EL BUEN PASTOR
1° LECTURA: Hch. 4, 8-12:
Ningún otro puede salvar.
SALMO: Sal 117:
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
2°
LECTURA: Jn 3, 1-2 Veremos a Dios tal cual es.
EVANGELIO: Jn 10, 11-18: El buen pastor da la vida por
las ovejas.
El pequeño
rebaño de Jesús ha crecido y no dejará de crecer; podemos ya contemplar la
formación de un pueblo inmenso. Profetizando sin saberlo, el sumo sacerdote
Caifás dirá: “¡Que muera un solo hombre por todo el pueblo!”. Y Juan añadirá:
“Sí, para reunir a todos los a todos los
hijos de Dios que andaban dispersos”. A
lo largo de los signos, converge hacia Jesús un pueblo que desafía la
imaginación cuando se pone uno a pensar en la fantástica agrupación final.
Hay
en esto algo que nos preocupa; nuestro lugar en medio de ese inmenso gentío.
Sobre todo si estamos acostumbrados a pensar en Cristo en términos de
intimismo, hemos de hacer un esfuerzo para ponernos en sintonía con el proyecto
de Dios: “Les quiero formando un pueblo,
les amo siendo un solo pueblo”. Participamos de una aventura prodigiosa: toda
la historia de los hombres y su agrupación en torno a Jesús.
Pero
¿qué hacer entonces de esa imagen tan hermosa de Jesús cargando sobre sus
hombros una oveja perdida, una oveja
amada? Esa imagen sigue siendo
verdadera. Jesús posee un doble poder que nunca podrá tener ningún otro
unificador: caudillo del gentío más inmenso, puede sin saberlo mantener con
dada uno de nosotros la relación más personal y más íntima. Para confirmarlo,
nos dice aquellas palabras cariñosas: “Conozco a mis ovejas y mis ovejas me
conocen a mí”.
Y lo que sigue es tan fuerte que uno se
pregunta si lo ha oído bien: yo me veo distinguido y amado por Jesús, él quiere
entablar conmigo unas relaciones comparables (el como de Juan) al amor mismo
que lo une con el Padre. ¿Por qué no
sabemos decir al mundo entero que no hay en la tierra ningún hijo perdido,
ninguna soledad? Se está reuniendo un
pueblo para que agrupe a todos los que se excluya a nadie.
Todos los hombres
son llamados: “Tengo otras ovejas”, dice Jesús.
No cerremos el redil, no digamos nunca: “Esos están lejos de
Cristo”. En la eternidad sabremos quién
estaba más cerca de Jesús en lo más denso del gentío.
Pbro.
Roland Vicente Castro Juárez