viernes, 13 de abril de 2012

COMENTARIO DOMINICAL DEL 15 ABRIL DEL 2012


A LOS OCHO DÍAS, LLEGÓ JESÚS”

1° LECTURA:   Hch. 4, 32-35: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.
SALMO:   Sal  117: Den gracias al señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
2° LECTURA:   1Jn, 5, 1-6: Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
EVANGELIO: Jn 20, 19-31: A los ocho días, llegó Jesús.

Podemos distinguir tres partes. La primera la forman los vs. 19-23. Se desarrolla en un lugar cerrado. Dentro se encuentran los discípulos, en quienes ha hecho presa el miedo a los judíos. Llega Jesús y, tras saludarles, se identifica. El autor comenta lacónicamente: Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. El saludo repetido abre después las palabras de Jesús, constituyendo a los discípulos en enviados suyos. Un suave soplo de aire de Jesús es el símbolo de ese envío, que el propio Jesús explica. La segunda parte está formada por los vs. 24-29, con Tomás como protagonista. No cree lo que los demás le cuentan sobre Jesús. Más aún, pone condiciones para su aceptación. A los ocho días se repite el hecho en las mismas circunstancias de lugar y miedo. Tras el saludo a todos, Jesús se dirige directamente a Tomás, a quien invita a dar crédito a la realidad de su persona. Tomás así lo hace, pero Jesús le puntualiza que el camino que ha seguido para creer en él no es ni el único ni el más dichoso. La tercera parte del texto son los vs. 30-31. Se trata de una conclusión del autor a toda su obra, indicando las dos motivaciones que ha tenido para escribirla.
Tratan sencillamente de situar la fe, la nuestra, en su verdadera dimensión. Y esta dimensión no es la de la evidencia empírica, sino la de la significación o representación. El Diccionario de la Real Academia Española define la palabra signo de la siguiente manera: "cosa que por su naturaleza o convencionalmente evoca en el entendimiento la idea de otra". Para el autor del cuarto Evangelio, creer en Jesús es descubrir lo que sus hechos y palabras evocan y quieren decir. Esto es, sitúa la fe en el plano de lo hondo a buscar y descubrir, porque a primera vista no aparece ni se ve. Es entonces cuando se es discípulo, es decir, creyente. ¡Y la vida empieza a brotar con fuerza! En realidad, así es como el autor del cuarto Evangelio ha presentado la fe en Jesús resucitado por parte de los discípulos.
Lo veíamos el domingo pasado. A ella han llegado a partir de la profundización en un signo, el sepulcro vacío. Por consiguiente, la primera parte del texto de hoy no quiere ser una demostración de que Jesús vive. En el planteamiento de Juan no entra la fe como apologética. Lo que Juan quiere poner de manifiesto en esa primera parte es el papel de los discípulos en cuanto creyentes. Son los enviados de Jesús, como él lo ha sido del Padre. Lo son, por supuesto, desde la íntima paz y alegría nacidas de la efectiva y real presencia de Jesús. Pero no es esa presencia lo que se quiere hacer resaltar, sino el envío de los discípulos.
Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo. Los creyentes son una comunidad con un aire nuevo, el aire de Jesús, simbolizado en su suave soplo sobre ellos. Los creyentes son la comunidad del perdón de los pecados. ¡Lástima del aire viejo y enrarecido que a veces se ha infiltrado en estas palabras!
R.P. Roland Vicente Castro Juárez.
rolancaju@gmail.com