo? ¡Bienaventurado temor, porque nunca estaremos bastantes atentos a la salud  de nuestra  fe; vivir alguna cosa con Jesús depende por entero de la fuerza de nuestra confianza en  él. Podríamos decir que estamos repitiendo, pero es el evangelio el que se repite; no ha sido escrito más que para eso: despertar, nutrir, hacer progresar nuestra fe en Jesús. Esa fe es nuestra mirada sobre él, nuestro trato con él, nuestra unión con él, el medio de amarlo cada vez más, sin “escandalizarnos nunca de él”, como nos advierte también aquí Marcos. Lo que ocurrió en Nazareth puede sucedernos a nosotros. Había venido “a su patria”, o sea, a su misma casa, y es precisamente esta familiaridad con él la que hace a esos hombres de Nazareth, una pequeña aldea en donde todo el mundo se conoce muy bien, ciegos y sordos. Impresionados por este hecho, Jesús les recuerda el refrán: “Sólo en su tierra desprecian a un profeta”.  Nos lo dice también a nosotros: aquí está la intención de este relato de Marcos. Creemos conocer a Jesús.
Él forma parte de nuestra vida, por así decirlo. Respecto a los no-creyentes nosotros somos paisanos  suyos, hemos  tratado  siempre  con  él. Algunas veces esta familiaridad con él nos cansa, la lectura del evangelio nos aburre; es algo bien conocido. Porque hacemos lo que nunca deberíamos hacer: una lectura distraída, despreocupada. El evangelio merece algo más. Merece el esfuerzo de  meditación  que  hacemos en este momento para reventar toda esa familiaridad y desembocar en el asombro: ¡Señor, qué difícil eres de conocer!. Allí comienza la aventura. Salimos de la aldea en donde Jesús era tan conocido que nadie se interesaba por él. Sentimos que hemos de deshacernos de estas ideas rutinarias.  Nos parecía que esas ideas nos hacían vivir algo con él. Pero alimentaban tan pobremente nuestra fe que “Jesús no podía hacer ningún  milagro por nosotros”. Si nos preguntamos por el vigor de nuestra fe, hay aquí un test muy  fácil: cuanto más fuerte es, más lo busca. Jesús puede entonces ser  Jesús para nosotros; conociéndolo mejor, le pedimos más. Su decepción de Nazareth debe afectarnos muy profundamente: “Se extrañaba de su falta de fe”. Señor, ¡Me gustaría tanto no decepcionarte! Cuando abrimos el evangelio con hambre de conocer a Jesús mucho más, descubrimos los horizontes  de  sus  tres  países: es de Nazareth, ciertamente, pero también  es de  la Trinidad y ahora de  la  resurrección.   Habita en Dios  y cohabita con todos los hombres. Ese ir y venir entre Dios y los hombres, cuando uno está cerca de él, produce vértigo algunas veces: “¿De dónde le viene esto?”. Vislumbra que creer en él es un camino largo y difícil pero, ¿en qué camino quedaríamos más colmados?.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez