UNA LARGA CITA CON JESÚS
COMENTARIO
A San
Juan le gustan las cifras. La hora décima, 5.000 personas, 30 estadios, etc.;
pero generalmente dice “alrededor de”. Aquí concreta: Pedro y sus compañeros
pescaron exactamente 153 peces (153 significaba plenitud y universalidad).
Estamos en pleno simbolismo. ¡Pero no en lo irreal! Aquí lo real es tan misteriosamente
rico que sólo se lo puede expresar con símbolos. Observen los 7 “discípulos” y
7 veces la palabra discípulos; 7 es el símbolo de la totalidad. Y 3 veces
“Manifestar”, más 3 veces “Señor” para simbolizar un encuentro solemne de Jesús
en su gloria de resucitado. Se trata pues de su tercera manifestación, marcada
por el papel principal de Pedro: nombrado en primer lugar, toma la iniciativa
de la pesca, se precipita el primero hacia Jesús y arrastra a la orilla la red
que no se rompe (símbolo... de lo que habría de ser la iglesia), a pesar del
enorme peso de los 153 peces. El desayuno ofrecido por Jesús hace pensar
inevitablemente en la eucaristía en la que todo cristiano se acerca al
resultado, lo reconoce y entra en comunión con él.
Algunos
detalles simbólicos nos permiten acceder a lo que se llama la “escatología” (=
los fines últimos). Vemos a Jesús “a la orilla del lago”, en la tierra firme de
la eternidad, mientras que los discípulos (los apóstoles de todos los tiempos)
bregan en las aguas de la vida terrena. Dirigidos por Pedro son pescadores de
hombres (los peces grandes), pero no pueden pescar nada sin Jesús.
Traerán
finalmente al Señor los famosos 153 peces, o sea los elegidos: 153 simboliza
muy bien la idea de cristianos que encontrarán a Cristo en este mundo gracias a
los apóstoles y que tendrán el gran encuentro con Cristo en la orilla de la
eternidad.
Así,
pues la eternidad será ese cara a cara con Jesús y el banquete con él, o sea la
eternidad en su vida y en su gozo. No es necesario saber más para soñar en el
cielo. Pero, ¿está permitido esto? ¿Por qué no? Los que pretenden que el cielo
nos distrae de la realidad sólo tienen una idea mutilada de lo real. La
realidad entera comienza en el oleaje y las tempestades de la vida de aquí abajo
y se extiende hasta la vida sin fin.
Pero,
como san Juan no deja de repetir, es aquí abajo donde todo se juega. Cada día
que pasa es infinitamente precioso y decisivo, porque podemos acumular citas
con Cristo que nos preparen para el encuentro final. Jesús nos ha dicho: “Cada
vez que ayudas a alguien con amor, te encuentras conmigo” (Mt 25, 40). Y cada
vez que nos acercamos a la eucaristía, a la oración, al evangelio, tenemos una
cita con él. Lo esencial es ese movimiento que arroja hacia Cristo, como a Pedro
“Cuando comprendió que era el Señor, se tiró al agua”. El mismo impulso que nos
ha llevado en cada una de estas meditaciones nos arrojará algún día a sus
brazos. Para una cita muy larga.
R.P. Roland Vicente Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA Sal 65, 1-2
Aclamen al Señor, tierra entera; toquen en
honor de su nombre, canten a su gloria. Aleluya.
ORACION COLECTA
Que tu pueblo, oh,
Dios, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu, para que
todo el que se alegra ahora de haber recobrado la gloria de la adopción filial,
ansíe el día de la resurrección con la esperanza cierta de la felicidad eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 27b-32. 40b-41
En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó
a los apóstoles, diciendo: «¿No les habíamos ordenado formalmente no enseñar n
ese Nombre? En cambio, han llenado Jerusalén con su enseñanza y quieren
hacernos responsables de la sangre de ese hombre». Pedro y los apóstoles
replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de
nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes mataron, colgándolo de un
madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para
otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto
somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen».
Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos,
pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el
Nombre.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 29)
Te ensalzaré,
Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor,
sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R.
Tañan para el Señor,
fieles suyos, celebren el recuerdo de su nombre santo; su cólera dura un
instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la
mañana, el júbilo. R.
Escucha, Señor, y ten
piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío,
te daré gracias por siempre. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro del
Apocalipsis 5, 11-14
Yo,
Juan, miré, y escuché la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los
vivientes y de los ancianos, y eran miles de miles, miríadas de miríadas, y
decían con voz potente: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la
riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza». Y escuché
a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el
mar -todo cuanto hay en ellos, que decían: «Al que está sentado en el trono y
al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los
siglos». Y los cuatro vivientes respondían: «Amén». Y los ancianos se postraron
y adoraron.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya. Ha resucitado Cristo, que
creó todas las cosas, y se ha compadecido del género humano. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo
Evangelio según San Juan 21, 1-19
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a
los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo: Natanael, el de Caná de
Galilea: los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me
voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se
embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando
Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: «Muchachos, tienen pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les
dice: «Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán». La echaron, y no
podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba
le dice a Pedro: «Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que
estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se
acercaron en la barca remolcando la red con los peces, pues no distaban de
tierra más que unos doscientos codos. Al saltar a tierra, ven unas brasas con
un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: Traigan de los peces que acaban
de coger». Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red
repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se
rompió la red. Jesús les dice: «Vamos, almuercen». Ninguno de los discípulos se
atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se
acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez
que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos}.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú
sabes que te quiero⟫, Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?», Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te
quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara
por tercera vez: «¿Me quieres?» Y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú
sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en
verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías;
pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará
adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a
Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».
PLEGARIA
UNIVERSAL
Hermanos, Cristo prometió enviamos el Espíritu Santo para nuestro bien; oremos pues por la
Iglesia, por el mundo y por nosotros mismo.
1.- Por la Iglesia de Dios;
que el Espíritu Santo la guíe y la ilumine para que sea fuente de renovación en
este mundo nuestro. Roguemos al Señor.
2.- Por los pueblos y sus
gobernantes; que el Espíritu de Dios los ilumine y fortalezca, para mantener el
mundo en la paz y procurar el común desarrollo. Roguemos al Señor.
3.- Por los que sufren; que
el Espíritu Santo nos conceda caridad fraternal para ayudarlos a sobrellevar
sus sufrimientos con valentía. Roguemos
al Señor.
4.- Por nuestra asamblea;
que el Espíritu de Cristo nos anime para ser artesanos de unidad en nuestras
familias, y en nuestro ambiente de trabajo.
Roguemos al Señor.
¡Señor Jesús!, nosotros creemos en ti y estamos
reunidos en tu nombre; tú estás, pues, en medio de nosotros; escucha las
súplicas de tu familia, y da respuesta favorable a nuestros llamados; tú vives
y reinas por los siglos de los siglos.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, las
ofrendas de tu Iglesia exultante, y a quien diste motivo de tanto gozo
concédele disfrutar de la alegría eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Jn
21, 12-13
Jesús
dijo a sus discípulos: «Vamos, almuercen», Y tomó el pan y se lo dio. Aleluya.
ORACION
DESPUES DE LA COMUNION
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo y, ya que has
querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la
incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes
05: Hch 6, 8-15; Sal 118, 23-24. 26-27. 29-30; Jn 6,
22-29
Martes
06: Hch 7, 51—8, 1ª; Sal 30, 3cd-4.6ab y 7b y 8ª. 17 y
21ab; Jn 6, 30-35
Miércoles
07: Hch 8, 1b-8; Sal 65, 1-3ª. 4-5. 6-7ª; Jn 6, 35-40
Jueves
08: Hch 8, 26-40; Sal 65, 8-9. 16-17.20; Jn 6, 44-51
Viernes
09: Hch 9, 1-20; Sal 116, 1.2; Jn 6, 52-59
Sábado
10: Hch 9, 31-42; Sal 115, 12-13. 14-15. 16-17; Jn 6,
60-69
Domingo
11: Hch 13, 14.43-52; Sal 99; Ap 7, 9.14b-17; Jn 10,
27-30.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 21, 1-19
1.-
El cap. 21 ha sido añadido al Evangelio de Juan probablemente después de
una primera redacción de éste. Las dificultades de orden literario y exegético
son bastante importantes, pero cabe la posibilidad de no alejarse de la
realidad, figurándose que este capítulo ha sido estructurado después de la
muerte de Pedro y antes de la de Juan. En un momento en que el tema de la
sucesión ya se ha planteado.
* * *
a) Cada aparición de Cristo resucitado a
sus apóstoles se cierra siempre, especialmente en San Juan, en una
"transmisión de poderes". Juan coloca intencionadamente esta
transmisión después de la resurrección (al contrario de Mt 16, 13-20) para
dejar bien claro que los poderes misioneros y sacramentales de la Iglesia no
son más que la irradiación de la gloria del Resucitado ("todo poder me ha
sido dado... id, pues": Mt 28, 18-19). Cristo no se limita, por tanto, a
organizar su Iglesia en el plano jerárquico y administrativo, trata de que esa
estructura misma dimane de su resurrección. La experiencia pascual de Cristo no
es tan solo un acontecimiento maravilloso; en él todo hombre es llamado a
compartir la vida y la gloria de Dios y a contribuir por su parte a la
extensión de la soberanía de Cristo sobre el universo. Esta distribución de
vida se transmite a través de los poderes apostólicos.
b) En el pasaje de este día, los poderes
transmitidos se refieren de manera más especial al primado de Pedro. Esa
transmisión no se realiza sin cierto toque de humor. Pedro había negado tres
veces a su Maestro (Jn 18, 17-27) y por tres veces le pide Jesús una profesión
de amor. Pedro se había colocado por delante de los demás en su celo por el
Señor (Mt 26, 33), y ahora Cristo le invita a que se coloque por delante en el orden
del amor ("más que estos": v. 15).
Se advertirá que Pedro no se atreve a
afirmar abiertamente su adhesión al Señor: acude más humildemente al
conocimiento que Cristo puede tener al respecto ("Tú sabes...": vv.
15, 16 y 17).
Por la demás, Pedro no habla del mismo amor
que Cristo. Este le pregunta por dos veces si siente hacia Él amor
("agapê"), pero Pedro responde diciendo que siente apego hacia su
Maestro ("philein!). Pedro no quiere pronunciarse sobre el amor religioso
que Jesús le pide, se limita a manifestar su amistad. Todo el afecto y la
adhesión encerradas en la idea de "philein" se encuentran ciertamente
en la de "agapein", pero esta última añade además la fidelidad en el
servicio exclusivo del Señor Resucitado y la consagración a Dios (cf. Jn 14,
15-24).
Que Cristo pusiera en duda su
"agapê" no era para humillar de modo especial a Pedro, que conocía
bien sus limitaciones en este punto y se refugiaba al menos en la declaración
de su amistad y de su adhesión. Pero Jesús ataca a Pedro incluso en ese
terreno, sirviéndose en la tercera pregunta no ya de la palabra
"agapein", sino de la que el mismo Pedro había empleado para expresar
su adhesión ("philein"): "¿Sientes realmente apego hacia
Mí?" Este cambio repentino de tono y de vocabulario desconcierta a Pedro:
¿es que Cristo ponía también en duda su adhesión y su afecto
("philein")? Pedro tiene quizá apego hacia su Maestro y está
perfectamente dispuesto a tener el "agapê", una verdadera
"caridad". Pero a él le toca probarla con el ejercicio de su primado
y la forma en que amará a los corderos y a las ovejas del Señor.
La revelación del amor ("agapê")
hecha por Cristo en su muerte (Jn 15, 14) tiene de ahora en adelante su
institución propia: la Iglesia conducida por Pedro se convierte en el
sacramento visible del "agapê" del Salvador. Que el pastor ame a las
ovejas como conviene y entonces se le ofrecerá al mundo el signo del amor de
Cristo hacia los hombres. El primado no es, pues, una recompensa concedida al
amor eventual de Pedro hacia su Maestro; es una institución que significa el
amor de Cristo hacia los hombres.
MAERTENS-FRISQUE - NUEVA GUIA DE LA
ASAMBLEA CRISTIANA IV - MAROVA MADRID 1969.Pág. 81 ss.
2.- Texto. Los versículos últimos del
domingo pasado parecían poner fin al Evangelio. El autor ha añadido, sin
embargo, un último relato, localizado en el lago Tiberíades, en un tiempo
indeterminado después del domingo de resurrección. Este relato tiene en Pedro y
en el discípulo amado a sus personajes centrales, como lo pone de manifiesto la
continuidad del relato no recogida en el texto litúrgico.
No es la primera vez que Pedro y el
discípulo amado aparecen juntos. Desde el cap. 13 es al menos la tercera vez
que lo hacen.
En todas ellas el discípulo amado aventaja
a Pedro en captar y entender la situación. Hoy es él quien reconoce al
misterioso personaje de la orilla y quien se lo comunica a Pedro con una
escueta frase: es el Señor. Es así, a instancias del discípulo amado, como
Pedro se lanza al encuentro de Jesús.
Este encuentro culmina en un diálogo entre
Jesús y Pedro. El autor construye este diálogo como contrarréplica a la triple
negativa de Pedro a reconocerse discípulo de Jesús la noche en que Jesús fue
arrestado. Si releemos ahora aquella escena caeremos en la cuenta de que el
autor la sitúa en el patio interior de la residencia del sumo sacerdote, donde
se encuentran justamente Jesús, Pedro y otro discípulo (ver. Jn 18, 15-16).
Este otro discípulo sin nombre, ¿no será el
discípulo amado? Particularmente creo que sí. Esta hipótesis confirmaría lo que
en otro caso es cierto en el cuarto Evangelio: el discípulo amado es el
prototipo de discípulo de Jesús, estando siempre donde debe, por ejemplo, al
pie de la cruz; captando y entendiendo las situaciones. Todo esto es la
asignatura pendiente de Pedro. Así nos lo ha hecho saber el autor desde el cap.
13, es decir, desde el día de Jueves Santo: Lo que estoy haciendo, tú no lo
entiendes ahora, lo comprenderás más tarde (Jn 13, 7). Ese más tarde es
precisamente el relato de hoy, anunciado ya por el autor desde el cap. 13. De
ahí la necesidad de este relato a pesar de que el Evangelio parecía estar ya
terminado el domingo pasado. En este relato aprende Pedro la asignatura que
tenía pendiente: ser discípulo de Jesús es amar a riesgo de la propia vida. Sígueme.
Resumiendo: el autor del cuarto Evangelio
ha elaborado un relato eclesiológico altamente significativo.
Comentario. Frente a un modelo de Iglesia
basado en la Jerarquía, el autor del cuarto Evangelio propone un modelo de
Iglesia basado en la Comunidad creyente. La jerarquía deberá estar siempre a la
escucha de la Comunidad creyente, si quiere saber por dónde ir y si no quiere
errar. Es la comunidad creyente quien capta y entiende las situaciones.
ALBERTO BENITO - DABAR 1989, 22
3.- Texto. Pertenece al último capítulo del
cuarto Evangelio. Mucho se ha escrito y se sigue escribiendo acerca del origen
y motivos de este capítulo, que no todos los especialistas atribuyen al autor
del Evangelio. Un dato, sin embargo, resulta incontrovertible en el conjunto
del capítulo: los dos protagonistas del mismo son el discípulo a quien Jesús
quería y Pedro (tengamos en cuenta que el texto litúrgico no recoge la parte
final, relativa al discípulo amado), los mismos que desde el capítulo 13 han
aparecido reiteradamente juntos. No debería, pues, ponerse en duda que en este
capítulo final es el propio autor del Evangelio quien vuelve a esta singular
bina para esclarecer su sentido y razón de ser. Este capítulo final, a su vez,
está anunciado desde el cap. 13, cuando a un Pedro reticente le dice Jesús:
"Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más
tarde". El texto de hoy recoge ese "más tarde", poniendo punto
final a una historia imperfecta de Pedro. Esta historia guarda relación con el
seguimiento. El término aparece explícito en el último versículo en forma de
invitación: Sígueme. Jesús había cuestionado el seguimiento de Pedro en un
diálogo mantenido con él en Jn. 13, 36-38. Los hechos le iban a dar la razón:
Pedro negará tres veces ser discípulo, es decir, seguidor de Jesús (cfr. Jn 18,
15-18. 25-27). El diálogo de hoy entre Jesús y Pedro está montado sobre esta
triple negación, pero, ahora, Jesús ya no cuestiona el seguimiento de Pedro. La
escena en la barca ha puesto de manifiesto la sinceridad y totalidad de su
seguimiento actual. Apenas oye Pedro que el desconocido de la orilla es el
Señor, se ciñe y se lanza al agua en pos de él. El término ceñirse (traducción
litúrgica, atarse) está intencionadamente usado en la escena de la barca,
preparando las palabras finales de Jesús a Pedro sobre el ceñimiento voluntario
e impuesto. Como intencionada es la mención de las brasas preparadas por Jesús
y que recuerdan, por contraste, las brasas de las negaciones, cuando Pedro se
calentaba del frío reinante. Al calor de las brasas de Jesús comprende Pedro su
programa de vida. En su último ejemplo de magisterio y señorío, Jesús ha
preparado una comida, que él mismo distribuye.
Inevitablemente vienen a la mente las
palabras de la última cena: Os he dado ejemplo para que lo que he hecho con
vosotros, vosotros también lo hagáis (Jn 13, 15). Pedro, al fin, ha terminado
por comprender que amar a Jesús tiene como santo y seña hacer algo por los
demás.
El otro protagonista del capítulo final
(recuérdese que el texto litúrgico no lo incluye todo) es el discípulo a quien
Jesús amaba. Una vez más destaca este discípulo como el que reconoce de
inmediato a Jesús, aspecto este en el que supera a Pedro, aquí y en todos los
pasajes en los que ambos aparecen juntos, El enigma de este discípulo estriba
en que nunca se le menciona por su nombre. La identificación tradicional con
Juan resulta francamente frágil y problemática. Indicios internos, sacados del
propio Evangelio, favorecen incluso una identificación cambiante, según las
escenas en que se le menciona. Ello explicaría la ausencia de nombre propio.
Lo significativo de este discípulo no es la
identidad personal, sino su función: sintonizar con Jesús, ahondar en él,
conocerle. Esta función no es exclusiva de una persona (de ahí la ausencia de
un nombre propio), a diferencia de la de Pedro, que sí lo es. Discípulo
preferido de Jesús es todo creyente en él; de ahí su permanencia hasta la
vuelta de Jesús (véase Jn 21, 20-23).
Comentario. Como en los relatos pascuales
de los dos domingos precedentes, también en éste el interés del autor del
cuarto Evangelio es eclesiológico. Contra lo que en alguna ocasión se ha
escrito, la concepción eclesiológica del cuarto Evangelio es jerárquica. No se
pueden pasar por alto la colación de una autoridad por parte del Señor Jesús
ni, por ende, una participación de Pedro en la misión asignada por el Padre a
Jesús de guardar y guiar a los creyentes.
Pero tampoco se puede pasar por alto la
integración de la estructura jerárquica dentro de un marco y una savia más
importantes y fundamentales que la propia jerarquía. En la fe no hay jerarquía.
El cuarto Evangelio es rotundo en este punto, precisamente a través del
discípulo a quien Jesús amaba. Puede que incluso nos resulte chocante su
insistencia en colocar a este discípulo por encima de Pedro en lo tocante a
conocer a Jesús. Su mensaje es claro: la necesaria función jerárquica debe
estar en sintonía con la fe de los creyentes y no a la inversa.
ALBERTO BENITO - DABAR 1992, 27
4.- ¿Cuál es la intención del autor al
escribir esta especie de apéndice, cuyo sentido sólo se encuentra en la
totalidad del c. 21? Por un lado, hay que decir que, insertado en el cuadro de
las apariciones pascuales, no muestra su interés tanto en ellas directamente
cuanto en dos testigos de los hechos: Pedro y el discípulo preferido de Jesús.
Dentro del c. 21, la aparición de Jesús es el pretexto para hablar de estas dos
personas.
Es más, no se muestra el testimonio de esas
dos personas en su dimensión individual, sino más bien en una dimensión
representativa: Pedro representa la autoridad; el discípulo amado de Jesús, la
base comunitaria. Naturalmente, hay que añadir que estas observaciones no se
deducen del texto que escuchamos, sino del conjunto de textos en que aparecen
ambos personajes.
Según el autor, la base comunitaria es
quien descubre antes a Jesús, y la autoridad es la que debe estar a la escucha
de la primera. En la intención del autor, los versículos 15-19 remiten a las
tres negaciones de Pedro (cf. /Jn/18/15-18. 25-27). Si leemos atentamente el
relato de las negaciones según el evangelio de Juan, descubrimos que éstas
tienen lugar una vez que el discípulo preferido de Jesús desaparece de la
escena tras haber introducido a Pedro en el palacio del sumo sacerdote (cf. Jn
18, 15-16). ¿Qué significa esto? No puede la autoridad actuar al margen de la
base comunitaria.
EUCARISTÍA 1989, 17
5.- Este último capítulo de Juan es
considerado como un apéndice. Podría pensarse en un complemento redactado por
sus discípulos. Por lo mismo este relato hay que considerarlo como una
elaboración posterior del hecho de la resurrección, y esto por dos razones
principales: primeramente, por la tendencia a construir largos diálogos con el
resucitado, a diferencia de las narraciones primeras sencillas e incisivas (Jn
20, 1-2), y en segundo lugar por echar mano para construir el relato de
elementos ya elaborados (Pedro como líder, el mismo alimento que en la
multiplicación de los panes, etc). De todos modos, la intención es clara: siete
discípulos han hecho una fuerte experiencia del resucitado. Entre ellos,
Natanael (prototipo del israelita que quiere acercarse a Dios, cf Jn 1, 44ss) y
Tomás el mellizo (prototipo del que tiene dificultades para creer, cf. Jn 20,
24ss). La presencia viva de Jesús ayuda al creyente a vencer las dificultades
inherentes a la fe. Jesús sigue presente hoy como ayer al borde del lago. Como
en 20, 3-10, el discípulo de verdad es el primero en reconocer al Señor y avisa
a Pedro. Si en 20, 3-10 el recurso a la Escritura es signo de elaboración
tardía, aquí el querer presentar a Pedro como el que lleva la iniciativa
(cuestión amplia en los v. 15-19), sabiendo, como sabemos, las dificultades que
hubo en la primitiva comunidad de Jerusalén para aceptar la figura de Pedro, es
también signo de elaboración posterior. Aun así, seguimos manteniendo, y más
aún con el testimonio de Pablo (1 Cor 15, 5), que Pedro fue uno de los primeros
en vivir la experiencia pascual. Parece acertado afirmar que Pedro es designado
como primero de los Apóstoles desde la Iglesia primera.
La experiencia pascual de los discípulos
llega hasta el cristiano de hoy en un contexto de Iglesia. EU/EXP-RS: Aquí hay
quizás una alusión a la comida eucarística (cf. 6, 1-13), ya que aquí Jesús no
come nada (en Lc 22, 42s come para probar la veracidad de la resurrección),
sino que distribuye el pan y el pescado. Los discípulos quedan invitados a
participar del alimento que les ofrece el Señor resucitado. La celebración de
la comida eucarística, eucaristía de culto y eucaristía de vida, es para el
cristiano el lugar cumbre de la vivencia de la resurrección.
Este verso redaccional une este capítulo
con el precedente, aunque no tiene en cuenta la aparición a María Magdalena, lo
que da otra prueba de su elaboración tardía. Efectivamente la aparición a la
Magdalena (cf. Jn 20, 1-2) es probablemente el más antiguo relato de
resurrección. Sin embargo, no constituía casi ninguna "prueba" para
la iglesia primera, ya que una aparición a una mujer no era cosa de gran valor.
Podemos decir que el evangelio manifiesta su sencillez hasta en el hecho de la
resurrección. El evangelio, desde el principio hasta el final, sólo lo
comprenden los sencillos y los pobres.
EUCARISTÍA 1977, 21
6.- -El capítulo 21 parece que se trata de
un suplemento al evangelio, que terminaba en 20,30-31. Ahora bien, su contenido
está estrechamente conectado con los temas del evangelio juánico, y debemos
atribuirlo a un discípulo del evangelista que quiere completar el evangelio con
una referencia a la vida de la Iglesia.
-"Simón Pedro les dice: Me voy a
pescar": Pedro está en un primer plano. Podríamos preguntarnos si no
estamos ante la narración de la primera aparición de Jesús a Pedro, que nos
cuenta san Pablo en 1 Co 15,5. Pedro, después del fracaso de Jerusalén, ha
regresado a su antigua vida de pescador junto con los otros discípulos.
-"Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús
se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús": Ya
que es un capítulo independiente, no nos debe sorprender que los discípulos no
le reconocieran, pese a que ya antes se les había aparecido dos veces. En la
intención primera de la narración se trata de la primera aparición de Jesús
resucitado, pero tal como está en la relación del evangelio y como nos lo
clarifica el mismo redactor: "esta fue la tercera vez que Jesús se
apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos". En
estrecha conexión con esta escena, debemos situar las de Mt 14, 28-32 (Jesús
caminando sobre el agua), Mt 16, 16b-19 (confesión de Pedro), Lc 5, 1-11 (pesca
milagrosa): son narraciones que hallamos en el contexto de la vida pública de
Jesús, pero que tienen una fuerte resonancia pascual.
-"Echad la red a la derecha de la
barca y encontraréis": Jesús resucitado tiene un conocimiento nuevo de las
realidades y los discípulos deben obedecerle, pues sin él ningún éxito pueden
lograr. Después arrastran la red con 153 peces grandes.
Ciertamente hay un elemento simbólico:
Jesús resucitado cumple su promesa de atraer a todos los hombres hacia él a
través del trabajo apostólico, bajo la dirección de Pedro. El dato concreto de
153 peces puede tratarse de un detalle transmitido por el testimonio del
discípulo amado, que está en la base de este evangelio. Pero desde los primeros
siglos, se interpretó como una referencia a la reunión de los hombres a través
de la proclamación del mensaje.
-"Simón, hijo de Juan, ¿me amas más
que éstos?": la segunda parte de la lectura contiene las tres cuestiones a
Pedro, en contraste con las tres negaciones. Ahora Pedro queda rehabilitado,
por el amor logrará la condición de discípulo y de apóstol: "Apacienta mis
corderos". La imagen del pastor indica siempre una misión de autoridad y
de gobierno. En este caso según el amor. Así como Jesús es el buen pastor y ha
sido enviado por el Padre, Jesús envía a los discípulos con una misión
parecida. Pedro debe conducir las ovejas del único pastor, Cristo, con el amor.
San Agustín comenta: "Cuida mis ovejas, como si fueran mías, no
tuyas".
JOAN NASPLEDA - MISA DOMINICAL 1989, 8
7.- El cap. 21 de San Juan plantea ciertos
problemas de autenticidad y muchos exegetas descubren en él la mano de San
Lucas o de un discípulo de Juan. Pero nadie discute su canonicidad, y algunos
le atribuyen tanta más importancia cuanto que ven en él las huellas de una de
las más antiguas tradiciones sobre las apariciones del Señor.
El relato de esta aparición sigue los
procedimientos redaccionales del relato de las demás apariciones: alusión a la
incredulidad de los apóstoles (vv. 4-7, 12), pruebas de la resurrección (v.
13), transmisión de los poderes que asegurarán la presencia del Resucitado en
la Iglesia (v. 11).
a) La descripción de la incredulidad de los
apóstoles tiene como finalidad probar que la resurrección no ha sido el
producto de su imaginación ni la construcción de su mente. Por otro lado,
Cristo no se aparece a unos discípulos en oración o en espera de un hecho
extraordinario, sino a pescadores que han vuelto a sus quehaceres. Y
precisamente en medio de ese trabajo cotidiano es donde el hecho de la
resurrección se impone a los apóstoles.
Jesús se les aparece primero como un
extraño que tiene hambre y pide pescado. Ya en otras ocasiones se había
presentado así a sus apóstoles (Jn 4, 8, 31-32) y a una mujer de Samaria (Jn 4,
7-10) para hacerles caminar después hacia la fe. Así, en el momento en que los
apóstoles no pueden proporcionarle pescado (v. 5), Jesús les da en plenitud
(vv. 6, 11) para convencerlos de que tiene el secreto de un alimento distinto
del alimento material. NU/000153-PECES: La cifra de 153 peces podría quizá
hacer alusión a la plenitud paradisíaca de la pesca prevista por Ez 47, 10. Se
trata, de todas maneras, de una idea de plenitud sobrenatural (153 es la suma
de las 17 primeras cifras) que solo un Mesías puede otorgar.
El Señor se presenta, pues, como el que
puede llevar hasta la plenitud el esfuerzo y el trabajo del hombre. Consciente
de esta función del Mesías, los apóstoles pasan insensiblemente de la
incredulidad a la fe. b) Las pruebas corporales de la resurrección se han
sacado muchas veces del hecho de que Cristo resucitado ha compartido comidas
con los suyos (Lc 24, 41). Cabe presentar que lo mismo iba a suceder aquí en
donde Cristo prepara y sirve la comida a los suyos. Pero esta simple prueba
física es valorada por el redactor como un signo sacramental. El hecho de tomar
el pan y de distribuirlo (v. 13) recuerda demasiado directamente la Eucaristía
como para que este banquete no adquiera una significación mucho más profunda
que una simple prueba corporal de la resurrección: Cristo está de ahora en
adelante entre los suyos a través de la mediación del banquete eucarístico.
Esta impresión se ve forzada por el hecho de que el relato no dice que Cristo
haya comido: se limita a distribuir el alimento. El hecho de distribuir el
pescado tiene pues, una significación sacramental: el judaísmo se imaginaba,
por otro lado, el banquete mesiánico como un banquete de victoria en el que los
justos comerían los trozos del monstruo marino despiezado. La victoria sobre el
mal ha sido definitivamente lograda por Cristo y la comida de pescado hace que
los apóstoles se beneficien de ese triunfo.
c) Pero la pesca milagrosa adquiere otros
significado más elevado. Mientras que en la versión de Lc 5, 4-7, las redes de
pescar iban a romperse, el relato de Jn 21, 11 subraya, por el contrario, que
la red fuertemente cargada no se rompió a pesar de todo. Puede verse ahí la
imagen de la unidad de la Iglesia, lo mismo que lo era la túnica inconsútil de
Jn 19, 23. Serviría de introducción a la inteligencia de la misión jerárquica
confiada a Pedro en los versículos siguientes (Jn 21, 15-17).
Las apariciones de Cristo resucitado están
atestiguadas con tanta frecuencia y por fuentes distintas como para que puedan
ser puestas en duda. Jesús ha demostrado realmente su corporeidad a sus
apóstoles durante los días que siguieron a su muerte, y esa revelación es, en
gran parte, el origen de la fe de los apóstoles: Cristo está todavía presente
en medio de ellos. Pero sigue siendo cierto que esas apariciones solo fueron
comprendidas en el seno mismo de la actitud de fe: desembocan en un misterio;
no son más que el camino de acceso.
Cuando se pretende comprender el modo de
esas apariciones, se encuentra uno, en efecto, llevado a formular interrogantes
que no pueden formularse correctamente sino dentro mismo de la actitud de fe.
Jesús aparece en su cuerpo... y se trata
justamente de su cuerpo porque una persona humana no puede revestirse de varios
cuerpos diferentes... Conciencia y carne son elementos demasiado unidos como
para que puedan desinteresarse uno de otro. Ahora bien: la resurrección de
Jesús no es una simple reanimación como la de Lázaro: el cuerpo de Jesús
resucitado ha entrado en un modo de existencia diferente del modo terrestre:
está, para emplear el lenguaje mítico judío, "sentado a la diestra del
Padre". Jesús resucitado tiene un cuerpo, pero este cuerpo es
completamente diferente del que tenía durante su vida terrestre. No puede
decirse nada más... Pero hay que tener en cuenta que algunos relatos de apariciones
subrayan esta diferencia: Magdalena toma a Jesús por el jardinero, los
pescadores del lago se preguntan sobre la personalidad de quien se les presenta
en la orilla.
Cuando Tomás reclama ver y tocar el cuerpo
de Jesús marcado por las señales de su pasión, se procede inmediatamente a
hacerle comprender que ese afán por encontrar una continuidad absoluta entre la
corporeidad antigua de Jesús y la nueva es una vanidad que, en cualquiera de
los casos, no conduce a la fe.
J/RSD/CUERPO: La aparición de Jesús en su
cuerpo es, pues, la experiencia de su corporeidad por encima de la muerte y la
experiencia de otro tipo de corporeidad. Ante unos ojos humanos, esta radical
novedad del cuerpo de Jesús no podía ser revelada sino de forma muy modesta.
Jesús no ha podido presentarse sino en una
corporeidad todavía terrestre para evidenciar su nueva corporeidad: es decir,
que los apóstoles no vieron el cuerpo de Cristo en su situación de resucitado
en plenitud; una especie de kenosis condicionó el esplendor de ese cuerpo para
reducirlo a un simple signo real, una invitación a penetrar en el misterio.
En este sentido, las apariciones son
pruebas, pero unas pruebas que no se agotan en sí mismas, que no cierran la
investigación, sino que la proyectan hacia el misterio y hacia la fe.
Las apariciones de Jesús en cuerpo no son,
por otro lado, la experiencia de un cuerpo-objeto que puede ser contemplado. El
cuerpo es el instrumento por excelencia de la relación, y las apariciones del
Resucitado desembocan ante todo en experiencias de relación y diálogo: muchas
veces quedan selladas en un banquete, y Jesús hace, mucho más aún que a lo
largo de su vida terrestre, que los suyos participen con El de su deseo de
relación universal y de su ambición de presencia en todas las cosas y en todos
los hombres.
Ver el cuerpo de Cristo resucitado no es
para los apóstoles una simple visión pasiva de un objeto, sino que es una
misteriosa llamada a una misión: hacer a Jesús efectivamente presente en todos
los momentos y en todos los hombres del mundo futuro. Puede, pues, decirse que
las apariciones corporales de Jesús han sido reales, pero entonces hay que
añadir que esa realidad no se agota sino en la experiencia de fe y en la
experiencia mística del misterio de un hombre resucitado.
MAERTENS-FRISQUE - NUEVA GUIA DE LA
ASAMBLEA CRISTIANA IV - MAROVA MADRID 1969.Pág. 19
8.- Tres observaciones previas de carácter
literario: primera, estos versículos son un apéndice a la obra. Esta termina en
20, 30-31; segunda, este apéndice ha sido escrito por el propio autor de la
obra; tercera, los versículos de hoy sólo adquieren sentido en la totalidad del
capítulo 21. ¿Qué le ha podido mover al autor a añadir este capítulo?
Formalmente, el capítulo se inserta en el cuadro de las apariciones pascuales
(cfr. v. 14). Pero si nos fijamos atentamente descubrimos que el centro de
interés del autor no gira tanto en torno a la aparición de Jesús cuanto a dos
de los testigos del hecho, Pedro y el discípulo preferido de Jesús. En el
conjunto del cap. 21, la aparición de Jesús es el pretexto para hablar de estas
dos personas.
Estas dos personas no funcionan a título
individual, sino a título representativo: Pedro representa a la autoridad; el
discípulo preferido, a la base comunitaria. (Evidentemente esto no se deduce de
este texto, sino del conjunto de textos en que aparecen Pedro y el discípulo
preferido de Jesús).
Según el autor del cap. 21, es la base
comunitaria quien descubre antes a Jesús (v. 7; cfr. Jn. 20, 1-10). La
autoridad debe estar a la escucha de la base comunitaria. En la intención del
autor, los versículos 15-19 remiten a las tres negaciones de Pedro (cfr. Jn.
18, 15-18. 25-27). Si leemos atentamente el relato de las negaciones según el
cuarto evangelio, descubrimos que éstas tienen lugar una vez que el discípulo
preferido de Jesús desaparece de las escenas tras haber introducido a Pedro en
el palacio del sumo sacerdote (cfr. Jn. 18, 15-16). ¿Qué significa esto? Cuando
la autoridad actúa al margen de la base comunitaria, desbarra.
DABAR 1977, 30
9. GALILEA/JUDEA
En la Sagrada Escritura nos es dado
encontrar la significación mística de muchos nombres geográficos, que la divina
sabiduría ha puesto allí adrede. Todas las tierras y mares, ciudades y campos,
ríos y montes a que estuvo ineludiblemente unida la acción salvadora de Dios al
tener ésta lugar en el espacio y tiempo terrenal, reciben un nuevo sentido
místico en la celebración litúrgica de estos mismos acontecimientos redentores.
No hacen sino transparentar el mundo divino del más allá, en el que no existen
espacio ni tiempo. Al igual que todo el resto de las cosas creadas, las que nos
ocupan nos ponen en la mano el medio de poder expresar la obra maravillosa de
Dios, de decir lo indecible con palabras humanas. Todas las estaciones de la
vida de Cristo, todo el camino temporal de la Iglesia, así como el curso anual
de su liturgia, se designan por medio de nombres tan populares en la geografía
bíblica y tan señalados en el mapa místico, que resultan para los fieles un
seguro indicador en su ascensión hacia el monte de Dios.
¿Quién de entre nosotros ignora haber sido
sacado del "Egipto", del país en que se sirve al "yo"
divinizado; haber atravesado el "mar" del Bautismo y estar ahora
caminando a través del "desierto" de la vida temporal, camino de
Canaán, la "tierra prometida" de la eternidad? Y ¿quién no sabe
también que, con Cristo, nuestra cabeza, hemos penetrado ya en esta tierra de
promisión? Lo que resulta imposible en el dominio natural es aquí un hecho.
Fijémonos ahora en dos puntos de este mapa místico. Nuestra trabajosa vida
mortal ha de transcurrir, para nosotros, en el "desierto"; pero en la
sagrada liturgia y por medio de nuestro morir con Cristo traspasamos
constantemente los límites de la muerte, que son los que nos separan de la "Tierra
de Promisión" del cielo.
Por eso, la liturgia de esta semana canta
la felicidad pascual de los recién bautizados y de todos los regenerados en
Cristo, comparándola a la entrada "en la tierra que mana leche y
miel" y al bendito gustar su sobreabundante fruto (/Ex/13/05/09; introito
del lunes de Pascua).
Pero la Iglesia sabe aún otro nombre que
conviene muy bien al paisaje de Pascua por el que el Resucitado camina con los
suyos.
"Después de resucitado os precederá a
Galilea", había prometido Jesús a sus discípulos la tarde anterior a su
pasión. Después de su resurrección hace que el Ángel encargue a las mujeres
recordarles lo que El había predicho: "Id a decir a sus discípulos y a
Pedro que os precederá a Galilea". ¿Se refiere Jesús a la Galilea terrestre?
No lo parece. Algunos evangelistas no nos refieren ningún hecho especial que
tuviese lugar en un encuentro del Resucitado con sus discípulos en Galilea;
sólo hablan de Jerusalén; entre ellos Marcos, quien, por otra parte, es el que
repite varias veces la promesa del Señor: "Os precederá a Galilea".
Esto resulta un tanto extraño y ha de servirnos de aviso para no querer
interpretar al pie de la letra las descripciones de lugar, sino más bien
buscarles su sentido místico. Es evidente lo que Galilea significaba para la
vida terrena de Jesús. Era allí donde había transcurrido toda su infancia y
juventud; fue el escenario de su primer milagro y donde entabló familiares
relaciones con sus primeros discípulos. En Galilea se encontraba Caná, con la
casa de aquellas bodas de un tan grande significado místico, y Cafarnaún, su
ciudad. Galilea había sido el escenario de su vida de peregrino, llena de
privaciones, pero también de alegrías. Allí susurraba el lago de Genezaret las
palabras de su Buena Nueva; estaban allí los montes donde, por la noche, se
recogía para orar; allí, con humilde fe, se acercaron a El los primeros
gentiles. Cierto que también en Galilea tuvo fracasos y encontró enemistades;
la misma Nazaret quiso apedrear al Señor. Asimismo, hubo de lamentarse respecto
a Betsaida y Corozaín. Pero, a pesar de todo, Galilea era para El patria y
asilo.
Judea, por el contrario, era el escenario
de sus acaloradas discusiones con los fariseos. Allí le perseguían el odio y la
envidia; allí, por doquier le rodeaba la muerte. Se encontraba allí Jerusalén,
la ciudad de sus sufrimientos, y el Gólgota, el lugar de su crucifixión. Por
esto en la hora de la despedida, al enfrentarse con la muerte, el nombre de
"Galilea" había de servir de consuelo para los discípulos.
Cuando me veáis después de mi resurrección,
quiere significar Jesús, será en una tierra que se parezca mucho a Galilea
terrenal.
Allí estaremos reunidos como en aquellos
primeros días felices de vuestra vocación, y disfrutando de una alegría aún
mayor; lejos de toda disputa y de toda contienda, apartados de la muerte y el
sufrimiento. Allá celebraremos un banquete como en Caná, y entonces será el
momento de la verdadera boda. Estaréis unidos y compenetrados conmigo de una
manera que ahora no podéis imaginaros.
El relato del evangelio de hoy, que se
desarrolla en Galilea, en el lago de Genesaret, confirma esta interpretación.
Los discípulos están pescando en el mar, lo mismo que en los antiguos días. Y
otra vez, como entonces, han estado trabajando durante largas horas por la
noche sin haber conseguido pescar nada. En esto es donde se descubre,
precisamente, el simbolismo del suceso. Los discípulos se esfuerzan vanamente,
sumidos todavía en la noche temporal y en un cierto oscurecimiento del
espíritu, que la luz de la resurrección no ha conseguido disipar por completo.
Están aún envueltos en el mar vacilante del
tiempo y de la duda de su corazón. Pero va a amanecer, y Jesús aparece en la
orilla con el sol que sale de Oriente. La llama, los ayuda y consuela en sus
necesidades temporales y les aclara las dudas de su corazón. A su palabra se
repite el milagro anterior de la pesca milagrosa, y en esto lo reconocen. Y
ahora es cuando acontece lo nuevo: no es El quien va a ellos, sino que es Pedro
quien se arroja al mar y se lanza hacia el Señor. Esto es altamente simbólico y
cambia por completo la relación entre el Resucitado y sus discípulos. En otra
ocasión se había acercado a ellos sobre las olas inseguras de la vida temporal;
ahora ya los espera en la orilla de la eternidad y ellos se esfuerzan para
dejar el mar del tiempo.
PEZ/Ichthys: Pasando por el mar del
sufrimiento y del bautismo de muerte, los discípulos seguirán a su Maestro por
la tierra firme de la resurrección. Y allí, lo mismo que ahora en la paz
matutina del lago de Tiberíades, se reunirán para el banquete celestial. Se
sentará con ellos en la mesa y comerán del "pez de los vivos", que se
entregó por ellos al fuego de la muerte terrena, para convertirse en el
alimento de su inmortalidad. El sol de la divina presencia iluminará su
banquete y se escuchará el murmullo del amor divino. El lo será todo, como en
esa mañana primaveral de la Galilea terrestre. Estarán tan seguros de que es el
Señor, que no necesitarán hacerle ninguna pregunta más, y, lo mismo que hoy, El
les llamará "muchachos". Entonces habrá alcanzado la perfección su
nueva infancia, que ahora acaba de comenzar, y entrarán en El, como perfectos
hijos de Dios, a tomar posesión de la herencia del Padre. (...) El Señor que
ahora les invita a comer, es el mismo que ha de llamarles, en el día de mañana,
a participar de su reino celestial. "Venid, benditos de mi Padre; tomad
posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo".
Este es el profundo y misterioso sentido de
este suceso del lago de Tiberíades. San Agustín interpreta "Galilea"
como "revelatio", es decir, "revelación", y equipara la
Galilea de la resurrección con la vida futura en el otro mundo (San Agustín: De
consensu Evang. 3, 86). Pero es más: la liturgia del tiempo de Pascua abarca todo
ese futuro como cosa ya presente. No es tan sólo como una representación, sino
como realidad y verdad. En la solemnidad pascual hemos muerto y resucitado con
Cristo, hemos subido a lo "alto", a la "Galilea" celestial.
Hemos pasado por las mismas experiencias del Señor. Pero, también como ellos,
estamos débiles en la fe, no acabamos de estar convencidos del "paso"
redentor y de la completa transformación.
Nuestras raíces no están bien fijas aún en
la orilla de la resurrección; aún nos dejamos impulsar por las preocupaciones
diarias y las ansias de este mundo y nos ahogamos en el mar de las dudas y en
la noche de la angustia infructuosa. Pero también, es cierto que sin cesar
viene la mañana: la hora del milagro y de la nueva creación, la hora del sacrificio
y del banquete. El sol de la presencia de Dios aparece cuando penetramos en el
santuario: volvemos a ver la costa, de la que, en realidad, es imposible que
nos apartemos por más que intenten forzarnos a ello las angustias y trabajos de
la vida temporal. Y Jesús está en la orilla y nos llama.
No debería tener necesidad de llamarnos.
¡Por nosotros mismos deberíamos dirigir hacia allí nuestra débil barquilla,
sacándola de los peligros de la noche de este mundo! Pero tiene piedad de
nuestra debilidad y nos llama. Nos llama "muchachos", como para
advertirnos que, una vez en el Bautismo y después repetidas veces en la santa
celebración pascual, volvimos a nacer de su sepultura como hijos de Dios;
estamos ya purificados de "todo antiguo resabio" de pecado y
"transformados en una nueva criatura" (Poscomunión) inmortal como El,
que "resucitado de entre los muertos ya no muere".
"Muchachos", pregunta, "¿no tenéis a mano nada que comer?".
¿Para qué hacer esta pregunta si no es para
que caigamos en la cuenta de nuestra miseria e impotencia para procurarnos el
alimento de la inmortalidad, que precisamos para que pueda crecer en nosotros
la vida espiritual que ahora acaba de nacer? ¿Para qué preguntar si no es para
dársenos El mismo como alimento en el banquete de la Eucaristía, simbolizado
por la comida matinal de los discípulos en el mar de Galilea, y también para
significar el banquete de la gloria en la Galilea celestial? Fijaos: tiene
preparado el pez que también allí, en la gloria, ha de ser nuestro alimento. Es
El quien por nosotros sale del océano inmenso del amor divino y se deja prender
y matar de los hombres para así convertirse en nuestra comida matinal de la
resurrección (1).
Para saciarnos nos da "Pan del
cielo", el alimento de los ángeles; divina presencia que, para ellos, está
al descubierto, pero que no por eso deja de estar para nosotros bajo el velo de
la figura simbólica. Desde la orilla eterna, desde el altar del sacrificio nos
llama la voz del glorificado: "¡Venid y comed!"; y tanto para nosotros
como para los discípulos no quiere decir esto sino: "Venid, benditos de mi
Padre; tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del
mundo". Pues "comer" con Cristo resucitado es participar del
manjar sacrificial de su santa carne y sangre; "reinar" con El
"ya en vida". Es no permanecer en el mar del error, sino estar con El
en la orilla de la Galilea de Dios. Galilea es el lugar de la revelación, la
tierra de la resurrección e inmortalidad; en este país es donde nos introduce
Cristo. País a un mismo tiempo presente y futuro. Galilea es donde los
discípulos se reunieron después de la resurrección del Señor y donde lo
reconocieron al compartir con El la comida.
Galilea es la Iglesia; allí, en el
sacrificio y en los Sacramentos, en la oración y en la lectura de la Sagrada
Escritura, resplandece el "añorado rostro" de Cristo en su
glorificación pascual. Galilea es la Eternidad, donde nosotros podremos
contemplar gloriosamente a Aquel que ahora vemos encubierto en el santo
sacrificio eucarístico; pero de quien tenemos una certeza tal, que nadie se
atreve a preguntar: "¿Tú, ¿quién eres?", ya que todos sabemos muy
bien "que es el Señor".
..........
(1) Los antiguos cristianos consideraban el
pez como símbolo de Cristo, ya que el nombre griego de "pez",
Ichthys, tenía las letras iniciales griegas de "Jesús Cristo, Hijo de
Dios, Salvador.
EMILIANA LÖHR – EL AÑO DEL SEÑOR - EL MISTERIO DE CRISTO EN
EL AÑO LITURGICO II - EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 109 ss.
10. /Jn/21/01-14
Los discípulos están juntos. Forman
comunidad. Se nombra, en primer lugar, a Simón Pedro, que será figura central
en este episodio y en la continuación del relato. Se nombra también a Tomás,
que había pasado de la incredulidad a la adhesión incondicional a Jesús y se
vuelve a traducir su nombre: el Mellizo. El significado se deduce de la frase
de Tomás, que está dispuesto a morir con Jesús (no como Pedro que quería morir
por Jesús 13, 37). Este discípulo, dispuesto a seguir a Jesús hasta la muerte
representa ese aspecto de la comunidad unida a Jesús y dispuesta a correr su
misma suerte: es el doble (mellizo) de Jesús. El que estaba dispuesto a morir
con Jesús (11, 16), sabe ahora adónde conduce esa muerte (14,5: Tomás le dijo:
No sabemos adónde te marchas ¿cómo podemos saber el camino?.- 20, 28: ¡Señor
mío y Dios mío!
El tercer discípulo nombrado es Natanael.
No había aparecido en el evangelio desde la escena de su llamada. Es la figura
de Israel fiel a las promesas que esperaba el Mesías. Son siete los discípulos
presentes. No se hace alusión a los doce. Doce es el número que señala a la
comunidad en cuanto heredera de las promesas de Israel. (Ver la oposición entre
las cifras 12 y 7: para designar al pueblo judío -12 tribus- y a los pueblos
paganos -70 pueblos-Mateos-Barreto, El Evangelio de Juan, Cristiandad, Madrid
1982, nota de la pág. 894). Ahora la comunidad está representada por otro
número: el siete, el de la totalidad, que, referido a pueblos, indica la
totalidad de las naciones y hace, por tanto, referencia directa a los paganos.
Es ahora la comunidad de Jesús en cuanto abierta a todos los hombres, a los que
estaba destinado su mensaje. La nueva comunidad, que ha reconocido su origen en
el antiguo Israel de las promesas, renuncia a todo particularismo y reconoce su
misión universal.
"Simón Pedro les dice: Me voy a
pescar. Ellos contestan: vamos también nosotros contigo". Bajo la imagen
de la pesca se representa la misión de la comunidad. La figura de Pedro en
posición sobresaliente es una indicación sobre la importancia de Pedro para la
vida de la comunidad. La figura de Pedro resulta particularmente determinante
para que en la comunidad madure la disponibilidad a la colaboración.
"Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada". Esta
precisión temporal "aquella noche", es de gran importancia para
comprender la escena. Esta mención de la noche, en relación con el trabajo de
los discípulos, está en relación con estas palabras de Jesús: "tenemos que
trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche,
cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del
mundo" (Jn 9, 4-5). La noche significa, por tanto, la ausencia de Jesús,
luz del mundo, que hace infecundo todo trabajo.
"Estaba ya amaneciendo cuando Jesús se
presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús". La
llegada de la mañana coincide con la presencia de Jesús. Continúa el lenguaje
comenzado con la mención de la noche; Jesús es luz del mundo, su presencia es
el día que permite trabajar realizando las obras del Padre (9, 4).
"Jesús les dice: Muchachos ¿tenéis
pescado? Ellos contestaron: no". La mala traducción litúrgica no ayuda a
descubrir el sentido profundo del texto. La traducción literal es: ¿tenéis algo
para acompañar el pan? Lo que nosotros llamamos el companage, que
ordinariamente era pescado, pero este matiz de "añadido al pan" es
importante en el desarrollo de la escena.
"Él les dice: echad la red a la
derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y no tenían fuerzas para
sacarlas, por la multitud de peces".
La obediencia a la palabra de Jesús, la
fidelidad a su mensaje, es la condición necesaria para que el trabajo
apostólico tenga fruto. "Y aquel discípulo a quien Jesús quería le dice a
Pedro: Es el Señor". Es el discípulo que sigue a Jesús y vive con él. Es
su confidente en la cena, el que lo acompaña hasta la muerte, da testimonio de
su gloria, reconoce su resurrección y percibe su presencia en la comunidad.
Entra con Pedro en el sepulcro y ante las mismas señales, sólo este discípulo
creyó que Jesús vivía. Ante la misma pesca, él descubre la presencia del Señor
y Pedro no. Solamente el que tiene experiencia del amor de Jesús sabe leer las
señales. Este discípulo sabe que la fecundidad de la misión es señal de que
Jesús está presente.
"Al oír que era el Señor, Simón Pedro,
que estaba dormido, se ató la túnica y se echó al agua". Pedro no había
descubierto que la causa de la fecundidad apostólica era la obediencia a la
palabra de Jesús, pero al oír lo que le dice el otro discípulo, comprende. Para
indicar el cambio de actitud de Pedro, el autor utiliza un lenguaje simbólico
sumamente denso.
En primer lugar, hay un juego de
vestido-desnudez; en segundo lugar, la acción de tirarse el agua. La desnudez
de Pedro indica que carece del vestido propio del discípulo. "Se ciñó la
túnica". Juan emplea la misma expresión de la cena, cuando Jesús se ató el
paño que significaba su servicio hasta la muerte. Pedro va desnudo porque no ha
adoptado la actitud de Jesús, por eso no ha producido fruto alguno la misión.
Esta era la desnudez de Pedro: no haber aceptado la muerte de Jesús como
expresión suprema del amor y haberla tomado por norma.
Ahora, finalmente, comprende. Se ata
aquella prenda como Jesús se había atado el paño para servir. Y para expresar
su disposición a dar la vida, se tira al agua. Muestra estar dispuesto al
servicio total hasta la muerte. Pedro es el único que se tira al mar, por ser
el único que ha de rectificar su conducta anterior; los demás no habían
resistido como él el amor de Jesús ni lo habían negado.
"Al saltar a tierra, ven unas brasas
con un pescado puesto encima y pan". En la tierra, lo primero que ven es
la comida que Jesús ha preparado, expresión de su amor a ellos. Jesús sigue
siendo el amigo que se pone al servicio de los suyos. La eucaristía es el don
de Jesús a sus amigos. El pan de vida es su carne, dada para que el mundo viva.
Ese es el alimento que ahora ofrece. Después de haber dado su vida, puede dar
su pan, que es él mismo.
"Jesús les dice: traed de los peces
que acabáis de coger". El alimento que ven y que Jesús ha preparado es
distinto del que ellos han obtenido por indicación suya. Este último es fruto
de su trabajo, el que encuentran preparado es don gratuito. Existen, por tanto,
dos alimentos: el que da directamente Jesús, y el que se obtiene respondiendo a
su mensaje. El alimento que Jesús ofrece y el que presentan los discípulos se
convierte en "nuestro" alimento; el alimento de la comunidad con
Jesús. "Bendito seas, Señor, Dios del universo por este pan -fruto de la tierra
y del trabajo del hombre-, que recibimos de tu generosidad y ahora te
presentamos; él será para nosotros pan de vida".
153-PECES: número de especies distintas de
peces conocidas por ellos, expertos pescadores, dice ·Jerónimo-SAN. Todos los
hombres de la tierra están llamados a entrar en esa red, sin que se rompa,
porque la Iglesia de Cristo ha de conservar su unidad.
Jesús les dice: venid, almorzad. Ninguno de
los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era
el Señor. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos. La
definitiva, la que va a durar para siempre. Por eso, esta manifestación es
modelo para la vida de la comunidad. Esta tercera vez es todo un programa para
la vida de la comunidad en su misión en el mundo y en la eucaristía.
11. /Jn/21/15-19
Este pasaje es el argumento bíblico más
importante y decisivo sobre el primado de Pedro en la Iglesia universal. El
diálogo se sitúa en lo que más interesa: el amor. Sólo el que ama con humildad
puede enseñar a amar, puede enseñar a ser cristiano. Después de la comida se
habían puesto los dos a caminar. Hace tiempo que no se encontraban juntos.
Habían pasado muchas cosas desde que sus dos miradas se cruzaron en el palacio
de Caifás (Lc 22, 61), después de su triple negación. Jesús se lo había dicho,
pero Pedro no quiso creerlo. Estaba completamente seguro de sí mismo, seguro de
la amistad que le unía a Jesús.
Jesús había tenido amigos que le habían
abandonado. Había sido muy duro... Pedro se había quedado. Sentía en torno a
Jesús una gran hostilidad, y eso aumentaba su coraje, su fuerza, su amistad.
Cuando a Jesús se le miraba con buenos ojos, cuando era bien recibido por la
muchedumbre, era fácil decir: "Yo daré la vida por ti". Pero después
se había convertido en un prisionero, en un hombre del que todos se burlaban y
al que iban a condenar a muerte. Y Pedro tuvo miedo de ser detenido, temió por
su vida. Y le negó las tres veces que Jesús la había anunciado.
Ahora están allí las dos, Jesús y Pedro,
con la experiencia de tres años de amistad, con sus momentos buenos y malos.
Teniendo detrás de sí ese acontecimiento inesperado: la muerte de Jesús en la
cruz; y ese otro suceso aún más insospechado: su presencia de resucitado al
lado de Pedro. "Al tercer día resucitaré". Pedro lo recuerda. Se lo
había anunciado a todos. Pero ninguno había hecho caso: ninguno había creído
tal cosa. Sin embargo, todo había sucedido como él les había profetizado.
Y Jesús pregunta a Pedro: "¿Me ama? Es
el amigo que quiere saber, quiere estar seguro, como si tuviese necesidad de su
apoyo, de su amistad, de su fidelidad; como si quisiera asegurarse de poder
contar con él para siempre. Y Pedro responde: "Sí, Señor, tú sabes que te
quiero", conoce su debilidad y no se enorgullece ahora de su amor ni de su
lealtad hacia Jesús. El, que conoce su corazón, sabe que lo ama de verdad.
Tres veces la pregunta de Jesús, como tres
veces le había negado. Pedro no puede afirmar nada después de lo que ha
sucedido, aunque ahora declare ser su amigo, quizá vuelva a negarle otra vez. Y
Pedro mide su debilidad, se da cuenta de sus limitaciones, de su pobreza
radical. A pesar de todo, quiere a Jesús, porque es su amigo, porque es todo
para él. No puede explicarlo, pero es así. Y se remite al conocimiento que Jesús
tiene de él; el puede juzgar de la veracidad de sus palabras.
A este hombre que conoce ahora su valía -es
decir, lo poco que vale para ser fiel a ese amor de Jesús- Jesús le va a
confiar la dirección de su propia misión: extender el amor por el mundo.
"Apacienta mis corderos... apacienta
mis ovejas". Jesús le confía lo que más quiere en el mundo, porque Pedro
ha hablado esta vez no únicamente por sí mismo, sino por el Espíritu que está
en él. Jesús le pide que el amor que le tiene a el lo demuestre en la entrega
sin límites a los demás. El Pedro de la espada y de la violencia, el Pedro de
las disputas y de las ambiciones por el primer puesto, tenía que morir para
convertirse en el Pedro del amor, de la renuncia y de la entrega a los
hermanos.
12. /Jn/21/01-14
El último capítulo del cuarto Evangelio se
considera hoy como un apéndice, es decir, añadido posteriormente a la obra por
un discípulo del autor. Pero, de hecho, se encuentra en todos los manuscritos
más antiguos, excepto en uno siríaco. En cualquier caso, se trata de un
fragmento en sintonía con la temática fundamental del evangelio, aunque resulta
difícil de entenderlo plenamente sin recurrir a otros escritos del Nuevo
Testamento. El texto de hoy reproduce dos escenas entrelazadas: una pesca milagrosa
y una comida después de recoger los peces. El paralelo de la primera escena con
el gesto milagroso de Jesús en Lc 5,1-11 hace pensar que se trata de la misma
tradición fundamental, que luego se ha diversificado; esto permite al autor
presentarla como una aparición de Jesús después de la resurrección (v 15). Por
otra parte, el gesto de Jesús de tomar el pan y el pez y repartirlos ya lo
conocemos por el capítulo 6 (la multiplicación de los panes y peces). De hecho,
a la luz de este capítulo, la escena de hoy tiene necesariamente resonancias
eucarísticas, aunque no sea ésta la finalidad del fragmento.
TRABAJO/PRESENCIA-J: Se ha visto en Jn
21,1-14 una presentación alegórica de la Iglesia: la barca, Pedro, los
discípulos, el trabajo en equipo, los peces numerosos... Todos estos motivos
presentan claras referencias a diversos lugares del NT en que se habla del
trabajo de los misioneros y de la guía de Pedro. Por otra parte, el simbolismo
no resulta extraño a este Evangelio. Ahora bien: suponiendo que se trata de un
apéndice, ¿qué sentido tendría este fragmento en el conjunto de la obra
joánica? ¿En qué pensaría el lector, de entrada, si leyera este fragmento a la
luz de todo el Evangelio? Indudablemente, la presencia central de Jesús y su
nueva forma de presencia (Jn 20) nos llevarían a definir esta escena como una
escena de reconocimiento: «¡Es el Señor!» (7). La nueva forma de la presencia
de Jesús no va por caminos de brillo y poder. Ni siquiera por caminos de
situaciones extraordinarias. Más bien en el trabajo duro e infructuoso de cada
día; en la tarea oscura y monótona también es posible encontrar al Señor. De
esta forma, el apéndice da también respuesta a la pregunta central del
evangelio: Y tú, ¿quién eres?
ORIOL TUÑI - LA BIBLIA DIA A DIA -
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas - Ediciones
CRISTIANDAD.MADRID-1981. Pág. 890 s.
PROPUESTA DE CANTOS DEL III DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)
(04 DE MAYO)
TEMA: “JESUS TOMA EL PAN Y SE LO DA, Y LO MISMO EL PESCADO”
01.- ACLAMAD
AL SEÑOR (Joaquín Madurga)
Aclamad
al Señor, con toda la tierra,
aleluya,
aleluya.
Aclamad
al Señor con el universo,
aleluya,
aleluya.
Aclamad
al Señor por su inmenso poder,
aleluya,
aleluya.
ALELUYA,
(Aleluya)
ALELUYA,
(Aleluya)
ALELUYA
(Aleluya)
Aclamad
al Señor, con todas las gentes,
aleluya,
aleluya.
Aclamad
al Señor con todos los pueblos,
aleluya,
aleluya.
Aclamad
al Señor por eterna bondad,
aleluya,
aleluya.
Aclamad
al Señor, en nuestra asamblea,
aleluya,
aleluya.
Aclamad
al Señor en medio del Pueblo,
aleluya,
aleluya.
Aclamad
al Señor porque grande es su amor,
aleluya,
aleluya.
02.- DICHOSO
EL QUE AMA (Cesáreo Garabain)
ERES MI RIQUEZA, ERES MI SEÑOR.
ERES LA ALEGRÍA, DE MI CORAZÓN.
No son más dichosos los que tienen más poder,
los atormentados por la sed de poseer.
No son más dichosos los que más dinero tienen,
los que siempre van buscando su interés.
No son más dichosos los mendigos del placer,
los que al agua turbia vienen a calmar su sed.
No son más felices los esclavos de la envidia,
los que olvidan sonreír y agradecer.
Los que siembran odios en lugar de hacer el bien,
los que ganan siempre y tienen miedo de perder.
No son más felices los hinchados y engreídos,
que desprecian lo pequeño en su altivez.
Mucho más dichosos los que aman la verdad,
los que van brindando su alegría y su bondad.
Los que nos ofrecen el amor de cada día
y reciben el amor de los demás.
03.- UNIDOS
EN LA VIDA (Joaquín Madurga)
UNIDOS
EN LA VIDA
EN
UN MISMO TRABAJAR
NOS
UNIMOS EN LA FIESTA
COMPARTIENDO
EL MISMO PAN.
1.-
La semana nos ha unido
en
el trabajo y sudor
la
Eucaristía nos junta
con
Cristo en el amor.
2.-
Los esfuerzos de los hombres
buscando
un mundo mejor
son
los esfuerzos de Cristo
que
trae la salvación.
3.-
Los que abrís surco en la vida
a
golpe de trabajar
sois
invitados por Cristo
a
repartiros su pan.
04.- ESTO QUE
TE DOY (Grupo de alabanza)
Esto
que te doy es Vino y Pan Señor
Esto
que te doy es mi trabajo
Es
mi corazón, mi alma
Es
mi cuerpo y mi razón
El
esfuerzo de mi caminar...
Esto
que te doy mi vida es Señor
es
mi amor también es mi dolor
es
la ilusión, mis sueños,
es
mi gozo y mi llorar
es
mi canto y mi oración.
Toma
mi vida ponla en Tu corazón
dame
Tu mano y llévame
cambia
mi Pan en tu Carne
y
mi Vino en tu Sangre
y
a mi Señor renuévame,
límpiame
y sálvame.
Toma
mi vida ponla en Tu corazón
dame
Tu mano y llévame
cambia
mi Pan en tu Carne
y
mi Vino en tu Sangre
y
a mi Señor renuévame,
límpiame
y sálvame.
05.- CON AMOR
TE PRESENTO SEÑOR (C. Erdozain)
1.- Con amor te presento, Señor,
lo mejor de mi vida,
te presento, Señor, mi amistad.
CON AMOR TE PRESENTO, SEÑOR,
PARA SER MI MANJAR.
LA VIÑA, EL RACIMO, EL TRIGAL,
EL PAN DE MI HOGAR
TE PRESENTO CON AMOR.
2.- Con mis manos abiertas a Ti,
contemplando tu lámpara,
te presento, Señor, mi esperanza.
Hacia Ti se dirige mi barca,
hacia el cielo se va.
Es largo el camino, el remar,
ruta pascual,
Dios me guía al caminar.
3.- Con mi ofrenda también yo te doy
lo mejor de mis lágrimas.
Te presento, Señor, mi dolor.
Te presento, Señor, mi oración,
ofertorio de amor.
El grano enterrado ya es flor,
la espiga oblación,
la semilla redención.
06.- PEDRO EL
PESCADOR (Javier Iturralde)
HOMBRE
DE NOBLES ARRANQUES
UN
HOMBRE HECHO Y DERECHO
HOMBRE
DE CORAZÓN GRANDE
ERA
PEDRO, ERA PEDRO,
ERA
PEDRO, EL PESCADOR.
Fue
su fuerte el corazón,
y
el amor su pensamiento,
siguió
a Jesús porque vio
que
era un amigo sincero
y
un día fue pescador de hombres para los cielos.
Tuvo
miedo y tuvo fe,
tuvo
valor a destiempo,
negó
a Jesús y lloró
un
mar de arrepentimientos,
y
un día fue pescador de hombre para los cielos.
07.- NADIE TE
MA COMO YO (Martin Valverde)
Cuanto
he esperado este momento
cuanto
he esperado que estuvieras así
cuanto
he esperado que me hablaras
cuanto
he esperado que vinieras a mí.
Yo
sé bien lo que has vivido
yo
sé bien porque has llorado
yo
sé bien lo que has sufrido
pues
de tu lado no me he ido.
PUES
NADIE TE AMA COMO YO (BIS)
MIRA
LA CRUZ ESA ES MI MÁS GRANDE PRUEBA
NADIE
TE AMA COMO YO
PUES
NADIE TE AMA COMO YO (BIS)
MIRA
LA CRUZ FUE POR TI
FUE
PORQUE TE AMO
NADIE
TE AMA COMO YO.
Yo
sé bien lo que me dices
aunque
veces no me hablas
yo
sé bien lo que en ti sientes
aunque
nunca lo compartas.
Yo
a tu lado he caminado
junto
a ti yo siempre he ido
aun
a veces te he cargado
yo
he sido tu mejor amigo
Pues
nadie te ama como yo (bis)
mira
la cruz esa es mi más grande prueba
nadie
te ama como yo
Pues
nadie te ama como yo (bis)
mira
la cruz fue por ti
fue
porque te amo
nadie
te ama como yo
nadie
te ama ni te amara
nadie
te ama,
como
yo (bis 4).
08.- TE
CONOCIMOSAL PARTIR EL PAN (Joaquín Madurga)
1.-
Andando por el camino,
te
tropezamos, Señor,
te
hiciste el encontradizo,
nos
diste conversación;
tenían
tus palabras
fuerza
de vida y amor,
ponían
esperanza
y
fuego en el corazón.
TE
CONOCIMOS, SEÑOR
AL
PARTIR EL PAN,
TÚ
NOS CONOCES, SEÑOR
AL
PARTIR EL PAN. (bis)
2.-
Llegando a la encrucijada,
tú
proseguías, Señor,
te
dimos nuestra posada,
techo,
comida y calor;
sentados
como amigos
a
compartir el cenar,
allí
te conocimos
al
repartirnos el pan.
3.-
Andando por los caminos,
te
tropezamos, Señor,
en
todos los peregrinos
que
necesitan amor,
esclavos
y oprimidos
que
buscan la libertad,
hambrientos,
desvalidos,
a
quienes damos el pan.
09.-
EUCARISTIA MISTERIO DE AMOR (Alfonso Luna)
1.-
Eucaristía, misterio de amor,
Eucaristía,
comida del pan.
Hoy
le comemos en esta mesa,
hoy
nos unimos al comulgar.
CRISTO
ESTA AQUÍ
VINO
AL ALTAR
DIOS
ES COMIDA QUE SE NOS DA. (BIS)
2.-
Eucaristía es su regalo,
Eucaristía
es su gran don:
en
esta misa lo celebramos
todos
unidos en comunión.
3.-
Tu vida, joven tiene sentido
cuando
te acercas a comulgar;
en
esta fiesta Cristo te invita:
Dios
es comida, comparte tu pan.
4.-
En esta mesa de los hermanos
Dios
nos entrega todo su amor.
Jesús
te invita a dar tu vida,
a
abrir tus manos y el corazón.
10.- JESUS TE
AMA (Kairoi)
1.-
Juégate la vida por Jesús, serás libre.
Él
te ama como eres tú, será joven.
Él
te acepta siempre, te conoce bien,
juégate
la vida por Jesús.
Muestra
la alegría en tu vivir, serás libre.
Te
esperó de mucho tiempo atrás, serás joven.
No
te clasifica, no te juzgará,
muestra
la alegría en tu vivir.
Porque
Jesús te ama,
Jesús
confía que eres capaz
de
amar como Él, de amar como Él,
de
amar como Él, de amar como Él…
2.-
Grita que Jesús resucitó, serás libre,
grita
que a tu lado siempre está, será joven.
Él
te dio su vida, Él murió en la cruz
grita
que Jesús resucitó.
Tienes
que ser uno con Jesús, serás libre,
tienes
que crecer con los demás, serás joven,
hazlo
humildemente y con sencillez
tienes
que ser uno con Jesús.
11.- ENVIADOS
(Antonio Alcalde)
LO
QUE HEMOS VISTO Y OÍDO,
LO
VIVIDO ANTE EL ALTAR,
A
TODOS NUESTROS HERMANOS
LO
TENEMOS QUE LLEVAR.
LO
QUE HEMOS VISTO Y OÍDO,
LO
VIVIDO ANTE EL ALTAR.
Es
Cristo quien no envía:
testigos
de la verdad,
profetas
y misioneros,
constructores
de la paz.
Peregrinos
sin fronteras
de
una patria universal,
esperamos
la venida
del
Señor que volverá.
Caminamos
por el mundo
con
la fuerza que él nos da,
el
señor glorificado,
la
noche iluminará.
12.- MADRE
DEL SALVADOR (Juan A. Espinoza)
1.-
Aceptando nuestra carne Cristo nos redimió. (bis)
Y
la luz nació en María, Madre del Salvador. (bis)
Es
la luz que nace en la oscuridad,
es
el Dios con nosotros, su fuerza triunfa del mal. (bis)
2.-
Conviviendo con los hombres Cristo nos redimió. (bis)
En
silencio le seguía, Madre del Salvador. (bis)
Él
murió luchando por el amor,
a
los pobres del pueblo les ofreció su verdad. (bis)
3.-
El amor venció a la muerte, Cristo nos redimió. (bis)
Se
alegraba con su triunfo, Madre del Salvador. (bis)
Esperad,
veremos la salvación,
Cristo
venció por siempre, tendremos la libertad. (bis)
4.-
Nuestra tierra se hace nueva, Cristo nos redimió. (bis)
La
construyes con nosotros, Madre del salvador. (bis)